EL SENTIDO DEL CINE La invención de Hugo Cabret es un emocionante y bello film, en el cual el director Martin Scorsese expone sus temas y obsesiones personales a la vez que realiza una enorme y espectacular oda al cine y su importancia en nuestras vidas. El ser humano es una máquina imperfecta y su destino, un misterio. Es posible que la naturaleza sea sabia, pero desde la toma de conciencia acerca de su existencia, el ser humano está enfrentado a preguntas sin respuesta. Cada generación se enfrenta a los mismos conflictos y los vive como si fuera la primera en hacerlo. Lo cierto es que cada generación vive solo una vez y cada persona experimenta en soledad sus angustias existenciales. Esas máquinas imperfectas no lo son necesariamente desde su funcionamiento mecánico, sino desde sus fallas emocionales. Sus piezas faltantes, aquellas que parecen tener la respuesta para la pregunta acerca del sentido de nuestra existencia, pueden encontrarse en cualquier lado, pueden llegar desde los espacios más inesperados. De eso, en parte, trata La invención de Hugo Cabret. Hay películas que tienen un encanto irresistible. Películas cuyas historias nos conmueven y sus imágenes nos transportan. La invención de Hugo Cabret, de Martin Scorsese es una película luminosa, una de esas combinaciones que producen un efecto casi mágico. Su director, famoso por hacer film duros y violentos, es sin duda uno de los profesionales más prestigiosos y probados del cine contemporáneo. Scorsese se ha lucido con obras maestras como Taxi Driver, Toro salvaje, El rey de la comedia y Buenos muchachos. Y llegó a ganar un postergado Oscar por Los infiltrados, a mediados de la década pasada. Scorsese renuncia aquí a toda la violencia que caracteriza su cine pero no a sus temas favoritos. El encanto de la película consiste en la genuina inspiración que el tema principal le produce al director. Hugo, tal es el título original del film, cuenta la historia de un niño huérfano que vive en la torre de una estación de tren en Paris. Sin que nadie sepa que él es quien hace que el reloj de la estación se mantenga en funcionamiento. Los tiempos de los demás están regidos secretamente por el niño. Pero hay algo que lo obsesiona: un autómata que su padre ha dejado a medio reparar y que el pequeño Hugo desea volver a poner en funcionamiento. El está convencido de que cuando el autómata funcione, será capaz de transmitir un mensaje de su padre muerto. Pero la máquina no funciona, hay una llave que Hugo no posee, y sin ella toda la maravilla del autómata no logrará jamás desplegarse. (A partir de este momento se adelantarán elementos de la trama de la película) La pregunta es cuál de los personajes de la historia es aquel con el que Martin Scorsese se identifica más. Hay varios, muchos, más allá del protagonista. Lo cierto es que todo gira en torno a la vocación, a la pasión que anima a las personas hacia alguna tarea en particular. Hugo busca en ese autómata una respuesta, él busca una respuesta, la respuesta será, para los personajes principales de Hugo, el cine. Pero no es necesario ser cinéfilo para entender que en la vocación de las personas muchas veces suele hallarse el sentido de su existencia. ¿Es Hugo Cabret el alter ego del director? También podría ser René Tabard, el cinéfilo historiador, admirador incondicional de Georges Meliés. Y el propio Méliès es un personaje scorsesiano por excelencia. Un visionario incomprendido, un apasionado y lúcido hombre adelantado a su tiempo, un carácter muchas veces retratado en el cine de Scorsese. O tal vez es Isabelle, quien parece destinada a ser quien cuenta la historia de todos, como el propio director de la película. Es cierto que el film es un homenaje al pionero más entrañable de la historia del cine, pero más que un homenaje esto es un excusa a través de la cual el director nos dice cómo el cine –o cualquier otra cosa que nos apasione- es la llave que termina abriendo las puertas de nuestra esencia. Ese corazón que finalmente nos explica quiénes somos y para qué hemos venido al mundo. No es tampoco un recorrido histórico sobre la carrera del director de Viaje a la luna (1902) ya que las licencias poéticas que la película necesariamente se toma la alejan de cualquier recorrido riguroso acerca de su verdadera carrera. Para muchas personas, Scorsese entre ellas, el cine es el medio a través del cual uno puede hacerse las preguntas sobre la existencia y ensayar respuestas incompletas, que nos ayudan a sobrellevar nuestras angustias. Esa máquina fría –la cámara, el autómata, el cine- tiene la capacidad de expresar todos nuestros sentimientos, nuestras ambiciones, a la vez que nos deslumbra, nos abre el apetito por la aventura e incrementa nuestro gusto por la belleza. Belleza, aventura, emoción, ideas, todo lo que el cine ha sabido darnos desde sus comienzos. El cine ha sido para muchos de nosotros un espacio de revelaciones. Un lugar donde nos hemos visto reflejados, donde aprendimos a explorarnos. Cada nueva película, cada nueva escena, podría ser la que tenga esa respuesta aún no hallada, la llave de aquello que todavía no hemos podido abrir. Scorsese nos brinda un regalo más: además de sus temas, la película tiene la inocencia de quien descubre el mundo. Un director veterano nos lleva al corazón del cine y nos hace vivir la historia con ojos inocentes, ansiosos por ver. Eso la hace emocionante y entretenida, además de todo lo ya dicho. El despliegue visual de Hugo es deslumbrante y arrebatador. Incluso el uso del 3D es el más notable visto hasta la fecha. La película no solo explora el sentido de la existencia y del cine mismo, sino que además es en sí misma una experiencia inolvidable.
Las nuevas aventuras de los hijos de Julio Verne Cuatro años atrás se estrenaba Viaje al centro de la tierra. Aunque el título podía llamar a error, no se trataba de una adaptación del clásico de Julio Verne. Era, eso sí, una aventura contemporánea donde el libro de Julio Verne tenía participación e importancia y disparaba la aventura de los protagonistas. Viaje 2: La isla misteriosa retoma la línea de inspiración en las aventuras del creador de la ciencia ficción y repite al joven protagonista, ahora sumergido en una nueva historia llena de sorpresas dentro de un lugar perdido en el mundo. La isla misteriosa del título es obviamente en alusión al libro de Verne publicado en 1875. Es importante volver a aclarar que no es una adaptación del libro, sino que la literatura de Verne forma parte del universo en el que viven los protagonistas. No son pocas, claro, las conexiones y como ocurría en el film anterior los vínculos son fundamentales. Las libertades que Julio Verne se tomaba con la fauna de la isla son aquí llevadas mucho más lejos a fin de producir una aventura descomunal. Y hay que decir que por momentos lo logran, así como por momentos cierta elección un tanto infantil hace que la película pierda potencia y se transforme en un entretenimiento menor. Parece mentira, pero los espectadores del siglo XXI parecen más infantiles que los lectores del siglo XIX, aun cuando el mundo parece ser hoy un lugar menos misterioso de lo que era entonces. Aunque aquí no vuelve a repetir su papel Brendan Fraser, el elenco se las arregla para sostener con simpatía y credibilidad esta historia llena de fantasía. Josh Hutcherson repite su papel, pero se le suman Dwayne Johnson, Vanessa Hudgens, Luis Guzmán y el legendario Michael Caine, como el abuelo del protagonista. El resto es dejarse sorprender y entregarse a la aventura y, tomen esto como un consejo, y a buscar los libros de Julio Verne.
Un film con destino de cable Un policía preso por un robo se escapa para demostrar su inocencia. Esa es la premisa de esta película llena de momentos forzados, torpe y con poquísimos destellos actorales. Hay muchas películas en el mundo, las salas de estreno apenas si logran exhibir un porcentaje mínimo. Por eso sorprende cuando aparecen películas como Al borde del abismo, producto menor, fallido, sin encanto alguno, fácilmente remplazable por docenas de otros films con mayores méritos. Estar en una sala viendo algo que parece destinado al cable, no es lo óptimo, indudablemente. El film narra la historia de un policía que fue preso por un robo, pero siendo inocente, se escapa para demostrar su inocencia. Su complejo –y absurdo– plan incluye ponerse en la cornisa de un edificio en pleno Manhattan. Esta historia, ¡una remake de un film estadounidense de 2011!, está llena de momentos forzados, vueltas de tuerca resueltas de forma torpe y momentos que hasta el espectador más distraído descubrirá que no tienen sentido, ni aun dentro de la lógica de la propia película. Man On a Ledge –el título original– tiene los ingredientes que ya vimos muchas veces, el falso culpable, la policía buscando una segunda oportunidad, el millonario inescrupuloso, etcétera. Sin embargo no encuentra la manera de que estos lugares comunes tengan un renovado interés para el espectador. El guión es fallido y desprolijo, pero el trabajo del director no es mucho mejor. La cámara no logra resolver con estilo las situaciones ni crear jamás el clima necesario. Si teniendo un hombre en una cornisa y un robo millonario no se puede crear interés, entonces no hay más que decir. Pequeños, muy pequeños momentos consiguen comprometer un poco al espectador y sin duda son algunas –no todas– actuaciones las que le da a la película un poco de fuerza. Elizabeth Banks, Edward Burns y Sam Worthington hacen un trabajo esforzado para lograr que las fallas de la película no se noten tanto. No lo logran, pero igual merecen una mención.
LA PANTALLA LE QUEDA GRANDE Tomando como base el programa de televisión creado por Diego Capusotto, esta película intenta reproducir los personajes más exitosos y aportar algunas novedades del formato cinematográfico 3D. El resultado es bastante decepcionante. Diego Capusotto es uno de los comediantes más originales e importantes que tiene en la actualidad la televisión Argentina. Bueno, el más original en realidad. En televisión demostró, con su programa Peter Capusotto y sus videos, una particular capacidad de entender, discutir e ironizar alrededor de todos los personajes y lugares comunes del rock, además de hacerlo también sobre una galería de personajes con raíces políticas. Pero en lo que a la sátira del rock refiere, el actor tuvo tanta buena/mala suerte que aquellos que son el cliché que él critica, lo adoraron incondicionalmente. Fenómeno de culto por excelencia, su fama se ha hecho extensiva a las redes sociales, donde sus sketches –actuales y de programas anteriores- son vistos y una y otra vez por sus fans. Pero desde el núcleo de su éxito hay algo que quedaba claro: no podría transformarse jamás en un largometraje, es decir, en más de una hora de cine. Aun así alguien creyó que este salto hacia el vacío podía resultar interesante. Luego de unos minutos muy graciosos donde se pone en duda las bondades del 3D y donde se realizan chistes que nunca habían estado en la televisión, la película delata sus limitaciones. Aunque hay ciertas promesas de locura, como ver un primer plano de Violencia Rivas en 3D, aprovechando al máximo el formato, lo cierto es que la intencional búsqueda de la estética berreta queda como tal y no logra convertirse en un elemento extra de humor. La estructura de sketches es de por sí complicada de convertir en película, aunque no es imposible hacerlo. Si a eso le sumamos el agotamiento de muchos de los personajes, el espacio para el disfrute cinematográfico es mínimo y la película, incluso, deteriora nuestra apreciación del trabajo de Capusotto en el televisión. La ausencia de novedad se potencia porque no hay videos ni cortes comerciales (aunque hay sketches que funcionan como chistes extras en forma de publicidades) que aligeren la acumulación de personajes. Y la pantalla grande lejos de ser una aliada termina por agotar al espectador. El aburrimiento, eso que no parecía asomar en el programa, acá se hace presente de forma abrumadora. Hay que ser muy incondicional de Capusotto para reírse durante todo lo que dura su película. Dos o tres sketches son llevados tan lejos en tiempo que son realmente difíciles de soportar, por ejemplo los de Micky Vainilla y Jesús de Laferrere. Sin embargo, y a pesar de todo lo dicho, la película regala –además del mencionado comienzo- algunos apuntes graciosos y bastante lúcidos sobre sus tópicos habituales. Las escenas de Bombita Rodríguez parecen las más interesantes y las que tienen algo de riesgo y osadía. La buena noticia es que más allá de este fallido y olvidable paso de Capusotto por el cine, su trabajo en la televisión aun puede verse. Y Peter Capusotto y sus tres dimensiones tal vez sea el cierre de un ciclo, y a la vez el comienzo de un nuevo proyecto para un autor que en más de una ocasión logró dar en el blanco del humor inteligente.
Expertos en pochoclo con poco riesgo Ben Stiller y Eddie Murphy llevan adelante este film dirigido por Brett Ratner, con soltura pero sin novedad. Una comedia de acción con interesantes recursos que no defrauda pero que tampoco logra salir de los límites del género. No es la originalidad lo que convierte a Robo en las alturas en una película aceptable. Tampoco un guión fuerte, ya que en más de un momento la película se empantana y no parece saber muy bien cuál es su rumbo. Lo que en realidad sostiene a esta película de Brett Ratner es el carisma de sus protagonistas, la grandeza de su elenco y los medios de producción que hoy en día una película cuenta cuando es clase A. Y un ingrediente extra: el malestar de la gente con respecto al sistema capitalista. De un tiempo a esta parte Hollywood ha trabajado bastante el odio hacia las injusticias del sistema, las traiciones a los trabajadores y el enriquecimiento ilimitado de los poderosos. Aunque a priori uno pueda imaginar que una variable de La gran estafa (a su vez una remake, no lo olvidemos), Robo en las alturas apuesta más a la torpe rebelión de un grupo de improvisados que al trabajo profesional y brillante de un conjunto de profesionales. Esta comedia de acción, como ocurría con Quiero matar a mi jefe, es más interesante y rica en la mirada que tiene sobre el sufrimiento de los personajes que con respecto a las acciones que llevan luego ellos cuando se rebelan. Eddie Murphy –legendario actor que logró vencer los prejuicios raciales en el cine mainstream– vuelve sobre el personaje de delincuente que lo hizo famoso en 48 hs y Ben Stiller retoma a su clásico personaje neurótico y tenso que lo convirtió en uno de los cómicos más famosos del mundo. Pero hay que decir que el elenco tiene luz propia, y que Casey Affleck, Alan Alda, Matthew Broderick, Téa Leoni, Michel Peña y Judd Hirsch aportan algo más que su gran profesionalismo. Tanto los veteranos –Alda y Broderick y Hirsch– como los dos más jóvenes –Leoni, Affleck y Peña– con su presencia les sacan peso a los dos protagonistas cuando estos ya agotan sus recursos. Mención aparte para Gabourey Sidibe, la recordada protagonista de Preciosa, que aquí demuestra que tiene una carrera por delante. Efectiva, prolija en lo técnico, pero algo limitada en guión y como comedia, la combinación de elementos proporciona en Robo en las alturas un entretenimiento aceptable sin demasiado vuelo. Brett Ratner, director, entre otras cosas, de comedias de acción como Una pareja explosiva, está al nivel del proyecto. Es decir que cumple con lo justo y entrega una película que no hace la diferencia pero no decepciona.
PERDIENDO EL TIEMPO Segunda entrega de la serie de Sherlock Holmes dirigida por Guy Ritchie. Los mismos defectos de la anterior y algunas pocas virtudes que no alcanzan para hacer justifica con tan magnífico personaje. A favor de la credibilidad de mi texto he de decir que Guy Ritchie me parecía un director insufrible aun antes de llevar a la pantalla a los personajes de mi escritor favorito. No soy un purista ni me molestan las adaptaciones heréticas y disparatadas de los clásicos. Dentro de la historia de la literatura, incluso, se han hecho más pastiches partiendo de Sherlock Holmes que de cualquier otro personaje creado en el siglo XIX. No es eso lo que hace que los dos films de Sherlock Holmes me resulten por momentos irritantes, pero mayormente indiferentes. La puesta en escena de Guy Ritchie es una pesadilla para cualquier que valore las posibilidades del lenguaje cinematográfico. Su estilo por momentos es grotesco, por momentos es un cuchillo en la mirada del espectador entrenado. Sus cámaras lentas, desaforadas y carentes de cualquier criterio, son molestas no sólo porque no son bellas, sino porque tampoco encuentran ningún tipo de justificación estética, ni siquiera la del recurso por el recurso mismo. Pero lo que delata la falta de compromiso del director son esos momentos en los que para darle ritmo a un diálogo hace hablar a los actores rápido y hace coincidir sus palabras con cortes a los rostros de cada uno. A cada réplica, un corte. Es una pena que a esta altura de la historia del cine alguien crea que ritmo es cortar rápido. Evidencia este método, por lo menos, una ausencia de confianza en las posibilidades de la cámara y una subestimación del espectador. Pero no todas son sombras en esta nueva película de Holmes y Watson. Estamos en un film industrial y por momentos el diseño de producción, el vestuario y todos los detalles de dirección de arte logran mejorar la experiencia. Los actores, aun frente lo artificial y pomposo del estilo Ritchie, consiguen mostrar algo de carisma. Como novedad, el tan mentado homoerotismo entre Holmes y Watson aparece aquí, jugando con algunos dobles sentidos y subtextos, más allá de los obvios celos del detective de Baker Street por el casamiento de su amigo doctor. Partir de un personaje tan grande y de un período histórico tan rico e idóneo para desplegar aventuras y misterio, y finalmente llegar tanto solo a estos pequeños detalles es verdaderamente una pena. Pero a esta altura es imposible que la serie, de seguir en manos del mismo director, consiga levantar la puntería.
Sobre maltrato y segregación El director Tate Taylor adaptó un libro que muestra la idea de una joven universitaria que en los años sesenta decide escribir sobre las sirvientas negras de las familias de su pueblo. En el estado de Mississippi, Estados Unidos, durante la década de 1960, una joven universitaria, blanca, decidida a convertirse en escritora, elige como tema el relato de las sirvientas negras de todas las familias de su pueblo. Lo que abre un universo hasta ese momento callado de injusticias, postergaciones y maltratos. El director Tate Taylor adaptó al cine la novela de Kathryn Stockett, The Help (ese es el título original de la película también) y es posible que ese guión adaptado se lleve al menos una nominación al Oscar. La película recuerda, por su humor, por su melancolía, por su exaltación de la amistad femenina frente a un mundo adverso, a Tomates verdes fritos. Y en cuanto al retrato del sufrimiento de la mujer negra, se la podría emparentar con Preciosa, estrenada hace un año. Al comparar Historias cruzadas con estos films, la película se eleva, ya que queda de manifiesto que aunque por momentos es excesiva y algunos personajes se vuelven un poco cansadores, la fuerza dramática de la película nunca cae en golpes bajos virulentos ni sadismo de ninguna clase. De la misma forma que logra mantener el interés narrativo sin perder nunca su camino original. La fuerza mayor que en definitiva tiene la película es su retrato del maltrato y la segregación de un grupo de personas en una época reciente del mundo. Su sufrimiento es tan evidente y tan terrible que hasta el espectador más indiferente se verá comprometido emocionalmente en cada una de las escenas, acompañando el derrotero de un grupo personajes difíciles de olvidar. Salvo los personajes sobreactuados (en realidad mal escritos) el elenco se luce y brilla, cada uno en su estilo y personalidad. Hay que decir también que la película busca ser lo más conciliadora y amable posible y que el espectador podrá sufrir pero se encontrará con un discurso más bien esperanzador.
La inteligencia al poder del revival Después de 12 años de ausencia de la pantalla grande, vuelven relanzados por Disney los famosos muñecos que inventó Jim Henson, mezcla de títeres y marionetas. El resultado es tan entretenido como eficaz y tierno. Para toda una nueva generación, Los Muppets son una leyenda, un programa legendario, con sus películas y cambios a través de los años. Desde su origen, estas creaciones de Jim Henson marcaron la diferencia en el mundo del espectáculo infantil. Los niños siempre disfrutaron de estos personajes, pero desde siempre, Los Muppets fueron un show adulto, lleno de inteligencia y complejidad. Famosos por llevar invitados famosos a su show de TV, cuando los personajes llegaron al cine lo hicieron junto con un número enorme de invitados especiales. En aquella, su primera película, se encuentran las bases más fuertes del film que hoy se estrena. Se repiten, sí, varios invitados especiales, pero sobre todo se recupera el espíritu emprendedor y la ética de grupo de aquella película de 1979 llamada Llegan Los Muppets (The Muppet Movie). También recupera la idea del viaje: mientras que aquella el proyecto era hacer una película (y era nada menos que Orson Welles quien les daba el visto bueno al final) acá de lo que se trata es de salvar el teatro de los Muppets. Y una vez más, la película navega entre una entretenida narración clásica, y la absoluta modernidad de ser un film que reflexiona sobre sí mismo todo el tiempo. La película cuenta el proceso por el cual los Muppets vuelven a la fama y cómo ha cambiado, en algunos aspectos, el mundo a su alrededor. La película propone un juego de gran inteligencia, donde las capas de metalenguaje y autorreferencia se multiplican permanentemente, pero esto no impide la emoción y la alegría de los queridos personajes que creó Jim Henson. La renovación generacional y el acercamiento al nuevo público viene por varias vías en esta ocasión. El director es Jason Bobin, director de la polémica serie Ali G, protagonizada por Sacha Baron Coen. La actriz es Amy Adams, premiada y reconocida actriz dramática así como gran comediante. Y los guionistas son dos: por un lado Nicholas Stoller, creador de dos grandes comedias: Forgetting Sarah Marshall y Cómo sobrevivir a un rockero. El otro guionista, productor y protagonista del film, es Jason Segel, una de las grandes figuras de la comedia americana actual. Todos se lucen en lo suyo, aunque Segel por momentos parezca un poco arrastrado por su ego y ocupe un poco más de espacio del que la película naturalmente le habría destinado. El resto de los personajes legendarios de los Muppets, así como algunas estrellas invitadas completan esta fiesta entretenida donde el máximo valor está puesto en la inteligencia de todo el proyecto.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA Cuarta entrega de la serie de Misión: Imposible. Renovada y espectacular, Protocolo fantasma muestra cómo el talento y las ideas son la herramienta fundamental para hacer el mejor entretenimiento. Hace unos años leí un artículo donde se analizaba a la figura de John Wayne como un héroe solitario devenido en un héroe grupal, un héroe comunitario. Los ejemplos, obviamente, eran los films que hizo con Howard Hawks. En esos films, y coherente con el cine de este director, el héroe puede ser un líder, puede incluso ser llamado papá por sus amigos, pero no sería nada sin el grupo. La suma de varios es mayor que la fuerza del individuo. Esta idea, sorprendente para quienes opinan sobre Wayne y el cine norteamericano sin saber nada, es mencionada aquí porque la novedad más fuerte que trae a nivel contenido M: I Protocolo fantasma es justamente algo relacionado con esto. En Misión: Imposible (1996) dirigida por Brian De Palma, la historia comenzaba con Ethan Hunt (Tom Cruise) perdiendo a todo su equipo y quedándose sólo. Comienzo raro, claro, para esta versión cinematográfica donde justamente el chiste estaba en el trabajo en equipo. Que la unión hace la fuerza es algo que se ve también en los films anteriores del director Brad Bird, el mismo de Los increíbles, Ratatouille y El gigante de acero. Pero no es la cuestión grupal el único elemento hawksiano de M: I 4. Está también la fuerte presencia de la mujer del grupo, que no es un adorno ni una víctima a ser rescatada. Jane Carter (Paula Patton) es una más de ese grupo, y carga con sus pesares como otros de los integrantes. El grupo, integrando por Hunt, Carter, Brandt (Jeremy Renner) y Dunn (Simon Pegg, el comic relief), tiene una identidad y una fuerza poco habituales para el cine de acción. Cruise abre el juego y lo hace muy bien. Su presencia carismática y poderosa brilla aun más con la decisión de repartir el interés de la historia. Esto es lo que le da profundidad, peso, lo que hace que la película se vea completa, humana, que nos emocione, que nos haga sentir parte. Pero por supuesto hay más. Misión: Imposible Protocolo fantasma es un espectáculo cinematográfico descomunal. Es una película divertida, bella, enorme, musical. El cine llevado a la manera más pura de placer visual, la sana costumbre de asombrarse, sorprenderse. Vista en pantalla IMAX es directamente abrumadora, una experiencia inolvidable construida en base a fuerza de lenguaje de cine. Cruise comprende a la perfección esta serie de la cual él es el verdadero gran artífice. Con el oficio del director como aliado, Cruise busca darle al espectador el espectáculo más grande del mundo. La sorpresa, el asombro, el suspenso, la emoción. Hasta el sentido del humor de la película es una precisión que asombra. La saga, ya en su cuarta entrega, se pone en duda a sí misma, se discute, se reconoce parte de una serie de lugares ya transitados. E incluso el propio Cruise bromea con respecto a su estatura, porque sabe que de todas maneras sigue siendo un grande. Y de esa grandeza y de esa alegría cinematográfica esta hecha Misión: Imposible Protocolo fantasma.
Aventuras en estado puro El famoso personaje de historietas regresa a la pantalla grande de la mano de dos pesos pesados: Steven Spielberg y Peter Jackson. El entretenimiento está asegurado. Tintín es un famoso personaje de historieta creado por el autor belga Helgé. Sus aventuras fueron publicadas entre 1930 y 1976. El mundo entero conocía las historias de este joven aventurero. Varias veces la televisión y el cine probaron suerte con el personaje y sus historias. Pero todo parece indicar que la versión cinematográfica definitiva es la que hoy se estrena, producida por Peter Jackson y dirigida por Steven Spielberg. Y el motivo por el cual esta película tiene destino de clásico está no sólo en la perfección técnica. Ningún recurso es bueno o malo en sí mismo, y de la misma manera que algunos directores desconfían del 3D o de la animación, Spielberg abraza por primera vez ambos recursos y lo hace con el mismo oficio con el que ha construido su filmografía. La profundidad de cada imagen no es sólo un artificio técnico, es la manera brillante con la que el director domina –como nadie actualmente– el lenguaje del cine. Y todo esto redunda en un relato perfecto, lleno de aventuras y humor, donde hasta la secuencia de títulos del comienzo es apasionante. Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (aclaremos que el Unicornio es un barco) es una película de género sin contaminación de ninguna clase. No hay mezclas, acá la aventura aparece en estado puro. Para quien quiera saber que es una película de aventuras, esta es, sin duda, la clase perfecta para aprenderlo. Gran parte de la genialidad de Spielberg se ve plasmada en cómo logra que una película de 2011 tenga a la vez el ritmo y la técnica de un film actual, pero en esencia sea como una película del Hollywood clásico. Las aventuras que aquí vemos –una fusión de varios relatos de Helgé– nos llevan a un viaje al pasado por los grandes clásicos del cine de aventuras. Para quienes no sepan nada de cine clásico, todo será nuevo, nada parecido a lo que conocen. Y para quienes conozcan y amen el cine de aventuras más tradicional, esta película será un viaje por todos los universos maravillosos del género. Nadie conoce mejor a los espectadores que Steven Spielberg, películas como Tiburón, Encuentros cercanos del tercer tipo, Los cazadores del Arca perdida, E.T. y Jurassic Park lo han demostrado. Ahora ha llegado el turno de Tintín, para sumarse a la lista de clásicos populares que el gran director nos ha dado. La aventura está servida, tan sólo hay que acercarse a los cines y disfrutar.