Conflicto de puertas adentro El renacimiento del cine argentino que se produjo en la década del '90 nunca se apagó, y un gran número de realizadores construyó desde entonces una filmografía sólida y digna de atención. Entre la variada oferta de filmografías que ofrece el cine nacional, la de Anahí Berneri es una de las más notables. Y aunque Aire libre sea la primera de sus cuatro películas con gran proyección comercial, sus films anteriores son dignos de revisión y análisis. Un año sin amor (2004), Encarnación (2007) y Por tu culpa (2010) son, cada uno en su propio estilo, grandes largometrajes, todos interesantes, llenos de inquietudes e ideas. Lo novedoso en Aire libre es la presencia de dos personajes principales que se dividen el conflicto dentro de la trama. En las tres películas anteriores de Berneri, los personajes eran retratados de forma solitaria, aun cuando no estuvieran solos en la vida. Sus interacciones con el exterior no impedían que pudiéramos ver la soledad de sus pensamientos, sus miedos, sus deseos. Por eso sin duda Aire libre genera una tensión inédita dentro del cine de la directora. Los protagonistas son una pareja, Lucía (Celeste Cid) y Manuel (Leonardo Sbaraglia). El matrimonio, que tiene un hijo de siete años, se aleja de la ciudad e intenta iniciar un nuevo proyecto en una casa en las afueras. No hay duda alguna que esa casa que deben reciclar es una metáfora del propio matrimonio, pero como en todo buen film, la metáfora no impide que la película funcione en ese doble discurso de forma fluida y armoniosa. La idea de que cada persona tiene un mundo interior, difícil de conectar con el afuera queda puesta de forma amarga pero también lúcida en esta historia, donde dos personas que comparten un matrimonio se encuentran con que sus ideas, sus mundos, se han alejado y vuelto incompatibles. La maestría narrativa de Anahí Berneri se expone una vez más en su cuarta película y, como es habitual en ella, logra sacar el máximo de partido de la pareja protagónica. Tanto Cid como Sbaraglia consiguen transmitir perfectamente las ideas de la directora en cada una de las escenas. En un año de cine argentino que parece venir con todo, Aire libre es ya una de las películas imperdibles del 2014.
El monstruo sigue vivo Hace sesenta años se estrenaba en Japón el film Gojira, dirigida por Ishiro Honda. Para el mundo, el nombre de ese monstruo que le daba título al film sería Godzilla. En aquellos años Japón vivía el máximo momento de esplendor cinematográfico de su historia y a la vez, mantenía fresca la memoria de Hiroshima. Al mismo tiempo que Ishiro Honda filmaba este clásico de todos los tiempos, los maestros del cine japonés como Ozu, Naruse, Mizoguchi y Kurosawa alcanzan su esplendor como realizadores. Es divertido ver a Takashi Shimura, actor fetiche de Kurosawa, protagonista de Vivir y Los siete samuráis participando de este film. Pero el año 1954 pertenece a una época en la que las grandes potencias mundiales hacían pruebas nucleares. El film de Honda perteneciente a la ciencia ficción logró captar los temores de un país que eran parecidos a los temores de todo el mundo. Japón sabía del peligro de la era Atómica y el film Godzilla fue un entretenimiento que escondía un mensaje. Muchas, pero muchas secuelas tuvo este film y el personaje protagonizó docenas de films, historietas, dibujos animados y demás. Pero Hollywood nunca había podido darle la forma adecuada que combinara los elementos originales con todo lo que la industria norteamericana podía aportar. Pero el 2014 quedará en la historia del cine como el año en el cual eso cambió. Godzilla dirigida por Gareth Edwards logra lo que muchos ya no creían posible: una extraordinaria película americana de alto presupuesto e imágenes impactantes que respeta profundamente al personaje creado en Japón. ¡Enorme desafío si los hay! Ya no las bombas, pero si las centrales atómicas son en Japón algo inquietante. Esta nueva película cuenta la historia de varios personajes, en particular la de Ford Brody, un joven militar cuya familia se vio directamente afectada por una tragedia en Japón quince años atrás de las acciones principales del relato. Los personajes humanos nunca consiguen conmovernos profundamente, pero esto parece ser intencional. Con astucia el guión logra que el verdadero protagonista sea Godzilla. Poco a poco el monstruo se hace desear y cuando aparece en la pantalla no es de la forma que uno imagina. Resigna durante gran parte del relato su presencia pero luego se convierte en el gran personaje, protagonista absoluto del film. Con una maestría sin precedentes, el film logra que el monstruo sea moderno, creíble, impresionante desde todo punto de vista y a la vez se parezca al del film de 1954. Tanto respeto por el origen delata una gran comprensión acerca de la importancia y el impacto de aquel film. El mensaje de Godzilla es muy sencillo: los humanos no son los dueños del planeta. En 1954 o en el 2014, esto sigue siendo una verdad aplastante, como los pies del héroe de esta nueva y extraordinaria película.
Sobreviviendo con violencia en los márgenes Dos hermanos viven una vida casi marginal en Rust Belt, un pueblo cuya pobre economía gira en torno a una acerera que está a punto de cerrar. El escaso trabajo se vuelva cada vez más escaso. Es entonces que el hermano mayor (Christian Bale) termina en la cárcel por un accidente de auto y su hermano menor (Casey Affleck) –ex combatiente de Irak– comienza un declive muy difícil de remontar. Con un elenco de grandes actores y emulando la violencia de directores como Michael Cimino y Paul Schrader, el realizador Scott Cooper arma un drama intenso con elementos policiales y una mirada sórdida y cruda de estas vidas en declive. Las escenas de gran violencia, impactantes y difíciles de tolerar, funcionan como una forma efectista de realismo bastante discutible. Pero ese naturalismo que la película parece buscar con mucha intensidad –no falta la cámara en mano, la suciedad en todas y cada una de las personas y los ambientes– lo abandona al querer realizar una metáfora importante –émula de El francotirador (The Deer Hunter, 1978) de Michael Cimino, por ejemplo– y subrayada. Cuando la película decide darse esa importancia, curiosamente la pierde. Sus símbolos y metáforas resultan muy torpes en contraposición a toda su estética. Hay muchos ejemplos de cómo construir una mirada dura sobre la realidad de un pueblo y sus habitantes sin cae tan fácil en impactos superficiales. Lo más criticable de La ley del más fuerte es lo efímero y directo de su discurso. Los actores le dan a todo una enorme gravedad pero cumplen igual con su trabajo. A los protagonistas hay que sumarle a Woody Harrelson, cuya facilidad para pasar de un film a otro de simpático a monstruoso es impresionante, y otros actores de gran nivel como Willem Dafoe, Sam Shepard, Zoe Saldana, entre otros. La venganza como móvil puede producir tensión e interés, pero cuando se quiere decir algo importante, más vale que lo que se haga esté a la altura de lo que se anuncia. No pasa esto con esta película que trata de imponer gravedad en cada una de las escenas. Tampoco ayuda demasiado la violencia y la sordidez que el director explota al máximo y que produce más asco que efecto dramático.
Una comedia sin vuelo Con Cameron Diaz, Leslie Mann, Kate Upton y Nikolaj Coster-Waldau, el film ostenta una ideología ambigua, esta película lanza algunas máximas tan reaccionarias como pavas. Una mujer deja atrás su vida de relaciones efímeras al enamorarse del que cree su hombre ideal. Pero entonces descubre que él está casado. Ambas mujeres (Cameron Diaz y Leslie Mann, respectivamente), que ignoraban la existencia de la otra, se conocen y en lugar de una batalla se inicia una amistad. ¿Pero habrá más mujeres además de ellas dos? Con este punto de partida, esta comedia busca sumarse al humor femenino que la comedia norteamericana ha logrado explotar con grandes resultados. Lamentablemente, la falta de vuelo –a todo nivel– que muestra esta película desalienta cualquier esperanza de estar frente a un título interesante o innovador. La pereza estética, los lugares comunes narrativos y algunos violentos avances en el guión articulado de forma absurda le quitan fuerza a la película minuto tras minuto. Teniendo tres protagonistas femeninas, que una de las tres no pueda ser construida como personaje habla de una limitación de guión. Casi podría decirse que se sospecha un montaje algo complicado. La película en sí se encarga de agregar el humor escatológico propio del cine actual y no deja fuera escenas grotescas que no conducen a ningún lado. Lo escatológico no es para todos y esta película lo demuestra. A eso hay que sumarle la construcción de otros personajes, como la secretaria de Cameron Diaz, personaje lamentable y muy mal dibujado. Y sin duda alguna el marido de la protagonista es un personaje que pasa de mamarracho a catástrofe, intolerable al final de la película. El primer tercio de película entretiene, el segundo comienza a mostrar graves problemas de todo tipo, y el último es una caída libre que asumo se debió a problemas en el proyecto, porque es durísimo. El film pasa a ser demagógico y aburrido, de venganza femenina al peor estilo de El club de las divorciadas. Ya no se trata de problemas, sino de una resolución torpe tras otra. Como broche de oro, la película lanza algunas máximas tan reaccionarias y pavas que dan profunda vergüenza ajena. No hay que desesperar, la comedia con mujeres ha dado dos grandes películas en los últimos años y siempre se puede volver a ellas: Damas en guerra y Armadas y peligrosas, brillantes y osadas. Mujeres al ataque es casi una película contra estas comedias y contra las mujeres.
Viejos conocidos con la magia intacta La segunda parte de la saga tiene una intriga policial, con Kermit de protagonista, y entretiene a chicos y grandes. Estamos en 2014, ya han pasado años desde el nacimiento de Los Muppets. Siete películas de cine, otros tantos especiales de televisión y por supuesto El show de los Muppets, donde la creación de Jim Henson alcanzó su fama mundial en la década del '70. Pero lo que es realmente asombroso y digno de destacar es que a pesar de haber cambiado de manos a los largo de los años, cada uno de los involucrados en cada uno de los proyectos de Los Muppets parece haber entendido la consigna y mantenido la esencia misma que los vio nacer. En esta primera secuela –cuyo número musical inicial ya podría ir llevándose un Oscar– de la nueva etapa, el humor brillante y autoconsciente se muestra en su mejor forma. Con la ayuda de excelentes comediantes, como Ricky Gervais y Tina Fey, los legendarios personajes de Jim Henson consiguen una comedia dinámica, corrosiva, por momentos bastante arriesgada (hay chistes sobre un Gulag a lo largo de toda la trama) y siempre graciosa. La trama juega con un paso de comedia clásico, el protagonista Kermit tiene un doble casi idéntico llamado Constantine, la rana más peligrosa del planeta. Constantine ocupará el lugar de Kermit, condenando a la rana a quedar en un Gulag. A diferencia del film del año 2011, esta película mantiene el humor de punta a punta de la trama y no se detiene nunca con momentos sentimentales. Sin duda, la presencia del actor británico Ricky Gervais (creador de The Office, versión inglesa) permite que se desarrolle un humor más ácido bien a su estilo. Quienes conozcan a los personajes sumarán capas al humor, quienes sepan algo de cine comprenderán mejor los chistes, pero la trama es muy divertida más allá de eso. Esta es una de las razones que hacen que sea una pena que las copias en idioma original brillen por su ausencia en nuestro país. Los chicos sin duda disfrutan de Los Muppets, pero su humor inteligente y complejo está fabricado principalmente para el disfrute del público adulto. Los cameos y las sorpresas están, como es habitual, a la orden del día y no hay que arruinarlas acá contándolas. Hasta el final de los títulos, Los Muppets 2: Los más buscados es una fiesta. Su humor y su inteligencia se mantienen intactos.
Un film sin novedades Remake franco canadiense del exitoso film francés District B13 (2004) cuyas escenas de acción se destacaban por el uso del parkour. El parkour es una disciplina de origen francés que consiste en moverse por entornos urbanos o no (los que conocemos suelen ser los urbanos) utilizando sólo el cuerpo, saltando de forma rápida y fluida de una superficie a otra. Para decirlo mal y pronto: gente saltando por todos lados, entre techos, paredes, alambrados y ventanas. Estas imágenes hoy ya forman parte del imaginario cinematográfico y muchas películas las incorporan como parte de la acción. Tanto District B13 como sus secuelas son clarísimos representantes del parkour en el cine. Esta nueva versión vuelve a tener a Luc Besson y Bibi Naceri como guionistas, aunque cambió al director y el elenco en esta película de acción urbana ambientada en un Detroit distópico. El protagonista es Paul Walker y este fue el último papel completo que realizó antes de su muerte. El malogrado joven actor cumple con su rol, y su efectividad es indiscutible, pero no alcanza con eso para hacer de esta película un relato que valga la pena seguir. Lo acompaña David Belle, que es justamente un personaje famoso del parkour y que participó también en los films franceses. Un barrio peligroso sin dudas es también un gran marco, pero a pesar de todo, la sensación de imágenes repetidas, de cámara lenta utilizada de forma excesiva y agotadora, hacen que la locación parezca más de video clip que de justificada importancia para una trama cinematográfica. Algunos momentos inspirados del mencionado parkour pueden generar cierto interés, aunque lo mismo puede encontrarse buscando videos en Internet.
Música y colores para un rato Las nuevas aventuras de los pajarracos animados los vuelve a encontrar en Brasil para el despliegue de un universo natural donde conviven y sortean las amenazas al planeta. No hay grandes misteRíos detrás del éxito de Río y tampoco lo habrá detrás de Río 2. Brasil se ha vuelto un punto clave para el cine y el deporte mundial en estos últimos años. Hollywood claramente elige sistemáticamente este país para ambientar sus películas o para colocar en ellas puntos clave de las historias. Algunos directores nacidos en Brasil han logrado hacer carreras de fama mundial también. En el caso de los dos films de Río el espíritu de Brasil es todavía más fuerte que en otras producciones. No sólo por la importancia del país en todo el imaginaRío y el argumento, sino que hasta el experto en animación que dirigió ambas es también originaRío de dicho país. Carlos Saldanha dirigió los primeros tres films de La era del hielo y también Robots. Aunque su cine no pasa para muchos de la medianía, hay que decir que ha sabido tener mucho éxito con sus películas. Río vuelve con los personajes de la primera entrega y los embarca en una nueva aventura llena de sorpresas. El despliegue de colores y música que fue el punto más fuerte del primer film se repite aquí con fuerza y sin duda es su mayor encanto. Un viaje al corazón de la selva amazónica será también la excusa para conseguir que la paleta de colores y los bellos fondos tengan un protagonismo indiscutible. Pero también hay que decir que no hay mucho más detrás. Al parecer solo Pixar y Disney consiguen, en mayor o menor medida, darle a los films de animación norteamericanos ese toque extra que las convierte en obras mayores. Pero a su vez fuera de ese ámbito poderoso se respira un poco más de humor absurdo y disparate, algo que también le sirve al cine de animación y al cine en general. En Río y también en Río 2 el humor absurdo juega un papel clave, sin tampoco pasarse de osadía, claro está. Finalmente, y con derecho, un film ambientado en el Amazonas no puede pasar por alto conceptos ecologistas. Está bien que así sea, en tanto no parezca una bajada de línea forzada y sin sentido. Estas aves con conductas humanas siguen siendo animales y es evidente que su ambiente natural está amenazado. Tal vez esa es una idea no del todo aprovechada, los pájaros y los humanos son lo mismo: habitantes de un planeta amenazado. Pero siempre Río 2 se mantiene a una prudente distancia de las ideas complejas. Tal vez ese sea su encanto y su límite.
Un film en problemas En el siglo XXI llevar la pantalla la historia del Arca de Noé es más problemático de lo que parece. Por un lado, el público ya no asume esa historia como una realidad indiscutible, al contrario. Y por otro lado, las personas más religiosas, no quieren que Hollywood juegue con la Biblia. En menudo problema se metieron al hacer Noé, sin duda. Pero al final de todo, la historia del Arca es una gran historia para el cine catástrofe y aun siendo una fantasía, la idea de los animales transportados en ella sigue siendo de interés para los niños del mundo. No fueron pocos los problemas que tuvo su director, Darren Aronofsky, al hacerse cargo de semejante producción. Si los grupos religiosos se quejaron, por suerte las asociaciones protectoras de animales no. Los animales que aparecen en la película son todos creados digitalmente. Un problema menos. Asumiendo su idea de ficción, no exenta de metáforas religiosas, Noé debe ser analizada como una película, porque después de todo, eso es lo que es. La historia es la de los descendientes de Adán y Eva, más concretamente del tercer hijo, Set. Noé y los suyos, son los que han seguido el camino de los justos, mientras que una inmensa mayoría que proviene del linaje de Caín, ha convertido a la Tierra en un infierno. Sobreviviendo junto con su esposa e hijos, Noé recibe del creador el anuncio de un diluvio que arrasará con la humanidad y la orden de construir un arca para proteger a las especies animales. La película no se ocupa casi nada de dicho diluvio ni de los animales, sino más bien de todo el conflicto de Noé y su familia, así como también de sus enemigos. Dicho conflicto está teñido por el tema religioso. La idea de un creador que hizo todo, la convicción de la existencia de un paraíso, el pecado, el castigo de dicho creador a la humanidad, todo eso como guión cinematográfico es otra cosa. Noé apuesta por una lectura religiosa sin vueltas, aunque brevemente juegue con la desmitificación de la creación, y las escenas resultan, religiosas o no, algo falsas. La película adolece de una notable falta de convicción, posiblemente porque debe explorar ideas religiosas en combinación con realismo cinematográfico contemporáneo. De dicha tensión la película no sale bien parada y el cine en general tampoco.
El crecimiento de los grandes héroes En una nueva entrega de la saga creada alrededor de Los Vengadores, se estrena una segunda película "solista" del héroe del uniforme y escudo con el color de la bandera estadounidense. Un thriller político con mucha acción. Los héroes del cómic están desde hace ya una década al tope del interés cinematográfico en el cine industrial. Capitán América y el soldado del invierno forma parte del mega proyecto cinematográfico de Los Vengadores, ya que de hecho el Capitán América ha sido denominado justamente El primer vengador en el film anterior. De todos los héroes de la saga, el Capitán era, por razones obvias, el más antiguo y clásico. Su forma de ver el mundo y sus principios también lo eran. Acá, la película y el gran guión se encarga de presentar con indudable éxito a ese personaje de la década del '40 teniendo que enfrentarse a los conflictos del presente. Sus certezas se derrumban y sus conflictos se multiplican frente al mundo actual. Es que Steve Rogers –el Capitán América– es un héroe clásico de otra época, alguien que no puede imaginar el universo conspirativo en el que en esta historia deberá meterse. La película es un thriller político al estilo de la década del '70, y no por nada es una figura relevante Robert Redford, héroe de esta clase de films. Pero al film de intrigas políticas lo rodea y lo cubre una gigantesca película de acción con superhéroe. La acción acá brilla, se justifica y los efectos tienen una perfección de esas que hoy tomamos como corriente, aunque hace unos pocos años era imposible de soñar. Pero es interesante que esto esté en permanente tensión con las ideas del protagonista y que esto sea, justamente, la fuerza que une y le da sentido a una producción tan gigantesca. El gran problema de estas películas suele ser muchas veces la imposibilidad de dotar de humanidad a los personajes, y El Capitán América y el soldado del invierno es un ejemplo de cómo resolver esto. Lo mismo ocurre con la fuerza del villano. En la anterior entrega de este superhéroe, el villano no lograba estar a la altura, pero acá esto se resuelve y le aporta un condimento extra. Si bien se extraña un poco la década del '40 del film anterior y toda su estética, hay que decir que la película cumple con creces todos sus objetivos. Funciona para el personaje, funciona dentro de la saga y funciona como película más allá de lo que uno sepa o conozca de este universo. Como siempre, hay que quedarse hasta el final de los títulos de crédito. No lo olviden.
Del melodrama policial al romanticismo Jason Reitman, el mismo director de La joven vida de Juno (Juno) y Amor sin escalas (Up in the Air) no parece tener suerte con las traducciones de sus títulos, y así es como Labor Day (Día del Trabajo) se estrena aquí como Aires de esperanza. Absurda traducción, obvia en su significado y hasta con opinión acerca de lo que el espectador va a ver. Pero por suerte las películas son más que eso. Aquí, Reitman –hijo del famoso director Ivan Reitman, recordemos– cuenta la historia de Adele (Kate Winslet, siempre poderosa, siempre impecable) una mujer deprimida, aislada de la vida que vive junto con su hijo adolescente. Frente a ellos aparece un fugitivo de la justicia (Josh Brolin, un gran actor recuperado) quien estaba preso por haber asesinado a su esposa. La tensión de la película va entre el policial y el melodrama, pero busca abrirse paso hacia un drama romántico. La combinación de todo esto no siempre da el mejor resultado, pero el talento actoral y el oficio del director consiguen que las cosas se encaminen. En muchos aspectos, eso sí, la película está algo lejos del humor irónico que Reitman trabajó en otras oportunidades. O tal vez aquí hace más evidente lo anunciado desde siempre en su filmografía, y que Reitman no es un director cínico y que de hecho muchos de sus personajes terminan descubriendo que el cinismo es, justamente un callejón sin salida. Rara historia eligió para manifestar abiertamente esta idea, pero tampoco se le puede acusar de haberse traicionado a sí mismo. Quedará para el debate cierta ambigüedad ideológica o posibles contradicciones, pero justamente son material debatible por lo ambiguo. Aquellos que por el contrario renieguen de lo cursi, es posible que no se sientan a gusto con este relato, un relato que tiene sus vueltas de tuerca, sus idas y venidas, pero que sin embargo da un saldo positivo debido a que hay convicción en la forma en que la película se cuenta, así como también existe esa misma convicción en los actores, no solo la pareja protagónica, sino también el pequeño actor (Gattlin Griffith), que observa el mundo que lo rodea con la misma esperanza y angustia con la que seguramente el director quiso que nosotros observáramos su film.