En el nombre del padre El clan, la nueva película de Pablo Trapero, está basada en hechos reales ocurridos en Argentina en la primera mitad de la década de los ochenta. Para cualquier espectador argentino de más de cuarenta años, los nombres y las situaciones resultarán más que familiares, aun cuando no se recuerden todos los detalles. Para un espectador de otro país o de mucha menos edad, la historia será toda novedad. En ambos casos, creo que queda claro, que la película funciona. Estar basada en hechos reales es un gancho muy fuerte debido a las enormes repercusiones que tuvo el caso en su momento. El clan tal vez no sea solo la película más importante del año sino también una de las más taquilleras. Pero que realmente importa es que se trata de un film excelente. Arquímedes Puccio vivía con su familia en, San Isidro, zona norte del Conurbano bonaerense, su hijo era un jugador de rugby muy popular dentro de su club y la familia vivía integrada a la sociedad más allá del trabajo de Arquímedes para el servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea. Pero la película ya muestra el final de la historia, o casi, cuando la policía irrumpe en el hogar de los Puccio, donde de manera insólita tenía secuestrada a una de sus víctimas. Está claro que la historia pedía a gritos ser llevada al cine. Incluso ahora está por estrenarse una miniserie para la televisión argentina. Tan única es la historia que sin problemas un grupo de guionistas norteamericanos podrían tomarla y convertirla en una serie de varias temporadas. Ojalá lo hagan, aunque solo sea tomando el punto de partida. El espectador no tiene la obligación de investigar el tema, aunque le prometo que luego de ver la película querrá saberlo todo. Tampoco falta un libro, así que la experiencia puede hacerse completa leyendo el libro que acaba de salir, escrito por Rodolfo Palacios. Pero también debe decirse ya que hay muchas cosas que nunca se supieron, por lo cual –y por suerte- el cine hace el resto. Que la película esté basada en hechos reales no la hace ni mejor ni peor, por lo cual pasemos a analizarla como si se tratara de un guión salido de la imaginación de alguien sin base alguna en hechos reales. Pablo Trapero tiene una probada filmografía que va desde su contundente debut en Mundo grúa a sus films más populares, como Carancho y Elefante blanco. Film tras film ha ido creciendo como narrador, sin desprenderse de su estética original. Lejos, El clan es su película más clásica, no solo por una fluidez narrativa absoluta, sino por la forma en que se relaciona con el espectador. El clan no resulta ardua para el espectador acostumbrado a un cine tradicional y no tiene tampoco la sordidez visual de sus films anteriores. Los personajes son sórdidos, siniestros, monstruosos, pero a nivel narrativo se trata de su film más amable. Sus tonos oscuros en la luz siguen intactos, así como también los largos planos y la forma de encuadran que lo vinculan fácilmente con sus últimos films. Sin virtuosismos notorios (pero igualmente virtuosos) Trapero narra de forma brillante. Sí, la historia parece contarse sola, pero no se cuenta sola, necesita de un director de gran nivel. Porque cuando las cosas parecen tan servidas es cuando un mediocre es capaz de arruinar todo. Puntualmente hemos tenido varios ejemplos en el cine argentino. Ese pulso narrativo, esa sobriedad se extiende a todos los aspectos de El clan. Aunque vaya a ser una película popular, Trapero no carga ninguna tinta, sino que deja que las cosas se produzcan. Cada escena tiene el peso suficiente como para moverse, un exceso la llevaría al desastre. Esa es la diferencia entre el cine del montón y el buen cine. No hay excesos melodramáticos, no hay grandes estridencias, pero el espectador está al borde de la butaca de principio a fin. Todo esto se aplica al elenco y al protagonista, Guillermo Francella. Su Arquímedes Puccio es legendario. Una vez, imaginemos que no es un personaje real, imaginemos que es un invento. En realidad es un invento, porque en la piel de Francella cobra una dimensión única, que le pertenece a este actor y a esta película. ¿Cómo interpreta a un monstruo que no se cree tal? ¿Cómo seguir a un personaje que hace tan espantoso con la misma naturalidad con la que puede llevar adelante un negocio o cualquier otro trabajo? Puccio, padre de familia católico, miembro respetado de la comunidad, ayuda a su hija con la tarea a la vez que planifica horribles crímenes dentro de la misma casa donde vive con su familia. Hay que ponerse en la piel de un personaje así y Guillermo Francella lo consigue. Sí, no hay dudas de que Trapero debe ser en parte el responsable de esta sobriedad siniestra, de esta frialdad inquietante. Pero es Francella el amo y señor de la mejor actuación de su carrera y de uno de esos roles destinados a queda en la historia de nuestro cine. Esto sin quitarle tampoco valor a la gran actuación de Peter Lanzani, que está perfecto también. Los actores están bien, los personajes están bien. Cada personaje, aun los secundarios son interesantes. La familia, ese núcleo sobre el cual se ha construido la sociedad, es mostrada con todas las locuras, las lealtades, los miedos y las complicidades de cualquier familia, pero en este caso girando alrededor de horrendos crímenes. Sorprenderá a muchos la inteligencia y el buen gusto con el cual se puede contar una historia tan terrible. No debería, así se han hechos miles de obras maestras de la historia del cine. No hay que hacer films horribles para contar historias que lo son. El clan es una película inolvidable. Una vez vista, pueden ir y buscar más información sobre el tema. Pero en lo que se refiere al cine, a una obra profunda y compleja, tienen todo lo que necesitan en la película, no se necesita más.
Personajes que no encuentran su rumbo La historia vuelve a cero con el origen de los protagonistas, con lo cual recién promediando el metraje arranca la "acción". Con falta de emoción y de gracia, el film naufraga en el intento. El furor de los personajes de Marvel –impensable veinte años atrás- no se detiene, pero no todos los huevos están en la misma canasta y Los 4 fantásticos es uno de los cómics cuyos derechos cinematográficos están bajo el control de otro estudio. Fox tenía hasta el año 2015 para lanzar una nueva película o los derechos volvían a Marvel. Esto no dice nada sobre la película, que quede claro, pero a juzgar por el resultado en pantalla, las posibilidades de sostener una nueva serie es casi imposible. Bastante fallida fue la aproximación anterior a los personajes, aunque el comienzo al menos funcionó en taquilla. Del año 2005 y 2007 eran aquellos films que han quedado muy relegados dentro de la historia de los cómics llevados al cine. Acá se vuelve a empezar, de cero, con la historia de los personajes. Más de la mitad de su metraje le lleva a la película convertirse en una aventura de Los 4 fantásticos. Desde la infancia arranca el relato y luego de unos buenos minutos con aires de Steven Spielberg y su mirada de la infancia suburbana, la historia se empantana, se alarga de forma insólita el prólogo y la acción no llega hasta que es demasiado tarde. Una mejora en los efectos especiales y el diseño beneficia a los personajes, pero no a la película. Todas las escenas de acción contra el villano ocurren en un espacio tan anodino como feo y tampoco son muy espectaculares. La falta de gracia y encanto que tiene esta nueva película es casi curiosa. No hay emoción alguna y aunque son incluso familia o amigos de toda la vida, no hay espacio para la empatía con los personajes. La película tarda muchísimo en mostrar su juego y cuando lo hace no tiene gracia alguna. Habrá que ver cómo funciona en la taquilla para ver como sigue la historia. Pero es una pena que el director Josh Trank, que había hecho un film muy interesante como Poder sin límites (Chronicle) haya quedado apagado al frente de esta producción de alto presupuesto. Como dato extra que la aleja aun más del mundo Marvel, hay que mencionar que Los 4 fantásticos no tiene escena extra en los títulos de crédito. Una buena noticia, porque una escena más a una película tan fallida no lo vendría bien para nada. <
Anna prefiere correr El deporte es salud es una frase que hemos escuchado miles de veces. Pero también sabemos que el deporte del alto rendimiento suele estar bastante lejos de una vida saludable para sus atletas. No todos los deportes, no todos los atletas, no todas las épocas, pero sí, claramente, hay muchos ejemplos de cómo el deporte de elite suele destruir la salud de los deportistas. Anna es una joven deportista checa que está siendo entrenada para competir en los Juegos Olímpicos de Los Angeles de 1984. Son los últimos nefastos años del comunismo en Checoslovaquia. El interés por obtener medallas olímpicas lleva al estado a intentar mejorar a una atleta a través de medios ilegales con sustancias prohibidas. El estado a través de su organismo deportivo, el entrenador e incluso la madre de Anna son cómplices del delito. Cada uno tiene sus motivos, cada uno sus excusas, pero quien pondrá el cuerpo y sufrirá los riesgos es la joven deportista. Sin duda la película, clásica, directa, apuesta a una denuncia contra el régimen comunista y por extensión a todos los manejos oscuros alrededor del deporte de elite. La madre de la protagonista es una ex deportista que ahora vive limpiando casas. Su figura representa la de muchas personalidades del deporte que fueron castigados por no estar completamente alineados con el régimen comunista. Hasta el mismísmo Emil Zatopek, la locomotora humana, fue barrendero luego de sus legendarias hazañas deportivas y sus medallas en los Juegos Olímpicos. La descripción del deporte de elite está bien captada a pesar de ser una producción bastante humilde, y también es un excelente registro de la época. Quienes amen el atletismo disfrutarán de la manera en que está tratado y quienes busquen una denuncia política también tendrán material de interés. La película sin duda alguna vale la pena en ambos aspectos. Al final de Fair Play Anna vuelve a ser Anna, el placer de correr vuelve a aparecer, el gobierno no ha logrado quebrar su placer por el deporte, ella corre, libre, el comunismo está llegando a su fin, vuelve la libertad. Fuera de la competencia feroz, ella se vuelve a encontrar a ella misma.
Un recreo familiar sin ninguna diversión La película dirigida por Jonathan Goldstein y John Francis Daley ignora los nuevos recursos de la comedia. Con pocos chistes buenos y lugares comunes, se trata de otra remake para el olvido. Lo bueno de las remakes es que si son excelentes, son siempre bienvenidas, y si son irrelevantes, pasan al olvido sin pena ni gloria. Hay excepciones a esto último, es verdad, pero lo cierto es que un film destinado al olvido es –salvo para quien tenga la obligación de verlo por motivos laborales- en todo caso inocuo. Vacaciones es al mismo tiempo una remake y una secuela, cosa rara si las hay. Y es, antes que cualquier otra cosa, un film destinado al olvido. Es casi un milagro que habiendo tantas comedias excelentes en el cine norteamericano de las últimas dos décadas, sean casi siempre las películas mediocres las que escapen de las arbitrariedades de la distribución y lleguen a las salas. Tal vez sea justamente su mediocridad lo que les abre las puertas, vaya uno a saber. Mediocre no significa mala, significa una medianía sin interés, pero que aun así logra algunos buenos momentos. El esquema se repite: una familia atraviesa más de 4000 kilómetros, desde su hogar en Chicago hasta un anhelado parque de diversiones. Hablamos de secuela porque es el hijo de la familia original, y remake porque se repite toda la estructura e incluso los gags. Está claro que en el camino, habrá toda clase de complicaciones que dan pie a un humor que pocas veces es efectivo y muchas veces es rutinario. Si el film original de 1983, protagonizado por Chevy Chase, era por lejos el mejor del actor y visto hoy, sorprendentemente, sobrevive como una gran comedia, muy divertida, que funciona plenamente. Las secuelas que provocó mejor olvidarlas, algo parecido a lo que ocurre con esta remake. La burla a los lugares comunes más obvios del ciudadano norteamericano medio no tiene el más mínimo trabajo o sofisticación. En una época donde el género ha evolucionado como pocos, resultado es un poco frustrante al ver que un film niega los buenos progresos realizados por la comedia. Ir a un cine a ver algunos de los gags que aparecen acá es casi una contradicción con el acto de ir a ver una película. Ni las apariciones especiales ni los esperables cameos que uno busca, pueden elevar a la película que de los muchísimos chistes que tiene, sólo unos pocos son realmente buenos y llegan a funcionar. "Nunca oí hablar de las vacaciones originales", dice un personaje. Tal vez para él se haya hecho esta película. Para el resto, un viaje es más que suficiente, no necesitamos repetirlo.
El triunfo del cine La escena inicial de Misión: Imposible Nación secreta es tan extraordinaria que merece un aplauso de pie a pocos minutos recién de haber comenzado la película. No existe una única forma de hacer y entender el cine, pero con ese prólogo lo primero que uno piensa es: para esto se inventó el cine. Este es el motivo por el cual vale la pena salir de casa, pagar una entrada y sentarse en una sala. Misión: Imposible es el cine en estado puro. Una película más grande que la vida, un despliegue de euforia vital que moviliza. Como en los grandes musicales del Hollywood clásico, que daban ganas de cantar y bailar, Misión: imposible, desde que Tom Cruise las transformó en películas, dan ganas de vivir. Son películas vitales, enamoradas del movimiento, de la acción, de la aventura. Cada director que formó parte de esta saga de cinco películas entendió el concepto y lo llevó adelante. Esta quinta parte confirma todo y sigue siendo un motivo más que suficiente para ir al cine, a disfrutarla en la pantalla grande. A esta altura creo que todos sabemos que Misión: Imposible fue una serie legendaria de la década del sesenta antes de convertirse en una saga de películas legendarias. Desde 1966 a 1973 y luego con un breve regreso en los ochenta, la serie fue y sigue siendo un clásico. Las películas comenzaron en 1996 y en esta quinta entrega, Nación secreta, se confirma la vigencia de una clase de cine que pelea de igual a igual con los grandes tanques de los últimos veinte años aun siendo muy diferente a casi todo. Tom Cruise es el responsable de haber llevado el clásico de la TV a la pantalla grande y a diecinueve años de la primera película la saga sigue intacta y su estrella brilla más que nunca. En esta nueva película Ethan Hunt (Tom Cruise) deberá desenmascarar a una organización secreta llamada el Syndicato, pero la propia CIA duda de la existencia de tal organización y amenaza con desarmar directamente a IMF. Esta organización ya había sido mencionada anteriormente en las películas y estaba también en la serie de televisión. Aunque bastante más oscura que los otros films de Misión: imposible, la mencionada escena inicial de la película plantea un nivel de acción, alegría cinematográfica y euforia que predispone al espectador para el más absoluto disfrute. En esta nueva entrega se eligió un tono más de espionaje, con tono de guerra fría, que la colorida locura de las películas anteriores, lo que no impide un número alto de locaciones y varias escenas de acción de un nivel superior a la media del cine actual. Porque algo que caracteriza a estos films es que más allá de los cambios de director, siempre mantienen un estilo que no se desvía hacia los lugares comunes estéticos de moda. Ni Brian De Palma, ni John Woo, ni J.J. Abrams, ni Brad Bird, ni tampoco ahora Christopher McQuarrie, abandonan el oficio sólido de la narrativa cinematográfica clásica. Aun con sus estilos, siempre se impone una manera tradicional de contar. De contar bien, para ser exactos. ¿De dónde sale esta coherencia a pesar de las diferencias entre los cinco directores? ¿De dónde surge esta alegría cinematográfica incomparable que es el corazón mismo de la saga? La respuesta es obvia pero no por eso ha sido acreditada como se debe: la respuesta es Tom Cruise. El, y nadie más que él, es el autor de este mega proyecto de cinco películas enormes, todas a la altura de sus ambiciones. Desde la elección del director, a las disparatadas escenas de riesgo hechas por él mismo, pasando por el humor y el tono final de los films, todo pasa por su control. Por eso su Ethan Hunt forma parte de lo más valioso del cine de las últimas décadas, porque ha sido capaz de concretar una misión imposible para casi cualquiera: Hace excelente cine de entretenimiento, cine con mayúsculas, sin perder nunca el rumbo. La serie, mil veces imitadas y homenajeada, solía ser bastante eufórica también, pero en un tono de producción bastante controlado, con un largo uso de rodaje en estudios. Esta quinta película es la que más imita algunos detalles de aquella serie, pero manteniendo siempre su estatus de superproducción. Por primera vez el tono de film de espionaje de la Guerra fría se integra a las grandes escenas de acción y el film, siempre con un gran sentido del humor, también tiene la capacidad de cuestionarse a sí mismo y a su protagonista, en un interesante juego de lecturas. Pero más allá de esos detalles, la alegría sigue siendo la misma, la vitalidad sigue siendo la misma. Obviamente Tom Cruise se luce, pero también lo hace el elenco, en un equipo más integrado que nunca a la trama. Misión: Imposible Nación secreta conserva el más puro espíritu del cine de héroes. Los buenos van a ganar, tienen que ganar. Personalmente adoro las películas donde los buenos ganan merecidamente, donde los héroes enfrentan misiones imposibles y consiguen salir victoriosos. Misión: Imposible se ha convertido en el máximo bastión de defensa de una clase de cine hoy un tanto olvidado, sepultado por superhéroes no siempre heroicos o interesantes. Misión: Imposible tiene humor, pero no cinismo. Hace del planeta su escenario y logra transmitir la idea de que las cosas puedan hacerse bien. Con heroísmo, con valentía, con inteligencia, con valores nobles. Nada es imposible cuando uno ve estas películas. El mundo es un lugar mejor, el cine es un lugar mejor gracias a la saga de Misión: Imposible y su máximo responsable, Tom Cruise.
El ataque de los videojuegos estrella de los ´80 Adam Sandler protagoniza esta película donde PacMan y Donkey Kong, entre otros personajes famosos de los primeros arcade cobran vida. Un comienzo divertido, con referencias a los amantes del género, que va perdiendo fuerza. El año es 1982 y un torneo de Arcaders (jugadores de juegos Arcade como Pac Man o Donkey Kong) es grabado para la posteridad y enviado al espacio. Años más tarde, los niños amantes de los videojuegos han crecido, algunos ocupando lugares importantes en la sociedad y otros estancados en una vida gris. Pero el mensaje enviado al espacio es malinterpretado y aquellos inocentes juegos son tomados como una provocación por una cultura alienígena que vuelve a la Tierra a atacar a la humanidad con los personajes de los juegos devenidos en catastróficas pesadillas. Para el director y productor Adam Sandler, esta historia de mezcla y acción tiene todo lo que necesita. Por un lado el personaje inmaduro que debe finalmente despegar y crecer de golpe. Por otro lado, toda su adorada cultura de la década del ochenta, que no solo incluye a los juegos, sino también las mil referencias culturales y una maravillosa selección de éxitos musicales de aquella época. Como en las mejores comedias del actor, el sentimentalismo no tiene lugar y esto emparenta a Pixeles con los primeros films de Sandler. El guionista de la película es, justamente Tim Herlihy, el mismo de Billy Madison, Happy Gilmore, La mejor de mis bodas y El aguador. Para reforzar el costado de los ochenta el director de la película es Chris Columbus, guionista de clásicos de los ochenta como Gremlins, Los Goonies y El secreto de la pirámide y luego realizador de Mi pobre angelito, los primeros films de Harry Potter y varios films olvidables. El comienzo de la película es muy divertido y con tantas referencias se vuelve un verdadero paseo por aquellos años. Luego sigue siendo entretenida pero va perdiendo fuerza e interés. Los chistes dejan de funcionar y tan solo resta esperar a que la historia se defina como todos esperan que lo haga. Como en los más reconocidos films de Adam Sandler, hay varios cameos y sorpresas. Al humorista Sandler se le suma otro actor importante de comedia, Kevin James, juntos tienen química y suman. Con ellos, otro comediante, Josh Gad y Peter Dinklage, que hoy es conocido por interpretar a Tyrion Lannister en Game of Thrones, y al equipo de nerds se le suma Michelle Monaghan, una versión más adulta de las clásicas parejas piolas de los films de Sandler. Los videojuegos más famosos de los ochenta convertidos en realidad gigantes no alcanzan para hacer una gran película, pero al menos otorgan un divertido y espectacular entretenimiento. La película es bastante mejor que los films sentimentaloides o excesivamente básicos que Sandler ha venido haciendo en los últimos años .
Pequeño gran héroe El universo de los héroes de Marvel crece y crece y ya hay planes para los próximos años. La taquilla los respalda y, en gran medida, también tienen el favor de la crítica. Aun sin llegar a obtener premios o reconocimientos importantes, ya han entrado en la historia del cine. No se trata de un universo del todo coherente y cada film tiene vida propia, más allá de las relaciones que tenga con uno o varios films de Marvel. Cada nueva película parece forzar aun más los límites y abre el interrogante acerca de si el nuevo héroe podrá sobrevivir si las cosas no salen como fueron planeadas. Ant-Man era la teoría una de las apuestas más arriesgadas de Marvel y varias discusiones previas con el director original, Edgar Wright, hacían pensar que podía haber salido todo mal. Pero no, algo del proyecto original, un film de superhéroe en clave de comedia, ha quedado pero a la vez se sostiene sobre una forma más clásica de entender el cine. Ese balance tan complicado que Marvel ha querido realizar entre el cine de héroes tomado en serio y un distanciamiento humorístico que evite la solemnidad ha sido una de las claves de su éxito. Dependerá también de cada espectador admirar más o menos cada película Marvel, pero sin duda la búsqueda del estudio suele pasar por ahí. El personaje protagónico de Ant-Man es Scott Lang (interpretado por el gran comediante Paul Rudd) un buen tipo que cumple su tiempo en prisión por hackear a una gran empresa que estafó a sus clientes y devolverles a todos ellos el dinero que la empresa les sacó. Sin dinero, sin trabajo, alejado de su pequeña hija, a quien no podrá ver hasta tener una posición sólida, Scott Lang es un antihéroe absoluto. Pero aun así es brillante y recto, dos características que llamarán la atención del científico retirado Hank Pyn (Michael Douglas) quien lo considerará como un gran candidato para ser el hombre hormiga. El hombre hormiga es en realidad un traje con la capacidad de reducirse al tamaño de una hormiga, así como también a quien lo usa. Con un gran sentido del humor que mantiene a la película en un tono ligero pero no la vuelve nunca cínica, Ant-Man está lejos de las super producciones de Marvel, aun cuando tiene un despliegue de efectos especiales brillantes. Los personajes tienen un gran peso y son mucho más vulnerables y humanos que los otros protagonistas de los films del estudio. Diferente a las demás, Ant-Man es una película que baja un poco el tono y el tamaño del género de superhéroes. Pequeña pero efectiva, casi una obra sobre el nombre del héroe que la protagoniza.
Todo el peso sobre los hombres de Arnold La quinta entrega de esta franquicia vuelve a poner al ex gobernador de California y héroe de la trama en el centro de la escena. Sin embargo, salvo por el actor y algunas escenas de acción desaforadas, el film no logra el nivel de su origen. Terminator Génesis es el quinto film de la franquicia de Terminator. Los cuatro films anteriores son Terminator (1984) y Terminator 2: el juicio final (1991) dos obras maestras dirigidas por James Cameron; Terminator 3: La rebelión de las máquinas (2003) un film no exento de ciertos méritos dirigido por Jonathan Mostow y Terminator - La salvación (2009) un verdadero bodrio dirigido por McG. En esta entrega se eligió volver a poner a Arnold Schwarzenegger en el centro de la trama, como para que su figura recupere por sí sola el espíritu de los mejores films anteriores. Desde el prólogo la película decide poner su apuesta en ser una continuación de los primeros dos films y trabaja una profunda conexión con ambos. Por momentos parece un homenaje, por momentos una mezcla excesiva. Ese fatídico día de octubre de 1997, la humanidad sufre una debacle nuclear que sólo puede ser evitada con un viaje en el tiempo. En el 2029, John Connor (Jason Clarke), el líder de la resistencia en el futuro envía al sargento Kyle Reese (Jai Courtney) al pasado, a 1984, para proteger a Sarah Connor (Emilia Clarke), madre de John. Pero las cosas se complican y mucho. Las acciones mezclan los eventos de los films anteriores con una trama nueva, multiplicando vueltas de tuercas y sorpresas varias. Arnold Schwarzenegger aparece en más de una faceta, incluyendo una reconstrucción digital de su papel en 1984 que es asombrosa. Pero su rol principal es el de Guardian, un terminator cubierto con piel humana con la capacidad de envejecer, protector de Sarah Connor. El trío protagónico de Sarah, John y Kyle carece de encanto y hace extrañar a los elencos de los primeros films. El único que tiene el nivel adecuado es, claro, Schwarzenegger. La película lo sabe e intenta en varios momentos apoyarse en él. Pero esta combinación y recreación de los films viejos le complica su identidad como película. Algunas escenas de acción desaforadas –pero no muy originales- le dan junto con Arnold algo de respiración a la película. Pero pasadas las ideas de volver sobre los primeros films, le cuesta muchísimo a Terminator Génesis dar con el tono adecuado. Por momentos se consume en solemnidad, luego se refugia momentáneamente en los grandes momentos de acción espectacular, prueba también el homenaje y la nostalgia para congraciarse con el espectador y finalmente hace agua cuando intenta algunas primitivas formas de emoción. Se anuncian dos films más luego de este renacer. Esperemos que si se llegan a hacer, encuentren algo de identidad y estilo, dos cosas de las que carece esta película. <
Cambalache insoportable La historia del cine es gigantesca, inabarcable para una sola persona. Hay cientos, miles de ejemplos de un cine masivo, entretenido, ligero e igualmente bueno. Así que empecemos diciendo que el argumento del cine “Liviano, ligero, pasatista y para vacaciones familiares” es total y absolutamente inaceptable. Basta de hacer un culto de la mediocridad, basta del paternalismo que festeja esta clase de productos insufribles, dolorosos para el ojo del espectador de cine. Películas que casi no pueden ni ser catalogadas como tales, relatos incoherentes que solo con una extrema paciencia por parte de los espectadores pueden ser llamadas cine. Un elenco de muchas figuras de la televisión, muchos de ellos no provenientes de la actuación, arman un abultado pero inoperante elenco que tal vez pueda atraer a los espectadores alejados del cine pero cercanos a la pantalla chica. La película, incluso, tiene muchos chistes que hacen referencia a lo que ellos hacen en televisión. Para emparejar, aparecen actores veteranos que han participado de otros bodrios de este calibre en el pasado, como para colocar a esta película en el árbol genealógico de lo peor del cine comercial argentino. Sí, hay un zoológico, es el de Palermo, el primer plano del film es el cartel de entrada y la película podría considerarse como una larga publicidad para promocionar este zoológico. Aunque la promoción se pasa un poco de rosca al promover la presencia de osos pandas que obviamente no pueden aparecer en la película porque no hay en el zoológico de Palermo. Solo aparece en el afiche, alguien los menciona y también se aclara que se venden muñecos de panda en la tienda del zoológico. Si buscan ositos panda, ahí los pueden encontrar. ¿La historia? Ah, sí, la historia. Un malvado traficante de animales quiere obtener a algunos animales salvajes para poder venderlos al extranjero. Para eso contrata a dos detectives que no tienen ningún plan, al igual que el guionista, incapaz de pensar algo razonablemente interesante. La gran sorpresa es que todos los animales hablan aunque, por razones de auto preservación, lo mantienen oculto. El recurso viene muy bien, ya que no son pocas las escenas donde los animales explican la trama o ponen palabra que ayudan a entender las inexpresivas actuaciones del elenco humano. Algunos actores se esfuerzan un poco más que otros. Algunos salen directamente a reírse, pero no de ellos mismos, sino de nosotros. La incoherencia alcanza todos los niveles, las tomas fallidas quedaron en la película, el montaje entre animales y personas pocas veces tienen conexión, las cosas van más allá del límite de lo tolerable. Una única cosa a favor de la película es que no tiene ideas ofensivas como otros films de este estilo de comedieta de vacaciones. No puede faltar, claro, un gorila falso, Pipo, que sigue una larga tradición de berretada que dejó de ser graciosa hace más de cincuenta años. Tampoco faltan las tomas aceleradas, esfuerzos vanos por darle ritmo a lo que no lo tiene y, una vez más, imitar una forma de comedia también perimida hace décadas. No es un homenaje al slapstick, sino la continuación del humor más perezoso que ha sabido darnos una parte de nuestro peor cine.
Fiebre amarilla Cuando se estrenó Mi villano favorito en el año 2010, los delirantes secuaces del protagonista se robaban gran parte del show, lo mismo ocurría con la secuela del año 2013, cuando ya había quedado claro que los pequeños amarillos eran los favoritos de los niños y se convertían en un merchandising irresistible. Pero aunque los Minions también protagonizaron cortometrajes, publicidades y promociones cinematográficas, en el total del metraje de ambos films no eran nunca protagonistas. ¿Podrían resistir ser el centro de un largometraje ellos solos sin aburrir a los espectadores? La respuesta está en esta película y es no. Los Minions durante eternos noventa minutos agotan su gracia. De hecho lo mejor del film es el comienzo, que ya fue adelantado en los trailers del film. La búsqueda de un villano al que seguir genera algunos gags iniciales simpáticos y –con indudable prudencia- se detiene en Napoleón, para no mezclar a los Minions con villanos del siglo XX. Años más tarde, la búsqueda se reanuda y los lleva hasta Londres, donde viven una aventura tan pequeña como poco interesante. La comedia slapstick, esa comedia que cultivaban los cómicos del cine mudo, es el fuerte de los Minions. Los alocados personajes recuerdan a los Keystone Cops, esos policías que se metían en frenéticas persecuciones delirantes durante el período silente. Incluso en esta película, queda clarísima la influencia de Charles Chaplin, no solo en la comedia física, sino también en el uso de un idioma inexistente, como tan bien sabía hacerlo el cómico inglés. Pero con eso no alcanza, los chistes son repetitivos, la duración de la película apaga la euforia inicial y se hace muy complicado seguir con ganas de ver a los personajes. Noventa minutos son mucho para el trío protagónico y todos los demás miembros de su tribu. Los realizadores confiarán en el esfuerzo del espectador para reírse con los personajes aun cuando no causen gracia alguna. Si funcionaron antes, la inercia tal vez haga algo de magia para soportarlos en este largometraje, aunque queda claro que son mejores acompañantes que protagonistas. Como dato final hay que decir que la película lamentablemente se estrena solo con copias en castellano. Una pena, aun cuando las voces del doblaje incluyan a Thalia y a Ricky Martin. Teniendo en cuenta la pobreza de la película, el mejor consejo es esperar a verla en cable, al menos en su idioma original.