CUANDO LOS ZOMBIS NOS ALCANCEN Los zombis viven un nuevo esplendor. Son, literal y metafóricamente, no muertos dentro del imaginario del cine. Están más vivos que nunca. Su historial es enorme y atraviesa la historia del cine sonoro, además de su éxito en el videojuego y la televisión. Incluso varias comedias de horror han logrado hacer de los zombis grandes personajes para el humor. Guerra mundial Z es una apuesta fuerte, sin duda la más ambiciosa a la hora de apostar a un cine con zombis. El resultado está a la altura de la exigencia. Gerry Lane (Brad Pitt) ha dejado su trabajo en las Naciones Unidas para estar más tiempo con su familia. Pero una emergencia mundial provoco que se lo vuelva a convocar de forma urgente. Convocar y rescatar a la vez, porque está en el medio del caos. Y ese caos es una pandemia fuera de control que no es otra cosa que la propagación de zombis en todo el planeta. Aun antes de que se animen a hablar de zombis, la humanidad va derecho a la destrucción total. O al menos eso es lo que parece. Guerra mundial Z se basa en la segunda novela de Max Brooks, nada menos que el hijo de Mel Brooks y Anne Bancroft. Se trata, sin embargo, de una adaptación muy libro, generando un inequívoco protagonista que es el personaje de Brad Pitt. Sin embargo, una mirada al libro podría explicar la estructura del relato, donde hay grandes, impactantes e intensos momentos, aunque la unión entre los mismos sea poco natural. Sin embargo no hay que juzgar el film por su relación con el libro, sino observar como la adaptación imposible es resuelta con reglas básicas del cine clásico, como lo es sin duda el protagónico claro para una sencilla identificación de los espectadores. El director Marc Forster, poco interesante director capaz de pasar de un film aceptable a un bodrio legendario, hace su trabajo y la producción se encarga del resto. El primer acierto de la película es que arranca rápido. No hay muchas vueltas. En quince minutos Guerra mundial Z ya corre a todo tren. Se agradece esta urgencia, algo en contra de la costumbre actual de narrar todo desde el principio y de forma minuciosa. A la película se le podrán objetar muchas cosas, pero su energía y su ritmo son indiscutibles. La película es enorme, las escenas con las multitudes de zombis son escalofriantes. Aun así, la película se las ingenia para pasar del despliegue descomunal a las escenas de terror más pequeñas, cargadas de suspenso. Pero lo que tal vez le cueste es generar humanidad a la historia en la primera parte. Recién cuando llegan a Israel y aparece Segen, la soldado del ejército (interpretada por Daniella Kertesz) es cuando por primera vez la historia emociona. Gerry salva a la valiente Segen y cumple con la idea del Talmud de que "Aquel que salva una vida, es como si salvase al mundo entero". Aquí es literal, y por lo tanto muy emocionante. Ambos personajes unidos funcionan muy bien y dan lo mejor en la película a nivel dramático. La actriz, además, conmueve más que Brad Pitt, no tan efectivo en esta película, aun cuando su protagonismo y carisma estén presentes. Las lecturas sociales y políticas habituales en los films de zombis acá parecen repetirse y hay varias situaciones que invitan a hacerlo, pero no hay una clara e inequívoca interpretación para el todo. El film es pura intensidad y las ideas no son tan evidentes. Pero bastaría ir escena por escena para comenzar a aventurar teorías. Sobre todo en las ideas alrededor de cómo solucionar el gran conflicto del film y también su origen. La naturaleza sabe lo que hace, insinúa el científico, y a juzgar por el final, es posible que se trate de la naturaleza limpiando esa especie numerosa y alborotada que somos los humanos. Si hay muchas y variadas escenas memorables, hay que decir que el remate no parece estar a la altura o si acaso podemos hablar de remate. Lo cierto es que de la misma manera que empieza bien arriba, parece prometer seguir arriba por mucho tiempo más aun después de terminar en calma. Es un final un tanto abrupto pero darle un cierre final a todo tampoco habría sonado muy lógico y creíble luego de ver como crecía la situación. No hay que pedir secuelas porque no siempre dan buenos resultados, pero sinceramente tengo ganas de saber cómo sigue esta guerra mundial contra los zombis.
La traición a la tradición Pixar es un estudio de animación que revolucionó para bien la historia del género. Monsters Inc. (2001) fue uno de los títulos más logrados y queridos de dicho estudio. La combinación de comedia de amigos al estilo Martin y Lewis y la ternura infinita que la película poseía era una combinación difícil de resistir. El anuncio de una secuela de un film así podía generar desconfianza, pero teniendo en cuenta los buenos antecedentes de Toy Story y la capacidad de Pixar uno podía ser más abierto. Pero esta vez la confianza ha sido traicionada. El grave problema es que Monster University no es una secuela, sino una precuela. Se le llama precuela a una película realizada después de la original, pero cuya historia transcurre en el pasado de dicho historia. No todas las precuelas están mal, pero hay un problema insalvable en este caso debido a la manera en que los personajes evolucionaban en el film del 2001. Toda la lógica del mundo de Mike y Sullivan se caía cuando conocían a una nena que no les tenía miedo. Todo giraba y no había vuelta atrás. Retroceder la historia a la época en que ambos personajes se conocen en la universidad carece de cualquier valor dramático o interés. Seamos claros: Nada de lo que aprendan tendrá sentido porque ya sabemos que está mal, que es un error, que todas sus certeza se cayeron –para bien- cuando conocieron a la nena en Monsters Inc. Lo único que justificaría este disparate sería, claro, que el discurso del film fuera que en la universidad no se aprende nada bueno. Dudo que esa sea la idea. Para peor, toda la película se construye sobre un océano de clichés universitarios que, aun con tono de parodia, no dejan de ser clichés sumergidos en la más pura rutina. El espectador generoso les regalará algunas risas, pero dependerá mucho de la voluntad del espectador ya que el film por sí mismo no puede hacerlo. Imposible reírse en esta película de Pixar, la menos simpática de toda su historia. Este error conceptual, este pasado sin valor dramático, se ve muy empeorado por un acto deleznable y sin retorno por parte de uno de los dos protagonistas. La redención –obligada- es apresurada y no tiene fuerza alguna. Por primera vez Pixar no solo pierde toda emoción y dramatismo, sino que además hace agua en la ética. El espectador que tenga muy presente Monsters Inc. (2001) entenderá muchas más cosas de Monsters University que aquel que no la recuerde. Pero lamentablemente, podrá comparar ambas y se dará cuenta de cuan decepcionante y poco interesante es esta precuela. Aconsejo buscar una versión con las hermosas voces de Billy Crystal, John Goodman, Steve Buscemi y Helen Mirren. Y quedarse, si tienen ganas, a ver la escena extra al final de los títulos. Pero para ser sinceros, ni siquiera esa escena podrá levantar nuestro ánimo.
Un héroe que vuelve a nacer Con todos los ingredientes necesarios, el hombre de la capa roja vuelve al ruedo. El pasado y el presente se cuentan de una manera veloz y clara, y el relato es brillante. La historia de Superman es una historia gigantesca dentro del cine, la historieta y la televisión. Sin embargo, y como suele pasar, el cine siempre es el más reacio de los espacios para instalar a un personaje. Fue recién en 1978 que, encarnado por Christopher Reeve, el hombre de acero logró convertirse en clásico de la historia del cine. Cuatro películas hizo Reeve, terminando con una cuarta más que olvidable. En 2006 se intentó hacer renacer al personaje pero el fracaso fue claro y hubo que llamarse a silencio. ¿Cómo volver a empezar? En Hollywood se ha instalado una idea muy interesante –y de excelentes resultados– llamada reboot. Este "reinicio" permite que los realizadores no tengan que seguir por un camino sin retorno y puedan contar la historia nuevamente desde cero. Tan poderoso es este reboot, tan firme es El hombre de acero a la hora de contar la historia de Kal-El (Superman) que parece ser un renacimiento definitivo. El director Zack Snyder (El amanecer de los muertos, 300) y el productor Christopher Nolan (autor de la trilogía de El caballero de la noche) y su guionista preferido, David S. Goyer consiguen aquí hacer una película enorme, impactante, llena de ideas y de acción. La estructura del relato es brillante, la forma en que se cuenta el pasado y el presente del personaje fluye de manera veloz y clara. El elenco es también sólido (Diane Lane, Russel Crowe, Lawrence Fishburne, Michael Shannon) y brilla particularmente la emocionante actuación y sobriedad de Kevin Costner interpretando al padre adoptivo de Superman. No es necesario contar nada del guión, simplemente entregarse a la historia del origen del héroe. No falta espectacularidad, no falta emoción y todo lo que uno espera de Superman aparece. Lois Lane es interpretada por Amy Adams, lo que habla bien de la calidad del proyecto. No quedan dudas de que es el primer film de una trilogía. Como hace unos años pasó con Batman inicia tal vez se haga un poco largo el prólogo, pero acá las cosas finalmente explotan y hay mucha acción. Quedará ahora por saber cuál es el camino a seguir en la siguiente película. El personaje de la capa roja ha vuelto a volar y todo parece indicar que esta vez es para quedarse.
El camino del gaucho El western no es un género muy cultivado en la historia del cine argentino, aun cuando algunos de sus temas aparezcan a lo largo de nuestra historia. Mucho menos se ha trabajado en el cine argentino una línea narrativa vinculada a los samuráis. Y así, sin aviso previo, tenemos ya un western protagonizado por un samurai y un gaucho. Dos seres solitarios claramente emparentados con la figura del cowboy de las películas del oeste. Hombres de pocas palabras y de un deambular permanente, parece que no ha sido esta la clase de personajes que interesaron en nuestra cinematografía. Gaspar Scheuer arma una película única dentro del cine argentino. El hecho de que el film comience hablado en japonés sin duda nos coloca en un espacio totalmente nuevo para nosotros, pero eso no es lo único. El tratamiento de la imagen es maravilloso. Cuando el cine argentino era malo, había un elogio que consistía en decir "no parece argentina". Ahora que el cine nacional realmente está bien, igual hay que decir que Samurai no parece argentina. Y no parece porque sus imágenes son de una belleza distinta, sus personajes se corren de los espacios fácilmente reconocibles dentro del cine nacional. Takeo es un joven samurai que se cruza con un gaucho en su camino por Argentina. Fines del siglo XIX. La familia de Takeo se ha ido de Japón para probar suerte en Sudamérica. Pero el abuelo, fiel al último gran samurai, Saigo, cree que este se ha exiliado en Argentina y que deben encontrarlo. Entre la tierra nueva y la tradición, Takeo emprende un camino exterior e interior que le dará el corazón a la película. Él y el gaucho Poncho negro entablarán también una amistad que atraviesa todo el relato. Bella, verdaderamente sugestiva y hasta emocionante, Samurai no sólo es una gran película, también es la propuesta nacional más original de este año.
El inevitable castigo de las películas ingeniosas Las películas no terminan hasta que terminan. Es decir que sus méritos totales se tienen que evaluar al final. No en los últimos segundos, pero sí en el último tercio. Si las promesas deslumbrantes del comienzo, como las que hace Nada es lo que parece, se convierten en una aburrida resolución poco interesante y demasiado ridícula, entonces el film no funciona. Nada es lo que parece es, ay maldito defecto, una película muy ingeniosa. No es inteligente, no es brillante, es ingeniosa. Cuatro magos extraordinarios –algunos en problemas– son convocados misteriosamente para realizar el acto más extraordinario jamás realizado. Estos cuatro magos (Jesse Eisemberg, Woody Harrelson, Isla Fisher y Dave Franco) son financiados por un multimillonario (Michael Caine), observados por un develador de trucos (Morgan Freeman) y finalmente perseguidos por un policía del FBI (Mark Ruffalo) y una policía de Interpol (Mélanie Laurent). Con este elenco espectacular y con el esperable gran despliegue de producción, el director Louis Letterier (El transportador, Furia de titanes) arma una primera parte divertida y deslumbrante. Cuanto más grande es el interrogante, mayor es la expectativa que genera. Por eso, durante los treinta minutos del comienzo todo será interesante y divertido. Aun con la simpática inverosimilitud del relato, las cosas avanzan y el espectador disfruta del descomunal trabajo de tantos actores importantes. Pero se hacen preguntas, se abren interrogantes, se plantean temas. Y comienzan los giros, continúan las sorpresas, y a esas sorpresas le seguirán otras que se volverán previsibles y ya no nos importará nada. Para cuando llega el tan esperado desenlace y se resuelve el conflicto, es mayor la decepción que la alegría. No son buenas noticias, porque salvo por el guión, todo lo demás en la película parece funcionar. Pero arruinada la historia, se arruina todo, y no tiene solución. En El gran truco, aquella película de Christopher Nolan con Hugh Jackman, la resolución iba a hacia lo fantástico. Acá no diremos a dónde va, no es correcto contar los trucos de los magos ni los finales de las películas.
Viaje a un planeta oscuro llamado Tierra Gary es un extraterrestre controlador de misiones que nunca protagonizó una y ahora deberá ir a la Tierra a rescatar a su hermano. Un buen entretenimiento familiar con grandes trabajos del área de diseño y efectos visuales. Visitar un planeta peligroso, que la misión se complique, que el héroe quede atrapado y que el menos pensado de los personajes deba viajar a rescatarlo. Ciencia ficción, sin duda, con sus temas favoritos. Pero Héroes del espacio hace esto desde el punto de visto de los extraterrestres. Y el planeta peligroso y oscuro al que deberá viajar el improvisado héroe es la Tierra. Gary es controlador de misiones, pero jamás ha protagonizado una. Es un teórico, es un intelectual, es un operador. Su hermano, Scorch, por el contrario, es el máximo héroe del planeta, aunque su energía e ímpetu no van de la mano con una gran inteligencia. Cuando Scorch es atrapado en la Tierra, Gary toma la decisión de ir a buscarlo, aun cuando no está preparado para hacerlo. El guión tiene los esperables guiños al género, chistes inteligentes y también de los otros. Y no deja de ser divertido que la película diga que todo avance tecnológico logrado en las últimas décadas se originó a partir de extraterrestres. Pero la historia supera a esos guiños que no hacen a la esencia del relato. Y a pesar de que la película no se eleva a la categoría de clásico, igual cumple con creces con lo necesario para ofrecer un buen entretenimiento. Se nota que está un poco más orientada al público infantil que al adolescente adulto. Hay mucha buena comedia slapstick y hasta una guerra de comida verdaderamente graciosa. Todo esto con simpleza argumental, para que sea de efecto directo y visual. Porque en lo que sí brilla y mucho Héroes del espacio es en la imagen. Los diseños son verdaderamente hermosos y los colores son brillantes en todo sentido. Es un espectáculo visual magnífico que vale la pena destacar. Para quienes la puedan ver en idioma original ahora o cuando salga en DVD, tendrán el lujo de las voces de actores famosos como Brendan Fraser, Sarah Jessica Parker, Sofía Vergara, Ricky Gervais, Jessica Alba y hasta el mismísimo William Shatner (el Capitán Kirk de Star Trek). Quienes la vean doblada al castellano, disfrutarán sin duda el aspecto visual, lo que claramente es el punto más fuerte de Héroes del espacio.
Una vuelta para empezar de nuevo La historia regresa a la versión original a fuerza de citas y clichés, pero consigue su rumbo. El espectador recién iniciado o aquel que no ve más que los estrenos, tal vez no conozca El loco de la motosierra (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) de Tobe Hopper. Esa película que cambió para siempre la historia del cine de terror tuvo luego dos secuelas y una remake y algunas desviaciones más. Para quienes sólo hayan visto la remake, la importancia de Leatherface y su familia en la historia del cine resultará nula. La remake se pierde en el montón, no es ni por asomo un clásico. No por nada esta nueva historia que se cuenta en Masacre en Texas 3D intenta ir de lleno hacia la historia original y pasar por alto cualquier secuela. Lo curioso es que a fuerza de citas, juegos, clichés y 3D, la película consigue encontrar su rumbo. Asombrosamente la segunda mitad de la película es mejor que la primera. Y hasta se da el lujo de imitar la vorágine de violencia de la primera, es decir que luego de preparar el terreno comienza la matanza y ya no se detiene más. Claro que no tiene categoría de clásico, pero la presencia de cuatro de los actores del elenco original haciendo pequeños papeles sin duda delata el cariño real por aquel inolvidable clásico. El 3D sirve, como podrán imaginar, para jugar con la motosierra y si se sientan en una fila bien alejada de la pantalla podrán ver como en una escena toda la platea se agacha al mismo tiempo. Aunque derive de la más pura tradición gore y haya escenas terribles, este film homenaje al clásico sin duda es post Tim Burton. O dicho de otra manera: la monstruosidad no está siempre y únicamente en los monstruos. Y a no irse hasta el final de los títulos. Una última escena queda por ver, y vale la pena.
Guerra entre Iglesia y gobierno Hay películas tan carentes de estilo, tan vacías de corazón y autenticidad, que parecen despertar en el espectador la sospecha de un panfleto por encargo. Alguien busca bajar línea de forma clara y sin matices sobre un tema, y arma un proyecto donde los que filman dicho film no terminan de tener la convicción sobre el tema que tratan. El resultado es algo como lo que se ve en Cristiada. Claro que esto es una sospecha, lo que se ve en la pantalla es tan sólo un film simplista, aburrido y sin gracia. Producción mexicana hablada en inglés (algo insólito, por cierto) con elenco internacional que narra el enfrentamiento entre el gobierno mexicano y la Iglesia Católica. Entre 1926 y 1929, bajo el gobierno del presidente Calles, las leyes que intentaban restringir los poderes de la Iglesia en la sociedad mexicana fueron trocando en una persecución que terminó en guerra. La película narra todos estos hechos con una clara, inequívoca y sin matices mirada a favor de la Iglesia. Tanto los miembros de la Iglesia, como quienes serán sus aliados, son los héroes de esta película. Independientemente de la simplificación del conflicto que Cristiada hace –y que muchos films suelen hacer frente a grandes temas históricos– lo que principalmente falla es la película como tal. Solemne, rutinaria, sin grandes momentos, el largometraje muestra que aun con un gran presupuesto y un gran elenco, las cosas pueden simplemente salir mal. La mirada unilateral de todo, tan sólo profundiza aun más la falta de interés de la historia. Y el tema más complejo e interesante, las relaciones entre la Iglesia y el Estado, queda completamente de lado debido a esto. Ni como entretenimiento ni como relato político Cristiada funciona.
Con toda la carne al asador La nueva entrega de la sexta edición de la saga de acción consigue seguir el efectivo camino marcado por el capítulo anterior, o sea una gran aventura de alto impacto. En doce años, Rápido y furioso pasó de un film taquillero a una serie de seis largometrajes y el anuncio de un séptimo. Pero contrario a lo que muchas veces pasa, la serie en lugar de empeorar ha mejorado. Se degradó, sí, pero para volver a renacer de forma esplendorosa. Los primeros títulos estaban centrados en las picadas y desafíos de velocidad muy puntuales. Su universo, machista empeoraba aun más por la poca simpatía que producen dichas picadas. Por eso con astucia los siguientes títulos comenzaron a meterse de lleno en el descontrol, el exceso y el más puro cine de acción, alejándose de ese mundo masivo, pero no tanto. Rob Cohen y John Singleton, dos nombres con carrera, no lograron despegar e hicieron productos taquilleros pero mediocres. Justin Lin se convirtió luego en el director oficial de la saga y luego de dos intentos de renovación, logró dar en el clavo en la quinta y la sexta entrega. Estos dos títulos son muy superiores al resto. Tal vez la entrada del agente Hobbs (Dwayne Johnson) le aportó algo de locura y la liberó de un universo cerrado. Las escenas de acción pasaron de ser buenas a convertirse en clásicos del género. Toretto (Vin Diesel) y O'Conner (Paul Walker) han terminado triunfantes en el film anterior, pero a pesar de todo no logran encontrar la paz que han buscado. Lo mismo para el resto del equipo. Por eso aceptan esta nueva propuesta y se lanzan a una aventura enorme por toda Europa. Con locaciones memorables como Londres, Rápidos y furiosos 6 sigue poniendo toda la carne en el asador y sigue consiguiendo que el espectador se sorprenda. Acá, llegando más lejos que nunca y tal cual lo habían avisado en la cinco, reaparece Ortiz (Michelle Rodriguez) con una una vuelta de tuerca elemental pero efectiva. Y se repite el elenco principal, más algunos nombres extras que son un lujo. No hay que anticipar nada, lo que el espectador espera la película lo tiene. Y tiene más. Hasta el más exigente encontrará escenas de acción más allá de lo imaginable. La tecnología se ha vuelto un aliado invaluable de la saga y lo que se ve, aun siendo increíble, se ve como si fuera real. El impacto está asegurado. Elijan la sala más grande, con el mejor sonido y participen de esta fiesta de imágenes en movimiento. Disfruten, como hace más de un siglo ocurre, de ese maravilloso arte llamado cine.
GRANDES ESPERANZAS La novela de F. Scott Fitzgerald vuelve a la pantalla grande de la mano del director de Moulin Rouge y con una actuación de Leonardo Di Caprio legendaria. Todo el encanto y la fuerza de una historia como la de El gran Gatsby se juega en la presencia de su protagonista. Leonardo Di Caprio parece haber nacido para interpretar a Gatsby. No es raro que al final llegara el día en el cual el actor se encontrara con el papel de su vida. Si existe justicia en este mundo, Di Caprio debería recibir el Oscar por su actuación en esta película. El actor lo sabe y desde hace tiempo soñaba con este rol. Sabe, como la película de Buz Luhrmann, que Gatsby es un personaje extraordinario. El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald es un clásico de la literatura del siglo XX cuya influencia golpea incluso las puertas del cine. Millonario misterioso, personaje fascinante, amado y odiado, el cinéfilo verá fácilmente una conexión entre personaje y el que creara Orson Welles para El ciudadano. La película –tercera adaptación en el cine sonoro que se ha hecho del libro- respeta el narrador de la novela y su punto de vista. Nick Carraway (Tobey McGuire) vive en Long Island, en una pequeña casa entre dos grandes mansiones. Una de ellas está habitada por un millonario llamado Gatsby, quien da las mejores fiestas y sigue siendo a pesar de eso un enigma para todos. Del otro lado de la bahía, vive Daisy, la prima de Nick (Carey Mulligan) y su marido Tom (Joel Edgerton) quienes jugarán un rol clave en la historia. La novela se publicó en 1925, en plena “Era del jazz” y no impactó en los lectores. Menos de veinte mil ejemplares la convirtieron en un fracaso. Cuando Scott Fitzgerald murió en 1940, lo hizo pensando que su novela pasaría al olvido. Pero luego de la Segunda guerra mundial el libro se volvió cada vez más popular, a punto de ser texto clave para estudiantes. Fue elegida, además, como una de las más importantes novelas americanas del siglo XX. A pesar del fracaso inicial, igual el cine se sintió atraído por sus páginas desde el comienzo. En 1926, sí un año después de ser publicada, una película lleva El gran Gatsby al cine. La película hoy está perdida, pero se puede ver un minuto en la web. Tomen nota de algo: no es una película de época, ya que está filmada en el mismo período del libro. El personaje de Gatsby lo interpretaba Warner Baxter (protagonista luego de Prisionero del odio, de John Ford) y Nick Carraway lo interpretaba Neil Hamilton (años más tarde muy popular por interpretar al comisionado en la serie Batman con Adam West). En 1949 –ya cuando la novela se convertía en un éxito se volvió a llevar al cine. Esta vez haciendo hincapié en el costado film noir y gansteril del personaje. Alan Ladd era Gatsby. Sin embargo la versión que todos recuerdan –y lamentablemente idealizan- es la que dirigió Jack Clayton y protagonizó Robert Redford. En el film protagonizado por Redford, se altera el punto de vista de la novela. Y aunque Nick Carraway (Sam Waterston) sigue siendo un personaje clave, hay muchas escenas de amor –filmadas con unos filtros muy feos- que bordean el ridículo por lo estereotipadas. Ni Redford está tan bien, ni tampoco Daisy (Mia Farrow) se luce. Dicen que Mia Farrow estaba enojada con Redford, que pasaba el día entero viendo televisión y leyendo diarios para estar al día con el escándalo de Watergate. Su interés político se vio recompensado cuando en 1976 hizo Todos los hombres del presidente. Un elenco setentoso que incluía a Bruce Dern y a Karen Black completaba el cuadro. Una curiosidad: la lealtad al libro, salvo el cambio de punto de vista, es notable. Un telefilm en el año 2000 con Tobey Stephen como Gatsby, Miran Sorvino como Daisy Buchanan y Paul Rudd como Nick Carraway. Y una versión pandillera negra con hip hop llamada G en el año del 2002 terminan de cerrar el historial de películas inspiradas en el libro. Y ahora llegó una nueva versión que el público parece estar valorando más que la crítica. Pero que está destinada a quedar en la historia por la potencia actoral de Leonardo Di Caprio más allá de cuanto se la valore en general. El insoportable cliché –porque es realmente inaceptable en el siglo XXI- de decir que el film está a la altura del libro no dice absolutamente de la película. De verdad, ¿Qué importa la relación entre ambos textos? Es divertida la comparación, no lo niego, pero no se puede evaluar una obra de arte cinematográfica en base a algo que está afuera de la película. Lo que está afuera de una película sirve para enriquecernos, no para convertirnos en inspectores de similitudes y diferencias. Es más, si de tomar ideas de aquí o allá se trata, las similitudes entre El Gran Gatsby y Grandes esperanzas de Charles Dickens son notables. Y obviamente eso no habla mal de nadie, simplemente de que las obras de arte se comunican, se basan en algo o se inspiran en algo y luego tienen vida propia. Ambas novelas cuentan una historia de ascenso social por amor y una revelación final o un desenlace que hace que toda esa lucha se demuestre fútil o ridícula. Una frase al final de El Gran Gatsby (una historia más trágica que la de Dickens) lo ejemplifica: “Su sueño debió haberle parecido tan cercano que habría sido imposible no apresarlo. No se había dado cuenta de que ya se encontraba más allá de él, en algún lugar- al otro lado de la vasta penumbra de la ciudad, donde los oscuros campos de la república se extendían bajo la noche.” Pero yendo de lleno al film de Baz Luhrmann digamos que se trata de un film de un gran romanticismo y de un impacto visual que no tiene retorno. Todas las demás versiones de El Gran Gatsby parecen una kermesse de barrio comparado con el despliegue que esta película tiene. La década del 20 parece más la década del 20 que la verdadera. New York es más New York que la verdadera. Eso es el cine. New York en la década del 20, con su locura, su euforia, con el desastre a la vuelta de la esquina es el marco en el cual se desarrolla esta historia. El Gran Gatsby es tan interesante como su personaje protagónico pero la película deja con la boca abierta en cada escena. Carraway, como los espectadores, irá tratando de entender quien es realmente Gatsby. Como pasaba en las películas de Orson Welles (El ciudadano, Mr. Arkadin, Sed de mal) nos intriga la verdadera naturaleza de ese personaje enigmático, acusado de los peores crímenes y posiblemente un fraude. Aquí las revelaciones serán tan majestuosas que la mirada de Carraway sobre el mundo que lo rodea ya no podrá ser igual. Luhrmann, el mismo director de Romeo y Julieta (la versión con Di Caprio) y de Moulin Rouge tensa las cuerdas del melodrama hasta lograr que una historia tan conocida parezca nueva. Su majestuoso estilo visual se impone desde el comienzo, aun aquí se lo encuentre más sobrio que nunca. Luhrmann ha descubierto que la tecnología actual permite crear imágenes tan bellas como las del cine clásico y a la vez tan reales como las del cine posterior. Lo mejor de dos mundos. Aunque claro, no se imponga jamás una idea realista del cine. La banda de sonido moderna, que incluye a Lana Del Rey entre muchos otros, da cuenta de cómo Luhrmann cree más en su obra que en las convenciones del cine. Y si acaso Di Caprio interpretando a Gatsby merece un Oscar, lo mismo merecen la dirección de arte y el vestuario del film, que son inolvidable. La última parte del largometraje es de un romanticismo abrumador. No se puede adelantar nada de la trama, pero sí vale la pena decir que El Gran Gatsby es un melodrama digno del siglo XIX, escrito en el siglo XX y llevado de forma brillante a la pantalla en el siglo XXI. Los temas del film trascienden a la época. La grandeza del director consiste no solo en mostrarlo, sino en demostrarlo en cada imagen del film.