Una nueva distribuidora se suma a la grilla local, Obra Cine, y abre su programación nada menos que con la ópera prima de Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, “Los Dueños”, realización premiada en Cannes 2013, en la reconocida “Semana de la Crítica”. Esta es la primera producción rodada íntegramente en la provincia de Tucumán en décadas (30 años probablemente) y curiosamente sus responsables, son gente de teatro y no de cine, hecho singular que ha favorecido la construcción del relato, dandole una frescura poco usual. Cuentan los directores que la idea original de “Los Dueños” era también originalmente llevarla a las tablas, pero por su dificultad para montar esa puesta pensaron en la pantalla grande como alternativa. Ganaron un concurso del INCAA, consiguieron los fondos necesarios y con gran esfuerzo, completaron una obra fuera de lo común, redonda, profunda y maravillosamente local. La película se presenta, durante los primeros minutos, como una cinta donde veremos un conflicto de clase. Hay una estancia, una vivienda familiar grande, amplia y con todas las comodidades, y una familia de peones que vive cerca, cuida el campo, lo trabaja y sirve a los dueños del lugar. Los empleados hacen su tarea y están atentos a los movimientos de sus patrones. Porque mientras los propietarios no están hospedados ahí, ellos se “mudan” al lugar y disfrutan de todas los beneficios del espacio (la heladera llena, el dvd y la televisión inmensa, los auriculares para escucharla, la pileta, etc...). Quienes entran y salen, son los hijas del mandamás (un hombre grande, en pareja con una joven mujer que casi ya no se ocupa de nada de su estancia), con sus respectivos esposos. No pasa mucho tiempo hasta que la familia acomodada se da cuenta de que en su ausencia, sus bienes son usados por los peones. La cuestión abre con esa línea, pero rápidamente va acomodando otras situaciones de conflicto, en tanto la vida de los dueños y quienes están a su servicio, incluye traiciones, negociados, affairs y mucho más. Lentamente iremos accediendo a los pliegues de la historia, que van enriqueciendo la perspectiva (no es bueno quedarse en la superficialidad del análisis en una obra como esta) y descubriremos que en esta relación simbiótica, asimétrica y necesaria, nadie es inocente y ninguna situación se resuelve con sensatez. Hay en “Los Dueños”, humor, tensión y una gran conexión con el público. Es, de alguna manera, una historia conocida (termina siendo una escena de lucha de clases, en definitiva), pero interpretada con enorme oficio por un elenco que responde sin fisuras. Rosario Blefari, Germán de Silva, Sergio Prina (genial), Cynthia Avellaneda y Liliana Juarez juegan sus roles con una naturalidad fantástica, creando las condiciones para Sin dudas, Toscano y Radusky darán que hablar en poco tiempo. Han logrado un film plagado de capas delicadas para analizar con detenimiento (desde el tratamiento de la sexualidad y el juego de poder con el que se presenta, hasta el sentido servil de los peones, incorporado en su ideario y que divide las opiniones de la familia de trabajadores, por ejemplo). Este es el momento de compartir su trabajo con el público (de Tucumán para el mundo!), así que celebramos su llegada a sala. No dejen de verla, “Los Dueños” probablemente sea la mejor película argentina estrenada este año, la van a disfrutar de principio a fin.
Gastón Gallo, director y guionista de "Gato Negro", es un hombre vinculado, además del cine, a la actividad empresarial. Ha viajado mucho y eso se refleja en la visión del mundo que le imprime a su obra. Esta, es una película que muestra el camino de un hombre simple, del interior, destinado a ser proletario (por ponerlo en términos político-marxistas) y que logró torcer esa ruta para destacarse en una cierta actividad laboral. En ese devenir vital, nos adentraremos en la existencia de Roberto (Luciano Cáceres), desde su infancia hasta su madurez, pasando por varias etapas de la Argentina que aparecerán caracterizadas como fondo, para enmarcar los diferentes cambios frente a los que él tendrá que adaptarse para sobrevivir. En cierta manera, la idea de Gallo era ambiciosa. Elegir un personaje y hacerlo transitar por varios años de historia local. Poner el lente ahí, para ver cómo ese medio fue condicionando o propiciando nuevos direccionamientos en su accionar. Esa fue la mirada, eligiendo no profundizar demasiado en algunas cuestiones fuertes (la de los 70' con las detenciones, el trato con el oficial para liberar a una desaparecida; en los albores de la recuperada democracia, con las actitudes de un juez o de los funcionarios en la aduana) sino centrando siempre el relato en función de los sentimientos de Tito (Cáceres). Y él, está a la altura de lo esperado. Concentrado y cómodo en su rol, el actor de "Graduados" descolla en su primer protagónico. Sostiene, prácticamente, él solo el interés en la cinta. Desde que el actor comienza su trabajo hacia fines de la adolescencia, todo hace centro en él: a su alrededor pasan cosas (muchas, realmente), pero las que importan, las vive en el rostro. El resto, está ahí como fondo (el robo aquel donde sus amigos caen presos en la década del 60, sin ir más lejos), los secundarios, también. A pesar de contar con un vasto elenco de renombre (Lito Cruz, Leticia Brédice, Favio Posca, Pompeyo Audivert, Luis Luque), todos ellos (excepto Roberto Vallejos quien hace un gran trabajo y en pocas escenas muestra su calidad), por cuestiones del guión, no logran generar duetos dramáticos con Cáceres, quien se abre camino solo para llevar adelante la suerte del film. En el haber, hay un nivel de producción importante para el medio y se nota en el trabajo de ambientación y vestuario, el magnetismo de Cáceres hace de andamiaje para disfrazar las debilidades de la historia. En el debe, "Gato Negro" es larga y se siente en el cuerpo, a veces pareciera que hay subtramas que no revisten tanto interés y estoy seguro que un corte más ajustado quizás hubiese potenciado algunos segmentos (el del final, sin ir más lejos) que no lucen como deberían. Sin embargo, el cine nacional necesita de estos productos. Necesita explorar nuevos géneros y probarlos en las salas, traer actores de la tevé y probar cómo se lo recibe en la pantalla grande. Desde ese sentido, esta apuesta de Gallo es valiosa. También, su esfuerzo por llevar adelante una historia compleja, extensa, en la que retrata a un argentino imaginario, reconocible, que peleó por trascender a lo largo de toda su vida. Aceptable debut para Gallo y mucha expectativa por los próximos trabajos de Cáceres para el cine.
Hay que reconocerle a Darren Aronofsky que es un tipo que le gustan los riesgos. Venía de una exitosísima joya como "Black Swan" (aquel thriller psicológico con Natalie Portman), éxito en cuanto lugar se haya exhibido (con más de 300 millones de dólares de recaudación a nivel global), y tenía todas las alternativas para continuar con una carrera lógica, sin demasiados contratiempos. Pero no. Decidió arriesgarse con una libre (pero respetuosa) interpretación del Antiguo Testamento y reunir a un cast fantástico para generar un film de gran calado que quizás actualice un género olvidado por Hollywood en estos tiempos: el del cine épico-bíblico de gran presupuesto. Aronofsky claramente utiliza a Noah como ícono de humanidad: esta es una película sobre la fe, el costo de sostenerla y la responsabilidad que debemos tener para no destruir aquello que recibimos para habitar (nuestro mundo). Aquí, "Noé" (Russell Crowe), descendiente de Abel, se encuentra viviendo aislado del resto, en una tierra desolada. Los herederos de Caín se han apoderado del mundo y han utilizado los recursos de la naturaleza, sin límite ni freno alguno. En ese contexto, nuestro protagonista junto a su familia (su mujer -Jennifer Connelly-, sus tres hijos varones y una niña abandonada -Emma Watson cuando crece-) ve como el hombre va cavando su propia fosa: se agotan los suelos, la comida no alcanza y el uso de la violencia es moneda corriente. Sus visiones (en sueños), le auguran un triste final. Es por eso que parte a visitar a Matusalén (Anthony Hopkins) para pedirle consejo: ha recibido instrucciones de que debe salvaguardar a los inocentes (los animales) de lo que viene: sencillamente, el exterminio. La lluvia sin límites. El fin del mundo que conocen. El viejo sabio le da las respuestas que necesita para entender el significado de su tarea y es ahí cuando el comienza a encarar la etapa de preparación del viaje hacia el nuevo paraíso. Las señales están ahí y Noah comienza a construir su arca, ayudado por los Vigilantes, otrora ángeles, que ahora son monstruos de piedra que no cuentan a los humanos entre sus aliados. El resto, seguramente lo conocen y no escapa a lo que todos leímos (los animales de diversas especies, machos y hembras que poblarán el nuevo mundo van llegando a la nave, el tiempo va marcando el cierre de una era de caos y excesos, los hombres buscan llegar al arca de cualquier modo para salvarse, etc) aunque aquí también hay una historia familiar fuerte, de pasiones y religiosidad que conviene no anticipar pero que es de lo mejor de la película. Aunque Aronofsky se guarda alguna sorpresa en la construcción del clímax, buscando tal vez que el relato no pierda interés para quienes se acercaron a la cinta como entretenimiento puro, lo cierto es que lo más fuerte de la película es el mensaje que transmite, muy ligado a la protección del medio y el respeto a la naturaleza. Hay en la progresión del conflicto y en su resolución, algunos detalles que quizás no estén bien desarrollados (la historia de Cam, para mi gusto) pero la ampulosidad del escenario en que se desarrollan los eventos, esconde bastante esas debilidades y quizás para el gran público pasen desapercibidas. Actoralmente, hay una adecuada dirección que tiene su punto más alto en el trío Crowe-Connelly-Watson, quienes viven la historia con gran oficio y sostienen la estructura dramática con gran solvencia. "Noah" es un film que no pasa desapercibido. Sin embargo, carece del "charme" de los clásicos de su género del siglo pasado. Parte de una premisa de aggiornamiento obligada (el formato en esta época debe adecuarse a los tiempos que corren) y decide respetar, a rasgos generales, la trama que nosotros conocemos desde las Escrituras. Sin embargo, algunas licencias discutibles y el poco peso de los secundarios la alejan de una alta calificación. Bievenido Noé, si abre el mercado para nuevas obras en este género. Hay muchos espectadores ávidos de ellas. En definitiva, un film que no hace agua y propone un largo viaje que llega a tierra firme.
Pocas veces uno recomienda, exclusivamente, ver una película independiente, sí o sí, en una buena sala. En "Berberian Sound Studio", esto es, fundamental. Ganadora en BAFICI el año pasado y con mucho recorrido festivalero, este thriller del inglés Peter Strickland tiene su punto fuerte en el sonido, elemento que sostiene el metraje de principio a fin. Sin un audio de primera, será difícil apreciarla y ser justo con ella. Hay que decir, para el observador casual, que el ambiente donde está enmarcada es la grabación en estudio de las pistas de audio de un "giallo", film italiano de terror clase B de los años 70'. Se imaginan entonces la fuerza e importancia que cobrará ese aspecto. La propuesta es, bastante simple, debemos decir. Gilderoy (Toby Jones, en uno de sus mejores interpretaciones de su carrera), es un ingeniero inglés con experiencia en sonido de films familiares y de niños. Ante el ofrecimiento de un trabajo nuevo, decide viajar a Italia a prestar servicio en un film ya rodado, al que le falta la mezcla de sonido final. Allí, el inglés silencioso (un arquetipo del anglosajón que contrasta con los ruidosos latinos), hará su trabajo, mientras comienza a sentir que en el lugar donde realiza su tarea, pasan cosas extrañas. Lo cierto es que preparar los efectos para la peli de Giancarlo Santini (Antonio Mancino), es un trabajo interesante y colorido. El público podrá ver como en esos años, se recreaban esos horribles sonidos (esto justifica el precio de la entrada, créanme). Gilderoy, por su parte, es un inglés que no logra comunicarse bien con sus compañeros de trabajo, dado que ninguno habla su idioma (el choque de culturas se muestra claro). Eso refuerza el suspenso, dado que la mayor parte del tiempo sentimos que el hombre está aislado e indefenso, y encima, parece haber una maldición en la cinta porque algunas escenas hay que volver a hacerlas. El peso de la historia está ahí (en ese estado de indefensión donde todo es amenazante) y el director no deja dudas al subrayar este aspecto como medular en el relato. Una cuidada reconstrucción de época, un trabajo de mezcla fantástico y una gran actuación de Toby Jones, son los elementos salientes de "Berberian Sound Studio". Sin embargo, también debemos decir que el guión es bastante repetitivo (algunas escenas son también, largas e innecesarias) y se extraña algún elemento que sorprenda, siendo que había mucho para aportar una vez que la cuestión estaba enmarcada. Incluso creo, la trama puede ser decepcionante si mirás más allá de la calidad del ambiente recreado en ese estudio cerrado y oscuro. Si bien hay que reconocerle a Strickland que su homenaje a los hombres que trabajaban en esta área antes de la digitalización funciona, el resultado final no es absolutamente redondo. Pero más allá de eso, es una película singular, a la que hay que hacer justicia en los cines que corresponda.
El universo Marvel sigue girando y luego de la segunda entrega de "Thor", llega el turno del Capitán América. Ya sabemos que habrá "Avengers 2", "Iron Man 4" (apuesten que sí) y mucho, mucho más... Han sido enormes éxitos de taquilla y las posibilidades de este tiempo son ideales para lo que proponen estas franquicias, hay herramientas digitales que hacen posible lo inimaginable hace unas décadas atrás y los estudios lo saben y lo aprovechan al máximo. Lo cierto es que, en cierta manera, están fuera de discusión. Sus fans las aman y las protegen, el público corriente agota entradas y sus detractores, tienen poco espacio y tema para presentar batalla. Está bien. Vamos al cine, entre otras cosas para entrenernos. Y si algo ha demostrado Marvel, en esta etapa, es que sus propuestas tienen sobrados elementos para que la pasemos bien: historias heroicas, trabajo de equipo, adecuado tratamiento del humor y espectacularidad visual. La segunda entrega de Capitán América posee todas esas características y las despliega tan bien, que logra interesar a quienes incluso no lo tienen entre sus personajes favoritos. Piensen que si bien es "el primer Avenger", lo cierto es que es el menos "global" y el más resistido ideológicamente del grupo para las audiencias fuera de EEUU, así que ese no es un detalle menor. Con un aceptable guión de Christopher Marcus y Stephen McFeely, Joe y Anthony Russo se propusieron que Steve Rogers (Chris Evans) tuviera una aventura completa a su disposición (en la primera entrega, la explicación de su origen le quitó ritmo y vuelo a la historia) y que mostrara una personalidad más definida, menos "tibia" y potenciara el carisma natural de su protagonista. La trama no corresponde punto a punto con el comic del mismo nombre de Ed Brubaker del 2005 (responsable del resurgimiento en papel de este vengador con ideas frescas), pero tiene mucho de su perspectiva y eso se agradece. S.H.I.E.L.D ejecuta un operativo en un buque tomado por terroristas. Steve y Natasha (o Capitán América y Black Widow, como siempre Scarlett Johansson) con su equipo abordan el navío y detienen a los atacantes sin mayores problemas. Sin embargo, nuestro héroe ve que su compañera graba la información que encuentra en un ordenador y se molesta: cada uno tiene una tarea asignada y este tipo de conducta pone en riesgo al grupo. Luego de alguna discusión con Nick Fury (Samuel L.Jackson) por el tema (cuántos secretos habrá en esta peli!), las cosas se complican: un atentado posterior demuestra que la organización puede estar infiltrada y nuestro dúo deberá escapar hasta demostrar su inocencia y descubrir qué sucede realmente, detrás de la fachada de S.H.I.E.L.D. La máxima autoridad de la agencia es nada menos que Alexander Pierce (Robert Redford) y hay que prestar mucha atención a sus movimientos. Donde los Russo demuelen, es en haber "bajado" al Capitán América a la tierra para volverlo físico, potente y operativo (presten atención al uso del escudo). En esta oportunidad, tendrás persecusiones a pie y en vehículos, balaceras a granel, explosiones, combate mano a mano y mucho más. En ese sentido, la acción está al servicio de la trama y la misma funciona bastante bien. Evans bucea en su personaje tratando de alumbrar sus contradicciones de soldado, la falta de adaptación a los tiempos que le toca vivir y otras emociones que conviene no anticipar y se lo ve natural y confiado. Esta vez, el traje le queda bien. A lo largo de más de 120 minutos, "Capitán América y el Soldado del Invierno" mostrará que esta fase 2 de Marvel para sus superhérores está aceitada y funciona sólida individualmente, más allá de que siempre esté presente que conforma un universo en el cual otras personajes seguirán entrelazando caminos a lo largo de los próximos años. En el debe, algunos secundarios no están delineados a la altura del evento (Falcon aparece demasiado rápido y no hay mucho detalle sobre su equipamiento) y el misterio detrás del desarrollo de Hydra en el caso del despiadado y métodico asesino, no genera la altura dramática que quizás pudiera tener. Son detalles, pero hay que tenerlos en cuenta. Sinceramente, la primera entrega de este nuevo Rogers no me gustó, pero este thriller tecnológico, un tanto oscuro, pero ajustado y de impecable factura técnica, me parece un paso adelante para este vengador. Muy entretenida y recomendable.
Llega a cartelera el nuevo trabajo de Peter Berg, drama bélico sobre una fallida misión de un grupo Navy Seal en tierras afganas allá por 2005.. Basada en un caso real y en el bestseller del único sobreviviente de la operación "Red Wings", Marcus Luttrell, esta fue una operación relámpago en la cual se buscaba matar o capturar a Ahmad Shah (lider talibán). Como dice el título de la cinta, lo que veremos será la odisea del protagonista para salir vivo de territorio hostil, una vez que su equipo falla en la delicada tarea. "El último sobreviviente" tiene tres momentos bien diferenciados, todos filmados con oficio. El primero, la presentación del espíritu marine, la naturaleza de su entrenamiento y su noción de hermandad para enfrentar al enemigo. El segundo, la operación en sí, donde cuatro de ellos (Mark Wahlberg, Taylor Kitsch, Emile Hirsch and Ben Foster) van por la cabeza de un criminal importante y no logran el objetivo, y el tercero, en el cual vemos cómo se produce el rescate del único de ellos que sale con vida del enfrentamiento. Hay que decir que, "Lone survivor" es más que políticamente correcta. Los buenos son los americanos, su respeto por los civiles locales (un grupo de pastores que están en la montaña, cerca de la aldea objetivo) los pone en peligro y el vínculo que tiene el equipo entre sí, es leal (aunque no acuerden cómo accionar) y vertical. Los talibanes están presentados como siempre, sanguinarios y traicioneros, dispuestos a aprovechar las ventajas del terreno (y cómo!) y su conducta se limita a lastimar, aterrorizar y matar campesinos y soldados. Me cuesta ver la realidad desde ese cristal tan simple. Desde esa paleta casi monocromática. Por eso creo que más allá de que el film sea intenso, esté rodado con eficacia, ese componente no debe ser dejado de lado a la hora del análisis. Hay una intención propagandística y de homenaje en esta cinta de Berg (al final verán fotos de los protagonistas reales y conocerán más de ellos) que la hace ideal para el mercado americano, pero árida para la salida internacional. Eric Bana tiene un secundario también (es el oficial mayor del grupo que no va a la operación y queda en base) pero no puede desplegar su habitual talento y sostiene desde fuera, sin mucha participación dramática. Si les gustó "Black Hawk Down" o similares, no pueden dejarla pasar. Es ideal para el tipo de público que sigue el suspenso de tipo bélico. Fue un hit en Estados Unidos (donde es raro que este tipo de producciones prenda) y tiene sus valores, es innegable. Entretiene y no defrauda, más allá de lo que nuestro corazoncito dice y siente (la realidad, nunca es tan simple).
Cuando me enteré que Disney había cedido los derechos del clásico Tarzán, me llamó la atención ya que fue un hit en la taquilla de los 90 y me parecía raro que aquel estudio no intentará una remake en este tiempo. Constantin Films, con base en Alemania, tomó el desafío e intentó mantener la esencia de la tradición en el personaje creado por Edgar Rice Burroughs, pero intentó innovar en dos puntos: un giro en la trama, más ecologista (con cierto enfoque estilo "Avatar" me atrevería a decir) y generar no un dibujo 2D, sino una animación más arriesgada y menos formal. El elegido fue Reinhard Klooss, un hombre de experiencia que ya lleva un recorrido importante en la industria. La incógnita era cómo el público nuevo reaccionaría frente a un ícono del cine del siglo pasado (recordamos muchas versiones interesantes, además de la consabida serie que nos conmovió hacia los 70). Era fundamental, tal vez, que el guión pudiera canalizar esos cambios. La historia se inicia con una expedición de Greystoke Enterprises en busca de los restos de un meteorito que hace miles de años cayó sobre la tierra, modificando la tierra y sus condiciones de vida. Una cuestión familiar ¿no?. Tarzán, siendo un niño (ya él se autodenomina así incluso siendo parte del mundo de los humanos en su niñez), acompaña a sus padres a la arriesgada misión, sin entender cuál es el motivo de tanto interés de su padre. Hay una misteriosa fuente de energía allí y un oscuro secreto queda expuesto con la presencia del equipo de investigadores. Pero algo sale mal y la nave donde la familia viajaba se desploma en el aire, con la muerte de todos los pasajeros excepto la del niño quien sobrevive a la caída. Tarzán es "adoptado" por una simia que había perdido a su pareja y su hijo y vive su latencia en ese espacio. Desarrolla grandes habilidades para los desplazamientos con lianas, se mueve como un simio y es rápido y letal con su cuchillo. Vive en armonía entre los monos hasta que conoce a Jane. Ella visitará el lugar con su padre (que es un ambientalista que quiere salvaguardar la fauna y flora de tamaño espacio) y quedará prendada del rey de los monos (ya verán porqué lo definimos así), iniciando una relación que con el correr de los años tendrá un giro dramático, que mejor no hay que anticipar. Ustedes ya conocen mucho de lo que van a ver. La animación es más que aceptable en los ambientes y el bosque frondoso, pero menos, quienes fueron esquematizados sin mucho detalle. Las tomas aéres podrían haber sido más impresionantes y sólo están para justificar el 3D como formato. Faltó imaginación y lo estético podría estar más pulido, sin dudas. En lo que tiene que ver con la realización dramática, está lejos de conmover. No hay mucho para emocionarse, incluso en escenas donde la emoción debería ganar a la audiencia, como las luchas, caídas por cataratas y demás. Los chicos, por otra parte, la tienen difícil. Si son peques (un clásico de este tiempo) de menos de 7 años, la peli se les hace cuesta arriba por la complejidad del conflicto. El resto de las edades puede pasarla bien con esta realización de neto corte pro-ambientalista y verde. Eso si, no sorprende ni maravilla. Está a años luz de su predecedora. Sólo elegirla si hay curiosidad sobre cómo Tarzán podría funcionar, en el mundo en que vivimos (que les digo, poco, no es).
Jason Reitman es un gran director. Luce, fundamentalmente, en el género comedia ácida y lo recordamos por "Juno" y "Up in the air" (aunque mi favorita es "Thank you for smoking", desde ya), tiernas pero incisivas. Es ahí donde ha tenido sus grandes éxitos y donde mejor entiende la técnica para explotar al máximo a su elenco. Esta vez, decidió cambiar de registro y ofrecernos un drama romántico, más bien clásico, ambientado en los 60 y adaptado de la novela éxito del mismo nombre de Joyce Maynard. Kate Winslet es Adele, una mujer a quien su marido abandonó y vive con su único hijo varón, Henry (Gattlin Griffth) en una casa donde se siente la falta de un adulto varón. Su ex esposo, Gerald (Clark Gregg) formó una nueva familia (ensamblada) y está preocupada por la suerte de la mamá de su hijo: siente que ha caído en la depresión (no sale de su casa) y sólo se mantiene con la mensualidad que él le envía. Cierto día, mientras Adele y Henry están en un supermercado (su única salida del mes) reaprovisionando su casa (viven lejos del centro), se topan con un fugitivo: Frank (Josh Brolin), quien escapó de un hospital adonde había sido derivado por una apendicitis. Con una sentencia de 18 años por homicidio, aprovechó la oportunidad y se lanzó por la ventana en busca de su libertad. Forzados por el acoso policial, él se refugiará en su casa hasta que el peligro pase, esperando retomar la fuga. Pero en esa estadía, descubrirá que esa familia de dos, lastimada y que tiene serios problemas de superviviencia, podría funcionar de tres, en un nuevo espacio y con un proyecto distinto. "Labor day" hace referencia a un período de días hacia el fin del verano antes del reinicio de las clases para escolares. Son varios feriados en los que la acción transcurre en la casa de la familia, en una convivencia que al principio es forzada y luego se vuelve espontánea y placentera. Reitman guía con prestancia la cinta, pero el mayor inconveniente que resiente la acción, es la falta de química entre Winslet y Brolin. Para que el film cautivara, su romance debería ser menos anodino (la pasión brilla por su ausencia) y los acosos de la ley, quizás, más intensos. No hay en "Aires de esperanza" el estado de tensión que consume al espectador. Lo que transmite es una historia esquemática, de un vínculo entre dos seres necesitados que crece y se fortalece desde las palabras. Para destacar, la narración y breve aparición de Tobey Maguire como un Henry adulto, de lo mejor de "Aires de esperanza". Si lo tuyo es las salidas en pareja, se puede convertir en una buena alternativa. De lo contrario, la cartelera ofrece mejores propuestas hoy.
Bernardo Kononovich ha dedicado gran parte de su vida a trabajar documentales donde aborda los derechos humanos. En esta nueva producción documental (que se estrena casi sin difusión en un solo horario por la tarde en el Gaumont de Congreso), posa su mirada sobre tres sobrevivientes del Holocausto y las invita a compartir su dolor, su mirada y su aguda reflexión sobre los hechos que las marcaron en aquel violento tiempo. Por qué hay un niño en el título? Dice el director "porque en sus historias hay uno para ser buscado, salvado, rescatado". Es así. Las mujeres que prestan testimonio eran niñas cuando los alemanes se ocupaban de exterminar desde sus campos a gran cantidad de miembros de la comunidad judía en plena Segunda Guerra Mundial. La valentía de sus progenitores, el movimiento justo para evadir a los nazis cuando lo inevitable tomaba forma y la mirada posterior, lúcida, que evalúa los alcances de esa horrible pesadilla, pasma. Afecta. Kononovich elige escuchar (es psicoanalista y se nota). Mirar. Compartir. Reconocer ese pasado y ejemplificarlo en una mirada abierta, desprejuiciada, contenedora. Y supongo que lo más difícil es saber qué hacer con esas vivencias. Porque ese proceso de elaboración de resilencia que Jackeline, Diana y Judith tiene que hacer, conmueve. Los relatos son muy duros y si no estás preparado emocionalmente, puede que se sientan en el cuerpo más de la cuenta. La extensión del documental es justa dado la profundidad de los sentimientos que provoca el acercarse a esos relatos. Hay en "Salvar al niño", un encuadre prolijo, modesto y atento a enmarcar cada palabra y darle su justa dimensión. Nada distrae, todo concentra. Sin dudas, un registro al que hay que vivenciar. Me atravesó mucho el hecho de reconstruir, como espectador, en mi cabeza, el sufrimiento y la angustia de esos chicos, tratando de escapar a una muerte segura. Y no es sólo esa lacerante herida, sino en muchos casos, desconocer el paradero de parte de la familia, y tener que buscar, dónde están los lazos de sangre separados en esa circunstancia (hecho que dice el director se da en países de Europa Oriental como Polonia y Ucrania). Es fuerte. Una búsqueda, de alguna manera similar, a la de nuestros chicos que concurren a archivos e instituciones para dar con el paradero de sus familias por haber sido separados durante la pasada Dictadura Militar argentina. "Salvar al niño", como muchos films de su clase, debería ser programado en escuelas secundarias para su visionado. No es de las películas que hay que olvidar.
Fui a sala con alguna información de prensa referida a este trabajo de Santiago Fernández Calvete, fundamentalmente por su paso auspicio en el festival de Sitges y mucha expectativa por ver cómo el cine de género nacional se va fortaleciendo (o no) en este tiempo, con nuevos nombres e ideas. Qué propone “La Segunda Muerte”? Un thriller, sobrenatural, oscuro, en torno a lo que la iglesia llama “las apariciones marianas”. En este caso, el suceso tiene lugar en un área rural lejana (llamada curiosamente “Pueblo Chico”) típica locación donde hay un ritmo particular alejado del pulso de las grandes ciudades. Una policía con un pasado complicado, Alba Aiello (Agustina Lecouna), decide exilarse en un lugar donde nadie sepa de ella y nada ocurra. Su culpa por un hecho brutal la agobia y si bien sigue viviendo (o deambulando por la vida), emana un dolor palpable en cada una de sus expresiones. Su trabajo en la fuerza es, lo esperable en ese tipo de espacio. Nada parece alterar su rutina. Hasta que una persona arde por combustión espontánea, en una ruta poco transitada, en posición de rezo y todo cambia. Ese hecho comenzará una investigación en la que nadie querrá arriesgar ninguna conjetura que sirva a la pesquisa, aunque una de ellas sea que el perpetrador del crimen, sea una entidad inmaterial. La tragedia volverá a repetirse, amenazando a todos los miembros de una familia tradicional y alertando a todos acerca de la peligrosa naturaleza del hecho. Aiello, accidentalmente dará en el pueblo con un niño que tiene poderes especiales para percibir imágenes y con su ayuda intentará armar el rompecabezas que nadie parece querer abordar: podrá la Virgen María aparecer y ser la responsable del ataque a los pobladores de esa comunidad? “La Segunda Muerte” tiene un guión claro, se apoya en la potencia de las imágenes y los silencios y explota los significados en la contemplación y las palabras de Alba, siempre referidas a la venganza, la angustia existencial y la búsqueda de respuestas certeras donde parece no haberlas. Tiene como punto alto una cuidada fotografía de Darío Sabina (gran paleta para cada segmento de la cinta) y utiliza al máximo sus limitadas posibilidades de producción (la escena final podría, -por ejemplo- con mayor presupuesto, haber sido increíble de haber contado con recursos en forma). Fernandez Calvete sabe contar historias y redondea un buen trabajo en este film en el que descolla una Lecouna lejos de su charme televisivo, intensa y sólida y a la altura de las circunstancias. Otro nuevo exponente de que el cine de género nacional puede transitar caminos más arriesgados y llegar a más y mejores puertos, de contar con el apoyo necesario.