Otra del pelado Cada vez que uno tiene la posibilidad de ver una película con Jason Statham sabe con qué se va a encontrar. Un código de sinceridad de género, en este caso, del de acción. Películas sencillas. Lo único importante para estas películas y que uno pueda disfrutarlas es encontrar un digno representante de esa estirpe llamada "héroe de acción". En este último tiempo no quedan demasiados, Jason es de esos pocos que restan. Actores que son pura carisma, que te filman una de venganzas, tiroteos, persecuciones, puño (a veces patadas) y cuyos antihéroes de corazón sincero no nos resultan ajenos. Te meten de cabeza en la historia que venden. Esta empieza con dos relatos que se desarrollan paralelos. En uno está el bueno de Jason que pelea para sobrevivir (en Vale todo, la última tendencia en peleas legales), en el otro, una chinita llamada Mei y que resulta ser un genio. Una mala jugada con apuestas hace que nuestro querido Jason pierda todo, y para no dañar a más gente, se transforma en vagabundo. La niña mientras tanto la pasa peor aún, sin comerla ni beberla la toma la mafia para utilizarla como "contadora". El comienzo del film va a los tropezones, corte, edición rápida para tratar de dar un vértigo que narrativamente no existe, atropella burdamente con la ansiedad de saberse deudora de lo que vendía en el póster. A eso de la media hora llega el punto en el que en pleno escape la pequeña Mei (ya bajo persecución de la mafia rusa, competidor de la mafia china) a través de los subtes neoyorquinos se cruza con el gran Jason. Tenemos película. Cuando estalla la velocidad de Statham en los enfrentamientos, sumado a la dureza y seguridad de movimientos ya es otra cosa, él se encarga de que una "típica de tiros" nos resulte atrayente, carisma lo que se dice. Porque el resultado no difiere de ninguna otra de acción, si uno desea tiros, ahí están, también peleas (aunque esta más enfocada al policial que al mano a mano) y alguna vuelta de tuerca, o sea, lo que prometía. El embrollo de mafia china, rusa, policía corrupta, terroristas y agentes secretos poco interesa, es una forma de mostrar que son todos lo mismo, nada de "los de afuera son los malos", todo es por guita, después de todo, es América. Si algo hay que rescatar, además del siempre solvente Jason Statham es la franqueza de la propuesta, el póster y el trailer no engañan: una de acción del pelado del transportador. Si eso estás buscando, no hay porque sentirse defraudado.
Un bárbaro en América Vacaciones Explosivas (Get The Gringo) iba a llamarse Como Pasé Mis Vacaciones en México pero este título fue cambiado al de Get the Gringo porque aquel título original iba a ser un tanto ofensivo para el pueblo mexicano. ¿Ofensivo? Bienvenidos al mundo de Mel Gibson. Aquel sex symbol de los 90 y director estrella de Hollywood se transformó en un paria luego de una cadena de eventos (borracheras, antisemitismo, violencia doméstica) que lo dejaron mal parado en el mercado tan decente como el del gran país del norte. ¿Pero como llegó este australiano desde el desierto salvaje a Estados unidos? Vía Mad Max, cruda y salvaje distopía de carretera. Años después desde un lugar de excluido de a poco intenta volver al ruedo. Primero desde un policial llamado Al Filo de la Oscuridad y luego de la mano de su amiga Jodie Foster con la sombría y extraña La Doble Vida de Walter. Parece que ahora es tiempo de tirar todo e irse a México. ¿Como pasó sus vacaciones en México el loco de Gibson? En una prisión que se llama El Pueblito. Un lugar donde los criminales gobiernan y donde familias enteras conviven dentro del lugar. Y el porque este gringo termina en México es uno de esos momentos puramente cinematográficos. Driver (Mel Gibson) junto a su compañero, ambos disfrazados de payasos y con un millón de dólares como botín, deben escapar de la jurisdicción americana pero tienen un obstáculo, una inmensa pared que separa México de EEUU. Driver lo resuelve con una rampa para entregar un gran escape estrellándose contra la misma. Desabocadísimo. De ahí en más, el paradero del dinero será la única razón por la que lo mantengan vivo. Vivo pero dentro de la peor prisión mexicana. Dentro de ese lugar conocerá a un chico de diez años que siempre anda pidiendo cigarrillos y a su madre, prostituta al servicio del capo de la cárcel. En medio habrá tiroteos (uno dentro de la prisión es una insolente carnicería) y una amenaza que agobia como ese calor que se palpa y asfixia. Otro de los grandes aciertos del film es encerrarnos en esa prisión para tener que descifrar un mundo nuevo que es mezcla de villa miseria y cárcel. Ahí Driver jugará sus cartas sabiendo que él es el blanco pero que también es al que respetan por gringo. Y porque sigue vivo. Mel Gibson hace de está película (que en Estados Unidos fue directo a televisión paga) un vehículo de desenfreno e incorrección de las que no abundan hoy en el mercado. No esperen solo al héroe Mel, él está hundido en su miseria y se ríe de ella. ¿Políticamente incorrecto? Gibson saca su sonrisa y se divierte en medio de una ola de violencia y desamparo de la que si resulta el héroe es solo para beneficio propio. El señor de ojos azules parece abrazar esa oscuridad que tanto le cargan y disfrutarla en el camino, sabiéndose paria se deja llevar en una “de acción” que funciona de punta a punta. Este tipo será un jodido, pero de cine, la sabe lunga.
La mochila de Bourne La saga de Jason Bourne es recordada por varias razones, una de ellas es que fue una de las más revitalizadoras dentro del género de la acción. La historia de un hombre que de pronto reacciona a puro instinto pudiendo matar en segundos funcionaba a la perfección. Al igual que Matrix, El Vengador del Futuro o X-Men, llevaba al hombre común al nivel de super héroe como el que sueñan muchas personas (en principal los que van a ver este tipo de películas). Las Bourne además poseía ese maravilloso acierto de haber seleccionado a un actor como Matt Damon: hombre común, medio regordete y con cara de bueno. Entonces en nuestro imaginario él cumple con nuestro sueño de hacernos sentir que podríamos ser nosotros en esa circunstancia, llevando al hombre mediocre al nivel de estrella de acción. El otro gran acierto fue tener a un director como Paul Greengrass (al menos en las últimas dos), un director de vértigo visual y hábil en el registro de tensión mediante un montaje veloz para meternos en un ritmo frenético. Lo primero que hay que decir acerca de este nuevo (¿?) relato es que si uno no vio la trilogía anterior se va a sentir confundido respecto a lo que pasa en la pantalla ya que la historia sucede en paralelo a la de la última de Bourne (The Bourne Ultimatum). El agente Aaron Cross (Jeremy Renner) es uno de los mejores agentes de una organización que realiza operaciones secretas al igual que Bourne y aunque no se toquen sus historias el escándalo en los medios de "Bourne" obliga a desmantelar todos los grupos de operación que trabajan en las sombras. Esta exposición da como resultado que el grupo desde el cual realizaba operaciones Aaron Cross deba ser eliminado completamente. El factor de peligro que se suma a esta historia (además del que lo quieran "limpiar") es que esos agentes consumen una droga con la cual mejoran sus aptitudes físicas y mentales, entonces, en medio de este escape, la ausencia de esa droga también puede significar la muerte. Es por medio de esta droga que se vincula la científica Martha Shearing (Rachel Weisz) y nuestro muchacho de fácil matar. Ella es la única sobreviviente de los científicos que trabajaban para ese grupo secreto (la orden de eliminar pruebas incluía a todos los participantes) y para la supervivencia de ambos deciden unir fuerzas. El comienzo en un clima glacial (con enfrentamiento con lobos incluidos) nos permite admirar la dureza del personaje de Renner. Pero también nos aleja de crear la empatía que generaba ese Damon tan humano, este es una agente invulnerable, preparado para todo lo que se venga encima, no así como el Jason Bourne de Damon que nos sorprendía sacando trucos de la galera para lidiar con un mundo que lo quería destruir. Y definitivamente si uno tiene que hablar de lo mejor de esta entrega debe referirse a la escena del final en Filipinas. Esa secuencia con persecución por techos y posteriormente, en moto, se disfruta de punta a punta, el nivel de adrenalina sube y se mantiene bien arriba. Tony Gilroy (guionista de las anteriores, director de esta) no logra filmarla con el mismo atractivo que Paul Greengrass pero no deja de ser un gran momento. El Legado de Bourne pierde demasiado al no tener a Matt Damon ni a Paul Greengrass, la idea de intensidad, intriga y super agente está vigente pero uno ve con conformismo el resultado. Recicla todo aquello que una vez fue bueno en cuanto al montaje, persecuciones y otras yerbas pero no puede distanciarse de una mera repetición de fórmulas ya reconocidas.
La fiesta inolvidable Cuando hace un par de años estrenaron Los Indestructibles (The Expendables) mis expectativas eran elevadas. El producto final fue fallido por varias razones pero la principal es que no se notaba esa locura propia de juntar a esos mastodontes de acción republicana de los años 80. Al parecer, de los errores se aprende. En Los Indestructibles 2 (The Expendables 2) nos encontramos no solo con la misma banda de dinosaurios peleadores sino con más, mucho más: Chuck Norris, Van Damme, Schwarzenegger y Willis (estos últimos habían aparecido en la anterior pero sin participar de la acción) se suman al colectivo multiestelar "rock of ages" de Stallone, Jet Li, Statham y tantos otros. La historia es tan modesta como repetida. Van Damme (Vilain) quiere plutonio para vender. En el camino a ese objetivo se atraviesan Los Indestructibles. De ese encuentro un hecho convierte el trabajo en una cuestión personal. Listo, para de contar. Si acaso las segundas partes no son buenas prepárense para una hermosa excepción. Los Indestructibles 2 supera con creces la primera y entrega durante casi dos horas una fiesta ilustre. Esa pila de testosterona y anabólicos que resuelven la vida a puro disparo se prestan a una autocelebración donde el desenfreno es inacabable. Explotan al máximo todo (y a todos) pero principalmente al imaginario popular que origino la idea primigenia de estas películas, esa de ver a esos hombres y nombres en yunta. Se ríen y nos inmiscuyen a nosotros, uno siente que forma parte de esa celebración. Eso si, este festejo es un derrotero de violencia donde la muerte es moneda corriente. Y como no serlo cuando su pan de cada día durante tanto tiempo fue el de ser mensajeros de destrucción aunque se presentaran como justicieros. El film abunda en fantasía, humor e irrealidad (nosotros no vemos a Stallone interpretando un personaje, vemos a Stallone) alcanzando un grado de libertad tal que nos transmite la sensación de estar ante una reunión de amigos que, de paso, hacen una película. El desenfado queda plasmado con la fantástica (en más de un sentido) aparición de Chuck Norris. Desde el momento en que ingresa al relato el inverosímil se descontrola, ahí caemos en cuenta que la muerte es tan artificial como la sangre que salta de los cuerpos. Estamos otra vez dentro de ese código de violencia de aquellos films que supieron reinar pero trabajados desde la conciencia de su tono paródico. Los intercambios entre Stallone, Willis y Schwarzenegger son impecables. La actuación de Van Damme como un afectado villano es una delicia, concreta el difícil reto de equilibrar la balanza frente a toda esa troupe indestructible. Dolph Lundgren la descose como un frankestein desquiciado y al fin se aprovecha el talento de Jason Statham para el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Uno de los puntos flojos quizás sea la incorporación de Maggie (Nan Yu) como contraparte romántica de Stallone, demasiado tirada de los pelos, queda diluida entre tanta testosterona avejentada. También es decepcionante la efímera participación de Jet Li. Pero no mucho más. Aquello endeble de la primera parte se perfecciona para entregar una parranda de amigos donde todo se descomprime a los tiros, y de paso, se ríen de ello. Al fin entregan lo prometido, gracias Sly por invitarnos a la fiesta.
Vampiros del Sur A ver como empezar con esto, Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros. Como punto de partida la idea de tomar un personaje histórico y combinarlo con el fantástico podía resultar interesante. Esa posibilidad esta completamente desperdiciada en este espectáculo torpe carente de diversión. La película no funciona por varias razones. Para empezar, por el actor principal. La cara de nada de este muchacho Benjamin Walker (Lincoln) es abrumadora, por momentos (con los anteojos 3D puestos) llegué a pensar que era un muñeco hecho con digital pero no, era ser vivo nomás. Sin un personaje que nos meta en esa locura que estamos viendo es imposible. Aunque para ser justo debería cargarle esa responsabilidad al director, lo que hace Timur Bekmambetov es lamentable. Su única idea de acción es poner cámara lenta y mover la esa cámara alrededor de la imagen estática, al horno. Pasaron 20 años desde Matrix y algunos siguen insistiendo en esa como la acción cool. Otro tema es el porque Abraham Lincoln puede enfrentarse de igual a igual con los vampiros. O sea, ¿cual es la razón para poder ir saltando en medio de una estampida de caballos? Bueno, no voy a spoilear, pero voy a decir que esa justificación es tan patética que creo era mejor dejarlo sin explicación. Porque si acaso hay una falla tremenda en la película es el tono que maneja, ese de tomarse en serio. Existe una solemnidad abrumadora, con discursos ampulosos y una ausencia de humor injustificable para un film que trata sobre ¡Lincoln cazando vampiros! No se que estaba pensando este señor Bekmambetov pero lo que debería haber sido una fiesta se perdió en el camino de la gravedad. ¿Y que pensara la gente del sur de Estados unidos ahora que no solo tienen esclavos sino que también se asocian con vampiros para ganar la guerra? Al menos están los buenos del norte (que ganaron) y que en palabra del justo Abraham "expulsaron a los vampiros hacia América del Sur, Europa y Oriente". Unos genios. Que la idea de vejez sea empolvarle la cara de blanco a alguien es irrisorio. También ver a Lincoln avejentado (y ya presidente) tomando el hacha de nuevo para ir a matar vampiros. Pero ahí es donde uno puede vislumbrar el film que pudo ser, una idea absurda y divertida, y no esta película carente de desfachatez, presa de la rígida mecánica de Bekmambetov.
Moe es el líder Cuando me enteré de que iban a realizar una película de mis queridos Tres Chiflados el temor fue grande. Ese humor físico (slaptstick) que pregonaban Moe, Larry y Curly funcionaba por ser tan reconocibles en esos actores y en ese tiempo, uno donde el blanco y negro encajaba perfecto. Cuando supe que a ese proyecto se sumaban como directores los hermanos Farrelly ese temor disminuyó un tanto. Estos directores con una filmografía donde el ridículo y el slapstick son moneda corriente (como Loco por Mary, su hit inconmensurable o Irene, Yo y mi Otro Yo, entre otras) abrían la posibilidad de que esta traslación no fuera un completo fiasco. En sus films los golpes, caídas y una violencia sin pudor eran llevadas con un desenfreno que parecía adecuada para la versión en pantalla grande de Los Tres Chiflados. Luego de ver la película solo puede decir que fue un gran acierto que estos llevaran adelante el film, su respeto y amor por ese humor se nota en cada escena. La historia de Moe, Larry y Curly comienza cuando son abandonados frente a un orfanato tutelado por monjas. Ahí es donde los van a criar y donde las monjas sufrirán la capacidad para causar problemas de los tres niños que posteriormente se convertirán en los tres adultos que reconocemos con aún mayor capacidad para el desastre y la anarquía. Nota aparte merece Larry David (co-creador de la serie Seinfeld, visto como actor en una de las últimas películas de Woody Allen Que "La Cosa" Funcione) como una de las monjas de poderoso grito y que ejerce la autoridad monacal de forma dura e impiadosa. Está a la altura para ser centro de los golpes de los tres en cuestión. Hay un detalle determinante para entender como funciona esta película. En el salto temporal de los pequeños Moe, Larry y Curly a sus versiones adultas no se produce ningún tipo de cambio físico en las monjas que los cuidan, no hay envejecimiento ni ningún intento de aparentarlo. Es un mundo fantástico que se vive dentro de la película. Esta planteado como una realidad donde el dolor es puro humor, perfecto y simplista, listo para la diversión, resguardado por una inocencia que es la de esos tres chiflados que pegan pero no lastiman. Otro de los temas principales al acercarse a esta película era la personificación de los tres chiflados. Y como no serlo cuando uno los tiene tan identificados. Aquí la elección de tres actores poco reconocibles (Chris Diamantopoulos, Sean Hayes y Will Sasso) juega a favor, quedan fundidos en esa imagen que recordamos perdiéndonos de los actores, son solo los tres chiflados. Entonces si uno se deja llevar por ese humor, por una tonta historia (no lo digo como un defecto) va a poder disfrutar de un muy grato momento. Los Tres Chiflados es una orquesta de golpes que no suena tan mal como a priori podía pensarse, y creo que puede llegar a convertirse en un clásico dominguero, de esos que sirven para apaciguar el espíritu a pura carcajada.
Una película encorsetada En medio de la marea de films de animación para toda la familia llega Valiente (Brave), última aventura de Pixar luego de la poco recomendable Cars 2. Una nueva película que, aunque levanta la puntería frente a la citada, no alcanza su cometido en cuanto a la calidad a la que el gran estudio de animación nos tiene (mal) acostumbrados. Es que esta aventura de Pixar a pesar un soberbio nivel técnico y un personaje fuerte resulta por un lado, demasiado sombría para los chicos, y por otro, un tanto anodina debido a una historia que no logra cautivar el interés. A ver, de que va la historia... Una joven princesa que disfruta de andar a caballo, practicar arquería y escalar montañas (o sea, dejar libre su espíritu aventurero) está obligada a ser una dama bajo los ojos de su madre y por mandato de una sociedad patriarcal. El relato está ubicado en una Escocia mítica, en un mundo donde el destino de una mujer parece ser de madre, dama o bruja. Esto es lo que más se señala durante la película (a veces sobre explicando esa situación), lo que Mérida desea para su vida en contraste a lo que está obligada a convertirse, en una reina. Entonces como princesa y para poder mantener la unión de los reinos debe casarse con alguno de los primogénitos de los otros tres reinos. Estos hijos presentados por sus padres como gloriosos guerreros resultan ser de una inteligencia, madurez y belleza poco tentadoras. Frente a esta obligación de encorsetar sus sueños y deseos Mérida escapa al bosque encontrándose con una bruja (que hace carpintería como fachada...y como fuente de ingresos) que alejada de la idea de "bruja maléfica" le da una poción para poder escapar a tan desagradable destino. Mérida culpa de su coartado porvenir a su madre (porque además representa lo que no desea ser) y es ella quién sufrirá las consecuencias de este conjuro. Pero cuando se juega con artes que escapan a la propia comprensión las consecuencias tienden a diferir de lo que uno ansía, y más cuando la bruja es tan despistada como la efervescente princesa. De esto resulta un efecto transformador, en la madre y en la historia, que da un vuelco a lo que se venía viendo. A partir de este punto la aventura combinará momentos divertidos y otros de una oscuridad poco común en los relatos de animación actuales, sean de Pixar o de cualquier otra. Aunque el aspecto técnico y visual (con un nivel de detalle preciosista) es de los más hermosos que tuve la fortuna de ver en este último tiempo, debo reconocer con tristeza que la historia no me terminó de enamorar. El nivel de empatía no logra concretarse y la ausencia de algún personaje entrañable en el cual nos apoyemos hace que nos perdamos del relato. Y cuando el humor no se hace presente ya estamos complicados. La sorpresa e imaginación (elementos vitales en una animación) quedan atados bajo un relato riguroso convirtiendo la aventura en algo de escaso interés para recorrer. Me da la impresión que con Valiente Pixar se tomó demasiado en serio. Eligió contar una historia profunda con una carga psicológica entre madre, padre e hija, pero se olvido de hacer un film divertido en el camino. Una película que acaba por debajo de las producciones habituales del estudio, y para mi gusto, del mejor estreno animado en lo que va del año, Madagascar 3: Los Fugitivos.
Ideas congeladas Luego de la muy grata sorpresa que resulto Madagascar 3 vino un golpe de realidad. La gran mayoría de las películas de animación son solo un vehículo para vender entradas en vacaciones. Esos quizás sean los únicos argumentos de La Era de Hielo 4. No tengo dudas de que va a funcionar en la taquilla, y bastante bien. La historia de Manny, Diego y Sid (y esas viñetas forzadas a más no poder de la ardilla Scrat y su bellota) ya es conocida, se nos presentaron como personajes errantes que, dejando diferencias de lado, formaron una manada/familia. Ahora en esta cuarta entrega Manny formó otra familia (hay que prestar atención esta palabra porque será enumerada muchas pero muchas veces durante la película) y tiene dilemas con su sobreprotección con su hija "adolescente". A la marmota Sid la familia que lo había abandonado, de pasada, le deja a su abuela. A Diego, el arisco del grupo, ya ni eso le dejan, y se enamora... para seguramente formar su familia en la quinta. ¿Cuanto se puede explotar un éxito sin que afecte la calidad de la idea original? Resulta lógico que la repetición terminé por agotar, así fue Shrek, así también La Era de Hielo. Esta aventura sucede otra vez por fuerza de la naturaleza. Otra vez el hogar esta en riesgo y hay que escapar. Otra vez. Todo comienza cuando Scrat en su inagotable persecución de una bellota produce un movimiento geológico causando que nuestro trío de amigos quede sobre un pedazo de hielo a la deriva. Por unos instantes el film nos convence que entre las monstruosas olas, el rompimiento continental y esa monumentalidad de la poderosa naturaleza la aventura va a valer la pena. Durante esos minutos nos interesamos ante la situación real de peligro. No dura demasiado. En el camino se encuentran con unos piratas (forzado es poco) y arman un "Piratas del Caribe" con animales. Lo cierto es que todo sucede como viñetas aisladas, se nota el esfuerzo para unir un rompecabezas donde cada situación solo se justifica para que suceda algo. Aunque no pasa mucho en realidad. Un par de persecuciones, la aparición de unas ardillitas extremadamente tiernas (que entregan uno de los pocos chistes que funcionan en plena parodia a Corazón Valiente) y para de contar. El final con reencuentro familiar donde cada uno enumera su "aprendizaje" es burdo e insoportable, se nos "esclarece" la idea (por si no había quedado expuesto lo suficiente durante toda la película y la saga) que ¡la familia! y ¡los amigos! son lo importante. De una sutileza asombrosa. Para aquel que disfrutó de las anteriores no va a sufrir demasiado, eso si, nada nuevo sobre el hielo. Una película perjudicada por una floja narración, falta de ideas y que pierde categóricamente frente a la pirotecnia visual de la feliz Madagascar 3.
Monstruos sagrados A finales de los 70 Ridley Scott saltaba a la fama con un film que se transformó en un clásico de la del terror: Alien. Unos años después realizó otro clásico, esta vez, de la ciencia ficción: Blade Runner. De allí en más ya nunca sería el mismo. Devorado por la obviedad y un dudoso gusto, se debatió entre la taquilla (y en ocasiones en el imaginario popular, lo que no es poco) y la intrascendencia. Nunca pudo regresar a la senda de profundidad cinematográfica de aquellos primeros films. Este retorno a la saga Alien parecía ser un híbrido entre aquel cine visceral del comienzo y su "correcto" cine posterior. No resulta extraño el producto final de este revoltijo, gigante en pretensiones y presupuesto, pulcra con sus toques violentos, de una quintaesencia metafísica filosófica propia de la mejor ciencia ficción pero con fallas narrativas. La historia comienza con dos arqueólogos que encuentran signos que confirman la teoría de que durante la antigüedad diferentes civilizaciones fueron atravesadas por el contacto con seres del espacio exterior. La suposición de estos científicos es que estos extraterrestres (Los arquitectos) están vinculados al origen del hombre. Años después parten en un viaje científico/empresarial a resolver este misterio. Esta expedición esta formada por la pareja de arqueólogos (Noomi Rapace y Logan Marshall- Green), representantes de la corporación Weyland (financistas del viaje), científicos, navegantes contratados y David. David (Michael Fassbender) es un androide, y sirve como una de las formas de medir el film. Sobre él se afirma el relato, lo que no es un desacierto ya que es por lejos el mejor personaje de la historia. Un personaje que por momentos irrita y por otros, expresa un enigma que sirve (y mucho) a la idea del film: cuál es el origen del hombre. Es justo protagonista ya que él también es una creación (del hombre) y además de ser siniestro, resuelve la máxima angustia humana, la mortalidad. Siempre joven, siempre vivo. Dentro de las falencias de la película uno puede caerle a la historia, no alcanza una solidez y coherencia para tanta trascendencia pretendida. Es gratamente amarga pero esterilizada, restándole dureza. La contaminación y asfixia de aquel cine primigenio de Ridley esta transformado en uno de espacios abiertos, luminosidad y CGI. Si uno añoraba ese viejo espíritu crudo puede sentirse defraudado. Pero es lógico, hoy el cine es otro. La cuestión es que esta estilizada corrección se traslada a sus personajes, seres pocos más que lineales y automáticos. El científico que sacrifica en busca de su verdad, hija que busca aprobación del padre, antihéroes que dejan su cinismo por un bien mayor y algunos más que mejor no adelantar. Se concretan situaciones escabrosas, pero como esos ascéticos pasillos de nave, todo lo que les sucede a los personajes solo por momentos escapa a la frialdad. También se ven claros los discursos expresados por la necesidad de empujar la historia y atar cabos, lo mismo con lo forzado de ciertas acontecimientos como por ejemplo la circunstancia de que los dos científicos que se van antes por temor son los que resultan atrapados en el templo espacial. Pese a todo el manejo de la intriga y ciencia ficción/horror es logrado, alcanza para arrastrarnos a ese mundo fantástico. Hay situaciones que impactan. Pero me cuesta no sentirme decepcionado con un film que prometía mucho y que tiene demasiados huecos, perdiéndose entre un pasado visceral y un presente comercial, resultando una operación demasiado calculada y carente de sangre.
Los salvajes Debo reconocer que no soy un gran fanático de la saga Madagascar. Esos animales neuróticos de la ciudad que terminan en aquella isla del título no habían logrado divertirme en demasía en ninguna de sus dos anteriores incursiones cinematográficas. Entiendo que la saga es un vehículo para los niños (y había funcionado con creces) pero como excusa es poco, suficientes películas de animación supieron satisfacer al público infantil sin dejar de conformar algo que valiera la pena ver. Sin siquiera nombrar al sagrado Pixar ahí están Lluvia de Hamburguesas y Cómo entrenar a tu Dragón como claros ejemplos de eso. Por eso Madagascar 3: Los Fugitivos fue toda una sorpresa. Es que la película gana en libertad logrando desenvolverse con diversión y un descaro alejado de sus, por momentos, irritantes films pasados. Ya no resulta solo en una fórmula de animales gritando para imponer la idea de "fiesta", ni una historia burda y edulcorada como "lección de vida". A no confundirse, están, pero dosificados como complementos para la aventura. La historia comienza cuando el león Alex, todavía anhelando su regreso a Nueva York, decide junto a sus amigos ir buscar a los pingüinos que partieron a Montecarlo. ¿Cómo hacen para llegar? Simplemente salen del agua en las costas de Montecarlo. Así de sencillo. El film nos regala la certeza de saber que cualquier cosa puede pasar y que todo va a estar bien. Eso es una fiesta. Entonces ante esta irrupción en el orden y lujo de Montecarlo aparece la fuerza de control para enderezar las cosas: la comandante de control animal, una fuerza tan cruenta como implacable. Ella es quién los perseguirá sin piedad como una versión francesa de terminator. Este aditamento de persecución suma vértigo al film y le otorga un riesgo creíble, permitiendo sumar empatía por la turba de animales en fuga. Para esa escapatoria (e intentar pasar desapercibidos) deciden comprar un circo que va recorriendo Europa. La irrupción de nuevos personajes (integrantes del circo) permite que esa concentración en los esquemas ya conocidos y mohines gastados de sus personajes (con un bagaje de las dos primeras partes) se diluya, rompiendo el egocentrismo de sus personajes principales. Otro punto a destacar es el de la animación. La aventura al ser más desenvuelta da lugar a una velocidad visual más alocada que de costumbre, favorece también al disfrute visual el cambio constante de locación por el viaje en tren del circo que, sumado al 3D, conforman un festival en donde uno no puede dejar de sonreír. Grata sorpresa la de Madagascar 3: Los Fugitivos, una saga que mejoró a pura insistencia.