Animación de segunda línea Las historias de animales y el cine de animación van de la mano. El animal diferente que termina siendo el elegido son tan antiguas como la animación misma. Las historias de animales y el cine de animación van de la mano. El animal diferente que termina siendo el elegido son tan antiguas como la animación misma. En Khumba, vemos elementos en común con muchas historias de la historia del dibujo animado, pero no es la falta de originalidad lo que la convierte en un producto olvidable. Se puede ir por caminos transitados y renovar los temas para una nueva generación de espectadores, sin duda, el problema es cuando la historia no tiene el interés suficiente para atraer. El protagonista que da título a la película es una cebra que nace con la mitad del cuerpo sin rayas. Esto produce en su manada un estado de alerta y desconfianza que desembocará en la expulsión de la pobre cebra, al quedarse sin agua y creer que el animal diferente es el culpable. Sudáfrica ha intentado producir un cine de animación capaz de competir con Hollywood, pero la verdad es que se ve más como una imitación fallida que como un cine de calidad con su propio estilo. Hace poco se estrenó también Zambezia, otra película que tenía características similares a Khumba, además de su origen. El cine de animación se ha mostrado capaz de diferentes clases de estéticas y estilo a los largo de los años y en la actualidad también. No son pocos los estudios que intentan apoderarse del mercado con grandes productos, a veces por sus méritos y en otros casos simplemente grandotes. El problema es que frente a la cantidad de films animados que se estrenan por año –y que en Argentina dominan la taquilla– la tolerancia frente a los mediocres por suerte es cada vez menor. Un film animado de calidad baja es algo complicado de digerir. Cuando algo no tiene timing no es fácil engancharse. Y los giros dramáticos mal hechos producen más fastidio que dramatismo. Khumba tenía destino directo al formato casero, pero quiso la distribución y su origen que pudiera convertirse en un estreno de cine.
Inteligencias artificiales El Dr. Will Caster (Johnny Depp) está a un paso de lograr la creación de una inteligencia artificial capaz de pensar y actuar como un ser humano, pero al mismo tiempo, usando también la lógica. Por desgracia, su sueño se ve interrumpido cuando sufre un atentado que le condena a una muerte lenta. Entonces, su compañero Max (Paul Bettany), y Evelyn (su mujer, interpretada por Rebecca Hall) deciden salvarlo introduciendo su mente en una computadora a pesar de los riesgos que pudieran suceder. Una vez logrado esto, Will ambiciona más y necesita más, pero la pregunta es: ¿es realmente Will o la máquina ha adoptado su persona para lograr alcanzar el poder absoluto? Como queda anunciado, hay quienes se oponen al proyecto en general y habrá que tengan dilemas morales de los que carece Caster. El director de la película es Wally Pfister, colaborador de Christopher Nolan, quien le permitió que esta sea su primer film, al dejarle el proyecto. Eso explica la presencia de varios actores que trabajaron con Nolan a lo largo del largometraje, como Morgan Freeman, Cillian Murphy, Rebecca Hall. El guión sin duda es perturbador y el futuro de la inteligencia artificial sin duda es un gran punto de partida para una trama. La película sorprende en más de un pasaje y logra que sea creíble aun cuando sus desafíos de lógica son muchos. La ciencia ficción interpela al espectador constantemente, mostrando un futuro que no es otra cosa que la proyección disimulada de nuestro presente. El clima de opresión de angustia se desarrolla principalmente en la primera parte del largometraje, alcanzado allí sus mejores momentos, a todo nivel. Hacía el final, la película tiene muchas escenas espectaculares, muy bien realizadas, pero que le sacan el pie al acelerador de las grandes preguntas que al comienzo el relato proponía. Sobran ideas, pero muchas quedan sin desplegarse del todo. Aun así, un elenco verdaderamente de lujo consigue animar e interesar a lo largo de toda la historia. Como todo buen film de ciencia ficción, queda flotando la pregunta acerca de que tan lejos estamos de que literalmente lleguemos al mundo que describe Trascendence. Mientras tanto, queda claro que la virtualidad es parte de nuestra existencia y ha cambiado en mayor o menor medida el mundo tal cual lo entendíamos.
Gracias por la música Hace muchos años que Clint Eastwood, el director de Jersey Boys, es llamado el último de los clásicos. Hace décadas que él mismo es uno de los grandes gigantes de la historia del cine mundial. Y ahí está, vigente, vital y octogenario filmando películas tan variadas como bellas, explorando sus obsesiones y sus temas una y otra vez, siempre en el más clásico e irreprochable de los envases cinematográficos. Jersey Boys está basado en un exitoso musical de Broadway que también se ha representado en otras grandes capitales del mundo. La historia es la de Frankie Valli and The Four Seasons. No es la primera vez que Clint Eastwood realiza un biopic sobre músicos. En 1988 había logrado su primer golpe fuerte de prestigio en Cannes cuando dirigió Bird, la biografía cinematográfica de Charlie Parker protagonizada por Forrest Whitaker. Eastwood, también músico, dirigió varios documentales centrados en músicos. Acá realiza un ejercicio de maestría narrativa impresionante, al lograr no solo la combinación de varios puntos de vista y la inclusión de un alto números de canciones, sino el hacer que un musical no sea, en el sentido estricto, un musical. Eastwood toma una historia nostálgica, cercana a la época de su propio comienzo como artista, y sin volverla deprimente la dota de una mirada amarga y desencantada. Al optimismo de las canciones y su alegría, le contrapone los duros golpes de la vida que Frankie Valli debe enfrentar. Sin irse encima de los golpes bajos y sin entregarse a la auto indulgencia, Clint Eastwood logra hacer de esta película una obra absolutamente personal. La película es una reflexión sobre el arte y esa forma de perfección negada en la vida que se suele presentar cuando, por ejemplo, cuatro personas cantan juntas. Otros temas que obsesión profundamente al director, como el legado y los hijos, forman parte fundamental de la trama. Como remate, hay que decir que sin caer en golpes bajos ni sensiblerías, la película se vuelve, escena tras escena, cada vez más emocionante. Ni hablar de las canciones, claro o de la enorme presencia de Christopher Walken. Es una alegría enorme presenciar una narración tan perfecta, sin duda, más aun cuando esta clase de belleza hoy es completamente olvidado por casi la totalidad de los cineastas en actividad. Lo que me hace acordar al final de Manhattan, un joven Woody Allen enumeraba las razones por las cuales la vida valía la pena. Sinatra, Louis Armstrong, Cezanne, Groucho Marx, entre otras personas u obras de arte significativas. Cuando tengo que describir el placer que me produce Jersey Boys lo primero que viene a mi mente es que las películas de Clint Eastwood son una de las mejores razones por las cuales vale la pena la vida y el cine.
Secuela que sube la apuesta La nueva producción de los estudios Dreamworks vuelve a explorar con imaginación y gran vuelo visual la historia ambientada en la época de los vikingos, con mucho humor. Dreamworks, el estudio que creó las sagas de Shrek, Madagascar y Kung Fu Panda, logró con Cómo entrenar a tu dragón (How to train your dragon, 2010) alcanzar un escalón mayor, accediendo a una trama menos infantil y consiguiendo un relato más clásico. Aunque la historia parte de un absurdo y políticamente correcto mundo de los vikingos, el humor, los sentimientos y el despliegue visual lograban que todo llegara a destino. Sin duda era el mejor film creado por este estudio. Ahora han pasado algunos años y el pueblo de Berk vive en absoluta armonía con los dragones. Hiccup (Jay Baruchel) y Toothless siguen explorando territorios en busca nuevas tierras y se encuentran con una nueva aventura. Cazadores de dragones por un lado y una isla con cientos de dragones viviendo en armonía con un misterioso personaje por el otro. Lo primero que hay que decir de esta secuela es que aun estando acostumbrados a la calidad visual, no se puede ignorar la maravilla que tenemos frente a nuestros ojos. El cine tiene guión y tiene sonido, por supuesto, pero sigue siendo por encima de todo un arte visual, y en ese aspecto Cómo entrenar a tu dragón 2 tiene sus valores más relevantes. Como toda secuela, está obligado a subir la apuesta y lo consigue, al menos desde el despliegue visual. El anacronismo de la primera parte se mantiene y acumula más contradicciones de corrección política, en contraste con el salvaje mundo vikingo que se supone describe. No es para tomárselo muy en serio, pero ideológicamente la película no es muy coherente tampoco. Tiene sus momentos de humor, asombro y en particular de diversión. Una vez más, no es una propuesta para los más chicos de los chicos, pero tampoco se vuelve demasiado siniestra en ningún momento. La versión en 3D proporciona buenos momentos y en el idioma original queda muy claro que no hay intención alguna de realismo, ya que Hipo (así es el nombre del protagonista en castellano) es un adolescente sacado de cualquier colegio del año 2014. En inglés, el extra será escuchar la magnífica voz de Cate Blanchett. Difícil elección si se van con niños. Eso sí, puestos a elegir sala para verla, sí o sí aconsejo se busquen la más grande pantalla que encuentren, ya que la película tiene algunas escenas que dejarán al espectador con la boca abierta.
La maldición de las parodias sin fin Las parodias tienen una vida útil limitada. Se necesita mucho talento para que una parodia consiga tener la trascendencia del material elegido para parodiar o incluso superarlo. In-actividad paranormal es la secuela de ¿Y dónde está el fantasma? (A Haunted House), pero las absurdas traducciones para el estreno local parecen querer disimular la conexión entre ambas películas. Las parodias tienen una vida útil limitada. Se necesita mucho talento para que una parodia consiga tener la trascendencia del material elegido para parodiar o incluso superarlo. In-actividad paranormal es la secuela de ¿Y dónde está el fantasma? (A Haunted House), pero las absurdas traducciones para el estreno local parecen querer disimular la conexión entre ambas películas. Sin embargo, la conexión es clarísima: son las dos espantosas. Una vez más, el material de base es la película Actividad paranormal, que ya bastante agotada está como fórmula en sí misma. El protagonista de la película, Malcolm (Marlon Wayans), se va a vivir con su nueva novia (Jaime Pressly) y sus dos hijos. Pronto descubrirá que algo raro hay en la nueva casa y, al uso de los films que parodia, descubrirá poco a poco qué es lo que pasa. A la parodia a Actividad paranormal se le suman elementos de otros dos films de terror exitosos como Sinister y El conjuro. La explotación de éxitos como elemento de parodia urgente y atolondrada ya hace rato que se ha convertido en un cine que no debería ni asomarse por las salas de cine comercial. Pero al parecer espectadores que no se quieren mucho a sí mismos aceptan que les vendan estos sub-productos lamentables. Los mejores chistes del film aparecen al comienzo, cuando todavía hay energía para tolerar los malos. En menos de media hora, la película está agotada y lo que sigue es simplemente cumplir con la duración estándar para la explotación comercial. Las parodias buenas vale la penas verlas en cine, las mediocres suelen ser aceptables en cable, las tan malas como esta es mejor no verlas jamás. La única maldición que refleja bien al género de terror es que las sigan haciendo. Ojalá esta sea la última.
Secretos del pasado El cine de terror se sostiene a lo largo de los años de forma indiscutible. Lo inexplicable, lo misterioso, lo que no podemos entender, abre la puerta para el temor y el género se sirve de eso. Pero hay mucho más que la raíz de lo siniestro para dotar a estas películas de un valor artístico relevante. El cine de terror se sostiene a lo largo de los años de forma indiscutible. Lo inexplicable, lo misterioso, lo que no podemos entender, abre la puerta para el temor y el género se sirve de eso. Pero hay mucho más que la raíz de lo siniestro para dotar a estas películas de un valor artístico relevante. Todas las semanas aparecen títulos que intentan entrar, cada uno a su manera, en el imaginario del terror elegido por los espectadores. El pacto no está exenta de valores e interés, pero difícilmente consiga encontrar su espacio en la historia. Annie (Caity Lotz) y Nichole (Agnes Bruckner) son dos hermanas que se han distanciado pero deciden reunirse a partir del fallecimiento de su madre. Nichole desaparece misteriosamente y Annie debe buscarla a la vez que se enfrenta a los traumas de su infancia, un secreto siniestro y una presencia espectral vinculada con aquel pasado terrible. La diferencia entre esta película y otras del género es que se sostiene en buenas actuaciones y que con pocos recursos logra los efectos terroríficos de las grandes producciones. Esboza en las primeras escenas un tono más de drama que de terror, pero –a medida que avanza– el terror va a ganando poco a poco su espacio, a veces con logradas resoluciones de puesta en escena, a veces con golpes de efecto que emparentan a este título con lo más estándar y poco original del género. Si no se estrenaran por año docenas de films que utilizan algunas de las cosas que acá vemos, sería sin duda mucho más sencillo disfrutar de este título, que cumple con la base de lo que uno va a buscar cuando elige ver una película de terror. Pero no alcanza nunca el estatus de obra de importancia. Como sea, lo que sí es seguro es que ya tiene secuela (este film es del 2012), pero no diremos quienes aparecen en ella y quienes no.
Manager en busca del destino John Hamm (de Mad Men) es el protagonista de este film donde también aparecen el conocido Bill Paxton y un trío de actores de la India, en una fusión de cricket y béisbol. Las películas basadas en hechos reales no tienen un valor extra como obras de arte, a lo sumo pueden parecer un poco más curiosas o graciosas cuando vemos que el absurdo que retratan realmente ocurrió. Un golpe de talento (originalmente titulada Million Dollar Arm) cuenta la historia de J.B. Berstein, un representante de deportistas que descubre que las reglas de su trabajo y la forma de entender el deporte han cambiado. Decepcionado por la realidad (un poco en esto la película remite a Jerry Maguire) descubre una idea disparatada que le permite volver a entrar al juego y sorprender con algo inesperado. Decide buscar en la India (donde el deporte más importante es el cricket) jóvenes que participen de un programa de televisión llamado El brazo del millón de dólares, y a los ganadores llevarlos a Estados Unidos para que participen de las grandes ligas de béisbol. El coqueteo con el exitoso film ¿Quieres ser millonario? ayuda al espectador a interesarse por la historia, pero ya en Estados Unidos se trata de una película deportiva con humor y, ya que estamos, una historia de amor. Un golpe de talento es una película para sentirse bien; emocionante, simpática y agradable. Muy bien contada, con actores conocidos, como John Hamm (nada menos que el protagonista de la serie Mad Men) y Bill Paxton, y un trío de actores indios que obviamente son pura simpatía y derroche de carisma. Aunque el film está basado en hechos reales y en Internet es fácil buscar data sobre todo que cuenta, aconsejo que no lo hagan porque la película se disfruta mucho viviéndola en directo, sin avisos previos, sin saber qué pasará con los personajes. El director Craig Gillespie (el mismo de Enemigo en casa, Lars y una chica real y Noche de miedo) vuelve un poco al comienzo de su carrera, bastante rara, por cierto, y parece sentirse cómodo con el deporte, aun cuando este film sea el más popular de su carrera y el que tenga el menor número de elementos perturbadores. Pero como demuestra la aparición del film Sus dos pasiones (The pride of the Yankees, 1942) con Gary Cooper, el deporte siempre ha sido un espacio de emoción cinematográfica genuina y los héroes que se generan alrededor de él siempre conmueven. En ese aspecto, Hamm consigue, con su estilo de la vieja escuela, dar con el perfil ideal para la historia.
Con el western no, MacFarlane El western es el género norteamericano por excelencia, en más de cien años ha sabido dar más obras maestras que cualquier otro género y construir una mitología cinematográfica capaz de incluso ponerse en duda a sí misma. Maestros como John Ford, Howard Hawks, Anthony Mann, Budd Boetticher, Don Siegel, Sam Peckinpah y Clint Eastwood, entre muchos otros, han encontrado en el Oeste una de las pocas épicas posibles en el siglo XX, esto último según nada menos que Jorge Luis Borges. Pero de tanto en tanto llega un objeto anómalo como A Million Ways to Die in the West, de Seth MacFarlane (el creador de Family Guy y Ted). No hablamos de una rareza, ni de una nueva mirada, ni siquiera de una ingeniosa parodia, hablamos de un film que toma el western sin justificación alguna, con el único objetivo de atacarlo e insultarlo de punta a punta. Pero si aceptáramos por un instante la mirada bruta e ignorante del director, si creyéramos que esta ignorancia no es síntoma de un director mediocre, aun así la película es terriblemente mala. El humor está fuera de timing, los gags están ejecutados de manera tal que no pueden interesar, muchas escenas no conducen a nada y ni siquiera ayudan a expresar alguna idea o mirada por parte del realizador. No falta una dosis de humor escatológico de grueso calibre y humor políticamente incorrecto que de todas maneras se contradice a sí mismo porque el director tiene también su agenda política muy clara. Una series de sorpresas que no anticiparemos acá y una escena al final de los títulos no logran salvar a este pseudo film de un naufragio catastrófico. Incluso aquellos que hacen un genuino esfuerzo por actuar bien, como Neil Patrick Harris, sucumben frente a los caprichos de un director que se enreda en sus propios lugares comunes. Incluso toda su carga de cinismo y revisionismo se borra con la historia romántica, tan mediocre y edulcorada como las más estándar de las películas. El que haya tantos planos del Monument Valley no deja de ser la peor manera de recordarnos que allí, años atrás, el más grande directores de todos los tiempos, John Ford, dirigió varias de sus obras maestras. Pero A Million Ways to Die in the West no es digna de comparación. Ni siquiera está a la altura del cálido homenaje paródico que hizo Mel Brooks en la década del 70. Seth MacFarlane llegó tarde a todo y no aportó nada. Una invitación a no ver esta película que de punta a punta y hasta el cameo final, es un verdadero elogio de la ignorancia cinematográfica. Una vergüenza.
Un cuento de hadas con sello propio En una relectura de la clásica historia de La bella durmiente, Angelina Jolie interpreta a la bruja, un personaje lleno de matices y complejidad. Una vuelta de tuerca necesaria para una fábula conocida y siempre rendidora en pantalla. Los cuentos de hadas han pasado a lo largo de los siglos por todo tipo de revisiones. En el cine han tenido mayor o menor suerte, pero en la última década han sido afectados por una última revisión: la comprensión de la villana. Claro que en Espejito, espejito y Blancanieves y el cazador, la villana seguía siendo la villana, a pesar de sus conflictos y sus angustias. Pero Maléfica lleva la historia mucho más allá que cualquier otro cuento de hadas llevado a la pantalla grande. Y en ese aspecto, sin duda, estamos frente a una película brillante. La protagonista del film es Maléfica (que de adulta es interpretada por Angelina Jolie), quien lejos de ser victimaria, es claramente víctima de la maldad del futuro rey. En esta relectura del cuento de La bella durmiente no se pierde el espíritu de los cuentas de hadas, tan sólo se corre el sentido al intercambiar roles de héroe y villano. La joven durmiente recibe una maldición en su cuna, y se vuelven a repetir la rueca y el pinchazo en el dedo. Aquella metáfora del fin de la niñez en las mujeres sigue intacta aquí, la diferencia es que no es una mujer su enemigo. Y Maléfica, la que era la malvada bruja, se convierte aquí en un personaje maravilloso, lleno de matices y complejidad. Angelina Jolie brilla y domina la película de punta a punta, como si hubiera nacido para este papel. Y Ellen Fanning es una joven princesa –de nombre Aurora– creíble y carismática, además de bella. Aunque la belleza de Aurora es opuesta a la de Maléfica, ambas se lucen. Si los cuentos de hadas cumplieron desde siempre una función fundamental en el crecimiento de los niños, esta nueva versión es la que les corresponde a los tiempos que corren. Ya no hay mujeres adultas enemigas de jóvenes, ni se ve la entrada en la vida sexual como un espacio de letargo que sólo puede ser quebrado por la llegada del Príncipe Azul. El trabajo del director Robert Stromberg se ve por momentos sepultado en un cierto exceso de producción con algunas escenas de batalla poco justificadas. Pero esto no impide mantener alta la vara de la protagonista y su historia. Como broche de oro, la canción del final la interpreta nada menos que Lana Del Rey, un combo ideal para una nueva generación que necesitaba un cambio en los cuentos de hadas.
Otros días para morir Tom Cruise vuelve a incursionar en ciencia ficción con esta historia –de estructura similar a El día de la marmota– en la que la raza humana es amenazada por una invasión alienígena. Qué Tom Cruise ha construido la más sólida de las carreras cinematográficas actuales no es un misterio. Tampoco es un secreto que lo haya hecho por su talento personal, pero también por su habilidad de elegir bien con quién trabaja. En esta ocasión el director es Doug Liman, el mismo que inauguró la saga de Jason Bourne en Identidad desconocida. El guionista es Christopher McQuarrie, ganador del Oscar por Los sospechosos de siempre y autor y director del gran film protagonizado por Tom Cruise Jack Reacher. Al filo del mañana es una nueva incursión de Cruise en la ciencia ficción. La película, llena de escenas de acción, está ambientada en una guerra en Europa contra una invasión alienígena. William Cage (Cruise) es lo más alejado a un héroe al comienzo de la historia, jamás ha estado en batalla y de pronto se encuentra –muy a su pesar– en el frente mismo. Pero en la primera batalla descubre que el futuro le tenía guardada una sorpresa. Muere y al instante vuelve al día anterior. Esto ocurre un número impreciso de días, tal vez cientos, tal vez miles, en los que él irá aprendiendo cómo resolver las claves que le permitirán ganar la batalla. Su compañera de aventuras es Rita Vrataski (Emily Blunt) la más famosa guerrera del ejército que lucha contra los aliens. Esto es sólo el comienzo del film, posiblemente uno de los más entretenidos que veamos este año. Todo esto contado con un gran sentido del humor, con un montaje brillante tanto en su ritmo como en sus cientos de elipsis de gran efectividad. Un plano define un día entero, una imagen muestra el fracaso en cada intento. En una estructura que recordará a Hechizo del tiempo, también conocida como El día de la marmota (Groundhog Day) y a Cuestión de tiempo (About Time), la película muestra un proceso de aprendizaje, de maduración. Elogio del profesionalismo, la tenacidad y al heroísmo, la película sorprende de punta a punta sin detenerse jamás en detalles irrelevantes. Elige el sobre entendido al subrayado y apela con mucha sutileza a las situaciones de angustia y dolor que subyacen en toda la trama. Se trata de una narración perfecta y contundente, como se supone debería ser el cine llamado de entretenimiento, como suelen ser las buenas películas. Tom Cruise sabe lo que hace y lo demuestra una vez más.