Esperando el milagro Pablo Trapero es uno de esos directores que alimentan un espíritu en su cine, su búsqueda para narrar historias desde los márgenes sociales, lugares donde el público general solo puede imaginar o tocar de oído, es donde Trapero encuentra el territorio para sus películas. Elefante Blanco no es la excepción. El "elefante blanco" del título es un edificio que iba a ser "el hospital más grande Latinoamérica" hasta que la desidia política lo dejo abandonado a su suerte. A su alrededor creció lo humano que también quedo abandonado a su suerte desde la desidia y corrupción política: la villa. Si el cometido de Trapero es meternos de cabeza para sentir la villa, objetivo cumplido. Difícil obtener un registro mas palpable y duro de esa realidad. Trapero intenta no dejar ningún tema sin recorrer para tratar de formar una historia conjunta, puede que ahí esté una de las falencias de la película. Esa amplitud del relato hace que pierda fuerza por dispersión, dejando demasiadas historias tejidas pero sin una sólida elaboración. Quiere abarcar tanto que se pierde en la maraña. Ese laberintico edificio llamado Elefante Blanco es el film, lleno de espacios a recorrer, pero con demasiados lugares de escape. El virtuosismo técnico de la cámara de Trapero es abrumador. Demuestra una energía y pulso casi inexistente en el cine nacional, se ve un cineasta con tantos recursos como capacidad para desarrollarlos, así uno goza de algunos planos de una belleza inusitada, aunque por momentos tanta destreza distraiga de la crudeza del relato, de esa violenta realidad. En el apartado del cura francés (Jeremie Renier) y de la asistente social (interpretado por Martina Gusmán) es quizá donde el relato más se resiente. Esta historia de pasión prohibida resulta a culebrón forzado que no viene a cuenta de ese contexto tan sincero en el que se desarrolla el film. Además de esta historia de curas, desidia, y la novela de la tarde aparece una historia central que recorre el film, la droga en las villas. Entonces tenemos el enfrentamiento entre dos bandas que atraviesa a jóvenes, familias y a estos curas villeros que intentan ayudar como pueden, con lo que tienen, mucho corazón y huevos. Hablar de la solidez de Darín es sencillo, sigue demostrando porque es el mejor actor argentino, el áspero carácter de su personaje es tan certero como necesario para el relato. A pesar de ciertos reparos que particularmente me produjeron algunas resoluciones de los personajes resulta de obligatorio visionado, tanto por la calidad fílmica como por la historia que relata, un film de una dureza y de una vitalidad necesaria para el cine argentino.
En ayunas La nueva entrega de Los Juegos del Hambre es la primera parte de la tercera (y última) novela de la saga creada por Suzanne Collins. Y con lógica de mercado, la dividieron para poder recaudar (todavía) más. Este tipo de estrategia suele resultar perjudicial para el espectador (no así para los productores). En este caso, el relato pierde parte del vértigo que supo mostrar en las dos películas anteriores, máxime cuando no existe un “juego del hambre” como momento conclusivo del film. Los Juegos del Hambre: Sinsajo – Parte 1 (The Hunger Games: Mockingjay – Part 1) es una obra disminuida, y aunque intenté agitar al espectador con algunas secuencias de acción, no puede transmitir la tensión ni el interés buscado durante toda su narración. La nueva entrega comienza con Katniss (la super estrella Jenniffer Lawrence) en el distrito 13. La vida en el lugar es comunismo de punta en blanco. Hay una estructura militarizada, overol, y muchas armas (¡y con prohibición de alcohol!).Su presidente es Alma Coin (la siempre confiable Julianne Moore), como consejero está Plutarch (¡cómo te vamos a extrañar Philip!). La vida en el lugar hace un claro contraste con la decadencia profesada por el capitolio, este es un mundo más equitativo. La vida austera, racionada y subterránea del sector (plus el sentido de justicia que muestra su dirigencia) lo deja bien posicionada frente a nuestros ojos. Aunque en algún punto, su alta proliferación armamentística crea resquemor. Uno piensa que no queda más que rezar por un líder íntegro, porque con tantas armas, un dictador puede estar a la vuelta de la esquina. ¿Será Alma Coin una persona justa? En Sinsajo – Parte 1 se la muestra como una persona virtuosa. Se hace fácil ponerse de lado del sector 13 cuándo uno ve al genial Donald Sutherland como el cruel y monstruoso presidente Snow. Su sonrisa impoluta contrasta con sus actos, es un ser diabólico y también, magnético. Existen momentos que justifican claramente esta entrega, y que en contraste, son de los más interesantes de toda la saga. Ahora Katniss en el bunker subterráneo tiene a su lado a todos sus queridos. O casi. Falta uno transcendental: Peeta (Josh Hutcherson). Y como se ve, es el punto débil de nuestra heroína. Al fin pareciera decantarse el corazón tan disputado de la protagonista (pobre Gale, él que usa pulóveres hasta en verano y pone cara de perro mojado). Esta tercera parte va a tratar sobre la batalla dialéctica y a distancia entre el distrito 13, con Katniss como portavoz, y el capitolio, con Peeta y Snow (repito, que groso es Sutherland). Una guerra de propaganda que es interesante pero que se agota. Existen momentos que justifican claramente esta entrega, y que en contraste, son de los más interesantes de toda la saga. Uno es el regreso de Katniss a su sector, la desolación por la furia del capitolio hacia su hogar es un momento angustiante y que pone en perspectiva el horror de la guerra. También es igual de significativo (y terrible) cuando visita un hospital del sector 8. Por primera vez se expone la muerte como un hecho masivo y calculado, no como algo heroico. Pero fuera de hechos aislados, es una película vueltera y de conversaciones de Katniss-con: Gale (Liam Hemsworth), la presidente Coin, su hermana, su madre, Haymitch (Woody Harrelson), y cualquiera que desee hablar un rato. Para darle ritmo se meten escaramuzas, revueltas en los sectores y algún ataque, pero queda a mitad de camino entre la política y la acción. Los Juegos del Hambre: Sinsajo – Parte 1 (que largo sonó eso) es una película que funciona por el interés creado en las dos películas anteriores, y principalmente, por la calidad de sus actores, pero que resulta empobrecida por la falta de una narración más sincrética.
Amigos para siempre Buddy movie de policías adolescentes tardíos que vuelven a la secundaria. Schmidt (Jonah Hill) y Jenko (Channing Tatum) intercambiando roles, el apuesto Tatum con los "nerds" y Hill con los "populares". Jenko es atleta y apuesto, Schimdt inseguro y poco agraciado. La coincidencia en la escuela de policía hace que se utilicen para equilibrar las debilidades del otro. Amistad por balance. La buddy movie de opuestos no es ninguna novedad, y con buenos ingredientes es difícil arruinarla. Esta no es la excepción. Es creíble el cariño que se tienen, lo es aún más las diferencias entre uno y otro. Ese espacio entre los dos hace que este romance justifique ese respeto/amor por el otro. El disparo de largada de este delirio es la mala (y graciosa) resolución de un caso. Terminan de policías encubiertos en la secundaria. ¿Originalidad? No importa. Se alimenta a pura autoconciencia, se reconocen refrito y lo disfrutan, entienden el estereotipo para devolverlo a pura carcajada. La historia mete una gran cantidad situaciones que valen la pena y apoyados por buenos actores secundarios uno disfruta de este mundo entre naif y salvaje. La primera parte fluye con soltura gracias a darle prioridad al humor capitalizando ese regreso al pasado por parte de sus personajes. Es durante esa nueva adaptación donde se dan los mejores momentos (y un antológico frenesí bajo el efecto de las drogas). A medida que crece la trama policial y surge la necesidad de que "debe" llegar una conclusión es donde comienza a decaer la historia. Eso si, nunca lo suficiente para dejar de disfrutarla. Lo más extraño de todo es que no podía dejar de ver la historia como la de una comedia romántica. Recordé, como para citar un ejemplo, a El Diablo Viste a la Moda. No por la presencia de un personaje tan fuerte como aquel deliciosamente encarnado por Meryl Streep sino por la parte de ascenso, caída y redención de Anne Hathaway. Aquí el personaje que es seducido por la posibilidad de ser cool es Jonah Hill. Ese brillo vacuo lo aleja de su amor (Jenko) pero indefectiblemente volverá a él porque es aquel que lo acepto con sinceridad. Como siempre, las buddy movies destilando homoerotismo y diversión, que no se corte.
A capella Para comenzar debo decir que desconozco de la filmografía de Chile, por eso toparme con este film se debe puramente al ámbito festivalero, puntualmente al BAFICI del 2011. No fui con demasiada esperanza, tuve fortuna. El film de Fuguet es de una calidad y fluidez notables, como si de una canción folk se tratara, despojada de verbalizar en demasía, solo un hombre con una búsqueda personal. Alejandro Tazo (Pablo Cerda) viaja a EEUU para seguir a una joven estadounidense con la que se enamoro en su visita a Chile. Se lanza al gran país del norte a continuar con su relación, y de paso, conocer esa tierra prometida. La relación en aquel lugar no será como en su país natal. Ya no habrá lugar para él en la realidad americana de su "novia de verano", entonces avergonzado de volver con la cola entre las patas decide recorrer Estados Unidos tomando como punto de referencia la ciudad de Nashville. Esta ciudad es conocida por ser epicentro de la música Country, entonces él solo con su guitarra y su fanatismo por Johnny Cash intentará encontrar su lugar en un sitio tan ajeno. Un recorrido en solitario sin dinero ni certezas, una vacación vagabunda. Los momentos más introspectivos del recorrido de Tazo se combinan con toques de humor (muchos de ellos basado en la falta de conocimiento del inglés por arte del chileno) que siempre logran sacarnos una sonrisa. Lo que podría resultar denso funciona por esas pequeñas situaciones graciosas que oxigenan la narración. El aire melancólico producto de la frustración amorosa y del desarraigo elegido se perciben en el film pero el cariño del director hacia su personaje nos equilibra la balanza. Un film de situaciones absurdas y de momentos triviales donde la desidia en lo ambulatorio es pertinente para la narración, resulta una historia tangible. Sencilla y afinada, logra su cometido, nos subimos a la búsqueda interior de Alejandro Tazo.
Cuba libre La adaptación de la novela de Hunter S. Thompson es más fiel de lo que la traducción del propio título realiza. Así Diario de un Seductor es una falacia gigante. No existe ningún seductor en esta película a excepción de que quizás el ron o el dinero lo sea. Ahí no estaría tan desacertado. Pero se entiende que la razón de esa traducción no deja de ser un ardid aprovechando que el actor principal es el bueno de Depp. O sea, vender una de "amor." Nada de eso. Ni siquiera existe la idea "romántica" del periodista perdido en un lugar exótico. Porque acá los frustrados escritores devenidos en periodistas solo toman alcohol y duermen en pocilgas. Y es cierto que está esa bomba llamada Amber Heard dando vueltas (su aparición es de un magnetismo tremendo) pero la historia no decanta para ese lado, solo hay insinuación, algún flirteo, todo inconcluso y bastante frustrante. La historia es la de un escritor llamado Kemp (Deep) que cae en San Juan de Puerto Rico para trabajar como periodista en un diario que, literalmente, es un caos. La bebida más barata de Puerto Rico es el ron, imagínense el resultado. Su compañero de aventuras será Bob Sala, fotógrafo del diario y tan buen bebedor como él. El factor que rompe esta armónica fluidez de alcohol es el empresario interpretado por Aaron Eckhart, personaje sinuoso, dueño del oro y el moro. Incluida la rubia tentación dorada. Me sorprendió la fidelidad del film a muchos momentos de la novela, logra transmitir el aire de aguafuerte a la historia. La parte de crítica política esta presente: los tiburones blancos (americanos vacacionando en ese patio trasero llamado Puerto Rico), la corrupción en busca de la explotación comercial (y lo prescindible que resultan sus habitantes), alguna referencia a la política de los 60. Quizás donde queda en deuda es en el caótico relato. La entrada y salida de personajes la hacen ligera pero dispersa la historia restándole consistencia. Una pila de anécdotas en Puerto Rico que para una novela es valida pero que en una película deja un sabor indefinido, inacabado.
Expiación Liam Neeson ya desde hace un tiempo se transformó en un héroe de acción. Si uno repasa su carrera esto podría resultar extraño (a excepción de esa obra de culto llamada Darkman de Sam Raimi) considerando que los papeles que más reconocimiento le dieron fueron en films dramáticos. Pero desde hace unos años viene encadenando películas de pura acción como Brigada A, Furia de Titanes o Desconocido y principalmente, la que inicio este derrotero: Búsqueda Implacable. En esta última es donde se lo mostraba como un señor más diablo que viejo. Uno que no tenia intención de ocultar su edad, se transformó en un padre héroe. Entonces El Líder se avecinaba como otra película de acción. Neeson contra lobos en Alaska. Simplificarla no estaba mal, después de todo es la historia de los sobrevivientes de un vuelo que cae en medio de la gélida Alaska. Pero a diferencia de otros films también le da lugar al espacio metafísico que surge de lindar con la muerte, el cuestionamiento de dios y el sentido mismo de la existencia. Parece un poco denso y no lo es tanto, surge sin esfuerzo a cada paso, el contexto ayuda, y mucho. Esos pasajeros de avión no son gente ordinaria, son trabajadores de una empresa petrolera en Alaska. Ahí Neeson es un francotirador que mata lobos para que no ataquen a los empleados. ¿Pero quién iría a trabajar en esas condiciones? Parias, olvidados, gente que desea o necesita alejarse de la vida en sociedad. Este es un lugar de expiación. El líder será Neeson y ante la primera muerte marcara el camino, encontrarse con los seres queridos/perdidos, aquellos que brindaron esperanza. En ese momento de desesperación son el cielo prometido. Pero me detengo porque sino pareciera que hablara de una de curas jugando en el convento. Están los lobos, demonios acechando en la oscuridad, el frío que pareciera congelar cada exhalación, la falta de alimento. Por momentos hasta llegué a pensar que estaban en el purgatorio, veía la jornada de unos hombres buscando su camino para poder descansar. Quizás sea eso, quizás no, de lo que estoy seguro es de que la aventura funciona, el viaje es brutal, asfixiante. Y uno nunca deja de temerles a esos lobos devoradores de hombres.
Pan y circo Los Juegos del Hambre tiene todo lo necesario para ser un éxito. Es un film que contiene amor y violencia. Una competencia y un underdog en un mundo injusto. Esta basada en una novela que ya es un éxito. Se maneja en el generó de ciencia ficción lo que le permite una base acérrima de fanáticos. Sí sumamos a eso que sus protagonistas son adolescentes, representantes del público perfecto para un productor, esta distopía es difícil que falle. Pero tiene cosas a su favor. Woody Harrelson (como tomarlo en serio con esa peluca) aliviana el relato quitándole un poco de esa solemnidad tan impostada. También sus protagonistas son solventes a pesar de cierta rigidez facial de Jennifer Lawrence. El gran Donald Sutherland como el presidente es sólido en su rol de abuelo y opresor consumado, es todo un déspota patriarcal. Otro tema es la presentación del sus personajes, se toma su tiempo y eso ayuda a meterse en el relato. Lo que si molesta un tanto es el abuso de la cámara en movimiento, el director parece ansioso de lograr un vértigo agobiante que solo en muy pocos momentos alcanza. Por otra parte esta todo tan calculado que pierde atrevimiento, es violenta pero no tanto, hay amor pero no sobra la química, esboza un mundo cruel pero es caricaturesco. Un grato producto pero que no logra escapar a su envase, se desperdician potenciales circunstancias y tanta crudeza lavada le resta fortaleza. Y si bien la construcción de los personajes principales es paulatina, es poco el espacio para los demás, ahí flaquea, es magra la creación de enemigos, los demoniza para luego no darles entidad alguna. Surge también la comparación con otro film: Battle Royale. El film de culto japonés de Fukasaku tiene como en el caso de Los Juegos del Hambre adolescentes obligados a matarse mutuamente. Pero no tiene tantos puntos en común como uno habría pensado. La gran diferencia es que en aquella japonesa al ubicarse en un aquí y ahora mostraba una faceta anárquica que no se da en el film americano, y por encima de todo la violencia en Battle Royale esta a años luz por la carga emotiva de las muertes, algo que en Los Juegos del Hambre poco y nada, quizás se da solo en un momento (que no voy a adelantar). En Los Juegos del Hambre esta además muy patente la crítica hacia el gran show televisivo, y de los realitys principalmente. La selección y posterior enfrentamiento es presentado como un espectáculo, con patrocinadores y consumido por la oligarquía decadente y por el mismo pueblo que quiere ver triunfar a los representantes de sus sectores. Todo es un gran espectáculo, acaso como la enorme campaña de venta de la película. Este mundo futurista donde unos privilegiados que viven explotando a los "periféricos" poseedores de recursos naturales no es algo novedoso o revolucionario, como tampoco lo es la idea romana de la "arena de batalla". Pero no por eso el film no deja de ser un buen entretenimiento, y como un máximo acierto, deja ganas de más.
La vieja guardia Uno de esos rostros que uno reconoce pero no puede identificar es el de Brendan Glesson. Acaso si uno se pregunta porque es esto se podría nombrar Corazón Valiente, 28 Días Después, Escondidos en Brujas o Pandillas de Nueva York (entre muchísimas otras). Es que este irlandés es de esos actores secundarios que cuando entra en pantalla se hace difícil quitarle la vista. Voluminoso en su tamaño y en su espesor cinematográfico algún día le iba a llegar un papel para descoserla. Ahí llega El Guardia para equilibrar las cosas. Esta opera prima de John Michael McDonagh que trata la historia de un policía de un pequeño pueblo de Irlanda es una oportunidad para disfrutar de este gran actor. Al policía encarnado por Glesson le cae en manos un caso de trafico de drogas, a priori nada fuera de lo normal, el tema es que es un contrabando millonario, entonces el FBI que anda siguiendo este rastro caerá en un pueblo irlandés de una aspereza hacia los extranjeros poca veces vista. La historia podría ser un policial frenético, una historia oscura, una de "tiros". Pero cuando el condimento principal es un nivel de acidez corrosivo a puro humor negro la historia cambia bastante. Es que Glesson en su rol de policía es bestial, de una incorrección política poca veces vista. Lejos del papel secundario a los que nos tiene acostumbrado en esta se prueba el protagónico, y le calza perfecto. Este personaje que consume drogas, se acuesta con prostitutas y se ríe hasta de los muertos va tener como contrapartida a un policía del FBI (Don Cheadle) que es puro civismo y cortesía. Este contraste es lo que impulsa el film, entonces cuando la catarata de acidez despunte, el agente negro del FBI será casi siempre el destinatario. El guardia irlandés hosco parece un imbécil. Un tipo que se siente de vuelta y que a su vez es una caja de sorpresas. De imbécil ni un poco. Los excesos están como prioridad en su lista, una especie de Dr. House más duro, un Torrente menos grotesco. Es que lo escatológico no es lo suyo, su físico puede asimilarse al de Santiago Segura pero es sereno en su locuacidad, no da puntada sin hilo. Un film que no superaría la medianía si no fuera por la oscuridad de ese humor, y de su vehículo perfecto, el gran Brendan.
La llamada de la selva Cuando leí acerca de una película de la crisis financiera de estos últimos años (cuando la famosa burbuja estalló en EEUU y por ende, resultado de esa palabra ya vieja "globalización", a escala mundial) no creí que el resultado alcanzara un nivel satisfactorio, en parte porque me parecío que las finanzas no son terreno de comprensión para los simples mortales (acaso por eso funcionan tan bien para tan pocos, las manos mágicas del libre mercado). Pero la decisión de El Precio de la Codicia, cuyo título original es Margin Call, de acotarlo a un momento, a una noche, transforma esa gestación de años a una "llamada" y nos enfrenta a la tensión de la urgencia, dejando un thriller intenso, en donde todo se define en quién sale primero a quemar las naves. A priori parece convencional. Actores de renombre, drama que podría adivinarse televisivo, una historia verídica (o lo cerca que puede ser posible). Un film que podría diluirse en medio de la madeja de operaciones bursátiles pero que no es así. Funciona, y uno siente que se esta cociendo un guiso que va a caer mal a todos. La historia se apoya en un guión férreo, las pequeñas batallas personales llevadas adelante sin estridencias ni vueltas de tuerca construyen la tragedia. Esas personas que se manejan por mayor elevación, ni siquiera el verde cielo es el límite, siempre puede haber más dinero. Antípodas, el personaje Tucci queda relegado a la calle y el de Irons pertenece al cielo. El punto fuerte de la película son sin lugar a dudas las actuaciones. Hay nombres: Tucci, Bettany, Spacey, Irons (entre otros), pero que como sabemos muy bien, eso no asegura nada. En esta ocasión si. No sobran el gesto, no golpean el escritorio para cargar de espectacularidad un plano, con una mirada, quedarse callados, alcanza. Sin mayor expresión que un resoplido o tomarse la cabeza frente al fin de una era que sabían iba a suceder. Como se explica, siempre sucede, lo que les duele es que les suceda a ellos, el saberse los enterradores. Pura carnicería capitalista. En la aparición de un Jeremy Irons vampírico se marcan las pautas de cómo se mueve el mercado, sangrar el último truco bursátil hasta la muerte. El británico con tanta racionalidad financiera llena la pantalla de una lógica e inescrupulosidad que asusta. Uno entra en la historia absolutamente convencido de las movidas de sus personajes, se siente atrapado frente al espanto, el morbo no nos deja apartar la vista y finalmente, cuando no quedé más que enterrar el muerto, habrá que sudar un poco, pero sin siquiera quitarse la corbata.
El hombre sin futuro Un hombre se presenta como conductor ante un par de asaltantes. Dice poder cumplir su misión, llevarlos, darles un margen para su huida. Sus gestos son de una frialdad herética. Ese es nuestro protagonista, un hombre que "conduce" (interpretado por Ryan Gosling), un personaje austero que no teme porque no siente. Su hogar, al igual que el del clásico film El Samurai con Alain Delon (del gran Melville) parece de tránsito, el de un hombre sin pasado, sin palabras, pero que acciona. Pero este conductor conocerá a una vecina. Sus cruces iniciales son difusos, inasibles, fantasmas en departamentos de mala muerte. La decisión de acercarse a ella cambiara la historia de un hombre preso de un código de samurai. Implicarse con esta mujer, y ayudar luego también a su marido (recién liberado de prisión) será la perdición. Ese vínculo es el nacimiento de un amor por Irene (Carey Mulligan), máxima traición a su soledad. Driver (Gosling) es además doble de riesgo y trabaja en un taller mecánico. La persona que lo acogió cuando llegó a California fue Shannon (Bryan Cranston de la serie Breaking Bad), un padre sustituto fracasado, este es quien lo conecta a dos "financistas" para poder correr en forma profesional. Esos son Nino (Ron Pearlman) y Bernie Rose (Albert Brooks), el primero aparenta una peligrosidad exacerbada, el segundo sabe de que es capaz, no necesita alardear de ello. En este film el que menos demuestra logra ser más peligroso. Aparte de destacarse por una austeridad notable, el film utiliza una genial banda sonora y remite estéticamente a los ochentas. La puesta en escena, ese vacío expuesto en el plano, tiene reminiscencias al cine de Kubrick, así también los sonidos de sintetizador siempre omnipresentes. El director Nicolas Winding Refn no deja nada al azar, cada acción tendrá una razón de ser, entregando una película cruenta, de miradas de seres que buscan lo soñado, algún amor, algún dinero. ¿Cual es el más honorable? Difícil definirlo cuando estamos en esa tierra prometida llamada California. Lugar donde se tejen más fracasos que sueños. El film se apoya en una narración serena, cortada con los arranques de violencia seca y destructiva. Las persecuciones en los autos son menores considerando el punto de inicio, no se busca la espectacularidad, el film reposa para explotar súbitamente, volantazos que marcan el pavimento dejando un trazo de melancolía. Logra trasnmitir la tristeza de un sueño que ya no será, el vacío que deja detrás un auto que se pierde en el horizonte.