Llamativo “no film” del convicto Panahi Éste es el famoso manifiesto que Jafar Panahi hizo en su propio departamento, adonde lo redujo el Gobierno iraní con prisión domiciliaria para que no filme. Pues bien, el hombre filmó igual, ayudado por un amigo que luego, esquivando la censura, llevó la película a Europa en un pendrive. ¿Y qué filmó? Un curioso "no film", breve, llamativo, con un cierre de inesperado suspenso y grata emoción. En él recibe gente y cuenta con pelos, señales, puesta en escena y reparto de cintas cómo hubiera sido la película que estaba por hacer cuando lo arrestaron, la historia de una chica que quiere estudiar pero no la dejan, y que se enamora y piensa cosas tristes, y él la representa con lo que tiene a mano. La silla, por ejemplo, puede ser una ventana, y el almohadón una cama. Y escribe, mientras la mascota de la casa, una tremenda iguana, camina por la alfombra persa, se asoma a ver lo que hace el dueño, sube a su falda, sigue hasta el hombro y se acomoda sobre el respaldo del sofá, indiferente a las aflicciones humanas. La iguana es de sangre fría. Él no, y sabe demasiado de injusticias, arrestos y prisiones. No sólo porque haya investigado para rodar "El círculo", aquel formidable drama de cuatro mujeres en un solo día de desesperada libertad, sino porque iraníes y hasta norteamericanos lo han tenido a maltraer. Esto último ocurrió en 2007. Apenas llegó al aeropuerto de Los Angeles, invitado para un festival, fue inmediatamente esposado, vejado y expulsado "por las dudas", según recordaba, ya medio distendido, en su visita al Festival de Mar del Plata de ese mismo año, donde vino a presentar su comedia "Offside", sobre las mujeres que quieren ir a ver los partidos de fútbol en Irán (lo tienen prohibido). En julio de 2009 el Gobierno iraní lo detuvo unos días en Teherán, junto a su esposa, una hija, y otros manifestantes que habían ido al cementerio para rendir homenaje a las víctimas de la represión. En 2010 le prohibió ir al siguiente Festival de Berlín. En 2011 al de Cannes, donde iba a ser jurado. Y lo metió en la cárcel, acusado de actuar contra la seguridad nacional y contra el presidente Ahmadineyad. Con él cayó Mohammad Rasoulof, conocido por sus relatos de obreros en zonas inhóspitas, como "La isla de acero", y por un cuento alegórico sobre un recolector de lágrimas que aprovecha la tristeza de la gente, "Keshtzar haye sepid", lágrimas blancas. Para cada uno, el fiscal pidió seis años de cárcel y 20 (veinte) de inhabilitación para filmar, escribir, asesorar, dar entrevistas y salir del país. Hubo gran revuelo internacional, varios cancilleres reclamaron contra la medida, aquí el maestro Martínez Suárez armó una manifestación frente a la Embajada de Irán y Directores Argentinos de Cine sacó un comunicado a favor de su libertad, aclarando "más allá de sus ideas que pueden o no ser compartidas". En mayo, tras los reclamos mundiales, una huelga de hambre y el pago de una fianza, ambos realizadores pasaron a prisión domiciliaria. La condena fue suavizada para Raosulof, y confirmada para Panahi. Seis años sin salir de casa, veinte sin hacer nada. Tendrá 69 cuando quiera retomar su obra. Mientras esperaba la confirmación de sentencia, alcanzó a hacer este "no film". Cosa formidable, un pendrive. Más formidables todavía, la fuerza, la dignidad humana, y el respaldo internacional.
Sobre la lectura como consuelo ante el horror Los latinos imaginamos a la Muerte como una mujer de bromas pesadas, según vemos, por ejemplo, en "Brancaleone a las Cruzadas" y "Juan Moreira". Los anglosajones se imaginan un hombre cruel que cumple su tarea, a veces melancólico, como ese que en "Der Mude Tod" quiere comprarse un terrenito para descansar un poco. Así que acá escuchamos la voz de un hombre, contándonos recuerdos de una época en que le sobraba trabajo, y de cómo una huerfanita pudo crecer en esa época, y superarla. El triunfo consolatorio de una vida, entre tantas almas que se fueron. Curiosamente, acá Muerte no mata a nadie, solo se acerca a retirar las almas de los que expiran, víctimas de otros hombres. Muerte narra la historia. Y cada tanto hace observaciones filosóficas, tipo "Si lo hubieran matado esa noche, al menos habría muerto vivo". La novela original de Markus Zusak "La ladrona de libros" tiene varias de esas frases, y una descripción del cielo durante la larga Batalla de Stalingrado, blanco, luego crecientemente rojo hasta desplomarse sobre la tierra, y así cada día, que es todo un hallazgo poético. La novela también va y viene en el tiempo, para ponernos sobre aviso, tranquilizarnos, o explicarnos visualmente algún episodio. Lamentablemente, la película del mismo título que ahora vemos ordena la historia en forma lineal, reduce climas y tensiones, olvida líneas amadas por los lectores, se reduce a mera e insuficiente ilustración del libro. No le quita el alma, pero apaga bastante su riqueza. Aun asi, es una película de mérito. La historia sigue siendo atractiva. Una niña entregada en adopción a un matrimonio sencillo durante el régimen nazi, alguna gente de uniforme pero buena mezclada con otra de perversa uniformidad, un niño amigo y otro demasiado malo, las miserias de la guerra, la grandeza de algunos civiles que hicieron lo que pudieron, y en medio de eso la atracción de los libros, el ansia de leer y de escribir. Todo envuelto por la música del maestro John Williams, esta vez sin orquestaciones imponentes. Y los actores son buenos, empezando por Geoffrey Rush en rol de padre adoptivo, y la chica Sophie Nélisse, que ya se había lucido en "Profesor Lazhar". También Emily Watson, aunque para que ella actuara cambiaron el carácter de su personaje. Quien hace la voz narradora de la Muerte, en cambio, parece que da mejor para un publicitario. Un acierto de la adaptación, hay que reconocerlo: el libro salvado de las llamas no es "El hombre que se encogía de hombros", como dice la novela, sino "El hombre invisible", claro anticipo de la aparición de alguien obligado a hacerse invisible, un joven judío. Y otro mérito: el final no se estira tanto. Igual parece un poco por debajo del resto, pero lo mismo pasa con la novela. Rodaje en los históricos Estudios Babelsberg, donde rodaron Fritz Lang, Marlene Dietrich, los nazis, el productor antinazi Erich Pommer con "Los asesinos están entre nosotros", y más recientemente Román Polanski con "El pianista", sobre la misma guerra. Pequeño dato: el lugar donde viven nuestros personajes, Himmelstrasse, calle del cielo, es el nombre que le pusieron al camino de una cuadra hacia las cámaras de gas en el campo de Sobibor. El pueblo de Olching cerca de Munich, no existió nunca. Los bombardeos de los aliados sobre las poblaciones civiles, como acá se cuenta, esos sí que existieron. Munich, Dresde, etcétera. Pero ésa ya es otra historia.
Módica fórmula para divertir a los chicos Se ha querido relacionar este dibujo con "Pollitos en fuga", memorable joyita británica de plastilina y acción coral. Nada que ver. Esto va más bien por el tipo de humor, estilo y espíritu de "Open Season", que aquí se subtituló "Amigos salvajes". El protagonista principal, un pavo nada pavote, sospecha de las verdaderas intenciones del granjero, por más comida que reparta y cielo que les prometa a todas las aves del corral. Y otro, nada pacífico, encabeza el Frente de Liberación de Pavos, hasta el momento constituido por él solo, pero ya captará un adepto, aunque sea a la fuerza. Antes de seguir, recordemos un par de cosas. En 1621 los colonos de Plymouth, Massachusetts, inauguraron la sana costumbre de celebrar la cosecha anual con una linda reunión social y familiar alrededor de un pavo asado. A eso se llama Dia de Acción de Gracias. Y en 1969 George Bush instauró la tradición de otorgarle a un pavo el indulto presidencial. Así en vez de comerlo se lo llevan invitado a Mount Vernon para que viva la vida loca por unos meses. Pues bien. Al primer pavo lo indultan, le toma el gusto a la fresca vidurria viendo televisión y comiendo pizza del delivery, en suma, lo pasa bomba hasta que el otro lo convence de unirse a su Frente y viajar en la máquina del tiempo hasta las vísperas del primer Thanksgiving, como le dicen, y hallar a sus ancestros, que entonces eran salvajes y menos pavos. Había que cazarlos. Por eso, ayudarlos a escapar de los cazadores con alguna estrategia moderna podría hacer que la tradición del Dia de Acción de Gracias naciera con otro menú, lo cual salvaría además a todos los futuros pavos de América del Norte. De eso va la historia, la primer aventura ucrónica con dos héroes pavos. Superándolos fácilmente en inteligencia y valentía, se agrega una pavita muy resuelta y guerrera (no podía faltar la parte "políticamente correcta" del cuento). Hay suficientes disparates, animalitos de colores, voces alteradas, chistes, persecuciones, salvaciones, tiros, indios, y demás cosas que hacen que los chicos salgan contentos del cine, aunque probablemente ésta no sea la película que más recordarán de su infancia. Y eso es todo. Responsables, el director Jimmy Hayward, que ha hecho cosas mejores, los productores y guionistas Scott Mosier, especialista en comedias, John Strauss, libretista de las continuaciones de "Santa Cláusula", y David Stern, precisamente el libretista de las continuaciones de "Open Season".
Postales de una pasión otoñal El título original de este pequeño cuento semierótico alude al "tiempo de la aventura". Pero, considerando los hechos que aquí se narran, está bien haberle puesto "El tiempo de los amantes", e incluso resultan aplicables "el tiempo del touch and go and touch again", "el tiempo del levante express en un velorio" y "el tiempo de darse el gusto un día en que todo está saliendo mal". Quien se da el gusto es una actriz medio grandecita pero todavía atendible que está interpretando "La dama del mar" en Calais y se manda una escapada a París (poco menos que de Rosario a Capital) para grabar la prueba de un casting y volver cuanto antes. Pero una vez allí descubre que anda corta de fondos, el cajero automático la declara persona no grata, la hermana también, el celular está agotado, el peor es nada no está ni atiende las reiteradas llamadas desde teléfono público, en fin, lo único que falta es que llueva o se muera alguien. Se murió alguien. Ni sabe quién era. Pero ella justo se choca con gente que sale de la iglesia con el cajón al hombro, y entre los circunstantes reconoce a un inglés cara de perro apaleado al que ya le había echado el ojo en el tren que la llevó a París esa mañana. El resto -miradas expresivas, tanteos previos, piernas inicialmente indecisas caminando hacia donde una señora no debería concurrir tan apresuradamente, y otras cosas que pasan, no lo vamos a contar. Solo digamos que es una película muy didáctica y gratificante para señoras y señoritas de estos tiempos, y que el libretista hizo un tiempo de goma, por la cantidad de cosas que le pasan a la protagonista antes de tomarse el tren de vuelta, si es que alcanza a tomarlo. Emmanuelle Devos se llama la protagonista. Aquí la conocemos por "Lee mis labios", "La mujer de Gilles", "Reyes y reinas", "Cómplices", "Algún día comprenderás". La que ahora vemos la consagró como mejor actriz en el Cabourg Romantic Film Festival del año pasado, donde también, gracias a ella, se consagró la película. Autor, Jérome Bonnell. Inglés cara de perro apaleado, Gabriel Byrne. Lugares turísticos recorridos muy fugazmente, la Gare du Nord, la basílica Sainte Clotilde, algunas callecitas aledañas, un bistrot, el interior de un viejo hotel (bueno, esto último no tan fugazmente).
Burman, original y agudo como siempre A esta altura de su obra, ya puede preverse que cada nueva película de Daniel Burman: 1) casi seguramente habla sobre los singulares rinconcitos y vaivenes del alma humana en materia de relaciones afectivas; 2) lo hace con originalidad, precisión y agudeza, y 3) como mínimo, es buena. Esta es buena con ganas. Cuidada en cada detalle, muy bien actuada, bien llevada, con un guión excelente del director y Sergio Dubcovsky, el de la novela "Dos hermanos", y con un remate que parece sencillo pero hay que saber hacerlo, porque ahí está el clic que nos hace pasar de la sonrisa complacida a otra clase de sonrisa, esa que surge ante una revelación íntima y profunda, delicada, capaz de emocionarnos suavemente y dejarnos pensando. Cuando la película termina, ahí empieza la reflexión para el público, y acaso también la melancolía. Sobre la amistad, sobre los sueños, las expectativas, el amor, y sobre los alcances de la convivencia conyugal y societaria (ya sabemos que la historia gira alrededor de alguien que de un día para otro se desvanece en el aire sin dejar explicaciones ni al socio ni a la mujer, que se unen para rastrearlo, pero cada uno con intenciones distintas). Guillermo Francella, enternecedor como pocos sin apelar a ningún recurso lacrimógeno. Inés Estévez, excelente, volviendo a la actuación después de ocho años como si nunca se hubiera ido. Alejandro Awada y María Fiorentino en los roles graciosos, Fabian Arenillas y Sergio Boris en dos claves, Silvina Escudero en buen debut cinematográfico. Unico reclamo, siendo Claudia Ohana tan linda y buena actriz, apenas aparece. ¡Pero qué tipo original este Burman, y qué habilidad para caminar en la cuerda floja! Porque empieza con estilo de comedia reidera, y al ratito ya es de intriga, con recursos bastante particulares, y luego, sin perder la mano ni el sentido del humor, ya es sentimental, no romántica, y ya está uno queriendo recordar las cosas que se dicen, por ejemplo cuando la mujer sintetiza en pocas palabras la evolución de su matrimonio (de tantos matrimonios), o un tipo diferencia entre socios, amigos y cuñados, o las varias escenas donde percibimos lo que cada uno quiere y conoce del otro, aunque lleven años dándose los buenos días y coincidan en tantas cosas. Deberían vender el guión a la salida.
Dinosaurios algo inquietantes para los más chicos Los de la BBC deben estar muy necesitados, o demasiado confiados, para que una de sus mejores series de divulgación científica ceda el uso del título a esta película, que no es mala, y hasta enseña algo, pero también confunde a los niños. Es que "Walking with Dinosaurs", producción Tim Haines de 1999, responde a la tradición de documentales de la naturaleza donde, guiados por un narrador en off, seguimos vida y obra de un determinado animal (sólo que en este caso, por razones obvias, se usan animatronics), y los episodios más dramáticos son mostrados objetivamente, sin sentimentalismo ni mayor suspenso, apenas como un hecho más en la vida de las especies. En cambio "Walking with Dinosaurs 3D" dice ser adaptación del trabajo de la BBC pero se apoya más que nada en "Dinosaurio", aquel del huerfanito grandote adoptado por lemures. Encima tiene de comentarista una especie de loro cargoso, y los episodios dramáticos son remarcados casi hasta el borde de la desgracia misma. Por ejemplo, la muerte del padre y la escena de los más débiles acorralados sin salvación por bestias sanguinarias. Algo peor: mantiene el hábito americano de los chistes, comportamientos y comentarios "de actualidad" puestos en boca de animalotes de antes, y la moraleja muy de actualidad para niños y adolescentes pero ajena al sentido de divulgación responsable de la serie cuyo nombre toma (básicamente, el débil y sensible frente al macho rudo, cuestiones de amor y de familia, unión colectiva frente al peligro, esto último igual que en "Dinosaurio". Por suerte en otras cosas justifica el uso del título y la contratación de los asesores científicos que figuran en los créditos, toma sus buenos criterios, no entremezcla ostentosamente especies de lugares distintos ni les da características ajenas, como hacen habitualmente algunos dibujos, etcétera. Y hasta agrega un buen aporte: cada vez que aparece un bicho nuevo, la imagen se congela y una voz infantil detalla su nombre y características. Pero eso de llamar Patchi al pachyrhinosaurus protagónico, ¡qué falta de respeto! Dirección, Barry Cook, experto en largos exitosos, y Neil Nightingale, productor ejecutivo de "La familia suricata" y trabajos similares. Guión, John Collee, libretista de "Happy Feet", lo que en principio no auguraba nada serio. Malo de la película, Gorgo, un gorgosaurus que, eso sí, es más cercano a la realidad que aquel monstruo de la vieja película "Gorgo" con que los ingleses quisieron emular a "Godzilla". En resumen, producción objetable en algunos aspectos, bien hecha y medianamente entretenida, con escenas inquietantes para los más pequeños. Los medianos lo pueden ver con interés, y los más grandecitos ya pueden remitirse a la serie original, fácil de encontrar doblada al español en internet.
Las puertitas del señor Mitty En literatura, el personaje de Walter Mitty es como el Señor López, un infeliz cuya frondosa imaginación lo protege de los sinsabores de la vida conyugal y laboral. Solo que López se refugia tras alguna puertita cada vez que quiere soñar un rato, en cambio Mitty fantasea perdido así vaya manejando por la ruta, y siempre se imagina como protagonista de grandes sucesos, genio de la medicina, etcétera. En cine, dicho personaje ha protagonizado algunos buenos cortos y dos largos, a cargo de sendos comediantes: Danny Kaye dirigido por Norman McLeod en 1947 (acá se llamó "Delirio de grandezas") y ahora Ben Stiller dirigido por... Ben Stiller. Y si aquel no fue lo mejor de Kaye-McLeod, éste es realmente lo mejorcito de Stiller. Ninguna maravilla, pero nos hace pasar un rato entretenido con lindos paisajes, efectos variados, muchas aventuras, y hasta sentir una leve, agradable emoción en alguna parte de la historia. Aclaremos, éste no es una remake del otro. Toma ciertos elementos, por ejemplo, Mitty trabaja en una editorial, es soltero, tiene una madre (aquí, Shirley MacLaine), e inesperadas circunstancias lo llevan a vivir aventuras reales, como las que se propuso vivir en su infancia. Pero el disparador de los cambios es más actual: su empleo corre peligro, ya que los nuevos dueños de la empresa han encarado una cruel "racionalización". Un acto heroico puede ayudarlo, e incluso instalarlo debidamente ante los ojos de la chica que él adora. Datos adjuntos. La revista "Life" existió de veras, cerró por la misma causa que se menciona en la película (pero con otra tapa) y buena parte de su archivo puede disfrutarse en http://images.google.com/hosted/life libremente. El cuento original "La vida secreta de Walter Mitty" pertenece al humorista James Thurber, también autor de "El unicornio en el jardín", "La vida secreta de James Thurber" y otras delicias. Existe en psicología el llamado Síndrome de Walter Mitty.
Aunque extensa, una atrapante historia de amor El franco-tunecino Abdellatif Kechiche es un director exquisito, exigente y notable, con una mano enorme para conducir roles femeninos. Acá lo apreciamos en "Juegos de amor esquivo", variación de la pieza de Marivaux "Los juegos del amor y del azar" aplicada a unos adolescentes en el colegio. Después vino el drama costumbrista "Cous cous, la gran cena", donde afloró su tendencia a estirar todo más de la cuenta. Lo que vemos ahora es su pieza consagratoria, la de mayor repercusión mundial, y también la más larga: 179 minutos. Pudo durar una hora menos. Confiemos entonces en que la sala tenga aire acondicionado y el público se enganche. Esto no cuesta demasiado, ya que se trata de una historia de amor en todas sus instancias, luminosas, dolorosas, de incertidumbre, de plenitud, desazón, ardor, soledad, aceptación, cariño, en fin, lo que cualquiera vive o ha vivido, y todo eso plenamente interpretado por dos actrices admirables, Lea Seydoux y la chiquita Adele Exarchopoulos. Con un agregado de actualidad: como en este caso se trata de personas de igual sexo, se agregan también, aunque muy poco, algunos conflictos sociales y familiares inherentes. Que se suman a los que puede tener la propia pareja. Emma es refinada, de pretensiones artísticas, capaz de deslumbrar y confundir a cualquiera. Adele es una menor, algo tosca, de procedencia común. La historia abarca unos seis años, siguiendo las evoluciones del amor y la maduración de la protagonista. No corresponde decir más. El asunto se inspira en un comic de la joven Julie Maroh, "El azul es un color cálido", cuyo final melodramático fue cambiado por otro menos terrible. También se cambiaron nombres, variaron título y situaciones (haciendo de paso un guiño a "La vida de Marianne", también de Marivaux), la estructura del relato, la proporción de algunas situaciones (las sexuales crecieron hiperbólicamente), se acentuó la diferencia social entre las dos jóvenes, volaron personajes claves, y, entre otras cosas, se desperdició el uso expresivo de los colores, que el comic aplica hábilmente con mínimos trazos. Si el director de fotografía quería lucirse con ese recurso, se quedó con las ganas. En "La vida de Adele" todo está hecho para que se luzcan solo el director de actrices, y las actrices, harto convincentes en la representación de cada matiz de sentimiento, y en el hiperrealismo de sus escenas íntimas (el gran gancho de la película, pero no lo más emotivo). Quedan para la salida del cine las discusiones sobre elección sexual, erotismo y pornografía, etapas de cualquier relación sentimental, etc. Y para literatura de poster, dos frases originales del comic: "Te quiero apasionadamente. Te quiero apaciblemente". Y "El amor no puede ser eterno, pero nos hace eternos". Reemplazarán por un tiempo aquel "Amor es nunca tener que pedir perdón", de la cándida y heterosexual "Love Story".
Paraíso incómodo y poco edificante Hace pocos años, cuando el Provincial de Mar del Plata todavía no había sido recuperado, el caminante que quería disfrutar de un paseo nocturno por la Rambla se arriesgaba a encontrar de pronto una larga fila de tipos parados a dos metros uno de otro, callados, expectantes frente a la parte posterior del hotel. Estaban ahí horas, esperando ser elegidos por algún cliente, cada tanto una clienta. Como aquellos, los morochos de esta película están a pleno día en la playa de los hoteles de lujo de Shanzu, Mombassa, al acecho de alguna clienta, o del tipo que venga, donde hay hambre no hay turista que se haga el duro. "Paraíso: amor" nos muestra la aventura sentimental de una señora austríaca, gordita ella, por no decir tirando a obesa pero de piel suave, que va de vacaciones a un hotel de esa región de Kenya sabiendo que puede gozar un servicio verdaderamente "all inclusive". Si se anima o no se anima con las amenities del establecimiento y sus alrededores, si espera encontrar algo más que sexo pago y en negro, eso ya forma parte de los enredos del argumento, que son pocos y alternan entre lo desagradable y lo entristecedor. Esto no es una comedia. El autor se llama Ulrich Seidl, vienés ajeno a los valses. Le gusta dar asco, es un auténtico provocador alentado por ciertos festivales (acá se vieron ésta y anteriores en el Bafici), y sabe atrapar a su público con imágenes incómodas y reflexiones obvias. Que la gorda se siente sola, que no se sabe quién se aprovecha de quién, que los europeos todavía se creen gran cosa, en fin, lo de siempre, dicho sin ninguna delicadeza. Y como ya lo han alentado, esta película es la primera de una auténtica trilogía, donde tres mujeres de la misma familia buscan de diversos modos la felicidad. Tras ésta "de amor", vienen "Paraíso: fe" (una loca se engancha con la religión, los manteros ya la venden) y "Paraíso: esperanza" (la gordita adolescente quiere bajar de peso, se vende en farmacias). Cabe una sospecha. Suele ocurrir que ciertos autores de obras decididamente amargas sean personalmente unos tipos muy divertidos. Así que este tal Ulrich Seidl debe ser un piola bárbaro. Capaz que lo pasó muy bien durante el rodaje, y hasta se fue sin problemas con una o dos morochitas. Protagonistas, Margarete Tiesel y Peter Kazungu, que tampoco tienen pinta de demasiado serios.
Involuntariamente navideña En lejanos tiempos, la cartelera siempre lucía para estas fecha una película de espíritu navideño. La que ahora vemos arrima el bochin de modo laico e involuntario. No tiene trineos ni está el Jojó vendedor de gaseosas (el único gordo que aparece es un matón), pero en cambio hay una bolsa de residuos llena de plata, que podría servir de regalo, y hay, finalmente, una moraleja similar a la que recibió el señor Elbenezer Scrooge en aquella Navidad de hace ya 170 años justos. Doña Marta no tiene el mismo oficio, ni desprecia tanto la felicidad ajena. Al contrario, como profesional del tarot, las ataduras de amor y demás envolturas consolatorias, le interesa que su clientela se vaya contenta e ilusionada. Pero un día ella también recibe unas visitas fantasmales. Primero una del pasado ajeno. Luego, las de su propio futuro, que procurará evitar de una y otra forma. Hasta que llegan las visitas del pasado. Ahí está la madre del borrego, ella misma ha preparado su destino. La fantasía, que altera los tiempos, podría entonces jugar a favor suyo y de otra gente a la que arruinó la vida, más o menos como el señor Scrooge. Por ahí va la historia. No conviene agregar más. Solo decir que la cosa tiene un comienzo algo teatral, poco auspicioso, ubicado hacia 1989, a juzgar por la cifra de australes que cobra la señora. Pero luego viene lo interesante. "No adivino, niña, tengo visiones", dice. Y bueno, ya que dice que tiene visiones, ahí empieza lo lindo. Visiones, especulaciones, reversiones, desesperaciones, revelaciones decisivas, armas y acciones, incluso la acción policial, etc. También aspirando a revelaciones, o al menos probándose en el cine, aparece un buen número de debutantes. Juan De Francesco, director que viene del campo de la producción. Nicolás Cisco, guionista probado en algunos cortos. Adrián Ero, coprotagonista. Dos chicos, varias jovencitas, parte del personal técnico. Debutante también, pero como protagonista de un film, Roxana Randón, conocida actriz de teatro, directora de su propia escuela, figura circunstancial de la televisión. Hasta ahora el cine le había sido esquivo. Apenas se la puede ver en "Made in Argentina", "Lo que vendrá y otras pocas películas, la última hace prácticamente 14 años. Ahora reaparece, y es figura principal. Ojalá que para la próxima no tarde tanto.