Bella historia que cautiva de a poco Primera advertencia. Esta película es de las que enamoran despacio. Quizás alguno se enganche recién a la media hora, con la escena preciosa y penosa donde un viudo sesentón visita al novio de adolescencia de su mujer. O con otra, más adelante, donde un amigo fascinado por la energía de un clásico choca con sus propias restricciones creativas y afectivas. La obra dura lo suyo, y sinceramente dan ganas de apretarle varias partes. Pero quizá necesitaba ser así, para envolvernos y dejarnos medio fascinados. Carlo Verdone, cómico popular, asume aquí el dramático personaje del amigo. Luciano Virgilio es el viudo. Y Toni Servillo, el que conduce la obra, en la piel y la mirada irónica de un viejo periodista de sociales, un solterón mujeriego que ya está de vuelta de casi todo. El elenco es variado y excelente. El tono, tristón a veces, y otras veces despiadado. Se avanza por viñetas, recuerdos, comentarios de cara al público, diálogos ocasionalmente mordaces. Y por paseos públicos de antigua y descuidada belleza: la colina Gianicolo donde, desde 1904, se anuncia el mediodía con un cañonazo, la Fontana dell Acqua Paola, el Coliseo desde una vista privilegiada, el "Roma o muerte" del monumento a Garibaldi, la ribera del Tiber, los palacios discretamente ruinosos, con sus habitantes haciendo juego. Segunda advertencia. "La grande bellezza" es descendiente directa de "La dolce vita". No se compara, como no se comparan los grandes artistas con los sucesores. Coinciden la ciudad, algunos caracteres extravagantes, la figura del escritor talentoso que se dejó ganar por la vida fútil. Pero aquella Roma de 1960, desvariada en los entusiasmos del boom económico, cuando empezaba la fiesta, apenas puede recordarse en la de hoy, que sólo conserva la resaca, invadida por su propio vulgo. El joven nervioso, molesto, turinés, no se refleja en ese señor tranquilo, resignado, con aires y entonación de aristócrata napolitano. Los tiempos cambian. Entonces, la criatura simbólica que propiciaba el desenlace simbólico era una niña de rostro puro y luminoso. La que acá cumple un rol parecido es una monja vieja que masca raíces. Tampoco aparece una nueva Anita Ekberg, pero eso ya es otra cosa (eso si, por ahí aparece Serena Grandi, para nostálgicos del cine erótico italiano de los 80). Autor, Paolo Sorrentino, hombre irregular pero talentoso, en especial cuando trabaja con Toni Servillo, como en "El divo", cáustico retrato de un hombre fuerte de la política italiana, Giulio Andreotti. De regalo, un diálogo ilustrativo entre personajes de "La grande belleza": "No soy misógino, soy misántropo". "Bravo, para odiar hay que ser ambicioso". Y otro: "¿Tú en qué trabajas?" "No, yo soy rica". "Ah, un trabajo precioso".
Simpática aventura con linda moraleja El torpe ratoncito Edam quiere ser mago. Su amiguita Brie, hábil y segura de sí misma, le da ánimos. Juntos descubrirán los planes de las belicosas ratas para apoderarse del pacífico reino de los ratones. Ante el peligro, son enviados como acompañantes del noble Roquefort y el gordo Gruyere, en busca del arma secreta: un dientecito humano. Así más o menos empieza este dibujo animado. Que podría ambientarse en la cocina de una mansión, o los andurriales de una ciudad, pero transcurre en un lugar inhabitual de los dibujos para niños: la selva montañosa de los Andes. Tal es el paisaje. Por sus ancestrales caminos de piedra, una Rodencia que parece evocar el Cuzco, y alguna pirámide que, según dicen los conocedores, evoca las de Caral y Huaca Rajada, van nuestros héroes de ojitos aindiados, con sus alforjas, ropas medio incaicas y el típico chullo, el sombrero de lana con orejeras. Y como la historia está ambientada en un tiempo impreciso, tanto podemos ver algún chiste sobre la futura construcción y el destino de un lugar que reconocemos con la forma de Machu Picchu, como podemos disfrutar las andanzas de los ratones asustados entre humanos gigantes, de extrañas costumbres modernas. O considerar a las ratas ansiosas de tesoros como una forma alegórica de la invasión española, allá en tiempos de la Conquista. Con las licencias del caso, todo es posible. Y todo es entretenido, simpático, ingenioso y de buen nivel técnico, conceptual y narrativo, con animación standard y atinada mezcla de aventuras, fantasía, gracia y moraleja en ambientes inhabituales. Coproducción peruano-argentina, para lograr este resultado se juntaron Red Post, de Milton Guerrero, y Vista Sur ("Magazine for fai"), de Alvaro Urtizberea, y apelaron a cuatro que realmente saben. El primero, David Bisbano, que acá es director general, director de arte, coguionista y montajista. De formación fotógrafo, Bisbano se inició construyendo escenografías en Pol-Ka, hizo las maquetas de "Adiós, querida luna", realizó el experimental "B corta" (blanco y negro, con una Bolex 16 mm.) y el sencillo "Juan y María (no se conocen y simpatizan)", se fogueó en publicitarios, y se fue al Perú. Allí el cine de animación había hecho, con más empeño que gracia, "Piratas del Caribe" y "Dragones, destino de fuego", ambas de Alpamayo Entertainment. El completó la trilogía de dicha empresa haciendo "Valentino y el clan del can". Con mejores programas de animación computada, más chispa en todos los rubros, y una buena historia, podía hacer algo mejor y lo hizo. Luego, Raquel Faraoni, coguionista con experiencia en la Disney Television. A los otros dos imprescindibles podemos verlos en la pantalla, son los soldados argentinos Muzzarella y Provolone, frescos y divertidos en las voces de Mex Urtizberea y Marcelo Chirinos. Hablando en serio: los otros importantes son Williams Mantari y Piero Vallebuona, directores de animación, Leonardo Yabiku Terukina, Henry Palomino Rojas, Marco Antonio Salas, Heidi Schiller, Leoncio Albán. Gente que recién empieza, pero empieza pisando con pie derecho.
Divague de amplia cursilería Con el cuento del Dia de los Enamorados, se cuenta aquí un "Cuento de Invierno" que no es el de Shakespeare, sino el de Mark Helprin, autor neoyorquino que se dice influido por Scott Fitzgerald, Dante, Melville, Mark Twain y el Bardo de Avon. Pero encontrar aquí alguna de esas influencias es más difícil que encontrar a Wally. Que tampoco está. Lo que encontramos es un divague new age astronómico milagrero de largo aliento, amplia cursilería, y, eso sí, unos lindos fondos digitales que nos permiten apreciar la Nueva York de 1916, con sus primeros rascacielos detrás del cementerio de Woodlawn, un puente de Brooklyn y unos paisajes diurnos y nocturnos del Lago de Coheeries totalmente congelado. Buen trabajo del equipo de efectos digitales. También podríamos elogiar la fotografía. Y el peso de Warner Bros para lanzar mundialmente esta película justo para esta fecha. Y la aparición de la histórica Eva Marie Saint, con 89 años muy bien llevados (y su personaje tiene 103, aprox.). ¿Pero qué más? Sinceramente, a los dos minutos de haber empezado el "Cuento de invierno" ya estamos ansiando que llegue la primavera. Y dura 118 minutos. En síntesis. 1895, una pareja de inmigrantes rechazados deja a su niño en un imposible moisés sobre las aguas del Hudson, para que al menos él tenga un futuro en América. 1916. Tras este dislate mosaico viene un dislate equino, cuando el hijo, ahora un ladronzuelo en peligro, es salvado por un precioso caballo andaluz, blanco y de alas plegables. Luego aparecen una bonita pelirroja de tuberculosis elegantemente sobrellevada y hermanita encantadora, un feo grandote con su corte de hampones y su extraño jefe, que no da miedo pero es el propio diablo. Con mayúsculas: el Diablo. Y 2014, donde el ladronzuelo, el malo, la hermanita, viven todavía, el amor vive todavía, y quizás haya algún público en la sala, todavía. Ahí se resuelve todo, nos dicen que estamos señalados para hacer un milagro de amor sobre alguna específica persona (la cuestión es encontrarla), que así es como se forman las estrellas, y a comer perdices. Director, guionista, productor, Akiva Goldsman, el libretista de "Soy leyenda", "El código Da Vinci", etc. Protagonista, Colin Farrell, que viene a ser el Gonzalo Heredia de los anglosajones. Revelación masculina, Listo, el caballo andaluz.
Brilla Judy Dench en un emotivo film La vieja foto de un pequeño. Una señora ya grande, su hija, y un dolor silenciosamente mantenido 50 años en el pecho, que al fin estalla. Una búsqueda tardía: la del hijo natural vendido en adopción cuando ella era apenas adolescente. Un periodista en desgracia. Un hombre que no se animó a salir del closet. Varias monjas dañinas, una peor que todas. Suficiente con eso, como para que el lector se haga buena idea de la historia y los personajes. E imagine lo que puede hacer Dame Judy Dench en el rol de madre. Pero hay que verla, cómo nos hace reir y emocionar limpiamente, y a veces hasta le creemos que tiene 65 años como su personaje, y no 79 como dice la libreta. Stephen Frears, director de buen pulso, y Steve Coogan, actor y aquí también productor y coguionista, la ayudan a lucirse. El resultado es una comedia dramática muy bien templada, con sus puntos justos de humor, dolor, angustia y emoción. Y un cuidado diálogo entre la filosofía cínica del periodista, y el sencillo cristianismo de la mujer, que distingue entre religión y seres humanos, y aún más: sabe perdonar. En el Festival de Venecia Judy Dench se consagró mejor actriz, y el jurado católico Signis premió la película "por su vibrante y conmovedor retrato de una mujer que busca la verdad y supera con el perdón el peso de la injusticia cometida contra ella". Pero hay algo más. Es que esto se basa en un caso real. En 1954, una nena de 14, Philomena Lee, quedó embarazada. Entonces la gente pensaba distinto. La echaron de su casa, la recibieron las monjas, pero a los tres años entregaron el chico a una rica pareja norteamericana. Con el tiempo, él se hizo abogado republicano, ocultando su homosexualidad por miedo al qué dirán. Justo le tocaron los 80 de la explosión del sida. Ella empezó a buscarlo cuando ya tenía 65 cumplidos. La ayudó un periodista en desgracia, Martin Sixsmith. Las monjas les retacearon información. Ahora dicen que no lo vendieron, simplemente aceptaron donaciones. Y que la mala de la película, la hermana Hildegarde McNulty, en su vejez ayudó a muchas madres a reencontrarse con sus hijos. Vaya uno a saber. Lo único comprobable es que, cuando empezó la búsqueda, doña Hildegarde ya hacía 9 años que estaba en el purgatorio (seamos clementes), así que la reunión que vemos en pantalla es una "licencia dramática" de los autores. No importa, si no fue con ella habrá sido con otra igual. Pero acá también hay algo más. La semana pasada, Philomena, su hija y Steve Coogan le pidieron en audiencia al papa Francisco que interceda ante el gobierno irlandés, por una ley que obligue a abrir los archivos de adopción. La película ha puesto el asunto en el candelero, y eso es bueno. Otra cosita, para equilibrar: esas monjas eran malas pero no quemaron los registros. Quien mandó destruir documentación pública fue el propio Martin Sixsmith, cuando integraba el gobierno laborista. Esto trascendió y tuvieron que echarlo. Buscando reivindicarse, conoció a Philomena Lee. Como vemos, no hay mal que por bien no venga, aunque se cuente cambiado.
Cómo sorprender a base de exabruptos Una finca salteña con plantación de tabaco al pie de las sierras, allá por Rosario de Lerma y Campo Quijano. Un matrimonio en crisis por el hijo que no llega recibe el pedido de la tía de la mujer para alojar un tiempo al nene, tamaño gandul recién salido de una internación por drogadicto, así el muchacho toma fresco y no vuelve tan fácilmente a las andadas. No sabe que los primos ya algo anduvieron, en otro tiempo. Él es un vago sobrador y dañino, ella tiene demasiado tiempo libre, el marido la va de recio. En síntesis. El lugar es atractivo, y lindamente fotografiado por Lucio Bonelli. El planteo es atractivo, y además bien actuado por Luis Ziembrowski, María Ucedo, y el fachero colombiano Alejandro Buitrago. Lo que para algunos/as también será atractivo, pero sospechoso para otros, es el detalle de los premios: esta película compitió por los Teddy Awards en la Berlinale del año pasado. No corresponde avanzar más sobre el argumento. Baste decir que cierta posición didáctica en el uso de las armas da mala espina, aunque sean armas de caza y no de pesca. Que luego alguien tiene un accidente incomprensible y ridículo, y la consecuencia es imprevista, inopinada y también medio ridícula, porque cae de pronto por el lado menos pensado sin decir siquiera agua va. Pero así son las cosas. Se dice que ciertos deseos surgen de golpe, incontenibles. Se dice también que en toda narración conviene ir preparando el terreno, para que las cosas exploten mejor y no a lo loco. Bárbara Sarasola-Day hizo esta película a su manera, con ganas de sorprender al espectador desprevenido, y lo sorprendió nomás. Desarrolló también un clima interesante, y una puesta en escena bastante propicia para exquisiteces, salvajismos, lentitudes y atropelladas. Pueden discutirse en cambio el estilo de relato con exabruptos que a veces parecen hechos por falta de tomas, alguna parte en que la película parece estancada, la resolución ambigua y abrupta, lo básico de algunas escenas (ppr ejemplo, la primera del matrimonio en la cama) y alguna otra cosita. Debuta como realizadora tras larga experiencia en cargos de producción para películas de Santiago Loza, Parés y de la Vega, Julia Solomonoff, Daniel Burman, Diego Lerman, Sergio Renán y otros buenos. Puede salir buena.
Sobre la memoria y la fragilidad de la vida Singular documental uruguayo (coproducción hispano-argentina) sobre la capacidad de resistencia humana en condiciones extremas. Autor, José Pedro Charlo, de quien acá ya se estrenó "El círculo", notable retrato de un tipo fuera de serie, Henry Engler, que pasó de líder tupamaro a preso de "tratamiento especial", y cuando ya estaba medio loco por los varios años de "tratamiento" se impuso un autocontrol que le permitió salir atendiblemente cuerdo, retomar sus estudios de medicina, disculparse con sus víctimas, y convertirse en un calificado neurólogo de fama mundial. Residente en Suecia. En el ámbito científico tienen particular peso los estudios del doctor Engler sobre el Alzheimer. ¿Cómo se va perdiendo la memoria? ¿Cómo puede ejercitarse cuando todo opera en contra? La película que ahora vemos nos presenta a otro ex tupamaro, José Carlos Tiscornia, que sufrió "tratamiento común" a lo largo de 12 años. Pero dia tras día, un día igual a otro, casi todo el tiempo aislado en su celda. ¿Qué día es hoy? ¿Cuándo fue que pasó tal cosa? Estaba prohibido, pero el hombre se las ingenió para ir llevando un registro apretado de la vida cotidiana en su celda, un registro muy sintético y críptico, en papeles ínfimos que ocultaba celosamente por las dudas cayera en alguna inspección. Hoy mira esos papelitos y a veces hace esfuerzos para recordar qué había detrás de tal o cual palabra. La película habla de la memoria, pero no con un sentido de revancha política. Ninguna de las dos es exactamente una película política, aunque, por supuesto, no pueden faltar ciertos recuerdos. Al comienzo, dos carteles nos dicen qué era el Penal Libertad, de Uruguay (apenas menos terrible que el Penal Paraíso, de Paraguay), y cuáles eran sus reglas. Lo que sigue, en un paisaje calmo y abierto, es el regreso del protagonista y el director a ese lugar. Para la misma época, Charlo pasó nueve años en el mismo pabellón, pero recién supo de Tiscornia al leer su libro "Vivir en Libertad", coescrito con Walter Phillipps-Treby. Uno de sus capítulos hace referencia al "almanaque". Sobre el mismo se expande la película, agregando alguna filmación histórica de peso emotivo, alguna imagen de intención poética, algunas sugerencias sobre la fragilidad de la vida. Tiscornia escibía con letra de arquitecto. Era lo que estaba estudiando. Hoy dirige una compañía de construcción, expone fotos, y participa en la digitalización de los archivos microfilmados que fueron encontrados recientemente en el Ministerio de Defensa de aquel país. Charlo prepara otra película: "Postales". No tiene nada que ver, pero entre nosotros hubo otro Charlo, que en "Puerto Nuevo" (nombre de nuestra primera villa miseria) supo cantar hermosamente el tango "Olvido": "Si pensara alguna vez en lo que fui, no tendría ya más fuerzas, pa' seguir". Son puntos de vista, diferentes ejercicios de supervivencia.
Los Lego debutan en cine con poca gracia Antes de la película, una breve información institucional. El nombre Lego surge de la reducción y unión de dos palabras danesas: "leg" y "godt", jugar bien. Ole Kirk Christiansen fundó la empresa en 1932, su hijo comenzó el formato de ladrillos en 1958, los años de mayor expansión fueron los 80, y así es como hoy el nieto dirige la mayor empresa mundial de juguetes de construcción, la tercera de juguetes de toda clase, tiene cerca de 10.000 empleados y peso en más de 130 países. Lo que no tiene es quien le escriba un buen guión para su película. Pautada para estrenarse casi simultáneamente en 75 naciones (acá y Bolivia un día antes que en EE.UU.), "La gran aventura Lego" surge como punta de lanza de un lindo movimiento comercial, que incluye la revalorización de muchos muñequitos e incorporación de otros, concursos mensuales de construcción, juegos on line relacionados con personajes y conflictos de la película, etcétera. En ésta, el héroe es un muñeco "genérico", un alegre trabajador que sigue de buen humor el manual de instrucción hasta para salir de la cama, un tipo tan común que ni los compañeros lo registran del todo. La mera casualidad hace que alguien lo crea un Elegido y lo conduzca hacia los Maestros Constructores para salvar el mundo, amenazado por el Señor Negocios, que quiere solidificar todo con pegamento para evitar que le desordenen "su" mundo. Ese pensamiento parece poco lógico en un ambiente de construcciones móviles, hasta que advertimos que, aparte de los abundantes mundos Lego también figura el mundo real, y que el referido malo de la película es, en la mirada de un niño, la transposición del padre coleccionista que no quiere que le toquen "sus" juguetes. Por ahí va la mano, pensada para reunir a quienes fueron niños en los 80, con los niños de ahora, que arman construcciones virtuales pero quizá también se fascinen con las auténticas (y las compren). Lo malo, ya dijimos, es el libreto. Sobreabundan las explosiones, persecusiones y peleas de muñequitos, que arman cosas con indiscutible rapidez y seguridad, hay unos impresionantes planos generales de edificios, autos, etc., y hasta hay como 20 minutos de más (la película entera dura 100), pero no hay mayor aprovechamiento de caracteres ni situaciones, ni tampoco hay suficiente gracia, nostalgia, suspenso ni emoción, ni tampoco un minuto de descanso para que los niños asimilen lo que pasa frente a sus ojos. En fin, esperemos que los animadores se hayan divertido durante la realización. Pero ellos también jugaron casi todo el tiempo con recursos digitales, más que con bloques y muñecos verdaderos. Para ver una auténtica animación de bloques, hay que retroceder 42 años, cuando el holandés Co Hoedeman hizo el corto "Tchu-chu", un trabajo impresionante, tierno y encantador, sólo moviendo piezas de madera. Está en YouTube, donde también pueden verse los cortos Lego, más entretenidos que el largo. Responsables de éste, Phil Lord, Christopher Miller, Dan Hageman (que vienen de las "Lluvia de hamburguesas"), Kevin Hageman (libretista de las dos "Hotel Transilvania") y, en algunas partes, el animador Chris McKay (autor de los "Robot Chicken"). Se aguarda ahora la reacción del mundo de Pin y Pon, que viene marchando en una flota de Piluquis.
Lindos paisajes, pero nada más Cuando su lejana presentación en el Festival de Roma, una agencia dijo que este film "denuncia las condiciones de vida y las pocas perspectivas de futuro que tienen los jóvenes de una pequeña aldea de la selva nicaragüense que sólo ven como salida el narcotráfico". Quien escribió eso, directamente no vio la película. Gacetillas locales hablaron de "la aventura de dos adolescentes nicaragüenses que salen a pescar tiburones. Pero más que la pesca en sí, el film se enfoca sobre cómo la transmisión generacional de un saber puede servir como rito de iniciación". Esta gente la habrá soñado, pero arrima un poco el bochín. La verdad, sólo vemos una serie desarticulada de viñetas donde un niño y su amigo un poquito más grande cortan arbustos para hacer hondas, juegan con otros chicos en el río, miran una de acción en la tele, vagan y charlan sobre los atractivos de un pueblo más grande, o de una chica vecina, esas cosas. En cuanto a denuncia, no pueden considerarse tales unas leves referencias infantiles sobre monedas centroamericanas, soldados que nunca encuentran nada y jueces que lavan dinero narco. Por ahí se advierte un edificio alambrado, y pasa una patrulla donde un soldado medio tonto no se da maña para desenganchar la correa de su arma. ¿Qué más? Ah, eso de los ritos de iniciación. Quizás ahora se llame así la simple charla del más grande con una piba en la cocina, o las salidas del más chico junto a su padre en el lanchón, fugazmente registradas. Felizmente, casi al final surge una salida de por lo menos dos días a mar abierto, donde alcanzamos a ver que los grandes pescan una especie de cazón o barracuda. Con ojo incluido. Rodaje a unos kilómetros de Greytown, localidad turística rodeada de hermosa selva, que da gusto ver. Elogio aparte para el director de fotografía, que logra lindas imágenes pese a los fastidiosos resplandores de un cielo nublado.
Artificiosa pero entretenida historia de cuño teatral Calificado elenco y buenas actuaciones en el clásico estilo del teatro norteamericano, obra artificiosa pero entretenida, con un tantito de Eugene O'Neill (pero evitando su angustia trágica), otro tanto de Tennessee Williams casi con fecha de vencimiento, una generosa aplicación de Edward Albee, agua destilada, excipientes c.s., no mucho más. Tal es la fórmula que aplicó en Broadway Tracey Letts, dramaturgo exitoso. Para su traslación al cine, simplemente agregó una canción de los hermanos Followill para dar sabor medianamente local, fondo variado de Gustavo Santaolalla para compensar, y sólo dos minutos donde la imagen se impone a la palabra (llegada del comisario con la grave noticia, ajustes al último traje, una breve toma de la carretera). Y un buen director de actores, en este caso el gordo John Wells, tan bueno que deja que Meryl Streep haga lo que quiera. Así, su aparición histriónica imitando a Liz Tayor es de las que arrancan aplausos en los teatros y temores en el público de cine. En la escena central, donde su personaje se burla de casi todos los presentes, está igualita a Vittorio Gassman en aquel memorable esquicio de "Los monstruos", donde el divo, travestido de escritora pagada de sí misma, descalifica a cada uno de sus colegas masculinos. Y en el tercer acto se imita a sí misma, se desafía a ser expresiva y convincente hasta con los anteojos oscuros puestos, y gana. Su personaje, como otros de la obra, es un artificio que sufre cáncer de boca pero habla sin parar, vive empastillada pero al primer día de abstención está casi bárbara, y maneja una familia de desquiciados, cada cual con sus miserias, mezquindades y "ganas de gritar verdades", convocados en pleno verano por la desaparición del patriarca, que se tomó el buque, o más bien la canoa. La reunión de todos ellos sólo dejará en pie a los pocos seres humildes, serviciales y pacientes. Pero nos fascinarán los dos peores, es decir las hermanas más viejas, encarnadas por Streep y Margo Martindale. Bien Julia Roberts, cuyos primeros planos resaltan su buena transición a la madurez. Elogios también para el resto de la compañía: Chris Cooper (el cuñado grasa), Sam Shepard (el patriarca que se las toma), Julianne Nicholson (la hermana sufrida), Juliette Lewis (la hermana hueca), Dermot Mulroney (su nuevo novio), Benedict Cumberbatch (el hijo atolondrado), Misty Upham (la doméstica india), Ewan McGregor y la piba Abigail Breslin, medio desperdiciados estos dos últimos. Para memoriosos y amigos de las comparaciones: esta obra tuvo su versión local durante la temporada del año 2010 en el Lola Membrives, dirigida por Claudio Tolcachir e interpretada por Norma Aleandro, Mercedes Morán (que para algunos se lucía mejor que la Roberts), Lucrecia Capello, Antonio Ugo, Manuel Tenuta, Andrea Pietra, Eugenia Guerty, Esteban Meloni, Julieta Zylberberg y Vanesa González (alternaron el papel de hija adolescente), Gabo Correa, Fabián Arenillas (el socio y marido de "El misterio de la felicidad").
Asuntos serios en clave de parodia Siglo XVII. El comienzo de la leyenda. Los españoles arrasan con todo. Una indiecita de cabello impresionante resulta sorprendida por un soldado castellano de enorme pelambrera. Ella le pregunta "¿Chapí? ¿Chapí...?", él mueve su cabellera como para propaganda de champú, se enamoran, pero antes de comer perdices o mejor cosa los sorprenden los malos, y, en fin, esto hay que verlo, y escuchar al relator oficial mientras pasan los dibujos, los cabellos se entrelazan amorosamente y nace la leyenda del ollón de los enamorados, recopilada por Fray Malincho Coloso de Ortubia, y conservados en el Recinto Privado de la Biblioteca Municipal de Las Toribias. La "síntesis idílica que dio lugar a la raza criolla" está rodeada de inquietantes historias sobre espantosos peces pilíferos, viajeros muertos por extrañas razones, y el celoso culto de los lugareños a Santo Chapí, que les mantiene el pelo sano y abundante. Siglo XXI. El final de la esperanza. El Toti Turman arrasa con todo. Al menos, eso se cree él. Para el viejo es un clavo con oficina propia. Para las mujeres, uno a quien escaparle cuando llama. ¿Será que está perdiendo la pinta? Porque el pelo también se le escapa de la cabeza, sin nada que lo fije. Hasta que su amigo el portero le menciona la leyenda del ollón y la lozanía capilar de su pueblo. Solución inmediata. Negocio en puerta: "WaterHair". Campaña internacional. Recelo local (sobre todo del padre de una linda chinita). Y gran metida de pata con el primer cliente grande, que tendrá pelo sano y más que abundante, de eso no cabe duda, en tanto un misterioso y simpático cerdito peludo corre presuroso hacia, bueno, esto también hay que verlo. Así viene la mano con esta nueva comedia de Néstor Montalbano con guión de Damián Dreizik, vale decir, la dupla de "Pájaros volando". Humor bizarro pero de buen gusto, dentro de lo que cabe. Asuntos serios llevados seriamente al nivel del disparate y la parodia amable. Lindo paisaje puntano. Aires de western patay, buena música y efectos ad hoc, y un elenco nunca visto: Nicolás Vázquez en su primer protagónico de cine, Carlos Valderrama como el intendente del pueblo (garantía de pelo abundante), Rubén Rada haciendo el desconfiado (y con razón), Daniel Ferreyra (menos suelto que en Talento Argentino y sin guitarra pero siempre natural), Natalia Sánchez, a tener en cuenta, Ivo Cutzarida, Norma Argentina, Jaime Ramírez Navarro y otros peluqueros, Andrés Rey (el imitador de Luis Miguel), Juan Carlos Velázquez (el Mini haciendo de abogado petiso), etc., y la participación especial del cerdo Patricio. Hay que tener en cuenta al cerdo Patricio. Y atender muy atentamente una parte, que afecta al habla latinoamericana: cuando El Pibe Valderrama se refiere a lo que hay dentro de la cabeza, ¿dice "cerebro", o "celebro"? Coproducción San Luis Cine con Elegua Producciones de Colombia, Saltaunarana y otra gente con sentido del humor.