Adaptación al presente Tarzán nace como personaje literario en la serie de libros que Edgar Rice Burroughs escribió a partir de 1912. Su popularidad fue instantánea y en el cine le tocó a Johnny Weissmüller, medallista olímpico en natación y actor, ser el más famoso Tarzán de todos los tiempos. Pero el personaje de ficción, uno de los más famosos que el mundo ha tenido, siguió su curso mucho más allá. Cientos, sí, cientos, de adaptaciones han pasado por los más variados estilos y formatos. Ahora es una película de animación alemana realizada en el año 2013 la encargada de darle vida al personaje. Como corresponde, la película busca dejar su marca. Greystoke Energies (Greystoke es el apellido de Tarzán) es una empresa que ha quedado en manos de gente desalmada y ambiciosa luego de la muerte de los padres del protagonista. El único capaz de hacerles frente será el propio Tarzán, junto con Jane, la famosa novia del hombre mono, hija de un científico. La animación, por momentos original, por momentos algo limitada, parece estar muy influenciada por Avatar (2009) la película de James Cameron. No sólo en la estética, sino también en el guión. Pero a pesar de las novedades y el esfuerzo, lo cierto es que la película se estanca en sus limitaciones y se entrega a un discurso demasiado básico y elemental. Hacer buen cine de animación es más difícil de lo que parece y esta nueva Tarzán, no exenta de cierto mérito de todas formas, lo demuestra.
UN HOMBRE DE OTRA ÉPOCA Pocos cineastas tienen una impronta tan personal como el cineasta norteamericano Wes Anderson, su cine es diferente a todos y se lo reconoce en cada plano, en cada escena, en cada personaje. El gran hotel Budapest es un perfecto ejemplo de todo lo que Anderson es y sabe hacer. Lejos de Hollywood pero también lejos de Europa, Anderson es irrepetible. Aquí el protagonista de la historia, pero no del relato, que como siempre tiene varias capas, es Gustave H. (Ralph Fiennes, brillante) el excéntrico conserje del legendario Hotel Budapest. Como suele ocurrir con los personajes creados por Anderson, Gustave es un organizador, un planificador, alguien que tiene como utopía el control del universo. También es un pícaro, a pesar de tener una enorme nobleza y lealtad con los suyos, es alguien que aprendió a sobrevivir. Su energía, como es habitual para el cineasta, es enorme, nunca se termina. En todo de comedia agridulce, pero con algunos momentos siniestros, la película desarrolla la historia de este personaje demodé, como muchas veces lo son los protagonistas del cine de Anderson. Más que nunca el cineasta se expone y manifiesta como un hombre fuera del mundo actual. Todo su cine siempre se ve de otra época, su extraordinaria paleta de colores, su maravilloso vestuario y su asombrosa dirección de arte, confluyen en una experiencia cinematográfica única. Pero Anderson es también un narrador apasionado. Las aventuras disparatadas y deslumbrantes parecen aquí sacadas de un folletín del siglo XIX. Con un enorme nivel de alegre locura, pero también con la certeza de los tiempos que se han ido, El gran hotel Budapest construye a pura belleza y originalidad, una historia atrapante. Un elenco que es más que un lujo sirve como muestrario de personajes raros y divertidos, que van de lo risueño a lo oscuro, que son un abanico de la condición humana mostrada de una manera única. En el descontrol y la sobre oferta de material audiovisual del mundo actual, Anderson brilla como un joya. Su cine es una fiesta para los espectadores, su mundo es un refugio frente a la mediocridad y el exitismo del mundo actual. Gustave H. es como Anderson, una persona perteneciente a otra época. Una época que había terminado incluso antes de que el naciera. Ver El gran hotel Budapest es una manera de mejorarse la vida como espectador y como persona. Anderson ha sabido entregar varias obras maestras como Rushmore, Los excéntricos Tenenbaums y El fantástico Sr. Fox, por mérito propio, El gran hotel Budapest ya podría incluirse en este selecto grupo.
La moda "película encontrada" La moda de las películas de terror con "película encontrada" (found-footage) se acerca año tras año, título tras título, a un agotamiento que debería alarmar a los productores y directores de cine acerca de la necesidad de abandonar esta modalidad. Heredero del diablo cuenta una historia con algunas variaciones, lo que sin duda es su punto más interesante, pero se pierde cuando depende de la estética mencionada. La pareja protagónica está de luna de miel cuando una serie de extraños eventos que suceden una noche son el puntapié inicial para todo el horror que vendrá después. Ella queda embarazada antes de lo que ellos hubieran querido, pero llevan adelante el embarazo y, claro, deciden grabarlo todo. Toda la película cumple con las reglas del género, claro, y con las absurdas y forzadas reglas del found-footage. La originalidad de la idea se aplasta a los pocos minutos y hay que sostenerla hasta el final a duras penas, con todos los clichés habidos y por haber para esta clase de films. A pesar de que Heredero del diablo intenta tener un hilo argumental y actores más conocidos que otros films del estilo, no hay salida posible al encierro que la propia película propone. Algunas escenas escalofriantes vinculadas con el embarazo de la protagonista son impresionantes por razones médicas pero no cinematográficas. Esperemos que en el futuro dejen de "encontrar" películas mediocres y se pongan a filmar algunas buenas.
Película de autos y lealtades Need for speed es la versión cinematográfica de un popular videojuego, pero no se necesita ningún conocimiento previo del mismo para entender o disfrutar del relato. El protagonista es un mecánico con gran habilidad para conducir autos preparados, aunque su taller corre riesgo de cerrarse y dejarlo a él y a sus amigos en la calle. Un viejo conocido, devenido en enemigo y exitoso piloto de autos, vuelve para hacerle una propuesta comercial que no lo convence pero que a su vez no puede rechazar. Este largo prólogo será la puerta que se abre para desatar los verdaderos conflictos de la película. Ese conflicto, fuerte, claro, interesante, irá acompañado por espectaculares y deslumbrantes autos de todo el mundo. Aunque no se necesita ser amante de los autos para disfrutar de Need for Speed, los fanáticos tendrán para hacerse un show con los que aparecen en pantalla. Claramente la película tiene una tensión rara entre dos ideas. Por un lado asume su incorrección política, exponiendo la irresponsabilidad y los peligros para terceros que representan los personajes de la película, pero por el otro reivindica la lealtad y la nobleza de sus protagonistas. No será tan fácil como en Rápido y furioso sentirse a gusto, esta película es más incómoda y dramática, pero cierta crudeza de las escenas de acción le sienta muy bien y le otorga algo de originalidad. Need for Speed logra, a pesar de estar llena de efectos especiales, un realismo de las escenas de acción –aun las inverosímiles– que engancha al espectador. Los actores, buenos actores, también le dan al relato credibilidad para que lo absurdo se haga plausible. Si las cosas le salen bien a esta película, todo está servido para iniciar una nueva saga para los amantes de la acción y los autos. Pero también para quienes buscan héroes nobles, con valores y lealtades inquebrantables.
EL HIJO La tercera orilla podrá aparecer en la cartelera como una película más de la sobrecargada y mal aprovechada lista de estrenos nacionales. Claro que su directora no es debutante, que ha participado de festivales y que el señor Martin Scorsese aparece también como partícipe. Pero su destino comercial nunca podrá hacerle justicia a una película que realmente vale la pena. Y no le podrá hacer justicia porque el exceso de estrenos nacionales produce confusión y falta de interés. Peor aún, la falta de seriedad, responsabilidad y exigencia de los críticos locales con la cinematografía nacional produce un efecto pastorcito mentiroso. ¿Si tanto film irrelevante recibe unánimes elogios, qué queda cuando aparece una película como esta, realmente buena? Sí, no es del todo justo ocupar esta crítica en analizar esto, pero a la vez es necesario. Muchos films argentinos de la última década se parecen –mal vistos o a las apuradas- a La tercera orilla pero no lo son. La labor del crítico es diferencias lo irrelevante o mediocre de aquello que tiene encanto, talento, que verdaderamente funciona. Para analizar la película se adelantan algunos elementos de la trama, se aconseja que el lector abandone aquí la lectura de este texto si no desea saber más. Ambientada en la provincia de Entre Ríos, la película de Murga se centra en el personaje de Nicolás, un adolescente que observa en silencio el funcionamiento de su familia. Basta ver el rostro del protagonista para descubrir una tensión que en algún momento tendrá que estallar. La tensión estará a lo largo de todo el film, creciendo escena tras escena, con el espectador esperando ese momento. Ese es uno de los méritos del film, que entendamos la tensión desde el comienzo y nos empecemos a preguntar hasta dónde llegará. Cada acción que ocurre delante del protagonista no termina de tener sentido para los demás personajes, pero para nosotros sí. Murga nos hace cómplices y con eso aumenta el suspenso. Todos actúan casi con inocencia, sin tener la totalidad del rompecabezas que es Nicolás. Tampoco nosotros sabemos hasta dónde llegará, pero sabemos que la tensión sube. El personaje de su padre se vuelve a cada paso más despreciable, oscuro, siniestro sin actuar como un villano. Nicolás no es como su padre, Nicolás no tiene la doble moral de su padre, Nicolás es noble, recto, generoso, leal. Pero lo que ha observado y lo que soporta sobre sus hombros lo ha vuelto retraído, callado, algo oscuro también. La película brilla en la forma en que describe el mundo de Nicolás. No tenemos una mirada privilegiada en ese aspecto, nosotros llegamos con la trama empezada y debemos esperar un poco para entender todo lo que pasa. Vale la pena, porque eso nos convierte en espectadores más atentos e interesados. Nos volvemos observadores más astutos porque no recibimos informaciones mediantes diálogos obvios o explicaciones. Sabemos muchos de Nicolás. Sabemos que ama a su hermana, que cuando va al karaoke combina su energía contenida con una verdadera felicidad. Una felicidad que también vemos cuando baila el vals. Tal vez su hermana sea la persona que él más ama en el mundo. También sabemos que es leal a su medio hermano, a pesar de la doble vida de su padre. Sabemos que le indigna la vida que lleva el padre y que siente pena por su madre. También sabemos que habita en él una violencia que aun no ha estallado pero que en cualquier momento lo hará. Murga no renuncia a su estilo cinematográfico y a la vez va sumando pulso narrativo para esta película cargada de tensión y suspenso. Sin hacer un cine convencional, se acerca más al espectador al cautivar al espectador con una tensión, repito, crece escena tras escena.
Violencia, sexo y aventura Secuela o precuela de la película 300 (en realidad tienen momentos en paralelo dentro de la cronología, algunos previos y otros posteriores) que dirigió Zack Snyder, basada en el cómic de Frank Miller, el protagonista es ahora Temistocles (Sullivan Stapleton), quien se convierte en leyenda en la batalla de Maratón porque intentará unir a toda Grecia contra el ataque persa. Dicha unión incluye a los 300 espartanos del film anterior, y ahí es donde las historias se desarrollan en paralelo, aun cuando no se le da protagonismo al sacrificio espartano. Al villano Xerses (Rodrigo Santoro), muy poco interesante y bastante estático, se le suma –y casi remplaza– Artemisia (Eva Green), poderosa guerrera, sexuada y potente líder capaz de llevar adelante un ejército y también la trama. Que haya sexo en un film tan comercial en el año 2014 es casi una rareza dentro del cine actual. Con una estética algo extrema, de exagerada herencia del cómic de Miller, El nacimiento de un imperio tiene momentos de dudoso buen gusto. Y no hablamos de su artificial pero intensa filiación al cine gore, que por cierto le queda bien. El problema es que las imágenes estáticas de la historieta pierden toda lógica narrativa y le quitan algo de lógica a las acciones que transcurren en cada escena. Aun así, y como ocurre con las buenas segundas partes que se saben sin futuro de clásico, la película es pura acción y hacia adelante. Tres grandes bloques dividen la trama y no hay tiempo para nada más. Al no perder la concentración, no hay tiempos muertos, y aunque no logra nunca dar un salto hacia la grandeza, al menos no pierde la pista de la aventura y la acción. Tal vez, en muchos aspectos, es menos solemne y acartonada que su antecesora, aunque a la vez no innove tanto en lo estético, sino que repite lo ya probado anteriormente. Los fans de 300 tendrán sus sorpresas y sus buenos momentos, mientras que aquellos que disfruten de un buen show encontrarán aquí una película digna y aceptable, con algunos elementos que la vuelven atípica con respecto a la industria cinematográfica actual. Lo diferente tiene a veces, como en este caso, un valor en sí mismo. Y las batallas navales son espectaculares.
Con poco vuelo, demoliendo los clásicos Durante décadas, los films de Disney, en particular los realizados mientras el mismísimo Walt Disney los realizaba, tenían un aura particular que cuidaba al máximo la exhibición de cada uno de estos films. Sin el video y sin el cable, las películas de Disney se veían en el cine y sin importar que tantos años hubieran pasado desde su estreno, las películas eran cuidadas al máximo y todas eran verdaderos clásicos. El cine cambió, claro, y los soportes para ver películas también. Disney recuperó su esplendor perdido y a la vez salió a ocupar todos los espacios que el mercado le permitía. Así que el clásico Peter Pan (1953) tuvo, de forma lamentable, una secuela en el año 2002 y a partir del 2008 Tinker Bell se independizó para una serie de películas de muy poco vuelo, con perdón del chiste. Con su público cautivo, estos personajes enfocados principalmente hacía las niñas, repiten, a veces pasando directo a DVD y, como ocurre en Argentina, estrenando en cines. Esta nueva historia, que incluye algunos personajes muy importantes del mundo Disney asociados a Peter Pan, se centra en un hada pirata, excluida del mundo de las hadas y con ambiciones diferentes a la bondad natural de ellas. Sin ser la peor de la serie, y con algunos momentos más inspirados que otros, Hadas y piratas no forma parte de la historia cinematográfica del estudio, sino que es más bien uno de sus subproductos de consumo rápido y olvido aun más veloz.
Con los pelos de punta Liam Neeson tomó en algún momento la decisión de no estancarse en los papeles importantes y serios (no quise entrecomillar, creo que no es necesario) y recuperó el espíritu de género que en los comienzos de su carrera lo hizo brillar en Darkman. Con Taken demostró ser no sólo un buen héroe de cine de acción, sino directamente un gigante del género. En Non-Stop encuentra una vez más un gran guión y una buena historia que le sirve para lucirse en pos de hacer brillar aun más una película excelente. El no es el principal responsable del resultado, pero es una pieza fundamental. Actúa con todo lo que tiene para hacer una película de género, un entretenimiento puro, una película disfrutable de punta a punta. Un consejo sincero: verla en cine sí o sí, porque la tensión es demasiado alta y la película no merece ser vista de forma distraída y displicente en un formato hogareño. Neeson interpreta aquí a Bill Marks, un agente encargado de seguridad aérea a bordo de un vuelo entre New York y Londres. Bill tiene problemas con el alcohol y un trauma de su pasado que lo obsesiona. No tiene idea de lo complicado que será el vuelo que está a punto de abordar. La tentación de contar el argumento de la película podrá ser grande, pero sinceramente creo que no hay que saber nada más de la trama hasta ver la película. Porque cada escena abre un interrogante que va a dejar al espectador cada vez más enganchado con la trama. A Liam Neeson lo acompaña un elenco de grandes actores, algunos famosos, como Julianne Moore, pero también un grupo de desconocidos que brillan por la intensidad y efectividad de sus trabajos. El director es Jaume Collet-Serra, responsable de buenas películas de terror, como La casa de cera y La huérfana y de otro film de acción con Liam Neeson, Desconocido (Unknown, 2011). Sin duda que su estilo es preciso, que logra que cada escena esté cargada de tensión y que se pueda vivir la claustrofobia y la paranoia del protagonista. Un buen guión, un gran director y un protagonista de primera clase le permiten a Non-Stop convertirse en una película fuera de lo común. Con el agregado de todo buen film norteamericano: La segunda oportunidad. A diferencia de la vida, le debemos a Hollywood permitirnos soñar con una chance de curar las heridas, de compensar los desequilibrios y saldar las cuentas. Resulta particularmente emocionante en el caso de Non-Stop y en medio de la acción y el suspenso queda un buen lugar para sentir un cariño extra por el protagonista. Larga vida a los films como este.
La Paz, película de Santiago Loza, tiene una historia convencional, un desarrollo convencional y el final más estándar que uno pueda imaginar. Esto no es, por supuesto, un defecto en sí mismo. Muchos films convencionales son excelentes. La rareza aquí es otra. Loza cuenta algo convencional pero lo cubre con una pátina de cierta sordidez, acercándose –no por error, sino por elección- a sus personajes con ambigüedad y un subrayado excesivo para marcar las relaciones entre el protagonista y su entorno. El protagonista de La paz acaba de salir de una internación psiquiátrica y se reencuentra con su familia y una ex novia. Esos encuentros, morosos, minimalistas pero obvios, no aportan mucho desde lo narrativo. La falta de ritmo no siempre es sinónimo de arte, esos planos largos que suman poco desde lo cinematográfico, no significan una mirada profunda o compleja. Apenas la relación del protagonista con su abuela alcanza algo de luz, interés y refleja la profundidad del vínculo entre ambos. Queda claro que se puede contar una historia como a cada director le parezca mejor, no creo que Loza haya intentado algo diferente. Pero también los espectadores tenemos el derecho a cuestionar cuando una película juega en lo que parecen dos direcciones opuestas. Si la búsqueda era hacer una historia convencional, la forma narrativa no ayuda en nada. Y si la idea era explorar un cine diferente a lo masivo, tampoco hay en la puesta en escena y el relato una apuesta de buenos resultados. Para la mayoría de los espectadores La Paz ni siquiera existe, en parte porque tuvo un estreno pequeño junto con otros tres títulos nacionales. Pero para la mayoría de los críticos locales es una buena película. Esta vez me toca estar en minoría entre colegas, deberá cada espectador evaluar por sí mismo que le parece esta película.
El mejor amigo del perro Las aventuras de Peabody y Sherman se basa en los personajes televisivos del mismo nombre, que protagonizaban unas historias bajo el nombre de Peabody's Improbable History, lo que explicaba dos características de sus aventuras: la historia como centro del relato y el poco rigor histórico de cada episodio. Mr. Peabody es un perro brillante, multimillonario, que incluso triunfó en el deporte y alcanzó toda clase de metas en la vida. Pero al encontrar su existencia vacía decidió adoptar a un niño, Sherman, para que lo acompañe en la vida. Juntos, viajan en el tiempo enfrentando toda clase de historias absurdas alrededor de eventos claves de la historia. La película posee una animación digital moderna que la aleja muchísimo de su original y lo que gana visualmente lo ha perdido en humor. Con un exceso de sentimentalismo atravesando la trama principal, la película se detiene demasiado a jugar con los sentimientos de los personajes y posterga demasiado los buenos momentos de aventura. Como si no alcanzara con sutiles rápidos trazos para dar a entender el afecto que une a los personas. Las licencias poéticas que se toma con la historia son bastante polémicas y –a diferencia de la serie– no llegan a ser lo suficientemente jugadas como para marca una idea del mundo, son más bien absurdas y contradictorias. Finalmente, puede que en este largometraje haya un subtexto acerca de la adopción por parte de personas gays, pero tampoco esto termina de jugarse. Si lo hiciera, tal vez no mejoraría mucho como película, pero tendría algo interesante para aportar. A pesar de las muchas cosas que presenta la trama, la película se detiene demasiadas veces a aclarar demasiadas cosas y no se entrega al disfrute. No siempre la superación tecnológica es sinónimo de mejores resultados.