El director Diego Rafecas plasmó en “Paco” cuestiones autobiográficas de la etapa en que fue adicto a las drogas y estuvo internado en el Programa Andrés. Este dato es clave para comprender desde dónde fue realizado el filme. La historia de Paco con la droga más barata y más nociva de la actualidad, que lleva su mismo apodo, es el disparador para mostrar otras realidades de adictos, que llegaron a la droga por diferentes caminos. Rafecas hizo eje en las debilidades y fortalezas de los drogadictos, sin golpes bajos, y sin demonizar ni menospreciar el vicio. El rol ventajista de la política, las prebendas y la corrupción es otra de las aristas de la película, que también revela que no son tan limpios quienes creen dar todo por rescatar a los jóvenes de las adicciones. Una mirada certera y nada complaciente, que deja un mensaje de calidad moral.
Meryl y Paul Morgan son una pareja de la alta sociedad de New York que están atravesando una crisis matrimonial. Un incidente los lleva a mudarse a Wyoming, el poblado con menos habitantes de Estados Unidos. Allí, Meryl y Paul irán limando asperezas e intentarán reconstruir el amor dañado, en medio de bucólicos paisajes, con vaqueros, caballos y muy lejos del aire contaminado de la gran ciudad. Pero de tan obvia la historia se cae a pedazos con el correr de los minutos. Como si fuera poco, las actuaciones de los protagonistas son de una pobreza alarmante, parece que estuvieran trabajando a reglamento en toda la película y no trasmiten nada. El director Marc Lawrence insinuó algunos toques de humor, pero son tan escasos que se pierden a lo largo de un filme que es demasiado extenso para contar tan poco. Para ver, a lo sumo, un domingo de lluvia por cable.
La nueva venganza de Gibson Mel Gibson es un especialista en filmes donde tiene que urdir una venganza. Y “Al filo de la oscuridad” no es más que eso. El es un policía a quien le matan a la hija delante suyo y hará lo imposible por ajusticiar al asesino. El director del filme quiso dar un giro más elaborado al vincular a la joven en una corporación que fabrica armas nucleares con la venia del gobierno de los Estados Unidos. Pero sólo alcanza una trama que deambula entre lo engorrosa y obvia. Lo peor que tiene la película es que el espectador supone desde la primera toma cómo será el final; lo mejor pasa por una escena que hace saltar de la butaca. A Gibson le tocó componer a un personaje conflictuado y no es un actor con el peso interpretativo para este tipo de roles. Poco para ver.
El filme arribó a las salas con una promoción brutal. Y tras los Oscars se potenció más aún. Pero "Preciosa" no es la película excelente que afirman los afiches. Preciosa es una joven negra de 16 años, obesa y fea, a la que le pasa de todo. Su madre la golpea, su padre la violó y le dejó dos hijas, una down, encima tiene ausencias en las que divaga más de la cuenta. Y como si fuera poco, también es VIH positiva. Demasiado para que la historia se torne creíble, más allá de la brillante actuación de Mo´Nique, la madre tirana, distinguida por la Academia de Hollywood, y de las sorpresivas interpretaciones de Mariah Carey y Lenny Kravitz. El director Lee Daniels le dio vuelo a la historia, sobre todo en el primer segmento cuando se describe a los personajes, pero no supo darle una vuelta de tuerca para que "Preciosa" sea un filme distinto.
La suma de lugares comunes es una constante en la nueva película de Garry Marshall, un director que siempre dependió de las buenas actuaciones para salir bien parado con sus filmes románticos. “Mujer bonita” con Julia Roberts y Richard Gere, y “Frankie y Johnny” con Al Pacino y Michelle Pfeiffer son ejemplos contundentes. Aquí se nutrió de un seleccionado de reconocidos actores de Hollywood, desde Ashton Kutcher y Jamie Foxx hasta Jennifer Garner y Anne Hathaway, e incluso figuras de la talla de Shirley MacLaine, Julia Roberts y Kathy Bates para contar aventuras y desventuras de parejas en el Día de San Valentín. Aunque logra pasajes risueños y algunas sorpresas, el filme no pasa de ser la típica peliculita rosa de amor, ideal para quienes necesitan ver comedias pasatistas. Los amores imposibles, el romance gay, los desencuentros, la primera cita adolescente, el amor a la tercera edad, las relaciones casuales y las soledades eternas son algunos de los temas que se salpican en un filme coral, al que, encima, le sobra poco más de treinta minutos. El disparador de los encuentros es una florería, donde se cruzarán los envíos románticos de rosas en un día tan especial como el de los enamorados. Una película que no aporta nada nuevo sobre Cupido.
Indolencia exagerada “Andrés no quiere dormir la siesta” es un pantallazo de la dictadura en Santa Fe. Una familia vive frente a un centro clandestino de detención en medio de la tranquilidad cómplice de un barrio donde puede pasar cualquier tragedia sin que a nadie se le mueva un pelo. Esa idea es la que quiso plasmar el director, aunque logró un resultado desparejo. El foco está puesto en la mirada de Andrés, un chico de 9 años que sufre la muerte de su madre y debe soportar la violencia psicológica de un padre que no puede con su infelicidad y de una abuela que aparenta ser cariñosa pero nunca se juega por su nieto. Quizá, el error del director santafesino fue llevar al extremo la mirada indolente del niño, pese a que puede entenderse como una manera de reflejar la indiferencia de esos tiempos, cuando la muerte acechaba a la vuelta de la esquina.
El nokanshi es un ritual fúnebre japonés que consiste en embellecer a los difuntos en pleno velatorio y ante sus familiares. Diago es un violoncellista que se quedó sin trabajo, retorna a su pueblo natal y no tiene mejor idea que tomar ese empleo, pese al rechazo de su entorno. La película logra que un tema macabro se torne natural y hasta gracioso, según los casos, sin relegar el obvio cuadro dramático. El director Yojiro Takita, que llevó a que este filme ganara el Oscar por mejor película extranjera en 2008, logró que el contacto con la muerte, como leit motiv ínequívoco, invite a reflexionar sobre la vida, nada menos. Esa causa, que tiene como bandera el personaje central, se notará en la relación con su mujer, su amigo, el jefe, su compañera de trabajo, la dueña de un baño público y, quizá lo más relevante, su pasado y el vínculo con su padre.
Dominic Matei no es un hombre del montón, pero tampoco es nada extraordinario. Hasta que un día le cae un rayo encima y su vida cambia por completo. Son tiempos de la Segunda Guerra Mundial y este profesor, obstinado por descubrir cómo se inició el lenguaje, se irá dando cuenta de a poco que se hace cada vez más joven y más inteligente. Ese efecto es imposible no asociarlo con el personaje de “El curioso caso de Benjamin Button”, pero en aquella oportunidad el hilo de la historia se tornaba mucho más atractivo. Aquí, Matei (interpretado por un siempre eficiente Tim Roth) comenzará a hurgar sobre su pasado amoroso y se topará con un presente tan inesperado como insólito. Con algún tinte poético, Coppola pondrá el foco en el caso de Matei, sin hacer demasiado hincapié en el clima del nazismo y ofreciendo un pantallazo leve de los sucesos históricos sólo a través de las tapas de los periódicos. La historia se torna lenta en la segunda mitad y da la impresión que, con media hora menos, Coppola hubiese redondeado una muy buena película. Sin embargo, la falta de dinámica en el relato hace lo suyo para que el filme quede a punto de desbarrancar. La apuesta poco usual del director a abordar cierto realismo mágico es ambigua, porque si bien es loable asumir riesgos no es lo que mejor resuelve, al menos en esta producción, que precede a la polémica y aún no estrenada “Tetro”.
El amor de una madre no tiene límites para Esma. Ella arrastra un gran drama personal que la obligará a criar con tanta severidad como ternura a Sara, su retoño de 12 complejos años. El filme de Jasmila Sbanic se ambienta en Sarajevo en tiempos de la posguerra, cuando todavía se procesa muy lentamente el duro valor residual de La Guerra de los Balcanes. Esma hará lo imposible para juntar el dinero para que su hija se vaya de viaje de estudios, pero la relación se pondrá tensa cuando la niña le pide un certificado que dé cuenta que su padre fue mártir de la guerra. El secreto de la identidad de su padre es uno de los nudos del filme, pero Sbanic fue más allá porque planteó la trama de una manera inteligente, ya que ofrece un fresco de la sociedad bosnia sin caer en recursos efectistas, ni golpes bajos, ni flashbacks en blanco y negro de los hechos bélicos. Así, el mundo de una madre desesperada y de su hija adolescente transcurre entre pincelazos duros del pasado pero también con momentos divertidos de un presente sazonado de vivencias cotidanas aparentemente superfluas. Las interpretaciones de Mirjana Karanovic (Esma) y Luna Mijovic (Lara) son la frutilla del postre. Porque cada una le da un toque de realismo a su personaje con la ternura suficiente para que el espectador se compenetre con la historia.
Gemma es una abuela de carácter difícil, viuda y con un dolor inmenso en el alma. Angela es una joven inmigrante ilegal rumana, con una amplia vocación de servicio, pero también con llagas en su corazón. La vida las une en la ciudad italiana de Florencia, adonde Angela llega contratada por los hijos de Gemma, con la difícil misión de cuidarla y contenerla. Ese complejo vínculo irá mutando a partir de un hecho clave. Es que la muchacha rumana debe viajar urgente hacia el Mar Negro para hallar a su marido, quien desapareció sin dejar demadiadas huellas. Y deciden ir juntas a buscarlo en un viaje arriesgado pero inevitable. La soledad de la anciana y de la muchacha es el punto de encuentro, bien elaborado narrativamente por el director Federico Bondi, quien a pesar de ser su debut, supo bucear entre los momentos dramáticos sin recurrir a golpes bajos o lacrimógenos. El filme también ahonda sobre el tema de la ilegalidad en Europa y ofrece una mirada crítica sobre cómo se trata la ancianidad en las sociedades modernas. Otro de los puntos altos del filme de Bondi son las interpretaciones de Ilaria Occhini (Gemma) y Dorotea Petre (Angela), quienes se cargan la película al hombro con sutilezas expresivas y una síntonia actoral que crece a la par del vínculo de los personajes.