LA PESADILLA SIN FIN ¿Qué se puede decir de nuevo sobre una serie de parodias que desde su comienzo fueron mediocres y que, como era de esperarse, han ido agotando cada vez más sus propios escasos recursos? Asumamos, como mucha imaginación, que Scary Movie era una comedia aceptable. No lo era, pero para poder estudiar esta nueva entrega, pensemos que la medida es Una película de miedo (Scary Movie, 2000). Nacida como parodia de Scream –a su vez una forma compleja de parodia y película de terror- tenía una serie de ideas y un esfuerzo por parte del elenco que la convirtieron en un punto de inflexión en la historia de las parodias. Fue el comienzo del fin. Luego de Scary Movie vinieron sus secuelas y por otro lado otras parodias espantosas como Epic Movie, Disaster Movie, Date Movie, Vampires Suck, Superhero Movie entre otras (sí, entre otras!). La complejidad de las viejas parodias –nacidas casi con el cine mismo- que fueron de Max Linder a Mel Brooks desapareció sepultada por chistes urgentes, pegados a los últimos títulos taquilleros. Así, en Meet the Spartans, se mezcla una parodia de 300 con chistes sobre Borat, Kill Bill y hasta referencias al rapado de Britney Spears. Una parodia más de zapping televisivo que se cine. Cada año parece que la cosa empeora. En Scary Movie 5 esto queda clarísimo. Las parodias son tan coyunturales que algunos de los films que toma de base aun siguen en cartel. Así de rápida es la factura de esta serie. De la participación de los Hermanos Wayans –que han hechos bastantes porquerías desde entonces- en las primeras entregas ha quedado casi nada. Aunque se respetan algunas ideas de la serie. Todas las Scary Movie tienen un prólogo. Lo tienen porque lo sacaron de Scream. Y como en Scream ese prólogo está protagonizado por alguien famoso. En este caso Charlie Sheen y Lindsay Lohan. La parodia gira en esos minutos alrededor de Actividad paranormal y mil chistes sobre la vida privada tumultuosa de ambos. Otros prólogos tuvo la serie y funcionaron. Hacer una escena buena no debería ser tan complicado. Pero dos cosas descubrimos allí: primero que el presupuesto es bajo y la filmación berreta y segundo que el guión tiene todos chistes muy malos. Hasta el espectador más perezoso puede imaginar, mientras ve la película, mejores resoluciones para cada situación. Así de malo es el prólogo. Ni hablar del resto. Las películas parodiadas principalmente es Mamá (¡estrenada en enero del 2013!) y también El planeta de los simios y El cisne negro (sin comentarios). Pero otra película muy parodiada es Posesión infernal, estrenada en Estados Unidos hace un mes y medio. ¿En qué momento hacen la parodia? ¿Les lleva veinte días? Es absurdo. Pero más que absurdo es malo. El exitismo de los títulos elegidos para parodiar no es el peor defecto, es solo el síntoma. El desastre es lo que vemos en la pantalla. No perdamos más tiempo, aun para los parámetros de quienes creen que vale la pena pagar y pasar noventa minutos viendo algo así, esta película es insoportable. No la vean. No se van a reír, no se van a divertir.
Exprimiendo al demonio Hay algo contradictorio en que un film que lleve la palabra último en el título tenga una segunda parte. Aunque un último exorcismo pueda estar dividido en muchas partes, está claro que igual se ve bastante feo cuando esas partes no fueron anunciadas desde el comienzo. Por: Santiago García Este no temor al ridículo en realidad es un llamado de atención para la arbitrariedad y la falta de seriedad de quienes han encarado el proyecto. Como era de esperarse, un film de factura humilde y de estética que coquetea con el registro documental, se convierte en su secuela en un film de ficción completamente estándar, esto no sólo arruina la esencia de la idea original sino que además le quita su única gracia. Poco se puede hacer para interesarse por esta segunda parte. Y aunque la protagonista vuelva a ser la misma (Ashley Bell) y algunas de las imágenes que se hicieron marca reconocible de aquel film, en particular la contorsión del cuerpo, vuelvan a aparecer, todo huele a forzado, a ridículo, a notoriamente gratuito. Hay que admitir que los giros que la trama da son tan insólitos que resultan algo simpáticos. El disparate siempre llama la atención. Pero claro, como el film original partía –valga la redundancia– de una idea original y buscaba prolongar su cinismo inicial con algunas ambigüedades finales, acá intentaron despertar al espectador de alguna manera. Aun siendo muy corta, aun sin llegar a los 90 minutos, será una proeza para cualquier espectador sostener con paciencia su lugar en la butaca hasta el final. El último exorcismo parte 2 tiene un destino muy diferente a su antecesora y muchas posibilidades de que, incluso por su título, nadie recuerde que alguna vez se hizo una segunda parte
Cuatro días de fiesta y sexo Spring Breakers está dirigida por Harmony Korine. Este nombre es casi desconocido para la mayoría de los espectadores. Y es porque el director y guionista de esta película realizó sus títulos más importantes en el cine independiente, casi underground en algunos casos. Pero una de las ironías que posee el cine actual es que los transgresores o supuestos transgresores más rebeldes del cine terminan por ser funcionales a las reglas más adocenadas del cine industrial. O, como en el caso de Spring Breakers, convirtiéndose en un moralista reaccionario. Korine había debutado en el cine con una película deslumbrante llamada Gummo, verdadera rareza inclasificable. Antes había escrito el guión de Kids, de Larry Clark, film con el cual Spring Breakers guarda una cierta similitud. Ni Julien Donkey Boy, ni Mister Lonely, ni Trash Humpers nos habrían preparado para este salto de producción e ideas tan poco feliz. Cuatro amigas se toman las vacaciones de primavera (El mítico Spring Break, sinónimo del descontrol en el imaginario popular americano) para sumergirse en una vorágine de sexo, drogas y alcohol. Con un problema que las llevará de lleno a la boca del lobo y a pasar de querer vivir para siempre de fiesta a convertirse directamente en criminales. Una idea un poco simplista y peligrosa, claro está. La película coquetea mucho con ser una simple explotación de cuerpos semidesnudos y hace planos tan vulgares como el más machista y rancio de los videos o programas de televisión. Las cuatro jóvenes protagonistas podrán despertar el morbo de viejos verdes, pero su carga sexual es discutible y la película se regodea sin agregar una sola idea sobre ellas. Una estética insufrible acompaña sin alegría esta no transgresión de un director que solía asumir riesgos y ser original y que aquí decide colocarse en la otra punta del espectro cinematográfico. Una comedia ligera e inteligente como Dulces y peligrosas hizo, hace una década, mucho más por la amistad, la vitalidad y la transgresión femeninas que este olvidable producto sin destino. «
La mano del poeta Desde un tiempo a esta parte hay gente que insiste en consumir programas de televisión donde se explican los grandes trucos de magia. Un mago enmascarado (porque sabe que hace algo malo) nos explica aquellos trucos que nosotros, con un poco de perspicacia, podríamos deducir. Pero si no somos perspicaces por algo es. Cito la frase final de El gran truco (The Prestige) que dice el personaje de Michael Caine: “Ahora usted está buscando el truco. Pero no lo encuentra, porque no está realmente buscando. No quiere descubrir como es, quiere ser engañado”. La fama mundial del señor René Lavand parece insólita cuando uno ve la simpleza con la cual él hace lo imposible. Es otro de sus trucos el moverse con simpleza, con seguridad serena, con un tono calmo que es una marca de fábrica. ¿Quién no conoce a René Lavand? La verdad es que mucha gente hoy no lo conoce. Conocerlo es admirarlo. Nadie le da la espalda al arte de Lavand. Ilusionista que se dedica a la cartomagia (esto último lo saqué de internet, yo simplemente diría trucos con cartas), Lavand es una leyenda dentro de su arte. Para agregar misterio, asombro y admiración por parte de los espectadores, Lavand nació diestro pero por motivos que aquí no explicaré (seamos leales al misterio) perdió su mano derecha y tuvo que aprender a hacer su maravilloso arte con la mano izquierda. Como el más legendario de los deportistas, como el más eximio de los bailarines, Lavand entrenó obsesivamente esa mano y hoy, como más de ochenta años de edad, lo sigue haciendo. Winston Churchill dijo la suerte es el cuidado de los detalles y Lavand es un ejemplo de eso. El mérito de Lavand es que además de tener un talento superlativo, trabaja desde hace décadas, horas por día, para que la suerte lo favorezca. Néstor Frenkel, director de El gran simulador, sin duda congenia con estos mundos de ilusión, con estos personajes enamorados del arte, apasionados y agradecidos con su especialidad. Frenkel no se mete con los trucos, a Frenkel no le interesa develarlos. Lo que el director quiere es mostrar la coherencia entre el ilusionista y su universo. Lavand recorrió el mundo pero su lugar es Tandil. Su casa es un templo de lo demodé. De lo maravillosamente fuera de época. También asistimos a su pasión no solo por los trucos de cartas, sino también por contar historias. Guionistas que trabajan con él para que las cartas narren cuentos nacidos ya no en el siglo pasado, sino del anterior. No hay que decir nada más. Quienes conocen a Lavand (interpretó de forma magistral a El Turco en la película Un oso rojo, de Israel Caetano) deben ver esta película. Los que no lo conocen, vean esta película y luego metánse en You Tube a disfrutar de sus maravillas proezas sobrias. Un artista de otra época, pero que se puede disfrutar en cualquiera. Lo que él hace no envejece a pesar del mundo actual y los desmitificadores profesionales. Sabemos que estos son tiempos aciagos para ilusionistas como el maestro René Lavand, tiempos difíciles para poetas nobles que han perfeccionado el sutil arte de engañar a quien quiere ser engañado en primer término. Claro, el verdadero truco consiste en que el engañado crea, desde lo más profundo de su corazón, que no quería ser engañado. Mantener esa ilusión es tarea de un verdadero ilusionista. Mantener esa ilusión es la tarea del artista. René Lavand, ilusionista, poeta, artista, se merecía una película como esta.
GIROS SIN SENTIDO En trance comienza como una fina e irónica película de robos de obras de arte. La voz en off del protagonista así lo anuncia. Simon (James McAvoy) trabaja para una casa de subastas y explica el protocolo a seguir en caso de intento de robo durante la subasta. Como se puede imaginar fácilmente, la historia llegará pronto a una subasta y a un intento de robo. Una banda liderada por Franck (Vincent Cassel) lleva adelante la tarea pero descubre que el cuadro ha desaparecido, que se han llevado un envase vacío. De ahí en más buscarán que Simon diga que hizo con el cuadro, ya que él estaba a cargo del protocolo para proteger la obra. Ahí descubrimos que no se trata de un film de robo de guante blanco, ya que una escena de tortura alcanza para alejarla de ese género. Es el momento en que nuestras esperanzas de sutileza, tono juguetón y simpatía se desvanecen por completo. Pero es tan solo el comienzo de los problemas. El conflicto que surge allí es que Simon, quien recibió un golpe durante el robo, no recuerda que hizo con el cuadro. Para recordarlo, tienen la idea de consultar a Elizabeth, una experta en hipnosis (Rosario Dawson) que rápidamente descubrirá la motivación y el dinero en juego y querrá ser parte. Como llegan tan rápido a la hipnosis, eso lo sabrá el espectador más adelante. Todo esto ocurre de forma veloz en los primeros minutos del film. Danny Boyle, el mismo de Trainspotting y Slumdog Millonaire, tiene oficio narrativo y lo demuestra. El problema será la historia. A cada minuto la película se vuelve más inverosímil, pero no en un sentido ligero y agradable, que sin duda le había venido bien y que el propio Boyle supo imprimirle incluso a sus más duras películas. Las escenas son ridículas y los giros de la trama pasan de absurdos a ofensivos, terminando por ser lisa y llanamente aburridos. Muy aburridos. Es muy difícil no sentirse estafado como espectador y es verdaderamente complicado no enojarse con la manera en la que el film saca de la galera cosa cada vez más forzadas. Para peor, la alteración del punto de vista inicial no es otra cosa más que la forma burda en que el largometraje se cree que puede hacer cualquier cosa, total nadie se va a dar cuenta. Tan berreta termina siendo En trance que hasta sirve como ejercicio para que el espectador muestre su habilidad para descubrir agujeros de guión. La falta de rigor y la creación a las apuradas no puede ser disimulada por el oficio de quienes la hicieron, En trance no tiene ninguna clase de coherencia o rigor, ni tampoco sirve como entretenimiento.
Más allá del olvido A diario vemos películas que arrancan bien y luego van perdiendo el rumbo hasta deshacerse por completo. Esas películas nunca fueron buenas. Por otro lado, hay films que no muestran su juego ni todo su esplendor hasta el final. No hablamos de los últimos minutos, sino de un crecimiento progresivo, sólido, apabullante. Ese es el caso de Tabú, de Miguel Gomes. Los primeros minutos de un film suelen definir, todo lo que será el film. Tabú es un ejemplo de los contundentes, aunque el espectador poco atento (o el que llegue tarde) no lo capte. En esos primeros minutos se define el romanticismo arrebatador, la mirada del director y todo su estilo. Milagro cinematográfico esta combinación entre la forma y el contenido de Tabú, anunciado y presentado en la escena inicial. Luego, la película abandona ese comienzo romántico y extraño, esa leyenda ambientada en África y pasa a Lisboa en el presente. Allí, una anciana, su mucama y cuidadora y una vecina conviven en un edificio. Esta anciana decadente es por momentos graciosa, por momentos agobiante y en otros está ida, y todo el tiempo parece tener algunas cuentas pendientes con el pasado. Toda esta parte del film es morosa y muchos espectadores podrán sentir que la película no tiene rumbo, pero hay que tener paciencia, porque lo que pasa es que el film de Gomes está tomando carrera para la segunda parte del relato. Y esa segunda parte resignifica todo lo visto, le da un significado distinto y termina por mostrar que Tabú es una obra maestra de una grandeza romántica sin comparación en el presente. Para algunos espectadores tal vez sea una película difícil, pero para quienes se entreguen, es sin duda una experiencia inolvidable.
Muchas jugadas de pizarrón La nueva producción hollywoodense del director italiano Gabriele Muccino es una comedia romántica a la que por momentos le agrega elementos de drama. Y se enreda. Las películas no tienen que ser todas imprevisibles; hay muchos géneros e historias cuya base es justamente que el espectador sepa cómo va a terminar y que la diversión consista en ver como desarrolla el camino su director. La comedia romántica es una de ellas. Ahora bien, Jugando por amor es una comedia romántica que por momentos es simplemente una comedia y por otros es una comedia dramática. Es decir que su mayor problema es que no define con claridad sus objetivos. El director italiano actualmente en Hollywood Gabriele Muccino tiene una interesante carrera donde juega con todas estas ideas de género. En Italia hizo films muy populares como Ahora o nunca y El último beso. En los Estados Unidos impactó con Siete almas y En busca de la felicidad. Aquí cuenta la historia de una ex estrella del fútbol inglés (Gerard Butler) que vive en los Estados Unidos e intenta conseguir trabajo en televisión como periodista deportivo y a la vez recuperar la relación con su pequeño hijo. El trabajo y el hijo, el superar aquellos años de gloria y asumir una nueva etapa con madurez. La cercanía aumenta cuando él dirige el equipo de fútbol infantil donde juega su hijo. Esos son los temas de la película, al menos los que se presentan desde el comienzo. Sin embargo, el guionista deseó agregar la historia de amor. Y se enredó por completo. Jugando por amor tiene algunos momentos cómicos, otros incómodos pero se va desarmando en su emotividad forzada. Muccino maneja, al menos en este caso, mejor el humor que la emoción. Se abandonan situaciones, se prometen cosas y luego todo se va resolviendo de forma acelerada. Esta falta de rigor obedece a que la historia quiere llegar a un final y para que el espectador no adivine ese final es capaz de hacer cualquier cosa con el guión. Pero esto a la película la desarma, no la mejora. El ritmo narrativo es bueno, los actores tienen algunos momentos simpáticos y el hijo del protagonista (interpretado por Noah Lomax) brilla en una interpretación sobria y efectiva. Justamente la exploración de la relación padre hijo parecía ser el tema original de la película, pero los personajes de la madre (Jessica Biel) y varias madres de otros chicos, interpretadas por Uma Thurman, Catherine Zeta-Jones y Judy Greer, lo complican. Incluso el hombre rico y poderoso que interpreta Dennis Quaid tiene poco para aportar. La película es divertida, pero es muy difícil encontrarle un sentido.
AVENTURAS ANIMADAS CON VIDA PROPIA Durante años he tenido que sufrir cuando los colegas abusan de un paternalismo provinciano al defender cine de género hecho fuera de Hollywood. Pero de tanto en tanto aparecen películas como Tadeo, el explorador perdido, que hacen que los elogios sean reales, ya que no se trata de un film que debe pedir disculpas a nadie por no estar hecho por la industria más grande del mundo. No estamos hablando aquí del cine de animación considerado arte superior (otro provincialismo, pero ahora de Hollywood) hecho en Francia, por ejemplo. Tampoco hablamos de maestros aislados como Miyazaki o ese gigante ignorado como es todo el animé japonés, siempre lejos de las pantallas comerciales del mundo. Acá estamos frente a un film de puro entretenimiento sin aspiraciones de autor. Una película destinada a todo público, con especial atención en el público infantil pero no el más pequeño, ya que hay aventuras, acción y algunos sustos. Es decir, una competencia en el terreno de los films de Pixar y la tradición Disney en general. Así es que Tadeo, el explorador perdido (Insólito: versión local del original, también en castellano, claro, es Las aventuras de Tadeo Jones), film de animación realizado en España, llega para pisar un terreno que pocos se atreven a tocar. Sin paternalismos ni sobreestimaciones, hay que decir que Tadeo el explorador perdido es una divertida y muy lograda película de aventuras, llena de humor y con un ritmo que nunca decae. Una buena película, tan simple como eso. El primer largometraje de un personaje que ya en el cortometraje había mostrado que funcionaba. Tadeo, un albañil español que ha soñado toda su vida un explorador aventurero como Indiana Jones, se encuentra de pronto con una verdadera aventura, un tesoro, una chica y unos buenos villanos. Los ingredientes conocidos del género, homenajeado de punta a punta pero con identidad propia. No es el homenaje ni el guiño y nada más, la película funciona aun si el espectador no reconoce ni uno sola de esas citas. De hecho el profesor que tanto admira Tadeo le regala un sombrero que perteneció a Indiana Jones y este le contesta que no le suena. El héroe, muy español a pesar de sus sueños de aventurero de Hollywood, es un personaje que se hace querer. De hecho todos los personajes son interesantes, los cómicos, los malos, los buenos, todos. Y las escenas de aventura funcionan siempre, así como las escenas de humor. Tadeo, el explorador perdido es una gran película, de esas que no hay que dejar pasar.
La condición de estrella de Tom Cruise y su talento como actor es lo que permite sostener esta película de ciencia ficción que está protagonizada por él de forma no exclusiva, pero casi. Un soldado veterano ha sido asignado a una misión en un planeta Tierra abandonado por los humanos luego de una gran guerra contra alienígenas. Jack (Tom Cruise) y Julia (Andrea Riseborough) son un equipo que se encarga de patrullar el planeta destruido para asegurarse que se puedan seguir aprovechando los últimos recursos disponibles. Jack patrulla y Julia desde su base-hogar controla toda la operación mientras son supervisados a su vez por sus superiores. Todo parece ser un trabajo rutinario, donde Jack, por momentos de forma visible, por momentos en secreto, posee una enorme nostalgia acerca del planeta que se ha perdido décadas atrás. Pero en sueños el tiene sueños que lo perturban, habita en él una sospecha, una inquietud, algo que no termina de cerrar. La fría vida cotidiana con Julia y la perfección de toda la operación no le aporta a él ninguna forma de tranquilidad, al contrario. Con ese punto de partida al espectador y a Jack solo le queda esperar que pase algo. Y algo, claro, pasará. A la presencia indiscutible del protagonista masculino, hay que sumarle el excelente clima logrado por el director (Joseph Kosinski, el mismo de Tron: El legado), capaz de ir llevando la trama con interés cada vez mayor, con un aprovechamiento de las locaciones abandonadas y los espacios abiertos al estilo del western. (A partir de acá se contarán puntos clave de la trama, se invita al lector a dejar de leer si no quiere enterarse de esos detalles.) Los fanáticos de la ciencia ficción verán todos los tópicos favoritos del género, con la calidad técnica y el asombro visual del que son capaces las películas actuales. Pero aun dentro de esa tecnología, Oblivion no se olvida nunca de crear climas y personajes y eso es lo que le da mayor fuerza e interés. El espectador verá también la conexión con títulos clásicos del género y como el héroe tiene también esa nostalgia demodé propia de los personajes de la ciencia ficción. Pero hay el sueño recurrente de Jack –Jack, un nombre de héroe popular- algo que sabemos lo cambiará todo. Por eso cuando una nave se estrella en la Tierra y Jack descubre en esa nave criogenada a la mujer con la que sueña, sabemos al instante que todas las certezas que él tenía están a punto de desmoronarse. La frialdad de su compañera, el discurso mecánico de los superiores, todo aquello que nos inquietaba estalla a partir de ese momento. Jack luchará entonces por recuperar su humanidad perdida. Sosteniendo la idea de que detrás de cada ser humano, por más básico y parecido al resto que parezca, siempre hay algo que lo lleva a su condición de tal, con sus valores, sus deseos y sus sueños. Una metáfora sobre la que ha insistido mucho el género a lo largo de los años y que no por eso ha perdido vigencia. Para que todos nos veamos reflejados en Jack, es indispensable que el protagonista sea una estrella como Cruise, cuyo carisma vuelve a quedar en evidencia en esta película. Aunque bordea el western Oblivion sigue siendo principalmente un film de ciencia ficción. Y el cliché de que su protagonista esté fascinado por el pasado, no solo está justificado por la trama, sino que además nos lleva a sentirnos más identificados con él aun. Seamos únicos o uno más entre millones, cada uno de nosotros vive su vida como la única disponible.
Posesión infernal es un ejemplo perfecto de cine gore. La pregunta para muchos será: ¿Qué es el cine gore? El gore es un subgénero del cine de terror cuyo núcleo principal son las escenas sangrientas de violencia explícita, donde los cuerpos son destruidos y mutilados en cámara. Son esas escenas, armadas a partir de elaborados e ingeniosos efectos especiales y complejos maquillajes, las partes más importantes y centrales del género. La historia del gore es extensa, pero más allá de los antecedentes a comienzos del cine, su esplendor surgió en la década del 60, con directores como Herschell Gordon Lewis y George A. Romero. Blood Feast (1963) y 2000 maníacos (1964) dirigidas por Gordon Lewis son casi el nacimiento oficial del gore, aunque vistas hoy parezcan juegos de niños. De hecho, Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock, sin mostrar nada resulta en la memoria del espectador más gore y violenta y puede ser encuadrada en el género. Los films de Romero, por otro lado, como La noche de los muertos vivientes (1968) y El amanecer de los muertos (1973) aprovecha el gore y sus muertos vivos para armar un discurso más complejo cargado de lecturas sociales. El género luchó siempre contra la censura y fue creciendo -no solo en Estados Unidos, sino también en países como Italia y Japón- y sumando adeptos entre los espectadores y expertos tras las cámaras. El cine en su conjunto fue incorporando el gore como parte de su universo, en películas como Macbeth (1972) de Roman Polanski, o Corazón valiente (1994) de Mel Gibson, entre muchas otras. Claro que el género también tuvo desde su origen, una fuerte conexión con el humor y una gran cantidad de películas gore tienen mucho de comedia. Una obra maestra del género es Braindead (1992) de Peter Jackson (en Argentina salió directo a video con el nombre de Muertos de miedo). Esta joya neozelandesa tiene un clímax memorable con una cortadora de césped y nada menos que trescientos litros de sangre falsa. También tiene mucho humor y efectos más que ingeniosos para un presupuesto mínimo. En 1981 Sam Raimi dirigió Diabólico (The Evil Dead) otra obra clave dentro del gore paródico. Con muy pero muy poco dinero, con un actor al nivel del proyecto, como Bruce Campbell, y con muchas ideas, la película brilló aun con sus limitaciones. Raimi hizo dos secuelas: Noche Alucinante (1987) y El ejército de las tinieblas (1992). En estas últimas dos películas la calidad era mayor y el humor también. Se podría decir que directamente eras comedias. Eran otras épocas del género, sin duda. Y otra época de Sam Raimi. Mientras que el director de la trilogía de Evil Dead se dedica a hacer películas como Oz: el poderoso su corazón por el cine de terror parece seguir latiendo. Con una inteligencia indiscutible, él mismo creyó que era el momento de hacer una remake de su película de culto. Para eso eligió, con todavía mayor astucia, a Fede Alvarez, un director uruguayo que le debe su fama mundial a un cortometraje que publicó en You Tube. Ataque de pánico (2009) se llamaba esa joya de cinco minutos que narraba con una invasión alienígena a Montevideo. Con efectos especiales irreprochables y con una puesta en escena que mostraba un verdadero talento cinematográfico, el corto se volvió un fenómeno mundial (pasó las 7 millones de visitas) que llegó hasta los ojos de Hollywood y de Sam Raimi. Así que Alvarez fue contratado y terminó dirigiendo y escribiendo Posesión infernal, La remake del film de culto de 1981. Un film de culto es aquel que es rescatado de un éxito comercial moderado o nulo por un grupo de fans que insisten en ver el film muchas veces e insistir sobre su importancia o sus valores. Pocos espectadores viendo muchas veces un film. Es muy común que gran parte de los films de culto estén asociados al cine de terror y también al gore. Y por supuesto, ya que estamos aclarando términos, se le llama remake a las nuevas versiones de películas ya sea tan solo su guión, o la película en su totalidad. Las remakes, ya lo sabemos, tienen muy mala fama y se les reclama el tener una intención única que es la de ganar dinero como sea. También se las acusa de pertenecer a una época sin ideas nuevas. Pero eso es una mentira absoluta producto de personas que no son capaces de entender la historia del cine o el cine actual en su totalidad. Posesión infernal está planteada dentro de un subgénero y vinculada con un film de culto. Una situación compleja como punto de partida, pero por suerte los amantes del cine de terror no son tan miserables y snobs como para juzgar con extrema dureza un punto de partida como ese, al contrario. Las buenas noticias no deben postergarse más: Posesión infernal ya se ha ganado el derecho a pertenecer a la historia grande ya no solo del gore, sino del cine de terror en su conjunto. Sus méritos son muchos y la claridad con la que se aleja de sus contemporáneos es fácil de percibir desde las primeras escenas. Raimi sabía que una película como Diabólico ya era una reliquia y supo que la historia aun podía funcionar en esta época con un nuevo formato. Alvarez como director y coguionista y todos los que ayudaron a hacer Posesión infernal buscaron justamente adecuarse a los tiempos que corren, tanto en la puesta en escena como en la lógica del relato, así como también en los efectos especiales y de maquillaje. Es posible que la combinación de todo esto de cómo resultado los mejores efectos gore de la historia. Renegando incluso de los efectos digitales, tratando de llevar todo lo que sea posible a los efectos mecánicos de la vieja escuela. El trabajo que han hecho está bien porque no se han ocupado de que la película funcione en todos los aspectos. Empezando por el guión, donde han encontrado la vuelta para que los protagonistas tengan algún motivo razonable para decidir y a una cabaña en el bosque. También la idea de que la protagonista deba desintoxicarse de las drogas y el juego del pastorcito y el lobo que esto generará le da a la primera parte del film una lógica que ya el género estaba necesitando para escapar de sus propios clichés. La forma efectiva en la cual se aplican estas ideas de guión son tan fuertes que por momentos la película consigue aquel impacto dramático que tenía El exorcista (1973) de William Friedkin, una de las obras cumbres de la historia del cine de terror. Sentimos por los personajes una cercanía que no es habitual en el terror actual. Nos angustia muchísimo más cada escena debido a eso. En ese y otros aspectos, la superioridad de Posesión diabólica con el respecto a Diabólico es gigantesca. No solo el guión, los personajes y las resoluciones, sino también toda la técnica de la película y la puesta en escena. Diabólico se hacía querer en sus limitaciones y en su euforia, pero ha envejecido sin remedio y salvo la última media hora –con Bruce Campbell como exclusivo protagonista- lo demás ya no tiene la gracia de aquella época. Acá el gore es espectacular, las escenas son fuertes, las ideas visuales se multiplican. En su imaginario terrible propio del género, la película consigue igualmente ser estéticamente impecable. Pero tiene algo más que hace la diferencia y que para el que no conozca el género puede sonar raro. Posesión infernal está hecha con amor por el gore. Y en eso es igual a Diabólico. No hay en la película de Alvarez cinismo alguno, no se trata de un producto que busca facturar subestimando a su propio público cautivo. Estamos frente a una película hecha con convicción y genuina pasión. Mejor aún, a esa convicción y esa pasión, dos cualidades que en el arte no siempre llevan a buen puerto, Posesión infernal le agrega una gran dosis de talento, lo más importante a la hora de hacer una gran película.