¿Qué le habrá atraído realmente a Ashton Kutcher del guión de Amante a Domicilio? ¿Habrá sido la oportunidad de mostrar su faceta humorística de forma más sutil y al mismo tiempo un perfil dramático usualmente poco conocido, o el hecho de poder tener sexo desaforado con la primera “bomba” que se cruzaba en su camino, y hacer la gran vida en una de esas nuevas mansiones (Spread) de Los Angeles? Hay que admitirlo ¿quién no querría tener la vida fácil de Nikki (Kutcher) al menos por un día? Nikki es un vago, un vividor, un gigoló. Pero no como Richard Gere. Realmente, Nikki vive de las mujeres. No tiene hogar fijo. Seduce a la primera cuarentona atractiva, adinerada, adicta al sexo que encuentra en un boliche y se planta en su casa, al tiempo que tiene aventuras con jóvenes modelos que encuentra en el camino. Nada le falta a Nikki. Tiene labia, una cara bonita y estilo. Cerebro no necesita. Cuando su último “levante” Samantha (Anne Heche), deja su casa sola, Nikki no duda en hacer grandes fiestas y cosechar numerosas seguidoras. Todo funciona a la perfección. Lujos, comida, pileta. A cambio, solo debe “cumplir” sexualmente. El problema surge cuando se enamora de Heather (Levieva), una mesera de un cafetería, que, al principio lo rechaza, y después empieza a jugar con él de la misma forma que él juega con el resto de las mujeres, haciéndose desear, prometiendo que lo va a llamar y no lo hace, hasta que pronto ambos sucumben el uno por el otro, lo que le trae como consecuencia perder la “vida fácil”. La primera parte del film de Mackensie empieza “interesante”. El retrato de la vida sexual de Los Angeles es superficial, pero despiadado, misógino, satírico. Un poco más explícito de lo que generalmente suelen ser las películas hollywoodenses, aunque no tiene la sequedad ni frialdad de las anteriores películas de su director. Más bien, parecen postales sexuales de calendario, lidiando con una soft movie, un poco más divertida. Ya en El Joven Adam, especialmente, Mackensie ponía a un joven mujeriego y violento (Ewan MacGregor) que usaba a las mujeres como mejor le convenía. En ese sentido, Nikki cumple el mismo rol pero con una clase social elevada, en contraste con el protagonista de la anterior, que sucedía en la clase obrera y pesquera británica. Aún con similitudes con películas adolescentes cínicas similares como Las Reglas de la Atracción de Roger Avary, se nota que la mirada de Mackensie es alienígena. Entre la comedia y la crítica, aunque no demasiado mordaz, se pueden apreciar buenos momentos hasta que Nikki conoce a Heather, y la interpretación contenida de Kutcher ayuda a que esto suceda. Incluso hay que reconocerle dos planos secuencias (el primero en el que muestra el proceso de levante en un boliche, el segundo en una pileta) realmente inusuales en el cine estadounidense. El problema surge cuando encuentra a Heather. En este punto, la narración se vuelve completamente inverosímil, cuando muestran tan ingenuo a Nikki, y al tomar por tonto al protagonista parece que se está subestimando la inteligencia al espectador. Las situaciones toman un carácter previsible y de mediocrísima comedia romántica estadounidense. Como si en el medio se hubiese cambiado de director sin aviso. La estética se vuelve televisiva, y las escenas sexuales, poco riesgosas. Los pocos e interesantes logros de la primera mitad se vuelven olvidables ante cursis y estereotipados diálogos. A medida que se “normaliza” Nikki, sucede lo mismo con la película. El final agridulce, a lo Mujer Bonita u otra similar película ochentosa, no hacen más que confirmar la poca imaginación del guionista y realizador para terminar una historia, aun cuando el último plano, resulte interesante y simbólico, lo visto en los previos 45 minutos, no terminan de convencer. Kutcher, como productor y protagonista, intenta mejorar su promedio con respecto a anteriores interpretaciones. Pero no logra ser convincente todavía en su perfil más dramático / romántico. Puede mejorar, aunque le salía mucho mejor, el Kelso de la serie That’s 70s Show. Como le dice Samantha, “solo es un muchacho con cara bonita”. Por otro lado, decepcionan bastante el resto del elenco. Anne Heche demuestra, con el paso de los años, que solamente ha mejorado físicamente. Mientras que la prometedora Levieva (la bomba sexual de Adventureland) no puede sostener un protagonismo, ni siquiera como contraparte de Kutcher. A esta chica le falta mucho camino para transitar, y sin duda fue elegida por tener “otros” talentos. Al final, la película es un espejo de la vida lujosa de Los Angeles: superficialidad, buenos cuerpos (todos artificiales) y sexo fácil. Por lo menos las películas “soft” son más honestas en sus pretensiones.
¿Puede ser que la amistad sea producto de la hipocresía, el engaño y la mentira? ¿Después de tantos años de conocerse, puede una simple cena desatar una ola de infidelidades? La directora Daniele Thompson, al igual que como hizo en Lo Mejor de Nuestras Vidas, su última película, construye junto con su hijo Christopher, también partícipe como interprete, una comedia dramática coral, acerca de cómo el paso de los años pueden destruir parejas y amistades, aun cuando los involucrados no den cuenta de ello. ML (Karin Viard) organiza una cena donde, su esposo, Piotr (Dany Boon) preparará un típico plato polaco, por lo que ambos deciden invitar diferentes parejas amigas, algunas de ellas, sin conocerse entre sí, y un par de miembros solitarios, a los que tratarán de unir sentimentalmente. Pero no todo es tan sencillo, ya que ambos desconocen que no todas las parejas mantienen la apariencia del status quo. Los médicos Alain y Melanie Carcassonne (ella obstetra, él oncólogo a cargo de Bruel y Marina Fois) están a punto de quebrar, ya que ella está teniendo un amorío con un jockey. Sarah Mattei (Seigner) se siente disconforme con su esposo Lucas (Thompson). Por otro lado, Piotr invitó a Jean Louis (Laurent Stocker) sin saber que tuvo un romance con ML. A esto se suma que llega Juliette (Marina Hands), hermana de ML con su nuevo esposo (Patrick Chesnais), bastante mayor que ella, y el padre de ambas (Pierre Arditti), con el cual Juliette está peleada tras haberlas dejado de chicas por otra familia. Por último aparece la profesora de flamenco (Blanca Li) de ML, que le da un poco de humor al evento. Pero la cena, termina más por unir que por separar. Para complicar un poco más la historia, a la mitad de la película, Thompson decide mostrar paralelamente a que se va desarrollando la historia que pasa con los personajes un año después de la cena, donde va profundizando un poco más en el perfil más dramático de cada relación, y como aquellos que parecían tener estabilidad, entran en un periodo de crisis y viceversa. Los personajes son ricos y las actuaciones creíbles. El elenco es más que solvente, y superan las interpretaciones a una película, y una narración que nunca termina por levantar demasiado vuelo ni decidirse que quiere contar o criticar: si la superficialidad de los burgueses franceses, si la hipocresía de las amistades y las parejas contemporáneas. Si quiere ser una comedia o un drama. El tono nunca queda demasiado claro, y la película apenas es una pintura romántica, con momentos simpáticos (especialmente cuando se juntan el nuevo novio y el padre de Juliette) y melancólicos con un final un poco forzado. Se trata, sin duda, de una película donde se quiere vender más a un seleccionado de actores de renombre juntos, que una obra redonda. Si bien es interesante ver aquello que no se dice, el extenso epílogo agobia un poco. A nivel visual, se trata de una obra sin demasiada personalidad cinematográfica, aunque es notable el énfasis que le pone la directora a los colores del vestuario, acaso influencia de su pasado como directora de arte. Aún así, es una película para no descartar completamente, que quizás sirve para reflexionar acerca del círculo de amigos que uno frecuenta, de las relaciones en pareja y como el tiempo pasa para todos. Consejo: tomar nota ni bien empiezan los títulos finales de la receta del plato polaco, que pertenece al marido en la vida real de la actriz Emmanuel Seigner, el cineasta Roman Polanski. Quizás se trate de lo único verdaderamente trascendental de esta olvidable “comedia dramática”.
Los Darlenne y Yo A medida que me acercaba a la sala cinematográfica donde se exhibiría la función de prensa de Rosetta, traté de imaginar el plano inicial de la “nueva” película de los hermanos Dardenne, ganadora de la Palma de Oro en 1999 (sí, no es error de tipeo). “La protagonista camina aceleradamente por alguna vereda medio marginal de alguna ciudad industrial de Bélgica, de espaldas al espectador, en un primer plano con cámara en mano sobre el hombro del personaje” Lógica pura, para aquel que conoce mínimamente el cine de los premiados hermanos belga. Si bien Rosetta no camina por las calles, sino por los pasillos de la fábrica para la que trabaja, el plano es tal cual como me lo había imaginado. Una película no se puede analizar de forma independiente. Sería facilista de mi parte opinar sobre la película evitando dos hechos importantes, contextuales, pero que son difíciles de quitar de la cabeza: 1º La película se estrena con diez años de atraso. Si bien, por la estética y la narración podría ser perfectamente contemporánea, hay que tener en cuenta que del 99 hasta el 09, los Dardenne estrenaron tres películas que presentan similitudes. Por tanto el impacto y la sorpresa en cuanto a la estética y la dura crónica social que retratan es menor de la que hubiese tenido en esos tiempos, aunque hace diez años, mi punto de vista, debido a la edad sería muy distinto también. 2º La filmografía de los Dardenne tiende a repetirse, e incluso confundirse invariablemente. Ver cada película de forma independiente provoca admiración y nunca indiferencia. Sin embargo, necesitan una verdadera renovación. No es suficiente con alejar un poco más la cámara y agregar elementos más propios del cine noir que del melodrama social como hicieron en El Silencio de Lorna (2008). La última obra de Luc y Jean Pierre, es sin duda, una mezcla entre Rosetta y El Niño, ambas ganadoras de la Palma de Oro. La historia atrapa y es cautivante, y pronto uno olvida la estética para meterse en el micromundo narrativo, pero no puede más que sentir un deja vú visual. No vi, La Promesa, ni las películas temporalmente anteriores de los Dardenne para juzgar la obra general. Pero no puedo mentirme a mi mismo. Rosetta me hubiese encantado más si la habrían estrenado cronológicamente, quizás es por eso, que sigue siendo El Hijo, mi película referencial de ellos. Solo, que afirmo, que no fue solo el hecho de haberla visto primera. El Hijo tiene un nivel de sutileza mayor, y una intención de impactar e involucrar al espectador, mucho menor que las demás películas. Es la menos violenta, la más contemplativa, pero a la vez, la más fuerte en la narración, la que deja al espectador con una sensación de impotencia suprema. La Fuerza de Rosetta Por otro lado, es innegable que Rosetta es otra demostración de cómo hacer un cine emocionalmente efectista, dramáticamente potente, con pocos recursos, y rompiendo moldes tradicionalmente narrativos. Al igual que las demás obras de sus autores, Rosetta no tiene principio ni fin. Empieza con el primer punto de giro y termina en la mitad del climax, por lo cual sentimos que los Dardenne nos meten violentamente en el mundo de esta chica post adolescente, enfrentando a un mundo injusto. Ella tiene 17 años. Vive con su madre borracha en un trailer en medio de un camping, al borde de una ruta suburbana. Acaba de perder su empleo, al tiempo que trata de abortar caseramente. Su única meta, parece ser, encontrar un trabajo decente y fijo. Nada de periodos de prueba o reemplazos. Ella es orgullosa y voluntariosa, no quiere prostituirse como la madre, ni recibir limosnas. Su esperanza está en un puesto de waffles, donde reemplaza provisoriamente al hijo del dueño. Se gana la amistad de otro empleado, Riquet, que se solidariza con ella y parece buscar algo más que una amistad. Pero, la necesidad de Rosetta, por tener una vida sólida, provoca que tenga violentos arranques de ira, que le traen más problemas que soluciones. Los Dardenne crean un personaje perfecto. Humilde, pero honrado, orgulloso, pero malicioso. Una víctima de la sociedad laboral. Una vida en el borde de una edad, con comportamientos adultos pero a la vez, respuestas adolescentes. Un personaje que no quiere ser marginal, quiere crecer y se ve frenada por un mundo demasiado grande, aun visto en personajes comercialmente pequeños. Sin perder nunca el ritmo ni el clima ominoso gris; o la estética: cámara nerviosa, en mano, meticulosa, inoportuna, Luc y Jean Pierre mantienen en vilo al espectador. Pero la sumatoria de golpes de efecto dramáticos y algunos bastante bajos pueden provocar cierta incomodidad, que en una película estadounidense, serían duramente criticados. La narración in crescendo, hasta llegar al final ambiguo, provoca que el espectador siga atento los desaciertos de Rosetta. Como los demás protagonistas de los Dardenne, ella intenta llegar a extremos morales para lograr su meta, pero como típica antihéroe moderna, su conciencia cumple un rol central en su personalidad. O quizás los directores, se apiadan por ella, y deciden salvarla cuando ven que su vida corre peligro. Al igual que en sus anteriores películas, la elección del elenco es fundamental para dotar de verosimilitud al relato. La, por entonces debutante, Emillie Dequenne es un rostro inolvidable. Fiera, austera, melancólica. Casi sin pestañear y con la mirada fija, uno puede entender lo que sucede por su cabeza e incluso adivinar cual va a ser su próxima acción. El espectador, impotente, no podrá detenerla. Bien merecida tuvo la Palma a la mejor actriz. Fabrizio Rongione, y el actor fetiche de los Dardenne, el excelente Olivier Gourmet, completan el elenco. Al igual que en el resto de su obra, los Dardenne, golpean a la clase industrial y ponen su ojo desde el punto de vista y la posición, de una clase marginalizada, que usualmente el cine más comercial europeo trata de ocultar. Ya no vale la pena criticar el sistema de distribución (lo hicimos con Lejano en su momento) ni que debamos conformarnos en verlas en DVD. Es un poco injusto decir que los Dardenne se repiten. Pero ahora que nos pusimos al día con su cine, podríamos ponernos un poco más exigentes, y esperar que su próxima película, sin perder la identidad de sus realizadores, nos presente un micromundo un poco distinto. Aunque sea tan utópico, como esperar un mundo más justo, noble y equitativo para todos.
Primera Parte: Las Expectativas Como empezar la crítica de la “película más esperada del año”, me preguntaba. No suelo escribir críticas de forma tan urgente, pero Avatar no es una película más. Los seguidores de James Cameron han esperado con ansias este momento. Han pasado 12 años desde que el Titanic coronó a Cameron con más de 600 millones de dólares solo en Estados Unidos. En el medio pasó el fracaso de la serie Dark Angel, los documentales sobre el Bismark, los Fantasmas del Abismo, acerca de los misterios subacuáticos y uno sobre el telescopio Hubble. Pero ninguno llegó a estrenarse comercialmente con demasiado éxito. Rumores de que dirigiría las secuelas de las exitosas Terminator, Alien y Mentiras Verdaderas rondaron las páginas de webs y revistas cinéfilas… hasta que se anunció Avatar. Proyecto postergado, con tecnología innovadora, especialmente filmada para ser exhibida en cines IMAX y 3D. Se filtró que el presupuesto rondaría cerca de los 350 millones de dólares, lo que la etiquetaría como la película más costosa filmada hasta la fecha. Las expectativas eran altas y la información sobre el argumento reducido: una historia de ciencia ficción en un planeta con una civilización para la que se tuvo que crear una naturaleza, una cultura, e incluso una lengua diferente. Se decía que iba a ser la película que cambiaría la manera de ver el cine. Que el cambio que generaría la película sería comparable a la que generó la innovación del sonido en 1927 cuando se proyectó por primera vez El Cantante de Jazz con Al Johnsson. Que la ciencia ficción no sería lo mismo, con una transformación e impacto comparable a la que generó 2001, Odisea del Espacio de Kubrick. ¿Sería para tanto? Hace una año la expectativa era enorme. Spielberg y Lucas habían afirmado que vieron algunas escenas y quedaron deslumbrados. “Esto es el futuro del cine” ¿Tanto? ¿Cameron volvería a llenarse los bolsillos con titánico proyecto? Las expectativas bajaron cuando se vieron las primeras imágenes. El trailer de tres minutos y medio, la función especial en 3 dimensiones de 15 minutos de duración para la prensa y privilegiados. Los críticos bajaron las expectativas de golpe, los cinéfilos empezaron a tener dudas. “¿Tanto para esto? dijeron. Está bueno, sí. Pero, en esto se invirtieron 350 millones?” Dudas. Expectativas. Intriga. Misterio. El elenco no era demasiado prometedor (exceptuando a Sigourney Weaver). Y con la temporada de premios, en Estados Unidos, Avatar empezó a levantar nuevamente. Por tanto, ¿estábamos ante una nueva maravilla como lo fue en su momento Terminator, su innovadora secuela, Aliens, o mi favorita, El Abismo? Es sabido, que a excepción de Terminator, narrativamente hablando Cameron deja bastante que desear. Es un buen narrador, pero muy básico. Nunca llegaría a “romper la cabeza” como lo hizo Kubrick, a hacer un productor genuinamente intelectual, y menos con semejante presupuesto, pero también es cierto, que ya tiene el dinero y la libertad creativa necesaria para darse el lujo de experimentar un poco más a nivel narrativo. ¿Ahora bien, que hizo Cameron con Avatar? Segunda Parte: La Función y la Crítica Llegó el día. Espero que ésta sea una de las primeras críticas nacionales (sueño con que sea LA primera). Afuera del Cinemark Palermo, se agolpan puntualmente a las 9 de la mañana, los más reconocidos críticos de los principales medios nacionales. Se solicitan los nombres (mucho control) de los espectadores. El desayuno es tradicional. Se agolpan todos. Un muchacho joven le pega sin querer a Condito. Nervios. Expectativas. Antes de entrar, se regala un paquete de pochocho y coca grande para cada miembro de la prensa. Gentileza de Cameron. Todos aceptan, aunque transcurridas las 2 horas 40 minutos de película, varios habrían de arrepentirse de agarrarlos (también se obsequiaron gorras y pósters al finalizar la función). Al fin y al cabo, se trata de la película más costosa del cine, la más pochoclera desde 2012. “¿Por qué no ser pochoclero también?” dice un crítico. Ahora sí. La película. No voy a dar demasiados detalles, pero se puede decir, que al igual que Spielberg, Lucas, Zemeckis y Jackson, Cameron mantiene indemne su impronta narrativa clásica. Un gran narrador. Desde el primero hasta el último minuto, Avatar es una montaña rusa de emoción y adrenalina. Quizás me animaría a decir, es la película más entretenida y pasatista de su realizador. Aventura, acción, momentos de humor y ciencia ficción como no se veía hace rato. Quizás, el espíritu me hizo recordar más al George Lucas de la primera trilogía galáctica, más que al de la última, más allá de que 75% de la película está generada por computadora. Cameron se mantiene fiel a sí mismo sobretodo. Abundan robots y naves espaciales que hacen recordar a Terminator y principalmente a Aliens (incluso en su argumento). Los personajes femeninos tienen la impronta rebelde, masculinizada, dura, que tanto le atrae a su realizador. Solo basta ver a Trudy (Michelle Rodriguez) y encontrar en ella una cruza entre la Sarah Connor de El Día del Juicio Final con la Ellen Ripley de Aliens (los cinéfilos disfrutarán un guiño que hace Cameron a los seguidores de la secuela de la película de Ridley Scott). Por suerte, hay poco de Mentiras Verdaderas o Titanic. Visualmente hablando es realmente maravillosa, mas no asombrosa o tan innovadora como esperaba. Es bella. Sí. La creación de la selva, las rocas colgantes y la noche de Pandora son maravillosas. Vegetación marina en la tierra, animales y aves con demasiadas remanencias prehistóricas (sin Jurassic Park nunca hubiese existido Avatar). La geografía imaginada, cultivada, creada íntegramente por Cameron y equipo es realmente admirable. Los efectos donde se cruzan live action (los actores) con los avatares y Na’vi son deslumbrantes. Es verdad. La diferencia entre la interacción creada en post producción y realidad es prácticamente invisible (aún se nota un poquito). Es evolución visual. No se ha llegado a la perfección, pero sí, se podría decir que la animación creada por Cameron supera la de la mayoría de las películas hechas hasta el momento. Los efectos 3D por momentos aportan que el espectador se sienta dentro de la selva, pero aún creo que todavía, el 3D no avanzó lo suficiente. Esperaba que Avatar sea la mejor película no creada únicamente para cines con este requisito que me “volara la cabeza”. Pero no lo fue. En ese sentido, fracasa. Sigue siendo una película convencional. Pero lo que creo que, principalmente, fue lo que me provocó un distanciamiento, o mejor dicho, que no pueda creer en semejante innovación, fue la historia y el guión. Como ya dije, cuanto más énfasis pone Cameron en revolucionar la tecnología, en ser un innovador, menos pone en el proceso narrativo, y es ahí donde la película fluctúa. No porque el guión tenga baches o desniveles. Todo lo contrario. Está demasiado medido. Previsible. Demasiado clásico, y sobre todo, visto. Aunque un poco simplista y banal en su estructura. Básicamente, Avatar no es una historia original siquiera. Se inspira en personajes reales de la historia estadounidense como lo fueron Pocahontas y John Smith (no por nada, el protagonista lleva las mismas iniciales que este último). La historia es exactamente igual, por lo tanto el que la conoce, se imaginará aproximadamente en donde termina todo. En este caso los conquistadores británicos son los militares estadounidenses que van en busca de Unobtanium (fundamental para conseguir energía para la Tierra) en vez de oro (o petróleo si lo comparamos con la Guerra de Irak). Jake Sully (Worthington, mejor que en Terminator Salvation, pero todavía no puede sostener él solo un protagónico) un militar parapléjico pasa su mente a una mezcla entre Na’vi avatar y tiene que interceder entre los hostiles nativos, que al final no son tan malos. Los Na’vi están caracterizados igual que los Powatan de Pocahontas. La lengua creada por Cameron y equipo son similares a la de los pueblos indígenas del noreste americano, incluso en el vestuario, formas de caza y tradiciones. Cameron no se aparta de ningún estereotipo de personajes ni situaciones. Apela a cada diálogo sensacionalista e inverosímil de todas las películas épicas de líderes revolucionarios históricos (Gladiador, Corazón Valiente). No hay lugar común, clisé, momento sentimental que trata de esquivar. Los personajes son buenos o malos. La banda sonora de Horner (con tempos que recuerdan a Titanic) engrandece hasta la situación más mínima. Incluso la canción “I See You” de Leona Lewis recuerda a la ya clásica “My Heart Go On” de Celine Dion. Abundan momentos lacrimógenos, que no tienen genuina emoción porque, a excepción de los personajes de Pixar, no hay personajes animados que logren transmitirnos llantos creíbles. El elenco tampoco ayuda demasiado. Animados resultan más sobreactuados que en cuerpo. Los “buenos” no despiertan demasiado interés tampoco. Resulta desilucionante ver a una Sigourney Weaver tan intrascendente como en esta película. En cambio mucho mejor está el villano de turno interpretado por el renacido Stephen Lang (ya se había destacado en Enemigo Público). Jim Carrey como Scrooge resultaba más creible que Zoe Saldana o Wes Studi. También resulta verosímil, el empresario capitalista que interpreta Giovanni Ribisi (con pequeña pero destacada participación en la película de Mann también). Mezcla de géneros clásicos, ciertas cursilerías, tecnología de última generación. Pienso que una película que busca innovar visualmente debería hacerlo también desde el punto de vista narrativo como lo hizo 2001. Cameron no lo logra esta vez. Lo narrativo no está a la altura del aspecto visual. A pesar de que no se puede decir que Avatar es la película que me cambió el año, la vida o la percepción del cine como decían que lo iba a hacer, aunque tampoco lo esperaba, es innegable que se trata de una de las mejores y mayor logradas películas de aventuras de los últimos años, con algunos momentos independientes de la película en sí que son extraordinarias como la caza del pájaro gigante o la ceremonia de reencarnación. Sin una bajada de línea demasiada obvia, aunque con un notable mensaje ecológico y antibelicista, Cameron cumple con las expectativas pero no las supera. No se trata de una obra maestra, tampoco merece ser despreciada. Solo esperemos que la próxima película del “¿gran?” James Cameron no tarde 12 años más. Por lo menos así, las expectativas no van a ser demasiado altas con respecto al resultado final. Consejo: si quieren mirar la película completa y/o no tener “accidentes” no tomen demasiada Coca Cola en caso de verla sin intervalos.
Durante los años ’40 y ’50 existió una gran excusa narrativa para filmar comedias musicales: mostrar el detrás de cámaras del mundo del cine o de las mismísimas comedias musicales de Broadway De esta manera se justificaba el hecho de que los protagonistas cantaran de forma diegética y verosímil sobre el escenario o set de filmación, aunque también cantaban cuando tenían ganas. Dentro o fuera de la ficción, todos cantaban. Así surgieron excelentes películas como Cantando Bajo la Lluvia, Cover Girl, Melodías de Broadway o la mayoría de películas de Vincente Minelli, acaso el que más exploró el género, aún cuando no haya canciones de por medio, como en Cautivos del Mal. Pero también se hacían musicales de este estilo en varias partes del mundo como en Argentina se hizo La Cabalgata del Circo de Mario Soffici, por ejemplo. Y por supuesto, una “estrella” no es “estrella” sin algún fanático loco que las persiga. Por esta senda transita Mis Estrellas y Yo de Laetitia Colombani. Esta vez sin canciones de por medio, la película combina diferentes modelos de cine estadounidense clásico, de tono efectista y no demasiado ingenioso. Pero no estamos hablando de comedia burda, como la sobrevalorada “nueva comedia estadounidense” con los descendientes de Saturday Night Live, sino de aquella donde brillaban Ava Gardner, Bette Davis, Joan Crawford, Gene Kelly, Fred Astaire y Marilyn Monroe, entre otros. En el homenaje a este tipo de cine se encuentran los mayores valores de la película de Colombani. Sin caer en momentos melodramáticos demasiado lacrimógenos como Notting Hill, en donde también se explora la relación entre una “estrella” y un tipo común, Colombani también hace una comedia de venganza femenina en la línea de Las Brujas de Eastwick. Quizás abusa un poco del uso de un gato (las comedias estadounidenses suelen usar perros o chicos) como efecto humorístico adicional al argumento central, o también otra simple excusa para poder ella misma aparecer mínimamente en pantalla. De todas formas Mis Estrellas y Yo nos permite disfrutar de una Catherine Denueve, realmente deslumbrante, que se permite burlarse de ella misma, como una diva que vive confinada en una mansión con su cochero, mayordomo, y enfermero, quien en algún momento fue su co protagonista hasta que cayó en el olvido. Cualquier semejanza con Sunset Boulevard – El Ocaso de una Vida, la obra maestra de Billy Wilder no es pura coincidencia. Y sin dudas es el mayor placer cinéfilo que tiene la obra. También desfilan la joven Melanie Bernier y una Emmanuel Beart madura, pero alejada de las vibrantes interpretaciones que supo dar durante los ‘90s en el cine de francés. De, aquella Beart, la de El Infierno de Chabrol o La Pequeña Mentirosa de Rivette ha quedado solo un rostro un poco modificado por cirugías estéticas. Una lastima. Pero, es Kad Merad, encasillado como el eterno perdedor es el que brilla sobre todas las “estrellas” relegando a un segundo plano incluso a María de Medeiros, que solo busca roles secundarios para juntar efectivo para financiar sus propios proyectos. No se justifica , de otra manera, que la protagonista de Henry y June tomara un rol tan insignificante. Colombani, sin demasiadas pretensiones, con precisión, simpáticos detalles (por ejemplo, el tamaño de los trailers de las protagonistas según su fama) hace una comedia sencilla, estéticamente no demasiada inspirada, con un timing humorístico de manual. No es un estudio sobre el fanatismo o sobre la fama demasiado exhaustivo. Pero tampoco es necesario. Una fábula, un cuento de hadas como el de Cenicienta con final felíz… dentro del mundo de las celebridades.
¿Cuántas caras tiene el miedo? Según Steven Spielberg, el éxito de Tiburón se debió, no al hecho de que la película asustara, sino que presenta a un ser conocido por la mayoría de las personas, de una forma que nunca se hubiesen imaginado. Si los tiburones provocaban miedo por el solo hecho de ser un depredador fatal, Spielberg lo convirtió en un monstruo gigante, sanguinario, pero a pesar de todo creíble. No se trataba de las tarántulas gigantes mutadas por algún accidente tóxico que atacaban la ciudad. El miedo a lo desconocido, es provocador, pero después de tanto arremeter y arremeter con el tema, termina fatigando ver siempre a los mismo fantasmas o demonios atacar simples familias o adolescentes ingenuos e inocentes. No existe una sola persona que sea inocente. Todo acto produce una consecuencia, y dicha consecuencia a la vez es producto del contexto social que manifiesta la violencia. No por nada, la institución “familia” es la precursora de monstruos como Michael Myers, Jason, o el loco de la motosierra. Pero estos personajes son deformados, marginados de la sociedad, que al final terminan ganando un pasaje a la inmortalidad. Sin embargo, con el paso de los años, cada vez asustan menos. ¿Por qué? Porque el espectador los conoce, y porque los nuevos realizadores los hacen cada vez menos verosímiles. ¿Pero que pasa si el terror proviene de nuestros propios hijos? No marginados, no deformes mutantes. Esta vez, los adolescentes son los asesinos. Sin necesidad de máscaras o armas complejas, James Watkins, crea uno de los thrillers más aterradores, sangrientos y realistas que se hayan visto en mucho tiempo, en base a una pandilla de mocosos traviesos. Nada más. Jenny es una maestra jardinera. Steve es su novio. Un fin de semana, Steve convence a Jenny de ir a una especie de lago público, que pronto será convertido en una represa privada. Sin embargo, lo que debería tratarse de unas vacaciones románticas y apacibles, empiezan a volverse tenebrosas, cuando la pareja decide pedirle a una pandilla de adolescentes que apaguen una radio y dejen de mirar el cuerpo de la novia. La pandilla no toma muy bien la actitud “adulta” de Steve, y decide vengarse “inocentemente” robándole el coche. Cuando, va en su rescate, Steve, accidentalmente mata al perro de Brett, el líder de la pandilla, y pronto la pareja empezará a vivir un calvario. Watkins crea escenas de tensión y suspenso con timing hitchcoiano. No busca la sorpresa o el golpe de efecto. El montaje y el sonido, juegan roles fundamentales acompañados por un elemento cinematográfico que generalmente es bastante obviado en el género: buenas actuaciones. La dupla de la experimentada Reilly (vista en las comedias Piso Compartido y Las Muñecas Rusas) y Michael Fassbender, uno de los actores del momento (Hunger, Bastardos Sin Gloria, Fish Tank) logran darle mayor verosimilitud a la historia. A eso se le suman excelentes interpretaciones de la pandilla adolescente, especialmente de Jack O Connell como Brett. Sin embargo, Watkins no solamente logra un gran thriller con momentos de gore y sadismo mucho más impresionantes y creíbles de lo que haría Eli Roth, y evitar caer en demasiados lugares comunes o clisés, sino que da pie a la reflexión acerca de cuáles son los límites que se deben imponer a la violencia y “maldad” de la pubertad. Hasta donde es culpa del chico, y donde empieza el cuidado del padre, de donde viene ejemplificada tal tortura. El final de Eden Lake es impresionante, inteligente, imprevisible pero coherente, y deja un mal gusto en el espectador, no por aquello que se ve (justamente otro acierto de Watkins es el excelente, sutil y sencillo uso del fuera de campo), sino por el mensaje que trata de dar. Como si fuera una cruza entre El Señor de las Moscas y el clásico de John Boorman, Amarga Pesadilla (1972, con Burt Reynolds, Ronny Cox, Ned Beatty y Jon Voight), Watkins, en su ópera prima, construye una pesadilla en medio de los bosques, repleta de connotaciones sociales y crítica industrial, que derivan hacia el debate; donde el miedo proviene de aquello que más subestimamos, donde no medir las consecuencias de los actos, termina siendo nuestra propia condena.
No todos los guiones son filmables. En Estados Unidos, aquellas historias que son demasiado mediocres para trasponerse al cine, a menos que tengan un presupuesto de 100 millones de dólares y nombres rutilantes, tienen un destino donde pueden encontrar un público determinado y fiel: el canal Hallmark. Aquellas novelas lacrimógenas, a veces “inspiradas en hechos reales”, de hora y media de duración, pobreza visual, cinematográfica, narrativa e interpretativa, encuentran en Hallmark un hogar donde los van a recibir con los brazos abiertos. Lamentablemente ese filtro no existe en Argentina, por lo tanto, hasta que se logre crear un canal exclusivamente dedicado a pasar películas que no merecen tener un subsidio para ser exhibidas en salas comerciales, o por lo menos que algún canal de aire tenga un día a la semana una noche dedicada a ficciones para TV con principio y fin, (como Canal 13 hace cada año con el especial acerca del SIDA), las películas mediocres como Cartas para Jenny deben sufrir postergaciones, a veces eternas, hasta que por fín logren estrenarse. Diego Musiak, lamentablemente, no tuvo una carrera demasiada inspirada. Melodramas lacrimógenos y cursis, previsibles, pobres a niveles narrativos fueron su leit motiv. Su último trabajo estrenado, que data del 2002, fue un apenas interesante y discreto documental llamado La Mayor Estafa al Pueblo Argentino que debería haber ido directo a Canal 7, ya que su tratamiento visual era completamente televisivo. Cartas para Jenny es un melodrama que con un poco más de presupuesto, mejores actuaciones y en México, quizás habría sido filmada, con guión de Arriaga, por Gonzalez Iñarritú, Pero esto no es un halago. Justamente, la película tiene lo peor del realizador de Amores Perros. Cuando Jenny hizo su Bat Mitzvah recibe de mano de su padre unas cartas que le dejó su finada madre, con las instrucciones de que debe leerlas ante cada momento importante de su vida: casamiento, primer hijo y cuando no encuentre salida… El tiempo pasa. Jenny (Accardi) tiene veinte años y un novio español (para justificar que es co producción española) que la deja embarazada. Jenny quiere avanzar con su vida: casarse y tener la criatura. Su padre (Seefeld) no aprueba su decisión pero la apoya, en recuerdo de su madre. Cuando el novio se escapa a España, Jenny decide viajar de San Luis (para justificar la participación de San Luis Cine) a Israel a ver a un amigo de la infancia y conocer las causas del fallecimiento de la madre. Musiak crea una telenovela melancólica, lacrimógena cada dos escenas, previsible, moralista, obvia… No hay tema clisé que se le escape: la madurez, la búsqueda de la identidad, el origen. Para relatar la historia de la madre recurre a horribles flashbacks filmados en blanco y negro con estética publicitaria. En Israel, a falta de ideas, Musiak decide plagiarlo a Daniel Burman, mostrando a los protagonistas flotando en el Mar Muerto, emulando a Martinez y Roth en El Nido Vacío, sin justificación alguna (Burman lo justificaba al menos desde el inteligente guión). La historia romántica final resulta forzada, sacada de una novela de las dos de la tarde o de alguna abominación televisiva de Cris Morena. Diálogos demasiado escatológicos y personajes estereotipados. Interpretaciones poco creíbles y bastantes toscas. La fotografía de Darío Sabina, el mismo de El Hombre que Corría tras el Viento, es lo único rescatable de esta obra que va a quedar para el olvido… como aquellas películas que se muestran todos los días en el canal Hallmark. ¿Puede esta película caer más bajo?: sí, el novio español imita a Alejandro Sanz.
Simplemente hay ciertas cosas que no deberían mezclarse a esta altura de las circunstancias. Hace unos años, el guionista de Relaciones Peligrosas, Christopher Hampton, vino a la Argentina con Antonio Banderas y Emma Thompson para realizar una película que relacionaba elementos sobrenaturales, psíquicos, y fantásticos con el genocidio ocurrido durante la última dictadura militar. La película es una burla, inconsistente narrativamente, que retrata las desapariciones ocurridas en el país con poca seriedad y bastante falta de respeto. Nuevamente, con Aparecidos, se mezclan las “desapariciones” durante la dictadura con la fantasía. Esta vez en medio de un relato de fantasmas, y los resultados son tanto o más catastróficos que la anterior. Malena y Pablo son dos hermanos españoles que vienen a la Argentina para firmar un permiso, para que el hospital donde esta internado su padre moribundo, al que no ven desde chicos, lo desconecte del respirador artificial, si llega a caer en un caso extremo su delicada salud. Malena no guarda un buen recuerdo de su padre, pero no sabe porque. Ella quiere apagar la máquina que lo mantiene con vida y regresar a España con su madre. En cambio, Pablo nunca lo conoció, por lo que quiere aprovechar el viaje para saber más de su pasado. Después de los trámites en el hospital, ambos descubren que el padre les dejo una casa en Tierra del Fuego y un Falcon verde de los ´70. Detalle no menor y de poca sutileza. Pablo convence a Malena de viajar a la Patagonia para encontrar la casa del padre. Ella acepta, pero no de buena manera. En la ruta, Pablo encuentra una especie de diario de viaje, donde se dan detalles de torturas con picanas eléctricas, y hay fotos de una familia torturada y asesinada. La acción, por así decirlo empieza en un hotel de la ruta, donde ambos hermanos se cruzan con los “fantasmas” de la familia y el asesino los empieza a seguir a ellos, por lo que Pablo se decide a cambiar la historia y salvar a la familia. Si todo esto ya resulta demasiado irrisorio e incoherente para tratarse de una película de terror, y si se le suma la etiqueta: “película sobre desaparecidos”, la ópera prima de Paco Cabezas termina siendo un cocktail de lo peor de ambos “géneros”. En Crónica de una Fuga, Caetano logró mezclar el thriller con el drama político y psicológico. Cabezas no hace ni una ni otra. Como producto cinematográfico es realmente paupérrimo. Los encuadres son feos, la fotografía obvia y demasiado retocadas en post producción, los efectos especiales mediocres. A eso le tenemos que sumar que el guión tiene demasiadas falencias, los personajes son chatos, la resolución es previsible desde la primera media hora. Clisés, estereotipos y lugares comunes del género. La película no asusta ni impacta. La música tiene poca influencia. Los climas no terminan de ser logrados, por tanto el suspenso intensificado con el recurso del fuera de campo es bastante decepcionante. Narrativamente, los giros dramáticos, además de ser obvios, son risibles y las situaciones patéticas. Es muy poco lo rescatable. Inclusive el hecho de que los fantasmas aparecen en espejos ya fue exprimido por el cine de terror japonés. No hay siquiera (y por suerte, teniendo en cuenta la temática) algo de gore para los fanáticos más morbosos. La película ni siquiera puede ser interpretada como una clase B. No es bizarra, no es divertida, carece de ingenio y originalidad. Las interpretaciones de la pareja española protagonista tampoco son rescatables. Abundan los gritos, los diálogos, miradas pretenciosas y las exarberaciones actorales. Es una lástima desaprovechar a buenos actores argentinos como Hector Bidonde y Pablo Cedrón en una producción tan poco imaginativa, demasiado explicita y discursiva, incluso aburrida. Los últimos planos de la película tienen una pretensión, una falta de modestia, una sutileza y una banalidad tal, que termina siendo bastante peyorativo para aquel que tenga un familiar fallecido durante los años de la dictadura. Aparecidos pertenece al 2007 y nunca debió haberse estrenado en nuestro país. Se trata de una de las peores películas que llegaron a la pantalla grande durante el 2009. Conozco varias, que pasaron directamente al DVD, que habrían ocupado esa disponibilidad de salas mucho mejor que este insulto a la inteligencia y la cinefilia.
Sensaciones encontradas me produjo esta nueva adaptación de Un Cuento de Navidad de Dickens. No se trata de una película navideña más. Lleva la firma de uno de los realizadores que más influyeron en mí cinefilia durante los ´80 y los ´90: Robert Zemeckis. ¿Que esperaba encontrar? Sabía que no me iba a sorprender la historia. Vi varias versiones, y al igual que muchos que los que nos criamos durante los ´80 pienso (aún después de esta versión) que Los Fantasmas Contraatacan de Richard Donner con un genial Bill Murray, es la mejor adaptación filmada. También era previsible el efecto contraproducente que me produce ver películas de animación por Caption Motion. Por un lado, creo que la técnica funciona. Visualmente aporta que no quede tan artificial ver a los actores enfrentados a cosas que no estuvieron a su alrededor durante el momento del rodaje. Todas las acciones fluyen más, tienen mayor cohesión los elementos. Por otro lado, sí. Todo es artificial. Los rostros parecen sacados de personajes de un video juego de aventuras. Por alguna razón parecen mucho más vivos los personajes humanos de las películas de Pixar que los de Zemeckis. Aun hoy pienso que la adaptación de Beowulf, supera a cualquier película que haya tocado el tema, y el nivel de aventura y acción eran realmente admirables; entretenida, magistral como obra fílmica, pero daba la sensación, que con los actores reales hubiese sido mucho mejor (especialmente por Angelina Jolie). Y demasiado oscura… Nunca había visto tanta violencia y sangre en una película de Zemeckis. Generalmente, era bastante reprimido en este aspecto. Con Los Fantasmas de Scrooge, Zemeckis vuelve a mostrar una faceta suya, no muy distinta a la que viene mostrando Spielberg en sus últimas tres películas, curiosamente pesimista y oscura, que se opone a la imagen clara, divertida, más light, de sus primeras obras, hasta Contacto. Irónico, pero real, esta versión del cuento de Dickens, producida por los estudios Disney es quizás la adaptación más crítica, política, y poco romántica que se haya hecho. La clasificación “Para Mayores de 13 años” es correcta, pero por razones diferente al simple hecho de contener ciertas escenas “escabrosas”: la película es una metáfora y crítica sobre la crisis económica y lo que le puede sucederle a los yuppies de Wall Street, en su afán por seguir acumulando riquezas a costa de los pobres. Ninguna película está aislada de su contexto temporal. Igual no es tan obvia esta lectura. Por eso digo que tuve sensaciones encontradas. Al principio estaba fascinado: aunque la vi en 2D y castellano, por tanto pienso que me perdí un 15% de película, no pude dejar de admirar y admitir que el efecto que produce entrar desde los tejados de los edificios de los suburbios humildes de la Londres isabelina hasta los grandes palacios durante los títulos es regocijante. Zemeckis sabe aprovechar la técnica. El efecto en 3D debe ser espectacular. Los rostros mejoraron mucho (especialmente el de Scrooge). Incluso el hecho de que empiece mostrando un cadáver, me resultaba atrevido y atrapante. Sin embargo, después del encuentro con el primer fantasma, me empecé a desilusionar. El relato se pasaba demasiado rápido, empezaba a perder humor, los flashbacks eran demasiado cortos. Aparecen personajes de la nada, que aportan poco y nada a la narración principal, la historia de amor está completamente desfocalizada. Las subtramas (excepto la del asistente de Scrooge) están banalizadas y sintetizadas, especialmente la del sobrino del protagonista. Persecuciones que impactan visualmente, pero dejan poco espacio para volver a entrar en la historia de Scrooge. Narrativamente el guión del propio Zemeckis (sino me equivoco, única película que firmó en solitario) empieza a tener baches… grandes, aunque sigue siendo una gran narrador, la película no aburre, se pasa volando. Los personajes secundarios lucen deslucidos, inclusive visualmente. Sobre el final, termina explicando forzosamente la aparición de algunos personajes que aparecen en las visiones, de los que no se tenía referencia que existían. Al mismo tiempo, quedaba poseído por una sensación de desdicha al ver la escena en la que el fantasma de la navidad presente, muestra a dos chicos representando lo peor de la sociedad, mientras que este se desintegra bajo la sombra de un reloj (el tiempo siempre está muy presente en Zemeckis). Me preguntaba que pensarían los padres de un grupo de chicos que asistían a la función de una escena tan atemorizante, oscura y perturbadora. El final es hermoso. No es demasiado meloso, fiel al espíritu dickensista y navideño. Un poco cursi, pero eso es culpa de la novela. Para el recuerdo, son las increíbles actuaciones de Jim Carrey y Gary Oldman, que más allá de estar animados, lucen admirables, naturales. Les dan credibilidad y emoción a los personajes, los humanizan. Le aportan magia a la magia. Y por supuesto, la recreación de Londres del siglo XIX es brillante. Nada edulcorada, sino al igual que en la versión subvalorada, de Oliver Twist de Roman Polanski, se muestran en detalle las diferencias sociales, las injusticias y la marginalidad que vive la sociedad. Incluso la visión de Zemeckis es más oscura y grotesca que la del director de El Bebé de Rosemary, con respecto a las palabras de Dickens. Al salir de la sala estaba en una disputa sobre el puntaje que la película merece (aun ahora lo estoy). Mientras que narrativamente tiene falencias, y faltan profundizar aspectos fundamentales de la novela, por otro lado (y tras una discusión posterior conmigo mismo) me he dado cuenta que Zemeckis sigue el camino de la reflexión, planteando cuestionamientos existencialistas, y religiosos incluso. Ya lo venía haciendo en Forest Gump, Contacto y Naufrago, pero es curioso que lo haga en una supuesta película infantil de Disney, que tenga una lectura de entrelíneas del cuento, más allá de la que hicieron otros realizadores en el pasado. Es una apuesta riesgosa dejar de lado el romance, reducir el humor y la ironía (aun teniendo a Jim Carrey como protagonista), darle mayor énfasis al drama, al costado psicológico y social del personaje, la relación con el medio que lo rodea. Los Fantasmas de Scrooge, definitivamente no está a la altura de las mejores películas de este director fanático de Los Beatles (además de la inminente remake de Submarino Amarillo, recuerden que hizo la divertidísima y poco pretenciosa Quiero Alcanzar tu Mano). Por ahora, Beowulf, sigue siendo la mejor de la trilogía Zemickiana en Caption Motion, pero no hay que subestimar esta última inclusión, que más allá de la animación y el 3D, tiene mayores lecturas de las que aparenta a simple vista.
“No hay ideas originales. Solamente recicladas”. Dice una frase vox populi. Planeta 51, tiene una sola innovación: es la primera película de animación producida un 90% fuera de Estados Unidos en estrenarse por toda la nación casi simultáneamente con varios países del resto del mundo. Es un gran mérito, más teniendo en cuenta que a nivel visual no tiene nada que envidiarle a la animación CGI de estudios como Dreamworks, Fox, Sony e inclusive el departamento de animación convencional de Disney. Por supuesto, Pixar es inalcanzable. Sin embargo, si uno no leyera los créditos finales o la gacetilla de prensa, no podría adivinar que la película fue realizada por un estudio español y tres directores locales, aunque el guión pertenece al escritor de Shrek y Madagascar, Joe Stillman. La historia sucede en el Planeta 51, supuestamente, porque en sí, nunca dicen el nombre. Se trata de un planeta demasiado similar a la Tierra, mismo clima, misma geografía inclusive. Desde el espacio se ve igual que nuestro planeta, excepto que tiene anillos como Saturno y sus habitantes son verdes, tienen antenas, y visten igual que los humanos, pero sin ropa interior y sin pantalones (¿Cómo se reproducirán? me pregunto, ya que ambos sexos tienen nada debajo de la cintura, solo las piernas). Por alguna razón se respiran referencias a El Planeta de los Simios, pero solo en el planteo inicial. La acción sucede en una pequeña ciudad que emula a la California de fines de los ´50 y principios ´60 como si la hubiesen sacado de Rebelde Sin Causa, La Masa Voraz o Pleasentville: Amor en Colores. Solamente que parece que nunca hubo Segunda Guerra, ni bombas nucleares de por medio. La vida es rosa, pacífica, amable. Por lo que en realidad no se entiende, la necesidad de tener un ejército. El protagonista, Lem, trabaja en el observatorio de la ciudad, y no cree en la existencia de seres de otro mundo. Por lo menos, no como los muestran en las películas de terror de las matinés. De repente, llega una nave extraña, con un terrestre dentro, específicamente con un estadounidense bastante torpe y tonto. El ejército pronto lo empieza a perseguir, un científico loco quiere examinar su cerebro, y además secuestran su nave espacial. Lem y sus amigos ayudarán a escapar al astronauta, sorteando varias dificultades. Uno de los graves problemas de Planeta 51 es elementalidad del guión. No hablemos de una cuestión de citas: la película hace referencia y de la manera más obvia y menos sutil a todas las películas de ciencia ficción y de extraterrestres, del cine estadounidense hasta ahora de la forma más burda posible. Incluso es casi insultante la referencia a Wall E, teniendo en cuenta que es tan cercana en tiempo y espacio. Previsible, con poca imaginación para sortear lugares comunes y clisés. Tampoco posee la cuota de lirismo, emoción, crítica social y profundidad dramática con personajes inteligentes, ambiguos de las películas de Pixar, sino que se acerca demasiado a la superficialidad, humor oportunista, localista del cine Dreamworks. A pesar de todo, se puede decir que tiene una mirada bastante crítica con la actitud militar (aunque también se le perdonan todos los actos violentos, por lo que dicha mirada es ambigua). Y más allá de los puntos en contra que los críticos “mayores de edad” vemos, hay que admitir que la película está orientada hacia un público infante que la va a disfrutar como si fuera lo mejor que vieron en la vida… y también hay que confesar, que la película entretiene y divierte en elementos básicos. Quizás si la hubiésemos visto con las voces originales (The Rock, Justin Long, Jessica Biel, Sean William Scott, y especialmente Gary Oldman y John Cleese) nos habríamos divertido más, y que para ser una película de animación española a lo Hollywood sale airosa. Pero doblada al español, solo nos termina remitiendo a un mediocre dibujo animado estadounidenses lleno de convencionalismos. Igualmente, siempre los habrá mejores y peores.