El cine es espectáculo, pero también es reflexión, y cuando se presentan ambas cosas en un producto destinado a romper las taquillas el resultado es más que interesante. Y si no me creen vayan a ver como Marc Webb construye en “El sorprendente hombre araña 2: La amenaza de Electro” (USA, 2014) la más ambiciosa de las aventuras del héroe y además regala algunos puntos reflexivos sobre la vida en la actualidad. Si bien siempre pasó, en esta oportunidad las idas y venidas amorosas entre Spidey (Andrew Garfield) y Gwen (Emma Stone) serán el vector de la película en el medio de la lucha sin respiro con el villano de turno. Y eso que en “El sorprendente hombre…” no habrá sólo un enemigo. Las peleas serán por partida triple y el Hombre Araña se las verá con Electro (Jammie Foxx), Rhino (Paul Giamatti) y el duende verde (Dane De Haan) a lo largo de casi dos horas y media. Todo comienza cuando un don nadie, un hombre gris dedicado a los circuitos eléctricos y la energía (Foxx), muere en un accidente laboral, para luego revivir como Electro. Allí la suerte del hombre araña comienza a cambiar, ya que en una de las ciudades con mayor consumo eléctrico del mundo el “malo” tendrá cómo alimentarse sin siquiera mover un dedo. Antes de ser Electro, el personaje, llamado Max, compartía trabajo con Gwen (Stone) en la Oscorp, la mega monstruosa corporación de los Osborne y era un fanático obsesivo de Spidey luego que éste lo rescatara de un accidente. Su triste historia, con accidente que transforma incluido, atravesará la búsqueda iniciática que el reportero gráfico freeleancer más arácnido de todos realice para determinar el porqué de su orfandad y los misterios que siempre rodearon a la desaparición de sus padres. Así, comenzará a hilvanar detalles y hostigará a su Tía (Sally Field) para que aporte datos a su investigación. Los clásicos procedimientos y deducciones se verán además sazonados por el romance, punto neurálgico en los comics, y que Webb destacará en la cinta con un papel preponderante en la saga. Pero no sólo se hablará de las relaciones amorosas, sino que además se profundizará en algunos temas recurrentes (como la verdad, el cambio, etc.) erigiendo una épica sobre la búsqueda de la identidad y los vínculos sociales en la actualidad. En la era de la hiperconectividad y de la vida 3.0, la dualidad que siempre ha caracterizado al personaje de Peter Parker se potencia, y las mayores dudas comenzarán cuando decide alejarse de su novia para protegerla. En esa elección se esconde el secreto de una cinta que no da tregua y que si bien posee algunos minutos de sobra el producto final termina en ganancia. La sobresaliente actuación de Garfield como Spidey/Peter, secundado muy bien por Foxx, Field y Stone, genera un efecto hipnótico hacia la pantalla, apoyándose además en la utilización del 3D y las animaciones generadas por ordenador, una trepidante banda sonora, y el punchline a flor de piel, todo dinamiza el relato clásico sobre la lucha entre el bien y el mal y lo moderniza. Atrapante.
¿A qué edad se tiene que dejar de pensar en oportunidades que cambien la vida? ¿Hasta cuándo uno se puede llegar a relacionar con familiares a los que nunca vio en su vida? Algunas respuestas pueden encontrarse en “Ella se va” (Francia, 2013), de Emmanuelle Bercot y que encuentra en Catherine Deneuve la intérprete ideal para la historia. Deneuve es Bettie, una mujer madura que reparte sus días entre la rutina laboral dentro de su restaurante y la opacidad de su vida con su madre, y una aventura de larga data con un señor casado. El conflicto interno y externo con el mundo y SU mundo se disparará cuando se entere que su amante decidió dejar a su mujer por una joven de 25 años y no por ella. El viejo Mercedes Benz se transformará de un momento a otro en la vía de escape hacia algo que aún no tiene en claro, convirtiendo a Bettie en una Thelma sin Louise, que imprevistamente cambiará la ruta como su escenario principal para poder decidir cómo continuar su vida. Esta “road movie” se irá narrando a través de exquisitos planos (atención al circular en una rotonda) y colores de la naturaleza que avanzarán sobre la rutina gris de Bettie con una impronta plástica de la película que se fijará en aquellas pinceladas que muestran la Francia agraria, el pueblo pequeño, los bares familiares y las tardes sin hacer nada. “Perdí a la única persona que me hacía sentir viva” grita Bettie al enterarse la traición de su amante, a lo que la madre le pregunta “¿y yo?”, porque además de hablar de una crisis existencial de una mujer que intenta continuar vital, también habla de los lugares que creemos que ocupamos en la vida de los otros y en la propia. Bettie tiene una hija, a quien hace tiempo no ve, pero en medio de su viaje iniciático recibe un llamado de ella pidiéndole que cuide a su nieto (a quien nunca ha visto) y tampoco quiere ver. Haciendo un esfuerzo sobrehumano lo busca y ahí también comienza otra historia, la de una abuela inexperta que intenta recuperar el tiempo perdido. A lo largo de su aventura se relacionará no sólo con su nieto, sino con el mundo, un mundo que hace tiempo ella sólo conoce a través de los comensales que asisten a “Auberge” (su restaurant) y que ignora sobre su dureza y su hostilidad. Cada kilómetro que avanza en la ruta es una historia y una anécdota que suma, pero también es una posibilidad sobre rever su pasado. Porque también hay además de lo familiar y vincular, algo que ella reniega sobre su belleza. Otrora reina de Bretaña, se reúne con sus pares a realizar una foto homenaje, y en esa decadencia de peinados y bandas, está también ella. “Hace unos días estaba en un pequeño pueblo” reflexiona Bettie, luego de reencontrarse con su hija, conocer a un hombre y ver como sus cuentas bancarias se han anulado, y es en esa reflexión que se esconde una afirmación, aquella que inspira sobre una mujer que se transforma y que decide cambiar su destino para evitar morir sola en una habitación. “Ella se va” tiene algunas cursilerías que atentan con la totalidad del discurso, pero que pueden ser obviadas en una película hecha a la medida de Deneuve, para su lucimiento y brillo.
De cuando ser diferente marca el camino En un Chicago sin era/año específico, pero con un aura apocalíptica muy particular, los protagonistas de Divergente (Divergent, 2014), versión cinematográfica de la saga creada por Veronica Roth, verán cómo sus vidas cambian de un día para otro. El director Neil Burger, desarrolla con más ambición que la autora, aquellas ideas que remiten a una épica Orwelliana de las sociedades totalitarias y controladoras, y que hemos visto en muchas adaptaciones de best sellers dedicados al público juvenil como Los juegos del hambre (The Hunger Games, 2012), El juego de Ender (Ender's Game, 2013) y muchas más. En esta oportunidad la protagonista excluyente será Tris (Shailene Woodley) quien luego de realizar una prueba para pasar del mundo adolescente al adulto se dará cuenta que hay algo diferente en su ser. Esa “diferencia” le impedirá encajar en alguna de las diferentes facciones en las que la sociedad está dividida para mantener el orden y la paz (Verdad/Cordialidad/Erudición/Abnegación/Osadía) porque su personalidad encaja en cada una de los cinco estancos. Tris burlará al sistema de iniciación y terminará escogiendo a dedo integrar la facción de Osadía, a la que siempre quiso pertenecer por la “informalidad” de sus miembros. Y en esa decisión comenzarán sus problemas, porque más allá que uno pase a ser parte de un grupo específico, las pruebas por las que se debe atravesar hasta finalmente ser aceptado o rechazado serán innumerables. En ese proceso iniciático y de aprendizaje es en donde Divergente termina convirtiéndose en uno más, de los tantos filmes dedicados a los adolescentes, en los que se quiere poner al día 1984 de Orwell ó Un mundo Feliz de Huxley. El realizador no logra hacer volar un film con actuaciones muy “armadas” que bien podría haber impactado visualmente, pero tampoco es este el caso. En algunas afirmaciones al estilo “el futuro es de aquellos que saben a donde pertenecen” se busca fortalecer algunas ideas sobre identidad y búsqueda de la misma, pero que terminan siendo chatas y simples. Cuando por ejemplo Tris decide escoger ingresar a la facción Osadía, porque es la más rebelde, desestructurada y arriesgada de todas, uno termina por preguntarse sobre la representación del grupo, que es mostrado como salido de una publicidad de gaseosa, felices, risueños, pero que en el fondo, a la hora de ser verdaderamente “osados” son los más estructurados y miedosos de todos los grupos. Algunas escenas de persecución, o quizás algunos momentos del entrenamiento de Tris, por parte de Cuatro (Theo James), brindan dinamismo a la narración monótona y a un ritmo que en los cuarenta minutos finales logra generar cierto climax. Hay que agradecerle a Kate Winslet el haber aceptado ser la “mala” de Divergente. En su papel de líder que intentará arrasar con todos los divergentes de la tierra, el film logra tener algo de la calidad necesaria para seguir manteniendo la atención en la pantalla. Música incidental y escenarios ya vistos en muchas películas del estilo, marcados estereotipos y trazos gruesos para construir los personajes (malos MUY malos, buenos MUY buenos) y algunos clichés hacen que Divergente no pueda erigirse como algo diferente dentro de su género.
Repasando su historia Independientemente de su propuesta cinematográfica, el mayor logro de “Santa Lucía” (Argentina, 2013) de Andrea Schellemberg, es el revisar con honestidad una etapa difícil de la historia. En el relato del proceso de investigación que inicia Lucía Aguilar, una docente tucumana, que vive en Montero, en la frontera tucumana, hay una afirmación acerca de la importancia de recuperar la identidad de los desaparecidos y conocer, si es posible, sus últimos pasos. La película tiene muchos desaciertos, principalmente en la elección de planos, la narración en off y la musicalización, como así también la construcción de los escenarios de las entrevistas, pero quitando esto, el trabajo artesanal de Schellemberg y Aguilar por recuperar la historia lo supera. La utilización de imágenes de archivo, principalmente de bibliotecas audiovisuales provinciales, como así también la narración del proceso de guerrilla armado que buscaba una sociedad más justa y nueva, hace que la historia fluya. Si bien sobran minutos, que podrían haberle permitido erigirse como un discurso potente, hay determinados momentos, como en los que se escucha a reporteros afines a la dictadura cívico militar hablar sobre “el enemigo”, ese que acecha al “orden” desde la naturaleza, que marcan hitos dentro del relato. En la búsqueda que Lucía inicia para saber qué fue de su tío Pedro, que con 18 años fue “chupado”, está la búsqueda de todos los habitantes de Montero por saber algo más acerca de su pasado. Porque en la búsqueda de información sobre aquellos que han desaparecido estamos todos, y por esta razón “Santa Lucía” debe verse, para seguir buceando en un pasado que aún duele. PUNTAJE: 5/10
La vida, el amor y la crítica Una buena idea a veces es muy difícil de plasmar. Más cuando en el intento de hacer algo diferente se termina construyendo un producto cinematográfico convencional y aburrido. En "El crítico"(Argentina, 2013), ópera prima de Hernán Guerschuny, hay un planteo inicial interesante, el de un crítico de cine, Victor Tellez (Rafael Spregelburd), severo (como muchos que conocemos) que en medio de su caos personal termina enamorándose perdidamente de una joven (Dolores Fonzi) con la que vivirá un romance que afectará no sólo su vida persona, sino, su carrera. Inmerso en la vorágine de una romcom, esas que el tanto odia, y sobre las que debate diariamente con su sobrina Agatha (Telma Crisanti), verá como de tener control sobre todo y todos, el declive y el caos caerá sobre su rutina, hasta el punto de emocionarse con una película de las que siempre odió y ahora no le parecen tan malas. Los constantes homenajes y referencias a la actividad de la crítica cinematográfica, serán ridiculizados hasta el punto de generar estereotipos que diluyen la efectividad de construcción de un discurso que bien podría haber sido otra cosa. Si en The Critic, la serie animada de Al Jean y Mike Reiss, la vida del looser crítico era expuesta en clave comedia con gags y punchlines efectivos, en esta oportunidad y por momentos Guerschuny no sabe bien hacia donde apuntar y jamás puede salirse de su rol de crítico por un momento (si hasta en la simple puesta del director que stalkea a Tellez se termina generando luego un discurso moralista). En el afán de contentar no sólo al público, sino a la cinefilia local, la diversión se diluye construyendo referencias estancas que sólo serán identificadas por la prensa especializada (las proyecciones en Vigo, con un cameo de Damiano, las charlas entre desayunos improvisados por las prenseras, etc.) y nadie más. Ese es el principal problema de la película, el de generar, o creer que se genera, un discurso pretencioso, sobre una idea simple, un cliché, y que nunca termina por jugarse del todo. Separando a la cinefilia de los espectadores tradicionales, el público intentará encontrar una química que no existe entre sus protagonistas (independientemente de lo bien que están por separados Spregelburd y Fonzi) en una película referencial que bien pudo ser algo más grande pero prefirió quedarse en su zona de confort y obviedad. PUNTAJE: 5/10
Está claro que hay películas que aprovechan un momento o moda particular, y son lanzadas con un timing casi perfecto. En el caso de “Río 2” (USA, 2014),se aprovecha a Brasil como epicentro cultural y deportivo y con la copa mundial de fútbol ya en cuenta regresiva. Durante los 101 minutos del filme, dirigido por Carlos Saldanha (“La era de hielo”) asistiremos a, no sólo un reencuentro con los entrañables Blue (el alterado Jesse Eisenberg) y Perla (Anne Hathaway, y compañía), sino a una esperada muestra sobre las particularidades del país vecino con el carnaval, el amazonas y el fútbol como vector de la acción. La trama, bien simple, acompaña a los guacamayos azules a un cambio de vida cuando se enteran, que, aparentemente, no son los últimos de su especie. Se dirigirán hacia el amazonas en busca de sus hermanos y al llegar allí y detectar Perla que se trata de su familia la que vive allí el tour de force se iniciará. Lucha por un cambio de vida, Perla, convencida que esta modificación de hábitat los favorecerá, querrá permanecer en medio del amazonas, respetando su vida anterior a la “humanización” de su familia y particularmente la de Blue, un pájaro que utiliza GPS, come hotcakes y nueces de lata. Blue seguirá pensando, testarudo como siempre, que su vida al lado de Julio y Linda (los dos ecologistas que los acogían en su hogar), llena de objetos y artificialidad, debe ser recuperada hasta que todo se complejizará. Se verá de un momento a otro en medio de una competencia con su suegro (voz de Andy García) y con un exnovio de Perla llamado Roberto (Bruno Mars), ambos participes de los cambios que Perla irá sumando a su rutina y que también transformarán lentamente todas las creencias y fundamentos de Blue sobre la civilización. Eterna lucha entre opuestos, obviamente habrá lugar para el mal, aquel que en Pepillo (Jemaine Clementel), la cacatúa blanca que terminó mal en la primera parte, está encarnado y que ahora buscará venganza junto a Gaby (Kristin Chenoweth) una rana venenosa que está completamente enamorada y perdida por su compañero (aunque él no lo sepa, atención al número musical que protagoniza, digno de Brodway –aunque desentona con el total del film). El conjunto de “Río 2” se completa con un sinfín de pegadizas melodías en las que destacan Carlinhos Brown, Bruno Mars y Janelle Monáe, entre otros, y que explotan no sólo en ritmo y música, sino en imágenes coloridas que funcionarán como digresión, aunque, paradójicamente, dinamizarán las escenas. El trío de amigos inseparables de Perla y Blue (y sus hijos), es decir Luis, Nico, Pedro y Rafa, además de adentrarse en el amazonas, aprovecharan su estadía en ese paraíso natural para protagonizar una suerte de reality talent en el que intentarán descubrir a la próxima estrella del carnaval (atentos a las tortugas capoeira, uno de los mejores gags de la película). El resultado de esta combinación de temas, tramas, texturas y melodías, por momentos abruma, principalmente porque la extensión del filme no acompaña a agilizar la progresión, ni aún con con algunos chistes y números musicales. La utilización del 3D es uno de los puntos más fuertes de un filme dispar y desprolijo y que sólo será disfrutado en su versión original con las particularidades que Eisenberg, García, Hathaway y Rita Moreno (Mimí, tía de Perla) dotan en cada gesto a sus versiones animadas.
Historia de opuestos El realizador estonio Ilmar Raag, narra a partir del encuentro de las dos mujeres y su traumática relación inicial, una reflexión sobre la deshumanización de los vínculos en la actualidad y la soledad como generadora de sentido. En Una dama en Paris (Une Estonienne à Paris, 2012), Anne (Laine Mägi) es una acompañante terapéutica que decide dejar su trabajo, arduo por cierto, para dedicarse a cuidar a su madre, que además de padecer Alzheimer, está muy entrada en edad y sola. Al fallecer ésta, en una fría noche de invierno en su Estonia natal, Anne recibe, luego de unos días del funeral, una llamada con un ofrecimiento al que es obligada a aceptar por su hija: viajar a París para cuidar a una señora. Al principio dudaba de hacerlo, pero al darse cuenta que es su oportunidad para conocer otra cultura, se embarca en la aventura. Al llegar a la “ciudad luz”, con una valija llena de miedos y ausencias, las sospechas que tenía sobre el posible encuentro malogrado con su “paciente” se efectiviza. Es que en un lujoso piso parisino la espera encerrada en su habitación Frida (Jeanne Moreau), una otrora señora de alta alcurnia, quien recientemente intentó suicidarse por un amor y por comprender que su final lentamente se está acercando. Algunas indicaciones por parte de Stephane (Patrick Pineau), el “tutor” de Frida, como por ejemplo mantener el botiquín cerrado con llave o qué debe darle en el desayuno de comer, comienzan a generar roces entre acompañada y acompañante. En la elección del departamento, con objetos que quizás hace años poseían valor y status, como así también el vestuario (contrastante entre ambos personajes), se habla de una época pasada que a ninguna de las dos mujeres les sigue gustando. En el encierro de una, y en la búsqueda de libertad de otra, Una dama en París intenta buscar una empatía con el espectador inmediata. Es que en aquellos espacios en los que se narra la historia (la cocina, la habitación de Frida, la sala de estar) hay un patrón universal de identificación, principalmente entre quienes han convivido con una persona enferma. Historia de opuestos y de espíritus diferentes (mujer luchadora versus mujer abatida), la película también puede leerse desde una realidad con el multiculturalismo de las grandes urbes a flor de piel (Frida discrimina a Anne por extranjera en varias oportunidades). Hay algunos pasajes en los que la cámara sólo se reposa en alguna de las dos y se escucha el diálogo de la otra, y en otros, la incorporación del tercero (Stephane) como árbitro, dinamiza la acción y la potencia. Hace un tiempo la pantalla local ofreció una historia muy similar a esta en Cama adentro, de Jorge Gaggero, aunque allí la dinámica entre la señora de la casa y la mucama era bien diferente, ya que Beba (Norma Aleandro) no podía consigo misma, mientras que aquí Frida, más allá de su intento de suicidio, sigue dando órdenes y fustigando a Anna sin respiro. Película de mujeres solas, con muy poco del París que habla el título, el infierno entre cuatro paredes, desplegado con imágenes y planos acotados, hacen de este filme una propuesta que por momentos cae en el tradicionalismo del melodrama clásico y no logra levantarse. Buenas interpretaciones.
El Tony Manero argentino Una ambiciosa y arriesgada propuesta es Gato negro (2014) de Gastón Gallo, con un protagonismo absoluto de Luciano Cáceres que sale victorioso con su interpretación. En la historia de Tito (Cáceres), un chico de la provincia de Tucumán, con sueños de grandeza, el director deposita muchas de las historias de miles de personas del interior del país que llegan con anhelos a la gran ciudad. En el caso de Tito, esta historia se ve atravesada por el abandono primero de su padre (Lito Cruz) y luego de su madre en un orfanato (con claras referencias a Las Tumbas de Javier Torre) por lo que decidirá dedicarse a la “mala vida” para subsistir. Luciano Cáceres trabaja con oficio las dicotomías que a lo largo de la película va desplegando Gallo en el guión, ya que si bien el personaje de Tito acepta pasarse a la mala vida para conseguir dinero, el cree que hay algo mayor que lo está esperando. El film trabaja con una idea de “salvación” en la metáfora de la “salamanca”, un sueño recurrente (secuencias oníricas trabajadas con trazo grueso) en el que Tito ve cómo su suerte cambiará. Pero la salamanca posee una maldición, te da algo y te quita otra cosa (punto que se develará avanzado el filme). Limpiando baños, supervisando una fábrica de medias y luego regenteando un negocio turbio relacionado al contrabando de camiones y pagos diferidos con cheques sin fondos, Tito se convertirá en el Sr. Humberto Pereyra, una suerte de Tony Manero argentino, sin drogas, y ahí comienza otro filme, uno que habla del ascenso y caída estrepitosa de un don nadie, vinculando siempre el presente del protagonista con hechos históricos (peronismo, dictadura, democracia, etc.). Hay un elenco secundario (Leticia Brédice, Luis Luque, Lito Cruz, Roberto Vallejos, Favio Posca, Juan Acosta, Paloma Contreras) que casi pasa desapercibido, no por malas actuaciones, sino porque en Gato negro Luciano Cáceres es el protagonista excluyente. La épica del pueblo, del trabajo forzado, de la corrupción como modo de vida, son algunos de los tópicos que el director Gastón Gallo trabaja en un filme que abarcó mucho y dejó algunos cabos sueltos.
En la previa al lanzamiento mundial de “Noé”(USA, 2014), y luego de él, hubo un sinfín de voces encontradas criticando, antes de ver siquiera una imagen, el posible “sacrilegio” que se estaba por cometer. Luego del estreno las críticas continuaron en la línea del respeto o al evangelio o a la fidelidad sobre la historia original (extraída obviamente de La Biblia), pero también hubo un grupo de detractores de esta nueva versión relacionado al apego que existe sobre las películas bíblicas que el Hollywood de oro plasmó en celuloide. Obviamente las cintas realizadas por maestros como Cecil B. DeMille no entran en discusión, pero así como este último grupo se ha quejado por las recientes remakes que se han realizado de clásicos de los años setenta y ochenta, es hora de hablar de la posibilidad de una nueva lectura que se puede hacer sobre el género y que este año con varias películas colmará las pantallas. “Noé” es el producto de un Darren Aronofsky más convencional y menos delirante. En la epopeya que narra sobre el personaje que construye un arca para salvar una pareja de animales de cada especie, hay una humanidad que hasta el momento ningún otro realizador pudo lograr ni plasmar. Esta película no podía hacerse en otra época. Russel Crowe es un Noé bien actual, que independientemente de la tarea divina que le encomendaron debe luchar contra sus propios miedos y fantasmas. Hay un trabajo sobre la psicología del personaje que excede la historia del milagro. En la exacerbación de los gestos, como así también en la dureza con la que se relaciona con su mujer Naameh (Jennifer Connelly, una asidua colaboradora de Aronofsky) y sus hijos Sem (Douglas Booth), Cam (Logan Lerman) y Jafet (Leo McHugh Carroll), es en donde el director nos habla de otra cosa. Ya no nos cuenta la conocida historia llevada una y mil veces a la pantalla grande (hasta en argentina se realizó una versión animada), sino que explora la naturaleza humana frente a diferentes situaciones. El pueblo que pasa una hambruna generalizada (con imágenes crudas y realistas), y vive en el caos y el pecado, es aquel con el que Noé deberá luchar para evitar que se suban a su construcción salvadora. Pero también Noé deberá luchar con sus impulsos y deseos más profundos, aquellos que se disparan luego de cada “comunicación” que tenga con Dios. En este punto es importante la utilización ya no sólo del 3D (que dota de más presencia a la épica tradicional), sino de la animación digital, creando un sueño que se repite a lo largo de todo el filme y que nos ubica en un lugar de conocimiento mayor que los propios allegados a Noé. La paleta de colores que escoge el director para narrar es la misma que ha utilizado en filmes como “Requiem for a dream”, salvo que en esta oportunidad, el gris y el azul, dejarán lugar para aquellos momentos que se inician posterior al diluvio universal a colores vívidos e impactantes como el verde y el rosa. En “Noé” también hay otros dos personajes claves en esta historia (más allá de su familia), y son Matusalén (Anthony Hopkins) e Ila (Emma Watson), que lograrán quebrar y torcer algunas de las decisiones extremas que Noé quiere llevar hasta las últimas consecuencias cegado por sus propios tormentos. Tormentos impermeables que ni siquiera algo como la lluvia, descripta como “el fin de todo y el principio de todo”, o como aquello que “limpiará todo lo malo”, siendo los animales los únicos seres “honestos y puros” que pueden salvarse, pueden eliminar. Dentro del arca (otro acierto del filme, una megaconstrucción símil nave espacial) el agua no llega, razón por la cual el mal y los pecados siguen latentes convirtiéndose en los conflictos vectores del filme. El vuelo de algunas escenas (el relato de la creación), algunas actuaciones (Crowe, Watson, Connelly), como también la elección de ciertas estrategias discursivas cinematográficas(paneos, planos detalles, ubicación de la cámara), hacen de “Noé” una propuesta interesante, de un realizador que antes transgredía pero que en esta oportunidad ha decidido ceñirse a las leyes de una industria que intenta recuperar un género en decadencia y nada más que eso.
Al salir de su retiro voluntario, y luego de aceptar una oferta para “narrativizar” un caso policial, la “dama negra de la literatura argentina”, Betibu/Nurit Iscar (Mercedes Morán), deberá luchar para poder equilibrar su vida personal y laboral. Es que después de mucho tiempo de vivir en el ostracismo y de ser la gosth writer de varios autores (tarea penosa que solo aceptó luego de ver el dinero que le colocaron sobre la mesa), vislumbra la posibilidad de trabajar con un caso mediático para ubicarse nuevamente en el centro de la escena literaria. Así arranca “Betibu”(Argentina, 2014), la adaptación que Miguel Cohan hace del best seller de Claudia Piñeiro, y que encuentra en un country de poderosos donde sucede un asesinato, el escenario ideal para un policial de procedimientos tradicional. que se apoya en las impecables actuaciones de sus protagonistas. Las impecables actuaciones de sus protagonistas, porque Betibu no está sola, su buddy acompañante será Jaime Brena (Daniel Fanego), un periodista de la vieja escuela a quien los directores del periódico quieren jubilar y reemplazar con el recién llegado Mariano Saravia (Alberto Aman), son uno de los puntos más interesantes del filme. No hay una puesta en escena novedosa, tampoco la utilización de recursos cinematográficos que refuercen el sentido policial de la historia, pero si hay, como también estaba en la novela, un interés por demostrar la clara separación de clases y la historia argentina desde la división dentro/afuera de los countries. Hay un proceso que también se destaca que es la elaboración de la figura del periodista como fuente de sabiduría, el instinto en la puesta al día para la elaboración y deducción de indicios que lleven a buen puerto una investigación y eso luego plasmarse en una nota. Si Betibu era rebelde y peleadora, ahora es callada y observadora, mientras que la identidad de Jaime permanece luchadora e intacta como siempre. La intuición de Betibu la va acercando peligrosamente al poder que domina el gheto “La Maravillosa” en donde los poderosos se cubren, pero también mueren. Cada paso que va dando es una prueba que va a aportando a la investigación paralela que ella, Jaime y Mariano van desarrollando para el diario. Pero en ese develar de pruebas y acontecimientos, tanto Cohan como Piñeiro hablan de la gran tragedia argentina, que desde tiempos inmemoriales atraviesa cualquier discurso y que ha favorecido a productos cinematográficos y televisivos en esto de darle una entidad ontológica al tema CORRUPCION. Los corruptos salen victoriosos, por más secretos y mentiras que hayan dicho, siempre tienen una as en la manga o un funcionario/gerente en el lugar indicado para poder desviar puntos de atención y poner trabas a la hora de mostrar la verdad. Lograda producción en la que de antemano sabemos cuál será el final, con algunos minutos demás, la línea de policial de procedimientos es respetada a rajatabla destacándose la interpretación de Morán y Fanego. Para ir al cine a jugar a los investigadores.