Se aman, se odian, se agreden, se persiguen, se obedecen, se traicionan, se lastiman. Los personajes de “Monos” constituyen un microcosmos casi salvaje, con una organización verticalista y violenta. Se trata de un grupo de guerrilleros adolescentes varados en medio de una montaña que mantienen secuestrada a una ingeniera, interpretada por Julianne Nicholson, la actriz que coprotagonizó “Iniciales S.G.” junto a Diego Peretti. No se termina de mostrar quién es el líder de esta organización que festeja un cumpleaños con una paliza memorable, el culpable de la muerte de una vaca se suicida y desayunan disparando al aire sus ametralladoras. El director de “Cocalero” y “Porfirio” construye una metáfora descarnada de una sociedad en la que las reglas se imponen por la fuerza y la empatía se reduce a la obediencia ciega de un líder ausente. Rodada en buena parte en Colombia, esta coproducción entre Colombia, Argentina, Holanda, Alemania, Suecia, Uruguay, Estados Unidos, Suiza y Dinamarca, resultó la elegida para representar a Colombia en los premios Oscar. El paisaje hostil de la montaña y el clima, el aislamiento, la brutalidad por la supervivencia sin reglas y los objetivos poco claros o difusos, con excepción de retener a la científica encadenada o custodiada en una cueva, subrayan el contraste con la sociedad a la que el filme critica, sociedad que se refleja a través de una televisión que sólo transmite programas de entretenimiento o alguna noticia sobre el secuestro de la científica.
La indiscreción de un político genera un tsunami que amenaza terminar con el statu quo político. "Si esto se sabe nos cargamos un país", dice uno de los implicados ante el riesgo de que se revele el contenido de unos cuadernos donde se dejó registro de las coimas millonarias otorgadas a políticos por medios de comunicación, industrias farmacéuticas y constructoras. El líder de la "banda de gangsters", como los llama el auditor del partido a los involucrados, es acusado de prevaricación, fraude a la administración pública, cohecho, malversación, estafa, falsedad y tráfico de influencias, lo que se suma a la aparición de dinero en bolsos, testaferros y cajas de seguridad en paraísos fiscales. "El reino de la corrupción", ganadora de cinco premios Goya, es el segundo largo de Rodrigo Sorogoyen. El director español no se propone moralizar, sino exponer la corrupción y la impunidad del poder. Y lo hace en un filme con un guión dinámico, con ritmo parejo hasta el final, una compleja puesta de cámaras y un elenco que incluye algunos excelentes actores y actrices.
Islandia, una pequeña y fascinante isla con 340 mil habitantes, la menor tasa de desempleo del mundo con 3,4 por ciento, y el séptimo país con el PBI per capita más alto con 68 mil dólares, es un país cuyos habitantes pueden darse el lujo de tomarse muy seriamente el futuro del planeta. Así se expone en “Mujer en guerra”, una genial muestra de la escasa producción audiovisual que llega de ese país a Argentina, entre la cual figuran las películas “Rams” o “El inadaptado”, o la serie policial “Trapped” que se ve por Netflix. La protagonista de “Mujer en guerra” es una profesora de canto que a sus casi 50 años decide luchar contra una empresa metalúrgica que pone en peligro el medioambiente. Su obsesión es hacer colapsar la red eléctrica y parar la producción, pero una olvidada solicitud de adopción introduce dudas en sus proyectos. El filme adquiere llamativa actualidad estos días, a partir de la enérgica intervención que tuvo la adolescente sueca Greta Thunberg en la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas, donde desafió a los líderes del mundo a detener el calentamiento global. A eso se suman aciertos técnicos, estéticos y narrativos, en un filme en el que la banda de sonido es, literalmente, una banda que aparece en escena, con una atmósfera que recuerda a Emir Kusturica, el humor ácido de Richard Linklater y una protagonista -y muy buena actriz- con la tenacidad de una Norma Rae.
"Iniciales SG" es la historia fragmentaria de un perdedor. Extra de cine, actor porno, objeto de deseo de mujeres que buscan un romance exótico y exprés, Sergio Garcés es también un tipo con pocos sentimientos, aparentemente ni buenos ni malos, que confiesa que nunca se enamoró. Descortés, poco empático, agresivo por momentos, Peretti construye en detalle a Garcés en un trabajo convincente cuyo desarrollo en la pantalla se ve interrumpido por el recurso recurrente de la voz en off para explicar lo que es narrado en imágenes. Esta premiada película de Rania Attieh y Daniel García, va a su ritmo pausado del humor a la tragedia sin importar si se trata de mostrar las pequeñas desgracias cotidianas que caen sobre SG como una bomba, o de escenas sexuales interrumpidas por incidentes inoportunos o una muerte involuntaria.
La directora francesa Claire Denis vuelve a la cartelera con una historia singular. Esta vez la responsable de películas tan dispares como “Chocolat”, “Un bello sol interior” y “35 Rhums” se interna en un terreno espinoso como la ciencia ficción. En “High Life”, Denis pone en órbita a un grupo de delincuentes condenados a muerte o a cadena perpetua en una misión posiblemente suicida y probablemente inverosímil como es llegar hasta un agujero negro para captar su energía y poner las investigaciones al servicio de la vida en la Tierra. El largo viaje tiene una jefa siniestra, personaje a cargo de Juliette Binoche, que se proclama la “única criminal de ser llamada así en medio de tantos fracasados”. Las casi dos horas de película transcurren entre los textos ronroneados por Robert Pattinson y frases sueltas del resto de los pasajeros, flashbacks que explican a medias las causas de las condenas, la búsqueda de la procreación sin sexo y un viaje ambicioso pero con una errática hoja de ruta.
Uno de los aciertos de “Margen de error” es que, si bien la trama tiene como protagonistas a una pareja de mujeres, lo que cuenta podría pasar en cualquier tipo de relación, homosexual, heterosexual o lésbica. En este caso, la directora Liliana Paolinelli se interna nuevamente en una pareja de mujeres maduras en crisis, tal como lo hizo en “Amar es bendito” y “Lengua materna”. Aquí se trata de una científica y una médica veterinaria que tienen una relación estable y sin convivencia desde hace 23 años. La relación, sólida y sin sobresaltos, entra en crisis con la aparición de una joven que es hospedada temporalmente en la casa de una de ellas. Paolinelli dedica un tratamiento sutil a la descomposición de la relación y hace cómplice al espectador de esa transformación que nunca termina de mostrarse. Acompañada por un elenco de buenas actrices encabezado por Susana Pampín y Eva Bianco (foto), la directora evita el estereotipo y el trazo grueso y se permite algunos flashes de humor. Con una puesta en escena cuidada en la que muestra tanto esmero como la dedicada a los rubros técnicos, entre los que se destacan la fotografía de Soledad Rodríguez, el filme muestra que domesticar el deseo puede ser un buen plan a largo plazo.
El documentalista Martín Jáuregui debuta en la ficción con "La sequía", una película en la que lleva al extremo algunas decisiones estéticas y técnicas y las transforma en metáforas que pueden ser leídas en clave personal o social. Con el recurso de aislar a la protagonista del filme, Jáuregui ofrece un relato bellamente fotografiado, con planos secuencia y un preciso trabajo de cámaras y el paisaje casi como un protagonista más de su película. Rodado en su mayor parte en zonas semi desérticas de Catamarca, "La sequía" hace foco en Fran, personaje a cargo de Emilia Attias. Attias interpreta a una famosa actriz que después de una crisis laboral y de pareja, abandona una fiesta, atraviesa dunas y desembarca en un pequeño pueblo, seguida por una mánager que intenta convencerla de que está cometiendo un error. Pero Fran, aunque no tiene un plan claro, sabe qué es lo que no desea. Muestra su hastío, su insatisfacción, su cansancio, la vacuidad de algunos actos. Y así, respondiendo a un impulso que en su caso podría ser de supervivencia, profundiza la experiencia: prueba cambiar el confort y la previsibilidad de su vida y ver qué hay del otro lado del espejo que representa su mánager, un contraste mostrado de forma poética en algunas de las escenas a través del contrapunto del contexto agreste con un audaz trabajo de posproducción.
Nanni Moretti ofrece en “Santiado, Italia”, un relato cronológico y no imparcial -así lo afirma el propio director en la única escena en la que aparece adelante de cámara- del golpe de Estado que derrocó al ex presidente chileno Salvador Allende. El director italiano de películas como “Habemus Papam” y “La habitación del hijo”, vuelve a abordar el género documental. Luego de “La cosa”, en el que indagaba en la transformación del Partido Comunista de Italia, Moretti se interna en el Chile de los años 70 para narrar con testimonios e imágenes de archivo el pasado y el presente de hombres y mujeres que huían de la persecución política a través de la hospitalidad que les ofreció la embajada de Italia en Santiago. Discursos de Allende, filmaciones del bombardeo del Palacio de la Moneda e imágenes del toque de queda se alternan con los recuerdos de diplomáticos y algunos de los militantes de entonces que en su mayoría decidieron radicarse definitivamente en Italia. En pantalla aparecen algunos de las más de 250 personas que ingresaron saltando un muro y que permanecieron en la embajada, pero también dos de los militares que fueron testigos de la época, uno de ellos actualmente en prisión.
El director Néstor Sánchez Sotelo hace un compilado del humor judío en “El día que me muera”. Gran parte de la responsabilidad de que esa idea de los guionistas Verónica Eibuszyc y Gabriel Patolsky funcione es de la actriz Betiana Blum. Blum interpreta a Dina, la matriarca viuda y despechada de la familia que no recibe todo el amor que quisiera de parte de sus tres hijos, dos en Nueva York y otro en Israel donde supuestamente llevan exitosas carreras en cada una de sus especialidades. Como las llamadas telefónicas insistentes no dan resultado, la mujer decide poner en marcha un plan que los haga regresar a Argentina y junto a sus amigas, personajes a cargo de Alejandra Flechner y María José Gabín, planea su propia muerte y un funeral organizado en un pelotero devenido en casa velatoria. El plan no puede fallar, excepto por las sorpresas que se llevará Dina cuando lleguen sus hijos y sobre todo por la intromisión de su detestada hermana. Sánchez Sotelo, una de cuyas primeras películas fue el drama “Los nadies”, tensa la dirección de actores al extremo y logra que la parodia sobrevuele con gracia todo el trabajo. A eso añade subrayados en el delineado de los personajes que en otro contexto podrían ser contraproducentes pero que funcionan en la idea general de este filme que apela con éxito a los conocidos recursos de la madre sofocante, la culpa y la ironía asociados al humor judío.
La calma chicha del campo, especialmente a poco de terminar el invierno; un silencio roto por el ruido de las tolvas que procesan la cosecha reciente, algún ladrido en medio de la siesta, tan silenciosa como la mañana y la noche, conforman la atmósfera de "Vigilia en agosto", la ópera prima del director Luis María Mercado. Durante la hora y media del filme, Mercado describe con tomas y locaciones muy bien seleccionadas la mezcla de desazón y entusiasmo de Magda, una joven docente a punto de casarse. Mercado le deja el protagonismo a Magda y todas integrantes del cortejo de madre, tías, amigas, parientas y vecinas que la acompañan, la rodean, la ayudan y le hablan sin parar hasta que algo en ese ritual se descarrila, como si perdiese sentido a fuerza repetirse. El director, sin estridencias ni sobresaltos en el relato, construye su película con diálogos acotados y algunos relámpagos de humor en los que parece ironizar, con más o menos acidez, sobre los chismes y los prejuicios de la pequeña realeza de los pueblos chicos.