Microscopio de Pueblo Hay un instante en "Tan Cerca Como Pueda"(Argentina, 2014), de Eduardo Crespo, que es hipnotizante. Daniel (Daniel Laferrara) ingresa a un almacén al que le abren de "favor" y se pierde, primero en los escaparates, que le ofrecen miles de productos, algunos de ellos quedados en el tiempo, y luego en los dibujos que Eleonora (la hija del dueño del local) realiza sobre cada uno de los habitantes del lugar. En esa minuciosidad con la que la joven dibuja los rostros de sus vecinos hay una impronta del detalle y que aludiendo al título del largo Crespo quiere mostrarnos. Si bien en "Tan Cerca..." no vamos a encontrar un conflicto que dispare las acciones (como sí por ejemplo lo tuvo Celina Murga en la reciente "La tercera Orilla", otra excelente muestra de lo que acontece por el norte argentino), la sola contemplación de la rutina de Daniel y de su sobrino Giovanni (Giovanni Pelizari), gente de pueblo, capaz de ejercer la misma profesión (construir casas) uno con su mente y el otro con sus manos, sirve para comprender el entramado de anhelos y esperanzas de los expectantes habitantes del interior profundo del país, en donde un bautismo se transforma en un acontecimiento único y la noche del sábado se puede pasar o bien bailando en una disco o tomando alcohol dentro de un cementerio. En la mirada cansina de Daniel, y en el agotamiento físico de Giovanni, Crespo, acompañado de la bellísima maestría de Iván Fund en la fotografía, nos habla de sueños y deseos postergados, de dos personas que a pesar de estar uno pegando la vuelta y el otro recién caminando, todavía quieren decir yo estoy vivo y quiero que lo notes. La cámara que nunca se detiene, siempre acompaña a los protagonistas y sus lugares. Así, un paneo por la habitación de Giovanni es un manifiesto sobre el paso del tiempo. El vivir al día, el pedir prestado, el cansancio "reparado" con una partida de truco entre cervezas y cigarrillos, la imposibilidad de mantener vínculos estables, la digresión como estatuto y el virtuosismo del director para destacar objetos (todos ahora queremos un hombre araña deslizante) hacen de "Tan cerca como pueda" una propuesta interesante. PUNTAJE: 6/10
Apoyándose en la exitosa potencia que recientemente Marvel ha logrado en la pantalla grande, y permitiendo el crossover entre las franquicias, “Capitán América y el Soldado del Invierno” (USA, 2014) se erige como una película de entretenimiento total que toma lo mejor de diferentes géneros y sale victoriosa. Nuevamente la historia de Steve Rogers (Chris Evans), el aspirante a soldado que fue intervenido biológicamente para convertirse en héroe y que luego de años de estar congelado despierta en un mundo totalmente diferente, atrapa y virará hacia la teoría de la conspiración cuando la sombra de la duda caiga sobre S.H.I.E.L.D y deberá enfrentarse a un nuevo villano poderoso. Acompañado por Black Widow (impecable Scarlett Johansson), Falcon (Anthony Mackye) y Marie (Cobie Smulders) en un juego de intrigas y dudas (en el que nadie se fía del otro), tratará de encontrar y recuperar el honor de la organización a la que se integró para luchar contra el mal y ver qué quiere para su futuro. Curiosa parábola de nuestros tiempos, en esta película la desconfianza por las instituciones se refleja desde el primer minuto de la cinta. En un momento en el que los cuestionamientos sobre la entidad y entereza de ancestrales estructuras jerárquicas, qué más difícil para los héroes de esta cinta que luchar contra sus propios compañeros. “Creía que había hecho lo correcto, pero ahora ya ni sé” dice Black Widow y suma Steve Roger “Desde que tengo memoria siempre quise hacer lo correcto, ahora ya ni sé qué es eso”, cuando todo comienza a complicarse y ambos son perseguidos, imponiendo una lógica que imperará en todo el filme tras la persecución y la búsqueda de una solución o Deus ex machina que nunca llega. Con Nick Fury (Samuel Jackson) de baja, el secretario Pierce (Robert Redford, interpretando uno de los pocos malvados de su carrera) tratará de llevar adelante desde S.H.I.E.L.D. un siniestro plan para recuperar la genealogía impartida por Arnim Zola (Toby Jones). Según ésta se puede rastrear el pasado de las personas para predecir su futuro y con esta simple ecuación o algoritmo (conocido como el algoritmo de Zora) los targets humanos que H.Y.D.R.A ahora manejando S.H.I.E.L.D. querrá eliminar sin dejar rastro, deberán ser “protegidos” por el Capitán y sus aliados. Los hermanos Anthony y Joe Russo en medio de toda la teoría conspirativa, un tanto rebuscada por cierto, logran imponer con una edición vertiginosa, principalmente en las increíbles escenas de persecución automovilística (una de ellas muy similar a la de Matrix Reloaded) y en las estilizadas y coreografiadas peleas “mano a mano” entre EL villano a derrotar del filme “el soldado del invierno” (Sebastian Stan), una hiperpoderosa y misteriosa máquina de la muerte, con un pasado muy cercano al del Capitán América. Los 137 minutos de duración, que en otra historia pueden parecer hasta arriesgados, pueden jugarle en contra para atraer al público más infantil a los cines, pero son necesarios para ir develando los giros detrás de una trama que se complejiza paso a paso y que en ningún momento decae y que introduce el punchline para cerrar muchas de sus escenas. Gran apuesta narrativa, el filme cumple con todas las premisas que uno busca a la hora de enfrentarse a este género, entretener y sorprender.
El incauto atrapado en el celuloide Peter Strickland construye en su segundo filme una obra enigmática y oscura, casi claustrofóbica, en la que la digresión de la acción erige una poética cinematográfica con una estética apasionada por el proceso artesanal de la utilización del sonido y de producción fílmico, y también por el surrealismo y el amor hacia el grito de horror. Recién llegado a Italia, el gris y aburrido Gilderoy (Toby Jones), un meticuloso y obsesivo profesional de los efectos sonoros, ve como su simple y amada tarea (doblar films) se comienza a complicar al no saber si se encuentra dentro o no de la trama de la película que el maestro del cine giallo Santini (Antonio Mancino) está filmando. Así de simple y a su vez complicada es la trama de Berberian Sound Studio (Berberian Sound Studio, 2012) un logrado film de suspenso (ganador de la Competencia Internacional del 15 BAFICI) y alta tensión que aprovecha la historia del cine dentro del cine para construir un homenaje a aquellas películas que la industria cinematográfica italiana (muy potente en los años setenta del siglo pasado) supo convertir en íconos. Gilderoy, tímidamente, avanzará en sus tareas en un país diferente al suyo, con un idioma extraño y ajeno, algo completamente opuesto a su amada cotidianeidad y sobriedad al lado de su madre en un oscuro departamento londinense. Presumiendo que algo se está gestando a su alrededor, algo sórdido que lo desestabiliza y que lo atrae simultáneamente, su contemporaneidad cambiará. Santini lo maltrata, como lo hace con las mujeres que prestan sus voces para lograr los gritos más terroríficos del cine. Él sabe que es la persona más irritante con la que alguna vez trabajó y tabajará, pero quedando a la espera de un reembolso económico que nunca llega, y el fastidio eterno hacia su persona, desde el eslabón más básico en la escala jerárquica hasta la más alta. “The Equestrian Vortex”, la filmación y doblaje para la que fue contratado avanza a paso de tortuga por los extraños pedidos que se van suscitando alrededor de la producción, un equipo de trabajo que mantiene todo en secreto, pero también porque la ficción comienza a ser absorbida por la realidad. El rojo y el negro para privilegiar escenas, como así también la espiralización de algunas imágenes que avanzan sobre Gilderoy, ni siquiera una mujer, Teresa (Chiara D'Anna), podrá ser su vía de escape, aún él creyendo esto, hasta que nada de lo que suceda tendrá relación sobre lo que realmente le acontece a su cuerpo y sus acciones y sólo la vorágine de la muerte avance sobre todos.. Berberian Sound Studio profundiza sobre el entramado que se va armando en alguien que ama su profesión y que de un día para el otro ve como todo se transforma, dejando de lado al pequeño hombre gris inicial y generando un problema masivo para todos. Bobinas/cintas/tapes que avanzan y retroceden la acción y que encierran y esconden los secretos más profundos acerca del ocultamiento de crímenes por parte de una organización. La magia del cine, escenas oníricas e hipnóticas (el silencio de los actores frente a las imágenes que doblan, las cabinas de silencio, etc.) que homenajean al terror italiano (con referencias directas a Suspiria y a toda la estética y fotografía del giallo-gran trabajo de Nicholas Knowland-). Una obra atrapante para ver en el cine y caer en su red.
Hay una provocación en “El desconocido del lago” (Francia, 2013) por parte de Alain Guiraudie (“El rey del escape”) que si uno puede superar, principalmente por el impacto de algunos planos que pueden llegar a incomodar, se termina asistiendo a uno de los mejores policiales de los últimos tiempos, con imágenes de una maestría y belleza únicas. En medio de la promiscuidad de una comunidad gay, que se frecuenta sin ningún tipo de prejuicio en un lago alejado de la ciudad, un joven llamado Franck (Pierre Deladonchamps) se sentirá atraído por Michel (Christophe Paou), alguien a quien esporádicamente ve en el lugar. El calor del sol y la cadencia con la que los cuerpos se iran mostrando, potencian la ansiedad con la que Franck querrá encontrarse con Michel (intimamente) será enorme. Y esto pesea a haber asisitido a un hecho que podría hacer a otra persona alejarse. A Franck lo que sabe sobre Michel lo impulsa a necesitar estar aún más cerca del misterio que envuelve a su objeto de deseo. Los cuerpos se muestran, se exhiben y en este mercado de carne humano en el que los espasmódicos gemidos acompasan el recorrido de las aguas cristalinas del lago, una nueva versión de “La ventana indiscreta” se gesta, con un inesperado interés por respetar las reglas y leyes del género. Además, Guiraudie no se queda sólo con el deseo de Franck, sino que profundiza en la complicidad que éste generará con Henri (Patrick D’assumcao) para poder así lograr cierta intersección entre la tranquilidad necesaria para asumir su relación con Michel, pero ni esta amistad podrá evitar que ambos se relacionen. Imágenes y enormes planos largos del paisajes, y silencios (no hay B.S.O.) con las que Guiraudie va construyendo la narración van quebrando la urgencia de los encuentros sexuales (explícitos) en el que el tánatos y el eros se oponen y se centrifugan entre los personajes de “El desconocido del lago”. El saber que posee Franck, y también nosotros, además de ubicarnos en un lugar de voyeurs con la preponderancia que la historia brindará a los indicios que se van desplegando a lo largo de la trama. La iteración de escenas (la llegada de los autos al lago, los rituales de conquista) como también la puesta al día de la sexualidad humana (acá al igual que en “La vida de Adele” se habla y se tiene sexo durante todo el largometraje), más allá de la vinculación social (en un momento el investigador le consulta a Franck “no les importa que uno de ustedes haya sido asesinado?”) y de cualquier sentimiento moral que se pueda llegar a tener. La exposición total de los actores, como así también la incorporación del lago como un actante más en la historia generan un interés sobre el devenir de la trama más allá de cualquier acto sexual que se exhiba. Queremos que Franck se aleje de Michel. Sabemos que su amistad con Henri no llegará a buen puerto. También reconocemos que el lago sabe más que nosotros, aún poniendo el director “todo” delante de nosotros la intriga y el suspenso avanzan de manera silenciosa. Subjetivas, travellings, planos amplios y la religiosidad con la que se respeta al género policial hacen de “El desconocido del lago” un acontecimiento digno de verse en pantalla grande y sacar conclusiones por sí mismo.
¿Qué se puede esconder detrás de una tarta de durazno? Muchos podrán asegurar que algún secreto que haga especial su sabor, o que quizás el tiempo de cocción debe ser durante determinado lapso de minutos o tal vez que los duraznos deben ser escogidos con algún grado particular de maduración. Todas estas respuestas pueden ser correctas, pero sumaremos una más luego que en “Aires de Esperanza” (USA, 2014) Jason Reitman (“Juno”, “Yound Adult”, etc.) le otorgue un papel principal dentro de la compleja historia entre Adele (Kate Winslet), su hijo Henry (Gattlin Griffith) y un prófugo llamado Frank (Josh Brolin) que cambiará sus vidas radicalmente. Adele hace unos años que vive encerrada entre las paredes de su casa luego de ser abandonada por el padre de Henry (interpretado por Clark Gregg), y pese a los miles de intentos por parte del joven para que su madre salga adelante, sabe que hay algo en ella, relacionado a lo que el llama: “la pérdida del amor”. Entre comics y quehaceres domésticos Henry va conformando una teoría del mundo, como así también una posibilidad de entender aquello que los adultos que lo rodean no le pueden explicar y se hace cargo de su madre con toda la responsabilidad que ello implica. Detrás de ese esfuerzo hay algo que tiene muy en claro, el amor incondicional por su madre. Y sabe que por ella hará todo lo posible para que pueda salir adelante. Porque aún recuerda la alegría y el aura de felicidad que la envolvía. Un encuentro fortuito con Frank, en una de las únicas salidas mensuales que hacen juntos, hará que sus vidas cambien en 180 grados y que una tarea simple como puede ser la de preparar un pastel de durazno, en familia, tiene otra connotación. Porque Frank, más allá que es un preso que ha escapado del hospital en el que lo intervinieron de apendicitis y aprovechó un descuido de la custodia para escaparse, con el consentimiento de Henry y Adele se introducirá en la vivienda de ambos y sin siquiera dudarlo pondrá manos a las obra en todos aquellos pequeños detalles que la falta de un hombre y una figura paterna ha dejado, transformándolos y generándoles la añoranza de algo que puede ser mucho mejor que su realidad. Reitman escoge hablar de esta difícil relación entre secuestrados y secuestrador desde un lugar un tanto osado, el del amor, porque si bien otrora hemos asistido a películas que trabajaban con la temática, como por ejemplo “¡Atame!” (España, 1990), acá lo que se plantea es cómo una ausencia puede ser tan grande que al ser ocupada por alguien, ya no importa si es un reo, un asesino o un torturador, todo miedo puede desvanecerse y el volcarse hacia esa persona es lo que importa. Narrada con un tempo lento y la elección de planos cercanos acompasados por una banda sonora tradicional, que encuentra en los máximos momentos de tensión su poderío (bien podría obviarse, por ejemplo, para marcar escenas “lacrimógenas”), “Aires de esperanza” es una historia, que como pasa con la tarta, se cocina a fuego lento. La digresión llega de la mano del puzzle sobre el pasado de Frank, que deberemos armar a lo largo de todo el metraje y justamente con los flashbacks sucederá algo interesante, más que nada en relación a la afirmación de la empatía que uno llega a generar con el personaje de Frank, hasta el punto de no importarnos por qué estuvo preso, sino que nos interesa cómo acompaña ahora a Adele y Henry. “El mundo se volvió un lugar cruel” dice en un momento el niño en relación a su madre y cómo ella llegó al punto de no salir afuera. Todo el tiempo Reitman trabaja sobre esa dicotomía DENTRO/FUERA, exaltando la necesidad de la protección del “adentro” de su casa. A los protagonistas sólo les bastará un fin de semana para conocerse, el del Labor Day al que se hace alusión en el título original, y toda una vida para amarse. Conmovedora y con grandes actuaciones de Winslet y Brolin.
En su regreso al cine Wes Anderson nos introduce en la historia secreta que esconden las paredes de “El Gran Hotel Budapest”(USA, 2014), un sinfín de sorpresas y misterios. En las habitaciones y por años se han tejido cientos de historias misteriosas, y como en un primer momento aclara el escritor (Tom Wilkinson/Jude Law) “las historias llegan a los escritores”. Así un narrador comenzará a hablarnos sobre el hotel y principalmente sobre las personalidades de los conserjes del hotel Gustave H (Ralph Fiennes) y su ayudante ó botones Zero (Toni Revolori/F. Murray Abraham) durante diferentes momentos de sus vidas. El megalómano Gustave, un metrosexual del siglo pasado (aún cuando ni se utilizaba este tipo de mote para aquellos hombres que se cuidan extremadamente), mantiene amoríos con todas las huéspedes mayores de edad (y rubias) del hotel, y cuando una de ellas muere (Tilda Swinton) envuelta en dudas (en realidad no hay dudas, pero si una suculenta herencia en juego), se verá complicado por las elucubraciones que uno de sus hijos (Adrien Brody) despliegue sobre su figura. El registro que utiliza Anderson en esta oportunidad (y contrastando con sus últimos filmes) es la comedia cercana al slapstick (muchas escenas se acercan a este tipo de registro) o el screwball comedy, géneros que hace años que no se producen industrialmente y que se erigen en esta oportunidad victoriosos frente a la complejidad de la trama y ayudan a que el director alcance un grado de majestuosidad en pantalla únicos. De la actualidad a 1985, y de 1985 a 1932, iremos yendo y viniendo en el tiempo casi sin darnos cuenta para comprender la totalidad de la historia de Gustave y su “posesión” sobre el hotel. Anderson complejizará la trama con la incorporación de temas como la lealtad, el esfuerzo y la amistad, siempre manejados con humor y enriqueciendo a los personajes con características especiales. Así, Gustave será un enamoradizo declamador de poesías y consumidor de colonias exclusivas, Zero un joven un tanto tonto con un bigote falso y muchas granas de progresar y el resto de los personajes (entre los que se destacan las participaciones de Edward Norton, Saoirse Ronan, Owen Wilson, Jeff Goldblum y Willem Dafoe) también poseerán particularidades haciendo que la atención sobre la acción que transcurre en la pantalla nunca decaiga y nunca podamos dejar de mirar. Cada escena tiene un punchline. Pero a Anderson no le alcanza con esto y cuando uno cree que la comicidad finalizó, redobla la apuesta y va más allá. Sobre este punto también ayuda la escenografía, el vestuario, el colorido de las imágenes y la elección de la utilización de la animación. Todo va enriqueciendo la plasticidad y el dinamismo de la historia y va construyendo una pequeña obra maestra. A lo largo de “El gran hotel Budapest” Gustave tendrá que comprobar su inocencia sobre la muerte de Madame Dute (Swinton) y gracias a la ayuda de Zero superará fugas, tiroteos, emboscadas y hasta desengaños y traiciones. La polarización e hiperbolización entre los buenos y los malos (Dafoe compone a un matón de antología) hace que la empatía con la torpeza de los “benignos” sea inmediata, en un filme que no da respiro ni motivos opuestos más que la virtud de generar un espectáculo cinematográfico impecable. Excelente.
De gente que convive durante años pero que no llega a conocerse, de rutinas que asfixian y de la imposibilidad de tratar de ser uno mismo más allá de lo que los demás piensan, habla Jorge Algora (“El niño de barro”) en “Inevitable”(Argentina, 2014). En la película, que recientemente se proyectó en Pantalla Pinamar, hay un gris empleado bancario, Fabián (Darío Grandinetti), casado con Mariela, una psicóloga (Carolina Peleritti), con la que apenas cruza palabra en el desayuno y a la que aún respeta porque tal vez en algún momento fue feliz en sus brazos. Pero un día, con la muerte de un compañero de 20 años de trabajo, luego que es echado del banco, algo cambia en su interior y misteriosamente, o “inevitablemente”, conoce a Alicia (Antonella Costa), una joven escultora con la que iniciará una relación paralela hasta obsesionarse. Dos mundos opuestos (la espontaneidad versus la estructura) que colisionarán sin vuelta atrás. Los encuentros con Alicia serán cada vez más frecuentes, y serán impulsados por un famoso escritor ciego (Federico Luppi), a quien Fabián encontrará en el banco de una plaza. El escritor funcionará como una “conciencia” de Fabián, no ya sobre qué debe hacer, sino cómo relacionarse con el mundo. La idea de “Inevitable” funciona. Porque todos sabemos esto de que hay cosas que no se pueden evitar. El amor y la muerte son dos de ellas. Y justamente a estas se las puede “ayudar”, para bien o para mal, para que pasen o no. Aunque cuando un giro de la historia haga entrever otro registro dramático, la potencia inicial se diluye y muta. Algora cuenta la historia principal en una Buenos Aires de los años ochenta, con walkmans, jeans nevados y Ford falcones circulando por las calles, con planos detalles, algunos travellings un poco sucios y la preponderancia de los espacios cerrados (el banco, la casa de Fabián, el atellier de Alicia), tan cerrados como las obtusas mentes de sus protagonistas. Los encuentros entre los “enamorados”, impedidos de una instantaneidad comunicativa (no hay celulares), serán pocos pero fuertes. Hasta que Alicia decide tomar distancia y evitar seguir en una historia que no llegará a ningún lado. Allí la normalidad inicial dejará su lugar a un discurso diferente en el que la idea de “no poder vivir sin arriesgarse” marcará el tiempo de la acción. “Cómo pudiste vivir conmigo sin pasión” le pregunta Mariela a Fabián en un desayuno, y él más que bajar la mirada otra cosa no puede hacer. Hay otra historia que se hilvana en “Inevitable” y es la de Olga (Mabel Rivera) y el escritor ciego (Luppi) a través de las sesiones en las que a Mariela le contará su pasado (un amor que no pudo ser). Y esto a pesar que el tono de comedia por momentos con el que Algora refleja las sesiones de Olga y Mariela contraste con la solemnidad de la trama principal. Olga le pregunta a Mariela por su vida sexual “siento que usted hace años que no tiene un buen orgasmo” y ella le responde “el matrimonio es mucho más que lo que pasa en la cama”. Y mientras ella se afirma a sí misma esto (aunque ansía una descontrolada noche de sexo) su marido deja de pensar eso para vivir otra historia con la joven escultora. La química entre los actores y las interpretaciones logradas de los protagonistas han podido superar algunos vacíos y errores en la trama de “Inevitable”. No hay que pedirle más que lo que propone, pero abre el juego a la lectura sobre aquellas relaciones por comodidad que tan mal pueden hacerle a los seres humanos.
Hay quienes afirman que la base de nuestra personalidad se fija y se afirma durante los primero años de vida. Todas las experiencias vividas, tanto negativas como positivas, van construyendo un complejo entramado que luego determinará cómo somos en nuestro presente y futuro. El pasado es aquel lugar al que se acude para poder comprender algo de la realidad y del presente. Aunque a veces lo efímero de los recuerdos y lo inasible de viejas historias hacen que uno más que rememorar sólo recree algo y con cierta “selectividad”. A los personajes de la película “El pasado” (Francia, 2013) les pasa algo con sus vidas o les pasó y con un presente agobiante y desesperante, el director Asghar Farhadi (“Una separación”) comienza a bucear en los personajes para tratar de comprender más que su personalidad sus intencionalidades (actuales y pasadas). Así el premiado filme inicia con una Marie (Bérénice Bejo) a punto de divorciarse del recién llegado a París Ahmad (Ali Mosaffa), en una casa corroída por el tiempo, con señales del paso de los años y que más allá de los intentos por reconstruirla nada bueno se ha logrado con ella, ni nada bueno se alberga dentro de ella. Marie, una farmacéutica que convivió en muchas oportunidades con diferentes hombres (más allá de Ahmad) tiene dos hijos propios, Lucie (Pauline Burlet) y Léa (Jeanne Jestin), y también criar a Fouad (Elyes Aguis), hijo de Samir (Tahar Rahim), su actual pareja (que a su vez está casado con una mujer otrora depresiva y que actualmente se encuentra en estado de coma). La llegada de Ahmad a París y a la casa, que vuelvo a señalar, se encuentra en condiciones inhóspitas, brindarán el hermético escenario en el que las pasiones y resentimientos comenzarán a reflotar algunos fantasmas del pasado y develará algunos oscuros secretos que repercutirán de manera directa sobre todos los habitantes del hogar. La construcción de los personajes, algo que Farhadi sabe realizar con maestría, se despliega a lo largo de la duración del metraje de la película, que con un ritmo lento y pausado se detiene en detalles y pormenores que quizás pueden parecer banales en una primera lectura (los arreglos de la vivienda, por ejemplo), pero que hablan y cuentan a gritos algunas verdades necesarias para comprender el presente de Marie y su relación con los hombres y con Lucie, su hija adolescente. Justamente con ella, con una personalidad contrastante y desafiante, es con quien verá impedida su capacidad de relacionarse desde el amor maternal, generando discusiones y roces que sólo sabremos al comenzar el avance de la acción del verdadero motivo de las disputas. Farhadi logra no sólo conmover con una historia que habla del multiculturalismo y las relaciones sociales en la actualidad, sino que puede lograr hacernos entrar en esa casa familiar hasta el punto de ser uno más en su cotidianeidad y peleas. Este es el mayor logro de “El pasado”. La puesta en escena y la elección de planos para narrar los acontecimientos también es acertada, aunque se puede criticar cierto regodeo y prolongación en la muestra de situaciones que bien podrían plasmarse de otra manera, pero que también suman a la angustia que genera el filme en general. Intensa, íntima, agobiante, honesta, “El pasado” es un filme que no da tregua y que sustenta su verosimilitud en las excelentes actuaciones de Bejo, Aguis y Mosaffa, el trío “maduro” del filme.
El rey de la selva está de vuelta Dicen que siempre es necesario poner al día historias que con mejor o peor suerte han resultado y atrapado a diferentes generaciones. Los productores de Tarzán (2013) saben que en la obra de Edgar Rice Burroughs se esconde una de las aventuras épicas más atrapantes y que puede leerse una vez más con una impronta relacionada a la ecología y el rescate de valores dejados en uso. Si bien está destinada para un público masculino infantil, el realizador alemán Reinhard Klooss sabe que aprovechando el 3D podrá contar con la incorporación de más miembros de la familia a la proyección y la modernización de la clásica estructura de fábula de la historia de Tarzán. En esta oportunidad J.J Greystoke, un niño neoyorkino, acompañará a su padre científico (Greystoke) en la búsqueda de una misteriosa fuente de energía (la máxima) que hace siglos ha caído desde el espacio exterior en la selva africana. La historia hasta ese momento transcurre entre el idilio de la naturaleza y la incorporación de simios a la vida de los humanos quienes abruptamente deberán escapar cuando la misma “tierra” (al wncontrar la energía) los expulse del lugar. Luego que el helicóptero en el que intentaban huir los padres de J.J explota, una mona encuentra al niño (que se salva) y lo llevará a su cueva para criarlo como si fuese propio. El niño crecerá convirtiéndose en un mono más con habilidades animales y que esconderán su pasado humano, hasta que un día un jeep con un investigador (Porter, compañero de Greystoke) y su familia harán que sus instintos, y principalmente el amor (por Jane, una de las hijas del científico), nazcan y comiencen un camino para recuperar su verdadera identidad. Reinhard Klooss va contrastando las imágenes generadas por ordenador (en algunos momentos muy logradas, por cierto) de la selva con las de la ciudad, principalmente cuando pasado el tiempo (diez años después) esa joven llamada Jane le solicite un inescrupuloso empresario (que se ha quedado con la corporación de J.J “Greystoke” y su familia) que la ayude en la preservación de la naturaleza. La ambición del empresario por buscar nuevamente la misteriosa fuente de energía que hace años se esconde en la selva hará que el encuentro entre J.J (Tarzán) y Jane sea inevitable y el choque de culturas también. Porque Tarzán de a poco comenzará a recuperar su “humanidad” pero también deberá continuar luchando con el líder de los gorilas para poder mantener su lugar entre los animales. Hay lianas, el característico grito del hombre mono y la selva como escenario, pero también está la puesta al día de una historia que evoluciona y sigue atrapando como en cada una de sus “actualizaciones”. La ecología será el vector de esta nueva versión destacando la importancia de proteger los ambientes naturales, algo que los niños tienen muy presente y que el director potencia con imágenes de gran belleza y que también moderniza acercando la historia de Tarzán a series televisivas como Lost de J.J. Abrahams en las que es más lo que se oculta que lo que se muestra. Efectiva y entretenida, Tarzán atrapará por el dinamismo de las imágenes y un mensaje que invita a seguir respetando la naturaleza y valores como la amistad y el amor.
Venganza Sobre Ruedas Hay películas que tienen bien en claro su target desde antes de proyectarse en una pantalla, y seguramente los productores de “Need For Speed”(USA, 2014) saben que su público ingresará en hordas a las salas a buscar la intensidad y la adrenalina de las carreras de autos, las mismas que hasta hace nada podían jugar en sus hogares. Entonces, cómo atraer al público y mantenerlo en vilo durante dos horas narrando algo que ellos mismos creaban en cada partida de “Need for Speed”. El resultado es el esperado y aún más. No sólo contrataron a una de las estrellas del momento (Aaron Paul) sino que construyeron una épica historia de venganza y redención en la que la sublimación de la honestidad y el rescate de clásicos valores como amistad, lealtad y objetivos a largo plazo son los promotores del dinamismo del filme. Toobey, el chico que vive en un pueblo chico (Paul) y se queda allí por convicción, versus Dino (Dominic Cooper) el cosmopolita que se escapó para triunfar en las grandes ligas. Entre ambos se encuentra un ex amor de Toobey (actual de Dino), Anita (Dakota Johnson). Y si bien todo empieza por una rivalidad por una pollera, luego todo se complicará cuando Dino asesina en una carrera a Benny (Harrison Gilbertson), hermano de Anita, y Toobey es acusado del crimen. Al regresar de la cárcel Toobey arriesgará todo en una carrera en la que más allá del triunfo está en juego la vuelta a la vida y la honestidad de alguien que se ha manejado siempre dentro y fuera de las pistas de manera correcta. Paul compone a Toobey con las limitaciones propias de un actor formado en la TV, pero encuentra el punto justo en algunas escenas (aunque no puede quitarse algunas expresiones muy utilizadas en Breaking Bad). La dirección de Scott Waugh es correcta y por momentos (zoom in/zoom out) logra plasmar la adrenalina necesaria para este tipo de filmes. No esperen un nuevo Rápido y Furioso, sólo la historia de amor y venganza que un juego como “Need for Speed” necesitaba. Entretenida PUNTAJE: 7/10