El diabólico Chucky, aquel muñeco icónico de los 90, regresa a la pantalla grande. Esta nueva adaptación, que representa un reinicio de la franquicia, está a cargo de Lars Klevberg. Todo comienza cuando Karen (Aubrey Plaza), una madre soltera que trabaja en un supermercado, le regala a su hijo, Andy (Gabriel Bateman), un muñeco Buddi: un compañero para los más pequeños, que cuenta con un sistema de inteligencia artificial extremadamente avanzado. Claramente el muñeco que recibe Andy no es igual al resto. Su ejemplar (que fue modificado de fábrica por un empleado enojado) puede decir malas palabras, realizar acciones grotescas y cosas así. Pero la cuestión no queda ahí. Chucky, como se hace llamar, será fiel al pequeño Andy de una manera incondicional, hará lo que sea posible (incluso asesinar gente o animales) para que su ¿amo? sea feliz (y también siga siendo pura y exclusivamente su “mejor amigo”). En esta nueva entrega Chucky no se ve realmente aterrorizante. Se muestra, en aspecto, un muñeco mucho más ameno y tierno; un compañero que cualquier niño podría querer. Esto genera, claramente, un contraste con su personalidad diabólica, lo cual termina ocasionando decenas de escenas tragicómicas. Esto finalmente da como resultado una película entretenida, que consigue un equilibro entre lo terrorífico y lo cómico. A esto se le suma el talento de Mark Hamill, quien es el encargado de darle la voz al muñeco diabólico. El actor estadounidense -conocido, entre otras cosas, por darle voz al emblemático villano Joker- consigue interpretar a un Chucky tan tierno como terrorífico: algo que claramente está impulsado por un guion que nos lleva y nos trae entre la comedia y el gore. El final posiblemente sea el punto más flojo que presenta El muñeco diabólico. No sólo es predecible y responde en cada punto a lo que uno como espectador está acostumbrado, sino que además no se le encuentra mucho sentido a los diversos acontecimientos que tienen lugar. Lo que sí queda claro (por si había alguna duda al respecto) es que Chucky nuevamente será explotado como una saga y tendremos películas de este muñeco para rato. El muñeco diabólico se aleja de las típicas películas de terror que se estrenan cada jueves. Lars Klevberg presenta una propuesta mucho más gore y consciente de sí misma, que termina dando como resultado un film entretenido, gracioso y terrorífico al mismo tiempo.
El director Carlos Echeverría presenta Chubut, libertad y tierra, una suerte de «falso» documental que se focaliza, entre otras cosas, en la apropiación de tierras en la provincia de Chubut. Para contarnos estos acontecimientos, Carlos Echeverría se posiciona en la figura de Nahue (Mariana Bettanin), una joven que emprende un viaje hacia El Maitén para indagar en la historia de su abuelo, Juan Carlos Espina, quien se desempeñó como médico y también como diputado por la UCRI durante la década de los 60 -y además impulsó la reforma agraria en aquella región-. La ¿protagonista? recorrerá parte de la Patagonia junto a Fernanda (Pilar Pérez), quien nos orientará en los datos más duros sobre aquella época. Si bien en un comienzo parecemos estar frente a una road movie, donde vemos a Nahue tratando de reencontrarse (de una manera espiritual) con la figura de su abuelo, con el correr de los minutos comprenderemos que Chubut, libertad y tierra va más allá. La película no sólo pone su ojo en la figura de Juan Carlos Espina sino que, a partir de él, abrirá la puerta para poner énfasis a la persecución contra los pueblos originarios para apropiarse de sus tierras. La trama se desarrolla principalmente a través del método de voz en off. Como si de una clase de historia se tratase, Nahué irá relatando punto por punto durante los casi 120 minutos de duración. Chubut, libertad y tierra además cuenta con imágenes y audios de archivo, que se van complementando con el relato. A esto se le suman también los testimonios de las personas que de alguna u otra manera fueron cercanas al doctor Espina. Pese a enfocarse en el pasado -principalmente en la apropiación de tierras por parte de grupos poderosos-, la nueva propuesta de Carlos Echeverría también pone el ojo en la actualidad. El cineasta destaca las figuras de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, dos jóvenes que fueron asesinados mientras luchaban por los derechos de los pueblos originarios.
Astrogauchos, la quinta película de Matías Szulanski (Pendeja, payasa y gorda), se trata de una comedia extravagante ambientada en los años ’60. La película nos ubica en 1966. Emilio Castillo (Ezequiel Tronconi), un físico y docente universitario, hará todo lo que esté a su alcance para ubicar a Argentina como potencia en materia aeroespacial. El objetivo principal del protagonista está puesto en ganarle a Estados Unidos y a Rusia la carrera por ver quién consigue llegar antes a la luna. Luego de arduos días de trabajo, Emilio consigue un pequeño avance: la creación de un Ministerio especializado en el tema, aunque deberá conformarse con el simple puesto de viceministro. Astrogauchos se divide en tres capítulos; una decisión algo extraña si tenemos en cuenta que la trama es completamente lineal y no cuenta con grandes saltos temporales o un quiebre relevante. A lo largo de la historia, no sólo veremos a Emilio tratando de cumplir su objetivo en cuanto a lo profesional, sino que también se ahondará en su situación personal (en especial en lo que respecta a una relación amorosa). En ese punto es dónde la película comienza a hacer agua. Las escenas focalizadas en su situación amorosa no llevan a ningún lado; parecen agregadas a la fuerza. La trama trastabilla al intentar ahondar en ambas cuestiones. Finalmente, da la sensación de que se nos están contando dos historias completamente ajenas. Esto termina ocasionando que la trama principal pierda fuerza. Tanto las actuaciones como el arte en general (vestimenta, maquillaje, locaciones), resultan exageradas. Si bien está expuesta la intencionalidad de que estos puntos sean grotescos, terminan generando un contraste extraño con la trama. Estas cuestiones también parecen ser agregadas a la fuerza y, sin una finalidad puntual, parecen querer decir mucho, pero finalmente no expresan nada.
El músico/youtuber brasileño Joe Penna se lanza a la dirección de cine con El Ártico, una película de supervivencia protagonizada por el magnífico Mads Mikkelsen. Desde clásicos como Náufrago (Robert Zemeckis), hasta historias atrapantes como 127 horas (Danny Boyle), pasando por títulos meramente olvidables como Un día para sobrevivir (Joe Carnahan) y Más allá de la montaña (Hany Abu-Assad), Hollywood ha dedicado decenas de historias en las que vemos a una persona (o en ocasiones a un grupo) tratando de sobrevivir a las situaciones más extremas. El Ártico, ópera primera de Joe Penna, no es la excepción a esta regla. El tripulante de una avioneta (interpretado por Mads Mikkelsen) se encuentra varado en medio de un lugar recóndito del Ártico. Con un clima hostil, el hombre (avanzado el film descubriremos que se llama Overgård) pasa sus días despejando un gigantesco S.O.S que trazó en el piso, revisando cañas caseras que colocó con el objetivo de pescar algún pez y manipulando la caja negra de la avioneta para ver si el destino está a su favor y logra enviar una señal para así ser rescatado. Un día las cosas parecen ponerse de su lado: un helicóptero se hace presente con intención de rescatarlo. Pero, como era de esperar (sobre todo si tenemos en cuenta que recién está comenzando la trama), las cosas no salen a su favor y el helicóptero termina estrellándose. El piloto fallece al instante y la acompañante resulta muy mal herida. Ahora, Overgård no sólo deberá preocuparse por mantenerse con vida, sino que también se hará cargo de la joven que cuenta con una profunda herida en el abdomen. El Ártico no cuenta con diálogos y/o profundidad de personajes. El espectador no sabe nada sobre el protagonista -alguna que otra cosa simplemente se puede deducir por sentido común, pero nada más-. La trama apoya todo su peso en Mikkelsen y en el aspecto visual (el Ártico en sí parece ser el villano de esta película). Es ahí donde Joe Penna se aleja de la mayoría de las historias que ya vimos de esta temática, y presenta una película de supervivencia propiamente dicha. Pese a que la trama logra sostenerse en parte a los climas que van predominando a lo largo de la historia, la realidad es que Mads Mikkelsen es quien se pone la película al hombro. Con poco diálogo a su favor, todo cae, pura y exclusivamente, en su actuación. El danés logra transmitir todo tipo de sensaciones/emociones simplemente con una mirada. Esto cobra más peso si tenemos en cuenta que no se nos ofrece ni un mínimo detalle sobre el protagonista, más allá de especulaciones que uno puede realizar como espectador. El Ártico presenta una trama vista decenas de veces a lo largo de la historia hollywoodense. Aun así, Joe Penna logra darle una vuelta de tuerca a la historia. Con un clima hostil (tanto en un sentido físico como metafórico), la película logra mantener al espectador en vilo en (casi) todo momento. Mención aparte para la interpretación de Mads Mikkelsen.
La saga de los mutantes regresa al cine con X-Men: Dark Phoenix. Esta nueva entrega, dirigida por Simon Kinberg, promete dar inicio a una nueva trilogía. X-Men se caracterizó, en su inicio, por ser una saga de superhéroes que, lejos de mostrar a “hombres superpoderosos” tratando de salvar al mundo de invasiones alienígenas, retrataba a un grupo de personas tratando de salvarse de sí mismos y de una sociedad que no los aceptaba por ser diferentes. Si bien X-Men: Dark Phoenix plantea este dilema, finalmente se termina subiendo al barco de héroes de turno luchando por evitar que el planeta Tierra sea destruido/invadido. La película comienza con los mutantes viajando al espacio en una misión de rescate. Cuando parecía estar todo solucionado para regresar a la Tierra, una extraña fuerza cósmica impacta de lleno contra Jean Grey (Sophie Turner). Contra todo pronóstico, la joven sobrevive a aquel incidente pero con una consecuencia en particular: su poder se incrementa a niveles nunca antes vistos. La personalidad de esta mutante también cambia por completo. Por algún motivo, la joven comienza a recordar hechos borrados de su memoria. Enceguecida por saber la verdad sobre su pasado y lo que ocurrió con sus padres, Jean hará lo que sea posible, incluso lastimar a quienes ama, con tal de comprender quién es realmente. Finalmente, Fénix pasa a convertirse en una especie de villana en esta entrega. Pero además de eso, el equipo liderado por Charles Xavier (James McAvoy) también deberá hacerle frente a una suerte de invasión alienígena. Aquella extraña fuerza cósmica que impactó contra Jean en un comienzo, estaba siendo seguida por un grupo de extraterrestres. Es así que, además de enfrentarse a la “todopoderosa” Fénix, también deberán ocuparse de que estos extraños bichos no consigan el poder que porta la pelirroja y así invadir el planeta Tierra. La historia trastabilla cuando pone su foco en los otros villanos. Durante gran parte de la trama se le da poco espacio a su desarrollo. Recién hacia el final se los quiere mostrar como una verdadera amenaza, pero no se logra conseguir el efecto deseado. En ningún momento representan un verdadero peligro para los mutantes (o para el mundo en general); sobre todo si lo comparamos con el poder de Jean, quien sí logra representar un riesgo para la humanidad. Pese a que esta entrega representa el comienzo de una nueva trilogía de X-Men (al menos así lo vendieron sus productores), para aquellos que no estén familiarizados con el mundo de los mutantes (sobre todo las últimas entregas) se les hará tarea difícil seguir el hilo. Ocurre que Dark Phoenix es la continuidad de Apocalipsis (película final de la segunda trilogía), por lo que, finalmente, quien no haya visto lo anterior se sentirá perdido casi la mitad del tiempo. Los personajes secundarios no tienen desarrollo alguno. De hecho, tampoco brindan un gran aporte a lo largo de la trama. Poco quedó de aquellas entregas donde X-Men se alejaba del típico héroe y se enfocaba en la parte más humana de estos, dejando de por medio un mensaje social. Dark Phoenix finalmente termina asemejándose a las típicas películas de superhéroes que vemos invadir las salas en los últimos tiempos.
En la nueva manía hollywoodense por crear universos cinematográficos -véase el caso de Avengers o de El conjuro-, Warner Bros. y Legendary Entertainment crearon el MonsterVerse (protagonizado por Godzilla y King Kong). En esta ocasión llega a los cines Gozdilla 2: el rey de los monstruos. A diferencia de su antecesora (entrega a cargo de Gareth Edwards), en esta ocasión sí podremos disfrutar más tiempo de Godzilla en la pantalla. En esta segunda parte, el mítico personaje deberá hacerle frente a la casi veintena de monstruos -entre ellos Ghidorah, una especie de dragón gigante de tres cabezas– que Emma Russell (Vera Farmiga), una paleobióloga que trabaja para Monarch, trajo a la vida con el objetivo de restablecer el orden natural del mundo. La trama también se centra en Mark Russel (Kyle Chandler), un especialista en comportamiento de animales que, anteriormente, también trabajó para Monarch. Él se unirá a esta misión con el único objetivo de rescatar a su hija Madison (interpretada por la carismática Millie Bobby Brown), quien está ¿secuestrada? junto a Emma, su madre y ex esposa, respectivamente. En esta ocasión, la trama más mundana no tiene tanto peso en la historia, tampoco es que la del 2014 lo haya tenido, pero aun así estaba mejor desarrollada y era más fácil empatizar con los humanos. La película intenta dar un mensaje sobre cómo los seres humanos están destrozando el planeta Tierra y como la “madre naturaleza” cobrará venganza por esto -en determinado momento hasta se da un discurso bastante similar al de Thanos, el famoso villano de Avengers–. Aun así, esto queda como algo al pasar y no vuelven a ahondar en el tema. De hecho, cuando se descubre la verdadera identidad del villano principal (el monstruo, no el humano) se anula por completo este discurso. La resolución del conflicto es predecible. Es una película que en ningún momento sale de la norma: Hollywood en su estado más puro. Las cosas ocurren porque sí (o porque el guión así lo necesita). La parte más mundana (por así decirlo) de esta nueva trama no llega a ningún lado, y peca en exceso de los clichés más básicos que se puedan imaginar. Finalmente Godzilla 2: el rey de los monstruos, queda como una película superflua, sin nada que aportar más allá de un poco de diversión. Gozdilla 2: el rey de los monstruos es, lisa y llanamente, una película pochoclera. Cumple con el objetivo de entretener durante sus dos horas de duración (aunque le sobren varios minutos), pero no se le puede pedir más que eso. Funciona para aquellos que tengan ganas de pasar un rato con un film de acción y que no los haga pensar realmente en nada
Llega a las salas de cine Infierno grande dirigida por Alberto Romero (Carne propia). Se trata de una road movie con elementos de cine fantástico. Luego de una fuerte discusión con su marido (la cual termina con un disparo), María, una docente de un pueblito de La Pampa, decide escapar de aquel lugar recóndito y emprender un viaje hacia Naico, una especie de lugar fantasma al que todos parecen temer. Las cosas claramente no serán fáciles. La protagonista, con un embarazo bastante avanzado, se topará en el camino con personajes extravagantes que tratarán de convencerla de que ir a aquel lugar es una mala idea. Además, su (ex)marido comienza una persecución contra ella, con el único objetivo de obtener su venganza. Es así como la protagonista no sólo deberá enfrentarse a la dificultad de escapar de su pasado (el cual está pisándole los talones), sino que además deberá afrontar los obstáculos que se le presentan durante el camino hacia su pueblo natal, un lugar que parece helarle la sangre a cualquiera con sólo escuchar su nombre. Es que, al fin y al cabo, María prefiere regresar allí –un sitio con OVNIS y/o con sectas religiosas, según dicen algunos– que enfrentarse a la verdadera bestia: su marido. La película se podría encasillar principalmente en una road movie, aunque también se encuentran tintes de cine fantástico. Infierno grande también es una cinta dramática que atraviesa la historia de una mujer víctima de violencia de género. Estos tres géneros se complementan entre sí y consiguen un equilibro perfecto, realzando una trama llena de misterios, de miedos, de incertidumbre y, por qué no, de un poco de aventura. Con un clima lleno de tensión y de incógnitas (el cual se logra mantener a lo largo de toda la trama), Infierno grande consigue atrapar al espectador desde el primer minuto. A cada instante se plantean nuevos interrogantes que terminan logrando que la película no se sienta densa en ningún momento. Las situaciones/personajes bizarras/extravagantes, lejos de sentirse fuera de lugar, se complementan de tal forma que captan la atención absoluta y dejan con ganas de más. Dentro de los diversos géneros y su historia principal, Infierno grande aporta un claro mensaje sobre el empoderamiento femenino (protagonista que busca escapar de su agresor y así rehacer su vida) y la violencia de género. Si bien esto por momentos parece una cuestión secundaria, es un tema que permanece siempre latente en la trama.
Dirigida por Dome Karukoski y escrita por David Gleeson y Stephen Beresford, llega a las salas de cine Tolkien, una película biográfica sobre la vida del famoso autor de El Señor de los Anillos y El hobbit. En los años 2001, 2002 y 2003, la trilogía de El Señor de los Anillos tuvo su adaptación cinematográfica. Años más tarde, El hobbit también pasó a formar parte de la industria hollywoodense. Las seis entregas estuvieron a cargo del neozelandés Peter Jackson, quien supo recrear de una manera eficaz (e inolvidable), al menos en la primera trilogía, este mundo ficticio. Ahora, la vida de quien fue el genio detrás de estas historias pasa a tener su propia adaptación a través de Dome Karukoski. Nicholas Hoult es quien se pone en la piel del famoso escritor. La trama, lejos de abordar su costado más artístico, se basa pura y exclusivamente en la parte más mundana del autor. A través de saltos temporales, se realiza un recorrido por la infancia, la adolescencia y parte de la adultez del protagonista. El foco estará puesto en la relación de éste con su grupo de amigos y su relación con Edith Mary Bratt, papel interpretado por Lily Collins. Uno de los principales problemas de Tolkien es la falta de química entre sus protagonistas. Si bien no cuentan con un guion que los respalde (la relación por momentos se asemeja a la de unos adolescentes caprichosos), ni Nicholas Hoult ni Lily Collins logran convencernos de la existencia de un amor incondicional entre ellos, como todo el tiempo se quiere recalcar en la trama. La película tampoco consigue ser entretenida o atrapante. Sus 120 minutos de duración se tornan pesados y dejan con la sensación de que todo se podría haber resuelto en varios minutos menos. La trama intenta ahondar en varios aspectos del protagonista (amistades, relación romántica, estudios universitarios, paso por la guerra, etc.), pero lo termina haciendo de una forma superficial y banal. El foco principal, puesto en la relación entre Tolkien y Edith, también se siente forzado y, sobre todo, estereotipado. J. R. R. Tolkien supo construir un mundo épico que cautivó tanto a grandes como a pequeños. Sin embargo, Tolkien parece una película sobre alguien común y corriente antes que sobre uno de los escritores más famosos de la historia. Casi en ningún momento se siente que estemos viendo una película sobre el creador de El señor de los anillos. El director y sus guionistas ignoraron por completo la parte más épica del escritor y realizaron una película que se podría reducir simplemente a “otra película dramática de amor hollywoodense”.
En su ópera prima, el cineasta Gonzalo Zapico presenta El bosque de los perros: un drama lleno de tensión sobre encuentros, desencuentros, secretos y mentiras. La película cuenta la historia de Mariela (Lorena Vega), una treintañera residente en Buenos Aires que regresa a su pueblo natal tras la muerte de su marido. Allí busca reencontrarse (y reconectar) con Gastón Méndez (Guillermo Pfening), un viejo amor de su adolescencia. El problema es que éste la rechaza de inmediato. De hecho, todo el pueblo (a excepción de su tía) parece sentirse incómodo con su presencia. En aquel lugar también se reencontrará con Carlos (Marcelo Subiotto), hermano de Gastón, con quién también parece haber tenido una relación paralela durante su juventud. El bosque de los perros va alternando entre el pasado y el presente de la protagonista. Esto saltos temporales permitirán unir algún que otro cabo suelto, aunque los flashbacks aquí utilizados generan más dudas que respuestas. Sólo se nos mostrarán cuestiones parciales de Mariela y la relación que mantenía con estos dos hermanos. Por su parte, el tiempo presente despeja aún menos dudas. Se muestra a una protagonista perdida, sin un rumbo en concreto, que sólo actúa en base a lo que le dicta el momento. Los secretos que envuelven a la protagonista –lejos de generar intriga y aumentar las expectativas con respecto al por qué de las cosas–, terminan haciendo que el relato se vuelva denso con el correr de los minutos. Durante la mayor parte del film Mariela se muestra tosca y a la defensiva con casi todos, motivo que sólo conlleva a la dificultad de empatizar con ella (al menos en gran parte del relato) y de entender por qué actúa de la forma en que lo hace. La película se esfuerza en mantener un clima de tensión y de misterio a lo largo de toda la trama, para luego resolver todas las incógnitas en cuestión de minutos. Esto termina dando un resultado abrupto y atolondrado, que le quita parte de credibilidad al relato. Una vez expuestos dos de los secretos principales de la protagonista, la trama termina volviéndose predecible y haciendo que sea fácil anticipar cuál será la próxima jugada de Mariela.
Los pokémones con los que crecimos en nuestra infancia cobran vida en Pokémon: Detective Pikachu. La nueva apuesta de Warner Bros apunta directamente a los más nostálgicos y, como combo, cuenta con el carismático Ryan Reynolds. Desde las ya estrenadas La bella y la bestia, Christopher Robin: un reencuentro inolvidable y Dumbo, hasta las próximas a estrenar Sonic, El rey león y Aladdin, no cabe duda de que las grandes compañías están apostando a la nostalgia del público adulto. Pokémon: Detective Pikachu, claramente, no es la excepción a esta regla. Al igual que las anteriores mencionadas, también se apuesta a un live action. Si bien las pertenecientes a Disney logran emocionar a los más grandes y atrapar a los más pequeños, ésta está dirigida para aquellos que crecieron con las aventuras de Ash Ketchum (aunque este no sea tema en esta entrega). La película se centra en Tim Goodman (Justice Smith), un adolescente que, tras la muerte de su madre cuando era sólo un niño, se mantiene alejado por completo de todo lo relacionado con los pokémones. Todo eso cambia cuando su padre -con quien no mantiene contacto desde hace un largo tiempo- desaparece de la faz de la Tierra. Es ahí cuando el joven viaja a Ryme City, un lugar donde los pokémones son libres y conviven junto a los humanos, para averiguar dónde está su progenitor. Durante esta aventura se topa con un misterioso Pikachu (al cual el carismático Ryan Reynolds le pone la voz) que padece de amnesia y que, al parecer, era el compañero del detective privado Harry Goodman. Ambos, junto con la compañía de una joven periodista y su Psyduck, comenzarán a develar los secretos que se esconden tras la desaparición del padre de Tim. En sus andanzas se toparán con algunos de los pokémones más entrañables como Jigglypuff, Charizard, Bulbasaur, Squirtle, Cubone, etc. El fuerte de Pokémon: Detective Pikachu es, sin lugar a dudas, el buen uso del CGI. Cada detalle de cada pokémon logró ser copiado de manera exacta a como se nos mostraba en el dibujo animado. La película nos transporta de manera directa a un mundo donde convivir, trabajar e incluso tener como amigos a estos monstruos es algo completamente factible. Pese a tener todos los elementos para ser una película infantil, quienes más disfrutarán de esta película serán los adultos nostálgicos. Con todas las generaciones habidas y por haber de Pokémon, los más chicos -que hayan visto las generaciones más actuales- se sentirán algo decepcionados y alejados de este mundo, ya que no cuenta con las cientos de criaturas nuevas. Por su parte, los adultos que crecieron junto a este animé, reconocerán enseguida a todos (o casi todos) estos “monstruos de bolsillo” con los que pasaron parte de su infancia. Los giros argumentales que se plantean a lo largo de la trama son fáciles de anticipar. El último de estos, además, le quita parte de sentido a la historia que se venía planteando. Finalmente da como resultado una trama con algún que otro cabo suelto. Aun así, Pokémon: Detective Pikachu es una película entretenida para pasar el rato y regresar por un instante (en el caso de ser adulto) a la infancia: allí donde deseábamos tener uno de estos compañeros y/o ser entrenadores pokémon.