El dulce aroma del espíritu adolescente El cine de "cámara en mano" en este momento está siendo un recurso más que usado, abusado. De hecho esta misma semana se estrena otro film con ese tenor, Con el Diablo Adentro. Así con la excusa de lo documentado se vienen haciendo películas de bajo presupuesto y en general, de pocas ideas. Por eso ver Poder sin Límites fue una grata sorpresa. Es que el recurso de la cámara en mano queda bastante desvirtuado, llegando casi a estorbar. Aquí solo es utilizado como registro de estos tiempos, y principalmente, como lenguaje adolescente. Ah sí, esta historia viene de unos jóvenes que adquieren el poder de la telequinesis, así como suena, hormonas que pueden levantar autos. Lo más peculiar de esta historia son las similitudes con otra. La gran Akira de Katsuhiro Otomo. Esta última es una película de animación de la década de los ochenta, obra maestra, clásico que rompió toda una barrera hacia occidente (en cuanto al cine de animación japonés para adultos) y que hoy está en carpeta para hacer en versión real action en Hollywood. Un proyecto que se viene retrasando por presupuesto, cambio de actores y otros etcéteras. Entonces surge esta pequeña película para cambiar el panorama. Porque cuenta una historia muy similar, principalmente hacia el final de la misma. Aquella Akira contaba la historia de un grupo de adolescentes motociclistas en un futuro cyberpunk, apoyándose en un duelo entre dos amigos. En Poder sin Límites está establecido un grupo tripartito de adolescentes. Andrew lleva una vida a puro sufrimiento y vejación. Matt (el primo de Andrew) tiene aires de intelectual y solo logra ser torpe, pero es apuesto y con eso alcanza. El tercero, presidente de los estudiantes de la escuela, es puro carisma. Esta amistad que no existía antes de la adquisición accidental de los poderes es equilibrada solamente por la telequinesis. Pero la realidad es otra, transformando esta relación en un duelo entre aquel excluido y los destinados a reinar. Porque Andrew, quien es maltratado por su padre, por sus compañeros de secundaria y con una madre enferma, será como aquel Tetsuo de Akira, un adolescente que desea revancha, con furia intenta equilibrar (y si no puede, destruir) un mundo injusto a sus ojos. Ahora tiene el poder para hacerlo. La historia funciona por varias razones, primera porque ese poder que se obtiene es utilizado al comienzo para la diversión, un juego más, entonces uno logra la empatía con esos personajes, sintiendo que acaso uno haría las tonterías que ellos realizan. Nos sumamos hasta que un hecho perturbador expresa el resentimiento profundo de Andrew, el de alguien que nunca tuvo la oportunidad de tener el control. Y cuando finalmente el mundo se vuelva contra ese personaje, él se tornará contra el mundo. Aunque de una psicología simplista, no está del todo mal para explicar una época hormonal en donde todo se parece al fin del mundo. Lo que quizás logra confundir es el tema de la cámara en mano, llega un punto en donde es imposible justificarse, entonces esa supuesta documentación (que nunca creímos) se vuelve inútil y un tanto molesta, distrae. Pero no llega a desbarrancar y aunque un tanto forzado, logra mantenernos en vilo. Nos encontramos frente a un film que va a funcionar en el espectador de espíritu adolescente, en aquel que soñó con tener algún día "superpoderes" y principalmente, surge una película con un enfrentamiento final que se la juega a fondo, sin vergüenza, un verdadero animé.
La Pasión de Spielberg Steven Spielberg es uno de los grandes cineastas contemporáneos. Su cine de pura dinámica logró entregar hasta en las historias más duras, un nivel narrativo envidiable. Algo que lo caracteriza es no apartarse del espectáculo para contar una historia. Y aunque mis preferidas de él sean las consideradas menos "profundas", aquellas de carga social o política como Munich, La Lista de Schindler, Rescatando al Soldado Ryan o Libertad no me desagradaron. Pero a mi gusto, cuando intenta transmitir una bajada de línea o transmitir un "mensaje" es cuando su cine tiende a fallar. Pareciera que no pudiera lidiar con la idea de que lo consideren un director divertido. El tráiler de Caballo de Guerra me había creado cierto recelo, y enfrentarme a la película fue todavía más arduo. Es que la versión de Spielberg sobre la historia de un caballo me resultó bastante molesta. Sé que muchas personas disfrutaran de este film, pero a mis ojos, fue una historia de un sentimentalismo barato, un intento por crear emoción mediante el sufrimiento/muerte ajena, un film cruel. Leí por ahí la palabra "humanismo" al referirse a este film, si acaso esta historia lo retrata, difiere bastante con la idea que yo tengo acerca de esa cuestión. La historia parte desde el nacimiento del caballo y como va compartiendo su existencia con variados personajes. Desde el joven que lo cría hasta los militares alemanes enemigos. El deseo de mostrar los dos bandos me pareció clara, límpida, el mecanismo, las decisiones para contar esas facciones, poca sincera. Porque la bajada de línea es obvia, los alemanes son los malos. Para citar un ejemplo, mientras los ingleses no dejan alistarse a menores, a los alemanes no les importa la edad. Otro, el general alemán es cruel y hace trabajar hasta la muerte a los caballos, los ingleses los tratan con hidalguía. Esas pequeñas decisiones marcan en claro las preferencias del director, entonces ese "no me pongo del lado de nadie", jugando al "humanista", no resulta tal. Después el sentimentalismo del film es tan sutil como un alambrado de púas. El máximo temor y disparador de tristeza es la muerte misma, pero administrada sobre personajes que aparecen en pantalla por poco tiempo resulta de una animosidad profunda, así también cuando esta sucede sin piedad, como si acaso todo en el hombre fuera crueldad o muerte. Un personaje mirando el horizonte en un primer plano mientras se sube el volumen de los violines no es emoción. Hablar de la calidad cinematográfica de un gigante como Spielberg es inútil, el film es visualmente esplendido, con secuencias de acción muy bien logradas. La resolución de algunos hechos es brillante (la carga de caballería del ejército inglés). Pero también es cierto que comete bajezas buscando conmover. Quiero creer que el fuera de campo para mostrar la muerte se sustenta en el pudor, pero si es así ¿porque utilizar la muerte tan indiscriminadamente? Con tanta frialdad el mecanismo se hace claro, y después de tanto intento de forzar la emoción, uno termina ahuyentando los sentimientos, apático ante tanto melodrama sin corazón.
La Isla Siniestra Debo reconocer que no esperaba demasiado de La Dama de Negro. Pero como amante del género del terror me fue imposible esquivar la parada. El género que nunca muere (y que muchas veces pareciera que fuera dirigido por verdaderos muertos) es uno de constantes decepciones pero que, en ocasiones, entrega productos más que dignos. Este es uno de esos casos. Esta historia de un joven viudo y abogado (con un hijo de 4 años a su cargo) encuentra muchos puntos de contacto con la literatura de Edgar Allan Poe. Es que el deseo de muerte de su personaje principal es constante, no será la única referencia, el persistente recuerdo de su esposa muerta y el halo mortuorio que recorre todo ese pueblo es fundamental. Hasta la aparición de un cuervo resulta un guiño al escritor bostoniano. La temporalidad también se aplica, es un claro gótico Poe. El abogado es interpretado por Daniel Radcliffe, que a pesar de no lograr desprenderse por completo de la imagen de Harry Potter sale bien parado, acotando su actuación a pequeños gestos, intentando no desentonar con el film. Se lo ve consciente de que todos aguardaban el paso post Potter. Y aunque no destaca, termina transmitiendo un espíritu tan sombrío como el relato. El viaje al pueblo, con pasos de un siniestro peregrinar, es fantástico. Tanto la recepción por parte de los habitantes, la aspereza climática y principalmente, el viaje a la mansión/isla (el camino se cubre de agua por las mareas) es fundamental. Nos permite hundirnos en la historia junto al personaje interpretado por Radcliffe. Una gran introducción para presentar a la famosa Dama de Negro. El posterior encuentro entre el abogado y la dama, maldición del pueblo, traerá consecuencias nefastas. Los hijos, los inocentes, serán aquellos que sufran las consecuencias. La lograda puesta en escena es determinante, es tan opresora que permite el crecimiento de la tensión a niveles insoportables. Cuando Radcliffe pasa la noche en la mansión es el ejemplo más claro. El film nunca decae y las dosis de terror estan balancedas con el desarrollo de los personajes. La resolución, otro acierto, crea sentimientos encontrados. James Watkins, director de la muy buena Eden Lake, entrega otra sólida película de horror, habrá que seguirlo de cerca.
Tiempos modernos La última película del gran Martin Scorsese es una fabula en 3D impensada. El director de Buenos Muchachos, Casino, Pandillas de New York, La Isla Siniestra (y un extenso etcétera) nos presenta una historia a lo Dickens y nos convence desde el primer instante. Comienza con un niño que observa, que vive con los ojos, escondido en una estación de trenes de París donde mantiene los relojes de la estación. Observa ávido al enigmático propietario de una tienda de juguetes. A este juguetero (un siempre convincente Ben Kinsgley) se le cae una pieza de sus invenciones, Hugo (ese es el nombre de este niño escondido dentro de las paredes) corre a su búsqueda. El encuentro con el juguetero será determinante para la vida de ambos. Scorsese lanza en La Invención de Hugo Cabret una enorme declaración de su amor por el cine, por su pasado y por que no sea olvidado (indispensable para entender este amor es ver su documental Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano). Utiliza entonces lo nuevo para recordar el pasado. Decide rememorar el comienzo del cine a puro 3D. Este truco técnico que hoy acercó a la sala de cine a un público deseoso de la novedad. Trucos del cine como los que se utilizaron desde siempre para sobrevivir a la televisión, al video, a la piratería. Entonces la historia de este niño huérfano que desea recuperar a su padre encontrara (como lo hizo Scorsese) en la pantalla grande un nuevo hogar. Este film de alguna manera es terrible, la desolación de Hugo es abrumadora, su obsesión por tratar de recuperar a su padre es asfixiante, nosotros compartimos ese dolor, una tristeza que en un determinando punto nos romperá el corazón. El padre de Hugo (Jude Law), maestro relojero, trabajaba junto a él en la reparación de un autómata estropeado (un hombre mecánico capaz de escribir con un pluma estilográfica) cuando sobreviene su fatal destino. Hugo espera de alguna manera encontrar en esa reconstrucción del autómata una razón que de sentido a su vida. Esta imposible epopeya conmueve de tal manera que se hace imposible no sentirse devastado por esa búsqueda de una señal divina, de un pater frankestein. La historia de ese juguetero llamado Georges también está vinculada con una enorme perdida, la de Hugo es de un padre, la de Georges es la de una herencia. El sueño, el truco, la magia que es el cine los unirá para siempre. Esta cercanía entre Hugo y Georges será posible por la ahijada del anciano, Isabelle (Chloe Moretz) una apasionada lectora que encontrará en Hugo la oportunidad de una aventura más allá de las frías páginas de los libros. En la estación de trenes también habrá un villano de caricatura, encarnado por el guardia de la estación (Sacha Baron Cohen) y su doberman. Este personaje es el que carga con el humor físico del film. La sombría fabula (que Scorsese no oculta en lo más mínimo) es una donde las obsesiones están a flor de piel, mostrando su faceta más apasionada y destructora. Esa mirada del niño (que es la de Scorsese y la de todo amante del cine) sobre la pantalla grande es impecable, entregando una pasión de la que cualquiera que vaya al cine no podrá escapar.
El paraíso lejano Alexander Payne vuelve a la dirección después de unos años fuera de las pantallas grandes. Y vuelve de la mano de esa institución en la que se ha convertido para la industria americana el bueno de George Clooney. Un hombre orquesta que cumple, y en ocasiones, luce. Pero volvamos a Payne. Este es un director con una afinidad especial con sus actores, lo suyo es sacar destacadas actuaciones, en ocasiones, alejando de su registro habitual a ciertos intérpretes. La seguidilla de sus últimas películas resultaron siempre nominadas a los premios del universo Hollywood . Desde Entre Copas fueron nominados Thomas Haden Church y Virginia Madsen, desde Las Confesiones del Sr. Schmidt Jack Nicholson (brilló fuera de su viejito piola) y también Kathy Bates. Los Descendientes es el vehículo perfecto para que Clooney se lleve ese galardón (el tiempo dirá si es así) porque el rol de padre ausente con una esposa en coma (por momentos, en un tono de cierto patetismo) está fabricado para una actuación intensa. Quizás ese puede ser el principal defecto de la película, que uno reconoce en el film un dejo de piloto automático por parte del director. Hay un "efecto Payne" que, en comparación, queda por debajo de Entre Copas. Pero a no confundirse, el film no defrauda. La historia transcurre en Hawaii. El comienzo corre a cargo de la voz en off de Clooney desmitificando la imagen de paraíso tropical. Nos ubica en una sala de hospital lejos de las costas soleadas, allí, está una mujer en coma. Esa mujer es la esposa de Matt King (Clooney). Este rey no lo es tanto, hace unos meses ya que no se habla con su mujer, y con sus hijas (una de 10 y otra de 17) no sabe como siquiera acercárseles. Entonces ante la ausencia materna deberá reconstruir una familia que él dejó perderse. Una aventura tragicómica de momentos difíciles que a veces peca de remover la herida, rozando el golpe bajo. Todo construido para que ese doloroso ascenso resulte en algo cercano a la redención. La hija menor junto al novio de la adolescente y su papel de "tonto pero no tanto" son el comic relief. Pero fue la hija adolescente (Shailene Woodley) la que me provocó una grata sorpresa. Su imagen desbocada y su posterior transformación, funciona de maravillas para Clooney, una actuación elogiable. Veremos que depara el futuro para esta joven actriz. Conclusión: Clooney está oscarizable. El despliegue (y la contención) de emociones es digna de verse.
Sin transpirar A mitad de camino entre 300 ("de los productores de" dicta el afiche) y Furia de Titanes aparece un nueva película de polleras cortas y pechos lampiños: Inmortales. Que prácticamente imité, o intente imitar, el estilo visual de 300 (y por extensión, de la serie Spartacus) no tendría que ser un defecto per se. El tema es que cuando las batallas no valen la pena y todo es una mera aproximación, aquello que en 300 fue sorpresa y juego visual (de uno de los directores más visuales que tiene el cine hoy como Zack Snyder) termina exponiendo una frialdad que se percibía en la otra, pero que la novedad ocultaba. También está Furia de Titanes y lo mitológico. Pero no queda a la altura de un real espíritu de aventura (que en el caso de aquella al menos había un desplazamiento, un viaje). Entonces esas idas y vueltas hacia el pueblo originario de Teseo (construido sobre un acantilado CGI) neutralizan el intento de jornada. Y principalmente como en esa última, lo que claramente falla es la épica. Carente de fisicidad (irónico ante tanto torso desnudo) el desangelado CGI liquida la faena. Si no transpiran es solo un videojuego. Pero bueno, todo esto tiene una historia. El comienzo (con voz en off) cuenta que los inmortales del titulo libraron una batalla en la antigüedad. Los derrotados, llamados "titanes" fueron apresados en el interior del monte Tártaro. Los vencedores, auto nombrados "dioses" por su victoria, ascendieron a los cielos. El punto de ruptura de esa historia la realiza el rey Hiperión (interpretado por un Mickey Rourke que escupe mucho, al parecer los malos hacen eso) buscando un arco sagrado que permite liberar a los titanes, y de ahí en más, gobernar el mundo. Un joven llamado Teseo (Henry Cavill, de la serie Los Tudors), paria entre su gente, guerrero avezado, es quién lo enfrentara. Una virgen oráculo será el interés amoroso de Teseo, y a su vez, la que conoce el paradero del arco. El acercamiento entre Teseo y esta joven es gélido como el resto del film, ausentes de erotismo, son dignos de una publicidad de perfume. Apenas sobre el final en la batalla entre los Inmortales se alcanza un vuelo interesante, ahí los efectos visuales están al servicio de la acción, se nota el poder de ambas fuerzas y realmente se ve que pudo haber sido otra cosa. Pero creo que el presupuesto no alcanzó, lanzando un producto a mitad de camino, un film B (la inclusión de Stephen Dorff pareciera indicar ese camino) pero sin su espíritu festivo. Al menos resulta superior a la pésima remake de Conan. En perspectiva, podría haber sido peor. El que disfruto Furia de Titanes y 300 no se sentirá defraudado, cumple con lo que promete. Ahora, si uno es de los que se maneja por la premisa del gran Groucho Marx "nunca voy a ver películas donde el pecho del héroe es mayor que el de la heroína", pase de largo, hay buena oferta en cartelera.
Miedos Una biopic tiene sus lugares habituales. Están esos hechos controversiales, esa caída al abismo, la redención. O sea, la batalla de una vida en la que se sale victorioso, o casi. Clint Eastwood. Perdón. El gran Clint Eastwood (porque aunque su última película Más Allá de la Vida me disgustó bastante, sigue siendo enorme) se atreve a contar la historia de J. Edgar Hoover. Todo un instituto dentro del Buró Federal de Investigaciones. Un hombre que fue su director durante casi cincuenta años, y mientras siete presidentes pasaron durante su gestión (demócratas y republicanos), él siguió a cargo, algo nada sencillo. El comienzo nos dibuja a un Hoover (otra buena actuación de DiCaprio) ya en su declive, cuando su caza de comunistas suena a la de un obsesivo (algo que siempre fue), aferrándose al poder y a su posición a cualquier costo, con la mente puesta en la opinión pública sobre su persona. Entonces empieza a relatar su autobiografía para que la gente conozca "la otra versión" de los hechos. En ese compendio de sucesos públicos y privados es donde Eastwood agudiza la visión. Se repasa la sumisa relación frente a su madre, una déspota e inalcanzable Judi Dench, la homosexualidad reprimida, los juegos con el poder y el espectáculo, la persecución a los comunistas. Hechos que podrían sonar como una mera acumulación, pero que a Clint le sirven para trazar a J. Edgar. Su elección en la opacidad del film nos recluye en ese mundo de burócratas, oficinas y hombres de negro. Eastwood nos llena de esa oscuridad en la que vivía y soñaba J. Edgar, la de un hombre temeroso. Un paranoico y controlador obsesivo que no dudaba en chantajear hasta a los más poderosos con grabaciones ocultas, pero al que le resultaba imposible vincularse con otros seres humanos, asustado de sus propias inseguridades. En el resultado final es donde ese trazado que aparentaba ser una simple sumatoria de momentos resulta algo mucho más interesante. Porque la posición que toma Clint Eastwood ante los sucesos de la vida de Hoover es la de un simple narrador. El viejo parece decirnos "observen la labor de una vida". Nos dibuja a un ser humano, uno al que DiCaprio termina de dibujar de cuerpo entero. De nuestra parte queda juzgar quien fue J.Edgar Hoover.
Grandes esperanzas La incorrección política ya no es lo que era. Creo que o ya nos acostumbramos a ella o acaso el intento por ser revulsivo de parte de Clooney no funciona del todo. George Clooney es un buen director. Su película Buenas Noches y Buena Suerte (además de ser muy buena) era corrosiva y contestataria. En la era Bush donde el que no estaba a favor de la invasión de EEUU a Afganistán e Irak eran considerados antipatriotas, él se mandaba una que hablaba de casa de brujas del senador McCarthy. La película era pertinente y significativa, una cachetada inesperada de un actor surgido de una novela televisiva. A su veta política se podría sumar Syriana (en esta como actor) por la que ganó el Oscar, thriller acerca de príncipes árabes y petróleo. Su compromiso hacia ese film mostró que no era pasajero su ataque a ciertas políticas, principalmente republicanas. Y esa crítica se hizo extensiva también a los demócratas, ellos no se podían quedar afuera con tanta becaria suelta. Así llega Secretos de Estado. La historia de la competencia de dos candidatos demócratas a ser "el" elegido de su partido para la presidencia. Uno es el gobernador Morris (Clooney) y su encargado principal de campaña interpretado por Phillip Seymour Hoffman. Por debajo suyo esta el jefe de prensa, en el papel de joven ambicioso e idealista esta Gosling. Como rival de esta lucha de campañas está el siempre genial Paul Giamatti. Una joven que ayuda en la campaña entrará en juego para modificar la posición de sus personajes, moral y en las posiciones de poder. El tema de es que esa supuesta película políticamente crítica no va a fondo ni en su acidez ni en su embestida. Recorriendo lugares comunes para lo que la política representa (y de lo que se nos representa) no produce nada nuevo o interesante. Su narración adecuada ayuda, pero adormece, lo que se ve venir inicialmente se desarrolla sin demasiados sobresaltos (aún cuando nos quieren mostrar algunos momentos como algo impactante). Así una idea interesante y de la cual, al menos yo, esperaba mucho, no es capitalizada, pareciera que Clooney dijera "puedo hacer una película política" pero nada más, no hay audacia ni agudeza en esa mirada. Lo que es absolutamente destacable es la selección de actores, tanto Hoffman como Giamatti son tan sólidos y convincentes como nos tienen acostumbrados. George reservándose el papel del candidato esta sobrio, relajado. Del que sin lugar a dudas esperaba más era de Ryan Gosling. No es que desentone ante tan buenos actores pero tampoco entrega una actuación memorable, cumple pero no dignifica. Así este actor so hot right now queda un poco en deuda. Y aunque esta llamado en los próximos años a marcar el paso de Hollywood todavía no logro el gran salto a mi parecer. Lo que resulta inquietante y cuestionable es el lugar en que Clooney director coloca a las mujeres. Parece que la política es de hombres, y las mujeres, sea Even Rachel Word (asistente de fáciles maneras) y Marisa Tomei (desdibujada y algo traicionera) son meros aperitivos de estos estrategas impasables. Demasiado pecado para tan poca emoción.
Ser o no ser (Feliz) Volvieron Los Muppets. Podría decir eso pero la realidad es que nunca se fueron. Al menos no lo hicieron para mí. Porque la rana René (o Kermit), la cerdita Piggy, el oso Fozzy o el dios-sabe-que llamado Gonzo nunca se fueron. Forman parte de mi imaginario, al igual que Laberinto (con el genial David Bowie, también creación del gran Jim Henson) o Los Goonies (Donner + Spielberg). Así de sencillo: Los Muppets. Si los descubrí en la televisión o en el cine ya es un recuerdo oculto en mi memoria, una que no me interesa desentrañar ahora, pero lo que si me interesa es lo que Los Muppets representan en esa memoria. Eso se puede expresar en una palabra, felicidad. Este regreso a nivel cinematográfico cuenta la historia de dos hermanos de un pequeño pueblo (literalmente hablando), uno es Jason Segel (espíritu detrás de este reaparición, actor, guionista y amante muppetiano), el otro, Walter, que es un tanto diferente. Este último descubre un día viendo la televisión lo que es (o lo que desea ser), un Muppet. De ahí en más, su sueño será conocerlos. Un viaje por parte de su hermano y su novia (la gran Amy Adams) a Los Angeles le da esta oportunidad. Cuando llegue descubrirá que el tiempo pasado fue mejor. Dispersados, Los Muppets son un recuerdo, y que además, un petrolero (Chris Cooper) quiere robarles su hogar en los estudios. A quien irán a buscar para evitarlo es al centro de todo ellos, a esa verde rana llamada René. Triste y dubitativo, es este el momento donde la melancolía nos arrastra, porque hasta René duda si acaso en este tiempo son posibles Los Muppets. El recuerdo de los amigos ayuda (con una gran canción) para comenzar ese viaje de reencuentro. Este recorrido es uno de los mejores momentos de la película, un road trip maravilloso (Incluido un genial cameo de Dave Grohl, cantante de Foo Fighters) donde los saltos temporales, viajes por mapa (¡bravo!) y otras yerbas nos van a mostrar algo que uno ya sabía, Los Muppets nunca dejaron de estar vigentes. Luego de la reunión deciden intentar salvar su hogar de la única manera posible: montando un show. La forma de salvarlos/nos es cantando, haciendo reír. Así este show que tendrá como invitado a un Jack Black contenido (¡de la única manera posible!), un impensado cover de Nirvana, y mucha fiesta, será la conclusión de esta aventura. Ser o no ser feliz. ¿Soy un humano o soy un Muppet?. Este tema (también musical) es el corazón de la película. Porque lo que se define en este film a través de esos hermanos es que Los Muppets (hasta los más descarriados) defienden la felicidad, los humanos, tienen sus momentos. Para eso están ellos, para completar esos otros momentos. ¿Este mundo es mejor con Los Muppets? Indudablemente SI lo es. La mejor forma de entenderlo es escuchando Life is a Happy Song, porque la felicidad es una Muppet Song. Gracias por estos Muppets inmortales Sr. Jim Henson. Mahna Mahna.
Perdidos en Rusia Un actor en crisis. Saturado, bloqueado. Ese actor es el gran Paul Giamatti. Un Paul que hace de él. Le ofrecen ayudarlo con su crisis a través de una terapia novedosa, extraer el alma para aliviarse, dejarla almacenada y con eso aplacar su angustia. Esta premisa fantástica es la excusa para que los juegos metafísicos (que suenan tan a Charlie Kaufman y sus Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, ¿Quieres ser John Malkovich? y el Ladrón de Orquídeas) se inicien. Porque ese juego de Giamatti haciendo de Giamatti es tan certera que se nos confunde la realidad con la ficción. En eso y en todos sus enrosques de verdadero falso se vuelve atractiva. La historia luego para poder seguir se crea un problema. El alma almacenada del bueno de Paul es negociada por una rusa con deseos de ser actriz. Esto obliga a este desalmado a viajar a Rusia. Ahí se sentirá ajeno como nunca (y quién no?). La elección de Rusia es un acierto. Ahí la directora puede echar toda la carne al asador con el devenir a lo Perdidos en Tokio con puro color congelado, todo un trip de colores apagados. La opera prima de Sophia Barthes resulta positiva. Quizás las influencias de Kaufman marquen demasiado el paso y la comparación, porque además es claro, le falta todavía para enroscarse al nivel Kaufmaniano. Pero la fortuna de contar con un gran Paul soluciona casi todo, incluido algunos momentos de narración farragosa y otros donde se nota su necesidad de adornar el plano para demostrar talento visual. Seguir hablando de la actuación de Giamatti es en vano, es uno de esos actores infalibles. El recorrido sufriente de este Paul tanto en su vida de actor como en la etapa de perseguidor de su alma (aunque quizás sean lo mismo) es extremadamente disfrutable. Entonces esa buena idea inicial no resulta desperdiciada, algo que sucede a menudo (ver sino El Precio del Mañana), bien por Sophia.