Llega a sala la ópera prima de Benjamín Naishtat, “Historia del miedo”, que compitiera en febrero pasado en la Berlinale y que además hace un corto tiempo se alzara con premios en el festival de Francisco (New Directors) y en Jeonju, Corea del Sur (premio principal de la competencia!). Dentro de la industria ya se reconoce a este cineasta como un tipo talentoso, y no hay dudas de que lo es. Le sobran ideas para la creación de climas opresivos y paranoicos incluso, manejando presupuestos más que modestos en cuanto a recursos físicos. Esta es una propuesta distinta a lo que estamos acostumbrados a ver en la escena independiente local, Naishat trae en este relato coral, un silencioso debate donde se juegan conflictos que nos atraviesan como sociedad y que estamos lejos de resolver: el precio de la seguridad individual, los prejuicios ante quien pertenece a una clase social distinta a la nuestra y el abismo que separa a los que tienen, de los que no. Es otras palabras, esa falta de percepción de las necesidades de nuestros semejantes, que incomoda, molesta y precipita acciones violentas cuando hay diferencias de clase. La historia no se presenta de forma clara, al principio. Comienza con una serie de pequeños episodios sugerentes, en los cuales nos vamos adentrando en el conflicto principal, la sensación de amenaza que viven un grupo de personas, residentes de un barrio privado en la provincia de Buenos Aires. Una serie de incidentes, que parecen aislados e inconexos, (alarmas que se activan solas en casas quintas, alambres perimetrales cortados, basura en las inmediaciones del lugar, sujetos con conductas extrañas que no parecen tener sentido) van cobrando fuerza y procurando un universo asfixiante, en el cual la sensación es que, cualquier cosa puede suceder. Y no buena, precisamente. Es cierto que en “Historia del miedo” hay poco diálogo desde lo formal y que algunas escenas parecen retazos de un conflicto que no termina de estallar, nunca (aunque lo haga, en cierta manera, en el tumultuoso clímax). Naishat narra de manera particular, prefiere que la imagen hable y que los elementos que rodean a sus personajes, no sean marco sino forma. Este es un film que habla, desde el silencio. Logra transmitir la violencia simbólica como pocas veces se ha visto en el cine local últimamente. En lo personal, creo que el relato es austero y no tan accesible para los que buscan un cine simple y directo. Presenta muchas aristas abordadas de una manera poco convencional y si no estás preparado para el desafío, probablemente te cuesten los primeros treinta minutos de la historia. Después, todo comienza a ponerse en su lugar y se visualiza claramente la dirección del conflicto. Un muy buen debut para Naishat, con palmas especiales para el trabajo realizado por el magnético Jonathan Da Rosa, un hombre que dará que hablar en el medio. Vale la pena.
Hace unos días, leíamos que, bajo la mirada de algunos colegas, este era un año muy bueno para el cine argentino. Indudablemente, es imposible negarlo (a modo de muestra, la nutrida delegación que va a Cannes, las cifras de espectadores de algunos títulos en este tiempo como "Betibú", "Gato Negro" o "El Crítico", la calidad de la Competencia Nacional en el último #BAFICI, la expectativa creada por "Relatos Salvajes", etc) y aquí tenemos un lanzamiento que hará su aporte a dicha afirmación. Es importante saber, además, que en este último tiempo, un grupo de realizadores y productores viene generando cada vez más productos, “no festivaleros" (es decir, más accesibles para el público corriente), comercial (o “mainstream” si lo prefieren) y hasta de género, en las pantallas argentinas. Hay esfuerzo en esa dirección, buscando trazar puentes con la audiencia masiva, sin perder calidad. Este conjunto de voluntades se arriesgan económica y creativamente y desde aquí, no podemos desconcer su aporte. Ese es el camino para que nuestra industria lleve más público a sala a ver cine nacional. Allí es donde ubicamos esta ópera prima de Natalia Meta, un relato atractivo (el policial clásico siempre convoca), una destacada producción y un escenario cuidado, ambientado en los 80' (con todas las de la ley) que sirve como marco de una historia donde el misterio y la corrupción, se encuentran a la vuelta de la esquina… "Muerte en Buenos Aires" nos presenta al inspector Chávez (Demian Bichir, actor mexicano que viene de rodar “Machete kills” y que fue nominado al Oscar –nada menos- por “A better life” en 2011), hombre de familia y policía talentoso (algo parco y escéptico, digamos), quien tendrá por delante la investigación del homicidio de Jaime Figueroa Alcorta (Martin Wullich). El problema es que “Copito” (su apodo), era de familia de alta alcurnia y con gustos... particulares, lo cual podría generar problemas si se daban a conocer detalles de su vida privada… Cuando visite la escena del crimen, Chávez tendrá su primer encuentro con el agente Gómez, alias El Ganso (Chino Darín), policía novato que descubrió el cuerpo del millonario en su departamento. Luego de unos pocos roces, comenzarán a trabajar juntos para descubrir el misterio de su muerte: En pocos pasos, el inspector da con la pista más visible, un amante de Alcorta (Kevin, jugado por Carlos Casella), cantante y taxi boy, sobre quien recaen las primeras sospechas. Sin perder tiempo, la idea surge espontánea: utilizar a Gómez para acercarse al sospechoso y conseguir pruebas que confirmen la autoría del crimen. Todo, en el marco de una Buenos Aires donde la luz se va en calurosas noches de verano (recuerdan esa época durante el final del gobierno de Alfonsín donde se hacían cortes programados? -1988/ 1989) y el tecno pop rugía en discotecas y radios de todo el país. La búsqueda estética y la creación de atmósfera ochentosa esta lograda y contribuye al peso de la realización (punto para Daniel Melero, quien hizo una banda sonora bárbara). Meta logra en su debut, un film interesante, algo estridente (en el buen sentido) en el que el recorrido es bastante lineal y donde las sorpresas no abundan. Quizás ese sea el lado menos desarrollado de “Muerte en Buenos Aires”, esperábamos un guión que encierre más intriga y que potencie lados más oscuros en los perfiles de los protagonistas. Bechir se siente poco natural en su rol (quizás por tener que hacer de alguien demasiado “porteño”) y eso tampoco ayuda. Sin embargo, hay mucha energía en el aire y un par de puntos altos en las interpretaciones, para tener en cuenta: el Chino Darín está bastante bien (tiene prestancia y mucho futuro), Mónica Antonópulos suma y atrae, Casella la rompe (y su repertorio en el film está muy cuidado, lo pueden escuchar online si lo buscan) y algunos secundarios le aportan carisma (Hugo Arana y Humberto Tortonese) para redondear un producto más que aceptable. Seguramente saldrán de sala satisfechos. No se olviden de compartir las canciones de Carlos Casella, un músico al que hay que tener en cuenta.
Luego de recibir una Mención Especial en el último BAFICI, a partir de este sábado se podrá ver en Malba Cine, el último trabajo de Edgardo Cozarinsky, documental coproducido entre Francia y Argentina en el que el director aborda la reconstrucción de un vínculo fundamental en su vida: internarse en el recuerdo de su padre, al que conoció poco y quiere descubrir. Cozarinsky (de quien recomiendo "Nocturnos", si se les pasó), arranca su trabajo trayendonos retratos de su infancia (fotos familiares en su mayoría) y alguno único (en particular un puñal nipón, entre varios) lleno de simbolismos . Su padre era marino y dejó muchos elementos de sus viajes en posesión de su hijo. Lo cierto es que ahí se presenta su historia, la de una familia de inmigrantes judíos en Entre Ríos (fines del sigo 19), con todo el color de su llegada y establecimiento en esos inmensos campos mesopotámicos. El documental recorre, con pausa y sin prisa (apoyandose en la delicada banda de sonido del chango Spasiuk), el camino de los interrogantes, abiertos y a veces, sin respuesta necesaria. O con conjeturas de difícil respuesta (la proyección del destino de su padre si hubiese llegado con vida a la época del gobierno militar, por ejemplo), pero siempre eligiendo presentarlos a traves de la clara voz del cineasta, en un tono preciso para describir sin estridencias ni vacilaciones. Cozarinksy hace fácil lo difícil, que es compartir una historia pequeña, íntima, desdibujando la distancia entre espectador y contenido. Hay en "Carta a un padre" mucha emoción contenida, un gran sentido de respeto por la memoria de una comunidad y una cadencia atractiva (donde la fotografía se luce trayendo la belleza de los cielos entrerrianos a cada instante) que la asocia con los grandes documentales de este año. Para reflexionar, conocer, explorar y recordar cómo hombres y mujeres de otro continente vinieron a renacer a través de un sueño en nuestras tierras. Y también, para compartir, la naturaleza de un lazo que tuvo poco tiempo material para ser vivido, pero que dejó huella en un escritor y cineasta de los más destacados de la escena independiente local.
El sello británico Hammer, responsable de joyitas del género, clase "B", originales y con centro en el terror "gótico", durante las décadas comprendidas entre el 50' y el 70' está de vuelta en el juego e intenta recuperar terreno en la industria desde su relanzamiento en 2007. Si bien tuvo una época de esplendor en los 60', lo cierto es que mucho de su material es clásico y su catálogo contiene auténticas joyitas de su tiempo, desde "The Curse of Frankestein" pasando por "The mummy", "The two faces of Doctor Jekyll" y la trilogía vampírica "The Vampire lovers", "Lust of a Vampire" y "Twins of Evil". Sin embargo, algunos se preguntan si el estilo de la productora, puede ser aggiornado a los tiempos que corren, donde el found footage reina y la cuestión explícita (al estilo "VHS") siguen dictando los reglas del mercado, al margen del suceso de James Wan. Cuando la máquina se volvió a poner en movimiento, con "Let me in" y "The woman in black", ámbos films recibieron moderada respuesta del público, aunque mostraron que la dirección artística de la compañía estaba intacta. Esa manera de transmitir el terror, bien a la inglesa, con muchos artilugios sonoros y de atmósfera, parece no haber perdido toda su eficacia y hoy se enfrenta al desafío de consolidarse como opción de taquilla. La historia nos lleva a la universidad de Oxford hacia principios de los 70. Un profesor de la facultad, Joseph (Jared Harris) está en la mirada de los que financian investigaciones en el campo de la psicología. Su trabajo es, en pocas palabras, decifrar lo que hay, detrás de lo que la gente corriente define como "exorcismo". El aporta un marco teórico sobre porqué ocurren estos fenómenos e intenta demostrarlo con el caso de seguimiento a Jane (Olivia Cook), una joven solitaria que sufre severos trastornos de conducta, la cual está bajo su cuidado desde el punto de vista médico. Pero la junta directiva cancela el proyecto y hay que encarar continuar con el experimento, ahora sin fondos para llevarlo a término. Junto a un par de alumnos de la casa de estudios (Erin Richards y Rory Fleck-Byrne), Joseph le propone a un camarógrafo local, Sam ( Brian McNeil) que registre en film el trabajo con Jane. El docente está convencido de que están a punto de hacer un gran descubrimiento para la psicología y necesita registrarlo de cualquier manera. Así es que los cuatro van a una mansión en las afueras de la ciudad para dedicarse a la recuperación de Jane y el registro del trabajo, siguiendo las premisas para su tratamiento que propone el catedrático local. La cuestión no es sencilla: Jane parece sujeto de posesión, es inestable emocionalmente y pronto se ve que es peligrosa para ella misma y para los demás. Podemos decir entonces que "The Quiet Ones" sigue la línea tradicional de films donde se sugiere más que se muestra. No habrá sorpresas pero tampoco imprevisibilidad. John Pogue, guionista de larga experiencia, es quien dirige la accion y se nota que no le costó apropiarse del estilo de la productora. Buena banda sonora, abruptos cambios de cámara, prolijidad en la fotografía y atmósfera sugerente son los elementos que utiliza para que su film luzca cuidado. Desde el guión, sin embargo, debemos decir, no hay muchas ideas originales a la hora del abordaje. La progresión de eventos es lenta y las subtramas no logran despegar, funcionando como meros detractores del ritmo de la narración. Es cierto que el reparto sabe lo que tiene que hacer y cumple sus roles sin deslumbrar. Lo que no hay que dejar de decir es que se nota que Pogue ha visto muchas más veces "The Conjuring" que los clásicos de sus productores . El director lo hace notar, innecesariamente. Lo cierto es que no sentimos nuevas ideas a la hora del tratamiento del suspenso y los giros del libro son previsibles y hasta poco felices, para el público especializado en el género. Podría decirse que si bien el envase es correcto, "Silencio del Más Allá" no logra transmitir la verdadera tensión que un film destacado debería generar. Hay demasiadas inconsistencias en el desarrollo para que eso suceda y a la hora del balance final, sólo podemos destacar sus rubros técnicos como lo más destacado de esta producción.
Martín Desalvo regresa luego de su exitosa ópera prima (compartida con Vera Fogwill, "Las mantenidas sin sueños", ganadora del Cóndor de Plata a mejor debut en 2008) con una cinta de suspenso psicológico, bien de género, potente y austera que ya fuera presentada en BAFICI y BARS en años anteriores. El tema del vampirismo siempre se ha mostrado como una fuente inagotable de abordajes y en este caso, "El día trajo la oscuridad" (escrita con oficio por Josefina Trotta), es la prueba viviente de que siempre se pueden rodar tramas interesantes aún con pocos recursos de producción. Virginia y su padre, Emilio, viven en un pueblito del interior, alejados del ritmo de la gran ciudad. Por razones de fueza mayor, este último debe partir a darle una mano a su cuñado, ya que su hija (Julia) parece sufrir una enfermedad de origen desconocido que hace peligrar su vida. La cuestión es que Vicky queda sola, y Anabel, la hija menor del padre atribulado llega a la casa afiebrada y con un agotamiento extraño para hacerse compañía mientras dure la emergencia. Virginia conoce a Anabel desde chica y rápidamente establecen vínculo, mientras esperan el retorno de sus padres para saber como evoluciona Julia de su problema. Mientras eso sucede, en los alrededores del lugar, comienzan a suceder hechos extraños, muertes de animales, ruidos, desapariciones que se van integrando con sueños y alguna sospecha interna que se inquieta, a la hora de analizar cuál es la relación entre todos esos eventos. Quién está detrás de esos eventos perturbadores? Hay algún extraño responsable de esa cadena de sucesos? Es un sólo un mito urbano esta presencia amenazante o son sólo hechos aislados unidos por la percepción de los habitantes del poblado? Desalvo acierta con buscar una puesta rural, un paraje alejado y logra potenciar su historia con aportes destacados de la banda de sonido y la fotografía. Claro, la elección y dirección de actores fue fundamental: Romina Paula y Mora Recalde juegan sus papeles con criterio, seducen y llevan adelante un vínculo fuerte (a todo nivel) que sostiene el andamiaje de la historia. El guión está bien estructurado y va proponiendo una progresión natural que estalla en el momento justo. En el debe, quizás algunas transcisiones son un poco lentas (hay quizás demasiada contemplación en ciertos tramos) y un poco más de violencia física (o explícita) hubiese llevado al film a otras alturas, ya que material había para transitar ese camino. Los fans puros del género quizás salgan con ganas de más, pero quienes estén abiertos a ver una buena película de suspenso, saldrán más que satisfechos.
Semana de Luc Besson como escritor y productor ("Brick Mansions", remake de un film de su factoría y esta que nos convoca abren este jueves), mostrando que a veces, es preferible, detenerse un tiempo e intercambiar ideas con gente que realmente aporte nuevos aires a las clásicas temáticas del género acción (subcategoría: espías) y no seguir lineamientos de peligrosa imitación. El hecho de que Liam Nesson, ya grande (galán maduro), esté conquistando al mundo como héroe de esta corriente ("Taken", "Non-stop") no significa que pueda repetirse de igual manera con otro actor de su generación. Con el famoso francés y el americano McG a la cabeza de la realización, Kevin Costner (aquí será Ethan) se anima a un juego peligroso: hacer el proceso de transformación de un ex agente de la CIA, (killer hecho y derecho), frío, letal y parco, a un padre de familia responsable, capaz de manejar a una adolescente rebelde, Zooey (Hailee Steinfeld), sensible para reconquistar el amor de su mujer Christine (Connie Nielsen) y eficiente para continuar con la senda de crímenes en busca de un objetivo asignado. La agencia americana, busca a El Lobo (Richard Sammael) hace mucho tiempo. Ethan estuvo cerca de él en un intento de captura y eso lo entiende bien Vivi (Amber Heard, quien sigue eligiendo cada vez papeles que desdibujan su talento), una hitmen (o hitwomen?) de alto vuelo. El tema es que, a poco de ese evento, el veterano espía descubre que tiene una enfermedad incurable y su pronóstico le marca el fin en pocos meses. Vivi le ofrece un trato al hombre en retirada: trabajar para la CIA y ayudarla a terminar un riesgoso trabajo pendiente: acabar con el capo mafioso en cuestión, funcionando al estilo parapolicial (es decir, de la ley, ni hablar). A cambio, ofrece un tratamiento con una droga experimental que podría alargar su vida. Ethan duda, porque se encuentra en esos momentos en París, yendo a arreglar sus papeles (ve un escribano por su testamento y todo) y lo único que quiere es algo de paz para sus últimos días. Busca reencontrarse (y hacer reparar algo del dolor por haberlas dejado solas) con su ex mujer y su hija, a quienes hace mucho tiempo que no ve. Pero la oferta, es tentadora... Ya se imaginan entonces el resultado, de a ratos, el espía acepta y juega a ser Papá Corazón y convencer a su familia que él puede hacer algo distinto, y en otros, sigue las directivas de su jefe y se ocupa de cargarse malos a granel, mientras trata de dar con el objetivo fijado al principio. Costner es un gran actor, y trata de aportar simpatía y prestancia para captar la atención de la audiencia. Sin embargo, el problema principal de "3 days to kill" es la falta de equilibrio entre las "dos vidas" que intenta llevar adelante Ethan. Pasamos de la escena del padre bueno y querible a la del tipo que tortura siempre para conseguir información, casi sin escalas. Una disociación instrumental fantástica, que no funciona creíble (ni siquiera en clave de humor). Además, el film se toma demasiado tiempo para fotografiar a la bella París (hay creo que 3 o 4 escenas con la torre Eiffel de fondo, ¿todos tienen que pasar cerca de ahí?) y mostrar los vistosos modelos de Peugeot (sponsor esta vez aquí), para cualquier traslado, ya sea persecusión o esparcimiento, perdiendo de vista que lo importante es evitar entorpecer el ritmo de la narración y no abusar de ciertos recursos, por interesantes que parezcan. En el elenco, Heard y Nielsen lucen desdibujadas (a la primera el look de female fatale no le queda bien) y están un escalón debajo de Steinfeld, quien hace lo suyo de manera fresca (la hija teen está perfecta) y natural. Sin embargo, como el film funciona en base a dos recorridos que sólo se cruzan al final (y de una manera demasiado azarosa diría), ese factor (los contrapuntos de la relación madre-hija) no logra compensar lo que se pierde a la hora de la acción. Sí, hay peleas, balas, persecusiones (elemento donde se luce el trabajo de McG) y el carisma sutil de Costner, quien parece disfrutar bastante su rol. "Tres días para matar" puede ofrecer algunos segmentos de acción que entretengan, pero a la luz de los recursos con los que contaba, debemos decir que está debajo de lo esperado. Otra vez será.
"Brick Mansions" es el último trabajo que completó la estrella de "Fast & Furious", Paul Walker, antes de su muerte. Se nota en sus últimos roles como actor, que estaba a la búsqueda de nuevos proyectos, y el trabajar con guión de Luc Bessom pudo haber sido, quizás, la razón por la que accedió a participar de esta propuesta de género. En el cierre de su carrera,(y seguramente buscando consolidarse como referencia en el género) se animó a reversionar un clásico francés de culto ("District B13"), film central para donde se presenta en sociedad el "parkour", actividad nacida en Francia, diseñada y aplicada por David Belle en la cual, sujetos lanzados en velocidad, usan movimientos fluidos y veloces para apropiarse del esapcio físico en su favor, produciendo coreografías dignas de admiración. Esta disciplina ya viene utilizándose en varias películas (quizás la más recordada escena de "parkour" la encuentres en "Casino Royale" donde hay una persecusión en la que un "traceur"-trazador- huye del protagonista) y en particular, "Brick Mansions", la presenta para el mercado americano aplicada a la acción desenfrenada. Sabemos que en general, al público del gran país del Norte le cuesta aceptar productos de fuera de sus fronteras, así que el desafío era interesante apriori. Corre el año 2018 y en la ciudad de Detroit, tenemos un muro que divide a la urbe, de un barrio particularmente peligroso, el que da nombre a la película. Detrás de los controles de seguridad, hay un jefe mafioso que controla la droga y las armas en esa pequeña ciudadela. Paul Walker es Damien, un policía de Detroit que sabe como infiltrarse en lugares peligrosos y hacer su trabajo sin fisuras. Tiene ansias de vendetta porque el boss de las "mansiones de labrillos" mató a su padre en una emboscada. Luego de un importante arresto, el alcalde de la ciudad, lo cita ante una emergencia: la banda de Tremaine (RZA) robó un dispositivo nuclear y puede hacerlo explotar si no es detenido en menos de 24 horas. Damien tendrá que entrar en zona enemiga y dar con la bomba antes de que la misma se detone. Será su guía para lograr ese objetivo, Lino (Belle), un francés que se mueve independiente y le ha dado bastantes dolores de cabeza a los líderes mafiosos (digamos que tiene códigos y protege a la gente de uno de sus edificios). Lo que encontrarán en "Brick..." es un guión muy previsible, actuaciones discretísimas (párrafo especial para el creador del parkour, quien debería salvarse porque fue doblado al inglés en todas sus líneas), acción a raudales (bien filmada) y simpatía en la sonrisa, inigualable, de Walker. Camille Delamarre, hombre de oficio y amigo de Besson, es quien lleva adelante esta adaptación, cumpliendo sólo con la premisa de revestir al film de escenas de acción visualmente impactantes (los saltos, algunos choques simultáneos con los protagonistas en el aire, etc). En ese sentido, hay persecusiones, peleas, saltos y explosiones a granel. Algo sucede con el gran productor francés (nada menos que el genio detrás de "Taxi" y la saga "The Transporter"), en sus últimos títulos que peca de sobresimplificar algunas situaciones y no resolver con oficio, el cierre de cada guión que escribe. Hecho que también percibimos en otro estreno de esta semana, "3 Days to kill". Más allá de este hecho, "Brick mansions" es una película entretenida, liviana, que no defrauda al espectador que busca pasar un rato divertido. Si no conocés el parkour, sumale un punto más a la calificación.
Dos amigos (Ladislao y Nazareno) buscan un huemul (especie en peligro de extinción) a través de bosques, montañas, lagos, en el bello paisaje del sur argentino. Hay en ellos una necesidad de dar con la criatura, porque para los mapuches, es el símbolo vivo de una nobleza que debería ser protegida y corre riesgos de ya no existir. Comprobar que sigue en su hábitat, sería señal de que la resistencia al avance depredador (del hombre blanco) todavía sigue en pie. Este huemul, no es sólo una curiosidad. Dice uno de los protagonistas (Orozco), "quiero conocer a un huemul porque está desapareciendo. Igual que los nativos de acá. Así como hicieron con la gente cuando hubo órdenes de Roca de matar y extinguir". El sentimiento que pone en juego, marca a las claras que la cultura aborigen está dispuesta a luchar por la permanencia de su identidad con las armas a su disposición. Dar con ese hermoso animal, es reecontrarse con la esperanza. Y en esa vuelta, pensaba, lo importante no es dar con ella (como las utopías) sino valorar el camino que uno realiza para acercarse a su meta. Es lo que realmente define la madera de la que estamos hechos. Juan Carlos Kantor elige que en su documental seamos acompañantes de este dúo en búsqueda, pero no al estilo veloz, impersonal o voraz con el que vivimos en nuestro día a día. Propone otro ritmo, enfoca desde un ángulo diferente, invita a seguir el trayecto, pausadamente. Apreciando el paisaje, bellamente fotografiado, escuchando los sonidos de las alturas, participando en las charlas que Ladislao y Nazareno tienen para dilucidar que camino seguir. Digamos que para encuadrarnos en este trabajo, debemos despojarnos de nuestro espíritu citadino. Y estar dispuesto a adentrarnos en esta cuestión de apreciar desde la observación curiosa y pura. Sin interferencias. ¿Importa si damos con el huemul? Supongo que no. El valor de esta búsqueda va más allá de llegar a obtener la recompensa fìsica. Lo que nos queda, es el recorrido y lo que en él hemos vivido. Kantor juega con una realidad difícil de abordar para el espectador corriente, ya que no hay camino prefijado ni parece haber indicios firmes para dar con el ejemplar buscado y eso hace que de a ratos, el documental pierda algo de interés y cueste llegar al final de la aventura. Su naturalismo es un poco árido si no tenés rodaje en la degustación de este tipo de material, pero es válida su propuesta y es un viaje interesante, para quienes estén dispuestos a esta búsqueda.
Probablemente si son futboleros, alguna vez hayan escuchado hablar del "Goyo" Carrizo. El hombre en cuestión es citado, (nada menos), en alguna bibliografía, como "el segundo Maradona". Sabemos que se crió junto a Diego en Fiorito y jugó con él en los famosos "Cebollitas" (aquella increíble clase 60' que ganó todo desde infantiles hasta octava y novena división), compartiendo una dupla tremenda (el goleador y el volante con llegada, 9 y 10, respectivamente) para los que tuvieron la suerte de verla. Es más, en el predio de Argentinos Jrs. hay un cartel donde nos enteramos que Diego, llegó a ese equipo, recomendado por el Goyo. Todos conocen la frase de Carrizo a su entrenador (Francis) de las divisiones infantiles (a poco de haber sido elegido entre más de 40 pibes que luchaban por ingresar a ese plantel): "En mi barrio, hay un pibe que la rompe". Hay un antes y un después de ese momento en la vida de los fanáticos de los bichos colorados y también de todos los amantes del buen fútbol. Diego Armando Maradona comenzaba su camino a convertirse en el mejor futbolista argentino de la historia. Y sin que se enoje Messi, en tanto éste último no gane alguna Copa del Mundo, seguramente el trono le seguirá pertenenciendo al ex jugador de Argentinos y Boca por algún tiempo más. Volviendo a Goyo, el destino hizo que su carrera quedara trunca sin llegar a primera división, una lesión lo marginó de coronar su carrera en la máxima división, pero sin embargo, ha logrado mantenerse en el mundo del fútbol, desde otro lugar: cazatalentos. La cuestión es cómo vive esta realidad, alguien que, aparentemente, estaba destinado a triunfar. Aún viviendo en el barrio donde nació y con una situación económica donde los lujos no abundan, Carrizo se presta generoso a traer anécdotas de sus días de gloria junto a Diego. Pero eso no es todo lo que llega a la superficie en este registro, Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, los directores, lograron captar otra faceta de este singular personaje: el dolor por no haber sido, las facturas que se hace por no haber resuelto bien algunas situaciones desde lo económico y el hecho de no haber tenido constancia y voluntad para volver de la lesión que lo alejaría definitivamente de las canchas (incluso con Maradona aportando a su rehabilitación). Eso va construyendo un relato de claroscuros muy particular. Por momentos, hay mucha luz y alegría en Goyo por haber sido parte de un hecho histórico, en otros, hay una infinita tristeza por saber que la gloria estaba a pasos de su camino y se desvaneció, transformándose en una pesadilla recurrente que cada tanto, amenaza su centro. Hay aquí entrevistas, recorridos públicos (programas de radio y tevé) y la actividad del buscador de cracks in situ, para traernos un recorrido que hace foco en la supervivencia de aquellos sujetos destinados a la gloria, cuando algo detiene abruptamente esa proyección. No vamos a negar el sabor agridulce al final del documental, en cierta manera, las dos fuerzas que atraviesan la vida de Goyo (Eros y Tanatos, por traer la primera asociación que viene a mi cabeza) nos tocan de cerca y esa sensación, es mérito del registro que Luka y Amiel han logrado. Ellos han sabido capturar esas emociones encontradas en la vida de Carrizo y reflejar las contradicciones más profundas de un hombre que en cierta manera, vivió y vive a la sombra del recuerdo que compartió con un gigante del fútbol, agradecido y a la vez atormentado por el tiempo que compartieron. "El otro Maradona" es un testimonio válido sobre el poder de la resilencia en el mundo del deporte. Vale la pena adentrarse en él.
Es cierto que los documentales no convocan masivamente al público en todas partes del globo. Que no son género popular y que poca gente elige verlos en sala aunque, sí son la estrella de algunos canales de cable, sobre todo los que producen regularmente material sobre la vida de los animales en su hábitat. Disney tiene una rama de su compañía dedicada al estudio y el registro de la naturaleza, muy desarrollada y que ha traído ya buenos productos ("Chimpancé" y "La Tierra" se me vienen a la mente, de uno de los directores de "Bears") antes. En esta oportunidad, nos instala en Alaska para contarnos sobre una familia de tres osos a lo largo de un año completo de su existencia. En "Bears" veremos a una mamá osa, con sus dos retoños. El relator (un eficiente John C. Reilly!!), nos va introduciendo en la historia y nos cuenta que las condiciones para que los pequeños vivas, son difíciles, dado que la madre debe trasladarse hasta las zonas bajas, en las próximidades del río que circunda las montañas donde habita, para alimentarse apropiadamente y esperar la llegada del invierno. Nos dejan claro que si la madre no come suficiente grasa, no podrá producir leche y los cachorros morirán. La idea de guionar este recorrido está bien lograda. El equipo técnico con Alastair Fothergill y Keith Scholey a la cabeza, hace proezas. Sigue a los osos en su estado natural y los acompaña sin intervenir ni forzar situaciones. Registra. Reilly oficia de narrador y va contando las peripecias de la historia, mientras grafica un poco las dificultades del terreno donde los animales se mueven. Los osos atraviesan montañas, visitan playas y arroyos y los vemos, tratando de mantenerse unidos y conseguir alimento, tarea que es el eje de la película en sí (más precisamente la búsqueda del preciado salmón para saciarse). Lo fascinante de "Bears" es que no es un documental más. Está filmado maravillosamente (en HD y en pantalla grande es un deleite visual, puedo asegurárselos) y tiene un trabajo de producción sólido que logra presentar un observación de fauna interesante y divertida. Hay lugar para la emoción, el suspenso y la lucha por la supervivencia, en cada paso del camino. Muchas veces uno se tienta a inclinarse, a la hora de elegir que ver, por una ficción mediocre antes que por un gran documental. Que este no sea el caso. Permitanse ser atrapados por una muy buena historia mientras aprenden más sobre la naturaleza.