La abstracción de la memoria Cuando por fin aparece en cartelera una película romántica cuya premisa es digna de la hoguera, y encima se puede poner a consideración la calidad actoral de Robert Pattinson -conocido por sus insulsas participaciones estelares en la saga Twilight-, uno se frota las manos de la emoción. Pero cuando al sentarse a apreciar los matices que hacen al film uno se encuentra con que sorpresivamente la historia no es tan mala y, aún peor, Pattinson tampoco lo es, todo se vuelve confuso. El que nació siendo el moribundo carilindo Cedric Digory en Harry Potter and the Goblet of Fire (2005) despliega credibilidad en su personaje, en parte gracias al complemento de actores en un correcto rol que tiene alrededor. Su personaje se devora cada fotograma, haciendo contraste con un nuevo gran papel de Pierce Brosnan y una importante participación de Chris Cooper. Las escenas en que estos tres se conjugan en la pantalla son de lo mejor del largometraje, siendo todo lo contrario a las secuencias románticas con una Emilie de Ravin que, si bien hace linda pareja con Pattinson, no logra convencer aisladadamente. El guión es lo que más sorprende... es bastante bueno. De hecho, la trama no aburre y, a pesar de que no encuentra un súmun de acción que despierte del onanismo a las muchachitas que caerán en el producto engañoso del póster, se descubre minuto a minuto entre emocionantes líneas de diálogo entre el protagonista y su hermanita, o en el pasado que tanto pega de cerca a los dos enamorados, que se ven sumidos en una memoria ultrajada por las circunstancias instantáneas de la vida, sin importar el grado de shock de los hechos que los formaron. El título está muy bien puesto. Ese "recuérdame" es sobre la historia, la paciencia, la atención paternofilial, la del amor, la de la vida en sí misma, con todos sus matices. Y ese final tan inesperado es el aval principal de la tésis central de la trama. Si uno llega a un punto en que no quiere seguir viendo la película, con el final termina por aceptar que todo lo anterior tenía un sentido, aunque sea por el simple hecho de recibir una percepción emotiva desde las imágenes, algo que casualmente es lo que se busca a la hora de elegir un film para ver... y algo que el cine de hoy, refugiado en la comodidad de la industria -y, aceptando los dardos, diré que éste no es el caso- no logra hacer llegar. Esta es una película que destaca el rol interpretativo por encima de la historia, y sólo puede llegar a conmover justamente a aquel que sienta de cerca el caso que atañe al personaje principal. Insisto en que, en lo personal, el final me sorprendió/impactó. Fue inesperado. Y lo mismo sucedió con el histrionismo que por fin demuestra Pattinson en su trabajo individual, sin quedar opacado por los nombres que lo rodean en este proyecto. No es la gran cosa, pero mantiene atento al espectador... y bueno, obviamente, a las espectadoras.
Un film tan poco creíble como duradero. Su ritmo no sólo le impide el paso al suspense, sino que además hace que todo parezca un montón de sucesos sin sentido. La película dirigida por Christian Alvart está hecha a base de una simple y gastadísima fórmula casi matemática en todo proyecto de "terror" berreta: Sustito prefabricado + Ritmo frenético + Malas actuaciones + Final malísimo = X X= Case 39 (en este caso). Renée Zellweger aparece con una actuación muy por debajo de lo que su comprensivo e ingenuo personaje pedía a gritos para combatir al malo malísimo (en este caso, como ya anticipamos antes, una niñita -- Jodelle Ferland, a quien la producción o la gente de casting quiso vendernos como una especie de demonio -- ¡¿WTF?!). La blonda quedó encasilladísima en el bodriazo number one de Bridget Jones, repitiendo esa sonrisa falsa que da a uno pensar que siente dolor al hacerla. En fin, los personajes secundarios -- entre los que sólamente se rescata a Ian McShane -- pasan sin pena ni gloria, y la historia no cuaja en ningún momento. El final es una suerte de consejo de autosuperación y confianza para vencer a Lucifer totalmente patético. Quizás se lleven algún que otro sobresalto a causa de una embustera edición de sonido que hace que un "toc toc" en la puerta suene más fuerte que la caída de un mueble. La única escena medianamente rescatable es la de la oficina de los servicios sociales completamente vacía y a oscuras con la silla que minutos (de la película, no de la trama) antes había sido ocupada por Lillith (Ferland) girando a toda velocidad a lo lejos mientras Emily (Zellweger) recorre el lugar impactada por lo paranormal que se ve todo. Un film de terror olvidable, que nada se compara con el aceptable concierto de clichés que analizaremos a continuación.
Las dos costas de la vida Refugiados en la solemnidad casi esclavisada del seno materno, Marcos (brillante Antonio Gasalla) y Susana (genial, aunque caricaturizada, Graciela Borges) viven dos vidas distintas. El primero en una tranquilidad que roza lo insulso, introvertido y opacado por los divagues de grandeza de la segunda. Ambos son distintos, y ambos encararán la muerte de Neneca (tierna y bella en su papel, Elena Lucena) de maneras diferentes. Daniel Burman retoma el tópico de las problemáticas familiares excéntricas, cayendo en los lugares cómicos y en los costumbrismos regionales, aunque abunda muchísima calidad dialogal, en parte por las excelentes interpretaciones de los dos protagonistas. Esta es una historia que uno sigue sumido en una verosimilitud elogiable, y un ritmo narrativo que no es perfecto ni grandioso, pero tampoco es irreprochable. Sorprende la elegancia con la que Burman escapa al esteorotipo, acudiendo a Gasalla y Borges -más un reparto que está muy bien en general- para englobar la tarea con una frutillita en el postre. La dirección del realizador de El abrazo partido no es que sea la gran cosa tampoco. Es que uno se pierde en la emotividad de las escenas en que Marcos pierde la mirada en la nostalgia de la casa de su madre, o Susana hace de las suyas con sus dudosos negocios inmobiliarios (un chasco tras otro). "El roaming, Susana, no tengo el roaming". Genial. La fotografía del film es muy bonita. Las secuencias en que ambos hermanos cruzan el río para ir de Buenos Aires a Villa Laura están muy bien iluminadas, a comparación de lo que uno acostumbra en los proyectos nacionales en cuanto a los rodajes en exteriores. El sol es puro, como la actitud de Marcos, mientras que Susana prefiere la oscura comodidad del interior del yate mientras degusta "calentitos" y satisface su paulatino alcoholismo con champagne y wisky importado. Eso, y ni hablar de la toma final frente al "mar" según ella, y en verdad el "río" según él. El contraste entre ciudad y pueblo-balneario es interesantísima, sobre todo desde la construcción psicológica de ambos personajes. El hecho de que uno termine en Uruguay y la otra se quede en su delirio de la Capital Federal no es detalle menor; todo sale de la reacción ante la pérdida materna, y la reestructuración del complejo de Edipo vista desde esa obra de teatro de los adultos. Quizás se desinfla hacia el final, lo que la vuelve bastante desilusionante. Y quizás uno hubiese querido más gags de Antonio, quien supo deleitarnos con grandes personajes como la Mamá Cora o la empleada doméstica. Pero esta cinta no es para reír. Quizás arranque un par de sonrisas, pero no es una comedia, como algunas fichas técnicas lo insinuan. No, es un drama familiar, muy bien retratado y encarnado por dos protagonistas descomunales. Cada detalle de su andar es digno de aplausos, aunque el conjunto que hace al todo no termine por convencer debidamente. Pero bueno, por lo menos no "hace el ridículo".
Exterminio de un mensaje Esta película la ví en el marco del "24 hs de cine" de la Biblioteca Popular de Posadas. Debo decir que quedé impresionado por el impacto que logró en la gente una película tan manipuladora y tan maniqueísta como ésta. Cuenta la historia de un grupo de rehabilitación de drog... de paco. Para los lectores de otros países, el paco es la droga con la que se mata en Argentina a la clase baja, producto de un sistema que banca el narcotráfico y que vende incluso lo que se rasca de las ollas de las cocinas de cocaína. Así es este país. OK, hasta acá todo bien (o no), pero como dicen por ahí, esta peli no es de las que se puedan criticar porque tiene un intento de concientización como el que hay en su mensaje (si me permiten, tan soso). Pero lo cierto es que muchos colegas apuntan que como es una ficción (mal hecha encima) y no un documental (lo que hubiese sido ideal teniendo en cuenta que el director fue víctima del paco en su juventud y tenía miles de testimonios en los que apoyarse), hay una decisión estética, por lo tanto, dispuesta a devoluciones. Pasando a la trama en sí de Paco..., cabe aclarar que hay una cosa que no se le puede retrucar, y es la banda sonora, compuesta por Babasónicos, Pity Alvarez y otras bandas del rock argentino que se prestaron a musicalizar este intento de melodrama social. Ahora, lo que se cuenta, para atrás. Primero que nada, la selección de actores tan pop (sin contar, por supuesto, a LA actriz que es Norma Aleando) fue uno de los errores principales que se cometieron para encarar semejante compuesto de historias cruzadas que realmente poco tienen que ver con lo que se suele leer en los diarios y demás medios de "comunicación" argentinos (lo cual también tiene su grado de baja credibilidad, pero así de vendados vivimos en este hermoso país) acerca del tema. Los realizadores la pensaron bien cuando decidieron contarlo de una manera tan hollywoodense, con explosiones, avasallamiento de flashbacks -insoportables-, y un ritmo melodramático realmente admirable. Pero las cosas no se hacen así: eso es engañar al público. Y con esto remarcamos en la totalmente inverosímil historia del hijo de la senadora, con narcotráfico intercontinental incluído (¿llevamos el paco a África? ¿símbolo de igualdad de condiciones socio-económicas? ¿intento banal de burlar al sistema de seguridad y prevención del narcotráfico?), o la conversación telefónica entre dos senadores contando que se puede combatir el narcotráfico pero "bajando a uno estás haciendo que aparezcan otros" y una sucesión de estúpidas reflexiones pensadas para estúpidos (más bien, subestimando al espectador, lo cual es más insultante) que serían como sacar la mano por la pantalla y pegar con moco la idea en la frente del que se sentó en la sala a ver el film. Es larga, muy larga, lo cual es otro ítem en contra. Y el desenlace, generando problemas internos para hacer una implosión en un guión que no necesitaba un detonador para implosionar por sí sólo la grasa que le corre por las venas, otro más. Paco, la punta del iceberg (2009), logró conmover al público con el que compartí la proyección (¡tuvieron que hacer un receso para que muchos se repongan! ¡habían mujeres que no paraban de llorar! ¿¿??), pero si lo hace es porque es manipulador, maniqueísta, copioso del mainstream, maleducado y maleducador. Un golpe bajo, sin dar más vueltas, con un reparto que patina de lo lindo por culpa de un guión hecho para menores de 8 años y una dirección que rebosa intenciones industriales e intentos de atraco a la taquilla (que según tengo entendido, no lo logró hasta la llegada al dvd). Si quieren verlo, que sea a conciencia, y como ejemplo de manipulación. No habría que permitir que el público ATP al que el sistema cinematográfico acostumbró a bombardear con basura y lata norteamericana consuma también el producto de aquellos que por estos pagos sólo hacen "cine" con esos fines. A ese público hay que proteger con realizaciones con un mensaje, y no con dobles intenciones. Totalmente reprobable, aunque enganche como lo hace.
Vaivenes de la invulnerabilidad divina En un panorama apocalíptico logrado con un diseño artístico fabuloso, una fotografía espectacular y un vestuario bastante westereano, los hermanos Hughes dirigieron esta interesante obra sobre un guerrero solitario (cliché N° 1), que es casi imposible de vencer porque pelea y usa el sable que mete miedo (cliché N° 2), y que lleva un instrumento -en este caso, un libro- que puede cambiar el mundo (y llegamos al cliché N° 3). Pero esta original y algo compleja historia escrita por Gary Whitta, además de estar construída sobre un armazón de clichés indefendibles, no sólo se presenta con esa trama tan descifrable y predecible. También tiene como escudo protector generador de puntos a favor un reparto de lujo, que despliega e irradia talento por todos lados, cubriendo la pantalla de un elemento pocas veces visto en propuestas como estas: buenas actuaciones en un guión mediocre. Aún cuando sabemos desde la mitad de la película como va a terminar todo (aunque cabe reconocer que el giro que da en el final es una muy buena maniobra para pulir lo que parecía imposible de pulir), la película nos atrapa y nos lleva por un camino austero, desolador y tortuoso, dejándonos en claro algunos aspectos esenciales sobre la invulnerabilidad divina en lo que a selección de profetas que sí predican en su tierra respecta. Denzel Washington y Gary Oldman protagonizan un duelo antagónico monumental, haciendo que uno no sepa con cuál de los dos quedarse en la actuación. Washington parece frío durante toda la película, pero con el desenlace y un posible segundo visionado uno aprecia mejor el trabajo de este multipremiado y polifacético actor. En cuanto al malo malísimo de Oldman, con este papel uno recuerda aquel memorable personaje tan despiadado en León (1994), aunque también se pueden apreciar ciertos matices de Zorg, de The Fifth Element (1997). Ambos protagonistas deslumbran en sus repectivas escenas, y ofrecen grandes momentos cuando comparten algunas. Del resto del reparto uno puede rescatar algunos nombres que pueden mover el piso: un acmuflado Tom Waits haciendo de un ingeniero; la bellísima Mila Kunis en un papel tan aceptable como innecesario (pero nunca puede faltar la chica que empieza molestando al héroe hasta terminar con él en la acción... cliché N° 4); y quizás la más apreciada de las participaciones, Michael Gambon haciendo de un anciano encerrado en su casa de 'en-medio-de-la-nada-pero-justo-donde-están-los-protagonistas', armado hasta por los tobillos y con una característica que no vamos a revelar en este texto. Con un apartado técnico intachable (la escena del tiroteo en la casa simulando un plano secuencia quedará en nuestra retina por mucho tiempo), actuaciones excelentes, y un guión original pero que parte de una premisa bastante explotada con anterioridad, The book of Eli se reduce a una hora y cuarenta minutos de espectativa, western apocalíptico -si es que eso existía-, y un largo y violento caminar que intentará por cualquier medio insertar un mensaje ético-religioso al espectador, inspirados en una historia que ni siquiera parece estar demasiado convencida respecto a lo que será el futuro de la humanidad.
Vidriera de un ejemplo de vida Voy a ser directo y honesto con ustedes: hasta ahora, la filmografía de la cual formaba parte la señora Sandra Bullock me parecía una absoluta basura, y ella una pésima actriz que se encargó siempre de tirar por tierra todo tipo de films de los que formó parte. Ahora toda esa colección de largometrajes olvidables se ha vuelto un lejano recuerdo con esta bella película basada en una historia real, la vida de Michael Oher, el N° 23 del último Draft de la NFL. Si Bullock antes era insoportablmente histriónica y desmedidamente falsa en sus intentos de comedia barata (y eso que todavía no he tenido lo oportunidad de ver The Proposal), ahora es una centrada intérprete de un factor de vida tan importante como la solidaridad, el amor, y la lucha por la igualdad en un mundo -mejor dicho, en un país- que aún demuestra ser discriminador y repulsivo para con las clases más bajas de su sociedad. Bullock se materializa en Leigh Anne Tuohy, una mujer que, como pocas, marcó la diferencia en un sector social y un rubro como el deporte, que está muy lejos de ser indiferente a los cambios socio-políticos, a diferencia de lo que muchos piensan. Si bien la película de John Lee Hancock, basada en el libro de Michael Lewis, tiene baches argumentativos en cuanto a las líneas del guión y el eje que se quiere seguir, es un gran gusto ver como solita se va abriendo camino al mensaje final, impreso claramente dentro del desenlace de esta redonda película, principalmente salvada gracias a la gran interpretación de Bullock, quien ya recibió sus merecidos reconocimientos por esta labor. Qué decir del "protagonista", Quinton Aaron. Al lado de la interpretación de Bullock, el resto parece una bola de principiantes, exceptuando obviamente a la increíble Kathy Bates. Sin embargo, este muchacho que en la primera media hora más hace de autista que de chico sufrido, merece un aprobado porque logra plasmar la evolución en su personalidad con creces. Tenemos fotografía aceptable, actuaciones dignas de cada papel (aunque Hollywood siga intentando hacer propaganda hasta en historias como ésta, y lo digo porque no hay necesidad de hacer parecer tan jóvenes y hermosas a personas comunes y corrientes que formaron parte de un hecho verdadero y más que palpable), pero un metraje demasiado excesivo. En estos casos, la cosa puede ser mucho más directa y concisa, y no dar tanta vuelta. Yo quitaría los primeros diez minutos y todo ese dramatismo innecesario que hay hacia la mitad de la cinta. No obstante, se disfruta muchísimo la dosis de comedia en varias escenas, algo que se agradece por no volver edulcorado y meloso un producto que en malas manos puede pecar de eso y cosas peores. En general se deja ver muy bien. Principalmente hay que saber apreciar el ejemplo que proyecta la historia, que de por sí le quita puntos a la película por el simple hecho de que se la puede conocer leyendo en periódicos o en la misma web. Pero estos filmes sirven como vidriera para los que no siempre se topan con mensajes como estos, incluso cuando creen que estas cosas sólo suceden en una "medio pelo" de Hollywood.
Rápido y tedioso: reto en el apocalípsis. Hace poco más de cuatro años, Shane Acker realizó un corto denominado 9, que trataba sobre la hazaña de un muñequito de trapo luchando con una máquina que se había cobrado la vida de su amigo. El corto fue nominado al Óscar, y por su estética atrajo la atención del reconocido director Tim Burton, por lo que éste decidió producir un largometraje basado en la joyita creada por Acker con nada más que el programa Adobe. Sin duda esto fue un error, ya que por más de que sea interesantísimo el contexto apocalíptico en el que se desarrolla la película, nos encontramos ante una versión extendida de aquella cinta, que encima no cumple con lo que tanto se prometía. Tenemos una historia contada a las apuradas, para focalizarse únicamente en la acción -- con unos efectos especiales impresionantes, por cierto -- y en el desenlace de una trama casi inexistente a causa de la velocidad del filme. Elijah Wood le pone la voz a 9, mientras que el resto de los desventurados muñequitos también son representados por las voces de reconocidas estrellas, como pasa con 1 (Christopher Plummer), 5 (John C. Reilly) , 6 (Crispin Glover) y 7 (con la hermosa Jennifer Connelly). Se le da mérito a la producción por semejante puesta de animación, pero la historia realmente opaca todo intento de deslumbrar al público con dichas cualidades. Cuando empezamos con una interesante escena de descubrimiento de la vida por parte de 9 -- una suerte de héroe que llega al mundo para concientizar a sus compañeros sobre la lucha, la esperanza y la autoestima -- de repente nos vemos en una especie de persecución terrorífica que saca completamente de contexto el clima que se venía obteniendo cuando el protagonista conoce a 2. Lejos de ser una película infantil, 9 plantea ciertas dicotomías por parte de unos personajes que se encuentran en un mundo de post-guerra, solos y con la responsabilidad (rebuscada) de "salvar a la civilización". Dichas dicotomías no van más allá de la típica reflexión entre "pensar o hacer", "esconderse o luchar" que muy dificilmente llegue a dejar algún tipo de enseñanza a algún desprevenido que se detenga a ver este factor. Para colmo de males, luego de toda una hora de film oscuro, tenemos un final sentimentaloide y completamente cursi, que tira abajo todo lo "logrado" hasta el momento. En resumidas cuentas, hubiese sido bueno quedarse con el corto, pero parece que a Burton le atrajo lo que podía llegar a vender este tipo de proyectos. En lo que a mí experiencia respecta, es decir, saliendo de lo poco objetivo que se puede ser en estos comentarios, me aburrió sobremanera este film, quizás por la hora en la que lo ví (cerca de las 23:00 hs, un miércoles). Sin dudas es una de las decepciones que me dejó este año.
El gabinete del Dr. Marty (Atención: el comentario contiene spoilers) El gran Martin Scorsese se sale un poco de la temática de su filmografía reciente, pero siempre fiel a su fetiche actual, Leo DiCaprio, para dirigir con mano maestra un thriller psicológico que se apoya en una novela de Dennis Lehane (Mystic River, 2003; y Gone Baby Gone, 2007), para armar un pastiche de calidad, técnica y narrativa, histórica. Por qué pastiche: porque en este film se ve una impronta 'esencial' que va desde Hitchcock o Polanski hasta incluso un guiño ¡al caligarismo de Robert Wiene!. No vamos a revelar mucho de la trama, pero sólo cabe anticipar que el guión está armado de una manera excelente, interpretado con una calidad irreprochable del reparto -destacando una de los mejores actuaciones en la carrera de DiCaprio-, algo que hace que todo lo que sucede al final (para lo que está hecho absolutamente todo de la película, desde los matices de colores en la fotografía hasta la parquedad de Kingsley y Ruffalo en sus geniales papeles) tenga total explicación y todo cierre bien redondito. Quizás se percibe una leve predilección del autor por obviar los vaivenes de la trama explícita para dejar a la vista del espectador mareado un final que está cantado desde esos flashbacks que tiene el protagonista, justamente de manera implícita, pero el resultado no deja de ser satisfactorio a pesar de ello. Scorsese reconvierte la moneda corriente de los films noir y la canjea por un producto de una magnitud visual impagable, que encima se ve avalada por la calidad del relato. Nada está dejado al tanteo. Nada pasa por casualidad. Todo está pensado para ese broche de oro en el cierre de la trama, con el plano final y, anteriormente, la que probablemente será de ahora en adelante una de las frases más memorables del cine actual, pronunciada por un enorme DiCaprio: "¿Qué es peor, vivir como un monstruo o morir como un hombre bueno?" ¡Chupate esa mandarina! Y cuando digo que nada está hecho porque sí, principalmente me refiero a la banda sonora, una obra maestra del realizador junto a la colaboración de Robbie Robertson de The Band, que crearon las pistas sobre material previamente grabado para hacer de cada escena una verdadera combinación de imágenes y melodías, practicamente perfectas. Todo tiene un ritmo tan desquiciado, tan poco común y a su vez tan expresivo, que sólo una selección musical semejante podía amparar tanta parafernalia visual. Y a esto se acopla el monumental trabajo de edición de Thelma Schoonmaker, que hace que todo parezca desencajado o fuera de lugar y lleve un ritmo vertiginoso salteado por anacronismos, flashbacks y pausas... en definitiva, irreal. Por último, la fotografía, con Robert Richardson en la dirección, es sensacional. Contrastes jugando con "auras" en tonalidades claras y colores cálidos dentro de decorados con escalas de grises: un nuevo acierto del staff técnico para trazar el camino rumbo al gran final, más allá de que a muchos malacostumbrados a las sorpresitas Kinder del cine reciente les/nos pueda parecer (y con justa razón) predecible. No, en Shutter Island nada es predecible. Nada es lo que parece. Todo es una realidad construída por Marty para hacernos vivir en la mente perturbada de un ser temeroso y temido, buscador y buscado, víctima y victimario. Muy recomendable y tecnicamente excelente nuevo opus de Scorsese, aunque tampoco es lo mejor que ha hecho. Encima invita a un segundo visionado para recién ahí poder ver las cosas con ojos de "espectador". Antes que eso, sólo se es un convicto más del recinto.
Tribulaciones de un compositor en decadencia Si hay algo que cabe destacar en este pasable film del debutante Scott Cooper, es su calidad para elevar al protagonista a un pedestal inimaginado, a pesar de lo decadente del mismo en cuanto a aspecto y creatividad. La vida de Bad Blake (monumental caracterización de Jeff Bridges) nos atrae porque, de alguna u otra manera, comenzamos la película conociendo su historia, sabiéndonos sus canciones y siendo conscientes de lo mal que está nuestro personaje en su carrera musical. Por ello nos alegramos cuando comienza a reiniciar su vida al conocer a la interesante reportera pueblerina, Jean Caddock (también brillante actuación de Maggie Gyllenhaal), entabla una adorable relación con el hijo de la susodicha y se mantiene fiel a sus hábitos -malos o no-. Crazy Heart se resume en una parsimonia argumentativa exasperante pero amistosa para con el espectador, que entre cantitos country, la aparición de Robert Duvall y Colin Farrell, y el intento de redención del gran Blake, pasará dos horas confortables y apasibles, como la escena de pesca en el lago, la más bella de todo el film. Y quizás sea por el gran trabajo de Bridges, o por la buena composición musical del genial T-Bone Burnett, que sin tener mucho para ofrecer esta cinta siente tan bien en un público poco pretensioso, pero lo seguro es que no es la gran cosa. Todo se corona con la canción "The weary kind", poderosa en la lírica pero muy acartonada en la melodía (sin embargo, ganó el Golden Globe y el Oscar a la Mejor Canción Original), que termina resumiendo a modo de triunfo un sufrido pasaje de un grande del country, creado a imágen y semejanza de la ascendente carrera del actor protagonista.
Ejercicio de la memoria a la Burton. (Nota: se pueden saltar esta intro) Uno intenta ser lo más objetivo posible, aún siendo consciente de que la objetividad es una utopía que no se la cree nadie. En films como estos, sea de quien sea, en el que está impreso todo un ejercicio de la memoria sentimental y sensitiva (hasta olores pueden venir con una propuesta así), resulta casi imposible definir el todo sin caer en viejos amores u odios para con el contenido, por lo que la conclusión terminará estando sujeta expresamente a la combinación entre la devolución del producto artístico y esa serie de emociones hilbanadas en la mente y el corazón, y que tanto influyen en la observación y lectura. Esto es a lo que están prevenidos antes de leer esta crítica de Alice in Wonderland, un raro experimento de laboratorio Sci-Fi entre Walt Disney Pictures y Tim "sigo siendo un loco" Burton. Para un jóven nacido a principios de los '90, es inevitable rememorar aquella cinta animada en la que se vio sumido por completo en un mundo de fantasía -sin caer en la cuenta de que estaba adaptada a una gran novela llena de alegorías, simbolismos y una fuerte crítica socio política- y que tanto lo influyó en sus juegos y travesuras durante la niñez, así como también formar parte del comienzo de la construcción de una filmoteca bastante gorda que a hoy día sigue creciendo más y más. En la corta y casi inexistente carrera actoral de este jóven (que escribe estas humildes líneas), le tocó interpretar a uno de los personajes que integran el reparto de este nuevo opus del director de obras memorables como Sleepy Hollow, Edward Sissorhands, Batman, y más recientemente otras como Charlie and the chocolate factory o Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleed Street. Aún cuando ese personaje sea extrictamente imaginario (por lo tanto hecho por computadora), es imposible para el jóven no tener un lazo sentimental con el susodicho, que no es otro sino el famoso Cheshire Cat, también conocido como el Gato Risón. Verlo desde un punto de vista "burtoiano" no hacía más que incrementar los deseos por ver esta película, que terminó resumiéndose en lo siguiente: Estamos ante un "démosle rienda suelta, pero hasta cierto punto" por parte de Disney, que dejó en las alocadas manos de Burton esta remake (o también aceptablemente interpretada como secuela) del clásico de la industria de Mickey. ¿Qué hace que uno no logre distinguir entre una cosa y otra? La ambigüedad del concepto. Mientras el director de Big Fish atormenta a niños y grandes con un paisaje austero y poco "maravilloso" en su mirada respecto a Wonderland, Disney le da esa cuota de cursilería típica para terminar englobando un todo completamente ambivalente. En conclusión, nos vamos de la sala habiendo visto una mezcla entre Hook de Steven Spielberg, Lord of the Rings de Peter Jackson y The Nightmare before Christmas de Henry Selick. Lo sé, es odioso comparar obras, pero es inevitable encontrar la influencia que Burton recibió de estos films para realizar su versión de las aventuras de Alicia, que ahora es una muchacha de 19 años que huye del matrimonio y debe derrotar a una bestia gigante para salvar la Infratierra (¿?). No obstante, se puede apreciar un gran trabajo artístico, tanto en el vestuario como en los decorados y la manipulación del CGI para lograr ciertas cositas. El reparto es muy destacable, con la fórmula 'Depp + Bonham Carter = éxito' cumpliéndose a rajatabla para el imaginativo cineasta. La caracterización de Helena Bonham Carter en el papel de la reina roja es de lo mejor de la película, junto con la recreación de los gemelos y el tan esperado Gato Risón. Johnny Depp vuelve a encontrarse con un personaje que tranquilamente puede ser de su invención, como le pasa en esta ocasión con el Sombrerero Loco, pero tiene demasiado guión para enaltecer su imágen innecesariamente, por lo que exaspera bastante su reiterada presencia en algunas secuencias. La jóven y prometedora Mia Wasikowska está aceptable en su actuación, descubriéndose constantemente a lo largo del excesivo metraje de la cinta. Por último, se rescata una interesante y llamativa participación de Anna Hathaway como la reina blanca, pero de ahí para abajo (remarcando apenas la voz de Alan Rickman como la oruga azul) sólo nos encontramos con el típico ridículo de Crispin Glover y su cabellera larga, un guión básico hasta reventar y una dirección sin muchos méritos. Es un disfrute considerable, pero para lo que aspiraba sabe a muy, pero muy poco. Por momentos, decae aparatosamente y se convierte en un ejercicio tedioso de la memoria sentimental, sólo apta -por supuesto- para aquellos que disfrutaron tanto de la novela de Lewis Carroll como de la versión edulcoanimada de los '50. No es el tipo de mundo que uno espera, ni mucho menos la aventura, pero es Burton, y todos lamerán las botas de este producto por los nombres del director y sus intérpretes; allá ellos. Eso sí, una cosa es clara: no quedaremos indiferentes ante esta nueva versión de Alice in Wonderland. Aunque sí un tanto desilusionados.