Desde que hago críticas muchas veces me pasó de tener esta sensación: no importa lo que yo escriba, el público cautivo irá igual. Yo soy parte de este público masivo, así que sé que vos, peluche de mediados de los 80, vas a comprar la entrada te diga lo que te diga. Al menos, entonces, voy a asumir la responsabilidad de avisarte. Terminator Génesis hace lo que nadie hizo antes: viajar tanto en el tiempo que uno cree que está en la Quinta Temporada de Lost. Sí, de repente, Kyle tiene un recuerdo del pasado que permite comprender cómo evitar de una vez por todas el Día del Juicio Final, aquel en el que Skynet eliminó a la mayoría de la población y encerró al resto en Campos de Exterminio para que las máquinas dominen la Tierra. Para esto Sarah Connor tiene que quedarse embarazada de su hijo, John Connor, que es el líder de la Revolución y el que derrota a las máquinas. Todo esto está en peligro porque quieren asesinar a Sarah para que John nunca nazca. Desde el futuro envían un robot asesino. Pero la trampa está en que hay dos posibles tiempos que funcionan en simultáneo, o sea que vuelta y media tienen que ponerte diálogos terriblemente forzados en los que un personaje le tiene que decir al otro cómo es posible que estén todos en un cuarto. Sí, así, tal cual. El casting está más pensado para poder rendir homenajes que para construir, no hay química más que con las locaciones de la imponente San Francisco. Abundan las escenas oscuras y nocturnas, ya un clásico en la saga. Pero no tiene sabor, no hay conexión y la historia no cierra. Ahí donde te hablan de un futuro libre, las decisiones son en loop. Ni siquiera pretende dejarlo abierto porque no tiene esa picardía, es sencillamente un pésimo guión llevado con un ritmo aceptable. No todo es terrible, igual. No sólo Arnold no está mal (es hasta simpático a esta altura) sino que tiene muchos homenajes a la primera entrega (mi favorita), como el hecho del primer viaje del T800 a 1984 es una situación calcada, la música en golpes secos y graves (usando excesos muchas veces), o los gags apelando siempre al humor Cyborg – Hombre de la segunda entrega. La banda sonora es muy buena en general y los efectos visuales funcionan como espejitos de colores en los que uno se distrae y piensa que a lo mejor hay esperanzas para la peli. La verdad es que no la hay. Emilia Clarke, es una Sarah Connor infantil y con las habilidades sociales de una chaucha. Es débil y caprichosa sin ver en ella otra gracia que el parecido con Linda Hamilton. Jai Courtney, sí el mismo que hace del hijo de John McLaine en Live Free or Die Hard, tiene la capacidad actoral de una tabla de madera. Su Kyle Reese carece de encanto y de amor para convertirse en un pichón de pecho de John Connor. El querido John (Jason Clarke que lo interpreta cual Hannibal), y esto se ve en el tráiler pésimamente montado, es un cyborg ahora, así que es malo y cínico. John Connor malo, ¿Entienden eso? Me fui no esperando nada, así por momentos al menos no la pasaba mal. Lo único que hago, querido hermano de la generación del 80, es intentar prepararte. Esta peli juega con tu infancia. Y es un juego en el que no salís bien parado.
Siempre que se nos vende un film bajo una marca de género, sabemos qué esperar. Hay gente que lo critica (está perfecto, no todo el cine es para todo el mundo) pero los que lo disfrutamos encontramos mucho de fascinante en esto de que las historias tengan una misma estructura. De repente, yo espero que como en este film, llueva solo cuando los personajes están separados, haya un extenso monólogo de disculpa y hasta se coquetee con una persecución al aeropuerto. Sabemos lo que vamos a buscar cuando buscamos una comedia romántica: en eso el género es claro. The rewrite es la historia de un guionista de Hollywood que cayó en desgracia en la industria. Después de un éxito remarcable, se perdió en el tiempo y ya no parece conseguir un contrato, con innumerables referencias a todos aquellos detestables guiones que si han conseguido contrato. Por esto y para investigar antes de presentar el guión con un personaje que se dedica a esto, termina dando un seminario de guiones para películas en una universidad pública. Un enorme amor a los clásicos del cine y el hecho de utilizar el cliché de encontrar el amor y la vocación en un solo lugar es lo que termina uniendo a los personajes. Claro está que el juego de palabras del título apela no sólo a su cambio de rumbo en lo profesional, sino también en lo personal, donde reescribir apunta a muchos ángulos de su vida. Hugh Grant y Marisa Tomei son dos pesos pesados dentro de este segmento de historias. Ambos se han destacado en películas que son clásicas ya a esta altura y uno muchas veces se pregunta si efectivamente serían clásicos si ellos no hubieran participado. Sobre todo en el caso de ella, sus capacidades actorales muchas veces elevan el nivel y la hacen mucho más entrañable de lo que efectivamente es. Grant logra siempre aprovechar sus dotes de galán torpe y que es un experto en arreglar sus metidas de pata. Es un film que no innova, pero no busca innovar. Es muy probable que caiga en la bolsa de esos miles de films que después rara vez recordamos, con personajes estereotipados y muy poco de seso. El ritmo del relato se basa más que nada en los monólogos de los personajes y un uso excesivo del primer plano (junto con personajes que rara vez se cambian de ropa, con lo cual el film debe haber costado muy poco en producción). Es claro que se apunta a una comedia sobre estos personajes que no se corren ni un poco del estereotipo. El resultado final es disfrutable, liviano e irreal. Pero hay una parte nuestra que pide esto cada vez que miramos una comedia romántica hollywoodense, ¿O no? Ideal para una primera cita.
Un amigo siempre dice que cualquier película que parta de estar basada en una historia real, automáticamente suma puntos. No estoy muy segura de eso, pero me gusta arrancar de esta idea: sí, Burton quiere redireccionar su cine (lo cual incluye hacer casting y no llamar a Depp y su ex mujer para cualquier película) y se inclinó por este guión bien clásico inspirado en la vida de Margaret Keane. Cuenta la leyenda que esta particular artista de una timidez crónica, divorciada y con una hija, se encontró a mediados de los 50 con su segundo marido, quien la cuidó tanto que terminó llevándose el mérito por las obras que ella pintaba, diciendo que eran de él. El casting, para esto, viene como anillo al dedo: Amy Adams como esta chica tímida y sumamente creativa y Christoph Waltz como este personaje perverso que es mezcla de artista frustrado con un abusador, pasando por lapsos de locura en el que él mismo se creía su ficción y ella empieza a alucinar (cuando digo que es clásico y básico, soy sincera). La película está cargada de colores brillantes, esa paleta ficticia que Tim Burton tanto usa y abusa. Basta con recordar algunos decorados de “El Gran Pez” o el barrio perfecto de “El Joven Manos de Tijera” para fundamentar esto y a medida que el ánimo de nuestra protagonista cae, va haciéndose sombrío, sello absoluto de su director que si nos quedamos sin contenido suena más a vicio que a sello. Si bien ambos actores han recibido nominaciones y nadie puede dudar de su forma de construir personajes, honestamente terminan pareciendo un poco maquetados en este titiritero mundo burtoniano, donde todo radica en la estética y en la música (compuesta por su eterno partenaire Elfman) y los actores no buscan el naturalismo. Acá lo que prima es la cáscara y la historia, pero no es un film de personajes. Las dos canciones de Lana del Rey son memorables y el resultado es más que llevadero, sin pasar por alto a la batería de secundarios que ayuda mucho a elevar su nivel. El resultado final, si no conocés la historia original sobre todo, es bueno, pero en esta búsqueda de rumbo nuevo Tim se quedó con los vicios y perdió la identidad: entregó una película formalmente apenas correcta y desperdició recursos que muchos directores matarían por tener.
Esta película fue mi favorita en la competencia por llevarse la codiciada estatuilla del Óscar en la categoría de Mejor Película Extranjera y hasta lo que va del año, una de las que más disfruté. Contando con todos los elementos visuales rusos: su simetría, su fotografía perfecta, casi les diría que para mí es un sello de su grandeza, también suma una estructura de tragedia, donde el destino muestra que no importa todo lo que haga el personaje principal, no podrá evitar su destino. La película se da en una ciudad costera rusa, que demuestra no estar en su mejor momento ya que los botes están destruidos y los paisajes están retratados con los colores más fríos de cualquier paleta. Se centra, particularmente, en el personaje de Kolya, que se presenta como un tipo bastante rústico y en contra del sistema, pero con un dejo de nostalgia y fracaso porque pase lo que pase él nunca sale del mismo lugar donde estuvieron su padre y su abuelo. Una cosa es heredar una casa y otra no poder comprarla uno mismo. Sin mencionar que se queda sin trabajo. El problema inicia cuando una empresa con un contrato con el Estado lo presiona para venderle su propiedad, la de su familia, para poder instalar una antena de telecomunicaciones. Se vale para luchar de la ayuda de un antiguo amigo del Ejército, Dimitri, quien es ahora un importante abogado en Moscú. Pero todo esto también traerá cosas de su pasado mientras intentan hacerle frente a una corporación que promete con destruirlos. Me gustó mucho la lógica de la tragedia, donde el personaje cada vez se hunde más y tiene una idea de distanciamiento por esto mismo. Ver la imagen de un chico contemplando el esqueleto de una bestia mítica demostrando que hasta los más grandes mitos y las más grandes historias, mueren. Sus más de dos horas no se sienten más que en cómo te avasalla lo que está tejiéndose sobre Kolya, un espectacular Aleksey Serebryakov que logra hablar con cada gesto, para mostrarnos un personaje lleno de matices y de frustración frente a un sistema que lo oprime hasta poder suprimirlo. El resto del elenco se completa, sobre todo, con esa casa ubicada en un espacio privilegiado pero con todo el calor del hogar. No es un film demasiado feliz, como bien promete el argumento, pero Andrey Zvyagintsev logra meternos dentro de lo más básico y esencial del ser humano, en lo que podemos convertirnos y cómo podemos aplastarnos si nos olvidamos de hablarnos.
Soy una cobarde por excelencia. De verdad. De esas que el simple silencio o el personaje siendo claramente espiado por una cámara subjetiva ya me dan ganas de largarme a llorar. Pero algo tienen los slashers que todas las veces quiero ver qué me proponen. Este subgénero que dicen tendría su primera expresión en Psicosis, trata de estos personajes que gustan de elementos punzantes para asesinar a sus víctimas, generalmente mujeres y generalmente con fines moralistas (lo cual a mí me encanta porque la lógica es que matar es mejor que lo que hacen ellos). No son los tipos más sociables lo cual se entiende porque si no, no se explica que guste hacer brochette de la gente. Como buen referente de estos nuevos slashers ecológicos, hay un fuerte mensaje en “Naturaleza muerta” que tiene que ver con el maltrato animal. En este caso contra las familias ganaderas de una localidad perdida (que para remarcar todos te dicen que son "gente de mierda") que el espectador conoce a través de Jazmín, una chica a la que le quitaron la posibilidad de ascender laboralmente dentro del noticiero en el que trabaja y la mandan a entrevistar al autor de un libro que habla de lo mucho que contamina el ganado, o sea, algo así como la Siberia laboral del periodismo. A partir de esto, se irá relacionando con el espacio donde se dio una desaparición de la hija de uno de los ganaderos más importantes de la zona. Respondiendo a cuestiones de género, tenemos un primer asesinato que es extenso y en una zona no urbana, con pocos vecinos, a una mujer con reducidas chances de salvarse. A esto sumamos que la nueva heroína debe ser igual de impactante pero mucho más intuitiva. Si esto no te enamora, tenemos secuencias de títulos al menos estilo cine clase B de los 80s. El claro mensaje ecológico hace que el tagline "Primer thriller vegano" le vaya como anillo al dedo. No sólo tenemos estudiantes comentando sobre esto sino claras explicaciones de cómo hemos elegido ser carnívoros por imposiciones sociales. Una tendencia global pero acá muy bien usada, con la fórmula del género aplicada con un inmenso amor al séptimo arte. Gabriel Greco en su ópera prima y su co escritura del guión hacen un uso inteligente de los recursos en una película que te mantiene al vilo de la butaca. El elenco, encabezado por Luz Cipriota, también responde a lo que necesita el guión: ella impactante y molesta por la situación inicial, lleva directamente a ponerla como la heroína, con su wing man, el pueblo que no conoce y todo que se podemos pedir para condimentarlo. Y, por fin, personajes con una motivación que te parecen lógicas porque se da el contrato con el tipo de cine. Tiene una cámara nerviosa, lindas persecuciones, por momentos simula la cámara de un celular, usan zoom (AMO el zoom en el cine de slashers) una cuestión predatoria con un mensaje que no es para estómagos sensibles. Quiere causar un impacto y lo logra. Destaco la música que sin ella, el cine de terror, poco terror causaría. Pero sobre todo porque combina a Cerati, Spinetta, Airbag y composiciones originales, originadas para ponerte los pelos de punta. Hacía mucho que no lo pasaba tan bien (bueno, mal, pero se entiende que es lo que el cine de terror pide) con una peli de este género. ¡Larga vida al cine de género argentino!
Finalmente llegó la adaptación de la primera entrega de la trilogía de E.L. James al cine, tan esperada por las fans. Antes que nada, quiero remarcar que la historia en cuestión nació como una fanfiction (cuando los fans toman ciertos perfiles de personajes, personajes o espacios para crear su propia ficción) de Crepúsculo, con lo cual el tema de público, tono y demás queda respondido. No quiero meterme en polémicas ni menospreciar, lo remarco para los que no saben de qué va como para que sepan a dónde apunta el interés de esta historia. Para quienes no leyeron la novela, la historia se cuenta desde el punto de vista de una estudiante de Literatura, Anastasia Steele, pronta a su egreso cuando se enamora de un multimillonario llamado Christian Grey que parece inaccesible y la invita a tener una relación bajo sus términos. Anastasia es hermosa y no lo sabe, virgen e inteligente y está dispuesta a develar cada una de las capas de sombras de este Grey mientras él la introduce en el bondage. La adaptación, con toda sinceridad, es más bien una ilustración de la novela. Esto significa que reproduce escenas del libro pero sin tener su sabor. No sentí que tuviera demasiada alma, ni presentación de personajes, ni matices, ni el romanticismo (que, seamos sinceros, no es una saga que apunte a lo erótico ya que lo que prima es el romance) necesarios. Sin mencionar la batería de personajes secundarios que aparecen a modo decorativo: padres, madres, hermanos, compañera de departamento, amigo, chofer, son todos meros marcos de ellos dos. La pareja principal, en manos de Dakota Johnson y Jamie Dornan, no parece del todo conectada entre sí y presenta algunos temas: ella es realmente impactante, tiene 2 metros sólo de piernas y la ponen en chatitas todo el tiempo para que no lo pase. Él, que en la novela tiene 27 años, parece destetado ayer con lo cual por momentos me pasaba que él no estaba del todo convencido de pegarle y ella lo único que quería era que le pegara fuerte. Directamente, se lo come crudo actoral y escénicamente. La directora, Samantha Taylor – Johnson, logra hacer con este guión momentos de humor (no intencional todas las veces, probablemente) y tomas impactantes tanto de Seattle como de los espacios en los que interactúan los personajes que ya de por sí tienen que ser sobre ese mundo al que el resto de los mortales no accedemos. Logra una ciudad que es habitualmente gris con una fotografía preciosa que te dan ganas de conocer esos espacios. Me gustó particularmente el uso de planos generales para el personaje masculino de manera de situarlo en la cima del mundo, siempre solo, en lugares pulcros, luminosos, pero tan cálidos como un quirófano. Y el contraste de luces en la negociación del contrato es una belleza. Estoy un poco cansada del recurso de los mensajes de texto impresos en pantalla que hasta deseo que alguien más invente algo nuevo, pero no es una película que busque la innovación. El producto final no es terrible, pero mi decepción es que pudo haber sido algo interesante, pudo haber sido tremendamente romántica, pudo haber sido provocativa, pudo, al menos mostrarme a una platinada que moría por ver personificada, pudo haber sido una pareja con gancho por más que todo lo demás se caiga a pedazos. Es una media tirando para abajo. PD: película ideal para ver entre amigas, no hagan la crueldad tremenda de llevar a sus parejas. Piensen que es una precuela de Sex and the City, cuando las chicas se reían menos y se vestían peor.
“Birdman” fue el personaje que hizo a Riggan Thompson una estrella de Hollywood. Hizo la primera, la segunda y la tercera entrega, pero algo en él se rompió y ya no pudo firmar para la cuarta. Desde entonces es un actor en busca de su retorno al spotlight y por eso se decidió a adaptar una obra, dirigirla y actuarla en un teatro en Broadway (frente al tradicional Majestic donde aún se da el Fantasma de la Ópera) que alquiló con lo último que le quedaba puesto. Esta es la historia de esa posibilidad y lo que significa para él. Que Alejandro González Iñárritu (Amores perros, 21 gramos, Babel) haya elegido para el papel principal a Michael Keaton es probablemente uno de los guiños más atractivos de la premisa, ya que nuestro querido Batman ochentoso vuelve para interpretar una historia que perfectamente puede ser la de él. Filmada con una cámara nerviosa, que muchas veces no puede mantenerse estática mientras los personajes están en ebullición, cuenta con una batería interesante de actores entre los que se destacan un enorme Edward Norton, Emma Stone y Naomi Watts. No puede dejarse de lado la música impecable que quiere irrumpir en escena cual si fuera parte de la historia, lo que le da un tono absurdo y teatral maravilloso. Aún así, no todo es rosa en este film. Hay muchos temas que no intenta explicar pero que resultan innecesarios, hay personajes que aparecen y desaparecen y delirios que se manifiestan de una forma relativamente débil como para los extremos a lo que lo quiere llevar. Y es como si fuera dividida en dos: todo lo divertido y lo liviano se queda en la primera mitad y luego vamos en espiral hacia toda la basura humana que tanto le gusta al director para revolvernos ahí y encontrar lo más bajo que pueda presentar de una manera que al principio descoloca un poco. Si bien tiene un tono definido, este quiebre en los momentos del film genera ruido. El resultado final es una buena película que tiene excelentes actuaciones. Si bien no es mi favorita de Alejandro, creo que tiene mucho de su mala leche (para hacer humor sobre personajes más te vale tenerla) y, aunque se hace un poco lenta, la verdad es que la disfruté, la encontré renovadora, un enfoque entretenido y una vuelta al candelero de actores que hace mucho perdí de vista.
Soy la freak de los musicales, no me molestan las parodias ni la intertextualidad. Pero hay límites. Desde ya hace unos años, nos vamos encontrando cada vez más seguido con historias “refritas”: “El inicio”, “La versión 2000”, “El homenaje”, “tal personaje cómo sería hoy”, que han llevado a estas películas en las que se citan a todas las previas pero cada vez aportando menos. Así nos encontramos con personajes bidimensionales y los giros de historia más planos que hay. Este es el cuento que une a todos los cuentos. Está Caperucita Roja, Rapunzel, Cenicienta, Jack y sus habichuelas mágicas y, claro, lo que casi todos estos relatos tienen en común: la malvada bruja. En este desfile de personajes, lo que se remarca es que todos viven en el mismo punto geográfico (sí, todo esto pasa en una sola aldea) y que todos saben cantar. Más allá de algún que otro número que es interesante como el de la bruja frente a Rapunzel o el de los dos príncipes que te saca varias carcajadas, el resto de la película es realmente un suplicio. El elenco incluye a Chris Pine como el Príncipe Encantador, Anna Kendrick como una Cenicienta muy poco interesada en el príncipe y muy interesada en limpiar y llorar a su madre, Meryl Streep como la bruja del bosque (a veces buena, a veces mala), Emily Blunt es la mujer del panadero (sí, esa es la ÚNICA gracia del personaje) y unos cuantos secundarios ya viejos conocidos de los musicales en cine en general. Pero el problema no es que todos convivan cual si se tratara de “Once upon a time”, sino que los personajes no desarrollen ninguna de sus posibilidades frente a la situación que se plantea ni ninguna vuelta de tuerca como corresponde. Como tiene sentido siendo de Disney: la estética, el vestuario y los arreglos musicales son realmente impecables. Hacen una búsqueda vintage en cuanto a los efectos que queda simpática. El argumento, parece un boceto. Lo único positivo es verla a Meryl que como siempre es una lección de actuación.
Soy carne de cañón para estas historias, de verdad. Ya con el tráiler quería llorar a moco tendido porque el melodrama siempre será mi género favorito. Tengo que reconocer que responde exactamente a sus parámetros pero que me pareció la única apuesta pensar en actores jóvenes para defenderlo cuya química y encanto en pantalla llenan los huecos que tiene la historia. “La teoría de todo” es el trabajo de toda la vida de una de las mentes más fascinantes que han transitado esta Tierra: Stephen Hawking. Aquí cuenta su vida desde que era un simple estudiante hasta su llegada a Harvard. El foco, claramente, es su vida y muy poco de su trabajo porque no es tan atractivo para el público en general. Después de todo, si querés saber sobre la radiación de Hawkings, leés el libro. Hay que aclarar, de todas maneras, que tiene un tono un poco demasiado benevolente con ambos (tanto Stephen como Jane) pero el resultado sigue siendo una película agradable. Las actuaciones de Eddie Redmayne y de Felicity Jones son lo mejor del film. La de ella sobre todo, que imprime una dulzura y fortalezas que es irresistible (más si sumamos lo bonita que es). Eddie logra retratar mucho del encanto extraño y el sentido del humor que todos atribuyen a Hawking y que se apoya en el personaje de ella que lo convierte en más “humano”. El humor e ingenio ingleses hacen el resto del trabajo. En cuanto a la fotografía y ambientación, la película es impecable. Tal vez hubiera sido mejor si a tanto uso constante de la espiral para hablar sobre su ecuación y estudio sobre el tiempo e inicio del universo (escaleras, café, ellos girando, etc), los hubieran acompañado con un envejecimiento mayor de los actores (sobre todo ella). La dirección y la música acompañan muy bien a la ternura y la química entre ellos. Es un film agradable y conmovedor, pero muy edulcorado. Pasa que la historia de él siempre me conmueve y la admiración profunda que siento por alguien que puede comprender el universo y tener la motivación para no retirarse nunca todas las veces me resulta cautivador.
Esta ópera prima de Nicolás Videla y Camila José Donoso se atreve a contar una historia sobre una chica que quiere someterse a la operación final para cambiar su sexo definitivamente y buscar opciones posibles, ya que son intervenciones caras y hay que tener en cuenta que hay pocas oportunidades laborales para una chica trans. Yermén se dedica a ser tarotista telefónica, donde todas sus palabras son de consuelo y el destino, pero de día se enfrenta con el mismo barrio de siempre, en el mismo pueblo y las mismas miradas. Un día decide someterse a la operación del cambio de sexo en un reality show junto con una chica que lo único que quiere es parecerse a Naomi Campbell. La apuesta más interesante es que combina una cámara casera con el resto del film. Estos momentos, como si fuera el Pepe Grillo de Pinocho, son una forma de consciencia, una suerte de sinceridad que aflora ahí. Yermén aparece como esa narradora omnisciente y observadora pero nunca en cuadro. Es el mundo a través de su óptica. El resto del tiempo, son espacios despojados, en una paleta más bien oscura porque tiene que ver con su estado de ánimo también. Necesita esta oportunidad, este reality, o no siente que pueda pasar nunc más. El uso exquisito de planos detalle nos va a llevar directo al alma del personaje. Personalmente, disfruté la falta de parafernalia y golpes bajos. Es una historia conmovedora, pero porque es la historia de una lucha sobre un prejuicio, un sentimiento de culpa por ser diferente y el inmenso deseo de reinventarse, que cuando todo parece oscuro, es la posible luz para iluminar todo. Todos los ojos van hacia su actriz principal, no sólo porque es quien lleva el peso de la historia, sino porque su incomodidad, su dulzura, la búsqueda de su personaje la hacen tan frágil y tierna que uno no puede evitar sentir empatía. Paula Dinamarca, con su voz medio ronca, será la autora de las frases más íntimas y los sueños más grandes que iremos viendo sus pocas posibilidades de éxito. Es que de repente, el mundo sin amor aparece frente a nosotros como en “Las noches de Cabiria” y “Sweet Charity”. Y no podemos menos que volver con el corazón en la mano.