Dreamworks apuesta a otra nueva adaptación y el resultado es un boom de diversión y entretenimiento. El director David Soren ("Turbo") se hace cargo de la apuesta cinematográfica de la novela gráfica de “Captain Underpants” donde los chistes de flatulencias, bromas infantiles y el humor absurdo harán explotar este mundo de la mejor manera. Dos inseparables amigos, Jorge y Berto, tienen ideas locas y creativas para mantener al colegio entre carcajadas y entusiasmo en su día a día. Pero la diversión se termina cuando el director del instituto decide separarlos de una vez por todas. Es así como la dupla decide hipnotizarlo y proyectar su fantasía más escondida: Hacer que el director se transforme en el Capitán Calzoncillos, el superhéroe que crearon para una tira cómica en su casa del árbol. Una idea disparatada que va generando un clima de absolutamente pueril y atractivo. Los protagonistas son prácticamente una versión infantil del dúo del film “I earl and the dying girl” (2014) nada más que cambian su pasión por las películas clásicas por su amor a los cómics. Su mayor desafío es lograr que todo sea un motivo de risa, no pueden vivir sin la risa. Es por eso que estando juntos, nunca dejarán de largar carcajadas. Y es por eso que el héroe que le da nombre al título será solo mero muñeco de estos niños que lo usaran como una gran pieza para sus juegos y travesuras. La historia pasa en romper continuamente la cuarta pared por parte de los dos chicos y dejar al espectador preparado de que lo que se viene es más absurdo que lo anterior. No hay conflicto que no se resuelva con la risa. Es ahí su mejor potencial. Las cosas se complican aún más con la llegada de un extraño y malvado profesor de ciencia quien quiere de una vez por todas suprimir la risa del mundo. Un villano unidimensional que proporcionará el balance necesario para los gags y sucesos incoherentes. Con temas musicales sonando en los momentos más irrisorios (como es el caso de “Delirious” de Kid Ink y “Oh Yeah” de Yello), la narración muestra ser capaz de sincronizar su propio mundo infantil con una trama sobre la amistad y la soledad. Asimismo, el film mezcla animaciones en distintos formatos como el 2D, Stop Motion y marionetas justificandolos de un cameos disparatados pero que generan una continuidad a la misma idea de la película. La propuesta termina siendo una satisfactoria experiencia animada y logrando dejar una película, por parte la compañía de Dreamworks, jocasa y pegajosa. Sensación a la que se habían alejados las últimas entregas de la industria.
No te preocupes Genndy Tartakovsky, el film es amarillo porque apesta a zorrillo. Gen, el emoji de múltiples expresión, sale de Textopolis (lugar donde las caritas de texto conviven) para volverse normal con la ayuda de su compañero Hi5, pero las cosas se salen de control cuando el dueño del celular decide hacer una cita para borrar todo el contenido dentro de ella y con ello peligra la existencia de los protagonistas. The Emoji Movie es una de las historias más desagradables en la animación. Pensemos en algunos puntos sobre ello. Buscando algo de originalidad. En la vigésima temporada de South Park podemos ver como uno de los personajes resuelve el caso de la búsqueda de un troll de internet utilizando a los emojis como identificador, algo así como una huella digital, para descubrir al internauta. La idea es ingeniosa, jocosa y divertida. Matt Stone y Trey Parker se las arreglan continuamente para insertar críticas sociales delirantes en su show. Justamente es todo lo contrario con la trama de este film. Robando conceptos de "Ralph, el demoledor " donde se saltean mundo virtuales, conceptos de "Intensamente" donde se juega lo que está dentro del móvil y lo que pasa con el adolescente en el mundo externo. La obra toma “prestado” todas esta ideas para recrear una sociedad estúpida, molesta y sin tensión alguna. El protagonista, Gen, está destinado a resolver su fallas y va pasando por todas las app del celular para encontrar a alguna solución a este pseudo malestar. Publicidad al palo. Un poco de Facebook por aquí, otro poco de Spotify, un poco de Instagram y algo de juegos de celular es como se va inflando la película para lograr meter sus “mundos” y crear de esta forma una de las obras más publicitarias por haber. En cada app, se destaca por proveer servicio de modo lineal. En ellas se emplea de tal forma que parece un largometraje dentro de un comercial. Y la participación de Twitter como pajarito mágico es una de las más estúpidas que verán en la pantalla grande. No apta para niños. Sony piensa que los chicos entenderán todos los chistes sobre internet solo porque se la pasan la mayor parte de su tiempo con los celulares. Ni siquiera los adolescentes podrán captar todas las indulgentes bromas hechas por un licenciado en marketing que se empeña con todas las fuerza hacer funcionar un guion sin carisma y coherencia. El actor Michael Fassbender confesó, cuando hizo Macbeth, que “Shakespeare es complicado, pero fue más duro hacer de Jobs. ¡Tuve que aprender tantas palabras..!”. Imagínense para el público general que no solo tendrá que identificarlas sino tolerarlas burdamente. Cara contradictoria. Todos los personajes no ayudan a desarrollar la trama, pero el emoji femenino, traducido acá como Lady Hacker (Jailbreak en inglés), es una representación misma de las contradicciones que contiene todo el film. Es en principio una chica que quiere alejarse de todo para no ser una clásica mujer que se conforma con un mundo de princesas. Su camino será entre la hipocresía y el absurdo para poder taparlo al final y que no queden clavos sueltos. Impensado. Copy paste. Son emojis, sin nada más que decir. No se empeñaron en dejarles alguna marca, en recrear un cambio en la fotografía, en descartar diferencias. Todo es igual, una estantería estética sin nada especial. El diseño es básico para poder vender lo mayor cantidad posible, al igual que un minions. Problemas adolescentes. Según esta propuesta, la pubertad es la etapa de la estupidez; sino no se explica porque los personajes que no son emojis son tan necios. Los chistes y las dificultades que se desarrollan en el colegio son lo más decadente del todo el film. El adolescente, quien contiene a Gen en su dispositivo, no tiene agallas para hablarle cara a cara a una de sus compañeras (quien está, literalmente, a metros suyos). Pero a pesar de esto, sí tiene valor para llamar a la compañía de su celular para que le hagan un arreglo porque estos fallos le generan bullying en la escuela. Sí, un móvil que suena en medio de clase provoca acoso escolar... Pero su inconveniente amoroso, al final, se soluciona al final con uno de los desenlaces más trillados de la animación en 3D. Sin voz para nadie. El doblaje es totalmente mexicano, y a excepción del emoji de popo que es realizado por el argentino Darío Barassi (en la versión original lo realiza Patrick Steward) para darle un toque de refinado; no tiene fluidez con el juego de palabra que puede tener en su versión original. Sin embargo, no importa en este caso, no imagino a T. J. Miller arreglando el guion solamente con su voz. Adiós Popeye. Sony canceló la versión 3D del marinero animado más famoso a cargo de Genndy Tartakovsky para financiar esta película. El creador de Samurai Jack dijo que ya no seguirá con el proyecto que recibió la negativa de la compañía. A pesar de esto, antes del largometraje podremos ver el corto “Puppy” realizado por el dibujante antes nombrado. Sirviendo como promoción para la tercera parte de Hotel Transilvania, la animación reluce honestidad, simpatía y risas. Atributos que la posterior proyección no logra ni de cerca brindarnos.
El curioso documental retrata la historia de las musas argentinas que inspiraron, en parte, a Antoine de Saint-Exupéry a escribir uno de los cuentos de su libro “Tierra de hombres”. El artista Antoine de Saint-Exupéry fue obligado a hacer una parada pasajera en Argentina, en Concordia, Entre Ríos, para ser más exactos. Y es ahí donde conoció y estableció una relación platónica con las hermanas Suzanne y Edda Fuchs, quienes pertenecían a la clase alta del siglo pasado y sabían hablar francés. Dos mundos diferentes, mismo idioma. La interacción generó un intercambio de ideas y miradas sobre el mundo que los rodeaba, tanto para las pequeñas princesitas como para el extranjero. Fue tan fuerte hasta el punto en el que marcó una antes y después de sus vidas. Es a través de filmes caseros, entrevistas y lecturas, que Herzog construye la llegada del escritor del “Principito” a la vida de estas dos damas; y cómo esto impactó en la escritura de “Oasis”, que integra el libro “Tierras de hombres”. La película no se empeña en utilizar la voz en off para unir los puntos, deja que el relato tome su fluidez natural. Pone un especial foco en los testimonios y los fragmentos en súper 8 realizados por el mismo escritor, quien había mandado ese material al cineasta Jean Reinor para realizar una futura película que nunca se llevó a cabo. La propuesta se enriquece al mostrar uno de los mitos más grandes de la ciudad entrerriana y el valor que ésta le da. Solo basta con ver algunos testimonios de los habitantes y fijarse en sus ojos llenos de orgullo al relatarnos lo que genera que tal presencia haya estado por esos pagos. El empresario francés nunca fue sinónimo de una persona tranquila sino que su impaciencia y curiosidad dejó en el pueblo la marca de una leyenda. Además de que hay un discurso solemne en boca en boca de que sus vivencias aquí proyectaron una parte de lo que luego fue su obra más conocida: “El principito”. Todo este festín por el personaje evoca la pasión de toda una ciudad, y es como suele suceder con los grandes personajes, dejan ciertas huellas imborrables en cada uno de los rincones más imprevistos. Es por eso que los comentarios están llenos de vida todavía y podremos escuchar no solamente la palabra de personas que lo vieron o estuvieron cerca, sino de aquellos que creen en todo este mito. Gracias a “Vuelo Nocturno” podremos oír las palabras de una comunidad que todavía tiene con qué soñar. Sin su castillo, sin sus princesas pero aún con su principito.
El cineasta prolífico pone en mesa una de las mejores obras del año. El director finés reconocido por sus películas tétricas vuelve a la pantalla grande con muchas expectativas en el público cinéfilo luego de su paso por el Festival de Berlín de este año. Los hechos de esta historia transcurren en Helsinki, la ciudad más grande y capital de Finlandia, y se centra en dos personajes disfuncionales. El señor Wikhström, un hombre de más de 50 años quien deja a su esposa para emprender su sueño de tener su propio restaurante. Y Khaled, un refugiado sirio que no desea otra cosa que reencontrase con su hermana (quien logró escapar también) tras perder a toda su familia. Ambos sujetos tienen diferentes puntos de narración. Para el hombre mayor se concentra una comedia absurda, muy parecido a los personajes que nos ofrece el sueco Roy Andersson y para el joven extranjero se usa el gran armamento del film al utilizar su figura como representación de los inmigrantes del país nórdico. La ebullición ocurre cuando estos dos mundos se cruzan y deben compartir ideas y puntos de vista. Al igual que el principio de la obra, casi 98 minutos del metraje serán mudos. La música tendrá un papel importante en cada situación que deberá enfrentar Khaled contra la depresión y la impotencia. Y su relación más relevante es la de otro inmigrante de Irak con quien comparte angustias y problemas. Este sujeto que ya se va acomodando en el pueblo frío, ayuda al protagonista con llamadas desde su celular para conseguir la ubicación hermana perdida. Como ocurre en “La terminal” de Steven Spielberg, el largometraje pone en juicio al inmigrante, al no reconocido por otras naciones, el “no es mi problema”. Pero en está ocasión, no importa si su seguridad está en riesgo si es que lo hacen volver a sus tierras. El extranjero no pertenece a esta ciudad, a esta cultura. No es bienvenido, a menos que en casos extraordinarios sean obligados a darle una contienda. Antes de partir, Zygmunt Bauman nos comentó en su último libro que “Los refugiados se han convertido en unas patatas calientes para los gobiernos. Esos nómadas […] nos recuerdan de manera irritante, exasperante y hasta horripilante la ¿incurable? vulnerabilidad de nuestra propia posición y la fragilidad endémica de ese bienestar nuestro que tanto nos ha costado alcanzar”. Kaurismäki es un mero pintor de este retrato desatado en Europa, tratando al fin al cabo de darle una definición y algo de luz a la situación caótica en el mundo. “El otro lado de la esperanza” es una película optimista, mostrando la mejor cara del director finlandés y hablando sobre aquello que no tiene voz, o a los que lamentablemente no son escuchados. El anuncio oficial del retiro de Kaurismäki dejará su filmografía sin continuidad. Por lo menos, hasta que la fría helada de su país lo agarre nuevamente con la cámara en la mano.
Las obras visuales deportivas/automovilísticas son una especie de hipnosis para la mayoría de los espectadores, y que su mayor afán se transfiere en verlos por la pantalla grande, como fue el caso del gran biopic de “Rush” (2013) de Ron Howard. Disney sabe que el éxito de esta apuesta a las corridas debe caer en una versión para toda la familia. Las dos anteriores entregas de “Cars” marcaron un hito importante en la historia de Pixar, la primera reconstruye el “sueño americano” y la segunda marca un juego de detectives con autos con un resultado fallido. Ahora en la tercera, se hace lo posible para borrar la anterior entrega y para que recordemos aquella del 2006, con un protagonista más enfocado en su pasado que en su futuro. En esta nueva era, el corredor número uno tendrá un nuevo desafió: los rookies (novatos) llegan a la pista a realizar un cambio generacional y así, los colegas veteranos deciden colgar sus neumáticos para darle lugar a otros competidores. Pero el Rayo McQueen (Owen Wilson) se resiste a dejar su puesto y no quiere abandonar su estatus como automovilista. El largometraje cuenta la historia de redención del auto más famoso de la compañía, al igual que Rocky (John G. Avildsen,1977). La nueva generación de carros (vanidosos, egoístas, solemnes) no verá como amenaza a sus ídolos de la infancia y querrán demostrar que estos son sus tiempos. La realidad de la condición oxidada le da un vuelco 360 al carro rojo y tiene que replantearse si tiene que volver al ruedo o integrarse a la jubilación con los ex corredores. La decisión sólo podía ir para un solo lado, el protagonista toma un nuevo entrenamiento con un equipo avanzado para igualar a sus competidores. Ahí conoce a Cruz Ramírez, su coach personal, y juntos deberán enfrentarse a desafíos que los potenciarán para la carrera definitiva que pondrá el juicio final de si realmente debe dejar de correr. El anhelo por la permanencia hace que el número 95 recree a su ídolo Doc Hudson (Paul Newman) y comenzar a cavilar sobre qué es lo que él haría en estos momentos de transición. Ir a la raíces de su viejo mentor le hará conocerse a sí mismo y descubrir una nueva faceta del mundo. La relación principal que tendrá el deportista ya no será con su gran amigo Mate sino con su joven entrenadora de quien no podrá separarse de ella tanto por razones de nivel profesional como, luego, de un alcance emocional. Ramírez deberá enseñarle a McQueen el nuevo estilo de ejercicios, al que el protagonista se resistirá y la puja entre lo novedoso y la old school será la base cómica del film. John Lasseter (Cars, Cars 2) suelta su creación y se lo deja a el director debutante, Brian Fee, quien ya había trabajado en varias películas de Pixar en el diseño de arte y animación. El animador genera pulidas escenas de acción. Los momentos en la pista son lo más notable de toda la recreación en 3D, tanto por el vértigo como la adrenalina que impregna en el público. “Cars 3” reúne lo mejor de la primera entrega, un final que marca el cambio que se viene. Nadie puede ganarle al enemigo número uno de todos los deportistas, el tiempo. Por suerte, en este film se logra darle más que una conclusión, se consigue un gran homenaje.
Después del estreno mundial en el Festival de Mar del Plata, la ópera prima llega a los cines comerciales contando un relato atroz sobre de la paternidad. Al igual que Edgardo Castro con “La noche” (2016), Mariano González se puso todo el equipo al hombro y además de dirigir y escribir la historia de “Los globos”, la protagoniza como César en un papel de padre dolido por la vida. El señor César trabaja en un taller chico haciendo globos grandes de diferentes colores, como en los viejos tiempos. Pero el laburante es un ser de la nada, no tiene proyectos para cambiar el rumbo de su vida. Acepta su estatus tal cual es y lo adora así. Es por eso que cuando aparece su hijo (la madre falleció y estaba a cargo de su abuelo materno), entiende que todo lo anterior se terminó. El nene de nombre Alfonso, interpretado por el mismo hijo del director, no tiene diálogos hasta la mitad del metraje, porque su aparición es casi fantasmal y la repercusión de su aparición causará cambios anímicos en el padre. Al principio ocultará a su primogénito, como si no existiera. La negación paterna resurge lo mejor del film, a medida que avanza, el actor se (re)encontrará con su propia versión, viéndose en un espejo del pasado donde las heridas serán abiertas sin la necesidad de un flashback o escena del pasado. Tanto el dolor físico como el espiritual indurarán la vida de César, sin que él lo pida y deberá tomar decisiones maduras para poder continuar con el lazo afectivo. Los demás acompañantes del largometraje están presentes de forma pulsante, todos tienen motivos para reprimir al nuevo papá, pero muy pocos lo hacen o se meten. Y seremos testigos de ese cambio, de un ser solitario a una persona amada. No serán transformaciones radicales sino que se verán en pequeños gestos, miradas taciturnas y un diálogo final que repercute simpatía. Un guion que hace partícipe al espectador sin juzgar y sin buscar un golpe bajo. El mayor labor se encuentra en la faceta actoral de González y la intocable realización de fotografía que proyecta Fernando Lockett (el realizador favorito de Matías Piñeiro) para generar una ciudad perdida, con sus falencias y carencias del día a día. El desdén y la poética narrativa hacen que el actor de teatro logre un film digno, honesto y apto de admiración para hablar de la paternidad. Puntaje: 3,5/5
El cineasta británico aporta un poético biopic de Emily Dickinson que lo reafirma como unos de los mejores directores de los últimos años. El encanto de la burguesía se produce por los amores imaginarios que podrían llegar a tener. La protagonista de esta obra, Emily Dickinson (Cynthia Nixon), no cumplió con sus deseos amorosos, es más, ella debe luchar por un lugar en el mundo prestigioso de las palabras. Sus poemas son leídos y publicados en el diario solo si no los firma. Es el director Terence Davies quien le da una oportunidad a la escritora para que su voz no se apague, no solo en aquellos tiempos (siglo XIX) sino en los nuestros. El relato se divide en dos partes, la primera en su etapa juvenil y la segunda en su era adulta. En el tramo inicial nos adentramos a su mansión en Massachusetts, donde vivía con su familia y estaba rodeada de un futuro incierto. En la mitad del tramo, ya podemos verla en su vida más madura, el de la frustración. Los familiares que rodean a la protagonista (padres y hermanos) más las visitas contrastantes que reciben, como si la casa necesitara vivazmente de ello, ponen en juego constantes choques jocosos entre los personajes. Los diálogos recaen de forma ingeniosa e impactante a lo largo de la trama, mientras más nos adentramos, más serios se ponen. Las incomodidades surgen con la disputa de dos grandes pasiones para la autora: Su deseo de una amor no correspondido (ella misma se ve como una persona fea que no podrá conseguir pareja alguna) y su pasión por la poesía, que busca ser reconocida y glorificada antes de su muerte. El cineasta inglés se enfrenta a un desafío no menor, realizar las escenas en plano interior, que lo convierte en su mayor virtud; y las imágenes comienzan a ser más que paredes y puertas cerradas, delimitan a un personaje más en la vida de la artista. Los ángulos cerrados y los encuadres utilizados de forma árida nos recrean un clima perfecto de encerramiento y nostalgia. Pero su encuadre perfecto radica en mostrarnos el interior de Dickinson, donde observamos sus mayores miedos y preocupaciones, el porvenir que no llega, los sueños que permanecen inmutables y su sublevación a Dios. La excelente performance de Nixon es acompañada por temas musicales tajantes, no es casual la armonía que genera el director en cada toma. Tanto los temas sonoros como el silencio son herramientas empleadas de forma grandilocuente, dejando al espectador a merced de una historia biográfica, a veces aterradora otras un tanto embriagadora. La propuesta termina siendo el retrato de una escritora estoica, donde sus palabras quedarán grabadas en este largometraje inolvidable. Terence Davies deja otra pequeña huella en el cine. Puntaje: 4,5/5
¿Cómo sería el Hombre Araña si la filmara John Hughes? La productora Marvel Studios dijo manos a la obra a una nueva versión del arácnido en su etapa colegial. Llegó el momento, luego de tener su aparición en “Capitán América: Civil War” (2016), el actor Tom Holland se pone el traje para la tercera versión de “Spiderman” para la pantalla grande (en menos de 12 años) que torna de un tono diferente a las entregas anteriores. En esta nueva edición marveliana, es un adolescente en busca de emociones constantes. Nuevo mundo, nueva introducción. El recambio generacional llega desde el primer momento, la presentación del personaje se realiza a través de un autovideo que graba el protagonista con su celular contando cómo fue su participación en la batalla Iron Man/Capitán América. Como si se tratara de un detrás de cámara de la anterior película. Y es así que las referencias a las obras pasadas de Marvel no acabarán (serán irritantes), como también las continuas multipantallas que tendrá el precoz estudiante de 15 años. Por ejemplo, ¿Cómo es que se hace famoso este superhéroe? Una simple palabra: Youtube. Este relanzamiento viene con varios cambios internos, Peter Parker ya no es aquel joven responsable que busca combatir la justicia por el duelo de su tío Ben. Ahora quiere ser cool, combatir contra villanos es genial, no un deber. Por ende, no revela su identidad secreta porque tiene miedo de que su tía, Mey, (Marisa Tomei) no lo deje volver al ruedo y no por la seguridad de sus seres queridos como lo fue en las dos anteriores. Además, el tema de la muerte es un tabú. No se habla de la pérdida (nunca se menciona a Ben) o de asesinar a alguien (sacarle la vida a alguien no es una posibilidad), son terrenos intocables en esta nueva versión. En especial para el mismo protagonista, nunca se plantea que pueda terminar en una tumba porque la valentía se marcha para un costado para dar lugar a un Hombre Araña temerario. Asimismo, el héroe nunca estará solo en ningún momento. Estará constantemente bajo la vigilancia de su mentor Tony Stark (Robert Downey Jr) y rodeado de sus compañeros de la escuela. Incluso cuando le toca hacer los soliloquios, su propia prenda estará para escucharlo y aconsejarlo (es un traje inteligente). Los escritores John Francis Daley y Jonathan Goldstein (“Vacaciones”, 2015) tuvieron el deber de recrear este mundo adolescente como si fueran el mismísimo John Hughes, pero los diálogos forzados dejan atrás toda lo grandilocuencia que tenía el director de los ochentas. Incluso, la puja entre guionista y director se nota escena tras escena, de un momento jocoso pasa a una situación terrorífica (siempre desde la visión de un chico de la secundaria). Jon Watts (“Cop Car”, 2016) se destaca en las propuestas escalofriantes, instantes de vértigo y en los interrogatorios, pero es justamente en esa ambigüedad que el film logra un desbordamiento natural. Lo más subrayable del film es la actuación simpática e idónea de Tom Holland, aquella promesa juvenil de “Lo imposible” (2012), quien calca a la perfección al arácnido con sus preocupaciones, impaciencias y bajones. Es gracias a él que al fin y al cabo los chistes funcionan y generan comodidad. Y el villano Vulture, a.k.a el buitre, interpretado por Michael Keaton, quien por tercera vez se pone alas (“Batman”, “Birdman”) y logra sacar tensión y zozobro con Holland, tanto con la indumentaria puesta como fuera de ello. Punto en contra con el desarrollo del enemigo Shocker, que tuvo que ser encarnado por dos actores diferentes (uno es eliminado por accidente), ya que no tenía ni peso en la historia. El reparto, lleno de actores del momento (Zelaya, Donald Glover, Martin Starr, entre otros), complementa el largometraje de forma admisible por el alejamiento de la estrella principal, no están pendiente de lo que hace Spidey, respiran sus vidas y la desempeñan acorde a ello. “Spider-Man: Homecoming” es un divertido reboot juvenil, una semilla bien planteada por un personaje adolescente, en el cual sus mayores proezas se ven al final, donde se deja atrás todos los utensilios del uniforme. Pero que todavía, no ha dado sus frutos. Puntaje: 3/5
Emma Watson más Tom Hanks en una empresa similar a Google parece buena idea, ¿no? Pues, no realmente. El británico Charlie Brooker impuso un nuevo género distópico con la aparición de la serie “Black Mirror”, que hace poco obtuvo su tercera temporada en la plataforma de Netflix, y es tan alta la vara de su producto que todo lo demás queda reducido al mal gusto. Ese fue el caso de la película “Nerve” (2016) y que ahora se vuelve a repetir la misma sensación fallida en esta nueva apuesta norteamericana. “El círculo” cuenta sobre el ingreso de Mae Holland (Emma Watson) a una empresa de almacenamiento de datos informáticos en la web llamada The Circle, como Facebook pero fusionado con YouTube. El objetivo primordial que tendrá dicha firma será la de intentar traspasar las barreras de lo íntimo a lo transparente. ¿Cuál es la idea de esta parodia descarada del campus de Google? Que los usuarios que estén registrados a esta red social (los empleados están semiobligados) tienen que mostrar todas sus acciones, todos sus movimientos, objetos, en definitiva, no tener secretos para conseguir más popularidad. O en todo caso, “porque los secretos son mentiras”, dirá el CEO de la compañía interpretado por un precario Tom Hanks. El personaje de Watson es el que nos introduce a este mundo panóptico autoinfligido como rookie (novata) y vamos viendo su transformación. El cambio radical de la ingresante vendrá luego de una experiencia negligente (surfear en olas peligrosas en medio de la noche) donde el director de marca roja la someterá a un nuevo modelo de la compañía: Mostrar sus actividades diarias las 24 horas de forma voluntaria donde solo tendrá un pequeño descanso para ir al baño, y mostrar de esta forma de que uno esta más seguro siendo vigilado. Todos los personajes están dominados por el miedo, ninguno de ellos se atreve a romper su atadura ni en el momento que es desenmascarado, continuando como si el siguiente paso lo llevará a otra meta y en consecuencia otro pavor los consumiera. Una cadena sin sentido que no da una continuidad y desarrollo de los mismos. No es de sorprender que en nuestro mundo, una obra como “The Circle” de Dave Eggers, quien participa en el guion, haya terminado siendo best-seller. Una sociedad en la que continuamente reina la viralización de lo cotidiano, de lo ordinario, de lo banal pero teñido de la espectacularidad de la vigilancia que tiene un reality show como “Gran Hermano”. Ser verdaderamente un presentador de tu vida, aunque eso quite tu privacidad y afecte tu forma de pensar. Obviamente, todo esto con la ayuda de las nuevas tecnologías. El largometraje intenta con todas sus fuerzas agradarte para conectar tu realidad con la suya. Los paneos continuos son un recurso singular para mostrar lo pretenciosa y ridícula que es. No necesita una historia, solo una crítica vulgar (casi sin fundamento) de lo que estamos viviendo. Impactar, no cavilar, esa es la regla. El director termina creando una propuesta pretenciosa en una trama que se va empobrecido a medida que se desarrolla. Y si Emma Watson aceptó el papel porque logró sentirse identificada con el personaje, habrá que reclamarle que su versión de chica pura e inocente ya agobia. Y, por supuesto, que hacer un Instagram Storie no es realizar un corto como los de Jonas Mekas. Puntaje: 2/5
El director Noaka Yamada llega, por primera vez, a los cines argentinos con una obra dulce y melancólica. El mundo escolar es algo al que no se escapa en las temáticas de los animes. En este caso, el animador adapta la novela gráfica de Yoshitoki Ōima donde las crisis existenciales adolescentes padecen una peso importante en un contexto actual de un Japón con una de las tasas más altas de suicidio en el mundo. Shouya es un chico hiperactivo, a quien le gusta acosar a sus compañeros de primaria para sentirse bien. Nada cambia cuando una nueva alumna, Shouko, arriba a su curso. La reciente estudiante es sordomuda y tiene varios problemas para adaptarse al aula. El bullying comienza como una bola de nieve, al tal extremo como en el film "Después de Lucía" de Michel Franco, que la niña debe cambiarse del colegio antes de que sufran un gran daño mayor. Luego, ya en la secundaria, Shouya sufre de bullying por parte de toda la escuela como mera lección de su pasado transgresor. Su única escapatoria de este mundo nefasto será el reencuentro con Shouko a quien encuentra otra oportunidad para vivir. La relación amor/odio que tienen los protagonistas es el iniciativo que tiene para crear una historia firme, con vaivenes. A medida que se van reencontrando, van apareciendo viejos amigos, y otros nuevos, que van replanteando sobre el acoso escolar que hubo un tiempo atrás. El largometraje se hunde en su propia depresión sartriana, los momentos lumínicos son casi escasos y genera en el espectador un sinfín de momentos asfixiantes. Una vez que el tanque del estrés se llena, la animación vuelve a recrear momentos agintanes, así hasta el final. Es la propia construcción de los personajes la que hace rendir a la trama, Shouku remite a la imagen de la muda buena, la purificada, la que todo perdona ese ángel sin voz que también pudimos apreciar en "Dulce y melancólico" de Woody Allen. Por el otro costado, Shouya obtiene un cambio interno, deja de ser el chico de personalidad fuerte porque ya no tiene con quien compartir sus triunfos en el aula. Se convierte en un chico tímido y melancólico que deberá recorrer una autobusqueda En cuanto a su tratado visual, nunca deja de ser una arma visual importante dentro de la narración de la misma. Es ahí donde se juega su mayor esplendor con imágenes tanto armónicas como impactantes. En especial, en el final donde toda la artillería se desenvuelve de manera fluida y fulminante para las lágrimas.