Después de realizar varios documentales que vinculan a la comunidad judía con la Argentina como «El Pacto del Silencio (Asesino)», sobre los desaparecidos judíos durante la última dictadura militar o «Palos en las ruedas», sobre los obstáculos impuestos a las investigaciones de los atentados a la Embajada de Israel en Argentina y a la AMIA, el director Shlomo Szlutzky vuelve a ahondar en estas cuestiones con una obra mucho más personal. «Perón y los judíos» viene a tratar de responder un interrogante que le plantearon amigos del realizador, quienes acusaron a su padre de haber sido «otro judío gorila» en los años ‘50. Es así como él se propuso investigar sobre el verdadero ADN de su progenitor, quien falleció en 1983. A lo largo del documental, nos encontraremos con una pluralidad de testimonios argentinos e israelíes que relatan la época presidida por Juan Domingo Perón, tanto a favor como en contra. No se trata de un documental tendencioso, sino que busca aportar distintas miradas sobre el mismo momento vivido, a partir de opiniones de historiadores, filósofos, personalidades de la cultura o personas que crecieron durante este gobierno y que hasta conocieron a su papá. Más allá de los datos fehacientes que puede proporcionar la película, todo pasa más por los sentimientos de aquellos testigos, algo que una figura como la de Perón sin duda despierta en los argentinos. Se la ama o se la odia, no suele generar grises. Esta pasión, para bien o para mal, traspasa los relatos de cada entrevistado. En este sentido, la película busca ahondar, también y de alguna manera, en el origen de la tan presente grieta que atañe a la sociedad por nuestros días. No se siente como una historia tan lejana, a pesar del tiempo transcurrido, sino que se trata de una discusión que sigue vigente hasta la actualidad. Las entrevistas se mezclan con material de archivo, como fotos o videos, para terminar de contextualizar la época de los ‘50. Además, se realiza un seguimiento al director mientras va reconstruyendo la vida de la Argentina pero también su propia vida y la de su familia. Por otro lado, la voz en off del propio Szlutzky funciona como un hilo que conecta las distintas entrevistas con los hechos ocurridos en el pasado, como también reflexiona sobre algunas cuestiones y hace alguna que otra aclaración cuando es necesario. Su voz, un castellano con acento israelí, le otorga un sello particular al relato, dejando entrever esa mezcla de cultura e identidades. En síntesis, «Perón y los judíos» es de esos documentales que nacen a partir de un interrogante personal, donde el propio director busca alguna respuesta determinada sobre el planteo inicial pero que también intenta abarcar una temática mucho más amplia que involucra a todas las personas en circunstancias similares. En este caso, a todas aquellas familias judías que vivieron en la Argentina durante la época de Perón para contar sus experiencias, vivencias y percepciones. Si bien su realización es bastante convencional, es un documental que desborda sentimiento gracias a sus testimonios valiosos y a la voz en off.
El tema de la maternidad o paternidad es uno de los más abordados en la cinematografía mundial. Tiene tantas aristas para tratar como historias de padres e hijos. Muchas de ellas nos presentan situaciones hilarantes, mientras otras nos llevan a reflexionar sobre lo que significa esta responsabilidad, con las alegrías y los miedos que ella conlleva. El director Juan Pablo Sasiaín y el actor Ezequiel Tronconi, que en esta oportunidad debuta detrás de las cámaras, se conocieron realizando «La Tigra, Chaco», y decidieron llevar adelante este proyecto para ahondar sobre los miedos a ser padre, a crecer y tomar decisiones importantes en la vida. Es así como nació «El Encanto», film que se centra en Bruno (Ezequiel Tronconi) y Juliana (Mónica Antonópulos), quienes están hace ocho años juntos. Mientras que Juliana siente que es momento de dar un paso más y tener un hijo, él no está seguro de que sea el mejor momento. Rodeado de inseguridades, Bruno comenzará a tomar una serie de malas decisiones que pondrán en juego su relación. La película va a ahondar en dos reacciones distintas frente a la idea de ser padres. Juliana, a pesar de sus miedos, se siente más segura y confiada, mientras que Bruno se encuentra en una encrucijada entre aceptar la propuesta para continuar con su relación o hablar de sus verdaderos sentimientos. La falta de comunicación real entre la pareja provocará una serie de consecuencias perjudiciales para su vínculo. Es en la paternidad donde se hará mayor énfasis. Muchas veces, y sobre todo en estos últimos tiempos de deconstrucción y planteamientos sobre el rol de la mujer en la sociedad y la decisión sobre su propio cuerpo, se aborda más el deseo o no de ser madre pero no tanto lo que le ocurre al hombre. Es así como se plantea un interesante abordaje desde esta perspectiva. De todas maneras, la historia cae por momentos en lugares comunes, haciendo que podamos anticipar algunas de las decisiones que tomará el protagonista antes de que sucedan. Los actores protagónicos están muy bien en su rol, transmiten una buena química en pantalla y sobre todo a Mónica Antonópulos se la siente muy cómoda y natural. En ambos casos se puede percibir de una buena manera la posición de cada uno de ellos en su forma de ser y comportarse. Juliana es más madura y prioriza su trabajo, mientras que Bruno vuelve un poco a la adolescencia con su inmadurez, asistiendo constantemente a fiestas, pensando en viajar y tomando decisiones complicadas. Existen varios personajes secundarios, algunos de ellos con mayor tiempo en pantalla, mientras que otros realizan pequeñas intervenciones. De todas formas, podemos resaltar la labor de Boy Olmi como el padre de Bruno, un hombre bastante relajado que nos ofrece una mirada interesante sobre la paternidad. Otros también nos muestran su perspectiva, para ir teniendo distintas voces sobre lo que significa tener hijos para cada uno de ellos. Los aspectos técnicos son muy correctos, sobresaliendo principalmente su fotografía, la puesta de cámara que muchas veces muestra las imágenes a través de un vidrio o espejo y la banda sonora que va acompañando los momentos más dramáticos como también los más alegres y festivos. En síntesis, «El Encanto» es una película que aborda el tema de la maternidad/paternidad centrándose principalmente en la figura masculina y ahondando en la mirada opuesta de una pareja. Nos ofrece una historia correcta, con buenas interpretaciones por parte de su elenco y un buen acompañamiento de los aspectos técnicos.
El año pasado se publicó el libro «Yo, Adolescente» de Nicolás «Zabo» Zamorano, el cual relata la vida nocturna y cultural de la Ciudad de Buenos Aires luego de la tragedia de Cromañón en 2005, donde los jóvenes dejaron de poder asistir a boliches o recitales de sus bandas favoritas. En ese contexto, y luego del suicidio de uno de sus mejores amigos, Zabo, un adolescente de 16 años, empieza a registrar todo lo que ocurre a su alrededor en un blog. Lucas Santa Ana se interesó por esta intensa historia que habla sobre lo que transitan los adolescentes para llevarla a la pantalla grande, aunque por el momento podremos verla en Cine.Ar debido a la pandemia. Una trama necesaria para ser contada, porque si bien muchas veces se habla sobre las vivencias de los jóvenes, no todas lo hacen con tanta honestidad, profundidad y sensibilidad como lo hace «Yo, Adolescente». Se nota que la historia está contada por alguien que sufrió en carne propia momentos dramáticos y que el contexto lo llevó a vivir de una manera particular el amor, las primeras experiencias sexuales, las fiestas, el alcohol y las drogas, pero también cuestiones más ocultas, que muchas veces no se suelen compartir con los demás, como el sentimiento de soledad o la depresión. La película va transitando distintos tonos de una manera amena; tan cambiante como los propios sentimientos adolescentes. Por momentos es más divertida y alegre, plasmando las fiestas clandestinas o los diferentes romances que va teniendo el protagonista; mientras que también se permite ser más seria, dramática y profunda, tocando temas que seguramente muchos se verán identificados, tanto porque los están viviendo ahora como si lo hicieron cuando eran más chicos. Muchas veces en esa etapa nos sentimos incomprendidos y es positivo ver cómo historias así pueden ayudar a otros a entender qué está pasando y cómo poder hablar con los adultos al respecto. El elenco es un acierto, con Renato Quattordio a la cabeza, quien se pone en la piel de Zabo, este joven que aparenta estar bien, pero que por dentro transita todas las emociones juntas y no termina de comprender lo que le sucede. Se lo siente cómodo en su rol y transmite mucha credibilidad y naturalidad. Está muy bien acompañado por un elenco principalmente juvenil, que representan a distintos grupos de amigos, quienes también tienen sus propias vivencias. Su estructura no es del todo lineal, a veces va y viene en el tiempo, y eso puede resultar un poco confuso para el espectador hasta que se acomoda, pero ayuda la narración en off a manos del protagonista para ubicarnos rápidamente en la historia. Gracias a la banda sonora, la ambientación y la utilización de ciertos objetos, como la computadora o los primeros celulares, la película te transporta automáticamente a los 2000. Al igual que en el libro, la música cumple un rol fundamental dentro de la historia, marcando estados de ánimo, personalidades y un contexto complejo por el que pasaban las bandas y los jóvenes en ese entonces en nuestro país. Una forma más de canalizar las distintas emociones del protagonista. En síntesis, «Yo, Adolescente» es una buena propuesta nacional, no solo para este grupo etario que se puede sentir identificado con lo que transita el protagonista, sino también para que los adultos puedan adentrarse en ese complejo mundo juvenil. Una historia intensa, tratada con profundidad y sensibilidad, que además está acompañada de un buen elenco y música que nos va a transportar hacia otra época.
Después de su ópera prima «Joven y alocada» (2012), la directora chilena nos trae «Princesita», una película inspirada en hechos reales sucedidos en el sur de su país. La misma sigue a Tamara, una chica de 11 años, que forma parte de una secta, liderada por Miguel, un hombre que le impone un destino que pesará sobre sus hombros: llevar en ella a su sucesor. Sin embargo, el acercamiento a una vida distinta, algo que empieza a percibir en su nueva escuela, sembrará en ella una duda sobre su objetivo. La cinta comienza como si de un cuento de hadas se tratara, para ir transformándose cada vez más en una historia de terror. Una voz en off que plasma los pensamientos de la protagonista nos irá acompañando durante todo el film, un recurso un tanto abusivo, pero que logra plasmar la inocencia e ingenuidad de esta joven, altamente manipulada por su entorno, que a través de juegos y charlas va cayendo en las redes de este lugar y de su líder. A medida que transcurre la historia la protagonista empieza a dudar sobre su identidad, su rol como mujer y elegida, la vida de sus compañeros y la mirada que tiene sobre Miguel. Aunque no llega a comprender del todo lo que sucede, no es un camino que le place transitar. La película nos hace reflexionar sobre la manipulación, el abuso, el patriarcado, los mandatos sociales, entre otras cuestiones. Si bien podemos encontrar ese choque entre el discurso narrativo y los hechos que ocurren a su alrededor, esto se da de una manera muy sutil. La directora no recurre a golpes bajos ni escenas explícitas para mostrar el horror, sino que lo hace a través de una estética bien marcada: colores fuertes, fuera de foco, primeros planos a los rostros u otras partes del cuerpo. El efecto es el mismo, genera el espectador rechazo, dolor, desesperanza, sin embargo está cuidado. La banda sonora y su estilo inquietante también ayudan a crear este clima deseado. Debemos destacar la labor de su elenco, principalmente la de Sara Caballero, que logra plasmar la confusión de la protagonista, sus miedos, deseos, curiosidades e inocencia a través de sus miradas y formas de comportarse. Se encuentra en esa etapa de la vida en la que deja de ser una niña pero que todavía no llega a comprenderse como mujer. En síntesis, «Princesita» es un relato inquietante y perturbador sobre un suceso inspirado en la realidad. A través de un estilo muy cuidado y sutil, logra hacernos reflexionar sobre la manipulación, el patriarcado y las sectas y nos plasma la transformación de una joven en un entorno hostil. Sin dudas, nos dejará pensando y abrirá al debate. Nota importante: La película se encuentra disponible en Puentes de Cine.
Este año muchas cosas tuvieron que cambiar por la pandemia que estamos viviendo desde hace unos meses. Una de ellas fue la suspensión de festivales como el BAFICI, que iba a llevarse a cabo en abril como todos los años. Sin embargo, esto no impide que las obras que habían sido seleccionadas igualmente lleguen a nosotros pero de distinta manera. Ejemplo de ello es «Miragem», coproducción brasilera-argentina que iba a conformar la sección Vanguardia y Género del festival. La misma cuenta la historia de Paulo, un hombre que comienza a trabajar en un taxi para conseguir dinero rápido para pagarle la pensión a su ex mujer y así poder volver a ver a su hijo. La película nos cuenta por un lado la historia de Paulo, por qué hace lo que hace, quién es, cuáles son sus objetivos, como también las de los distintos pasajeros y del contexto político y social que se vive en Brasil en esos momentos. Las vidas de las distintas personas que interactúan dentro del taxi se ven condicionadas por el lugar en el que habitan. Más allá de su historia, «Miragem» sobresale principalmente por los aspectos técnicos. La mayor parte del film está filmado prácticamente en una sola locación y no solo eso, sino que el lugar es nada más y nada menos que un taxi, un espacio muy acotado para filmar. El constante movimiento del auto hace que la cinta se vuelva frenética y su ritmo no decaiga en ningún momento. Este dinamismo también se ve plasmado en el montaje. Debemos destacar también la fotografía; la película está filmada sobre todo por las noches, iluminando a los personajes con la luz de la ciudad. Y la banda sonora termina de cerrar este combo, acompañando cada una de las escenas. Si bien en la película existe mucho movimiento de personas, todo el peso dramático recae en Fabrizio Boliveira, el protagonista del film. Su personaje no recita muchos diálogos, pero logra transmitir todo con su mirada: la tristeza, la decepción, el cansancio, el deseo de una vida mejor y una segunda oportunidad. Conmueve al espectador con solo verlo. Nuevamente los aspectos técnicos se hacen presente con una cámara que lo sigue siempre, priorizando primeros planos. «Miragem» es de esas películas que parecen no ir a ningún lado pero que se viven moviendo, planteando interrogantes sobre cada una de las vidas que presenta y cómo el contexto las determina. Una historia interesante que se eleva por sus aspectos técnicos y una buena interpretación del protagonista, que con poco logra transmitir mucho.
«Los Reyes» es el octavo documental realizado por los chilenos Bettina Perut e Iván Osnovikoff, quienes nos traen una propuesta bastante particular, donde las personas pasan a un segundo plano para dejarle el protagonismo a dos adorables perros que pasan sus días en un parque. Chola y Fútbol son dos perros callejeros que viven en Los Reyes, el skatepark más antiguo de Santiago de Chile, y que pasan su tiempo jugando con pelotas, interactuando con los jóvenes que van a hacer sus trucos y durmiendo. La originalidad de este documental recae en la elección de tomar como protagonistas a dos perros. Observar su comportamiento durante el día y la noche significa un gran desafío, ya que no se puede prever cómo reaccionarán, a la vez que la trama podría volverse monótona o aburrida. Sin embargo esto no sucede, ya que los perros logran transmitir carisma, adoración y gracia durante la mayor parte del film. Mientras que uno es más tranquilo, el otro es más inquieto, corriendo y ladrándole a todos los que pasan; la interacción entre ellos es maravillosa. Es así como consiguen sacarnos más de una sonrisa, como también nos hacen emocionar hacia el final de la película que a pesar de su sutileza se nos muestran algunos pasajes fuertes. Son un ejemplo de amistad, compañerismo y fidelidad que resulta entrañable. Y si bien ellos son los verdaderos protagonistas, los directores decidieron incorporar a los seres humanos, principalmente adolescentes, desde otro lugar. Aparecen fuera de cuadro hablando sobre sus pasiones y problemáticas, como el skate, las drogas, la relación con sus familiares, su futuro, entre otras cosas. Esto permite generar un contexto mayor de aquel parque y un contraste entre las diferentes especies que conviven allí. Los aspectos técnicos cobran un valor importante dentro del documental. La cámara funciona como una mera observadora, haciendo especial hincapié en los planos detalles de los perros, los insectos que deambulan por el lugar o en cuestiones relacionadas con los seres humanos. Se utiliza el sonido ambiente para captar la naturaleza y los ruidos inherentes al parque y crear la atmósfera deseada. Incluso cuando se escucha música es por algún evento en particular. En síntesis, «Los Reyes» resulta un original y atractivo documental de observación que pone el foco en el comportamiento animal a través de dos perros carismáticos que nos harán reír y emocionar. Una lograda estética y puesta de cámara hará de esta propuesta una que vale la pena ver.
Muchas veces se dice que la realidad supera a la ficción y en este caso nos encontramos con un ejemplo perfecto que sostiene esta frase. En medio de una de las peores pandemias que azotan a la humanidad se estrena una película que hace referencia a esta situación desde un costado ficcional y distópico. Sin embargo, las coincidencias entre ambas son demasiado palpables. Si uno se pone a repasar sobre qué trata «Tóxico», película de Ariel Martínez Herrera, tranquilamente podríamos decir que es la primera ficción sobre el coronavirus. Sin embargo, no solo no se centra en esta pandemia en particular, sino que el film fue escrito hace muchísimo tiempo atrás, enmarcado dentro de una distopía. Solo que ahora lo que parecía ser una imaginación del director, se volvió una realidad mundial. «Tóxico» cuenta la historia de Laura y Augusto, una pareja que ante un brote pandémico, que provoca el insomnio en los seres humanos, decide escapar de la ciudad en su motorhome y embarcarse hacia un viaje por el campo. A medida que pasan los días y se sumergen en la ruta rodeada de pastizales, los límites entre la imaginación y la realidad van desapareciendo. Más allá de la actualidad del tema, «Tóxico» nos hace reflexionar sobre los vínculos sociales y familiares, los actos de solidaridad y egoísmo humano que salen a relucir en estos instantes, el rol del hombre como destructor de la naturaleza, la esperanza y la paranoia, entre otras cuestiones, y nos muestra las distintas reacciones que pueden tener las personas frente a una problemática de esta magnitud. Esto se realiza gracias a la interpretación de sus protagonistas, Jazmín Stuart y Agustín Rittiano, quienes mantienen diálogos interesantes y naturales a lo largo de la travesía. Son estos momentos los que nos hacen pensar sobre cuestiones existencialistas y de supervivencia, y ambos actores lo logran con gran soltura. Además, Stuart muestra una fortaleza y hasta descreimiento frente a la situación, mientras que Rittiano tiene una personalidad más paranoica y desesperante; las dos caras de la misma moneda. Uno pensaría, igual, que algunas enseñanzas serían utilizadas para el futuro, pero esa oportunidad nunca llega. El ritmo que presenta es algo lento, pero a lo largo del viaje nos vamos encontrando con algunos momentos de tensión, provocados por la cercanía con otros personajes, que no sabemos su grado de sanidad, como también con instantes más surrealistas y absurdos propios del insomnio. Por otro lado, debemos destacar la ambientación del film, con una fotografía solemne que recorre la ruta desértica y aquellos lugares que fueron destruidos por la sociedad. La banda sonora acompaña los momentos más tensos y aquellos más relajados para otorgarle este tire y afloje a la pareja protagonista. En síntesis, «Tóxico» es una película atinada para los tiempos que corren pero no por la casualidad de estrenarse en medio de una pandemia, sino por reflexionar acerca de temas existenciales que en estos momentos nos identifican. Además, lo hace a través de diálogos interesantes y un elenco que sabe manejarse de forma natural dentro de esta situación. Sobre todo ideal para aquellos que disfrutan del género, por tener algunos momentos más absurdos y surrealistas.
Luego de su primer documental realizado en 2013 («La Cárcel del Fin del Mundo»), Lucía Vassallo vuelve a este género para traernos «Línea 137», una de esas películas crudas pero necesarias. «Línea 137» se centra en diversos trabajadores que forman parte del programa «Las Víctimas contra Las Violencias», un servicio gratuito que interviene en conflictos de violencia sexual o intrafamiliar en algunos lugares del país. En este caso, se centran en dos equipos de Ciudad de Buenos Aires y Chaco para contar la vida de algunas víctimas que, como tantas otras, luchan por sus derechos y por tener una vida mejor. Con el guion y la investigación de Marta Dillon, periodista, escritora y guionista, Vassallo nos ofrece un documental observacional que, sin su intervención, retrata la violencia machista en distintos ámbitos: mujeres que deben escaparse de golpes, abuelos que denuncian a sus hijos o nietos por malos tratos y chicos que quedan en el medio de una relación abusiva. Todo esto está contado a través de la labor de distintos equipos de personas, integrados por asistentes sociales y psicólogos, en su mayoría mujeres, que trabajan día a día para que las víctimas no se sientan solas y puedan salir de las relaciones violentas con aquellos hombres que las atormentan. Mediante preguntas sobre lo sucedido, los tratos y los vínculos familiares, y el acompañamiento para hacer una denuncia o mudarse a un nuevo hogar, vamos pasando de persona en persona, para demostrar la cantidad de casos que existen en nuestro país. No son solo un número que aparece en los medios, que señalan que cada 23 horas muere una mujer, sino que la directora busca traducirlo en casos concretos: mujeres con historias detrás, con sueños y miedos. En el film se toman todo tipo de recaudos, principalmente para preservar a las víctimas. La directora tomó la decisión de no mostrarlas, haciendo foco en otra persona que aparece también en el plano o poniendo una placa negra para que solo se escuche su voz y su crudo relato. La música de Juana Molina ayuda a crear este ambiente opresivo y constantemente tensionante donde todos están en peligro: las víctimas y aquellos que las acompañan y las contienen. El documental busca por un lado visibilizar esta problemática, mostrando uno tras otro los llamados que recibe este programa, pero también realizar una especie de homenaje a aquellas personas que se preocupan por los demás y los ayudan a salir adelante. Uno de esos retratos fuertes pero tan necesarios para la sociedad de estos tiempos.
Todo comienza con la aparición de Matia, un joven marginal, en unas islas del río Paraná. No sabemos quién es, qué hizo o de quién huye, pero intentará rearmar su vida en un nuevo lugar, bajo el mando del Correntino, quien posee las tierras y todo lo que viva en ella. Con la llegada del protagonista comenzarán ciertas tensiones que lo devolverán a su pasado delictivo, enfrentando una vez más la idea de huir para sobrevivir. «La Creciente» es un film argentino que mezcla distintos géneros (un thriller con tintes románticos y algo de western) para otorgarnos una historia que maneja muy bien el clima de tensión constante, manteniendo una intensidad entre los personajes y el contexto en el que se desarrollan. Porque los personajes son lo que son y se comportan como se comportan por el lugar aislado y austero en el que se encuentran. Es por eso que tenemos la presencia de un aire de violencia latente que amenaza con llegar, al igual que la creciente del río. En este sentido, existen algunos momentos en donde se prioriza el paisaje por sobre las personas, con planos de la isla. Con un ritmo algo pausado, el silencio predomina en ciertos pasajes de la película. No existe mucho diálogo, sino más bien acciones rutinarias por parte de los protagonistas. Los vemos realizando las tareas designadas por el Correntino, sentimos la tensión entre ellos y la amenaza de la naturaleza. Cristian Salguero («Un Gallo para Esculapio») es el encargado de llevar adelante el personaje de Matia, con ciertas características que el actor conoce por trabajos previos y que le sientan muy bien. Asimismo, le otorga un halo de misterio y arrebato interesante para el rol que le tocó encarnar. Está acompañado también por un elenco que cumple con sus papeles. Con una historia sencilla llevada a cabo de una manera correcta, «La Creciente» es una propuesta interesante que nos ofrece un clima de tensión constante a partir de una trama misteriosa y sutilmente (aunque por momentos tenemos algunas imágenes fuertes) violenta que mantendrá atrapado al espectador.
Luego de 8 años en prisión, el ex policía Román Maidana sale de la cárcel por unos días debido al reciente fallecimiento de su padre, un ex comisario de la Policía Federal. Es así como regresa a su pueblo golpeado por la desaparición de una jóven. Allí fantasmas de su pasado lo perseguirán para ayudarlo a desentramar lo que ocurre en aquel lugar. «La Sombra del Gallo» es la nueva película de Nicolás Herzog («Orquesta Roja», «Vuelo Nocturno»), y su primera incursión en el cine de ficción, la cual mezcla varios géneros como el policial o el western para sumergirnos en un mundo complejo, en el cual se ahonda sobre la violencia de género, la trata de personas y la corrupción policial. Es interesante cómo no se le da nada servido al espectador, quien va tratando de decodificar la historia y a sus personajes a medida que avanza el relato. El director no nos ofrece mucha información sobre ellos ni de su pasado para ir revelándola poco a poco, impactando hacia su final. Sin embargo, este recurso se convierte en un arma de doble filo: por un lado genera intriga y nos hace parte de la narración, y por el otro puede resultar confuso por momentos y nos hace detener más en qué está pasando, quién es quién, cuánto hay de realidad y cuánto de imaginación que en la trama en sí. La música tiene un rol importante dentro del relato, marca los tiempos y los cambios de tono. También la ambientación cumple un papel central a la hora de crear un clima perturbador, opresivo, donde la violencia está latente y siempre a punto de explotar. Junto con la fotografía oscura y un predominio de escenas nocturnas, se le logra dar fuerza a la historia. Las actuaciones del elenco también potencian la intriga y la atmósfera asfixiante. Principalmente debemos destacar la labor de Lautaro Delgado, que compone a este protagonista perdido en su pasado, en sus fantasmas, en su conciencia, que fue un policía pero que también estuvo en prisión. No sabemos si es bueno o malo, qué hizo o qué pretende hacer. Es un personaje conflictuado que debe lidiar con su propios errores y su mente que le pasa una mala jugada. El resto del elenco acompaña bien y termina de conformar este extraño pueblo. En síntesis, «La Sombra del Gallo» es una película que expone temáticas importantes a través de un relato sombrío, donde se juega con la información y la culpabilidad/inocencia de su protagonista. La revelación pausada de la historia hace que se vuelva confusa por momentos pero que a la vez sea intrigante.