Es cierto que no es fácil hacer un film de exorcismos en estos tiempos. Hay una veta agotada en ese sentido y los últimos productos del género quedaron muy lejos en intensidad de los clásicos de los 70' y 80', amen de algunos éxitos en los últimos años (pocos diría). Lo cierto es que asustar es un arte y generar miedo con este concepto no parece ser sencillo en los tiempos que corren... En esta ocasión llega a sala una película que intenta develar uno de los secretos mejores guardados (tal vez!) de la religión católica: el recinto donde se guardan los expedientes fílmicos de los casos más complejos de posesión del mundo. Nada menos (al menos desde lo cinematográfico) que en el Vaticano mismo. Todos sabemos como funcionan este tipo de films, hay un caso particular, el seguimiento de la anormalidad, la intervención de un religioso de alta experiencia y la llegada al clímax con el estallido violento del episodio, seguido del exorcismo en sí mismo y sus derivaciones finales... Bueno, "The Vatican Tapes" no escapa a ninguna convención del género. Trae todo lo que ya sabés que ofrecen este tipo de cintas y no mucho más. Lo cual, es una pena teniendo en cuenta que hay en ella dos actores que juegan ya en primera: Michael Peña y la protagonista casi absoluta, Olivia Taylor Dudley. El hombre detrás de las cámaras es Mark Neveldine, un americano que viene de hacer dos entregas de la saga "Crank" y un par de films bastante regulares: "Ghost Rider: Spirit of Vengeance" y "Gamer", lo cual a priori no prometía mucho. Para peor, el guión no es un un compendio de buenas ideas. Ya saben entonces, Angela (Dudley) está poseída. Todo comienza con un incidente extraño en su fiesta de cumpleaños, y se va agravando con el correr de las horas. Lo que parece un problema físico va mutando en uno espiritual y entonces su novio Pete (John Patrick Amedori) junto a su padre Roger (Dougray Scott) deciden agotar las soluciones antes de llegar a un sacerdote para enfrentar el problema de fondo (Peña haciendo de el Padre Lozano). En el medio, bueno, ya se imaginarán... (algo extraño le pasa a esa chica) La cuestión es que el caso llegará al Vaticano, y desde allí enviarán un especialista para resolver el incidente, utilizando todas las herramientas posibles para enfrentar la posesión. "Exorcismo..." de a ratos utiliza distintas perspectivas para el seguimiento de sus protagonistas, coquetea con el found footage y lo integra con cámaras de seguridad aunque, nunca termina por definirse a la hora de crear atmósfera. El guión no ofrece más que una mecánica secuencia de eventos que se concatenan sin emoción ni misterio y el conjunto de las actuaciones, son discretas exceptuando el carisma de la protagonista. Neveldine debuta en el género con pocas luces. Su propuesta comienza potente y se va desinfando a medida que la cuestión avanza. Podríamos decir que hay material para contar una historia interesante, pero sin dudas, con las intenciones no alcanza. "The Vatican Tapes" quizás habría tenido mejor destino si el tono general del film fuese crudo y lleno de desenfreno. Regular y sólo para acérrimos fanáticos del género. Perlita: aparece el Papa Francisco mencionado con foto y todo en los primeros minutos. Una extraña curiosidad.
Matías Piñeiro es uno de los grandes valores locales de este Nuevo Cine Argentino. Eso es indiscutible. Llega hoy el cierre de una trilogía en la que el director trabajó sobre tres obras de William Shakespeare (a saber, "Rosalinda" contenía textos de "Como Guste", "Viola" de "Noche de reyes" y esta última, "Penas de amor perdidas") buscando transpolar y conectar esos clásicos con situaciones cotidianas, de mujeres (principalmente) viviendo en nuestro tiempo y ciudad. Los resultados han sido (en todos los casos y dejando de lado particularidades) alentadores y originales, siendo "La princesa de Francia" el último opus de esta serie que desde mañana podrá verse en la Sala Lugones y en el Malba. No es usual entre nuestros cineastas condensar un texto puro y generar una conexión con un escenario moderno, en el cual esas palabras e ideas tengan espacio para ser recreadas. Piñeiro ha demostrado ser un especialista en esto. En esta entrega que cierra la saga, tenemos sin embargo una gran novedad con respecto a las anteriores, aunque no necesariamente una que haga la diferencia. Por primera vez hay una figura masculina central dentro de la propuesta. A diferencia de "Rosalinda" y "Viola" que eran "universos femeninos", "La princesa de Francia" trae a un joven seductor que regresa de una larga estadía fuera del país para concretar un proyecto de dramatización shakespeareana en formato radio. Víctor (Julián Larquier Tellarini) pasa a ser figura medular de una trama donde la seducción y la traición (amorosa) se juegan en cada momento. Tiene novia, amigas, ex-amantes y toda una troupe que se ve conmovida con su regreso, aunque nadie tenga muy claro que sucede realmente a nivel vincular hasta el cierre mismo de la historia. A pesar de que podría pensarse que la llegada de un hombre convocaría a un quiebre positivo (disruptor, pienso), eso no sucede. Tellarini ofrece un perfil de hombre contradictorio a la hora de encarar su composición y no logra despertar interés en el espectador. Las musas del director ( a saber: María Villar, Laura Paredes, Agustina Muñoz, Romina Paula, Elisa Carricajo y Gabriela Saidón) regresan con su fuerza interpretativa intacta. Pero esta vez, la ecuación se desbalancea, los chicas son fibra y encanto, y el seductor, no alcanza la misma intensidad. Dentro de ese escenario, hay más escenas al aire libre (la secuencia de apertura muestra el talento de Piñeiro) y una saludable intención de migrar hacia un cine más abierto y menos hermético en su concepción que los anteriores (en definitiva, es una historia de amor con los vaivenes que se produce entre gente joven). Sin embargo, en algunos tramos, el exceso verborrágico de los diálogos originales de la obra en que se basa, apabullan al espectador promedio, alejandolo de la empatía que las mujeres de la obra convocan. Quizás un poco por debajo de "Viola" (que ostenta un timming único y fantástico, según este cronista), pero manteniendo la calidad habitual en sus trabajos, Piñeiro cierra estos episodios que homenajean al gran dramaturgo inglés. Festivalera y ganadora de la competencia argentina en BAFICI de este año, "La princesa de Francia" es un producto con inconfundible sello propio para tener en cuenta.
Cuando comienza el documental y vemos a una banda arriba del escenario que se autopresenta como "la orquesta brasilera de tango", "De Puro Guapos", comienza la sorpresa. Sabíamos del tango en Finlandia, de la explosión en Japón, pero... en San Pablo una banda que se le anime al 2 x 4 ? Fabian Streinger produce este film del también director de videoclips y fotógrafo, Gabriel Reich en el que se retrata el perfil de una banda bastante poco tradicional y su viaje a Argentina para mejorar y afinar el sentimiento que potencia su música: llegar hasta el orígen del tango, en esta Reina del Plata que nos cobija. Pasaron ya diez años desde que "De Puro Guapos" se conformó y el hecho de que sigan tocando, es singular. Su líder es argentino, Marín Mirol, y sabemos que cuando él llegó a San Pablo, supo que no podría despegarse de ese género que lo atravesaba. Así es que terminó armando una banda con músicos del vecino país, quienes se animaron a una empresa que no parece que les quede grande. Tienen condiciones (los músicos), están comprometidos con la tarea pero aún así algo le falta a la orquesta. Una de las grandes preocupaciones es, sin duda, encontrar un estilo característico. Y es así que deciden bajar a Buenos Aires para tomar contacto con la cultura ciudadana y enriquecerse con esa perspectiva, para dar el salto y vivenciar con mayor grado de pasión lo que hacen. Se ve que Mirol plantó una "semilla" y sigue preocupándose porque crezca. Este es el recorrido al que nos invita Reich (ese registro) y realmente funciona. "A Puro Gesto" trae testimonios, entrevistas y fragmentos de actuaciones en vivo, para acercarnos al universo tan particular del grupo. Mirol lidera con firmeza y convicción el proceso y la cámara de Reich hace el resto, indagando en las preguntas que refieren a lugares comunes y a cuestiones más técnicas, siempre con frescura y precisión. El documental logra mostrar esta trasposición cultural que se da en cada integrante del grupo, y reflexiona sobre las características intrínsecas que produce en ellos interpretar el tango. Hay buen material para quienes les interese la música ciudadana y mucho más si la curiosidad se instala en preguntarse sobre este proyecto en sí.
Un pueblo que ya no existe, una relación laboral controversial, recuerdos y sensaciones encontradas, un paisaje nuevo y un manto blanco que marca una historia singular. Quizás estas palabras no sean suficientes para describir "Los cuadros al sol", el documental del músico Arian Frank, pero se acercan bastante a caracterizarlo. Esta es la historia de Colonia Salinas Grandes, en La Pampa, que tuvo su esplendor en los 60' y que alberga una problemática particular que llevó a un estado sin retorno. "Los cuadros al sol" presenta un relato dividido en ejes que van recorriendo los eventos que marcaron la vida y la desaparición de este pueblo de 700 habitantes. La radicación de los operarios convocados por una empresa que se dedicaba al trabajo con una salina, el esplendor de un poblado que tenía todo y la mudanza forzosa, por traslado, que llevó al éxodo masivo del lugar. Frank (quien vivió allí dos años) busca un registro donde lo sonoro y lo visual ofrecen un equilibrio delicado para retratar un cuadro de situación con delicada armonía. Compartiremos la voz de los protagonistas, quienes evocarán las sensaciones que los atravesaron en cada una de las etapas que les vivir en ese suelo. Sentimos que había magia en Colonia Salinas Grandes y claramente a nadie le gustó dejar el lugar, por lo cual la discusión se trasladó a las razones que motivaron esa movida. La fábrica en los 70', se mudó a Macachín, a 12 km del anterior pueblo, luego de una áspera lucha que se generó por un ajuste presupuestario, lo que motivó que la idea de quedarse fuera utópica. Con un interesante trabajo de documentación (el seguimiento periodístico del conflicto gremial se lleva las palmas) y mucho sentimiento a lo largo del metraje, "Los cuadros al sol" termina por redondear un buen relato de una comunidad que busca su espacio y lamenta el éxodo al que fueron sometidos. A tener en cuenta.
Cada tanto está bueno salir de la gran urbe. A veces los problemas se ven desde la perspectiva donde uno está, y cobran una dimensión distinta con sólo alejarse de ellos. La problemática de la inmigración se ha tratado en muchos registros documentales, pero siempre, desde el corazón de la ciudad. Donde los extranjeros comienzan a hacer pie en un territorio nuevo, hostil muchas veces y deben adaptar su cultura para fundirse con su medio actual. Eva Poncet y Marcelo Burd (realizadores de "Habitación disponible" también en la misma línea de trabajo) entonces nos presentan esta vez un recorrido sobre los inmigrantes que han llegado de Bolivia, fijando la mirada en tres personas que han vivido ya cierta cantidad de tiempo (importante) en Argentina. Los documentalistas entienden que esa condición (la permanencia prolongada) afecta sobre la cultura originaria y propone algunas cuestiones que naturalmente, aparecen con esa inserción, además de disparar otros temas que son más específicos de cada caso. La mirada de Poncet y Burd se centra mucho en preguntarse (y observar, consecuentemente) acerca de los aspectos personales que son únicos y que surgen de vidas puntuales. En "El tiempo encontrado" entonces nos adentraremos en un clásico documental de observación que sigue la vida de tres inmigrantes en su contexto actual: Darío (cultiva tomates), Edwin (que trabaja en una fábrica que produce ladrillos) y Berta, (quien cose y teje). Nunca está de más avanzar sobre el análisis de las estrategias de adaptación de quienes eligen vivir en otro país. En una tierra como la nuestra, donde la discriminación y el bullying están a la orden del día, es una actividad que siempre debe convocar atención. Aquí, en "El tiempo encontrado", los realizadores logran adentrarse en el núcleo de confianza de sus observados. Luego de haber pasado un importante tiempo con ellos (en Florencia Varela, donde fueron registradas sus historias), las puertas se abren y esto permite registros de situaciones menos frecuentes y a la vez íntimas, de manera que al verlas cobran forma y fluyen de manera natural. A lo largo de la cinta, surgen preguntas que se desprenden de esos retratos de vida y si bien no todas serán respondidas, sí aparecerán indicios para sus desarrollos, sentido que el espectador agradece. En lo formal, quizás su duración parezca, para el público no predispuesto a adentrarse en este tipo de aventuras, extensa. La modalidad de abordaje favorece esta sensación, así que tenerlo en cuenta a la hora de planificar su visionado. "El tiempo encontrado" continúa una serie de registros que son interesantes en los contextos actuales que encuadran las relaciones con los inmigrantes y es bueno tenerlos cerca a la hora de entender ciertas situaciones sociales que nos atraviesan.
Viví cerca de lo que era República de Cromagnon (en el barrio de Balvanera, en Buenos Aires), local para recitales que regenteaba Omar Chabán, en esos años previos a la tragedia. Recuerdo que el espacio siempre estaba lleno pero jamás sospeché que en dicho lugar las condiciones de seguridad no fueran suficientes para proteger a la enorme cantidad de asistentes que se congregaba periódicamente allí. Era habitual ver las tribus urbanas marchar a recitales cada noche, convocados por bandas alternativas e importantes de ese tiempo. Hacía mucho calor, estábamos en la víspera del último día del año 2004 y tocaba Callejeros, la banda alternativa del momento. El local atestaba de gente y a poco de comenzar a sonar los primeros acordes, alguien tiró una bengala que impactó en el techo del local. Comenzó el fuego, apareció el humo y al intentar salir, las personas encontraron que las salidas estaban cerradas por fuera. La tragedia se cobró las vidas de 194 personas. Se inició una investigación judicial larga que se sumó a la política, y el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra, fue destituído de su cargo. La herida, no cerró aún y Mayra Noelia Bottero aborda el proceso de trabajar con el suceso buscando transmitir los sentires que atravesaron a los protagonistas, directos e indirectos. En su debut como cineasta, ella elige plantear un recorrido prolijo entre la multitud de testimonios que dejó Cromagnon y atiende a diferentes visiones de lo que fue aquella noche. Sin buscar tomar partido (hay sectores que creen que los miembros de la banda son responsables de lo sucedido), "La lluvia es también no verte" es un documento válido para reflexionar sobre cómo la sociedad procesa y avanza sobre un hecho luctuoso, definiendo responsabilidades. El film logra establecer conexiones con otros hechos sociales en los cuales los jóvenes y ciudadanos sufren de persecusión, desamparo y no tienen la posibilidad de enfrentar la disparidad de fuerzas opositoras ("en la Argentina la justicia no es un servicio, es el resultado de una pelea"). La movilización por la tragedia de Crogmanón no termina como bien se escucha en el documental, en las condenas por el hecho. Debe hacerse efectiva en todos aquellos lugares donde el pueblo necesita sentirse seguro y protegido por sus gobernantes y fuerzas de seguridad. Esa es la lucha que está instalada y que se trasluce cuando entramos en la fase final de este documental. Este planteo de toma de conciencia ciudadana se escucha en esta cinta con clarirdad. No es una cuestión fácil su abordaje. Pero tenemos fe. Porque como escuchamos al cierre de este valioso registro,"es en la búsqueda de justicia donde construímos la esperanza" (La memoria siempre ayuda a construir un presente más honesto y un futuro mejor). Se puede ver en el Centro Cultural Konex y Arte Cinema de Constitución. A tener en cuenta.
Es tendencia en estos tiempos que corren, presentar historias (hablando de cine familiar principalmente) de superación donde se ponga en juego el uso de los conceptos de energía a través de la ley de atracción (si no vieron "El secreto" quizás sea un momento para adentrarse en conceptos como la visualización) y algunos elementos de la psicología positiva tradicional (desarrollo de la autoestima como eje, diría yo). Las historias sobre las que trabajan algunos cineastas van explorando estas ideas que la literatura de autoayuda va diseminando a lo largo del mundo, en un constante ascenso y con gran mercado a desarrollar. "Little boy" nace de un deseo del ex actor de telenovelas mexicano Eduardo Verástegui, quien siempre quiso producir una película donde se mostrara el poder de la voluntad personal para lograr aquello que uno desea. Junto al guionista Pepe Portillo escribieron una historia en esa línea y convocaron para su realización a Alejandro Monteverde, un director local de quien siempre recordamos su interesante ópera prima "Bella" (allá por 2006). Puestos a trabajar y luego de la ardua tarea de recaudar fondos independientes de México y USA para valor de más de 20 millones de dólares para llevarla adelante, convocaron un reparto llamativo, donde integraron un cast en cual encontraremos desde actores jóvenes en ascenso (David Henrie), hasta comediantes (Kevin James), prestigiosos íconos de la industria (Tom Wilkinson, Emily Watson y Michael Rapoport) junto a un niño con un futuro enorme, Jacob Salvati, intérprete que se roba la película de principio a fin. La historia presenta una familia feliz, en los momentos posteriores al ataque japonés a Pearl Harbour. Pepper (Salvati) es hijo de Emma (Watson) y James (Rapaport) y hermano de London (Henrie) y viven en O'Hare, pueblo costero californiano donde la vida transcurre sin mayores sobresaltos. Es cierto que Pepper no tiene amigos, tiene un problema de crecimiento y es más bajito que los chicos de su edad, pero con la ayuda de su padre, quien acompaña todas sus inquetudes, vive una vida plena, llena de historias lindas y momentos divertidos. Pero Estados Unidos entra en la contienda del Pacífico y llama a sus ciudadanos a alistarse para combatir en el frente oriental. Como London tiene pie plano, el que será convocado es James y eso dará rumbo a la historia que Monteverde quiere contar: la de un hijo que quiere que su padre retorne a su lado, en un contexto absolutamente adverso. El pequeño se deprime y llora, pero luego de la ida de su padre al ejército, comienza a buscar la manera para lograr que vuelva sano y salvo. Es ahí donde descubre a un mago en historietas que se especializa en telekinesis: mueve objetos a través de su fuerza mental. Luego de una experiencia donde comienza a sentir que él puede hacerlo también, recurrirá al reverendo Crispin (Wilkinson) buscando orientación y ayuda para seguir con su plan. El religioso verá en él potencial y le dará una lista de cosas para desarrollar en él a fin de que se vuelva más amplio, generoso y conciente de los demás, elementos esenciales para intentar llevar a cabo la proeza de "atraer" de vuelta a su padre a su lado. Este "empoderamiento" de Pepper se da a través de una serie de experiencias donde el niño transitará complejas situaciones (la cuestión del racismo y el bullying son las más logradas) y se hará el centro de la escena del pueblo, cuando intentará con sus brazos y su mente, proteger a su padre de una muerte altamente probable. Su relación con el único japonés que vive en el pueblo (Cary-Hiroyuki Tagawa) será motivo también para alterar la tranquila vida pueblerina en dicho paraje. Desde el punto de vista narrativo, "Little boy" es amistosa y el carisma de Salvati nos conquista desde el primer fotograma. Hay en su composición tanta ternura que desborda la pantalla. Este chico lleva adelante la trama con soltura, incluso en los instantes en que el guión flaquea (sobre el final). El derrotero de Pepper para mostrarnos que "la fe mueve montañas" es extenso desde lo emocional y no piensen que podrán salir de sala sin derramar alguna lágrima... El cast dista mucho de tener unidad (eso hay que decirlo, por mucha voluntad que tengan algunos) y es cierto que cuesta encontrar figuras que se destaquen, porque todos están subordinados a ser secundarios de referencia en los cuales Salvati despliega su talento para absorbernos con su búsqueda, concitando el centro de todas las miradas de la audiencia a lo largo del film. Emotiva (tal vez en exceso, con algunas escenas innecesarias a la hora de la resolución del conflicto principal), humana y pensada como un manual de autoayuda en formato fílmico, "Mi gran pequeño" ofrece entretenimiento familiar garantizado y abundante material para la reflexión sobre cómo materializar los deseos que nos atraviesan. Sólo con eso, ya vale la pena la viista a sala. Para los más pequeños, hay un par de segmentos que pueden ser muy movilizantes así que tenerlos en cuenta (lleven carilinas, para ser más claros).
Seguramente si no están familiarizados con el mundo de los clásicos videojuegos ("arcades") de los 80', "Pixels" podría considerarse una realización sin un relieve destacado. Una comedia más (tal vez) de un Adam Sandler en búsqueda de recuperar el prestigio que lo encumbró hacia fines de los 90' y que viene perdiendo merced a algunas malas decisiones en los últimos años ("That's my boy", "Grown ups 2" y "Blended", sin ir más lejos). Es probable incluso que sientas que "Pixels" no sea un film redondo (como el PacMan que nos saluda desde su afiche principal) pero no se puede negar que es original y cumple con los parámetros de aventura clásica en clave familiar. Sí será una joyita, para los gamers que superan las cuatro décadas quienes podrán ver el retorno de los personajes favoritos de aquellos fichines que tanto amaron y que vuelven, con toda la fuerza del 3D a la pantalla grande como jamás lo hubieses soñado. Hay que decir que el hombre detrás de las cámaras, es nada menos que Chris Columbus (el guionista de "Gremlins" y "Goonies", director de las primeras dos "Harry Potter" e ideólogo del suceso "Home Alone" hace ya muchos años) y aunque el guión de esta producción parezca una extensión del corto de Patrick Jean del 2010 (en que está basado el film), lo cierto es que hay en él suficiente material interesante para todo espectador curioso y nostálgico. Corre el año 1982 y en el campeonato mundial de videojuegos (en ese momento ni se soñaba algo como PS4, X-Box y similares), encontraremos a Brenner (Sandler) llegando a la final del torneo, listo para disputar un duelo con Eddie (el renombrado Peter Dinklage de "Game of Thrones") buscando quien es el mejor jugador de "Donkey Kong". Más allá de esa contienda que abre "Pixels", lo importante es tomar contacto con el espíritu que inspiraba ese rito: los chicos salían al arcade local, hacían sociales y pasaban largo rato con sus amigos cara a cara. Los ochenta, donde nada de todo lo que después vendría, podría siquiera imaginarse. La cuestión es que nos volvemos a instalar en el tiempo actual donde el mismo Brenner que viste y calza, parece detenido sin signos de avance. No ha logrado canalizar o transformar en algo positivo su capacidad para memorizar patrones (la que lo llevó a ser un gran player treinta año atrás) y sólo se dedica a instalar equipamiento electrónico y juntarse cada tanto con su amigo de la infancia, Will (Kevin James) que por esas casualidades, es el presidente de los Estados Unidos de América. En una de esas visitas, conocerá a una alta oficial del ejército, Violet (Michelle Monaghan), recién separada y con un hijo, con quien el destino lo volverá a cruzar a la hora de resolver una gran crisis mundial que se avecina sobre el mundo.: algo sucedió en aquel evento donde Brenner perdió el cetro de campeón en 1982 (que conviene no anticipar) que desatará la más delirante invasión alienígena que puedan imaginar... Y entonces habrá que buscar héroes que se opongan y derroten a la fuerza invasora, por supuesto. Anoten ahí a Josh Gad haciendo de Ludlow, un nerd bastante particular que conoce a Brenner desde aquel fatídico torneo que parece haber sellado su suerte para armar una suerte de equipo al estilo "Ghostbusters", de cara a enfrentar batallas contra el delirante invasor. Ya sabrán si vieron el tráiler que los "malos" serán nada menos que versiones en tres dimensiones de los personajes de los clásicos arcades, desde "Centipede" hasta "Pac Man", para delirio de los fans de estos clásicos videojuegos. Lo que tendremos durante los 105 minutos de duración, será un film entretenido, esperable y de espíritu retro que cumple el objetivo de hacernos pasar un buen momento. El arte y diseño de animación está a la altura al igual que el eficiente soundtrack, Columbus se ocupa de que la cinta juegue sus cartas de manera simple, apelando a esquivarle al humor sexista y aportando ritmo y clima de fiesta permanente. Hay suficiente para ver, escenas que impactan (las de NY y Londres), sólidos homenajes a los arcades y un ritmo de narración que no se detiene en detalles, pero luce atractivo e intenso. Es cierto que quizás haya puntos discutibles a la hora de evaluar "Pixels". Sandler desde su rol construye un relato muy similar a sus últimos trabajos (lo cual ya dijimos no es bueno), pero el valor de la memoria colectiva que rescata y la manera en que Columbus lleva al espectador a la magia ochentosa de esos juegos, está muy bien lograda. Con menos sonrisas y humor del esperado, igual "Pixels" logra mostrarse como una película interesante para ver. Y como ya dije, si tenés 40 años o más, la vas a disfrutar mucho más.
La historia que presenta este documental de Fernando Molina y Nicolás Bietti es impactante. En mayo de 2008, un volcán hizo erupción en el sur de Chile y Chaitén, su poblado más cercano, fue evacuado y cerrado por tiempo idefinido. Un desborde de un rió local (luego de intensas lluvias), arrasó parte del pueblo con sedimientos volcánicos. Los habitantes recibieron un subsidio de estado (y hasta se manifestó la voluntad como hipótesis de construcción de una nueva ciudad) y algunos de ellos decidieron volver a su tierra, a pesar de todo. Registro directo de ese regreso, los directores muestran la desolación del poblado en toda su dimensión. Hay viviendas destruidas, anegadas, árboles caídos, agua corriendo por lo que alguna vez fueron calles y la aridez de un clima que tampoco da mucha tregua: nada parece condescendiente con los hombres y mujeres que quieren dar batalla (la de la reconstrucción de su hábitat). Porque detrás de este volver al pueblo, está el hecho de las condiciones en qué se puede vivir en ese lugar: la cámara registra ese proceso con efectivdad. "Refugiados en su tierra" pone voz a ese reclamo y muestra la difícil tarea de revivir un lugar que, a todas luces, parece tierra arrasada. El trabajo de Molina y Beitti, sacrificado (viajaron diez veces y filmaron con una cámara hogareña HD porque el apoyo económico del INCAA no fue suficiente para cubrir todos los gastos de producción), es muy valioso. Han logrado captar momentos íntimos gráficos y potentes (la niña que le dice a su madre que sería bueno volver a casa, y recibe la respuesta de su madre cálida pero firme, informándole que no tienen más "casa"; el del hombre solo, de campo, reflexionando sobre la existencia de Dios a la luz de los hechos que sucedieron en su pueblo; las discusiones entre vecinos sobre si cómo encarar el tema del pedido de ayuda a las autoridades, etc) siempre con respeto y cuidado extremo. Lo cierto es que los documentalistas establecen el estado de necesidad de esos habitantes. Sabemos que sólo han regresado 1000 de los 5000 originales que había antes de la erupción y la tarea de volver a hacer el lugar habitable se imagina titánica. Sin embargo hay un puñado de gente que cree que puede sobreponerse a la tragedia. Y es ahí donde la cinta cobra sentido épico: ser testigos de esa contienda contra todo (la naturaleza, el clima, la desunión, la indiferencia estatal- al menos durante el registro que vemos) es una experiencia reveladoramente humana. Y su registro, es punto de debate para que la cuestión no sea olvidada por aquellos que tienen los recursos en sus manos. Porque muchas veces lo que la gente necesita, tarda años en resolverse en los escritorios de los políticos. Por el regreso de Chailén.
Había una vez un gran comediante en los 90’ que tenía un brillo particular. Plástico para los roles dramáticos, Kevin Kline tuvo su cuarto de gloria con algunos hits que hoy aún circulan por el cable (y si no, busquen en tiendas especializadas) como “French Kiss”, “Dave” y “Grand Canyon”. Luego, comenzó a prestar su voz para cintas infantiles y le sumó malas decisiones en comedias menores, que fueron fracaso de taquilla. Tanto, que sentí que lo habíamos perdido. No, por suerte el hombre está de vuelta. Y nada menos que con la encantadora Maggie Smith (“The best exotic Marigold Hotel”) y la competente Kristin Scott Thomas. Es más, el hombre detrás de las cámaras es el prestigioso escritor y dramaturgo israelí debutando en este rol, Israel Horowtiz en una adaptación de una obra escrita por él. Qué más se puede pedir? Esperen. No todo es color de rosa. Es cierto que “My old lady” parece superficialmente (para quienes ven el tráiler como referencia) una comedia pura sobre un hombre que tiene que desalojar a una anciana de una propiedad para poder disponer de ella por cuestiones de herencia. Supongo que Adam Sandler haría una adaptación violenta de la cuestión, pero no. Aquí esto arranca como una film divertido pero con el correr de los minutos comienza a provocar emociones que nos acercan al drama familiar, todo, en forma cuidada, metódica y bien actuada. Mathias (Kline) llega a París con sus últimos ahorros, viene de familia rica pero está quebrado y su esperanza es hacerse cargo de un departamento que su padre tenía en dicha ciudad. Pero he aquí que cuando llega a la casa, encuentra a Mathilde (Smith), nonagenaria, como inquilina sin ganas de irse. Y la ley francesa la protege, porque le permite quedarse allí hasta su muerte y encima (a tener en cuenta!) hasta puede cobrarle renta a Mathias por pasar unos días ahí. De más está decir que esto desequilibra al ex-rico heredero, quien empieza a conocer a Mathilde más profundamente, mientras piensa como capitalizar rápidamente la situación. Hay mucho dinero en juego. Pero ella, esconde un secreto particular que se irá delineando a medida que transcurra la historia. Y para más, vive con su hija Chole (Scott-Thomas), quien también tiene una vida gris y entra en el cuadro, para complicar más aún el escenario, con el clásico condimento romántico. “My old lady” tiene un poco de cada género que transita. Hay algo de romance, algunos tintes de comedia británica (deliciosos) y bastante de drama. Sin embargo, el punto alto de la cinta es el regreso del mejor Kevin Kline, con un despliegue de repertorio fantástico. Su Mathias atraviesa todas las emociones y en ellas, vemos el trabajo de un gran actor que está de vuelta. Las dos mujeres que lo acompañan son el soporte preciso para su labor. Muy buena. Bien Kevin, te extrañábamos.