No resulta fácil describir, ni siquiera criticar con palabras un film experimental. De hecho, tampoco se debería hacer. El cine experimental, surgido en la vanguardia de los años ’30 y desarrollado por realizadores a lo largo de la historia es un movimiento único, con reglas, pero a la vez que no se atan a ningún tipo de estructura tradicional. Sino que apuntan a un público específico, con mente abierta, generalmente más interesado en la plástica de la imagen, en la exploración del encuadre, de los colores, del montaje, del mecanismo más que de un contenido...
“¿Quieres resultados? Tenés que ir con los Schwarzenegger, los Stallone y en menor medida con los Van-Damme” (Bart Simpson) Yippee ki yay, motherfocker! Los mercenarios liderados por Barney Ross regresaron a la pantalla. Stallone vuelve a juntar a casi toda la troupe (Mickey Rourke esta vez dio un paso al costados) para continuar con esta franquicia que se va a convertir en un deleite para los cinefilos nostálgicos que se criaron viendo películas de acción durante los 80 y 90. Cuando parecía que Hollywood se había olvidado de ellos, Stallone decidió inyectarles vida y hacerles un homenaje a todos juntos, con parodias incluidas. Esta secuela supera con creces a la predecesora, incrementando el grado de autoconciencia, parodia y violencia desenfrenada. Desde la primer escena, un rescate en Nepal, los protagonistas invaden un pueblo y destrozan cualquier cosa que camine armada. Mientras que los villanos, al menos amenazan con matar al secuestrado, estos mastodontes aniquilan sin preguntar, se regodean en la sangre, las tripas, las explosiones. Y está bien. Cualquier otro realizador los habría tomado como villanos. Stallone los pone en un pedestal. Los Indestructibles 2 tiene un argumento principal completamente absurdo y dos subtramas un poco más serias. Mr Church (Willis) le pide a Ross que consiga un mapa de una caja fuerte ayudado por una agente china, Maggie Chang (Yu). Dicho mapa lleva a un cargamento de plutonio escondido por los soviéticos durante la Guerra Fría. Sin embargo, en medio de la misión son interceptados por Vilain (Van-Damme) otro mercenario que planea robar el plutonio. Con esta excusa argumental se va desarrollando la película, esta vez dirigida por Simon West, un realizador no demasiado notorio, cuyo mejor crédito era Con Air – Riesgo en el Aire con Nicholas Cage. Al tiempo que West desarrolla esta historia, se abren dos subtramas relacionadas con los sentimientos del personaje de Ross (un seudo romance con Maggie y la venganza por un miembro de su grupo al que Vilain asesina). Esto provoca que la acción y la comedia se frene un poco, tratando de aportar un poco más de humanidad al personaje, y permitiéndole al semental italiano que se destaque como actor dramático. Sin embargo, West, sabe aprovecha mucho mejor los personajes secundarios y explota el materia extranarrativo que los “actores” mismos le dan a la trama. De esta manera, Dolph Lundgren se convierte en el cómic relief de la historia, demostrando mucha gracia para reírse de sí mismo, su brutalidad e incluso su doctorado en química (que proviene de la vida real). Por otro lado, las breves apariciones de Schwarzenegger y Willis son realmente notables. Ambos crean una buddy movie, una pareja despareja dentro de la película con diálogos que remiten a los anteriores trabajos de ambos. Y si de autoparodias hablamos, los pocos minutos de Chuck Norris en pantalla están dirigidos a los fans del campeón de Karate, que a los 72 años se mantiene en forma. Absolutamente todas sus escenas remiten a la películas que Norris filmó a fines de los ’70 y principios de los ’80 con Golan Globus. Es notable, como ninguno de los chistes se agota, y son completamente efectivos. No habría forma de ridiculizar a estos “héroes” de otras décadas que si no hubiesen estado ellos mismos. Incluso Van-Damme en su rol de villano funciona a la perfección. Se encuentra cómodo, disfruta siendo sádico, ya que nunca tuvo esa oportunidad en los films exitosos. Cada personaje, termina siendo funcional al argumento, cada muerte es más ingeniosa y sangrienta. Se trata de una automática experiencia de culto, donde se explota la limitada expresividad de cada uno en función de generar humor. A diferencia de la primera parte, la bajada de línea política es menor, ya que como queda claro, el único que se identifica como estadounidense es Stallone. Más allá de las leyendas, hay participaciones relajadas de Terry Crews y Jason Statham. Es mucho menor pero aplicada la participación de Jet Li, y la desconocida Nan YU, se destaca en su rol romántico con sensualidad y carisma. Dinámica, entretenida, explosiva, grasosa y autorreferencial, Los Indestructibles 2 es la mejor película que West haya hecho hasta el momento, se encuentra entre lo mejor que cada uno de los intérpretes realizó en la vida, y se trató del mayor placer culpable del año. El sueño del pibe. ¡Solo falta Seagal!
Historia de Dos Ciudades “Habiendo tantos personajes interesantes a lo largo de la historia, siempre filman a los mismos”. Es una frase que se he oído decir numerosas veces a mi padre, que siendo tan cinéfilo como yo y un apasionado de la historia, se siente decepcionado cada vez que escucha que en Hollywood deciden contar siempre las mismas historias sobre los mismos personajes. No hay que irse muy lejos. Este es EL año de Lincoln. Primero, cazador de vampiros, y después se viene la biografía de Spielberg. Sin embargo, existen héroes anónimos, que luchan por sus causas e ideales que son olvidados por la industria, quizás porque sienten que no van a ser marketineros. ¿A que estudio le podría interesar la biografía de Aung San Suu Kyi? Hija de un lider pacífico de Burmania, Suu Kyi es un personaje contemporáneo que lleva más de 20 años luchando contra el gobierno dictatorial de Birmania, para conseguir las primeras elecciones democráticas en 50 años. La clave de la lucha de Suu Kyi fue su propósito netamente pacífico inspirado por el idealismo de Mahatma Gandhi. Sin embargo, el mayor apoyo que tuvo fue el de su esposo, un doctor y profesor universitario británico, que pese a arriesgarse a perder a su mujer, emplea todo su tiempo, en incentivarla para que siga adelante con su lucha. El idealismo sobre el cuerpo y el amor. Luc Besson ya no busca impactar desde el contenido visual ni revolucionar en sus narraciones. Tiene suficiente filmografía para demostrar que es un realizador arriesgado que puede cambiar su punto de vista y expectativas audiovisuales película tras película. Le interesa el entretenimiento, pero le preocupa contar algo. Es un narrador. Con La Fuerza del Amor demuestra oficio y prolijidad. Bien podría tratarse de un film para televisión, pero realmente la tensión es efectiva, y la relación entre la protagonista y su marido, Michael Aris es el pilar de la película. Así como en Los Gritos del Silencio, más allá de la crítica y el alegato social, Roland Joffé priorizaba la relación entre el periodista y su asistente, aún estando a la distancia, cada uno en su país, Besson muestra como vive cada personaje la soledad y la injusticia en su tierra. Aung San tratando de demostrarle a los guardias que rodearon su prisión domiciliaria, que la revolución puede realizarse con fines pacíficos, mientras que en Gran Bretaña, Aris entabla una lucha diplomática donde queda en relieve la frialdad de los altos ejecutivos ingleses. La solidez y emotividad sutil, nunca forzada ni llevada a la sobreactuación de Michelle Yeoh y David Thewlis se imponen sobre la historia. Los personajes son fuertes y están muy bien escritos, mostrando las contradicciones de sus comportamientos, o mejor dicho su fragilidad y humanidad. Si bien no toda la película es llevada con la misma intensificación, Besson consigue un relato ameno y agradable, crítico con las dictaduras y las naciones que deciden dar una mirada al costado, pasar la vista gorda. A pesar de lo que dicen otros críticos, no es una obra golpebajista, porque los momentos más fuertes los anticipa desde el principio. Sí, es triste y sentimental. Tiene un par de escenas demagógicas que buscan el llanto fácil, la emoción. Pero no se siente trillado ni algo impositivo. Simplemente Besson cumple una función de narrar de la forma más transparente posible, dejando afuera las pretensiones. Pretensiones que darían posiblemente una película aún más solemne y ampulosa de lo que es. Besson adopta un tono seco por momentos y no se regodea en el sufrimiento de sus protagonistas. Trata de tener una mirada objetiva. No llega a ser una obra épica como la epopeya de Richard Attemborough ni tampoco una biopic tradicional (porque decide contar solamente un parte de su vida) , pero tiene una factor tensionante, relacionado con el paso del tiempo. Dicho tono se parece más al que realizara 20 años atrás con su mejor película , Azul Profundo. Una excelente reproducción, meticulosa puesta en escena, sobrias actuaciones y momentos emocionales genuinos, conforman La Fuerza del Amor, que si bien tiene algunas deficiencias, al menos nos permiten conocer a los espectadores, una historia diferente, de un personaje real y luchadora de los derechos humanos.
El Nacimiento de una Nación ¿Cuántas formas existen de esconder el racismo? En 1915, D.W. Griffith inventaba el cine épico en Estados Unidos. Realizaba la primer obra maestra de la historia del cine. Ejemplo básico acerca de la técnica cinematográfica, de las posibilidades narrativas que brindaba la cámara como testigo de múltiples puntos de vista de una misma historia, de cómo trasladar la literatura de Dickens al relato estrictamente visual. Sí, Griffith fue un precursor e innovador. Pero también era racista. Eligió como excusa de su revolución cinematográfica contar la guerra de secesión desde un punto de vista sureño, el lado derrotado, exhibiendo al “negro” como culpable de la guerra, como si fuera un animal salvaje, primitivo, malicioso. Pintaba a blancos con betún y exhibía a los miembros del Ku Klux Klan como grandes héroes, mártires y salvadores. El Nacimiento de una Nación hoy en día es considerada una obra netamente racista que no merece ser recordada...
Con Arnold y Paul era Más Divertido Lo admito, no soy de los que defienden el cine de Paul Verhoeven con espada y cuchillo, y creo que El Vengador del Futuro no es una buena película, sino un producto clase B sobrestimado con el paso del tiempo, gracias a las numerosas repeticiones que tuvo en cable y televisión en los últimos 22 años. La remake era completamente innecesaria. El universo de Phillip K. Dick empezó agotarse y solo Spielberg ha logrado realizar en los últimos 10 años dos propuestas interesantes con sus historias: Inteligencia Artificial (lejanamente inspirado en el mismo cuento que inspiró Blade Runner) y Minority Report: Sentencia Previa, que es un digno entretenimiento pero se encuentra lejos de lo mejor del realizador...
Torrentitos Amorosos El legado de John Cassavetes sigue siendo la principal influencia del cine Indie estadounidense. Una nueva generación de cineastas que bordean los treinta años como Joe Swanger o principalmente los hermanos Safdie se nutren del estilo, la temática e incluso el método de producción del cineasta que innovó y revolucionó el cine de Hollywood con trabajos ultra independientes, búsquedas temáticas y estéticas propias, y una exploración de los límites de las actuaciones con un elenco fijo que lo siguió hasta sus últimos trabajos (como los recientemente fallecidos Ben Gazzara y Peter Falk, o su mujer, Gena Rowlands)...
Cuando el humor sobra Es irónico. Por fin se realiza un film noir con actores argentinos que tiene una historia que justifica, la estética, el tono, los personajes de los mejores policiales negros nacionales de la década del ’50. Aquellos que realizaban Hugo Fregonese o Kurt Land como Apenas un Delincuente o El Asalto. Por fin se recupera la tradición noir, con una trama histórica tan absurda que podría ser real. Por fin, Guillermo Francella puede demostrar que es un gran actor dramático y puede ser un protagonista serio, profundo, creíble. Si ¡Atraco! tenía todos los motivos para ser un gran policial, provocando olvidar el bodrio que fue La Señal de Ricardo Darín, rememorando el tono romántico-épico que Eduardo Mignona supo construir en La Fuga… entonces, ¿por qué si la película tendría los condimentos necesarios para convertirse en un éxito asegurado, tenían que meterlo a Nicolás Cabré interpretando un personaje cómico? Parece que Eduard Cortés y los demás productores no confiaban que podría funcionar bien el film sin una cara bonita, y una dosis de humor contemporáneo. El efecto termina siendo contraproducente. Cabré, su personaje y los momentos cómicos, perjudican una historia bastante atrapante. 1955. Perón está en Panamá. Uno de sus secretarios, Landa (maravilloso y soberbio Daniel Fanego) pretende empeñar los joyas de Evita para conseguir el dinero suficiente para que el General pueda establecerse en Madrid. Sin embargo, Franco no quiere que un presidente exiliado viva a su gusto en España. Landa no se rinde. Ya ha empeñado las joyas y hará lo posible para que Perón se quede en Madrid. Al mismo tiempo, se entera que en la joyería donde hizo el empeño acude Doña Carmen, esposa de Franco y exige las joyas de Evita. Landa y el dueño de la joyería planean un falso robo para sacar las joyas de España antes que Doña Carmen se las lleve. Para eso manda a un ex guardaespaldas y un joven actor desempleado para que cometan el “atraco”. Cortés logra hacer una exacta reconstrucción de época y ayudado por la fotografía de David Omedes, genera climas líricos. El problema es el tono de las actuaciones que afecta a todo el relato. Lo que empieza siendo una comedia negra sobre una pareja despareja que debe robar una joyería (Francella es meticuloso, serio, experto; Cabré es tonto e inocente) deriva a un policial hecho y derecho, con un chica en el medio (Amaia Salamanca, basta sólida), que si bien no funciona en el rol de femme fatale, termina siendo el talón de Aquiles de uno de los personajes, para terminar en un melodrama previsible. Aún así, el salto de género es evolutivo y la película tiene ritmo, ya que cuando la participación de los ladrones se agota, pasamos a conocer a dos detectives (Martínez y Jaenada) que funcionan como espejo de la pareja que conforman Francella y Cabré. La relación padre-hijo/veterano-discípulo funciona mejor en el segundo caso que en el primero, porque el tono interpretativo y la química se da en forma más natural. Por el lado argentino, en cambio, Cabré parece salido de una comedia televisiva. Esto no es culpa del actor, que se esmera un poco por estar más contenido y expresivo que en otras películas, pero sí de la dirección de actores o de las intenciones de los productores que buscan con su presencia y “gracia” enganchar a la audiencia femenina. El contraste es Francella, que sí consigue salirse del rol del comediante. La madurez del protagonista ya se había visto en El Secreto de sus Ojos y acá se confirma. Francella puede ser dramático y carismático al mismo tiempo, adaptándose al momento histórico que vive el personaje. Más allá de esto, no se trata de un producto mediocre. Hay buen ritmo, el suspenso está dosificado, se genera tensión. Podría crecer un poco más sobre el final y ser menos melancólico, pero igualmente el efecto funciona. Apoyado en la banda sonora de Federico Jusid, se genera un tono sentimental, romántico, empático con los personajes, sin llegar al desborde. Pero sino fuera por el mal uso del humor y la fallida elección de Nicolás Cabré interpretando a… Nicolás Cabré, estaríamos hablando de un film mucho mejor, que haría justicia a la historia del cine policial nacional.
Pura Química Es muy posible que si no hubiese sido un sorpresivo éxito de taquilla que ganó adeptos a nivel mundial gracias al boca en boca, nunca habríamos escuchado hablar de esta película. No pasó por Les Avant Premieres ni ningún Festival clase A, no tiene figuras de la talla de Gerard Depardieú o Catherine Denueve. Ni siquiera están Louis Garrel o Romain Duris para trascender los límites de Francia. Tampoco apunta directamente a la juventud con estrellas televisivas atractivas o un tema que podría llegar a interesar al público adolescente...
Injusticia sin fronteras En 1991, Carlos Saúl, por entonces presidente argentino, inauguraba el puente San Roque González de Santa Cruz en la Ciudad de Posadas, que uniría la capital misionera con la ciudad de Encarnación en Paraguay. Dicho puente, que se empezó a construir durante las dictaduras militares de Videla y Stroessner, permitiría un mejor acceso a la triple frontera, mejorar el comercio de la zona y la comunicación entre ambas naciones. Sin embargo, gracias a las privatizaciones de empresas nacionales que terminaron por destruir la economía durante la década del ’90, el 70% de la población de la provincia mesopotámica quedó debajo del nivel de pobreza, provocando que la principal actividad que se realizara en dicho puente, sea el narcotráfico. Esto trajo como consecuencia la creación de la Policía Caminera en la frontera paraguaya, que controla el paso de droga y mercancía de una frontera a otra. En el año 2001, en una “confusa” persecución a traficantes en el puente, dos gendarmes misioneros murieron supuestamente ahogados. Desde entonces, la viuda de uno de ellos, Aurora, está tratando de descubrir la verdad, acerca de la muerte del marido. El trabajo de Eduardo Schellemberg tiene un mayor valor periodístico que cinematográfico posiblemente, ya que tiene una clara intención de denuncia contra el sistema legal y la corrupción policiaca en ambos bordes del puente. El realizador toma como protagonistas a tres personajes: la susodicha Aurora, a la que viene siguiendo en estos diez años en que busca justicia; a un ex fiscal paraguayo devenido en jefe de la policía caminera, que muestra el funcionamiento del registro en el puente y a un abogado misionera, que pretende mostrar la razón por la que las comunidades de ambas fronteras se convierten en peones del narcotráfico para poder mantener a sus familias. Si bien termina siendo un poco extenso el documental, hay que atribuirle a Schellemberg la pasión por la investigación (recurriendo a buen material de archivo) y un preciso uso del montaje, consiguiendo un relato fluido y dinámico gracias a que va intercalando en forma progresiva las tres historias. En los tres casos, la narración se va construyendo de a poco. Ya sea aclarar un misterio (la muerte del gendarme), comprender los motivos que dejaron al ex fiscal fuera del poder judicial paraguayo (funciona en menor medida, pero es un personaje interesante) o ser testigo de la construcción del informe sobre la pobreza de la zona por parte del abogado. De las tres historias, la de Aurora es la más atrapante porque como personaje tiene una construcción completa. Ya que además de mostrarla en la cotidianeidad y narrando los hechos que acontecieron en la primavera del 2001, el director también la ayuda en la búsqueda de testigos para la apelación contra los sospechosos por el crimen de su marido. Por otro lado, tiene muy buenos momentos el seguimiento del día del ex fiscal, como por ejemplo cuando atrapan a un motociclista o a un automotor con cocaína encima. Algunos datos no logran comprenderse en su totalidad, pero también porque lo que sucede en el puente termina siendo tan corrupto como confuso. El Silencio del Puente es un trabajo que da pie a la reflexión y que hace una aplicada denuncia sobre una región del país, donde la justicia, prefiere hacer la vista gorda.
Bigger than Life (más grande que la vida) “ ¿Por qué caemos?... Para volver a levantarnos” Hay historias que superan al simple relato. Hay narradores que buscan llevar sus ideales a un sentido épico que supera cualquier tipo de comparación. Hay artistas que tienen la ambición de dejar una huella marcada en la historia. Hay personajes que trascienden su origen y toman vida propia, depende quien cuente sus historias. Christopher Nolan traspasó todo tipo de barreras con su trilogía de Batman. Superó los prejuicios iniciales, confirmó que se puede hacer cine de autor a partir de un producto prefabricado. Tomó a Batman como un justiciero de los ideales y la moral. Un defensor ideológico, un creyente del bien común. No se trata de hacer cumplir la ley, sino de implementar un equilibrio. Pero más allá de eso, creó un trilogía perfecta, redonda, donde se habla del camino del héroe. Las caídas, el resurgimiento, y el triunfo a través del sacrificio. Bruce Wayne es un revolucionario. Un hombre que está más allá del bien y del mal, que viene a una Ciudad Gótica que representa a las grandes capitales mundiales, a la pesadilla capitalista, que está a punto de ser derrumbada una y otra vez por un ejército que desea implementar la anarquía como forma de justicia, de equilibrio. Una anarquía asociada a la destrucción. Batman representa un símbolo de fe. Ese es el superhéroe de Nolan. Un hombre común capaz de devolver la moral a una ciudad. El espejo de esa sociedad corrupta es el ejército de las sombras liderada por Ra’s Al Ghul (Liam Neeson) o en este caso por Bane (Tom Hardy), pero también fue la figura de El Guasón, un personaje completamente metafórico, el espíritu del odio. Y cada personaje al que Bruce Wayne tuvo que enfrentar durante su camino de heroísmo, lo ayudaron a superar sus propias pérdidas, y a recomponerse como el hombre detrás de la máscara. A pesar de que Nolan, siempre le quiso impostar una estética cada vez más realista a su Ciudad Gótica, más profundo y simbólico es el mensaje que quiere construir. Ambicioso y riesgoso sin dudas. A Nolan no le interesa la psicología de sus villanos. Son amantes de la destrucción por el solo placer de destruir. Los villanos son el Apocalipsis, el caos en sí mismo. No importa cuáles sean las herramientas que usan, las máscaras. La meta es siempre la misma. Los guiones de Nolan son tramposos y complejos. Pretenciosos pero profundos al mismo tiempo. Esta pretensión le jugaría en contra sino fuera que Nolan, no solamente viene a dejar un mensaje y apropiarse de una figura de la cultura popular, sino desmenuzar sus facetas, exprimir cada aspecto para introducir una crítica al sistema, pero al mismo tiempo tener fe en los ideales de la gente. Al igual que Frank Capra, Nolan manipula a sus villanos para que destruyan en primer lugar la economía de Estados Unidos y después las esperanzas de sus habitantes. Villanos inteligentes, no meros criminales que buscan retribución económica o poder, sino una venganza sistemática, en donde incluyen las debilidades de Industrias Wayne, pero subestiman el poder que genera Batman y sus aliados. El Caballero de la Noche Asciende peca de ser un poco previsible, pero como sucede con otras películas de Nolan, las trampas, no molestan porque tienen coherencia con el relato y con lo que se quiere contar. El entretenimiento y la acción son mecanismos para enganchar al espectador, y las actuaciones y los diálogos son el soporte la base del realizador. Sin un elenco que convenza continuamente, que sufra, que motive al espectador a odiar, empatizar, generar conflictos con los personajes, dualidades, es imposible ver una obra de estas características. Nolan se esmera para que los efectos especiales se noten lo menos posible y lograr resaltar las interpretaciones de Bale, Oldman, Cotillard, Hardy y especialmente Michael Caine que se luce como Alfred mucho más que en las anteriores entregas. Busca matices en sus personalidades, sutilezas en sus expresiones, dicotomías emocionales incluso, sin dejar afuera pocos pero apropiados chistes, que le quitan solemnidad al relato. Nolan explota el recurso de “deus ex machina” para no dejar ningún cabo suelto. Es una historia muy compleja, con varias vueltas, idas y venidas temporales, personajes ambiguos. Pero esto no debería sorprender, ya que lo fue filtrando sutilmente en Batman Inicia y El Caballero de la Noche. Al igual que a Hitchcock, poco le importa el verosímil. Sí, es una ironía. Trata de mantener una estética realista (contrastada a las visiones pop y kitch de Burton y Schumacher respectivamente), pero crear elipsis extrañas, irreales. Aún así, en el resultado final, o mientras se desarrolla la acción, esto no molesta, pero crea interrogantes al salir de la sala. Ahora bien. ¿Quién dice que esto esté realmente mal, si de verdad no ayuda al desarrollo de las acciones y resta dinamismo al relato? Como en toda trama y las mejores películas, el universo, el mundo es fundamental. Y no me refiero a la construcción de Gótica en sí, sino a la forma en que Nolan se arriesga a alejarse del punto de vista del héroe únicamente para empatizar con otros personajes, más humanos, con mayores dudas, que atraviesan el camino del héroe también a su forma y a su ritmo. Porque si bien, la trilogía habla más de Bruce que de su alter ego, es solo en la primera parte en la que lo toma como protagonista absoluto. En la segunda, aparecía el justiciero sin máscara que “vive lo suficiente para verse convertido en villano”, Harvey Dent, que era el verdadero hilo argumental de la historia, y cuyo desenlace es la razón por la que Gótica vive en un equilibrio falso que necesita desequilibrarse nuevamente. O sea, Dent era más importante que El Guasón (este era solo un comodín que inclinaba la balanza) y sirve para que se cuente esta historia. En El Caballero de la Noche Asciende, hay dos personajes que deben decidir de que lado están: un policía huérfano (Blake, a cargo de Joseph Gordon Levitt que posiblemente logra su mejor actuación hasta el momento), y una ladrona inteligente, pero de códigos morales, que es Selina Kyle (o Gatúbela, convincente Anne Hathaway). Nolan muestra la desigualdad social de Estados Unidos a través de estos tres personajes, rencorosos y solitarios, fundamentales para vencer al mal mayor: Bane. El realizador juega, manipula continuamente a estos personajes, porque no hay duda de que Gordon, Fox y Wayne están del lado de la justicia. Y está bien que el espectador en cierto sentido se identifique con ellos. En el medio hay personajes comodines nuevamente como los que interpretan Matthew Modine y Marion Cotillard, con la destreza ya conocidas de ambos. Como toda gran saga cuando llega a su fin, El Caballero de la Noche Asciende tiene momentos de melancolía y tristeza. Es difícil separarse de algunos personajes, pero el resultado final es satisfactorio. Algunas piezas encajan en forma forzada, con el último aliento y hay que autoconvencerse bastante, de que las mismas no fueron puestas para satisfacer el capricho, sino para cerrar la pieza en su totalidad. He entablado largas charlas con colegas que están a favor y en contra de esta tercera parte, pero no he visto uno solo que se fije más en el efecto del resultado final, que es impactante. Así como El Padrino, El Señor de los Anillos o la primera trilogía de La Guerra de las Galaxias, en este momento me es imposible pensar la saga como piezas por separado. “La” Batman de Nolan (o de los hermanos Nolan) es una sola película. Una obra maestra, grandilocuente, con excesos, pretenciosa y ambiciosa, sí, pero también repleta de múltiples lectura sobre la visión del mundo, la violencia y la corrupción política y de los valores. Es un trabajo donde la fotografía de Wally Pffister en la creación visual de un universo, y la banda sonora de Hans Zimmer, aportan a deslumbrar los sentidos, envolver al espectador y crear una experiencia cinematográfica única, épica, como hace años no se veía (justamente desde El Señor de los Anillos) con final a lo grande y exagerado, como se merecía esta historia que habla de padres, hijos, maestros y discípulos básicamente. El círculo se cierra. Aplaudo y me arrodillo ante la destreza narrativa, intelectual, creativa; la sagacidad y la pérdida del miedo al fracaso de Christopher Nolan para crear una trilogía que sin dejar el factor mainstream y entretenimiento, se arriesga a romper las barreras comerciales y dar pie a discusiones y debates. Por esto mismo no me pongo a comparar una contra otra. Las tres son igual de efectivas, igual de inteligentes y muy distintas en sus búsquedas, lo cuál permite que se disfruten como paquete o en forma individual. Se complementan. No me importa que el romance no se genere, que algunos personajes se debiliten de un momento a otro, que por momentos se vuelva discursiva y explicativa. Todos son detalles menores. El resultado final es más grande que los elementos individuales. Más grande que la vida. El espectáculo cinematográfico es todo. Nota: al final de los créditos un cartel reza, “esta película se hizo con material fílmico de principio a fin”. El verdadero cine no está muerto. Nolan lo hizo ascender.