Sexo, locura y muerte El escritor Mempo Giardinelli debuta en el cine como codirector de la adaptación de su novela "El Décimo Infierno". La historia transcurre en su Chaco natal, específicamente en la ciudad de Resistencia. Allí viven Alfredo (Patricio Contreras), y su amante Griselda (Aymará Rovera), que es también la esposa de su amigo y socio en una inmobiliaria. Por razones que el autor atribuirá al calor de la ciudad sumado a las pocas alternativas que alguien de la edad de Alfredo tiene en la vida, una noche él decide asesinar a su socio, a sangre fría y sin premeditación. Griselda le asistirá, sorprendida pero cómplice, y a partir de ese momento comenzarán una huida que los rodeará de violencia y locura, y los condenará a este décimo infierno que Giardinelli agrega a los de "La Divina Comedia" de Dante Alighieri. La historia que propone el libro es interesante, sin embargo la adaptación de la novela al cine nunca es fácil, incluso para su propio autor. En este caso, hay muchos textos en voz en off, narrados por el protagonista, que tienen un valor interesante como prosa, pero deslucen en la versión fílmica, ya que son apenas acompañados por las imágenes. Así se da que haya mucha imagen que parece más ilustrar el texto que tener entidad propia (como cuando él en el auto narra un accidente y se ven explosiones que supuestamente sólo estarían en su imaginación). La calidad de la filmación es considerablemente pobre, y la elección estética de un exceso de planos detalle, en especial de fuegos, colillas de cigarrillo encendidas y luces rojas que suelen terminar en fuera de foco, llega a cansar al espectador. Si bien la idea es transmitir la sensación del calor del infierno, termina resultando demasiado repetitiva. Lo más destacable es el trabajo de Patricio Contreras en su composición de este hombre que encuentra en la transgresión el medio para sentirse vivo. Con un final algo predecible considerando la evolución de los hechos, y sus limitaciones estéticas, la película apenas resulta correcta. Como curiosidad, hay un cameo de Giardinelli al mejor estilo Hitchcock.
La musa del poeta Un joven cantante lírico (Pablo Basualdo) decide investigar la historia que inspiró el célebre tango “Gricel”, de José María Contursi. Con la idea de escribir una ópera basada en esa historia de amor, que fue real, recorrerá Buenos Aires y Capilla de Monte, los escenarios principales del romance, recolectando testimonios de testigos de la época, y familiares de los protagonistas. Las imágenes son básicamente actuales, excepto algunas filmaciones originales de la década del ’40 que ilustran ambas localidades en aquel momento. De la tranquilidad cordobesa a la ya en ese entonces ajetreada y luminosa calle Corrientes. También se aprecia un cuidado de los aspectos estéticos del filme en la elección de las horas de filmación, y los efectos de la luz natural, y las escenografías de los cantantes. Un error importante que cometieron los realizadores fue omitir los nombres de quienes hablan en el momento en que lo están haciendo, ya que si bien aparecen en orden al final de la película, el espectador se pierde al momento de escuchar lo que cada uno tiene para contar, ya que deberá intuir qué papel cada testigo tuvo en la historia. Tampoco ayudan al relato los recorridos en silencio, como el de la casa de Gricel donde Contursi vivió sus últimos años. Habría resultado más interesante que se contara cómo era la vida cotidiana, con palabras, o a través de alguna foto sacada allí, por ejemplo, en lugar de recorrer los ambientes vacíos y sin comentarios. De todos modos, se aprecia la búsqueda de alcanzar otros públicos, y no sólo el estrictamente tanguero. Algo que se logró a través de esta suerte de fusión con la lírica, o la lectura de letras de tango sin cantarse, un hecho muy simple pero que permite apreciar la fuerza de la poesía de Contursi desde la pureza de la letra sola. La calidad, digital, es impecable, poco habitual en documentales nacionales. La estructura narrativa sigue un orden cronológico, planteado con una pequeña cuota de suspenso interesante para lograr el final. Una película con una propuesta novedosa dentro de su género, para develar la realidad de uno de los romances más famosos del tango.
Un viaje en busca de la reconciliación Marco (Alejandro Awada) es distribuidor en algunas provincias del interior para una marca de rulemanes. En sus vacaciones decide viajar a la Patagonia con la excusa de pescar tiburones, pero su verdadera intención es ver a su hija (Victoria Almeida), de quien se alejó hace tiempo. El encuentro y sus consecuencias son lo que explora el director Carlos Sorin en esta película sencilla, sin más pretensiones que mostrar el viaje interior de este hombre, que parece buscar en su hija la redención por su pasado alcohólico, que dañó tanto a su familia. El impecable trabajo de fotografía de Julián Apetezguía, merece ser destacado, ya que la perfección de su labor es ideal para retratar la belleza inhóspita del sur argentino. "Días de Pesca" es un filme cálido, simple, con un guión preciso, sin exageraciones y muy buenas actuaciones, que destaca las relaciones afectivas y las emociones.
Venganza de una madre Marie (Marie-Josee Croze) es una policía en la ciudad canadiense de Toronto. Una noche su esposo y su único hijo son masacrados mientras iban a ver un partido. Obsesionada por encontrar a los asesinos, gracias a ciertos contactos algo turbios de su pasado logra dar con una pista que la conduce a la Argentina. Así, y apenas acompañada por su mochila, comenzará un derrotero desde Toronto a La Boca, y de allí a La Quiaca persiguiendo al asesino de su familia, a quien encontró mucho más rápido que toda la policía canadiense. El director y coguionista Santiago Amigorena no puede evitar caer en muchos clichés a la hora de mostrar este viaje justiciero. El camionero mujeriego, el gendarme fácil de sobornar, el “blanquito” del que conviene sospechar, por ejemplo, le quitan solidez al guión y terminan por dibujar una postal trillada en lugar de apostar a la oscuridad de este crimen por encargo. Croze no se destaca en su actuación, pero logra transmitir el duelo estático de esta mujer, que la impulsa a la venganza casi como una fuerza sobrehumana, pero no le permite llorar la pérdida. La parsimonia del norte argentino se enfrenta a su adrenalina en ebullición, a su necesidad de resolver las cosas, de entender qué y por qué pasó, tema que si bien genera suspenso hasta cierto punto en la película, luego se disuelve como algo menor. Cabe destacar el buen trabajo de fotografía y la banda de sonido, muy bien utilizada para marcar ciertos momentos, pero sin abusar de ella como recurso.
Cuando el silencio no es salud La directora -y en este caso también guionista- Alejandra Marino encara con crudeza, sin vericuetos, el tema de la violencia contra las mujeres y sus consecuencias. Cicatrices que quedan para siempre, abortos clandestinos, y la amenaza permanente de tener cerca a aquel que ha quedado libre porque nadie hizo justicia. Laura (Roxana Blanco), y Ana (Victoria Carreras) son amigas de toda la vida. Comparten secretos, silencios tan pesados que han sumido a Ana en las drogas al punto de que un juez le quitara la tenencia de sus hijos más chicos, aunque todavía tiene con ella a la mayor, Renata (Carolina Rodriguez Carreras). Laura, en cambio, es médica obstetra y vive en la ciudad con su hijo adolescente, Juan (Tahiel Arévalo). Cuando en un llamado Ana le cuenta a su amiga que el hombre que la violó hace tiempo vive en el mismo pueblo que ella, Laura no duda en ir a ese lugar, aunque no sepa bien qué es lo que va a hacer una vez allí. La película narra el pasado de Laura y Ana en fugaces flashbacks, breves pero a través de los cuales se comprende todo lo que pasó. La violencia y los silencios a los que fueron forzadas (“nadie me escuchó” dirá Laura), y las consecuencias en la vida de cada una, y de otras mujeres también víctimas. Una peculiaridad es la falta de banda de sonido. No hay música durante el filme, sólo los abundantes y variados ruidos del lugar. El agua que corre, los insectos de noche, entre otros, conforman el marco sonoro de esta historia. No es un olvido, es una decisión estética arbitraria para ilustrar el interior de estas mujeres, despojadas de la música en su vida por la violencia vivida. Con una fotografía impecable, y el agreste paisaje tucumano como fondo, el filme hace hincapié en los daños de lo que no se dice. Un guión escueto, en el que no sobran las palabras, es suficiente para que estas actrices transmitan el dolor y las frustraciones de sus vidas. En lo que falla es en el ritmo, demasiado pausado, a veces hasta entrecortado entre escena y escena, algo que le quita agilidad al relato.
El misterio del placer femenino El doctor Granville (Hugh Dancy) es un médico de avanzada para su época. Cree en el valor de la higiene para prevenir enfermedades, ya que comparte la teoría de los virus, algo que sus colegas más experimentados consideran tan cierto como que existen los fantasmas. Es por eso que no logra mantener ningún empleo. A pesar de que su amigo millonario (Rupert Everett) le ofrece instalar un consultorio, él insiste en su búsqueda y así encuentra al Dr. Dalrymple (Jonathan Pryce), médico de señoras. Esta comedia liviana está situada en plena época victoriana. Todos los males de las mujeres tienen una explicación: la histeria, que en los casos más graves encontraba su solución en la histerectomía, la extirpación del útero. Pero en casos más “normales”, Dalrymple aplica un método para aliviar sus síntomas, y que las mujeres, en general de clase alta, salgan felices de su consultorio. La única atrevida es una de las hijas del Dr Dalrymple, interpretada por Maggie Gyllenhall, con esa energía que la caracteriza, una precursora en defensa de los derechos de las mujeres, y el trabajo con gente de escasos recursos, algo que su padre no comprende y diagnostica, sí, como “histeria”. Ella es la única capaz de cuestionar estas teorías, y su personalidad se destaca como un torbellino en contraste con la quietud de los demás. Con un tono fresco y hasta algo ingenuo, este filme logra entretener trabajando el humor desde la complicidad con el espectador, ya que, considerando el momento histórico, de ciertas cosas no se hablaba, o hasta eran impensadas. El guión respeta esa limitación verbal: los orgasmos son “paroxismos”, y el propósito del tratamiento es puramente científico. Las actuaciones son también algo teatrales, exagerando las correcciones y formalidades de la época, pero en conjunto logran divertir. Una comedia bien inglesa, sin grandes pretensiones, y tal vez bastante previsible. Agradable, pero no trascendente.
Cuando el trabajo lo es todo Después de haber visto a un insomne tan consumido como el de "El Maquinista" (de Brad Anderson), cuesta creer que el protagonista de esta película atraviese una situación similar. Apenas pálido, algo ojeroso, y de reacciones muy lentas, hace tiempo que Eloy (Ignacio Toselli) no duerme. Su trabajo lo sobrepasa, él es un notificador del poder judicial y su tarea consiste en entregar cédulas judiciales a personas que tienen algún juicio o causa abierta, para informarles sobre ese tema. La cédula debe entregarse a toda costa, algo que trastorna a Eloy. El filme consiste en acompañar al protagonista cuando se acerca al momento clave en este derrotero obsesivo (por el trabajo y la pesada mochila en la que transporta sus cédulas) que ya lleva años, y en el transcurso del cual se ha alejado de su pareja, el resto de las personas, su vocación, y casi su vida entera. Si bien hay algunas líneas con un humor interesante, no dejan de ser destellos aislados en una película en la que predomina la opacidad. La imagen no es de gran calidad, y no hay nada que luzca demasiado en los rubros técnicos. Eloy va y viene por la ciudad entregando sus papeles, y entra en contacto con algunas de las historias detrás de ellos, sin embargo esto desdibuja aún más la intención de la película. Ese deambular constante comienza a aburrir a la media hora de comenzado, y no logra revertir esa sensación en su desarrollo. Ignacio Toselli logra una acertada composición de este joven atribulado por el cansancio y las presiones, pero su trabajo no alcanza para mejorar un guión chato.
El día que llegó el Mesías Este documental, de contenido histórico, pero con un inequívoco valor panfletario, nos anuncia desde el comienzo que fue producido gracias al apoyo del PJ de la localidad de Berisso, y de la Municipalidad del lugar, es decir, que fue financiado con fondos públicos. La estructura narrativa combina material de archivo, con testimonios de los protagonistas de los hechos, y escenas representadas por actores. De este modo, el filme hace hincapié en el rol de Perón como liberador del pueblo (no es ironía, tal es el término usado sobre todo por los testigos de la época entrevistados), y la gesta del aquel célebre 17 de octubre de 1945, el día al que hace referencia el título. Para llegar hasta allí, comenzará por explicar la historia y crecimiento de la localidad de Berisso, a partir de la instalación de dos frigoríficos de dueños extranjeros que transformaron la fisonomía, y por supuesto la economía del lugar. A través de las partes actuadas, recorremos ese camino de la mano de un personaje sin nombre, y cuya imagen no cambiará a lo largo del tiempo. Este hombre, vestido de malevo e interpretado por Lito Cruz, interactúa con otros de los actores, pero también cumple el rol de presentador de la historia al público. A pesar de su manifiesta parcialidad, en el filme se aprecia un trabajo de investigación importante, y para muchos será un descubrimiento la figura del sindicalista Cipriano Reyes como protagonista de aquella jornada, y la casi nula participación de Evita en el asunto. Valioso por sus documentos, pero cuestionable en algunos de sus planteos ideológicos, (como minimizar el golpe de Estado de 1943, del que Perón fue funcionario, por haber derrocado a un gobierno “oligarca”) este es otro de los tantos filmes que, directa o indirectamente, y desde diversas temáticas, vemos últimamente sobre el peronismo.
Cuestiones del destino Manolo (Diego Peretti) vive casi por inercia. Desde la primera escena se nota que no es feliz. Está casado con Bea (Aitana Sánchez Gijón) y tiene dos hijos, pero su vida está demasiado lejos del ideal: su mujer tiene un amante (algo que él desconoce), su hijo mayor lo detesta, su madre es insoportable, y él se siente inconforme con su trabajo de bancario. En una fiesta a la que concurre a regañadientes sufre un accidente, se golpea la cabeza, y a partir de allí comienza a tener una extraña alucinación. Por eso debe realizarse una tomografía, aunque nunca llega a hacerla, ya que en la sala de espera conoce a Antonio (excelente trabajo de Andoni Hernández), un chico con cáncer de médula y una personalidad arrolladora. El encuentro, en apariencia fortuito entre Manolo y Antonio es la clave de esta película, que no para de caer en lugares comunes. Transcurre en época navideña, algo que ya indica bastante. Antonio no tiene padre, y su mamá está desbordada po la enfermedad y el trabajo. Justamente por esa falta, se apega a Manolo de inmediato, algo que no le molesta a él, aunque sí empieza a afectar aún más a su familia. El problema de la película es su tono lacrimógeno, y las resoluciones facilistas a todos los conflictos. Como en un capítulo de una sitcom, cuestiones profundas de los personajes se resuelven gracias a la luz que emana Antonio, en cuestión de minutos. Padres, hijos, esposos, y hasta extraños, se aman como nunca, con una espontaneidad inexplicable. Así, el mensaje parece ser que, en comparación con una muerte prematura e inminente, cualquier inconveniente personal tiene la dimensión de un garbanzo. La película está bien realizada, pero se desperdicia por este tono facilista sobre un tema tan complejo y doloroso. También son algo forzados los elementos “mágicos” que no están más a tono con la cuestión de la enfermedad de Antonio. Lo más valioso de toda la película es la interpretación que hace Hernández de su personaje, basado en un chico real, que, a pesar de encontrarse frente a la muerte, mantiene una actitud optimista y desfachatada con la vida. Es recomendable quedarse a ver los créditos finales, no sólo allí se ven imágenes del chico que inspiró la historia, sino que hay una escena extra.
Adolescencia interrumpida Esta película, primer largometraje de Alejandro Fadel, cuenta la historia de un grupo de chicos que se escapa de un instituto de menores ubicado en el interior de alguna provincia, y sus intentos por sobrevivir en la naturaleza, mientras buscan qué hacer de sus vidas. Con un esquema algo similar al cuento de los diez indiecitos, los personajes van saliendo de escena de a uno, por diferentes motivos. A través de un trabajo de construcción de perfiles psicológicos muy cuidado, y que resulta interesante para descubrir, Fadel va mostrando cómo cada uno de estos chicos va tomando un camino diferente al de sus compañeros, siempre según su personalidad. Son cuatro chicos y una chica, sin educación, de vocabulario muy limitado, pero con sueños. Con dolor, tratan de justificar lo que hacen e hicieron. No matan a otro porque les guste, es lo único que creen que pueden hacer cuando la situación se complica. En cierto modo escapar del instituto no los ha liberado del todo, cargan con sus pasados, y tratarán de abrirse camino para sobrevivir. De una factura técnica impecable, filmado con gran calidad y una fotografía excelente (a cargo de Julián Apetezguía), "Los Salvajes" es un filme en el que no hay muchos diálogos, y un poco largo en su duración. Si bien las escenas son muy bellas estéticamente, las largas secuencias en las que no pasa nada tienen un valor artístico casi pictórico, pero a nivel fílmico se hacen sentir en el espectador. Esto hace que cueste un poco lograr empatía con los personajes, ya que los tiempos muertos, como escenas de aves volando, o el anochecer en la gruta, son frecuentes, y generan cierta distancia con respecto a lo que se está contando. Este nuevo ejemplo del denominado Nuevo Cine Argentino fue producido por Pablo Trapero, y resulta un filme correcto, muy prolijo, pero que no logra transmitir muchas emociones.