Búsqueda en círculos Jerónimo (Martín Piroyansky) y su padre (Alejandro Awada) deciden pasar unos días en una cabaña en las montañas para fortalecer su relación. En la primera noche de su estadía, una extraña araña pica a Jerónimo en el brazo, provocándole una fea reacción. En el hospital les dicen que no es venenosa, pero un lugareño le explica al muchacho que está en peligro su vida y le señala qué debe buscar para que actúe como antídoto. Así, acompañado de un baqueano, Ruiz (Jorge Sesán), parte en búsqueda de la cura prometida, que es, nada más y nada menos, que otra picadura de una araña igual. La cuestión se complica al romperse la botella de alcohol indispensable para Ruiz, y al presentarse los síntomas de locura que el síndrome de abstinencia comienzan a provocarle. El film, escrito y dirigido por Gabriel Medina, si bien comienza prometedor, se pierde en el camino. La historia no se sostiene como para justificar un filme tan largo, y los personajes no están lo suficientemente desarrollados como para poder llevarla adelante a pesar de eso. Por otra parte, es indiscutible el cuidado de los rubros técnicos. La película está muy bien fotografiada, filmada en las sierras cordobesas, con un buen aprovechamiento de la luz natural. Piroyansky pone mucho para sostener lo poco que hay. Su personaje está desesperado por vivir, y se sobrepone a todos sus miedos, fobias y angustias con tal de curarse. Luego llegará la resolución, coherente y concisa, sí, y más profunda que la simple picadura de la araña. Sin embargo la búsqueda para llegar hasta ahí es circular: no sólo se pierden los personajes en la ficción, también el espectador siente que vio pasar una y otra vez la misma piedra hasta el hartazgo.
Un niño en un juego de grandes En su primer filme, basado en su propia infancia -aunque como él mismo lo aclara, no autobiográfico-, el director Benjamín Ávila narra los meses que vivió en 1979 en Buenos Aires con sus padres, militantes de la agrupación Montoneros. Si bien se habían exiliado en 1975 tras ser perseguidos por las fuerzas parapoliciales del entonces gobierno peronista, volvieron al país en el marco de la operación Contraofensiva, para vivir con identidades falsas. El protagonista es un niño, Juan, de 12 años, cuya identidad clandestina es Ernesto, y toda la película se ofrece desde su mirada. Esto es lo que le da una cierta frescura a la forma de encarar el tema, ya que al margen de la cuestión política que se vive dentro de su casa, se verá el paso de la infancia a la adolescencia, su primer amor, su primer beso. La película apela a recursos no muy afortunados, como la utilización de secuencias de dibujos del tipo ilustración judicial, la caricatura realista, con las voces y sonidos en off, para narrar las escenas más violentas, en las que hay disparos, explosiones, sangre. En lo concreto este recurso no hace más que esconder la verdadera violencia de los hechos, al punto de enmascararla en una suerte de ilusión, que no consigue hacer efecto en el espectador. Como la escena de los cuerpos apilados en el campo de concentración de "La Vida es Bella", que resulta casi pictórica, el peligro del recurso del dibujo es el alejamiento de lo que se quiere mostrar de la realidad. Que sucede también en este caso. Si bien se suele hablar de las películas que repasan hechos de la historia argentina, en especial de la etapa de la última dictadura militar, como obras fundamentales para la reflexión sobre esos temas, no se resalta que la visión expresada en ellas no es imparcial. Tampoco lo son los libros de historia, claro, aunque haya un cierto rigor científico que respetar en estos, del que prescinde el hecho artístico. Es por eso que está muy bien que sirvan para disparar discusiones, análisis, pero no se las puede tomar como otra cosa que como lo que son: expresiones artísticas. En "Infancia Clandestina" llama un poco la atención que el niño, desde su mirada inocente, no pregunte de dónde sale la fortuna que hay enterrada en efectivo bajo el piso del garaje. Al fin y al cabo sabe que lo que va en las cajitas no es maní con chocolate sino balas y dinero para abastecer a otros grupos. También cuestiona el uso de la bandera militar en la escuela (la del sol), pero no se pregunta por el lenguaje castrense con el que los miembros de su familia se tratan entre sí, incluso a él mismo. Y si bien intuye que sus padres luchan por un mundo mejor, no se ve en la película que le expliquen de qué se trata eso. El filme está realizado con gran calidad. Para filmarlo, Ávila eligió la cámara en mano, aunque llega un punto en el que cansa el abuso del plano-detalle, injustificado, ya que Juan/Ernesto no es tan chico como para que su mirada sea tan recortada. Desde lo narrativo, está muy cuidado que las escenas se vean siempre desde la mirada del protagonista, de hecho no hay ninguna que él no pudiera presenciar de algún modo, y eso está muy bien interpretado. De los adultos los que más se destacan son Ernesto Alterio, en su papel del entrañable tío Beto, y Cristina Banegas, la abuela, llena de amor y terror en partes iguales. Los niños, Teo Gutiérrez Moreno y Violeta Palukas, no son actores experimentados, y sin embargo logran transmitir muy bien sus emociones, incluso generan una tierna química entre ellos, que es de lo más destacable de la película.
Siempre tendremos el Apocalipsis Cuando la misión espacial que debía salvar a la Tierra fracasa, comienza para todos los habitantes del planeta la cuenta regresiva hacia el impacto contra un enorme meteorito que destruirá al mundo. A partir de ese momento, los humanos actuarán como su idea personal de vivir los últimos días mejor lo indique. Abandono de puestos de trabajo, éxodos, saqueos, y por otro lado, gente que sigue como si la vida no fuera a cambiar en absoluto. En medio de esas personas se encuentran Dodge (Steve Carell) y su vecina, la inglesa Penny (Keira Knightley), a quien conoce merced a este extraordinario suceso. Juntos emprenderán la búsqueda de lo que creen necesario para transcurrir esos últimos momentos: los afectos, un viejo amor; aunque en ese recorrido, no falto de obstáculos, terminen encontrando cosas distintas a las que se proponían. Esta es una película muy difícil de encasillar en cuanto a género. Es una comedia romántica, pero tiene algo de cine catástrofe (al fin y al cabo está hablando del fin del mundo) y algo de road-movie. Conmovedora de a ratos, dramática por momentos, sin dejar de ser luminosa y positiva, no es una comedia que arranque muchas risas en el espectador, sin embargo tiene un argumento diferente, y una coherencia narrativa que la distinguen de la mayoría de las películas que se inscriben en el género. El guión se basa fundamentalmente en las actuaciones de Knightley y Carell, que responden bien. Personajes muy opuestos en cuanto a sus personalidades, ella desprejuiciada y aventurera, y él un opaco vendedor de seguros, que sin embargo son capaces de comprenderse, aún frente al peor de los panoramas. Cabe destacar la impresionante banda de sonido de este film, optimista a pesar de todo, tanto en la historia que cuenta, como en su convicción de que se puede hacer comedia sin caer en recetas trilladas.
Del otro lado del mundo Como en las fantasías de los chicos (de hecho el film comienza con una cita de “Alicia en el país de las maravillas”, de Lewis Carroll) la pregunta de la película es qué encontraríamos si atravesáramos el planeta, es decir qué hay a la altura del punto donde estamos parados, pero del otro lado del mundo. Esos lugares opuestos son los que se llaman “antípodas”. Lo real es que, dado que la mayor parte del globo está ocupada por agua, los lugares en los que hay antípodas habitadas son escasos. El director argentino Víctor Kossakovsky elige cuatro pares de éstas para desarrollar un film documental, en el que la prioridad son las imágenes. Cabe aclarar esto porque la riqueza pasa fundamentalmente por el uso de la fotografía, de una gran calidad, pero hay muy poca narración. Kossakovsky va mostrando uno a uno esos ocho puntos en el planeta, utilizando juegos como girar la cámara y que se vean los horizontes unidos a medida que pasamos de un sitio a su correspondiente antípoda, por ejemplo. En cuanto al tratamiento del sonido, el otro pilar del film, se producen dos cosas: en un principio, cuando arranca la canción “Entrerriano” mientras muestra a los hermanos trabajando en un puente en esa provincia, parece que la música va a ser ilustrativa del lugar que se indica. Luego esa música continúa en su antípoda, Shangai (China), como si quisiera continuarse una suerte de unión entre ambos lugares. Sin embargo, a lo largo de la película, esta idea se va desdibujando, hasta el punto en el que el registro musical pierde unidad con el visual, y deja de tener coherencia narrativa. También resultan algo molestos un par de momentos en los que se disparan picos de volumen muy alto, que no tienen otro sentido con respecto a lo que se está viendo que, tal vez, captar la atención del espectador, ya que las imágenes son muy tranquilas. Es un documental puramente visual, en el que la cámara, casi siempre fija, se regodea en mostrar los más ínfimos detalles de cada lugar. Casi no hay voces humanas, excepto las charlas casuales de los entrerrianos, por lo que el trabajo interpretativo queda absolutamente en manos del espectador. Si bien las antípodas son opuestos en el globo, no lo son tanto en cuanto a lo que allí se vive. En general veremos personas y sus vidas, captadas en algún momento de su cotidianeidad, mientras la vida, simplemente, ocurre.
El aburrimiento sexual de la burguesía Con una película de narración accidentada, la directora polaca Malgorzata Szumowska, se introduce en el mundo de la prostitución que ejercen chicas jóvenes en París para solventar sus estudios universitarios. El personaje central es Anne, muy bien interpretado por Juliette Binoche, una periodista de la revista "Elle" que encara una investigación sobre el tema y entrevista a dos jovencitas, una francesa y la otra polaca, que brindan estos servicios. Los clientes son señores de buena posición económica, y se contactan con ellas a través de avisos en Internet, por lo que no se aprecia una situación de marginalidad. Lo que ellas le cuentan de sus trabajos, y el impacto de este en sus vidas, es lo que se refleja en el film, pero en el orden en que va afectando a Anne, a medida que desgraba las entrevistas. Y es que si bien en un primer acercamiento se puede interpretar -y de hecho algo hay- como una denuncia al machismo burgués, y su utilización de estas chicas para satisfacer las fantasías pendientes, en realidad lo que se termina viendo es la profunda insatisfacción que vive Anne, perteneciente a la misma clase social que esos clientes. Casada, profesional exitosa, madre de dos varones -un adolescente que es el único capaz de reaccionar frente a los defectos familiares, y otro más chico que no le hace caso nunca- su vida sexual está suspendida en un limbo del cual la sacan los testimonios sobre las prácticas y demandas de esos hombres, que podrían ser iguales a su marido. Uno de los problemas de la película es su narración intercalada, que en ciertos momentos puede resultar algo confusa. El filme comienza luego de que las entrevistas fueron realizadas, y lo dicho en ellas -ilustrado en escenas de sexo arriesgadas, claras por los planos elegidos, que no muestran más que lo estrictamente necesario para ilustrar los testimonios-, se va colando en la cotidianeidad de Anne permanentemente. El otro es que, al adentrarnos en las nuevas fantasías y deseos que surgen en la periodista, no queda lo suficientemente claro, o al menos no se expresa con solvencia, si se intentaba algún tipo de denuncia social. Finalmente la película deja un sabor confuso que resulta de una propuesta endeble, sin una idea clara que la guíe.
Recuerdos poco convenientes La primera pregunta que surge cuando se estrena una remake de alguna película cuyo original fue un éxito, es si hacía falta una nueva versión. La mayoría suelen quedar muy por debajo de las expectactivas: la historia ya se conoce, y hay que superar la huella de los protagonistas originales. Sin embargo los creadores de esta versión de "El Vengador del Futuro", el director Len Wiseman y los guionistas Kurt Wimmer y Mark Bomback, logran cambiar el marco en el que transcurre la historia, manteniendo el espíritu de esta obra de acción y ciencia ficción, logrando que no se extrañe mucho la original. Como aquella, está basada en el cuento de Philip Dick “We can remember it for you wholesale”, y sitúa la acción en un futuro apocalíptico en el que los últimos lugares habitables del planeta son la Federación Unida de Gran Bretaña y “La Colonia” (que geográficamente corresponde a Australia). Los trabajadores de la Colonia, que son explotados por la Federación, deben viajar todos los días a trabajar en el único transporte que es “la Caída”, una suerte de nave que atraviesa el planeta en sólo 17 minutos. Uno de ellos es un deslucido operario, Doug Quaid (Colin Farrell) que vive con su hermosa esposa Lori (Kate Beckinsale), y cuya única particularidad es una pesadilla recurrente que padece todos los días a la misma hora. La calma termina cuando se presenta en un lugar llamado Total Rekall, en el que implantan en la memoria del cliente los recuerdos que quiera para ser, dentro de su opaca vida, un poco más feliz. Allí se detecta que la verdadera identidad de Doug no es la que él cree, y comienza la persecución que, recorriendo distintos lugares, incluso la propia Federación, y la aparición de Melina (Jessica Biel), dura toda la película. En cuanto aparecen destellos de los viejos recuerdos de Doug, Lori se transforma en la líder del equipo que debe capturarlo, y no deja de ser algo gracioso ese toque desquiciado que le pone a su personaje, cada vez más lejos del profesionalismo de un espía de elite y más cercano a la locura. Colin Farrell está bien en su papel desesperado y en permanente confusión, aunque la verdad es que no es una película en la que se destaquen las actuaciones. Para beneplácito de los seguidores de la serie "Breaking Bad", Bryan Cranston interpreta al líder de la Federación. El ritmo de la película es vertiginoso, y no decae en ningún momento, ni siquiera en aquellos en los que parece haber cierta tranquilidad. Los escenarios están planteados con identidades interesantes: la Colonia es una suerte de mini Asia, reforzando la idea de que los oprimidos siempre serán del Tercer Mundo, mientras que la Federación es, claro, donde viven los más ricos, en espléndidos edificios y con particulares autopistas para sus autos. La película se disfruta, y para quien quiera, queda para reflexionar esta insistencia del cine norteamericano en producir películas en las que un héroe solitario libera a los pueblos oprimidos, algo bastante lejano a lo que ocurre en la realidad, pero una muy linda idea para sembrar en la mente del público.
La orquídea de acero En principio, corresponde hacer un par de aclaraciones: si lo que los atrae como espectadores es ver "la nueva de Luc Besson", basados en otros films anteriores de este director francés como "Nikita", "El Quinto Elemento" o incluso otra biografía como "Juana de Arco", posiblemente se encuentren con una película que no es lo que esperaban ver. Y es que, sin ser algo malo, no se nota su firma personal. Si en cambio lo que les atrae es el título local, esperando ver una película romántica, bueno tampoco es el caso. "The Lady" (La dama, tal su título original) es la biografía de Aung San Siu Kyi, una activista política birmana que luchó en forma pacifista por la democracia en su país (actualmente, República de Myanmar). Ella (excelentemente interpretada por Michelle Yeoh) es la hija de un general demócrata asesinado en 1954 por partidarios del régimen que gobernaría ese país desde 1962. Por eso vivió mucho tiempo fuera de Birmania, en Inglaterra, y se casó con un inglés con quien tuvo dos hijos. La enfermedad de su madre la lleva a regresar a su país de origen en 1988, al que encuentra convulsionado por la violenta (asesinatos incluidos) represión a los estudiantes que manifestaban en contra del gobierno. Desde allí parte Besson para contarnos la historia de esta mujer (si algo hay en común con el resto de su cine es que la protagonista sea una mujer de extraordinaria fortaleza espiritual), su lucha, y el enorme sacrificio que hace, como su familia, para sobrellevar la forzosa separación de su esposo, Michael Aris (el gran David Thewlis, en un doble papel), y sus hijos. Si bien la película está narrada teniendo a la familia y los afectos como epicentro, Besson se cuida de mostrar muy bien el nivel de represión que padecen los habitantes birmanos, y, si bien no lo hace de forma dura, también señala cómo los países occidentales dan la espalda al pedido de ayuda, porque no les conviene económicamente. La película es emotiva y está realizada con una gran calidad. Las locaciones birmanas son bellísimas, al punto que el prolongado arresto domiciliario de Siu, como la llaman todos, no resulta tan opresivo, aunque hay que reconocer que al total del film le sobran unos minutos que provocan la pérdida de algo de atención. El resultado es un filme bien realizado, sobre una temática poco conocida y debatida en general en Occidente. Hacia el final, los carteles con las leyendas sobre lo que ocurrió luego de que se terminara de filmar, entre ellos el que reclama por los prisioneros políticos aún en cautiverio, manifiestan el nivel de compromiso de Besson con la causa de Siu y los suyos.
Los hermanos sean unidos Esta comedia dirigida por el croata Rajko Grlic cuenta la historia de dos medio hermanos, Nicola, y Braco, durante el año que transcurre tras la muerte de su padre. Nikola (protagonizado por Miki Manojlovic, conocido aquí por su trabajo con Emir Kusturica) es el mayor y está casado, aunque está muy lejos de ser el marido ideal. Mientras su esposa encara un tratamiento de fertilidad, él sufre por la posibilidad de una enfermedad terminal, sin dejar de coquetear con otras mujeres. Braco, es el menor, vive en el atelier de arte que fuera de su padre, está separado de Marta, y jamás disimula que estuvo enamorado de Ana María, la actual esposa de Nikola. La película recorre las relaciones entre estos miembros de la familia, sin juzgarlos, con un humor agridulce. Se tocarán así la complejidad de las relaciones entre las personas, la fidelidad, los celos entre hermanos, la paternidad, la relación con las mujeres. También se trata el tema del exilio, en el caso de Croacia, los que emigraron durante la guerra en los años ´90. Con actuaciones muy bien logradas, y un estilo de narración que sigue la misma historia, pero en una suerte de separación en capítulos que van focalizando en cada uno de los cinco personajes centrales, Todo queda en la familia logra reflexionar sobre los afectos, con personajes imperfectos, reales, pero mostrándolos de forma distendida. Al fin y al cabo, cada familia es un mundo, en el que todo puede suceder.
La familia ideal Jason (Adam Scott) y Julie (Jennifer Westfeld) son los solteros de un grupo de seis amigos, cuyos otros miembros son dos matrimonios. El tiempo pasa, esos matrimonios empiezan a tener hijos, dejan de ser lo que eran, y ellos, que no son pareja, ni tienen compañero estable, ven que la idea de la familia feliz no es tan ideal como parecía. Se plantean entonces cómo tener hijos y lograr a la vez pasión en las relaciones amorosas, y deciden que si adelantan un factor de la ecuación, es decir, tener el hijo de antemano, luego va a ser más sencillo encontrar a esa persona ideal que cada uno espera, sin nada que pueda opacar la relación en el camino. Conciben a ese hijo juntos, y luego siguen sus caminos amorosos personales, compartiendo la custodia del chico. En varios momentos la película recuerda forzosamente a "Cuando Harry Conoció a Sally". Si bien allí el desafío era mantener la amistad a pesar de haber tenido sexo, mientras que en "Plan Perfecto" el desafío es tener una familia sin perder el romance, en ambas se cuestiona el delgado límite entre la amistad profunda de hombre y mujer, y el amor romántico. Y es en este punto donde esta comedia, escrita y dirigida por la misma Westfeld, no despega, y se mantiene en los carriles de la tradición. Con un planteo en principio novedoso, y hasta polémico si se quiere (incluso dentro del filme la idea de tener un hijo fuera del canon de la familia "normal" es criticada por algunos personajes), el filme no logra romper los esquemas ya que no propone una alternativa también para el final. Con el resto de los amigos en función de casos-testigo como para comparar situaciones, esta comedia romántica con protagonistas mayores de 35, cuenta con actuaciones muy frescas y espontáneas, y eso es parte de lo que funciona bien en la película. Los planteos sobre el romance y la paternidad son agudos, inteligentes, y por momentos hasta dolorosamente acertados. Agradable, simpática y con situaciones con las que es fácil empatizar e incluso identificarse, "Plan Perfecto" cumple su objetivo, sin arriesgarse demasiado ni romper tradiciones románticas.
Gángsters de Puente Alsina Dos historias paralelas. Por un lado, un par de escritores se reúnen con un director de cine para desarrollar el guión de una futura película de acción. Por otro, las ideas que ellos proponen, que se van plasmando en imágenes, y van aproximando lo que hasta entonces sólo tenía vida en las notas de los creadores. Así, mediante un montaje paralelo, la directora va alternando entre las dos historias a narrar. En los primeros minutos no se entiende bien hacia dónde va la película, las charlas del grupo creativo suenan graciosas, aunque no lo son tanto cuando se las ve concretadas. Arman un esquema de personajes pegando fotos y trazando flechas en una pared, y las ideas que sugieren por momentos son hasta irrisorias, como que el protagonista sea un joven llamado Dylan, que vive en pleno barrio de Pompeya, y lo vinculan a las mafias rusa y coreana. Se toman a la ligera las decisiones sobre la vida (y muerte) de sus personajes, y hacen y deshacen a su antojo. Sin embargo de a poco, la ficción dentro de la ficción va tomando entidad y peso propio. Mientras tanto comienzan a surgir las desavenencias, diferencias, y celos intelectuales (y económicos) en el otro grupo. La historia de Dylan y las mafias está muy bien realizada, sus efectos están cuidados (la sangre se ve de color sangre, no ketchup, por ejemplo), y tiene una fuerte reminiscencia al cine violento y sangriento de Tarantino. El clima es sórdido, oscuro. Es interesante que los actores no sean muy conocidos, algo que, al igual que en las primeras obras de Pablo Trapero, le da más credibilidad al relato. La película, tiene algunos altibajos en el ritmo, como parte de las escenas de las mafias que se hacen un poco largas, pero más allá de eso se trata de una propuesta inusual, y muy bien resuelta. Algo distinto en cine nacional. Una estructura narrativa novedosa, sumada a escenas de acción muy bien realizadas técnicamente, finalizadas con una resolución sorprendente y coherente con la historia. Todos estos factores conforman "Pompeya", el film dirigido por Tamae Tarateguy que vale la pena ver.