La lucha animada por un preciado botín Una vaquita de San Antonio queda en el medio de una pelea entre hormigas negras y coloradas que buscan quedarse con los preciados restos de un picnic. Gran cuidado estético en la realización para un resultado débil. El cine de animación es, aunque a veces lo olvidemos, un género con posibilidades infinitas. Desde hace ya más de 20 años, la lucha por la taquilla en la animación ha sido feroz en Estados Unidos y a Disney y Pixar, le han salido a competir todos los grandes estudios con sus películas y sagas animadas. El mundo no se ha quedado atrás, y desde Japón (con Miyazaki a la cabeza pero con un universo de animé gigantesco) hasta la Argentina (desde García Ferré hasta Metegol), todos han logrado meter, aunque sea de forma aislada, algún éxito de calidad que se ganó su espacio en la historia del género. Minúsculos es una coproducción entre Francia y Bélgica basada en una serie de cortometrajes protagonizados por seres minúsculos, como también ocurre en la película. Estos cortos, breves, algunos más graciosos que otros, son simpáticos y la animación sin ser excepcional es fina y original. En la película el personaje principal es una vaquita de San Antonio que accidentalmente queda en medio de una batalla entre hormigas negras y hormigas rojas que se disputan el botín abandonado por una pareja que, de urgencia, deja atrás su pic nic. Sin diálogos, sólo con sonidos inventados para cada personaje, la película cuenta a través de las acciones todo lo que ocurre y es un mérito que la trama se entienda sin problemas. Es verdad que hay un riesgo y un desafío en eso, pero con eso sólo no alcanza. La película no le llega ni a la suela de los zapatos a, por ejemplo, Wall-E. Pero posiblemente lo peor es que aquellos gags ingeniosos que funcionaban en la serie, acá se alargan hasta que el refinamiento estético se vuelve lisa y llanamente aburrimiento. No es necesario decir que cualquier corto de Pixar hubiera resuelto la misma trama sin tener que estar ochenta y nueve minutos alargando los conflictos. No es necesario porque los creadores de Minúsculos también han sabido hacer dignos cortometrajes, muchos de los cuales se pueden y disfrutar en Internet. Queda demostrado que hacer cine de animación no es tan fácil como muchos pueden creer y también queda claro que además de preciosismo estético y originalidad se necesita mantener el interés en una historia que valga la pena contar. Algunos grandes momentos como el asedio al hormiguero como si fuera una batalla en la edad media sin duda son las cosas que se pueden rescatar de una película que nunca tendría que haberse alejado del formato de cortometraje que le dio origen.
Pocas luces al atardecer Elsa & Fred fue un éxito de taquilla protagonizado por China Zorrilla en el 2005. Aquella película, lejos de ser una obra maestra, tenía cierta simpatía y la actuación de la protagonista era lo más interesante. China Zorrilla interpretaba a Elsa como si fuera una adolescente. El resultado era gracioso, aunque tampoco memorable. Pero algo de gancho había en esa historia de amor en la tercera edad y, créase o no, el guión terminó siendo vendido para realizar una remake. Una remake, recordemos, es cuando el guión de una película es tomado como base para volver a contar la misma historia. Así que acá estamos, con un Elsa y Fred hecho en Estados Unidos, nada menos que con dos leyendas: Shirley MacLaine y Christopher Plummer. El director es Michael Radford, el mismo de Il Postino. El problema, sin duda, es que la película es muy poco interesante, que todo es correcto pero a la vez demasiado pobre en ideas. Un programa de televisión berreta, eso parece. Las escenas están forzadas, la relación entre los protagonistas avanza a golpes malos de guión. Recién al final, cuando llega aquel clímax que el film argentino no podía sostener desde el presupuesto, acá la película hace la indiferencia. Pero aun así, no es fácil saber si eso le juega del todo a favor. Poco más queda para decir, salvo que acá el personaje de Fred tiene un buen peso y que Plummer consigue una gran diferencia entre el viejo apocado del comienzo y el galán que luego va surgiendo. No hay nada, absolutamente nada que justifique la visión de la película excepto el riesgo alocado de la escena final sin tanto pudor como la película Argentina y el carisma no del todo aprovechado de los protagonistas. Me niego rotundamente a entrar en el juego de decir cuál de las dos versiones es mejor. Y por favor, si sienten algún tipo de nostalgia por La dolce vita (muchas personas la sienten pero no les importa realmente la película) vean nuevamente el clásico de Federico Fellini, porque los homenajes no les hacen justicia ni de cerca. Algo más: Recemos porque la remake de El secreto de sus ojos sea más digna.
Ciencia ficción para la gran pantalla La nueva película de Christopher Nolan propone una buena historia con un guión poco pretencioso que evita los lugares comunes del género. Un elenco de grandes actores acompaña el objetivo narrativo del director. Nueve largometrajes le alcanzan a Christopher Nolan para estar instalado como uno de los grandes referentes del cine actual. Amado de forma incondicional pero también odiado, Nolan sin duda deja su marca en cada película que hace. Prestigioso por el original film noir Memento, pero realmente popular por su inolvidable trilogía de Batman El caballero de la noche, la obra de Nolan siempre ha suscitado fascinación, admiración y, porque no decirlo, una gran cantidad de parodias, en particular con su película El origen. Muchos films y directores de ciencia ficción pueden aparecer cuando uno ve Interestelar (Steven Spielberg, Stanley Kubrick, Robert Zemeckis, Alfonso Cuarón), pero para ser justo con Nolan, hay que dejar que la película hable por sí misma y no en comparación con otras. Sí, es ciencia ficción y sí, es ambiciosa. No tiene prácticamente nada de humor y la película propone una narración importante. La buena noticia es que el guión no es confuso ni pretende dejar significados abiertos o de dudosa profundidad. También evita varios lugares comunes del género. La película está ambientada en un mundo cuyo cambio climático amenaza definitivamente con terminar con la humanidad. El protagonista vive en el campo con su hija, su hijo y su suegro. Ser agricultores es lo único que parece posible como trabajo, pero el único cultivo posible que queda es el maíz, y aun este parece tener los días contados. No parece haber esperanzas para la humanidad, hasta que la hija del protagonista lleva a su padre hasta las coordenadas que parecen haberle dictados unos seres misteriosos. Una nueva aventura a través del espacio parece ser la última chance para el mundo. Sería injusto con el espectador anticipar más cosas de la trama, pero si hay que destacar que Nolan prefiere la narración a cualquier otra tentación y que sostiene con muy buena mano todo el relato, lleno de misterio y suspenso. Los actores son un lujo, Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine, John Lithgow son un elenco importante de verdad, algo que también le ha importado siempre a Nolan. Sí, la película no es post moderna ni auto paródica, pero eso no debería ser considerado un defecto, al contrario.La habilidad de narrador del director queda evidente en cada escena y por supuesto que el largometraje está llena de escenas deslumbrantes. Si hay que ver películas en el cine para apreciarlas en toda su magnitud, sin duda Interestelar es una de las que nació para la pantalla grande.
Esculpir en el tiempo Marguerite Yourcenar escribió un libro de ensayos llamado El tiempo, gran escultor, esa idea del tiempo vino a mi mente cuando miraba Boyhood de Richard Linklater. El tiempo todo lo cambia, todo lo modifica. Erosiona sueños, cuerpos, ideas. Pero el tiempo también permite el crecimiento, la belleza, la evolución de las ideas, los cuerpos y los sueños. El tiempo no es ni bueno ni malo, es inevitable. El tiempo va a pasar, nos guste o no. Muchas películas hablan sobre el tiempo y las características que aquí menciono, pero Boyhood las muestra. El protagonista tiene siete años cuando empieza la película y dieciocho cuando termina el relato. No solo lo dice el guión, realmente es así. Y el director busca conectarnos con esa evidencia irrefutable del paso del tiempo. Claro que al ser un niño, el protagonista crece, su cuerpo infantil se transforma en un cuerpo adolescente. No es un efecto de maquillaje, es el actor. Linklater distribuyó los casi cuarenta días de rodaje a lo largo de once años, contando cada vez una parte del guión. No solo crece el protagonista, también crece su hermana y envejecen sus padres. Y no soy inocente al trocar la palabra crecer por envejecer, porque detrás de la enorme belleza y emoción de ver crecer un niño, subyace la inequívoca certeza de que se crece y se envejece a la vez. Los padres son la prueba de esto. Mason (Ellar Coltrane, en una actuación tan relajada como memorable) no traiciona sus ideas ni ve frustrados sus sueños como ocurre con sus padres. Los padres son la contracara oscura de ese paso del tiempo. Pero atención, lo que prima en el relato es la emoción, más que la amargura. En la película esa emoción va en aumento hasta llegar a un final apoteótico, de una belleza y una sabiduría digna de la maestría del director de la película. Sí, claro que la melancolía está presente, como suele estarlo en Richard Linklater. Linklater ya reflexionó sobre el tiempo en Despertando a la vida y por supuesto en la trilogía de Antes del amanecer tres películas separadas por nueve años entre sí. Pero en Boyhood el trabajo es diferente. El guión tiene una fluidez asombrosa y con una pericia que jamás se vuelve llamativa o pretenciosa, se suceden esos años de forma natural, sin saltos ni grandes golpes dramáticos. Tampoco hay grandes saltos temporales ni elipsis narrativas pretenciosas. Con una buena construcción narrativa y confiando en los actores, Linklater narra de forma naturalista una proeza cinematográfica única. Ese es el verdadero encanto de la película. El tiempo pasa, nada más, nada menos. Si el tiempo esculpe todo en el mundo, incluyendo a las personas, el cine abre la puerta para que el artista esculpa en el tiempo. La genialidad de esta obra maestra consiste en este doble juego. Linklater es un gran escultor.
La búsqueda de la identidad Realizado en Venezuela, en coproducción con Argentina, Perú y Alemania, es la historia de un niño de nueve años que está obsesionado con alisarse el cabello como su cantante ídolo. Pelo malo llega a su humilde estreno en Argentina con muchos festivales sobre sus espaldas, y estreno en varios otros países del mundo. Premiada en muchas competencias, la película dirigida por Mariana Rondón fue realizada en Venezuela, en coproducción con Argentina, Perú y Alemania. Cuenta la historia de Junior, un niño de nueve años que está obsesionado con alisarse el cabello para tenerlo como un cantante al que admira. Pero esto despierta todos los fantasmas homofóbicos de su madre Marta, que teme que sea una señal de la homosexualidad del pequeño. Ambos viven en un muy humilde monoblock en Caracas, Marta es viuda y está desempleada, además de tener que cuidar a una bebé, no sólo a Junior. Junior y su amiga sueñan, la niña con ser una Miss, y el niño con parecerse al cantante del pelo liso. Sueñan en un entorno hostil, duro, gris. El "pelo malo" del protagonista es sólo la excusa a partir de la cual la directora arma un relato que describe una sociedad, un entorno que intenta reprimir una conducta diferente a lo que las reglas sociales indican como correctas. La pelea por ese pelo es la pelea por la libertad y la identidad. Pero esta película, que se parece a otras docenas de películas que se hacen en Latinoamérica, repite todos los nuevos lugares comunes de lo que se supone deben hacer los países del Tercer Mundo. Una estética que se repite en tantas películas que se convierte en un lugar común, tan adocenado como el del más estándar cine comercial. Pelo malo no carece de virtudes, pero es poco lo que cuenta, y pierde demasiado tiempo en apuntes que no ayudan a la fluidez del relato, hasta que recién al final recupera algo de fuerza y obtiene los primeros momentos de emoción. Capítulo aparte merecería toda la polémica surgida alrededor de la película, no sólo por el tema, sino por su relación con la política de Venezuela. El protagonista no quiere parecerse a esos adolescentes de pelo rapado que, rifle en mano, representan a su patria de forma oficial. Muchas lecturas se han hecho y se harán, pero para ser justos con el film, las lecturas que se pueden hacer de la película son universales y trascienden en contexto. Sólo es de lamentar la falta de originalidad estética y un estancamiento en el relato que sólo con mucha indulgencia puede pasarse por alto. Con el furor latinoamericano que actualmente despierta 7 cajas, tal vez Pelo malo sea un éxito. Pero no podría haber dos películas más opuestas.
El sueño mexicano del cine La película es una impecable invitación para investigar en la vida de uno de los actores más importantes de ese país. Una destacable actuación de Óscar Jaeneda. Mario Moreno nació en la Ciudad de México en 1911 y murió en la misma ciudad en 1993. Fue el cómico más popular de su país y probablemente de toda Latinoamérica. El mundo lo conoció como Cantinflas y su extensa y prolífica carrera forma parte de la historia grande del cine. En esta época en la cual el biopic está tan de moda, no es raro que el cine mexicano decidiera apostar a una biografía de su cómico más querido. El enorme éxito de taquilla en su país confirma que la figura de Cantinflas se mantiene vigente. México, incluso, la envía al Oscar para la selección de los films nominados a mejor película extranjera. Como un film biográfico de manual, Cantinflas combina dos momentos de su vida, sus comienzos, desde antes de llamarse Cantinflas hasta el proyecto más conocido a nivel mundial en el que participó: La vuelta al mundo en ochenta días. El arranque de la película es veloz y el interés por conocer más de la vida de Mario Moreno, lo vuelve más apasionante. Pero la energía inicial se va apagando o va cambiando, cuando el director decide que la superproducción sobre el libro de Julio Verne se convierta en el eje central de la obra. Sin saberlo, o tal vez a propósito, la película juega mucho con la situación de varios actores en el cine mexicano. Popularidad en su país de origen, pero el deseo final de llegar a Hollywood. Como si acaso el actor en una película americana fuera el máximo objetivo de aquellos que hacen cine en México. Tal vez lo sea para el director, tal vez por eso México mande esta película al Oscar, en un claro gesto demagógico. Pero más allá de la lectura, está claro que en Cantinflas conviven dos películas. Ambas son interesantes, pero se anulan mutuamente. Comparemos con la reciente El sueño de Walt, donde en lugar de contar la vida entera de Walt Disney y la autora de Mary Poppins, se elige sólo contar el momento en el que ambos se reúnen en un film. Es interesante la historia de La vuelta al mundo en ochenta días y la lucha de su productor, Michael Todd, por conseguir llevar adelante semejante proyecto. Pero esa es otra película, muy diferente a la vida de Cantinflas. Para quienes no conocen a Mario Moreno, esta película tal vez sea una invitación a investigar más sobre su interesante historia. Como era de esperar, Óscar Jaenada, en el rol protagónico, realiza una actuación impecable, digna de destacarse. Caeré en el lugar común y para hablar sobre su gran actuación tan sólo diré: Ahí está el detalle.
El regreso de una muñeca maldita Con las mismas herramientas de siempre, la película profundiza la estética del cine de terror. Su director, John Leonetti logra mantener el suspenso y provocar miedo en los espectadores sin sangre pero con inteligencia. Annabelle no viene sola. El cine de terror es el cine en el que con más énfasis se han realizado y multiplicado las secuelas. Desde la década del treinta, con los clásicos monstruos de la Universal hasta la actualidad, el cine de terror ha vuelto sobre sus personajes una y otra vez. En el año 2013 una obra maestra del cine de terror llegó a las pantallas de todo el mundo. Se llamaba El conjuro (The Conjuring) y su director era James Wan, un experto en cine de terror, creador de la saga de El juego del miedo. El conjuro era un film de terror poseedor de un estilo fuera de moda, filmada con recursos de la década del cuarenta, como los films de la RKO. Gran utilización del fuera de cuadro, suspenso, puertas que rechinaban y efectos especiales que no intentaban apoderarse de la historia para convertirla en un show de post producción. La película demostró que con inteligencia y un refinado trabajo de dirección, se puede asustar y mucho a los espectadores, aun a los que están más acostumbrados al género. No podían quedarse en un solo film. Annabelle es una precuela de aquel film, que narra los hechos anteriores al comienzo de aquella historia y tomando como centro a la figura de la muñeca. Una pareja que espera familia compra la muñeca y la lleva a la casa para formar parte de la colección que tienen. Durante el embarazo ocurre un incidente con un culto satánico que parece dejar una secuela siniestra en Annabelle. El embarazo quedará a partir de ese momento bajo amenaza de una fuerza desconocida que parece querer quedarse con el bebé. Nada más se puede adelantar sobre la trama, el resto se develará poco a poco, siempre con la muñeca como figura ominosa y escalofriante. Annabelle es leal al estilo visual de El conjuro aun cuando no logre alcanzar su nivel. Pero no se produce un cambio estético notorio y las herramientas para asustar son las mismas. El temor a que un bebé esté en peligro es más que suficiente para que el espectador esté inquieto y algunos momentos muy inspirados producen una tensión que no permite la indiferencia. Los efectos especiales son pocos y los que aparecen tienden a ser utilizados de forma muy realista, lo que sin duda aumenta mucho más el terror. Menos sangre, más miedo, esa es la fórmula. Mientras tanto, ya se anunció El conjuro 2, dirigida por James Wan. Habrá que esperar ansiosos, porque por ahora, las historias y las películas son buenas. Eso sí, si tienen una muñeca en sus casas, seguro está noche dormirá afuera. No lo tomen a la ligera.
DRAMA Y PATETISMO CON DISFRAZ DE COMEDIA ROMÁNTICA Es un lugar común creer que hacer comedias románticas es algo fácil. Tal vez por eso el cine argentino se ha volcado en los últimos años a probar suerte en este tan taquillero género. En un principio Un amor en los tiempos de selfies parecía ser parte de esta tendencia. Así arranca y así lo sugería el título del film. Lucas es un cómico stand up y profesor de teatro. Guadalupe es una ejecutiva que toma clases con él para poder aprender a hablar en público. Son diferentes, pero todo indica, como ocurre en las comedias románticas, que se van a enamorar. Los lugares comunes se suceden, no por el género, sino por la forma en que se describen los personajes. Sin embargo aquello que arranca como una comedia romántica se transforma con el correr de los minutos en otra cosa, más dramática, y el protagonismo se va inclinando hacia Lucas, demostrando una vez más que en el cine argentino aun hoy cuesta hacer un cine sobre pareja que no esté centrado en el protagonismo masculino. Los personajes son distintos, pero el conflicto y las diferencias no los vuelven graciosos ni simpáticos, al contrario. Poco a poco, escena tras escena, tanto Lucas como Guadalupe se van transformando en personajes poco agradables. Lucas en particular termina siendo agresivo y maleducado de una manera inesperadamente violenta. Un amor en los tiempos de selfies no es una comedia romántica, está claro. Tampoco es un buen drama, por lo que queda entre dos géneros, generando poca empatía y desembocando en un final cuyo patetismo está tanto dentro como fuera de la trama de la historia. Algunos leves chispazos de humor apena disimulan una película muy difícil de sobrellevar, cuya intención de seriedad la vuelve peor que su ligereza inicial. La comedia no logra nunca encontrar el tono pero cuando aparece el drama se extraña esa comedia fallida inicial. Un único detalle interesante pero que lamentablemente está desperdiciado: la incidencia de las redes sociales en los vínculos humanos actuales. Muy poco para esta película que no cumple ni con la comedia ni con el drama.
Una de piratas “Construir máquinas de ficción que se emancipen de su origen, que se echan a andar de manera incontrolable” Mariano Llinás Una adaptación de El escarabajo de oro de Edgar Allan Poe. Hecha en Argentina en el año 2014. Si la película fuera solo eso, sería ya una rareza en el cine argentino. Pero no es solo eso, también es una relectura de La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, desde el punto de vista de los piratas. Y bastan los primeros minutos –los títulos- para saber que no son esas las dos únicas fuentes del relato. También hay textos de Leandro N. Alem y Victoria Benedictsson, cosa inexplicable en teoría, pero que tienen absoluta justificación en la trama. La película juega, como en otros films de El Pampero Cine dirigidos por Mariano Llinás (acá guionista), con la voz en off. No una, sino varias, en diferentes idiomas, tiempos y estilos. Contar historias, de eso se trata, contar y no parar de contar historias. A los nombres ya citados, y con el único fin de armarle un árbol genealógico, hay que sumarle la comedia alocada de Ernst Lubitsch, Jean Renoir y Luis García Berlanga, hayan sido influencias directas o no de esta película. También el espíritu de la literatura de Jorge Luis Borges se reconoce en la forma de jugar con la historias, en la frondosa cantidad de referencias y en la forma en que lo real y lo apócrifo se mezclan sin poder identificar cual es cual. La historia es la de un equipo de rodaje que trabaja en una coproducción con una directora danesa acerca de la vida de una escritora sueca pionera del feminismo. Al mejor estilo Hawks, la película arranca ya con el conflicto avanzado. Un actor amigo de los realizadores llega con la noticia de un tesoro escondido en Misiones. En pocos minutos empiezan a alterar todo el plan de rodaje para conseguir hacerse de ese tesoro. Como la película está basada la más famosa de las novelas de piratas, no es raro que el tono irreverente y algo melancólico del libro se extienda al relato. Las historias de piratas son cómicas, son farsas, y El escarabajo de oro es en ese aspecto una verdadera historia de piratas. También estamos frente a un caso de cine dentro del cine. La forma en que el plan de rodaje cambia y se encamina en nuevas direcciones, respira el mismo aire de libertad que la propia realización de la película tiene. Imposible no disfrutar de tanto cine. Una banda de sonido también fuera de serie, responsabilidad de Gabriel Chwojnik, aumenta la euforia desde el comienzo de la película, colocando al espectador en ese clima que es muy difícil encontrar en el cine contemporáneo, destinado en muchos casos al espectáculo vacío o al minimalismo también vacío de interés o encanto alguno. Como Relatos salvajes, el film más taquillero del cine argentino actual, El escarabajo de oro se arriesga, apuesta, cuenta algo, desea sorprender al espectador. No es tan común en el cine independiente –realmente independiente es El escarabajo de oro, tanto que ni pasó por el INCAA- que alguien ponga tanto énfasis en el relato, en el entretenimiento, en un espíritu folletinesco y rocambolesco que parece destinado solo al mejor cine popular, como lo fue antes para la literatura popular del siglo XIX. No hay que reclamarle nada a las demás películas, cada uno hace el cine que quiere. El que más me gusta a mí es el que hacen en la película acá analizada. Sin embargo no se puede decir que existan muchas películas como estas. Es más bien el espíritu, la diversión y los referentes culturales que han tomado lo que hace que a mí me gusta. Pero no sabía que se podía hacer una película como esta, sin duda hay una enorme modernidad en la forma que eligen para contar esta historia tan de otra época. No hay que contar toda la trama, le deseo al espectador que se sorprenda como yo me sorprendí. Lo quiera o no, esto va a ocurrir de todas maneras. Nunca se sabe que ocurrirá en la próxima escena. Es más que no saber lo que ocurrirá. El espectador no puede saber en qué lugar transcurrirá la siguiente escena, ni tampoco en que siglo va a transcurrir en incluso no hay manera de adivinar en qué idioma estará hablada la siguiente escena. Una maravilla, una caja de llena de sorpresas que no paran de asomar en cada momento. De todo hay en la película, por decirlo de manera simple. Hasta hay algún homenaje a Mouchette de Robert Bresson suelto por algún lugar de la película. ¿Cuántas cosas habrá en El escarabajo de oro que el espectador no descubrirá? Imposible saber, pero justamente ahí radica su encanto. Esa sensación de exceso, de inagotable fuente de ideas que aparecen en el film, es uno de los motivos por los cuales El escarabajo de oro transmite una enorme alegría. No existe una única forma de hacer cine, esto es más que obvio, pero al ver esta película uno siente que en el cine debería habitar siempre esta convicción para contar historias. Fuera del circuito comercial convencional, pero con aires de cine de culto, El escarabajo de oro no es una gran noticia para el cine argentino, es una gran noticia para el cine en general. No solo el arte de narrar está vivo, también lo está la comedia, la aventura del siglo XIX y el deseo de mantener en vilo al espectador de una punta a otra de una historia.
La muerte es una fiesta Un grupo de niños rebeldes llega a un museo donde una misteriosa guía los conduce hacia una visita no oficial por las instalaciones. Ella les habla de El libro de la vida y les cuenta la historia de dos niños y una niña mexicanos, y los eventos ocurridos en torno al Día de los muertos. El relato describe el mundo de los vivos, pero también describe dos lugares pertenecientes a los muertos: la Tierra de los recordados, y la Tierra de los olvidados. Este film de animación producido por Guillermo del Toro (El laberinto del fauno) y dirigido por Jorge R. Gutierrez es una de las grandes sorpresas del año. O tal vez no sea tan sorpresivo, porque Guillermo del Toro tiene una filmografía original, llena de ideas y con un imaginario visual más que interesante. Aunque a priori un espectador puede imaginar el film le debe algo a los films de animación creados por Tim Burton, en particular El cadáver de la novia, lo cierto es que Del Toro no le debe nada a nadie. Desde el comienzo queda claro que los dibujos son diferentes a todo lo que solemos ver dentro del cine industrial, que hay un minucioso trabajo de una gran belleza y que la excusa del Día de los muertos dará pie a muchas imágenes memorables. Hacía mucho tiempo que el cine de animación de alto presupuesto no ofrecía una combinación tan brillante de elementos. La película es muy pero muy divertida, tiene un ritmo ajustado y veloz y el humor funciona de manera exacta, con excelentes chistes y gags. A pesar de algunos momentos dramáticos, la película nunca se vuelve siniestra o angustiante. El clima de fiesta del Día de los muertos tiñe de un tono festivo todo el relato. En ese aspecto, el mayor temor que aparece en El libro de la vida es el de ser olvidado, no el de morirse. Mientras alguien es recordado por sus seres queridos, no hay de qué preocuparse. La tarea de los vivos no es llorar, sino recordar. Lejos de la tragedia, la muerte acá es mostrada de una manera mucho más tranquilizadora, sin mentiras ni promesas religiosas. Los personajes –protagonistas del relato que cuenta la guía del museo- están hechos a partir de las figuras tradicionales que se realizan para el Día de los muertos lo que sin duda le aporta gran belleza a toda la película. Si algo destaca a El libro de la vida es la belleza y el color de cada escenario. No faltan los personajes tradicionales de la festividad y cada escena es un despliegue inusual de imaginación visual. Un poco de modernización cultural y algunos intentos de acercarse a la cultura actual, completan la deslumbrante propuesta de la película. La suma de inteligencia, entretenimiento, humor y alegría de la película, la convierten por lejos en la película de animación del año, y una de las interesantes que se hayan visto en el cine actual.