El bocón de los '90 A comienzos de 1991, un hombre comenzó a notar irregularidades en el proceder de la empresa para la cual trabajaba. Acto seguido, ese hombre se dirigió al FBI para notificarles estos hechos. Como consecuencia, se veía envuelto en una misión de espionaje en la que debía sacarle todo tipo de información a los criminales empresarios. Y en el medio tenemos a Matt Damon diciendo sandeces con una voz en off completamente delirante y cómica. ¿Qué atrae de The informant!? Que Steven Soderberhg vuelve a engañar al espectador, haciéndole darse cuenta hacia la mitad del film que nada de lo que estaba viendo era lo que parecía. Y ahi nos quedamos, para no develar más. Esta sobria comedia protagonizada por un genial Damon (que vuelve a recurrir a la metamorfósis para emplear sus habilidades), tiene un ritmo bastante reprochable pero no por eso negativo. La historia gira en torno a las etapas psicológicas del protagonista, que se divide entre la vida laboral-familiar y la de un soplón del FBI. Los métodos de trabajo son muy hilarantes, aunque la caricaturización de los agentes sean fácilmente palpables. El guión seco y la espectacular banda sonora se complementan como el yin y el yan de esta interesantísima nueva entrega del director de Che. Tenemos escenas muy graciosas, así como también el espectador podrá darse el lujo de lamentarse por tanta desgracia acaecida en pantalla. Mucho bla bla, pero contribuye a la historia. Porque, insisto, lo mejor de la propuesta es lo ofensivamente confundido que se siente uno cuando nota que no todo es lo que parece. Y a todo esto, hacia el final del film uno quiere levantarle una estatua a Damon por su transformación interior y exterior durante toda la cinta. Para pasar el rato, reír, y divisar a través de una mampara de vidrio esmerilado el que fue uno de los grandes escándalos de los Estados Unidos en los años '90.
"Imagina un mundo en que suceda todo lo que quieras..." Spike Jonze se toma el atrevimiento de alargar al MAXimo posible este reconocido cuento infantil de Maurice Sendak, para construir una típica película suya, que invita a la reflexión propia, la interpretación individual y, sobre todo, una libertad extremadamente delirante y provechosa para las emociones del afortunado espectador. La historia es delirante a más no poder, hasta para los que conocen el cuentito. Pero de eso se vale el director de Being John Malkovich para crear un ambiente cálido y nostálgico en medio de las travesuras con alto grado de salvajismo (hasta violento) por parte de estas bellísimas criaturas y el insufrible niño Max. Éste último, protagonizado por el histriónico y sorprendentemente talentoso Max Records -que se lleva la película por delante-, es el eje principal de la trama en la que debemos rendirnos al universo que propone Jonze para poder disfrutarla, o -mejor dicho- vivirla. Es que si hay algo que se le debe agradecer con creces a este director es la facilidad con la que los que supimos amar la niñez nos reflejamos o reconocemos en la imaginación librada a la eternidad por parte del protagonista y sus amigos imaginarios. El ambicionar aún más imaginación en medio de un mundo imaginario, valga la sagrada redundancia, (ejemplo: la maqueta del tierno personaje de Carol, una de las escenas más bellas del cine que parió el 2009), creer que la mejor forma de canalizar la rabia es una guerra de tierra, pasear por un desierto que desemboca en un mar paradisiaco, o sin ir más lejos, hacer un iglú con la nieve, es un homenaje a la creación de los hijos de la tierra, que disfrutan más jugando con cosas hechas por sí solos que con elementos de "diversión" prefabricados. Párrafo aparte merecen los monstruos, quienes son verdaderos reflejos de las emociones más extremas del ser humano cuando realiza ese doloroso viaje en bote desde la orilla de la niñez hasta la orilla de la adolescencia, cuando la imaginación queda en un segundo o tercer plano para abrir paso a la realidad a secas, cada día más parecida a "lo que viene después del polvo", como dice Carol en la gloriosa escena del desierto y la charla sobre el sol. Mientras el "rey" gobierna a su manera su propio mundo, donde sucede todo lo que anhela, la traviesa inocencia, la incomprensión, el escepticismo, el tedio, la agudeza, la violencia y el desahucio pasean salvajemente por sus inestables y extremas inmediaciones naturales, cobijándolo como un amigo más de la familia, cumpliendo sus deseos, viviendo sus sueños y padeciéndolos. Jonze, a pesar de que alarga demasiado una historia que fue contada de manera más simple, y que encima queda pendulando entre infantilismo y reflexión adulta, entrega un espejo en el que cada uno podrá verse reflejado, de buena o mala manera, principalmente porque lo que menos tenemos en cuenta es que esto es cine, más allá de la fotografía exquisita -contraluces asombrosos y una amplia gama de colores puestos al servicio de la vieja usanza titiritera-, la aceptable dirección, y probablemente la mejor banda sonora del año de la mano de Karen O, de los Yeah Yeah Yeahs. Y todo eso lo logra porque, como bien dice el póster, cada uno de nosotros lleva un monstruo salvaje dentro. Emoción pura, nostalgia, ternura, violencia y diversión. Todo servido en bandeja para nuestro deleite, de la mano de un director tan libre como Jonze.
El hábito no hace al monje Edge of darkness no sólo marca el regreso de Mel Gibson a la actuación luego de siete años. También es una película con una rítmica acojonante, guiños al cine noir y de clase B, construcciones actorales muy bien preparadas y, sobre todo, una tesis sobre lo que sucede en las sombras, mientras el mundo transcurre y las personas tratan de cambiar el mundo; lo que es y no es. Pocas veces un film de estas características tiene tan bien puesto el nombre. Al filo de la oscuridad es una clara alusión al actuar de los mal nombrados "malos y buenos" en medio de un campo de juego ambientado para una guerra de negociaciones, chantajes, 'limpiezas', violencia y mucha corrupción. Así es como de manera muy bien anticipada nos vamos abriendo camino en la vida de Thomas Craven (Gibson, que se come la película con su impresionante actuación), un detective de Boston que se encuentra atrapado en el caso del confuso asesinato de su hija, quien antes de su partida deja toda una vida secreta a disposición del protagonista para que éste llegue al foco de la cuestión y todos quedemos con la boca abierta. Durante el correr del metraje, nos vamos enriqueciendo de información con un in crescendo de la trama que deja espectante a cada momento. Es así que gracias a los diversos recursos de narración nos vamos familiarizando cada vez más con cada uno de los personajes (o entes) de la película. La historia está basada en una serie británica de los años '80 por los guionistas William Monaham y Andrew Bovell. Estos arman unas líneas de diálogo excelentes para ayudar al pulso narrativo setentoso que caracteriza a esta cinta dirigida correctamente por Martin Cambell. Nos quedarán muchas frases hechas pero bien contextualizadas para entender la esencia del film, como "todo es ilegal en Massachusets", "no sé lo que es perder un hijo per sí lo que es no tener uno" (dicho por Jedburgh, un gran papel de Ray Winston), y finalmente la más gloriosa, salida de la boca de un intrigante Jay O. Sanders: "no se trata de lo que sea, sino de lo que ellos hagan que parezca". El resto se debate entre la resolución del caso y un par de subtramas más que interesantes que enaltecen la profundidad dramática del producto. El director de este film fue quien tuvo la oportunidad de dirigir el reinicio de la saga de James Bond, Casino Royale, así que era el más indicado en lo que a acción se refiere. Y lo logró con creces: Edge of darkness tiene unos sobresaltos tramposos pero muy efectivos para que el espectador se quede sentado viéndola hasta el final. Esa es una tarea difícil de lograr hoy en día, más para este tipo de films, que siempre terminan quedando en el olvido por culpa de la impaciencia de los loquitos de la pirotecnia que la difaman antes de verla como el policial negro que es. A los seguidores de Gibson les encantará este combo de drama, acción, thriller y cine de clase B para pasar un buen rato. Sus defectos podrían bien ser un tono muy pasivo en cuanto al desenlace, pero más allá de eso es un disfrute asegurado. No se la recomiendo a los de estómago débil ni a los que después salen impresionados por ver hemoglobina. Este no es un policial más: aquí van a ver disparos en el ojo, tripas en el suelo, escopetazos, y mucha sangre. Bien Mel Gibson, o como le dicen por ahí, Gibsonísima.
Seguí participando Cuando uno emprende como meta conseguir un premio, supongamos una situación así, siempre tiene en mente la parte buena. Por ejemplo, nadie mide cuánto se gasta en quinielas, sólo cuánto se ganará. O cuando uno busca en el envase algún regalito o premio, nunca piensa en lo que se gastó del contenido: sólo piensa en lo bueno que es estar buscándolo. Lo peor viene cuando en el envase dice el siempre bien ponderado "Seguí participando", y nuestro mundo se viene abajo en ese instante. Así es la vida del profesor Larry Gopnkik (sobresaliente en su papel Michael Stuhlbarg), un tipo que vive el día a día de manera normal, hasta que "su Dios le pega una cachetada" y le muestra la realidad con toda la crudeza que sólo los hermanos Coen pueden concebir. Ésta es una comedia negra sagaz, y rotunda en su mensaje. Lo hilarante recide en todas esas vanalidades de la vida del desventurado profesor judío, así como en unas líneas magníficas del excelente guión. El punto fuerte de esta historia es esa tradicionalidad tan portentosa en el relato, sacada de las vidrieras de antaño de los hermanos, que se basaron en su infancia en un barrio de Minnesota para recrear esta trama tan única por su estilo y sus idas y vueltas. Las actuaciones son fenomenales, sin excepciones. Pero por sobre todo se destaca la calidad de Stuhlbarg en sus distintos estadíos psicológicos, comenzando en la incredulidad, pasando por la lujuria, hasta la desesperación en esa escena final maravillosa, aunque siempre odiable por la parquedad del relato, tal y como pasa con la mayoría de las cintas de estos dos directores tan confiables a la hora en que uno se sienta a ver sus productos. Hay que conocerlos para amarlos, y cuando se los conoce, se los ama. A serious man reafirma esa condición a fuerza de comicidad sangrante, un guión fenomenal, actuaciones muy buenas, fotografía hermosa y la firma de los Coen, cada día más caseros.
A Heath Ledger. Sobre el recuerdo. La historia de cómo se logró concebir la última película de Terry Gilliam es fascinante y emotiva. Todo tenía un rumbo y una idea definida, hasta la lamentable muerte de Heath Ledger el 22 de enero del 2008, incluso medio año antes de que se estrene la película que lograría darle todos los honores que injustamente no se le había dado por su comprometido papel en Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005). Por desgracia, nunca se volvería a superar el papel del Joker que hizo en The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008), pero aún así el personaje que Ledger interpretó en sus últimos días de vida era crucial para la historia. Por eso, y por el mismo motivo que Nolan duda en hacer una tercera entrega de Batman, Gilliam suspendió la realización de The imaginarium... hasta un próximo aviso. Finalmente, y luego de muchas idas y vuelta, el director británico decidió que la mejor manera de homenajear al actor era continuar con la historia, por lo que se finalizó con el proyecto. El resultado fue una película con un alto grado de imaginación, odas al surrealismo, y un homenaje al recordado 'corazón de caballero' que corona la cinta diciendo, en vez de "Un film de Terry Gilliam", "Un film de Heath Ledger y sus amigos". La historia es difícil de seguir durante los primeros minutos. Empieza lenta, pero una vez que todas las piezas están en su lugar (y eso pasa recién cuando Ledger aparece en escena colgando de un puente y posteriormente sabemos la historia del Dr. Parnassus), se comienza a vivir en armonía con un guión espectacular y un despliegue de efectos especiales que nos hacen sentir dentro de un mundo lejano, donde nuestra imaginación no tiene límites distintos a nuestras propias limitaciones como seres humanos. Y ese es el tema que trata Gilliam en su nuevo opus: la codicia, el materialismo, la desconfianza, la identidad y los viajeros errantes de un mundo que cada día se vuelve más propenso a abandonar los confines de la mente y el corazón con tal de no apartarse del sistema. En una Inglaterra moderna (respetando la estética), la película se va abriendo camino hacia una profundidad filosófica poco palpable, pero muy enriquecedora si se tiene en cuenta el contexto en el que se llevó a cabo el filme. Y ahi es donde más importancia recae en las oportunas e importantes actuaciones de Johnny Depp (quien, a mí gusto, participa en la mejor escena), Jude Law y Colin Farrell. A cada uno de los tres les toca algo esencial en un personaje de Ledger que, lejos de ser el mejor del último ganador del Oscar a mejor actor de reparto, sorprende gracias a un monumental trabajo de edición sobre dos tramas distintas encarnadas por actores diferentes en tiempos diferentes. Depp es el que recuerda a Ledger. Lo trae al filme aún cuando después con el "bualá" lo tendremos de vuelta con su talento, aunque sea unos minutos más. Lo cita, lo homenajea, lo hace estar presente envuelto en su propia cara. La escena de Depp habla de la muerte, y como ésta nunca podrá vencer a la inmortalidad de los que, gracias al corazón, la mente y la memoria, se quedan para siempre en el mundo. Law es quien desenmascara al personaje de Ledger. Lo ayuda a terminar un papel que por su partida no pudo desmembrar del todo. Y a Farrell le toca darle el toque final a un papel que (disculpen mi ignorancia si estoy equivocado) quizás por primera vez haya sido tan multitudinario. Una joya invaluable. Christopher Plummer actúa muy bien haciendo del Dr. Parnassus, quien lidia con el demonio (¡Tom Waits!) por culpa de sus vicios y su ambición. La atractiva Lily Cole no estará en una gran actuación, pero le da algo de lujuria a una historia demasiado visual para tanta profundidad narrativa, que por supuesto -y valga la redundancia- se apoya en las imágenes, como sólo el mejor cine puede hacer en estos días de escaza producción de emociones que nos trae el 7mo arte. Un film que los invito a ver, no sólo para atraparse con una interesantísima trama, sino también para recordar a un gran actor como lo fue Ledger. Podrá ser algo simple en cuanto a su definición global, pero si nos tomamos el trabajo de apreciarla por su grado emotivo, este es uno de los indispensables del 2009. Un tratado sobre la imaginación, la memoria, y la muerte. Y la mejor de las frases sale de la boca de Depp, quien en dicha línea pareciera hablar directamente con su desaparecido camarada: "Que renazcas. Y, recuerda, nada supera esto. Ni siquiera la muerte."
Esa mujer me hace sufrir... La trilogía de Millenium comienza con esta primera entrega, Los hombres que no amaban a las mujeres. Adaptada de la denominada como obra maestra literaria de Stieg Larsson, y dirigida casi en piloto automático por Niels Arden Oplev, la película logra cautivar por dos condimentos: las odas al film noir y la descomunal actuación de Noomi Rapace, quien se entrega en cuerpo y alma a su personaje, la intrépida hacker Lisbeth Salander. Partiendo de una base policial, la historia intenta abarcar ciertos temas propios de la época de las guerras mundiales, o teñir de cultura nórdica una trama que lamentablemente será copiada (porque, en definitiva, eso es una remake) en los cada vez menos originales estudios de Hollywood de la manera más fincheriana posible: dirigida por David Fincher. Pero volviendo a los méritos de una historia cautivadora como Millenium 1... (2009), hay que destacar también lo bien logrado que está el producto técnicamente, en especial desde el apartado sonoro (partitura, montaje de sonido y sonidos ambientes), haciendo de la manipulación de la información un recurso narrativo harto usado por otros autores -más ligados a lo literario, por supuesto- pero bien logrado aquí. La dirección de arte es otro factor a favor, ya que la ambientación y la puesta en escena se nota que están cuidadas y bien preparadas, no así tanto el aspecto fotográfico o la ya mencionada dirección general. El reparto está muy bien, pero Rapace se devora la pantalla. En sí, Los hombres... es un film que se apoya tanto en su personaje protagónico que termina diluyendo la idea general a fin de enaltecer el peso icónico del mismo. La historia es muy interesante, y su desenlace también, pero la construcción está pensada para el desarrollo psicológico de Salander y la continuidad de una trama que se dará en episodios y escapándole como pueda al telefilm. Las secuelas, con títulos más largos que llamativos, decidirán hacia dónde desemboca todo.
Dioses del Olimpo posmoderno El error más grave que se puede cometer al mirar "Percy Jackson..." es querer meterlo en la misma bolsa junto a los demás films de acción o ciencia ficción. Otro error sería pretender que sea una cinta apta para todo público (la clasificación correcta sería "no apta para mayores de 16 años"), o pedir una genialidad de un producto dirigido por Chris Columbus, que fue el precursor de la ruina de la saga cinematográfica de Harry Potter. No he leído los libros de los cuales seguramente se basará fielmente el grupo de incontables realizadores que tendrán en sus manos esta franquicia, pero tampoco es mi intención hacerlo, ya que si hay algo que aprendí viendo Lord of the Rings, Harry Potter o cualquier otra historia de estas características basada en un libro, es que si la película es buena, el libro lo es; pero si la película es mala, el libro lo es aún más. En este caso sucede algo difícil de definir, porque Percy Jackson & the Olympians: the Lightning Thief es una cinta entretenida para grandes y chicos, siendo estos últimos los que más disfrutarán de los aceptables efectos visuales, las coreografiadas pero atractivas batallas con sables-bolígrafo, escudos modificables y poderes heredados de los dioses del Olimpo de la mitología griega -totalmente bastardeada por la siempre frívola mirada hollywoodense respecto a lo que sucede más allá de sus fronteras y de su historia-, y las divertidas secuencias que protagonizan estos teenagers saltados a la fama. Obviamente, no podemos pedirle peras al olmo. Se lo digo a los tontos que compran la entrada pretendiendo ver la esencia de Kubrick o Fellini en un film que no es para adultos: no van a encontrar nada llamativo en esta propuesta. Es para chicos, adolescentes que no quieren desprenderse de su infancia, o adultos que quieran entretener a sus hijos o sobrinos con algo. Si en otra sala tienen un documental sobre las empresas que hacen comida para gatos, compren esa entrada, ya que seguro encontrarán allí algo más profundo que en Percy Jackson. Ahora, me dirijo al público que se sienta dentro de los tres requisitos que mencioné recién: Decíamos que hay buenas secuencias de acción, CGI aceptable y un par de participaciones actorales más que interesantes, como la de Pierce Brosnan haciendo de un centauro (puede ser tan divertido como patético y humillante), o Uma Thurman haciendo el rídiculo como Medusa asombrada por un Iphone, y -quizás lo mejor de la peli- Steve Coogan en una versión bien rockera de Hades. Los más grandes se aburrirán bastante, pero podrán encontrar algunos detallecitos como las construcciones etnocentristas e ignorantes por parte de los cineastas estadounidenses que mencionábamos anteriormente, empezando por la historia de los hijos abandonados por sus padres-dioses, los sacrificios que deben hacer los del entorno de Percy, o los maniqueísmos típicos del mainstream hollywoodense para hacer que todo se adapte al mundo postmoderno mientras -si es que existen- los verdaderos dioses maldicen y se revuelcan en sus tumbas. Por suerte, para que todo sea más ameno, a la película no le faltan sutilezas hilareantes e irrisorias, destacando la escena de partida rumbo al Inframundo con "Highway to Hell" de AC/DC sonando de fondo, o el intento de soborno al barquero en la entrada de la morada de Hades. También la que quizás es el mejor ejemplo sobre esa adaptación a la actualidad que mencionábamos, en una escena en el casino de Las Vegas que no tiene desperdicio. En fin, es un film típico de Columbus, imposible de no comparar con las horrendas adaptaciones de Harry Potter. Habrá que ver qué le depara a esta saga, teniendo en cuenta cómo les fue a Eragon o La materia oscura. Esta primera entrega se deja ver sin pretensiones ni nada de esos caprichitos cinéfilos sin sentido. No busquen nada de esta película. Es de consumo descartable, como toda la filmografía de Columbus... con todo respeto, pero se pasa el rato.
Siguiendo una historia ya resuelta Después de mucho tiempo, nos llega un nuevo film dirigido por Peter Jackson, quien vuelve a retomar la temática fantástica, aunque esta vez para abordar un tema común de una vida común. Esta vez le toca tratar la psicología de un asesino serial (brillante actuación de Stanley Tucci), una niña barada en una suerte de limbo, y el trauma familiar por la pérdida de la joven muchachita, encarnada aceptablemente por Saoirse Ronan. El reparto es de lujo: tenemos a Mark Wahlberg haciendo del padre que se obsesiona con encontrar al asesino; la preciosa Rachel Weisz haciendo de la madre que no logra lidiar con el asunto; una Susan Sarandon que es la que menos encaja en la historia pero que logra completar un papel redondo, con un compromiso corporal como sólo los de su camada pueden ofrecer; y finalmente los mencionados Tucci y Ronan, que se devoran la película. De hecho, cuando ellos no están en escena -y eso que tengo debilidad con la belleza de Weisz- la cinta se torna monótona, aburrida, con poco tacto. Es que el director de la saga de Lord of the Rings justamente peca de eso, tener poco tacto. El guión, basado en el libro de Alice Sebold, es muy malo, con diálogos vacíos y sin credibilidad. La reacción de la familia, exceptuando al padre, es incomprensible. Intento de olvido, con negación y resignación. ¿Quién reacciona así? Por más de que la trama esté ambientada -digamos- en los '70. Si bien la historia atrapa, cuando todo termina uno descubre que fue una pérdida total de tiempo. Por ejemplo, las melancólicas escenas de Susie Salmon (Ronan) en el limbo o, como le llama el niño que vaya-uno-a-saber-cómo sabe dónde está su hermana, el "horizonte azul". Los efectos especiales ayudan a que todo sea más llevadero. Pero, ¿qué pasaría si Jackson hubiese intentado hacer esta película hace 20 años? Ok, si mi abuela hubiese tenido bigotes sería mi abuelo, pero a lo que voy es que sin los CGI esta película estaría muerta en vida. Repito: el guión es muy malo. Sólo las actuaciones y los efectos especiales logran estar al servicio de las emociones que se intentan exponer, pero aún así nada se puede hacer con semejante desperdicio de libreto. El único apartado que se resuelve como muy bueno es el de la dirección, ya que Jackson se luce con un juego de cámaras muy interesante, alternando digital con celuloide según la mentalidad que la escena precise. Lo mismo pasa con los planos, que son de gran ayuda para ir "resolviendo" la historia, que de por sí está resuelta desde la primera escena. Y eso es lo peor de todo. Si uno comete el egoísta error de ponerse a pensar en medio de la película: "¿para qué veo esto, si ya sé quien es el asesino, quien es la víctima, y encima donde están ambos?", puede llegar a arruinar demasiado algo que ya viene flojito de fábrica. De hecho, cuando la crítica rechazó algunas escenas, Jackson y su equipo se dirigió a la sala de edición para volver más morbosa la patética última escena de Tucci en la película. Notarán que todo está tratado con pinzas. Nunca se juegan por una escena osada, o algún diálogo crudo. Todo es demasiado "lovely". Nunca se pasa el límite de lo políticamente correcto. Y eso es nefasto para una historia que debiera doler por dentro, e incluso arrancar lágrimas. Pero nada de eso pasa. Al contrario, todo es lineal, simple, y absurdo (la forma en la que se resuelven las cosas es para irse a dormir). Una completa y total desilusión este nuevo film del que alguna vez triunfó con The return of the king. Si no fuera por Tucci, Ronan y, ejem, Weisz, este sería un bodrio.
Lobo feroz en piloto automático Joe Johnston dirige esta nueva entrega sobre el hombre-lobo, que como película de terror cumple pero en líneas generales la propuesta termina pecando de trillada y predecible. Benicio Del Toro, la hermosa Emily Blunt, Anthony Hopkins y un relegado Hugo Weaving llevan adelante el proyecto con interesantes interpretaciones, acompañados con un apartado técnico -exceptuando la dirección- sin mucho que recriminar: fotografía muy buena, montaje normal, ambientación excelente, sonido embustero pero laborioso y cumplidor, y maquillaje regular mixado con una manipulación de CGI que denota demasiado miedo a caer en lo interactivo ante una propuesta tan clasisista como ésta. Porque si hay algo que se le debe advertir a Johnston es que su film es demasiado clasisista para los tiempos que corren. Quizás le haga falta una renovación más atractiva en la estética, o en la ambientación, algo que haga al film algo distinto a lo ya antes visto. Pero no, todo pasa llanamente como quien no quiere la cosa, pasando al montón de cintas que realzaron la presencia del desventurado humano que es mordido por la bestia (demoníaca según la creencia gitana en ésta) y devenido en atacante salvaje. Se rescatan ciertos momentos muy tenebrosos como los del bosque, las transformaciones (lo mejor del film) o las fugaces apariciones de "lobo mayor". Lamentablemente, después de la escena del manicomio, todo se diluye en un despliegue de efectos especiales fracasados y un final para el olvido. Insisto: como cinta de terror, cumple como una más de su género. Como un todo general, deja bastante que desear.
Levantate y anda La obviedad es un recurso que a la mayoría de los realizadores de hoy en día le queda mal a la hora de mostrar el producto final. No es el caso de Lee Daniel. Este director relativamente nuevo no tendrá mucha mano para la ambientación, pero sin duda da un batacazo con este drama contundente sobre la complicada vida de una joven negra y obesa de 16 años, abusada por su padre y maltratada por su madre. Las injurias hacia la desgraciada persona que encarna muy bien Gabourey Sidibe es el eje central de la historia, cada vez más cruda a medida que avanza el justo metraje, que mantiene en vilo al espectador entre tanta injusticia y reflejo grosero y obvio de la vida segregada que se padecía en la Harlem de los '80. Sin dudas, el plato fuerte de esta película es el reparto, compuesto por un grupo de actores con no mucha chapa pero que aquí dan muestra de muchísima sangre para interpretar a sus personajes. La que más destaca, por lejos, es Mo'Nique, que personifica a la madre abusadora y victimaria con un realismo contundente y abasallador, por momentos hasta coqueteando con la exageración (nótese la prolífica escena final en el centro de asistencia social). La otra cara conocida es la de la cantante Mariah Carey, quien en un papel irreconocible despliega muchísimo talento para darle vida a un relato que por momentos sesga con un letargo pesadumbroso y frío, dejando un poco de lado la idea central, que sería -a grosso modo- la vida de Precious (Sidibe). En última instancia tenemos a una hermosa y deslumbrante Paula Patton haciendo de Ms. Rain, y Lenny Kravitz interpretando a un personaje pasajero e insulso, pero que vale su reconocimiento por el intento. Lo más llamativo del filme es ese jugueteo cuasi infantil que se expone en los momentos más crudos, cuando se intercalan escenas de lo más horrendo de la vida de la muchacha, madre de dos hijos productos de las violaciones de su padre, con las fantasías que ella tiene, como la fama, la belleza, y -lo más despreciable de esta obra producida por Oprah Winfrey, que encima se hace autobombo en algunas líneas del guión- "ser blanca, rubia y de pelo largo". El racismo entra con los tapones de punta contra la moral del espectador en algunos momentos en que uno se pregunta si había necesidad de caer tan bajo para contar una historia que con su propia simpleza de relato de vida onda biopic documental (hasta tenemos voz en off de protagonista y todo, ojo) ya se defiende entre las mejores del año. Dichos horrores ideológicos argumentales, tales como el mencionado racismo, la discriminación e incluso la homofobia, no logran opacar una historia que se vale de una técnica difícil de ensamblar por su estética tan festiva y jazzera (homenaje digno de aplausos a la cultura negra y sus raíces que dieron vida a la música que hoy consumimos indiferentes de su procedencia) como contraparte del reflejo principal del relato, característica que no va en desmedro de su propia originalidad. Es que muchos no entenderán el porqué de las fantasías o flashes/delirios de la protagonista cuando le están haciendo las peores porquerías que se le puedan hacer a un ser humano, y eso se debe a su rara forma de presentar las reacciones de la susodicha. Tal vez podríamos darle el beneficio de la duda por la ambivalencia que ofrece, y darle un punto por esa propuesta a la interpretación según el grado de resentimiento del espectador. Celebro eso. Y celebro que exista una obra tan oscura (no malinterpreten), tan cruda, y tan bien actuada por un reparto que está increíble. Ese complemento equilibrista es su punto fuerte. Lee Daniels fue multipremiado en todo el mundo por este espectro de drama y otros cachibaches del séptimo arte, y bien merecido que se lo tienen, él y su "Preciosa" historia sobre el tan trillado pero nunca desubicado mensaje de "valora tu vida, hay gente que la pasa peor".