La Segunda Guerra Mundial también se libró y se escribió en las oficinas de las potencias, ya sea con criptografía o entre espías, traidores y héroes. Inglaterra fue uno de los epicentros de esos esfuerzos y así lo muestran películas como "El código Enigma" o la serie "The Bletcheley Circle". Trevor Nunn, realizador de adaptaciones como "Noche de reyes" y "Rey Lear", recupera en "La espía roja" la historia real de Melita Norwood. Alterando en parte la realidad, los guionistas transformaron a Norwood, una empleada calificada de una oficina gubernamental, en Joan Stanley, una brillante científica. Ambas, en la realidad y la ficción, están unidas por su legado: proporcionar a la ex Unión Soviética información sobre las armas atómicas que desarrollaba Inglaterra y que permitió a la URSS avanzar en el mismo sentido. La trama se matiza con dos historias de amor y proponen que Stanley (Judi Dench) actuó no como una traidora a su país, sino a favor de la paz y en contra de una posible tercera guerra mundial. Dench, de manera magistral, se encarga de profundizar la duda sobre la verdad histórica.
El director italiano Valerio Mieli ubicó su ópera prima “Ricordi?” en un cruce entre el clima onírico de Terrence Malik en “El árbol de la vida”, la experimentación de la Nouvelle Vague y el intimismo de Richard Linklater en el díptico “Antes del amanecer”-”Antes de la medianoche”. “Ricordi?” es ante todo un riguroso trabajo de montaje de los retazos de memoria, real o editada y embellecida por el tiempo, que van formando la trama de esta historia de amor, desamor, conflictos y reencuentros, tanto entre los dos protagonistas como los que evocan el pasado y funcionan como justificativo de decisiones, reacciones y personalidades más o menos taciturnas, complejas o simples. Mieli altera permanentemente el marco temporal de esta historia de amor con una puesta en escena y una dirección de arte que recorre treinta años, una complejidad técnica que el director evita dejar en evidencia para no distraer al espectador y unas locaciones en sintonía con el clima de ensueño de algunos tramos que van desde el parque de Bomarzo a pequeños pueblos medievales y una exquisita banda de sonido que incluye desde Bach y Debussy hasta “Taquito militar” y “Tanguera” de Mariano Mores, entre otros temas.
El verdadero amor es posible, pero no siempre se ajusta a lo planeado. Así parece afirmarlo la directora Claire Burger en su primera película en solitario. El filme, parcialmente inspirado en una experiencia personal de la realizadora, narra la historia de Mario y Armelle, un matrimonio de mediana edad, con su vida resuelta hasta que un día ella decide que necesita tomarse un tiempo. Esa separación que se acuerda de manera amistosa, resulta reveladora para Mario que de pronto debe hacerse cargo de la casa y de entender a sus hijas Frida y Niki, cada una inmersa en una búsqueda propia de su edad, una descubriendo su sexualidad y la otra intentando comprender el nuevo escenario que les toca vivir. Burger construye un relato íntimo de un proceso de descubrimiento y describe la vulnerabilidad de ese hombre cuyo aspecto de solidez oculta el derrumbe de un mundo que parecía previsible. La realizadora ilustra el proceso tránsito a una madurez desconocida y propone que quizás las crisis resulten tal vez una oportunidad para crecer.
La fértil saga de "El conjuro" dio lugar a su sucesora "La monja" y al spin off de "Annabelle", basado en una muñeca maldita que aterrorizó a varias familias. Ahora es el turno de los Warren, la pareja de expertos en fenómenos paranormales reales que dio origen a los relatos. A poco de comenzar, la película se interna en el inframundo representado por una habitación en la que los Warren guardan bajo llave todos los objetos relacionados con algún evento paranormal. Entre ellos ocupa un lugar destacado una vitrina en la que conservan a la famosa muñeca. El matrimonio de psíquicos, interpretado por Vera Farmiga ("Bates Motel") y Patrick Wilson ("Aquaman" y la serie "Fargo") vuelven a interpretar a Lorraine y Ed Warren, pero esta vez serán la hija del matrimonio, su niñera y una amiga adolescente las que tendrán que enfrentarse a los demonios que despiertan cuando una de las chicas sacará de su vitrina a Annabelle. Destinada a captar una nueva generación de espectadores, el filme no sólo está protagonizado por jóvenes y buenas actrices, sino que el director debutante Gary Dauberman no le ahorra tensión ni teme asustar a las chicas que tendrán que poner en su lugar a poderes malignos superiores en número y fuerza.
El francés Jean-François Richet dirigió y escribió este extraordinario recorrido por una convulsionada ciudad de París durante el gobierno de Napoleón Bonaparte. Un sólido guión y una reconstrucción histórica lograda con el diseño de arte y sobre todo de posproducción, y una dirección de fotografía detallista hasta la obsesión, sostienen con firmeza este relato que transcurre en su mayor parte en los bajos fondos de la ciudad, en escenas generalmente nocturnas e iluminadas con velas. Allí llega François Vidocq, un ex soldado napoleónico que fue acusado de un crimen nunca comprobado. Vidocq, interpretado por Vincent Cassel, es además una figura célebre entre los delincuentes, una fama adquirida por su capacidad para huir de prisión. Nuevamente Vidocq escapa de una cárcel en alguna colonia francesa y llega a París con un objetivo claro: obtener una amnistía colaborando con las autoridades en la captura de los delincuentes más buscados. Eso le vale el doble rango de héroe y soplón y el enfrentamiento con el otro aspirante a emperador de París. Richet muestra sólo lo necesario los salones del poder, su burocracia, su ineficiencia y sus mezquindades, y prefiere enfocar las pequeñas glorias y miserias de una sociedad en plena transformación.
La nueva película de Paolo Virzí es una declaración de amor y una crítica ácida al cine italiano, desde el industrial hasta los directores de culto, guionistas, intelectuales y estrellas, y sobre todo a Roma, en un registro de comedia similar al que utilizó Paolo Sorrentino en “La grande bellezza”. El homenaje más destacado es el que Virzí dedica a Fellini y a “81/2” de la cual la banda de sonido toma algunos acordes, pero también lo hace de manera más tangencial con Vittorio De Sica, Giuseppe Tornatore o Ettore Scola. Virzí contó para este monumental homenaje con un extraordinario equipo técnico y con los guionistas Francesca Archibugi y Luca Bizzarri, autor de filmes como “El capital humano”, “Habemus Papam” y la versión italiana de “Un novio para mi mujer”. “El fime comienza con un hecho policial la noche en la que Argentina se enfrentó a Italia durante el mundial de 1990. En medio del caos organizado que es la industria del cine, Virzí (“Loca alegría”, “Tutti I Santi Giorni”, “La prima cosa bella”) ubica a tres personajes ganadores de un prestigioso premio a jóvenes guionistas. El galardón los deposita en el epicentro de una parte de la industria dominada por ancianos escépticos -actores, directores, artistas, guionistas, abogados- llenos de manías, celos, insidia y vicios profesionales, y Virzí, como el personaje de Mastroianni en “8 y 1/2”, los hace recorrer el paraíso y el infierno de la ficción y la realidad.
El director español Igor Legarreta eligió para su ópera prima una historia que fusiona romance, suspenso y política que transcurre entre España y Buenos Aires y que recorre 50 años de historia. Para este ambicioso proyecto, el también autor del guión de “Autómata”, que protagonizó Antonio Banderas, contó con la actuación de los argentinos Eduardo Blanco y Flor Torrente a quienes se suma el ibérico Miki Esparbé para completar el trío protagónico. Uno de los puntos fuertes del filme es el guión que a lo largo de dos horas desarrolla una trama con múltiples giros para desvelar sólo en los últimos minutos cuál es la resolución del conflicto. En el medio de todo están Laura (Torrente) y su padrastro Fredo (Blanco) y todo comienza con el descubrimiento en el país Vasco de los restos de un hombre muerto hace 30 años. Se trata de quien fuera su padre quien supuestamente las abandonó a ella y a su madre y Laura y Fredo parten a España a desenmarañar la desaparición del hombre.
“Infierno grande” interna a su personaje protagónico en una atmósfera de extrañamiento a los pocos minutos de comenzar. La muerte y la violencia se esconden en un pequeño pueblo de La Pampa. Los mitos y las devociones populares se mezclan en una road movie de atmósfera asfixiante que sin embargo cuenta con un personaje femenino capaz de abrirse camino a cualquier precio y con la fuerza de demoler prejuicios y supuestas debilidades. Guadalupe Docampo y Alberto Ajaka interpretan a María y Leonel, una pareja con una clara disparidad de poderes, enfrentados por la violencia contenida de él, un político en campaña, y la determinación de ella, una docente a punto de parir que quiere emigrar y que compone como puede sus obligaciones, su embarazo y los desbordes de su marido. El filme se desarrolla en su mayor parte en un territorio deshabitado, bellamente fotografiado por Tebbe Schoningh, en un trabajo que refleja la desolación del campo abierto donde la hasta la idea de civilización parece ajena al contexto. El director Alberto Romero, también autor del guión, evoca por momentos algunos climas de las narraciones de Borges, entre lo ominoso y lo fantástico, y lo hace con una economía de recursos admirable, algunos personajes surrealistas, como un cura con su iglesia ambulante, y locaciones en Naicó, un pueblo fantasma de La Pampa devorado por la naturaleza, como lucen los personajes de Romero.
El terror casi siempre es nocturno, solitario, opresor, amenazante. Pero el director mendocino Alejandro Fadel, sin renunciar a esos tópicos, lo tiñó de un tono surreal. Fadel, cuyas ideas evocan a algunos de los maestros del género como Friedrich Murnau y Dario Argento, contó además para lograr ese clima extraño con un equipo técnico impecable en el que se destacan la dirección de fotografía y la iluminación que construyen con un lenguaje visual refinado esta historia macabra. La trama bucea en la locura de su personaje protagónico, David. Interpretado por Esteban Bigliardi, David sufre de alucinaciones, habla de monstruos, obsesiones, se esconde en lugares apartados y oscuros de la zona cordillerana y escucha voces que le dicen cosas extrañas que no termina de entender. Cuando comienzan a sucederse una serie de crímenes violentos contra mujeres en una zona rural, David parece el culpable ideal. La policía local tiene dos líneas de investigación, una lógica y otra que da crédito a los supuestos delirios de David. Fadel toma decisiones narrativas y estéticas arriesgadas como mostrar en primer plano las mutilaciones, la sangre y otros detalles. Sin embargo, y a pesar de algunas imágenes que puede incomodar, el director prefirió apostar fuerte antes que repetir clichés.
“Los miembros de la familia” muestra tiene como punto de partida la idea de que la adolescencia es un período de errancia o inseguridades en muchos aspectos, desde el lugar en la familia hasta la sexualidad. Así ocurre en esta película que acompaña a dos hermanos, Lucas y Gilda, en un viaje desde Buenos Aires hasta algún lugar en la costa bonaerense. Allí tendrán que cumplir con el último deseo de su madre que consiste en arrojar sus restos al mar, aunque lo único que tienen, por el momento, es una mano prostética. Concluido el ritual, estos dos chicos taciturnos, de pocas palabras y escasa gestualidad se encuentran con un segundo conflicto: un paro de transporte que los deja varados en una ciudad casi desierta, además de ser desalojados de la casa que suponen suya. Solos y a la deriva, aprovechan para conocerse mejor y experimentar sensaciones inexploradas. La película se ciñe así a lo que es casi un subgénero en el cine argentino: el viaje a la costa o al campo para encontrar el sentido de la existencia.