Ponyo a la Irlandesa “Bajo del mar, bajo del mar. Vives contenta, siendo sirena eres feliz. Sé que trabajan sin parar y bajo el sol para variar. Mientras nosotros siempre flotamos. Bajo el mar”. Los griegos decían que cuando navegaban, escuchaban canciones de mujeres, provenientes del mar, que tenían la mitad superior, cuerpo de humano, y la otra mitad, cola de pez. Las canciones hipnotizaban a los navegantes, y los griegos le echaban la culpa a las “sirenas” cada vez que chocaban sus barcos. Los irlandeses, en cambio creen en las selke o mujeres foca. Según el mito de Ondine, una mujer foca va a salir a la superficie y vivir durante siete años con un hombre común, si se enamora de él, perdiendo sus vestimentas hasta que su marido la venga a buscar y la regrese al mar. El ecléctico Neil Jordan, que siempre fue fiel a sus raíces irlandesas, tiene una extensa trayectoria mezclando fantasía, política y romance. Sus mejores trabajos suelen ser aquellos que no hace por encargo, que él mismo escribe, que puede conjugar y jugar con los géneros cinematográficos. Su cine tiene elementos transgresores, oníricos, discutibles, pero lo que es indudable, es que siempre fue un gran narrador. El IRA, la crítica hacia la iglesia católica, mezclado con los miedos de la niñez, la forma en la que la violencia genera mayor violencia, y apuntados aportes de humor negro distinguen su filmografía. Tras la relativamente polémica Valiente (que acá salió directamente en DVD) con Jodie Foster, Jordan regresa como pez al agua, a su Irlanda natal con una vieja fábula que rememora un poco los cuentos de Hans Christian Andersen, pero con una vuelta de tuerca. Así como en 1984 realizara, una macabra versión de Caperucita Roja con En Compañía de Lobos, ahora manifiesta su propia mirada del mito de La Sirenita. Syracusse (un Colin Farrell sólido, sin excesos. Volver a Irlanda también le hace bien a él, se nota) es un pescador solitario que un día tira la red al agua y saca una mujer hermosa. La misma no tiene nombre (se hace llamar Ondine, como el mito local). Syracusse le da un hogar a cambio de su compañía. Ondine le pide que la lleve a pescar, pero que la esconda de la visión del resto de la gente. Ella le trae suerte con la pesca y Syracusse se enamora de ella. Al mismo tiempo, aparece Annie, la hija. Annie se traslada en silla de ruedas mientras espera que le hagan un transplante. Entre Ondine y Annie nace una buena amistad, y Syracusse mejora su carácter gracias a la compañía de ambas. El problema surge, cuando un misterioso hombre viene a buscar a Ondine. Jordan construye una comedia romántica con algo de drama, pero que nunca se convierte en una telenovela. Todo lo contrario, se puede decir que es la obra más optimista de Jordan en mucho tiempo. Más interesado en el retrato de la comunidad pesquera y en la relación entre los personajes, profundizando en las ironías sobre el destino, el azar, la vida y la muerte, el realizador de El Juego de las Lágrimas y Entrevista con el Vampiro, crea una fábula en donde la realidad social se introduce de forma mágica. Seductora y elegante, acaso como Mona Lisa, Un Buen Ladrón, El Ocaso de un Romance o Desayuno en Plutón (una película subvalorada si las hay) Amor sin Límites no será la GRAN película de este gran realizador, pero al menos sostiene su estatus autoral. Humor, romance, nostalgia navegan alrededor del barco de Syracusse. Como ya dije, Farrell está cómodo en el rol, bien acompañado por la bella cantante mexicana Alicja Bachleda y por el actor fetiche de Jordan, el excelente intérprete Stephen Rea, a quien esta vez, le reserva un rol secundario que encara con la naturalidad que lo caracteriza. En los límites del absurdo y el realismo mágico, Jordan realiza este trabajo sin fisuras, que además cuenta con una hermosa banda sonora a cargo de Kjartan Sviensson (que también aporta con una canción en 127 Horas) y la maravillosa fotografía de Christopher Doyle, aprovechando al máximo la geografía irlandesa. A través del canto de su sirena, Neil Jordan lleva a un buen puerto Amor sin Límites, un cuento de hadas fiel a su estilo, que va a provocar el derrame de algunas lágrimas. Solo que esta vez no será un juego, y las sirenas no traerán sorpresas, de la mitad de la cintura para abajo.
Aunque el Diablo cambie de sexo... Hace casi 5 años atrás, El Diablo Viste a la Moda sorprendía mostrando una crítica y ácida mirada al mundo de las revistas de la moda, y la moda en general. Con simpatía y el encanto del duelo interpretativo que invocaban Anne Hathaway y Meryl Streep, El Diablo, se convirtió en un éxito sorpresa. La historia, básicamente narraba los contratiempos a los que tenía que enfrentarse una joven emprendedora que no provenía de un sector acomodados ni había atendido a las mejores universidades, y aún así salir adelante y poder enfrentarse a una importante empresaria come personas. Aunque para muchos, este tipo de historia resulta una novedad, en 1988, el gran Mike Nicholls, exponía algo similar en Secretaria Ejecutiva. Allí, Melanie Grifftith tenía que hacer valer su posición en un mundo machista… liderado por una mujer (Sigourney Weaver). Además, ambas debían competir por un hombre… Harrison Ford. Como en Hollywood, todo lo que funciona se debe repetir, y nada es original sino reciclado, J.J. Abrams llamó a Aline Brosh McKenna, guionista (pero no escritora) de El Diablo para crear la historia de una joven emprendedora que debe salir adelante en un mundo tan “competitivo” como la televisión. Lo cuál, nos remite a otra clásica comedia de los ’80: Al Filo de la Noticia, de James L. Brooks, donde Holly Hunter, debía encontrar su lugar en una cadena de noticias, al tiempo que Albert Brooks y William Hurt competían en el programa. En Un Despertar Glorioso, se mezclan las tres películas, y como suele suceder cuando se meten demasiadas intenciones y en un guión superfluo, los resultados son desafortunados. Acá, el diablo, Mike Pomeroy, no es otro que Ford, interpretando a un periodista renombrado, serio, maduro y solitario. Creído y soberbio. Es terco y hosco. Debido a una falla en su contrato se ve obligado a tomar el puesto de conductor de un programa matutino junto a una veterana Ex Miss Arizona (Keaton). Básicamente, y sin ánimo de ofender, es como si pusieran a Santo Biasatti junto a Susana Gimenez conduciendo un programa de Maru Botana. Pero la verdadera protagonista es Becky (Mc Adams), la típica workalcoholic, que debe salvar al programa, y al mismo tiempo llevar a buen puerto su vida laboral y sentimental. Lamentablemente, el guión de McKenna es muy básico y tiene la misma estructura que El Diablo, pero con personajes más débiles y mucho menos ingenio que la anterior para crear escenas dinámicas. De hecho, los giros del guión son poco creíbles y demasiado forzados. Si bien, el conflicto personal (y duelo actoral) entre Becky y Mike (Mc Adams-Ford) son lo más profundo e interesante de la trama, el desentendimiento de todos los personajes secundarios (especialmente el de Keaton y el interés romántico de Becky), es lo alarmante. Ninguno tiene cuerpo o sentimientos, están al servicio de los protagonistas, y quedan seriamente olvidados. Cayendo en todos los clisés y lugares comunes acostumbrados, parece que a McKenna se le ha olvidado que los demás personajes tengan algo más de maquillaje en la cara. Roger Mitchell, director de Un Lugar Llamado Notting Hill y Venus, entre otras, carece de ingenio para crear una obra dinámica, más allá de un montaje demasiado sostenido en una banda sonora de canciones “pegadizas” y “modernozas” (asoma por ahí “Stuck in the Middle with You” pero cantada por Michael Bubblé). A diferencia de la película con Hugh Grant y Julia Roberts, el timing humorístico no es acertado. Todos los intentos de humor, son demasiado vistos y no aportan a la historia. Tampoco llega a enganchar el trasfondo dramático. Y si existe una crítica a la televisión “basura”, esta brilla por su ausencia. Es más, la moralina parece ser: es bueno equilibrar la basura con un poco de “periodismo serio”. O sea, ahora entiendo porque tenemos la televisión que tenemos. Si Un Despertar Glorioso se deja ver es más que nada, por la gracia, simpatía, belleza, carisma e inteligencia de Rachel Mc Adams. Actriz todoterreno, a McAdams la comedia le sienta bien sin dudas. Enfrentada a Diane Keaton, podemos ver, que la joven canadiense de 32 años, tiene esa personalidad fuerte y destreza para llevar adelante sola una película. No por nada, es la protagonista de la última película de Woody Allen. En cambio, es lamentable en lo que se ha convertido la primera musa alleniana. Una burla de sí misma, Keaton, es una sombra de lo que era en su juventud. Imposible analizar porque elige personajes tan superfluos y estereotipados. Se trata de una actriz que supo enfrentarse a los hombres más duros de su generación, de personalidad e inteligencia. Además, una gran directora. Pero hace mucho, que Keaton es solo una sesentona que se ríe de la edad y el paso del tiempo. Del elenco secundario, tanto Patrick Wilson como Jeff Goldblum están desperdiciados, y una lástima que pierda protagonismo el personaje de John Pankow, una gran actor secundón de sitcoms (Loco por Ti) Por último Harrison Ford, interpreta a un personaje que sirve de metáfora de si mismo: un hombre respetado, duro, con mala fama, pero que todavía tiene sus armas, y así como el personaje pide a gritos atención y respeto, y no rebajarse antes las insulsas propuestas de una joven caprichosa, él mismo hace un llamado: “hago estos personajes para demostrar que aún puedo hacer cualquier cosa. Todavía soy versátil. Llámenme”. Su actuación se destaca por la verosimilitud que le imprime el protagonista de Testigo en Peligro. Realmente cree en el personaje. No niega que la comedia no es su terreno. Fuera de cámaras, no deja de insistir a su amigo Steven, que le dé la oportunidad de ponerse el sombrero, la campera marrón y el látigo una vez más. Lamentablemente, así como el personaje debe resistir, él también. Pero los que sufrimos viéndolo rebajarse, somos sus fanáticos. La brújula de J.J. Abrams ha perdido por fin su rumbo. Un Despertar Glorioso es un producto demasiado previsible, superficial, que no logra funcionar en la comedia, el drama, el romance o la crítica. La pareja protagónica hace lo que puede, pero ni los mejores periodistas pueden sacar adelante un programa repleto de malas noticias.
Igualita a mí “Que cosa la familia ¿eh?” diría un personaje de Francella. La difícil relación entre padres e hijas post adolescentes parece un género en sí mismo del cine argentino de los últimos 10 años. Desde Un Argentino en Nueva York hasta Igualita a Mí, pasando por El Nido Vacío, Amorosa Soledad o XXY en menor medida, pareciera que es muy difícil para un padre relacionarse con el rol que le ha tocado en suerte, entenderlo, llevarlo a adelante y reconocer, no solamente, el problema en sí, interno generalmente, sino también reconocer su propia identidad en la propia hija. Ahora bien, esto que podría dar para todo un análisis sociológico acerca de porque los argentinos tenemos problemas con nuestras hijas, el cine, en la mayoría de los casos ha decidido tratarlo de la forma más banal y superficial posible, creando comedias dramáticas con pretensiones comerciales, que se preocupan más en como generar empatía con un tratamiento televisivo, que con un discurso más interno, profundo, reflexivo y sutil. Lamentablemente, Familia para Armar, si bien no llega a convertirse en un producto ideado en televisión como son las “comedia” de Suar y Francella con Bertotti y Oreiro respectivamente, tampoco se acerca a lograr la profundidad referida, más que nada porque se pierde en lograr un equilibrio, un tono justo para que el público se acerque a las salas, pero a la vez no caer en lo banal, y lo peor es que tratando de encontrar “esa” profundidad dramática, no termina por convencer ni redondear lo que quería contar en principio. Más allá de que la llegada repentina de una hija, en la vida de un hombre “solitario” es algo ya visto, como dice más arriba, Martín, la película sufre lo que se llama “la búsqueda del género”: ¿qué quiso hacer realmente González Amer? ¿una comedia dramática o un melodrama con algunos toques humorísticos al principio? Realmente no logro visualizarlo. Si se quería generar empatía, ¿por qué crear escenas que parecen salidas del peor unitario de Canal 13? ¿Por qué forzar a los personajes a que digan cosas o acciones de maneras que no parecen coherentes con el comportamiento que veníamos viendo en pos de un efecto dramático que tampoco termina por generarse? O ¿por qué agregar subtramas y personajes que no se desarrollan? (todo lo referido a la hermana de Ernesto, el protagonista o la historia del huésped y sus dos amantes). O porque meterle tanto énfasis a la manera en que el protagonista se obsesiona con publicar una novela, y no terminar de redondear la idea. Tengo que admitir que no me parece una película fallida. De hecho, escenas sentimentales, que podrían haber caído en el golpe bajo más reculado y telenovelesco, González Amer las maneja con una sutileza y economía de recursos cinematográficos que dan envidia. Muchos podrían aprender de eso. Aportan verosimilitud a los personajes, los intérpretes, sólidos y creíbles. Especialmente Oscar Ferrigno logra llevar adelante la película con presencia y carácter, tratando de aportarle emoción genuina a su protagonista. A pesar de su frialdad, Ferrigno le da calidez a su Ernesto y la joven Malena Sánchez, tiene un loable debut cinematográfico. Por otro lado, Norma Aleandro da el respaldo a un elenco joven y prácticamente desconocido con la naturalidad que la caracteriza. El personaje no le presenta demasiados desafíos y la veterana actriz, pone su carisma al orden del día. Es una lástima que el personaje, quede tan relegado. También Valeria Lorca y Darío Levy aportan su grano de arena a la historia. En la gacetilla de prensa, dice que González Amer construyó el guión a partir de la recopilación de varios cuentos. Pero como le sucede a Ernesto, la suma de los cuentos no terminan por generarle una novela, y acá pasa algo similar. La suma de tramas y subtramas no terminan por construir una películas. Estamos a la mitad de la novela recién. Cinematográficamente hablando, la tarea en los rubros técnicos es correcta, ajustada a los requerimientos del guión. Visualmente es interesante y “realista” la puesta de luces de Sebastián Gallo, aprovecha al máximo el paisaje de Cariló. La música edulcorada de Espinoza y Monteleone le sacan seriedad a muchas de las escenas. Es probable que González Amer (El Infinito sin Estrellas) sea un gran escritor, honestamente por desconocimiento, no lei sus novelas, pero como director cinematográfico carece de identidad. Aun cuando Familia para Armar se acerca en tono, temática e intenciones al cine de Burman y Campanella más que a la vulgaridad del cine de Polka o Telefé, alejándola del mero productor consumista, el director no encuentra la brújula para llevarla a buen puerto. Como siempre digo, solo con buenas intenciones no se construye una película. Personalmente, cada vez que veo en el cine nacional, una nueva apuesta por mostrar las “familias disfuncionales”, más añoro obras como La Nona de Olivera (textos de Cossa), 100 Veces no Debo y especialmente, Esperando la Carroza (ambas de Doria con textos de Langer), que a pesar de llevar al extremo el absurdo, aún hoy se destacan por su perfecta estructura narrativa, los personajes maravillosamente escritos, un humor cínico, crítico e imaginativo. El retrato de la familia argentina nunca alcanzó todavía la verosimilitud de estas obras clásicas.
El Ataque de las Abuelas Vi esta película en el BAFICI 2009. Parte de esta crítica fue escrita en ese momento. Recuerdo que la elegí por tres razones: 1º Debía hacer tiempo para ver otras películas (ese sábado me vi 8 o 9). 2º Duraba tan solo 75 (eternos) minutos, 3º Estaba vendida como una Comedia alla Italiana. Honestamente, vi muchas comedias italianas de enredos de los años ´60s y principios de los ´70s. Inolvidables son aquellas comedias costumbristas con personajes humildes, miserables pero honrados a los que les salía todo mal, dirigidas por Mario Monicelli o Dino Risi. Pero esta comedia apenas provoca una sonrisa. Es la historia de un hombre de 50 y pico de años que vive solo con su madre. Está jubilado. Como no puede pagar el alquiler acepta un trato con el propietario para que mientras este se va al campo con su amante, nuestro protagonista le cuida a la madre. Acepta, pero el propietario cae con la madre y otra tía anciana. Cuando a su propia madre le agarra una pequeña gripe, llama al médico, quien a cambio de la consulta, también le pide que cuide a su propia madre. Por lo que el pobre protagonista debe cuidar a un grupo de ancianitas, solo en apariencia simpaticas, que si al principio no se aguantan, mas tarde se haran inseparables y le haran la vida imposible, el fin de semana que se conmemora la fiesta de mediados de agosto. Si bien, por momentos divierte, el bajo presupuesto y el costumbrismo, sumado al amateurismo de todas las ancianas, la convierten en apenas un anécdota, un chiste de estudiantes de cine. Que habra visto Garrone en un guion tan poco original, tan superficial es un interrogante. Las situaciones no llegan al absurdo, cansan se reiteran, es monotona. La estética elegida por Di Gregorio (actor, guionista y director) se acerca más al neorrealismo que a la Comedia Monicelliana. ¿Vieron que a veces hay películas que se hacen entre amigos para divertirse y nada más? Bueno, muchas veces esto funciona. Otras, no. Acá Di Gregorio llamó a su madre y sus amigas. Visualmente se asemeja a un documental. Recuerdo mucho cámara en mano, largos e unjustificados planos secuencia. Quizás esto fue lo que le atrajo a Matteo Garrone, el director de Gomorra para producir esta película. Hay que admitir que Di Gregorio no tenía demasiadas pretenciones ni demasiada fe en la película y eso, en parte le juega a favor. Es como un capricho que le salió y punto. ¿Por qué ha encontrado distribución? No entiendo. Di Gregorio se muestra natural en su rol, pero el veterano elenco femenino demuestra una gran inexperiencia frente a cámara. Y si divierte, es mas que nada porque la mayoria del publico pasó alguna vez por algna situacion parecida con un grupo de ancianas y se siente identificado. No hay drama, no hay demasiada profundidad narrativa. Los personajes son así, y punto. Casi podríamos hablar de una película improvisada… ¿Efecto cassavetiano? Solo en lo superficial. Acá no hay un crítica social, ni una búsqueda de expresar sentimientos reprimidos. No. Es la IDEA. Y una sola idea no construye una película. Los 75 minutos se hacen demasiado largos. Recuerdo haber visto muchas veces el reloj en el Atlas Santa Fe 1, al tiempo que veía Un Feriado en Particular. Un cortometraje habría resultado simpático, pero un largo, se hace denso. Para ver en un centro de jubilados esta bien, pero en un Festival de Cine Independiente o un estreno comercial…
El Invasor Invadido La ciencia ficción seria tiene mala fama. Es una verdadera lástima que a veces, el género sea tan subvalorado solamente porque son producciones que le dan más cabida a los efectos visuales y el entretenimiento, que a la historia y los personajes. Sin embargo, Invasión a la Tierra: Batalla Los Ángeles, es en este sentido, una agradable e inesperada sorpresa. No vale la pena indagar en la trayectoria de Liebesman como realizador o de Bertolini como guionista. Definitivamente, sus precedentes no anunciarían que esta producción podría llegar a tener varios puntos de interés cinematográficos y políticos, que viendo a simple vista el trailer, uno no llegaría adivinar. La historia no es demasiado original, pero tiene una interesante metáfora: los extraterrestres llegan a la tierra por todas partes. Sus naves caen como meteoritos en el agua y pronto invaden las costas, cuál desembarco en Normandía, arrasando con todo lo que encuentran a su paso, tanto en forma terrestre como aérea. ¿Qué vienen a buscar? El agua, nuestro agua. Por lo tanto, dejan Los Ángeles, como los estadounidenses dejaron Bagdad, cuando fueron a buscar petróleo. Pero Liebesman (La Masacre de Texas: El Comienzo) y Bertolini (La Hija del General), deciden no hacer una metáfora romeriana de esta invasión extraterrestre, ni tampoco una sentimentalista Guerra de los Mundos spielbergriana. Optan por un punto de vista más interesante: un escuadrón perdido, liderado por un Teniente dubitativo y un Sargento degradado por haber dejado que maten a su pelotón en Irak. deambulando por una Los Ángeles destruida, depresiva. De repente, a los Marines y Rangers del ejército estadounidense se les da vuelta la cara, y deben sufrir frente a sus ojos, lo que ellos realizaron en la última guerra. Pero como esta es una propuesta industrial y pochoclera, no una versión cínica, ácida dirigida por algún autor marginalizado y exiliado (llámese DePalma) o por un europeo rencorizado (llámese Von Trier), lo que vamos a ver durante casi dos horas, es como un grupo de soldados y apenas unos civiles, ponen cuerpo y alma para sobrevivir, luchar contra los extraterrestres, descubrir sus debilidades, transmitirlas al resto del mundo, y echarlos de Los Ángeles. Más allá de esta incoherencia ideológica / política (criticar la guerra pero defender los soldados), hay que admitir que durante 75 minutos de metraje, estamos ante un film bélico muy entretenido, un poco solemne, con un punto de vista definido: el de los soldados y nada más. Los extraterrestres se ven difusos, lejanos, en fuera de foco. A pesar de que cada soldado es un estereotipo de otros soldados vistos en películas como Nacido para Matar, Pelotón o La Caída del Halcón Negro, no se puede negar, que es un film mucho más humano… que Avatar, por decir un ejemplo. Los personajes, sufren y les creemos. Sienten miedo e inseguridad… y salen adelante (fiel al espíritu estadounidense). La estética elegida es la cámara de noticiero, cámara en mano, y la recreación de Los Ángeles destruida fue mayormente construida en ser. Ambas decisiones estéticas permiten que la película se parezca más a Sector 9 (pero con los extraterrestres definitivamente en el rol de “villanos” y no de víctimas del racismo) o a La Caída del Halcón Negro (en montaje, pero sin la fotografía publicitaria de los Hnos. Scott) que a Día de la Independencia, con la cuál debe tener mayores semejanzas temáticas-narrativas. Lamentablemente, la acción y las escenas de batalla, deben frenar en algún momento para que el espectador tenga tiempo para respirar, y aquí, el relleno sentimentaloide, está completamente de más. Por suerte no dura mucho, y el enfrentamiento final, permiten que el film tenga un desenlace digno y fiel al espíritu del 75% que nos habían mostrado en primer término. Sólidos efectos visuales, una banda de sonido que acompaña y mantiene la tensión al máximo, adrenalina, buenas dosis de suspenso, inteligentemente generado, que no busca el efecto sorpresa, sino más bien, mantener en vilo al espectador. Acaso, de este ejemplo, lo mejor que se haya hecho con extraterrestres es Señales (en la etapa que Shyamalan entendía como se debía poner una cámara). Aaron Eckhart al frente del pelotón es una excelente elección, y sorprende, que para ser una producción de tal calibre, con fines simple y llanamente, de entretener, el actor de Gracias por Fumar, dé una personificación austera y dura, verosimil, comparable a la que hizo en Batman: El Caballero de la Noche. Ese doble tamiz se vuelve a repetir: el hombre duro que por dentro reprime sus sentimientos, pero que cuando tiene que explotar, explota. El resto del elenco está conformado por actores desconocidos de diversas etnias, Se puede reconocer en el medio a Michelle Rodríguez en un rol similar al de Avatar, También aparecen Bridgette Monynahan y Michael Peña en discretos roles secundarios. Fábula Pro ejército pero criticando lo que fueron las verdaderas intensiones acerca de la Invasión a Bagdad, y al mismo tiempo (como sucede en Rango también), una preocupación acerca de cual va a ser el futuro de la humanidad, si seguimos robando el agua unos a otros. Es hora de cierta autocrítica y evaluación acerca de lo que pasó en la última década. Aun con sus lugares comunes, clisés y estereotipos, se trata de un producto digno, entretenido, intenso, que se escapa del género ciencia ficción propiamente dicho, para asumir una identidad bélica. No existe en este noticiero de invasión extraterrestre un atisbo de querer imitar el estilo de Blair Witch, Cloverfield o Rec, sino recrear las persecuciones de las II Guerra Mundial o Vietnam. Pero más allá de la estética, personajes y elementos negativos en cuando a lo narrativo, debo admitir que la obra me atrajo, por el retrato de una ciudad en escombros que se vuelve protagonista de las más sangrientas y violentas batallas… ya sea con personas de otro mundo, o entre los críticos que deciden abrir su cabeza a nuevas propuestas, y aquellos que ni bien se enteran que se trata de una obra fantástica, ya le están dando la espalda… más o menos como se hace en Estados Unidos, con los inmigrantes ilegales. Pero, acá los extraterrestres, vienen con más armas.
New Age para aficionados Hay películas que se ocultan detrás de un género para lanzar una ideología política, religiosa o moral. El ejemplo más burdo que se me viene a la memoria es Batalla Final: Tierra. Un desparpajo de ciencia ficción, con la cuál John Travolta quiso esparcir la cientología por el cine. Por supuesto, que hay forma y formas de dar un mensaje. Uno puede ser sutil o puede ser directo. Además la calidad del producto infiere un poco en la conclusión final que uno saque de la película. Si uno ve el clásico de Frank Capra, Horizontes Perdidos, acerca de un contingente de estadounidenses perdidos en el Tibet, que encuentran refugio en las místicas montañas y templo budista de Shangri-La, uno no puede dejar de admirar las bellezas de las imágenes que Capra supo imprimir. Él nunca dice directamente que está hablando de budismo, sino que es una religión generalizada. Comprendamos que era otra época, y la mente de los productores estadounidenses y con el Código Hays metiendo mano en todo, era muy difícil hablar de otras religiones en occidente. De esta forma, también podríamos interpretar a las películas del coreano Kim Ki Duk como cuentos morales que tratan de infundir un pensamiento ideológico. Lo mismo con Chan Park Woo. Pero sus obras son tan cinematográficas y atractivas, que el “mensaje” queda guardado y no hace falta desenterrarlo. En el extremo ideológico opuesto pero con intenciones similares podríamos interpretar que Woody Allen trata de imponer el ateismo a toda costa. Sin embargo, La Revelación viene con los zapatos en punta para imponer ideología New Age, sin anestesia, sin disfraces, sin concesiones y con tan escasos recursos cinematográficos, que más allá del mensaje, que los realizadores quieren difundir entre los espectadores, el producto final es tan poco atractivo, que todo queda a mitad de camino. Lo peor de todo es que se vende con dos premisas que no se terminan cumpliendo durante el desarrollo de la acción, o mejor dicho, quedan a mitad de camina: por un lado un duelo interpretativo entre Robert De Niro y Edward Norton, la segunda que se trata de un thriller “erótico”. Tenemos a un agente que debe decidir si los presos pueden salir en libertad condicional o no. A punto de retirarse y con un rostro de cansado de la vida, que no sé si estaba en el guión original de Angus Mcluhan o viene de fábrica o en el contrato de este Robert De Niro, del que ni siquiera queda la sombra de lo que era hasta mediados de los ’90, Jack solo quiere seguir la rutina: tomar meriendas con su esposa, con la que tiene poca comunicación (soberbia interpretación de Frances Conroy, una de las dos flores en medio del charco), ir a su iglesia episcopal y ver Baseball en TV. Del otro lado del escritorio tenemos a un preso arrepentido de su crimen, Stone, que desea su libertad en medio de una crisis existencial. Stone empieza a leer panfletos New Age y tiene largas (y aburridas) charlas sobre el bien, el mal, la vida, la muerte, la tierra que pretenden manipular a Jack para que lo libere. Pero en el medio se mete Lucetta, la atractiva novia de Stone (Milla Jovovich, sensual y carismática, por lejos lo mejor de la película), que seduce a Jack muy fácilmente (como dice Romina Gretter). Por allí pasa la mayor parte de la manipulación. Jack sospecha que todo se trata de una extorsión, que dentro suyo no hay culpa, que él es inocente de todo, y nada más hay un complot de ambos para que firme la ficha que libere a Stone. John Curran parece que estuvo demasiado tiempo en Asia cuando filmó Al Otro Lado del Mundo con Edward Norton, una obra con imágenes bellísimas, clásica y con un contexto político – social muy interesante. ¿Qué quedó de todo eso en La Revelación? Solamente la parte ideológica. Curran que tenía otro interesante antecedente como Adulterio en su haber, un drama independiente que remitía al cine de John Cassavetes o Paul Marzusky centrándose en la infidelidad de la pareja, con un elenco excelente, solo tomo el “tema” de la misma y también lo incluyó en esta, con cierta estética Indie. Al principio, el tratamiento de imagen granulada, la cámara en mano, la saturación de las radio religiosas de fondo son interesantes. Pero el abuso de todos estos recursos, terminan por exasperar. Lo mismo con el guión, lo mismo con las actuaciones. Si en la primera hora, se generaba un cierto clima de tensión entre los personajes, después de un largo monólogo de 15 minutos de Norton, todo se hace soporífero. El esperado enfrentamiento entre De Niro y el actor de Hulk se da en la medida de demostrar quien actúa peor cuando lo hacen solamente por la plata. Si alguna vez, Norton auguraba gran futuro como actor, en las últimas películas, eso se ha venido abajo. Ambos son una acumulación de muecas que ya nos mostraron en obras anteriores. No tienen nada nuevo bajo la manga. No sorprenden, e incluso resultan patéticos y provocan risa. Igualmente, De Niro gana el enfrentamiento. Al final, tanto él como el personaje son peores que Stone y Norton respectivamente. La Revelación no se puede encasillar en algún género. El suspenso que logra Curran es tan mentiroso como el que lograba Lucrecia Martel con La Niña Santa. Pero Martel filma mejor. Se trata de un pretencioso cuento moral New Age que no lleva a ningún puerto, y que si desea, acaso influir ideológicamente, en el final, es tan inescrupulosamente ambigua, que tampoco lo logra.
“No podés decir que me conocés. Nunca pusiste una cámara en mi cabeza”, le dice Truman a Christof en la escena final de The Truman Show, la gran película de Peter Weir. En dicha película Christof (Ed Harris) era el manipulador director de un reality show donde el protagonista era un hombre que vivía dentro de un estudio, ignorando que su vida era un programa de televisión. Christof podía manejar a su personaje como se le diera la gana, pero no podía adivinar sus pensamientos, lo cuál servía de metáfora para entender que no importa quién nos gobierne, nosotros tenemos la libertad por pensar por nosotros mismos, y nadie nos puede meter una cámara en la cabeza. Ahora bien. Veamos la paradoja de Danny Boyle. El director de Trainspoitting tiene una situación complicada. ¿Cómo rellenar una hora y media de película con un personaje al que no puede manipular físicamente? Aron está atrapado entre una roca y una pared (literalmente hablando, además así se llamó su libro). ¿Cómo puede Danny Boyle “innovar” con un personaje en tal situación? “Bueno, metámosle una cámara en la cabeza”, habrá dicho. Dicha decisión, irónicamente, es lo más interesante de 127 Horas. No soy un fanático de Danny Boyle. Es un director demasiado arraigado con la estética video clipera (por suerte la estética más surrealista inglesa y no la grasosa estadounidense de Michael Bay), pero admito que a veces, cuando lleva dicho estilo visual a los límites entre el absurdo y la realidad, no es pretencioso, sino conciente de este hecho, porque lo que intenta realizar, honestamente es algún tipo de crítica social o ironía, es cuando sale a la superficie el mejor Danny Boyle. El problema es que el director tiene veta sentimentaloide obvia y cursi, que provoca en algún momento, que sus películas caigan en un moralismo naif, simplón y banal. Esto sucedía en Millones, por ejemplo y sucede en 127 Horas. El perfil más sarcástico, mordaz y frío de Boyle, de Trainspoitting o La Playa, es que el más me gusta. Es jugado, soberbio, extremo. Pero en cambio, desde hace un tiempo, que a Boyle le interesa más predicar que filmar. Incluso en sus productos más convencionales, solemnes y sobrevalorados como Exterminio y Amenaza Solar, Boyle metía bocados existencialistas con fines moralizantes. Aún así, hasta Amenaza Solar, lo respetaba. Especialmente por la forma en que trataba de “experimentar” con el digital cuando otros recién empezaban a conocer lo que era una cámara que no usaba material fílmico. Pero después le agarro la “conciencia social hindú” y viajó a filmar ese desparpajo llamado Quien Quiere Ser Millonario, una película que debería dar vergüenza ajena por dar una radiografía horrible y extrema de la pobreza en la India, de la forma más sádica y miserable, con pretensiones de cuento de hadas, y sin una mínima crítica hacia el Imperio Británico. En cambio, el costado romántico de la historia, hipnotizó a medio mundo, combinado con los colores, el montaje rápido y la simpatía de la muñequita Frida Pinto. Y encima se llevó todos los Oscars. En ese momento, me di cuenta que vivo dado vuelta. Habiendo leido la historia de real de Aron, honestamente, esperaba lo peor de parte de Boyle nuevamente. Sadismo, morbo, manipulación sentimental. En cambio, me encontré con una obra sentida y que se sale un poco de la típica película de “historia de supervivencia”. Más cercana a la autorreflexión sobre la soledad y como aprovechar la vida, de Hacia Rutas Salvajes, que a la existencialista reflexión sobre la utilización del tiempo de Naúfrago (parecen cosas similares pero no lo son, mientras que la primera es una autocrítica, la otra es una fábula moral más clásica, cercana a la reflexión capriana). Pero Boyle le agrega una atmósfera onírica, aplicando planos detalles de interiores de objetos o del brazo aplastado (que funcionan como las jeringas en Trainspoiting), multicámaras, varios cuadros simultáneos y un montaje videoclipero de flashbacks con la banda sonora del hindú A. R. Rahman, que si bien aportan poco y nada a la narración, al menos sacan del tedio a la historia original. O sea, seamos honestos. La odisea de Aron fue terrible, pero filmar los 5 días que el personaje padeció adentro de la cueva no tiene demasiado interés cinematográfico sino se logra salir de vez en cuando la realidad espacio – temporal. Pero Boyle es honesto. Nunca discute que lo que le pasa a Aron sucede dentro de su cabeza, de su mente. Y a la vez, el personaje le da una inteligente utilidad a la cámara digital, que justifica, la forma en que Boyle sigue experimentando con el formato. De hecho el principio y el final, en donde el montaje adquiere mayor protagonismo recuerda un poco a la trilogía Koyaanisqatsi – Powaqqatsi – Naqoykatsi de Godfrey Reggio. La cuestión era como iba a filmar el climax. A esta hora muchos lo saben, pero no lo voy a adelantar. Lo único que voy a decir es que no hay morbo, pero tampoco cobardía. Se muestra lo necesario de forma equilibrada para establecer el esfuerzo de Aron. Sí, después, se puede “elogiar” como queda explícito a donde uno puede llegar manteniendo la esperanza, la voluntad de sobrevivir, etc. Los elementos por los cuáles la Academia la incluyó entre las diez favoritas del año. No. No es para tanto. Apenas un poco más interesante y menos convencional que El Discurso del Rey. Es indiscutible el talento y soberbia de James Franco para ponerse la película sobre los hombros y pasar los diversos estados de ánimo del personaje, sin perder credibilidad en algún momento. Aunque es cierto, que está al borde del absurdo algunas veces, y por lo tanto la manera en que utiliza el humor para autoanalizarse y superar la tragedia, puede aparentar que está sobreactuando, cuando no lo está, desde mi punto de vista. 127 Horas es un relato reflexivo que mantiene la tensión. Le falta sordidez narrativa y menos inclusiones forzadas de los flashbacks para convertirse en una gran película. Sin embargo, por lo menos, esta vez, un producto de Danny Boyle, no da vergüenza ajena. Solamente esperemos que no se le haga costumbre meter la cámara en la mente de sus protagonistas. Ahora bien... esto realmente ¿garantiza conocer de verdad a los personajes?
El resultado entre la amistad de un cisne negro y un cazafantasmas Veo más tiempo a Natalie Portman que a mis amigos y familiares. Está realmente, en todas partes. Caminás por la calle y no sabés si verla en El Cisne Negro o en Amigos con Derechos. Vas a la salas y te pasa lo mismo. Pones cualquier programa de televisión y solo hablan de sus interpretaciones, de su embarazo o del Oscar. Y como si fuera poco, visualizás los últimos trailers y la vez como una princesa medieval en la comedia Your Highness de David Gordon Green o en la adaptación de Thor en la pantalla grande dirigida por Kenneth Branagh. En conclusión, Natalie Portman se ha transformado en una mega estrella internacional, pero también demuestra película tras película una consolidación y madurez interpretativa, que hace un par de años parecía impensable. El simple hecho que las cuatro (o cinco, si contamos el melodrama “Indie” de Don Roos, The Other Woman, que es muy improbable que llegue a nuestro país) tengan un registro completamente distinto, comprueba, que Natalie se ha convertido en una mujer versátil, con dotes humorísticos que ya no parecen forzados y lágrimas genuinas. Poco queda de la Princesa Padmé Amidala de la saga de La Guerra de las Galaxias o de la niña asustada que convivía con el francotirador León en El Asesino Profesional de Luc Besson. Amigos con Derechos confirma que Natalie se puede poner una película sobre los hombros nuevamente (lo hizo con El Cisne Negro) y salir bien parada. Esto quizás se relaciones con el hecho de que debutó como productora ejecutiva. Pero si Amigos con Derechos, no es una comedia romántica más de la temporada, es porque el director elegido, es uno de los más veteranos de la comedia estadounidense de los últimos 30 años, el checo, Ivan Reitman. Reitman padre, es menos pretencioso que Jason. Sus películas no buscan los reconocimientos ni los premios, pero sí la taquilla. Aún así, no se trata de un mero realizador industrial sino de un autor neto. La trayectoria de Reitman se divide en comedias familiares y comedias que mezclan el romance con la ciencia ficción, el policial y la política. Es probable que se lo subvalore un poco, pero lo cierto es que tiene en su filmografía productos llamativos como Albóndigas o El Pelotón Chiflado (una simpática crítca al ejército), que marcaron junto a Los Locos del Golf, el debut de Bill Murray como comediante. La asociación Murray – Reitman con Harold Ramis y Dan Aykroyd (guionistas – actores) tuvo su pico de éxito gracias a Los Cazafantasmas, cuya secuela no tuvo el éxito esperado. Esperemos que la tercera parte, que se estrenaría el año que viene venga mejor. Tras la etapa Murray, Reitman vivió el periodo DeVito – Schwarzenegger (Gemelos, Un Detective en el Kinder, Junior), donde volvió a mezclar géneros e invertir los roles sexuales, una marca registrada de su cine. Generalmente los hombres en sus obras, son sensibles, dubitativos, demasiado intelectuales, y las mujeres son las que llevan los pantalones, son más fuertes físicamente y menos emocionales. La mejor imagen de esto se puede ver en Junior con el gobernador de California embarazado vestido de mujer. Quizás la mejor obra de Reitman sea Presidente por un Día con Kevin Kline, una versión contemporánea de El Prisionero de Zenda, que tuvo una excelente recepción de crítica y público. Después, el resto de sus obras fueron intentos en vano por recuperar el viejo éxito obtenido en los ‘80s y mediados de los ‘90s. Tanto Un Papá de Sobra (que pretendía trascender con la dupla Crystal-Williams) como Evolución o Mi Súper Ex Novia eran comedias fallidas. Demasiado pretenciosas y producidas. Sin perder su marca autoral, el humor era demasiado naif y poco efectivo. Además tenía graves elecciones con los elencos (Mi Súper Ex Novia tenía algunos aciertos como Anna Faris, Rainn Wilson o Eddie Izzard, pero Luke Wilson y Uma Thurman no tenían química). En Amigos con Dinero, Emma (Portman) es una doctora fría y poco sensible que no puede llevar adelante una sola relación. El tiempo que le requiere su carrera, provocan que no desee comprometerse con alguna relación amorosa. Su deseo solamente es satisfacer sus necesidades sexuales. No quiere que la llamen posteriormente o desayunar junto al hombre con el que pasó la noche. Sí, la mujer perfecta dirán muchos hombres. Esto mismo piensa Adam (Kutcher) el asistente de piso de una serie estilo Glee (presten atención quien la dirige) con aspiraciones de guionista que vive bajo la sombra de su padre, el creador de una exitosa sitcom familiar, que busca estar siempre en forma y le ha robado la última novia a Adam (Kevin Kline, sublime en cada escena que participa). Emma y Adam se han encontrado varias veces a lo largo de su vida, sin nunca concretar una relación hasta que por giros narrativos, ambos deciden fomentar una relación de amistad con derechos… El problema es que Adam rápidamente se enamora de ella, es un romántico empedernido, mientras que ella, esconde constantemente sus sentimientos. El guión de Elizabeth Meriwheter no es ni demasiado ingenioso a nivel humorístico ni original. Al contrario, todo es previsible y recurre a todos los lugares comunes de este tipo de comedias, incluyendo bodas, amigos que sirven de confesantes, confusiones, infidelidades, padres “modernos”, etc. Pero también es cierto que presenta un retrato de la sociedad contemporánea bastante interesante. Ya sea la cita a programas de televisión o mejor aún la influencia de los celulares, el Facebook, el Twitter, los IPOD en nuestra vida diaria. Realmente es escalofriante ver como dependemos del Facebook para decidirnos si queremos o no estar con otra persona. Amigos con Derechos, un poco satiriza este aspecto. El Chat convencional parece anticuado a comparación. Pero si bien a nivel narrativo no presenta novedades, Reitman como director muestra una leve mejoría con respecto a sus anteriores trabajos (digamos que se puede ubicar en un lugar intermedio de su carrera), especialmente en lo que respecta a dirección actoral. Si bien la segunda hora de la película se alarga demasiado, con escenas redundantes, repetitivas e innecesarias, la elección de Portman y Kutcher es lo mejor de la obra. No solamente porque ambos logran una química adecuada y verosimil en sus interpretaciones, sino porque también se alejan de lo que suelen mostrar. Portman puede pasar de la frialdad al desenfreno en pocos minutos manteniendo el humor siempre arriba, mientras que Kutcher está más contenido. Lejos del Kelso de That’s 70s Show o el joven, torpe y tonto de Dude, Donde está mi Auto o Locura de Amor en Las Vegas, Kutcher también ha madurado (¿será la influencia de Demi Moore?). Es más creíble en roles serios. Aún así no logra destacarse sobre Portman. Es muy interesante como Reitman ha explotado la difícil relación que tiene Adam con su padre (¿mea culpa por su relación con Jason?) y acá es donde los méritos recaen en Kevin Kline, que provoca risa con pocos gestos y una adecuada elegancia interpretativa que pocos actores estadounidenses conservan. También aparece un irreconocible Cary Elwes en un rol demasiado menor para su distinguida carrera. Más allá del típico planteo si el hombre y la mujer pueden tener una relación de amistad y sexo, sin intromisiones románticas, Amigos con Derechos pone en manifiesto más que nada la forma en que han cambiado las relaciones contemporáneas: de que forma, la “independencia femenina” ha planteado que el hombre se tenga que adaptar su lenguaje, su lugar en la pareja. Hoy en día, no hay lugar para un Cary Grant, por ejemplo. Aún con sus altibajos narrativos y falta de ideas para terminar con algunas escenas o rematar algunos chistes, Amigos con Derechos es una comedia afable, simpática y visible. Reitman dirige con buen pulso y no tiene miedo de filmar escenas de sexo (la primera relación entre Adam y Emma en primer plano demuestra que Ivan aun tiene buen instinto cinematográfico). Personalmente me quedo con sus primeras comedias de corte más fantásticas (similares a las que ahora hace su compañero Harold Ramis), pero admito que de vez en cuando una comedia con los pies en la tierra, resultan un agradable pasatiempo. Entre la calidez y sordidez interpretativa de Natalie Portman sobre el resto del elenco, y la experiencia de Ivan Reitman, Amigos con Derechos, es una buena excusa para que lleves a tu amiga/o al cine y después… bueno, el resto quedará en vos.
El Hombre que Sabía Demasiado Poco Allá lejos y hace tiempo, a mediados de los ’90 se estrenó VHS directamente, una comedia intrascendente del intrascendente Jon Amiel, llamada El Hombre Demasiado Poco. Protagonizada por Bill Murray contaba las desventuras de un turista estadounidense en Londres, involucrado en una conspiración de espías, mientras que en realidad creía estar participando de un show televisivo con cámaras ocultas. Se trataba de una comedia menor, pero la gracia y presencia de Murray hacía el asunto digerible, además de que había varias referencias al cine de Hitchcock y Blake Edwards. La acción se tomaba en un tono de solfa, de forma tal, que cualquier tipo de inverosimilitud o incoherencia la hacía perdonable. En Desconocido se “respeta” un poco más el tono hitchcoiano. Sin duda, la idea de un hombre amnésico imbuido en una suerte de complot internacional para asesinar a un jeque árabe que desea hacer la paz invirtiendo en un recurso natural que reemplace al petróleo (mag guffin bien tonto, inverosímil, estúpidos si los hay dando vueltas), le hubiese encantado al maestro Alfred. Pero lo cierto, es que Jaume Collet Serra ha olvidado una regla básica que tenía el creador del suspenso en el cine: devela “el argumento” o “trama” de forma dosificada y no todo junto, como sucede acá. Y esto no es nuevo en el director catalán. Si había un “pecado” en La Huérfana, film anterior y muy superior a este seudo-thriller conspirativo, es que develaba el asunto en un abrir y cerrar de ojos, incorporando a un personaje a último momento. Claro, que en una historia con tintes de película de terror clase b inglés setentoso, se puede considerar, que dichar “revelación” es bastante coherente. Más allá de eso, los climas y la vueltas de tuerca de la película de la “niña” asesina era más original, divertida y sensata que la de este complot. Nuevamente, en este caso, incorpora un personaje a último momento para reforzar el argumento risible que ya se venía cayendo hacía rato, y que termina explicando “el asunto”. Claro, que en la piel de Frank Langella, el mismo, es mucho más simpático. El resto es una suma de clisés, lugares comunes, estereotipos y giros previsibles. Además seamos honestos, pareciera que para la estrecha mente industrial de Hollywood, Berlín sin nazis o espías de la Guerra Fría es una ciudad aburrida para filmar. Así que, nuevamente, se pueden escuchar los ecos de la cortina de hierro entre las pintorescas veredas germanas. Solo que esta vez, por suerte, los villanos provienen de Estados Unidos y los alemanes y comunistas olvidados (al igual que en RED, pero con menor ironía) salen al rescate. Si en lo narrativo, Desconocido hace agua, en lo estrictamente cinematográfico hay que reconocer que Collet sabe construir un relato, incorporando tensión, buenas dosis de acción, algunos efectos especiales, sin abusar de ellos, y toda la maquinaria de artificio video clipero que puede “enganchar” al público. Hay una destacable persecución a lo Jason Bourne y Liam Neeson repartiendo tiros, golpes y patadas es más convincente que con las espadas (de hierro o láser). Por suerte, el mayor acierto del veterano Joel Silver, fue encontrar un elenco de notables actores internacionales. La mayoría desperdiciados en personajes acartonados, superfluos, sin carisma ni sorpresas, pero que le aportan un tono de “seriedad” o “calidad” al film: Aidan Quinn, Diane Kruger, Sebastian Koch, Rainer Bock, los ya mencionados Neeson y Langella. Pero sobre todo, vale destacar la naturalidad, sencillez, humildad y profundidad dramática que le aporta el gran Bruno Ganz en cada fotograma que aparece en pantalla. Si hay un solo personaje que no parece un robot en toda la película, ese es el agente Jürgen, que interpreta con gran sobriedad el actor suizo que vino al último Festival de Mar del Plata. Apenas un mero entretenimiento, Desconocido es un film que cumple lo que promete. Sin embargo, habría que avisar en Hollywood que hace más de 20 años que la cortina ha sido rasgada.
El Legado de Marty & Bobby Flashback. Escena final de Boggie Nights – Juegos de Placer de Paul Thomas Anderson. Dirk Diggler (Mark Walhberg) se para frente al espejo de su camerín, antes de salir a filmar una vez más una escena de una película porno. Le habla al espejo. Saca su famoso pene y le boxea al espejo cuál Jake La Motta (Robert De Niro) antes de cada pelea en Toro Salvaje. No sería desatinado decir que no existiría El Ganador si treinta años atrás no hubiese existido el film que revolucionó la manera de filmar películas de boxeo. Pero no tanto por el aspecto visual, sino por la narración en sí, ya que el nuevo film de David O’ Russell, tiene identidad propia. Es probable que el nombre de O’ Russell no les resulte familiar, pero lo cierto es que sus películas, al menos en Estados Unidos, no suelen pasar desapercibidas. Sus primeras comedias independientes generaron ciertos elogios en el momentos de su estreno. Honestamente no las vi. Para mi la carrera de O’ Russell comienza con su película más comercial, polémicas e irónica hasta la fecha, quizás la más personal en lo que respecta a la ideología política del director, y sin duda unas de las más cínicas crónicas de guerra que se hayan hecho: Tres Reyes (1999) narraba las desventuras de tres Rangers del ejército estadounidense durante la Guerra del Golfo, que salían a buscar el “tesoro” de Saddam Hussein. Algo similar a El Botín de los Valientes, pero con una dura crítica hacia la xenofobia, la avaricia, la sed de violencia de los soldados estadounidense. Esta comedia negra tuvo críticas divididas por todo el mundo, y es más respetada ahora que lo que fue en su momentos. Una suerte similar corrió Yo Amo Huckabees, una sátira sobre el capitalismo, el sentimentalismo y las propagandas de los shoppings relacionadas con las imágenes perfectas de las personas, con tintes surrealistas. Nuevamente, O’ Russell no recibe un aliento general. Nuevamente su punto de vista incorrectamente político y pretencioso provoca que gane mayor oposición que adhesión. Para confirmar el odio de la industria, realizó hace unos años atrás y como apoyo de Tres Reyes, un corto documental que narraba las torturas y violaciones que los soldados realizaban a civiles iraquíes durante la última guerra. Todo esto lleva a preguntar… ¿cómo es que este director “maldito” se ha reconciliado con la industria y ahora es nominado al Oscar como Mejor Director? La respuesta hay que buscarla en El Ganador, un film que reproduce la vida real de Micky Ward (Wahlberg), un boxeador treintañero y de poca monta de Massachusetts, que pretende triunfar pero vive bajo la sombra de su representante y hermanastro mayor, Dicky Eklund (Bale), ex boxeador (quien proclama haber noqueado a Sugar Ray Leonard en 1979) y adicto al crack. Micky tiene futuro como boxeador, pero mientras siga dependiendo de Dicky y su madre, nunca va a salir adelante. Cuando Dicky va a la cárcel y el entrenador de Micky (Mickey O’ Keefe, verdadero entrenador de Ward, realiza un actuación convincente como sí mismo), le encuentra un nuevo manager que lo puede llevar al Campeonato Mundial, la vida de Micky cambia, pero por otro lado también tiene que decidir que hacer con su familia. La película de O’ Russell se divide en dos partes bien definidas. La primera es un retrato familiar de la vida de un aspirante a boxeador en un barrio bajo de Massachusets. Mientras que Dicky es una leyenda local venida a menos, seguido por unos camarógrafos de HBO, Micky es barrendero y se entrena. O’ Russell se enamora principalmente del payasesco personaje que interpreta el camaleónico Bale. Nuevamente con bastantes kilos menos, el actor de El Imperio del Sol, hace un perfomance extrovertida, de esas que gustan a la academia, por tener un estilo casi caricaturesco. La película funciona como un espejo opuesto de Toro Salvaje. Mientras que la ópera en blanco y negro de Scorsese empieza con la etapa de gloria de La Motta y termina con la época de decadencia del boxeador, El Ganador muestra la decadencia al inicio y el triunfo al final, por así decirlo. Alguno dirá, bueno, es Rocky. No. Rocky habla de un hombre alcanzando el sueño americano. Habla de boxeo. El Ganador habla de la familia. Y toma una posición ambigua al respecto. Similar a la de Toro Salvaje. De hecho la relación entre Micky y Dicky es similar. La Motta siempre se imponía contra el manager, que era su hermano (Joe Pesci). Acá, Dicky tapa completamente a Micky. Y al igual que la película de 1980, la llegada de una mujer, de un nuevo amor, Charlene (Amy Adams), será decisiva en mantener el equilibrio de Micky con su profesión y su familia. O’ Russell sorprende con una puesta en escena cruda y seudo documental, mostrando como es la vida en los barrios bajos sin tapujos. El lirismo de Scorsese de Toro, se enfrenta contra la prosa ruda de O’ Russell, lo que permite que la película tenga su propia impronta. Así mismo, las pocas pero virtuosas peleas, adquieren un tono televisivo, alejado de la estética poética y en cámara lenta de Toro Salvaje. Pero sin duda, la belleza de El Ganador radica en la relación entre los personajes, la pintura áspera, irónica, sensual, y a la vez humorística de esta familia que cruza pueblos humildes en limusinas. Probablemente los hermanos Weinstein hayan tenido mayor control sobre el director que en otras obras, pero O’ Russell filtra su mirada crítica de la vida social estadounidense a través de personajes como los padres de los hermanos (la sobreactuada Melissa Leo, casi irreconocible y el soberbio Jack McGee, un actor secundario de series y películas que merece más oportunidades de destacar su talento como esta vez). O las “maravillosas” hermanas de Micky y Dicky, a quienes Amy Adams, en una interpretación que la aleja del personaje inocente y dulce que suele personificar en la mayoría de las películas, les da una linda paliza. Sin embargo, el gran combate interpretativo se da entre Bale y Wahlberg. Como venía diciendo, la película se divide entre una primera parte donde domina el personaje de Dicky y se centra, sin sentimentalismo ni golpes bajos, en el drama familiar, y una segunda que tiene como mayor protagonista al tímido Micky tratando de salir adelante. Bale compone al mismo personaje desde un punto de vista, sacadísimo (por la droga), y una segunda mitad, más introvertido y redimido, que demuestran la versatilidad y capacidad camaleónica de Bale. Se trata de una transformación creíble, paulatina y natural. El crecimiento del actor de Batman es asombroso. Pero Walhberg no se queda atrás esta vez y da pelea desde una posición tímida, contenida y reprimida. Sin duda, su interpretación más profunda e interesante. En el medio, Amy Adams, confronta a ambos, y el triángulo que se establece es muy interesante, especialmente cuando se enfrentan Charlene y Dicky. Si bien, la segunda mitad de El Ganador, que se centra más en Micky y las peleas de boxeo, es un poco más convencional, clásica y previsible, que la primera mitad más conflictiva, este nuevo y no tan personal trabajo de O’ Russell es muy interesante, atractivo, accesible para el público general, que va a dar una buena pelea en la próxima entrega de los Oscars. Y que demuestra que una vez más, los cineastas estadounidenses tienen memoria (lo demostraron los Coen la semana pasada y Aronofsky esta semana) y saben como reformular grandes clásicos del pasado (esta oportunidad, Toro Salvaje), para dar un producto final pulido, con identidad propia, pero que a la vez es fiel a la cinematografía más enriquecedora que ha dado Hollywood en los últimos 30 años.