Una epopeya poética Cristopher Nolan es de esa clase de directores a los que nadie (por amor u odio) puede serle indiferente. A cada una de sus películas logra ubicarlas en el centro de la escena y hacerlas grandes. Desde hace 20 años con Doodlebug, pasando por la trilogía de The Dark Knight, Inception e Interstellar, siempre se atrevió a cambiar su registro y ofrecerle algo innovador al espectador. En esta ocasión nos toca hablar de Dunkerque (Dunkirk), una película que no se conforma con ser cine bélico y se anima a ser además cine catástrofe, acción y suspenso. Los personajes de Dunkerque son anónimos, apenas podemos llegar a conocer sus nombres y no sabemos de ellos más que de qué lado de la guerra se encuentran. Ellos nos contarán la maniobra de rescate que se llevó a cabo en 1940 para evacuar a 300000 soldados aliados que se vieron acorralados en la pequeña población de Dunkerke, situada en la costa norte de Francia. El eje espacial y temporal del relato se encuentra rajado en tres partes donde la tierra, el agua y el aire convergen en un mismo montaje donde el espectador debe estar atento para comprender lo que ve en la pantalla. Lejos de ser una película puramente bélica, la realización de las escenas dedicadas a la guerra posiblemente sea difícil de superar. Encontramos secuencias aéreas sublimes que provocan momentos de tensión en el espectador. La imagen es asombrosa y se vale de ella para contar esta historia tan agónica, acompañada de una fotografía excepcional. Los diálogos son acotados, todo está narrado desde lo que vemos, y en esta oportunidad Nolan no recurre a la voz en off o los textos para contarnos los personajes o lo que está sucediendo. La única lucha que está presente en esta película es para seguir vivo y eso se transmite. Y nuevamente Hans Zimmer se ubica al lado de Nolan para una de sus películas, y lejos, es su mejor obra. La musicalización del silencio, el horror, las bombas y un poderoso tic-tac, dialogan con las escenas. No interrumpe la acción en ningún momento y le otorga fuerza a la historia. Respecto a las actuaciones, el trabajo de Keneth Branagh es soberbio. Tom Hardy, Mark Rylance y Cillian Murphy no se destacan, pero sus personajes tampoco pretenden que lo hagan. Cuentan con sus momentos seleccionados donde cada uno hace lo mejor de su parte. Y una grata sorpresa Harry Styles, donde todo lo que vemos de él resulta verosímil. Dunkerque es una película gigante, distinta, donde gran parte de la hora y media correrá por el espectador. Es una historia de perdedores, de héroes anónimos, fracaso y espera. Nolan continúa demostrándonos que la regla es atreverse y que todavía podemos estar por construir nuestra mejor obra.
Con el mayor de los afectos Fontanarrosa, lo que se dice de un ídolo, surge de una propuesta de Juan Pablo Buscarini, quien convocó a directores rosarinos para sumarse a esta película donde se adaptan historias del dibujante, escritor y humorista. No es la primera vez que los cuentos de Fontanarrosa son llevados al cine. Tenemos antecedentes como Memoria de un wing derecho, que se transformaría en la película animada Metegol (2013), y Cuestión de principios (2009) dirigida por Rodrigo Grande. Al cumplirse diez años de su partida, llegan estos seis cuentos para rendirle homenaje y acercarnos más aún a su obra. Los relatos del humorista que se transportan a la pantalla grande son No sé si he sido claro, con la dirección de Juan Pablo Buscarini y protagonizado por Dady Brieva y Gastón Cochiarale; Vidas Privadas, realizado por Gustavo Postiglione, con Gastón Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher; Sueño de barrio, dirigido por Néstor Zapata y actuaciones de Pablo Granados, Chiqui Abecasis y Raúl Calandra; El Asombrado, con dirección de Héctor Molina, con Dario Grandinetti, Claudio Rissi, Catherine Fulop y Mario Alarcón; Elige tu propia aventura, realizado por Hugo Grosso y protagonizado por Luis Machín, Kate Rodriguez, Quique Pesoa e Ivana Acosta; y Semblanzas Deportivas, en versión animada con Pablo Rodríguez Jauregui en la dirección y la voz de Miguel Franchi. Si bien se encuentra una notable disparidad entre unos y otros relatos, es comprensible que sea de esa forma dado lo difícil que resulta la sinergia entre piezas con distintas tonalidades, ritmos y géneros narrativos. Y sin dudas las animaciones son las que prevalecen: las ilustraciones repartidas entre los títulos (obra de Melisa Lovera) y Semblanzas deportivas posibilitan identificarnos más con Fontanarrosa. Otro punto valioso es Miguel Franchi como actor de voces, una persona autorizada en el arte del encubrimiento detrás de varios tonos. Fontanarrosa, lo que se dice de un ídolo, es una agradable composición donde se entremezclan valiosos artistas, que va más allá del film que los reúne y nos permite buscar en esa nostalgia que sin dudas no teníamos olvidada.
Baby Driver es la mezcla perfecta de acción, romance, comedia, drama y sobre todo muy buena música. Y si bien la historia de Edgar Wright no es 100% original, logra una refrescada a esas películas sobre ladrones de bancos, lo que lo transforma en uno de los realizadores más sólidos de su generación, y quien se permite deambular por varios géneros cinematográficos saliendo exitoso de todos ellos. En esta ocasión el cineasta logra de forma grandiosa combinar el homenaje a films clásicos con su estilo personal. Comencemos por Baby. Él es un joven chofer profesional que se dedica a ayudar a ladrones a escapar, para también él poder huir de ese estilo de vida y de una cuenta que tiene pendiente. Sufre de tinnitus, una condición donde constantemente tiene zumbido en un oído, por lo que siempre se encuentra escuchando música para poder sofocar dicho sonido y concentrarse. Por el lado de los protagonistas, Ansel Elgort realiza un trabajo actoral descomunal, logrando los matices necesarios para conocer la personalidad de Baby en los momentos en los que se encuentra en su casa, cuando responde a su jefe delictivo Doc (un gran personaje encarado por Kevin Spacey), o cuando se cruza con Debora (Lily James). El conjunto de actores que secundan a Baby es de igual modo fenomenal. Son todos personajes que cuentan con su propio nivel de locura, donde vemos muy buenas interpretaciones de Jon Bernthal, Jon Hamm, Eiza Gonzalez, Sky Ferreira, Lanny Joon, Jamie Foxx, entre otros. Párrafo aparte merece la dupla Elgort-James, quienes muestran en el film una química que no es habitual ver en cine. En Baby Driver logran un buen ejemplo de una pareja que logra traspasar la pantalla. Y un último personaje indiscutido es la banda de sonido de la película. Aprovechando el problema que presenta Baby, se nutre de clásicos que ayudan a la trama, haciendo que la música se “mueva” alrededor de ella. Incluso todo lo que sucede en la película se encuentra de alguna forma sincronizado al ritmo del soundtrack montado por Wright, donde incluye canciones de Queen, Barry White, The Beach Boys, The Commodores, Beck, entre otros. Otro aspecto importante de Baby Driver es la acción, partiendo de la escena de inicio donde Baby espera en su vehículo al grupo de delincuentes a que terminen con el robo, la cual ya marca la identidad por la cual transcurrirán los 113 minutos de película. Luego, cada cinco minutos, el espectador se verá obligado a colocarse su cinturón de seguridad porque el acelere no se detiene. Sobre todo a lo que persecución automovilística se refiere. Baby Driver resultaría perfecta si tal vez Wright no hubiera intentado acomodar tantas fichas en el tercer acto. Es posible que por un momento se sienta un poco largo ante tantos falsos finales, justo cuando ya se siente en puerta el desenlace. Pero solo ese traspié no mancha a un film intenso, cargado de adrenalina, buenas decisiones actorales y musicales. Baby Driver es una grata sorpresa entre tanta falta de originalidad y propuestas decadentes de los últimos tiempos. Es un espectáculo cinematográfico y con el sello de Edgar Wright.
Una serie de eventos desafortunados La historia inicia con los caballeros del Rey Arturo, quienes aguardan a Merlín (Stanley Tucci) para dar por finalizada una batalla gracias a su magia. Este mago es bastante chanta y desconoce acerca de hechicería, por lo cual su única salvación son los Transformers. Si tenemos algo para rescatar de esta quinta película basada en los famosos juguetes de Hasbro, es el inicio. Una buena secuencia de acción medieval que despierta el interés del espectador, da comienzo a una historia donde el bien y el mal se enfrentan, como sucede en las cuatro anteriores películas y en cada una de las que conforman este tipo de género, pero tiene esa modificación en la historia que ya conocemos de los caballeros de a mesa redonda, que le agrega un plus. Pero una vez que la trama nos ubica en la época actual, todo comienza a empeorar. No solo por el desgaste propio de una saga que no encuentra nada nuevo para ofrecer al espectador, sino porque ya muestra un deterioro en la acción, los personajes, el humor y los efectos. El argumento se vuelve por momentos delirante (mencionaré tan solo Cuba para no spoilear) e intenta unir los hechos ocurridos en la anterior película (la primera de la saga protagonizada por Mark Wahlberg), y a la vez origina nuevas historias introduciendo personajes que en ocasiones se los olvida fácilmente y retoman hacia el final. Hay un intento de apelar a la familia, pero que queda desdibujado. Podemos decir que la actuación de Anthony Hopkins es lo único que funciona, como un lord inglés y último guardián de una logia secreta que protege el secreto de los Transformers desde hace 1600 años. Tiene algunas escenas interesantes de humor con su mayordomo Cogman (Jim Carter), un viejo robot similar a C-3PO. Porque tampoco se privaron de tomarse licencias creativas de Star Wars, por eso también aparece un singular robotito con características que nos recuerdan a BB-8 y naves militares que parecen cazas imperiales. Y si Michael Bay se ha caracterizado por ser el iniciador de este tipo de films donde es necesario que todo vuele por el aire, no se entiende cómo es que se deja a Optimus Prime poluleando en el espacio y perderse la oportunidad de verlo más en medio de la acción. O la innecesaria inclusión de Bumblebee tan solo por tres minutos, si no fuera porque se planea un spi-off con él y no quieren nos olvidemos de su existencia. Esta nueva Transformers llega al cine luego de una franquicia iniciada en el 2007 y los esfuerzos por hacer un producto de calidad no están a la vista. Muy por debajo de sus antecesoras, carece de timing (las líneas dramáticas de repente se rompen con un chiste constante), donde vemos lo mismo de siempre pero de forma más confusa, y resulta difícil pasar los excesivos 149 minutos que dura la película. Bay es un realizador que supo mover al público a las salas (la saga lleva recaudados miles de millones de dólares) de la mano de grandes efectos y explosiones, pero es momento de tomarse un descanso para reinventarse. O en algún momento el público dirá basta.
Adolescente, es un bicho diferente Finalmente podemos decir que estamos frente a una auténtica película de Spider-Man. Hay muchas cosas que hacen único al personaje. ¿Sus poderes? ¿Sus problemas sentimentales? ¿Su traje? ¿Sus villanos? ¿Su humor característico al momento de luchar contra el mal? ¿Esa sensación de que aun cuando gana también está perdiendo? Sí, todo eso lo hace especial. Y Spider-Man: De regreso a casa (Spider-Man: Homecoming) logra cumplir con cada uno de los puntos. Partiendo de que el primer acierto del film es no repetir los hechos por los cuales Peter vive con su tía y el desenlace fatal de su tío, los más de 130 minutos de duración permiten deambular por una nueva historia con una trama liviana, donde el dramatismo excesivo logra evitarse. Peter vive los problemas propios de su adolescencia, donde se ve como a un bicho raro, lleno de inseguridades acerca de él y el mundo que lo rodea. Por otro lado no se abusa del personaje mentor de Tony Stark / Iron Man, quien ya nos había atosigado bastante desde los trailers. Vengo a traerles calma: su aparición es limitada y está justificada en cada caso. Incluso una de las escenas que pudimos ver en trailers no aparece en la película (de hecho Jon Watts, su director, declaró que se trató de una decisión netamente publicitaria y que el momento lucía genial y perfecto para llamar la atención de los fanáticos en el trailer, pero nunca formó parte de la película). El soundtrack original es, sin exagerar, uno de los mejores del Universo Cinematográfico de Marvel. Michael Giacchino consigue dotar al film de un tipo de música para cada momento de la acción, y no pareciera estar puesta de prepo por el solo hecho de que algo tiene que sonar. Además se suman buenas canciones ambientando las escenas con Ramones y The English Beat, entre otros. El film tampoco exagera en sus efectos especiales o complejas coreografías de lucha. Desde luego que las tiene y se encuentran bien realizadas, pero el hecho de que de un principio Peter Parker se dedique más a los acontecimientos de su vecindario y no en salvar al mundo, permite que las escenas de acción sean menores. No obstante cuenta con dos escenas grandiosamente realizadas, para las cuales solo mencionaré el Ferry de Staten Island y el ascensor, para no spoilear. Respecto a los protagonistas, la mayoría coincidirá en el gran trabajo de Tom Holland como Spidey, a quien ya habíamos visto de forma resumida en Capitán América: Civil War. Sobre sus espaldas recae todo el film y tiene suficiente anchura como para sostenerla. Su trabajo es impecable. Pero hay alguien más que sobresale y ese es Michael Keaton, quien interpreta al Buitre. Muchos opinarán que es un personaje menor y no tan terrible como podría haber sido, pero justamente su presencia no resulta totalmente amenazante por un simple motivo: su enfrentamiento no deja de ser contra un adolescente que se está iniciando en el trabajo de salvar al mundo. Él tampoco está preparado como villano para provocar el fin del mundo. De otra forma lo veríamos enfrentándose a todo el ejército de Los Vengadores. Pero en esta oportunidad se trata de un villano mucho más urbano, sin necesidad de hacer demasiado ruido. Solamente hay dos cuestiones que me permito desaprobar en cuanto a la película en general: por un lado el desaprovechamiento del personaje de Tía May, que en esta versión del personaje está personificada por Marisa Tomei, y quien sin dudas es la más joven y atractiva que hemos visto en ese rol en pantalla grande. Y por otro lado, la cronología de los hechos se encuentra alterada y confusa. La película se encuentra contextualizada algunos pocos meses después del enfrentamiento en Civil War en junio de 2016, lo que significaría para este film 8 años después de la batalla de Nueva York, cuando inicia De regreso a casa, con Adrian Toomes (Keaton) contratado para remover los escombros de la batalla pero luego dejado de lado por el gobierno. Pero estos hechos sucedieron en mayo de 2012, por lo cual los tiempos no parecen encajar. Spider-Man: De regreso a casa supo jugar a ser Tom Sawyer y menos Los Vengadores. Encontró la forma de buscarle la vuelta a un personaje mucho más cercano a lo cotidiano en vez de mandarlo todo el tiempo a volar por los aires. Uno al terminar la película se siente relajado y aliviado por no temer a una secuela. El arácnido está de regreso, y aplaudimos esa decisión.
A pesar de haber empezado una prometedora carrera de escritor, Ryota va de desilusión en desilusión. Se ha divorciado de Kyoko y gasta todo el dinero que gana como detective privado apostando en las carreras, por lo que finalmente no puede pagar la pensión alimentaria de su hijo de 11 años, Shingo. Ahora Ryota intenta ganarse nuevamente la confianza de sus seres queridos y formar parte de la vida de su hijo. La situación no parece fácil, pero un día un tifón obliga a toda la familia a pasar una noche juntos. El director japonés Hirokazu Koreeda retoma con la familia como eje principal de su historia, temática que ha afrontado prácticamente a lo largo de toda su filmografía. Y en Después de la tormenta pone su atención atención en la relación entre padres e hijos, poniendo como ejemplo el trato que mantenía el protagonista con su padre como el defectuoso nexo que mantiene con su único hijo, resultado de un matrimonio fracasado. Koreeda logra sembrar en cada secuencia la belleza y la melancolía, originando un ambiente atractivo de contemplar por parte del espectador. Además funcionan a la perfección los diálogos con toques de comedia, de forma de ahondar en el conflicto dramático con pequeñas dosis de humor y que no termine por resultar lento. Hiroshi Abe, el protagonista de la historia, enaltece a su personaje con una gran interpretación, donde además tiene la posibilidad de lucirse a partir de un papel que se lo permite. No por nada tiene momentos de total dramatismo y otros de comedia, donde en ambas circunstancias sale favorecido. Esta historia de Koreeda no es extravagante y posiblemente tampoco deje expectante al espectador, pero cuenta con una trama cargada de realismo tan común y usual que es posible identificarse con ella. Habla de personas comunes de carne y hueso, con sus noblezas y miserias. Sin dudas estamos frente a un realizador que ya se encuentra entre los grandes del cine contemporáneo.
Espíritu adolescente Sebastián Caulier continúa luego de su última película, La inocencia de la araña, con en el ambiente escolar como escenario. Tenemos una sociedad de clase media establecida y la adolescencia a punto de ebullición. El director logra desenvolverse con soltura entre varios estilos, más allá que el cine de género particularmente lo deja bien parado. En El corral el relato nos lleva desde la comedia negra hasta un drama generacional, donde avanzamos a un ritmo que resulta atractivo para el espectador y más allá de lo estereotipados que puedan resultar los personajes, resultan salir de lo convencional. El trabajo de los actores Patricio Penna y Felipe Ramusio Mora es notorio, quienes manifiestan una interesante química que traspasa la pantalla, con escenas muy naturales y a la vez provocativas, acompañados por una interesante banda de sonido que logra pegársenos en la cabeza. El Corral es una muy buena propuesta de un director que se está abriendo camino, para mostrarnos esa parte de la realidad que solemos estar alejados y por tal puede resultarnos inverosímil, pero que puede suceder.
Al otro lado del río Kim Ki-duk, director de Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera vuelve a los cines de Argentina con La red (Geumul), una pequeña obra maestra. Lleva adelante un film más sobrio en el que se introduce en el conflicto entre Corea del Norte y Corea del Sur. La historia nos lleva hasta un pescador norcoreano llamado Nam Chul-woo (Ryoo Seung-bum), padre de una niña y casado con una mujer humilde como él. Un día el motor de su lancha se rompe y la corriente arrastra su transporte de las aguas de Corea del Norte, donde vive, hacia tierras surcoreanas. Inmediatamente es acusado de espionaje por las autoridades del país vecino y deberá someterse a un interrogatorio para probar su inocencia, además de una serie de torturas. El foco en el film no está tanto puesto en la violencia humana sino en el odio arraigado en ambas naciones y cómo los dos modelos se comportan de forma ridícula, además de dejar a la vista las diferencias entre el modelo capitalista y su semejante comunista. La red es una maravilla difícil de encontrar estos días en la pantalla grande, donde el nivel de actuaciones y diálogos puestos al servicio de los protagonistas, nos reconcilian con ese cine que muchos gustamos de ver.
El muñeco diabólico Aplicación siniestra (Bedeviled) forma parte de ese grupo de películas clase B que cuentan con un presupuesto acotado, donde el fuerte está puesto en el guion y la técnica para que el film adquiera valor. Pero lamentablemente estos dos puntos no están presentes en esta ocasión. La historia da inicio con el fallecimiento de Nikki (Alexis G. Zall), una adolescente atormentada por una aparición parecida a un payaso, quien la asusta hasta morir. Luego su novio Cody (Mitchell Edwards) y su entorno recibe una invitación para descargar la app con el objetivo de que la cadena de muertes continúe su marcha. La película está escrita y dirigida por los hermanos Abel y Burlee Vang y es como la versión Siri diabólica, donde quienes descargan la app terminan por ser acosados. Pero todo resulta falto de originalidad, simple, predecible. Los diálogos carecen de estructura y las actuaciones no sobresalen. La película se presentó en el 2016 en el Screamfest de Los Angeles (es la versión estadounidense del festival de Sitges) y en USA estrenó directamente en DVD. Nadie se hubiera molestado si en Argentina hubiera corrido la misma suerte.
El lado B de los premios Los ganadores, película dirigida por Néstor Frenkel, se introduce en una realidad que para muchos puede pasar desapercibida, consistente en el sistema de validación y construcción de prestigio que proponen las entregas de premios. El film nace a partir de su anterior, El amateur, donde Frenkel escucha la mención de una suma de galardones prácticamente desconocidos para él y el gran público. Es así que se propone ver qué existe detrás de ese mundo, quiénes organizan los premios, los motivos y bajo qué criterios de selección entregan las estatuillas. Ya desde el principio el narrador es partícipe de esta historia. Una voz en off nos presenta el proyecto como si se tratara de una tesis de investigación, con un tono extravagante como los personajes que presenta. Dentro de ese mundo de premios, tenemos un evento organizado por el conductor de un programa de tangos de una radio entrerriana cuyo negocio pasa no solo por hacerse notar con los premios que gana frecuentemente sino por organizar cada año un encuentro donde todos los que se postulan terminan siendo ganadores. En los Premios Estampas de Buenos Aires se entregan estatuillas para cuanta disciplina exista en una ceremonia larga duración. Obviamente a los discursos de agradecimientos, a la emoción y a los imprevistos no les faltan los sanguchitos de miga y la gaseosa en vasos de plástico. El resultado es un film divertido donde prima el gran trabajo de montaje notable en el que el límite entre “reírse con” y “reírse de” es muy fino, pero premiados y premiadores logran exponer sus sentimientos sin juzgarlos. Los ganadores son personas que necesitan reconocimiento, que pelean por su ego, midiendo su valía personal. Quieren ser famosos y no pierden la oportunidad para lograrlo. Una forma de crearse un prestigio y sentir que lo que hacés vale la pena para el resto. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.