Un chiguagua mexicano con nombre de hembra y su joven dueña con, al menos, doble identidad son el eje de este drama en el cuál el tema central es la circulación de los objetos y la inestabilidad existencial. Sean Baker presenta Starlet a modo de poema a la vida cotidiana en el que con impactantes tonos pastel y soft music, describe la historia de una actriz porno que busca, sin saberlo, sus orígenes. Jane (Dree Hemingway) según su documento, pero Tess en su trabajo, vive con Melissa (Stella Maeve) o Zana, en una casa-estudio donde se filman películas para adultos. Allí transita sus días en una habitación que no le pertenece junto a Starlet, su fiel chiguagua. La historia comienza cuando Jane siente la necesidad de personalizar su cuarto, por lo que su peripecia se inicia en un divertido recorrido por ventas de garaje. Recolectando objetos que otros ya no desean, el auto de Jane poco a poco se va poblando de lo que en breve será su colección personal. Un cuadro mal pintado, un porta retratos y un termo. Si la disparidad de esos elementos puede parecer a primera vista inconexa, mas desubicado será el momento en el que descubrimos junto con ella que el termo escondía diez mil dólares. El tema está planteado y tiene dos vertientes, por un lado el costado ético ¿Devolver el dinero o no?; pero por otro, (y para quien escribe el más interesante) es reconstruir el circuito del termo. ¿Casualidad, causalidad, destino, magia? Cómo y por qué llega el dinero a manos de una joven actriz que sólo buscaba una renovación superficial. Las respuestas se hallan ocultas en las escenas de este film que, con la excusa del mundo de la pornografía, relata la historia de personas sin identidad que deambulan (como los objetos) en una ciudad que los tienta todo el tiempo al consumo masivo y los juegos de azar. El filósofo y sociólogo Jean Baudrillard en su libro “El sistema de los objetos” (1968) dice “la civilización urbana es testigo de cómo se suceden, a ritmo acelerado, las generaciones de productos, de aparatos, de gadgets, por comparación con los cuáles el hombre parece ser una especie particularmente estable”. Cito a Baudrillard con la intención de traer a estas líneas una operación que se ve claramente expuesta en Starlet: los objetos y los personajes-objetos son la clave para comprender este film en el que todo es inestable: las identidades, los lugares de pertenencia, y también la cámara en mano, la invasión de sonidos perturbadores y el bajo mundo de la pornografía; que engendran una compleja trama de significaciones en relación con los hombres que va mas allá de lo meramente funcional. El termo es un elemento para transportar y conservar caliente líquidos, pero también es el motivo por el cual Jane descubre que Sadie (Besedka Johnson), la dueña de dicho objeto, es su abuela. Circulación de objetos y destinos, personas que van y vienen, identidades recuperadas o perdidas para siempre. Vaya a saber qué sucederá luego de la esperada conversación que nunca vamos a escuchar.
Iniciando con un gran vuelo desde el cielo, la presentación de Reality (Matteo Garrone) es una metáfora acerca de los límites. Una serie de oposiciones relacionadas con el significado de pertenecer o no, son las claves de lectura de este film italiano costumbrista que resalta lo superficial de su cultura. Con genialidad en la puesta de cámara, no es difícil sentirse incluido en la cotidianeidad de las calles napolitanas que, con sus aromas típicos, invaden la escena de colores y sabores. Entre la multitud conocemos a Luciano (Aniello Arena), un vendedor de pescados, que sueña con ser famoso. Casi sin buscarlo, las coincidencias comienzan a sucederse y el mundo de “Gran Hermano” se le presenta a cada paso. Al borde del momento bizarro, un ex participante del reality show se vuelve el nexo entre la realidad material de Luciano y la realidad artificial del programa. En un claro in crescendo de paranoia, el protagonista pronto comenzará a despojarse de su rutina creyendo que el gran show lo espera. Rodeado de falsos vigiladores, su vida ya no será la misma. Si la barrera entre lo real y lo falso pareciera estar desdibujada esa no es la cuestión, el verdadero drama de Luciano es conseguir la fama, a esta altura, a cualquier precio. El sentido de pertenencia es un llamado místico del cual no puede “hacer oídos sordos”. Desde la realización, es observable el minucioso trabajo en la generación de pequeños detalles que recursivamente nos hablan de la exhibición de la vida cotidiana. ¿Acaso el condominio donde vive Luciano no es, de alguna manera, otro “Gran Hermano”? La secuencia del final de fiesta anticipa, a través de un delicado travelling, el desarrollo de la peripecia a medida que vemos como los invitados van dejando sus trajes de gala para transformarse en lo que verdaderamente son: vecinos humildes de un pueblo napolitano. Si las apariencias no alcanzan a convencernos, el sermón del cura durante una homilía terminará por cerrar el enigma. Con un sentido de constante delimitación de fronteras a cruzar, Reality colabora a poner en escena un tema recurrente en nuestra sociedad occidental actual: si no sos “visible” no podrás acceder a nada, por eso es importante guiarse por la esperanza y la paciencia. Todo llegará, lo que no se puede asegurar es si será real o imaginario.
Fragmentos de vida Declaración de vida, el segundo largometraje de la directora y actriz Valérie Donzelli, es un film de gran sensibilidad en donde, a través de un relato cargado de artilugios cinematográficos, se va develando un drama cotidiano. Situados en Paris y en la actualidad, una joven pareja de amantes se inician en la vida amorosa de forma abrupta pero eficaz. Bastó una mirada penetrante para que la flecha de Cupido diera justo en el blanco. No es casualidad que dichos personajes carguen con los nombres de aquella tragedia shakesperiana en donde una niña llamada Julieta se enamora de Romeo, el hijo del enemigo más acérrimo de su padre. El vaticinio del cruel desenlace, tan sólo será la punta para comenzar a comprender el tema de Declaración de vida. La-Guerre-est-declaree2 Casi sin pausa, Julieta (Valérie Donzelli) da a luz a Adam, un bebé que nace con un grave problema de salud. La situación está declarada, o mejor dicho la guerra. Obligados a vivir en el hospital público de niños, Romeo (Jérémie Elkaïm) y Julieta afrontarán diferentes etapas de su reciente relación, las cuales son representadas de forma bella y simétrica acompañadas de un ritmo ágil y placentero. De relato simple pero de gran emotividad, la película intenta mostrar breves fragmentos de la vida diaria que deben transitar los padres de niños enfermos. Lejos de la morbosidad propia de una casa de salud, las imágenes se suceden fluidas y alegres. El montaje rítmico y el gran trabajo musical realizado le dan color a una escena demasiado trágica que, si bien podría serlo, no apunta al comúnmente llamado “golpe bajo”. Para destacar como logros me quedo con las ágiles secuencias de montaje y la especial selección sonora. Además de resaltar la fuerte impronta sentimental que pinta la cinta de colores vívidos, brillantes u opacos, pero realistas.
El cine no es para nosotros, los franceses Exhibida durante el 2012 en la sección oficial Un Certain Regard en Cannes, Renoir expone una antigua discusión que se ha situado en el campo artístico con la llegada del arte de la reproductibilidad técnica: el cine, ante la refinada y tradicional pintura. La visión conservadora se encarna en la figura del célebre pintor Pierre-Auguste Renoir (Michel Bouquet) quien perteneció a la escuela impresionista pero es difícil de catalogar por su recurrente recuperación del canon renacentista y barroco. En su última etapa, Renoir pasa sus días en una casa de campo al sur de la rivera francesa retratando bellas mujeres. El arte se le presenta al modo clásico y le es imposible concebir como algunos colegas puedan desatender el esplendor que les regala la piel humana volcándose a la abstracción totalmente deshumanizada. Alejado de los horrores que provoca la primera guerra mundial, el pintor vive aislado, casi lisiado pero con deseos de seguir perfeccionando su técnica: la carrera por el virtuosismo y la destreza siguen siendo su preocupación. Su hijo, Jean Renoir (Vincent Rottiers), regresa del frente por convalecencia y durante su tiempo de recuperación conoce a la nueva musa de su padre, Andrée Heuschling (Christa Theret) quien lo introduce, progresivamente, en la metier artística. Lejos de los estallidos de bombas y los cadáveres mutilados, ahora la realidad es un sinfín de colores y texturas. La excéntrica Andrée desea ser actriz y en un rapto de amorío intelectual le pide a Jean dedicarse al séptimo arte. Su posición vanguardista la ubica en contraposición al personaje del viejo pintor. La dicotomía se corporiza y deja entrever el interesante trasfondo de una batalla que la pintura tuvo que atravesar ante la emergencia de la reproducción y la copia. La guerra no se daba sólo en la zona militar, sino que también se hacía presente en el mundo aurático de las artes plásticas. El film intenta revivir visualmente, y en códigos ficcionales, un fragmento de la Historia del Arte en donde el auge por la pintura decae abriéndole paso al arte de masas. Si bien se podría tomar como una pieza nostálgica, cinematográficamente no aporta nada extraordinario. El tema ha invadido la totalidad fílmica dejando de lado destrezas propias de su lenguaje. Con indudable aire francés pero con poca sustentabilidad estructural, Renoir es una más de la lista de aquellas películas en las que podemos reconocer figuras famosas del ámbito artístico.
UN TIEMPO PARA PARTIR Alain (Vincent Lindon) es liberado de la cárcel, luego de 18 meses de encierro. Yvette, su madre, no lo espera. Ambos, con personalidades introvertidas, son incapaces de demostrar algún tipo de afecto. Ocultos tras el peso de sus presentes, actúan como si no se conocieran. Son fantasmas que vagan por la casa donde alguna vez reinó la felicidad familiar. En Algunas horas de primavera, Stephan Brize opone en la figura de estos dos personajes el deseo de vivir y no tener tiempo, con las ganas de morir a largo plazo: Alain, salido del horror carcelario se encuentra cansado y con la imposibilidad de poner en palabras lo ocurrido en aquella etapa de oscuridad pasada; pero Yvette, con el cáncer consumiéndola, le teme al fin. Encerrada en la resolución de un puzzle, que la mantiene ocupada, decide morir dignamente. El ininterrumpido llanto de un bebe alternado con el más profundo de los silencios, abren el escenario a la reflexión. La muerte acecha por todos lados, Yvette no puede escapar de su final inevitable, del silencio permanente. Con tanto para decir y sin poder hacerlo, su último suspiró estará dedicado a la añoranza. El ambiente opresor situado en interiores, en planos cortos y de extensa duración ponen en imágenes un drama tan intenso que violenta la pasividad del espectador. La inactividad y los silencios prolongados que parecen no tener fin despiertan la necesidad de sacudir a estos personajes que flotan en el sin sentido de la espera. Con un final anunciado, y en donde las palabras no sobran, Algunas horas de primavera son las que Alain recordará de manera imperceptible por el resto de su vida. Sin madre, sin amor y sin sueños la muerte en vida se encarna en su persona.
¿Mentiras piadosas? La cacería, es el nuevo trabajo del realizador dinamarqués, Thomas Vinterberg quien en esta oportunidad propone una intensa historia en donde el germen del drama es sembrado por una pequeña mentira. Lucas (Mads Mikkelsen) es docente en una guardería para niños en un barrio en las afueras de Copenhague. Recientemente divorciado, lucha por la tenencia de su único hijo quien será clave a la hora del desenlace. Sus días transcurren con la tranquilidad característica de un ambiente campestre pero con una intensa actividad social. La cacería es el deporte local, y Lucas, junto con un grupo de amigos, lo practican usualmente. Casi como excusa para la reunión masculina, el arte de la caza pronto cobra una doble significación en donde se desdibujan los roles de cazado y cazador. Abruptamente la atmosfera se enrarece cuando Klara (Annika Wedderkopp), una de las alumnas de la guardería denuncia un caso de abuso sexual en contra de Lucas. No del todo convencida, la niña es la protagonista de varias entrevistas con maestros, psicólogos y demás profesionales quienes lejos de escucharla, sólo intentan confirmar con sus escasas palabras, lo que ellos quieren escuchar. Klara insiste en reiteradas oportunidades que ha mentido, pero nadie la escucha y es así como la vida de Lucas se vuelve un infierno. Alejado de sus amistades, aislado de su trabajo y sin su novia, la soledad llena sus días. Con un relato cinematográfico prolijo y gran intensidad temática, la sensación del espectador es la omnipresencia ya que es el único que tiene la verdad. ¿Klara ha mentido? ¿Es Lucas el perverso? El imaginario popular tienta la respuesta y así mismo lo hacen los personajes que repudian en cada acción el supuesto delito. El tiempo pasa y en el aparente retorno a la tranquilidad, el cazador es cazado. El verdadero perdón nunca llega y los interrogantes quedan abiertos porque, en parte, Klara ha mentido.
Torbellino Femenino Locamente enamorada es una comedia romántica en la cual se mezclan elementos típicamente estadounidenses con los indiscutibles toques europeos: al enredo característico de las comedias rosa se le suman los bellos paisajes belgas, y el refinado ambiente del viejo continente. Cuatro mujeres apasionadas, hermosas y valientes son las protagonistas de una historia en la cual el tema central es la femineidad. Lejos de ser un objeto sexual, cada mujer de este relato pugna por alcanzar el amor verdadero. Con sus cuerpos y mentes, vivirán experiencias que les harán cuestionar sus supuestas vidas realizadas. A través de la voz de la más pequeña de la familia nos sumergimos en el excitante universo del caos amoroso. Desde la incertidumbre e ingenuidad de una nena de 12 años vemos como el mundo de los adultos se presenta casi como un cuento de hadas. Pero los príncipes no sobran y con un Edipo en vías de desarrollo, el principal objetivo es que papa se quede con mama. En el acto propio de la escritura, la joven Eva confirma la construcción. Una vez más, el cine utiliza este recurso por el cual nos dice a gritos que su técnica es la más eficaz para hacernos vivir de ilusiones. El espectador sueña a través de esta tela araña de vivencias, que si bien lo dejan con un sabor a poco, al menos lo entretienen un rato. A cuenta del tan esperado happy ending, el relato nos pasea desde los intensos encuentros sexuales de la tía Bárbara hasta el íntimo cuestionamiento de saber si estamos tomando el camino correcto. Por momentos se torna predecible, pero la simpatía de los personajes invitan al relajo y el paso de un buen momento de descanso. Sin demasiadas pretensiones, el film encierra una temática harto conocida en donde la mujer fuerte logra cumplir con su misión: tener lo que ella quiere, como quiere.
EXTRANJERO DE PENSAMIENTO El realizador coreano Hong Sang-soo no sorprende cuando, nuevamente, nos atrapa en una narración de carácter rupturista que relata una historia simple. Una adolescente debe escapar junto a su madre evitando el pago de una deuda. Esta será la excusa para presenciar como decide darle rienda a su poderosa imaginación, víctima de un extremo aburrimiento. Mediante el acto de escribir propiamente dicho, y la consiguiente creación de mundos infinitos; la adolescente inventa tres historias en las que sus tres protagonistas mujeres llamadas Anne, buscan su rumbo existencial. Representada dicha acción en la figura de un pequeño faro que nadie sabe donde se encuentra, Anne, en cualquiera de sus tres posibilidades deambula por las calles de un pueblo coreano ubicado en las afueras. ¿Será la luz de este faro inexistente la que calme la ansiedad de esta infinidad de posibles? Cada elección es un nuevo comenzar, es una nueva oportunidad de ser, en donde los personajes se mueven como fichas de ajedrez cuya posición estratégica dará inicio al drama. Los temas recurrentes sitúan la preocupación principal en el deseo del olvido, la infidelidad y el ocultamiento. El amor prohibido, agotado o imposible no termina de hallar su lugar en ninguno de los episodios. El tiempo de forma circular está confirmado por objetos recurrentes y errantes que en una sutil dicotomía de ausencia-presencia, evidencian junto con una cámara imperfecta, la realidad fílmica. Casi con carácter místico, el paraguas, el faro y guardavidas nos están recordando todo el tiempo que estamos en presencia de una construcción. La cuarta pared se rompe sistemáticamente para que no duela tanto el drama.
ALFONSINA STORNI NO PUEDE CON LA CULPA Niños bien chocan auto de mama. Seis palabras. Juego de adolescentes aparentemente anónimos que merodean en un bosque sureño tentando sus propios límites. En sentido circular, los personajes y las imágenes parecen flotar sobre la superficie fílmica que, sumado a un monótono sonido de viento, agua y fauna, logran crear un sentido de raro extrañamiento. Los planos, que con cierta astucia compositiva, intentan ir de lo general a los rincones más íntimos de cada uno de este grupo de adolescentes, se suceden como pequeñas polaroids en movimiento. El fuego, el agua y la tierra: todos los elementos están presentes para narrar una historia de desesperación extrema que aparenta ser pura exploración de pubertad. La cámara de Lopez interpela al espectador tomando la posición, por momentos, de sexto integrante y, por otros, la de un voyerista; como por ejemplo en la escena de sexo o en la bella secuencia subacuática. Qué sería sino de esos sutiles cuerpos nadando. Algunos diálogos innecesarios contrastan con la exactitud narrativa de esta ópera prima.
La opera prima del reconocido actor argentino Gustavo Garzon es un shock emocional que nos interpela desde lo sentimental a través de una historia simple. Las relaciones familiares han sido siempre conflictivas, y más aún cuando el drama toca a su puerta. Por un tiempo es una construcción ficcional de increíble sutiliza visual y de mesurado contenido narrativo. Leandro (Esteban Lamothe) y Silvina (Ana Katz) esperan su primer hijo en la comodidad de su vida burguesa de clase media pero el clima apacible toma un giro brusco cuando Leandro se entera que tiene una hija de 12 años, fruto de una relación casual del pasado. Debido a una grave afección que sufre su madre, Lucero (Mora Arenillas) deberá pasar una temporada junto a su padre desconocido a la espera de una improbable cura. Fiel al retrato de una familia moderna, Lucero se muda a la casa de Silvina y Leandro en donde la recepción fue cálida hasta que Leandro comienza a modificar su rutina. Desacostumbrado a la vida de padre tendrá que aprender a cumplir su rol desde el cariño, pero también desde la autoridad. La hostilidad inicial de la niña pronto cederá, ante una confesión intima que cambiará para siempre su forma de ser y de pensar. En honor al título del film, la historia nos sumerge en el círculo más íntimo de un ser humano, su casa, pero solo por un tiempo. Ese tiempo necesario en el que un padre se descubre como tal y una hija comienza a quererlo más allá de las inclemencias de la vida. Es también ese tiempo en el que una madre primeriza se relaciona con su bebe por nacer y sus miedos naturales. El tiempo como factor inexorable de sentencia, es vital para comprender el mensaje de este relato familiar en donde el amor desborda por todos sus rincones.