En su ópera prima, el cineasta Piotr Domalewski presenta Noche de Paz, un drama sobre la complejidad de las relaciones familiares y también una crítica a las dificultades para progresar en Polonia. La historia gira en torno a Adam (Dawid Ogrodnik), un joven que trabaja en Holanda pero que decide regresar a su país natal, Polonia, con la excusa de pasar Nochebuena con su familia. La realidad es que sus intenciones están lejos de querer reencontrarse con sus padres, hermanos, tíos, etc. Lo que el joven realmente pretende es vender la casa de su abuelo para así poder instalarse de manera definitiva en el extranjero y allí formar una familia de manera oficial junto a Asia, su pareja, con quien están esperando un hijo. La llegada de Adam termina dejando en evidencia los secretos que hay dentro de este clan familiar: una figura paterna ausente y alcohólica, una madre que debió criar casi a solas a sus hijos debido a la ausencia del padre, una joven víctima de violencia de género. Las situaciones son variadas y complejas. El protagonista también deberá hacer frente a las malas relaciones que hay entre los familiares, sobre todo a la tensa relación con su hermano Pawel. A pesar de tener una reunión familiar de cara a la Navidad como punto de partida, Noche de paz está lejos de ser una película sobre estas festividades. El film muestra la otra cara de la moneda: familiares que no se soportan entre sí pero que deben reunirse por el simple hecho de una vieja tradición a veces absurda que continúa latente (y posiblemente lo haga durante mucho tiempo). Domalewski no sólo hace una crítica a las tradiciones de las festividades (y a la familia como institución), sino que también apunta contra la situación en Polonia, un país en el que parece imposible progresar, al menos en el mercado laboral, en especial si se viene de un pueblo rural (tal y como el protagonista de esta historia). Si bien el director logra adentrarse en los diferentes temas que se tratan a lo largo de la película de forma eficaz, por momentos la trama se torna algo pesada al tratar de abordar mucho en poco tiempo. Aun así, cada situación (abandono, alcoholismo, etc.) logra tener su tiempo para ser desarrollada y explicada sin parecer descabellada. Misma situación ocurre con los diversos personajes, Domalewski consigue ahondar en cada uno de ellos sin dejar cabos sueltos.
Basada en la novela Expediente de Desaparición, del escritor israelí Dror Mishani, el cineasta Érick Zonca (Julia) presenta Sin dejar huellas, un atrapante thriller francés repleto de giros inesperados. La historia gira en torno a la desaparición de Dany Arnault, un adolescente de 16 años, que se esfumó de un día para el otro. El comandante François Visconti (Vincent Cassel), un policía alcohólico y algo desalineado, es quien llevará adelante la investigación. Desde un comienzo, la película apunta a un único sospechoso: Yann Bellaile (Romain Duris), un profesor de literatura y vecino de la familia que en varias oportunidades le brindó clases particulares al joven. Visconti se dirige principalmente contra Bellaile debido al particular interés que éste muestra con respecto al caso. A lo largo de la historia, este tipo de policiales no enseñó que el primer sospechoso suele tener poco y nada que ver con lo acontecido y que siempre el culpable es quien menos uno se espera. Es así que, aunque todo señale a una persona, constantemente se plantean preguntas para que el espectador vaya sacando sus propias conclusiones con respecto a qué es lo que pasó. Las constantes dudas que plantea la trama logran mantener al espectador en vilo en todo momento, sobre todo cuando se va acercando el final. Más allá de todo el misterio con respecto a la desaparición del joven, Sin dejar huellas cuenta con una subtrama. Posiblemente sea este el punto más flojo de la película. Érick Zonca también ahonda en la vida personal de Visconti, principalmente en la relación que mantiene con su hijo, un joven que parece estar iniciándose en el narcotráfico. Esta trama no sólo no aporta nada a la historia principal, sino que ni siquiera está bien desarrollada. De hecho, lo único que consigue es generar menos empatía con el protagonista (algo latente en toda la trama). Sin dejar huellas es una película intensa y llena de misterio. La historia se va desarrollando de a poco y, a medida que avanza la trama, los secretos comienzan a salir a la luz. Si bien por momentos se torna algo lenta, la cinta logra mantener un clima de tensión constante. Esto también se debe en parte a la ambientación, en dónde constantemente predominan espacios oscuros y fríos, que logran un equilibrio perfecto entre los acontecimientos y lo que se pretende mostrar. El film no sólo es un thriller repleto de giros inesperados. A medida que avanza la historia, y que comienzan a develarse los secretos, todo se va volviendo más oscuro y siniestro. El final no sólo es impactante porque es inesperado y sorprendente, también lo es por la profundidad de los temas que se develan. Érick Zonca ahonda en cuestiones como el abuso, las obsesiones y la mente humana en general, y plantea interrogantes tales como: ¿Qué puede llevar a un humano a cometer un crimen?
Protagonizada por Rafael Spregelburd, Carlos Belloso, Lautaro Delgado y Diego Gentile, llega a los cines Unidad XV, un thriller carcelario dirigido por Martín Desalvo (Las mantenidas sin sueños). La historia se sitúa en 1957, época donde el movimiento peronista había sido declarado ilegal tras el golpe de Estado de 1955 que derroca el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón. Los dirigentes John William Cooke (Rafael Spregelburd), Guillermo Patricio Kelly (Diego Gentile), Héctor Cámpora (Carlos Belloso) y Jorge Antonio (Lautaro Delgado) son trasladados a la Unidad XV ubicada en Río Gallegos, un lugar inhóspito tanto por las condiciones climáticas, como por el trato por parte de sus guardias. Basada en un hecho real, Unidad XV cuenta la historia de cómo estos peronistas tuvieron que dejar sus diferencias -sobre todo ideológicas- de lado para unir fuerzas e intentar darse a la fuga. Es que los cuatro están completamente de acuerdo en algo: saben que si intentan fugarse de manera impulsiva serán fusilados de inmediato, pero también que si continúan más tiempo allí, los guardias encontrarán una excusa para aniquilarlos. Si bien la película es un thriller carcelario, y su eje está puesto en la fuga de estos prisioneros, Martín Desalvo pone en foco el desarrollo de cada personaje. Los cuatro son igual de importantes para la trama, ninguno resalta sobre el otro. Cada uno tiene su momento clave, en donde se logran entender las motivaciones y el accionar de cada uno. El director se toma el tiempo necesario para mostrar la personalidad de todos ellos (y así dejar en claro las diferencias ideológicas, algo que los complica a la hora de idear el plan para huir). Uno de los puntos que más ayuda a recrear la época en la que se sitúa Unidad XV es la fotografía, la cual está a cargo de Nicolás Trovato. La paleta elegida, donde predominan los colores apagados y una textura no saturada, no sólo realza la ambientación en general, sino que también es clave para remarcar el clima inhóspito que predomina a lo largo de toda la película (clima tanto literal por las bajas temperaturas, como metafórico por el peligro que conlleva estar ahí). Pese a ser una película de género, con eje en el thriller carcelario, Unidad XV no deja de lado su costado político. La película, basada en un acontecimiento real, refleja la realidad que predominaba en aquella época y que continúa vigente hasta la fecha: personas presas por el mero hecho de apoyar una idea diferente a la del gobierno de turno.
Los palíndromos son palabras o frases que se leen igual de izquierda a derecha y viceversa. El director de cine y palindromista Tomás Lipgot (Moacir) presenta ¡Viva el palíndromo!, un documental que indaga (y homenajea) este tipo de expresiones. El cineasta (y especialmente palindromista) realiza un recorrido por cuatro países para ahondar sobre los palíndromos: su significado, su importancia, su utilidad, y, sobre todas las cosas, el amor que un determinado grupo de personas siente por este tipo de palabras y frases. Para esto reúne a especialistas de diferentes áreas, como filósofos o escritores, quienes además son aficionados a los palíndromos. ¡Viva el palíndromo! no cuenta sólo con esas voces “autorizadas”, sino también con las de personas que muy alejadas están de este tema. La cámara sigue al cineasta en plena calle consultando a la gente común si saben qué es un palíndromo. La gran mayoría no lo saben y dejan volar su imaginación hasta el punto de afirmar con total seguridad que un palíndromo es un animal salvaje. Muy pocos logran acercarse realmente a la respuesta correcta. La obsesión por los palíndromos parece ser algo de muy pocos. El documental no sólo ahonda en los palíndromos, sino que, además, está, en parte, construido en base a uno. Esto se ve claramente cuando justo en la mitad del documental, Lipgot realiza un corte para destacar esta información. Los planos de la película también juegan con la importancia de la simetría. Las imágenes que se presentan (y los planos en general) destacan por su perfecta composición armónica (en varios momentos esto se muestra de manera explícita). En un momento determinado, uno de los transeúntes a los que se les consulta sobre los palíndromos -y luego de conocer su significado- pregunta: “¿cuál es el fin de este documental?”. Lipgot responde esta pregunta a lo largo de todo el metraje. ¡Viva el palíndromo! no tiene otro fin que mostrar el amor hacia los palíndromos. Como algunos se obsesionan con un videojuego, con una saga de películas o con un grupo musical, estas personas se apasionan por las palabras y los diferentes significados que le pueden dar a estas.
El cordobés Cristian Jure (Alta Cumbia, Pepo: la última oportunidad) presenta Gracias Gauchito, la primera ficción basada en la figura religiosa del Gauchito Gil. Antonio Mamerto Gil, conocido popularmente como el Gauchito Gil, es una figura religiosa. Nació en 1840 -en plena época de guerra entre unitarios y federales- en Par Ubre, un pueblito de la provincia de Corrientes. Murió el 8 de enero de 1878 tras ser condenado por desertor. Algunas versiones dicen que lo fusilaron, otras que lo degollaron. Según los creyentes, el Gauchito es capaz de conceder salud, dinero y trabajo a quienes le recen. De hecho, cada 8 de enero, su santuario principal es visitado por casi 200 mil peregrinos. Sobre quién fue realmente el Gauchito Gil hay muchas versiones encontradas. Para Gracias Gauchito, Cristian Jure se basa en el libro Colgado de los tobillos de Orlando Van Bredam, aunque le realiza algunas modificaciones. En esta ocasión, el cineasta no se enfoca en los milagros que presuntamente es capaz de realizar esta figura religiosa sino que se enfoca en el lado más humano. Jure ahonda en los valores que tenía el Gauchito Gil: una especie de Robin Hood de Corrientes. Para agregarle más profundidad al lado humano de Antonio Mamerto Gil, el director también habla sobre el amor. Gran parte de la trama, por no decir que básicamente toda, girará en torno a la relación que el Gauchito mantiene con Dolores, la esposa de Juan de la Cruz Salazar, su perseguidor y verdugo. Esto, aunque esté muy relacionado con el primer milagro del Gauchito, hace que la trama pierda fuerza y por momentos se vuelva monótona. Para contextualizar sobre las hazañas del Gauchito Gil, y también sobre la situación histórica en general, una voz en off acompañará a lo largo de todo el relato. Hacia el final de la película se descubrirá quién es realmente esa persona que (nos) cuenta. Gracias Gauchito funciona como un homenaje, pero también como un repaso por parte de la historia argentina. Quiénes fueron los unitarios y quiénes los federales, qué actos cometió cada grupo y en nombre de qué. Con el personaje del Gauchito como excusa -a raíz de ser desertor-, Jure se aleja de estos bandos y marca sólo uno como camino correcto: el del protagonista. El cineasta, en todo momento, busca mostrar al Gauchito como un héroe de la historia.
Todo el año es Navidad es un documental realizado por Néstor Frenkel (Construcción de una ciudad) que se enfoca en la Navidad y, sobre todo, en el protagonista de esta fecha tan especial para muchos: Papá Noel. El documental parte de una especie de casting a aquellos hombres que cada fin de año se ponen el traje rojo de pana para interpretar a una de las figuras favoritas de los más chicos: Papá Noel. En Todo el año es Navidad, Néstor Frenkel rompe con la idea de que existe un solo Papá Noel. En este documental demuestra que, más allá de compartir un traje rojo, una botas negras y un pelo blanco y largo (también la barba), todos los Papás Noel son diferentes entre sí. Durante el resto del año estas personas dejan atrás este mítico personaje para ocupar otro tipo de oficios tales como masajistas, estatuas vivientes, artesanos, luchadores, etc. El documental está dividido en diferentes especies de capítulos. Cada uno de ellos desarrolla la historia de cada Papá Noel: desde los trabajos que realiza durante el año, hasta cómo llegó a convertirse en la figura del Polo Norte -algunos de ellos con historias tan excéntricas como la existencia/presencia de duendes–. Esta fórmula, pese a darle un orden a la historia para que no se mezclen los personajes en sí, hace que la trama termine volviéndose reiterativa a la larga. Néstor Frenkel consigue darle una vuelta de tuerca a una premisa por demás explotada en la historia del cine. Todo el año es Navidad muestra otra cara de esta fecha. El cineasta se enfoca en Santa Claus, pero lejos de ahondar en los supuestos milagros que este ser realiza -como otorgarle a los pequeños lo que más desean-, se enfoca en qué hay detrás de estas personas que, en cada diciembre, se sientan en una silla (normalmente en un shopping) a escuchar a cientos de pequeños que pasan a visitarlos y pedirles un regalo para el 25. El documental además está narrado desde un punto de vista más bien cómico. Las historias que cuentan esta decena de Papás Noel son divertidas y logran que uno empatice con ellos. Todo el año es Navidad además consigue que el espectador regrese por unos minutos a su infancia, a aquella época en la que creía en la existencia de esta figura. Más allá de rendir un homenaje a San Nicolás (y de reconocer el trabajo de esta decena de hombres), Todo el año es Navidad también es una crítica al consumismo que se acentúa con la llegada de esta fecha. Frenkel deja ver cómo Papá Noel, más allá de traer felicidad e ilusión para los más chicos, además es una imagen clara del sistema capitalista.
Basada en la novela de Kevin Kwan, el cineasta Jon M. Chu (Nada es lo que parece 2) presenta Locamente Millonarios, una comedia romántica-dramática hollywoodense protagonizada por un elenco completamente asiático. La película parte de una premisa básica: Rachel Chu (Constance Wu), una joven profesora de economía, viaja junto a su novio, Nick Young (Henry Golding), a Asia por la boda del mejor amigo de éste. Allí la protagonista se encontrará con una sorpresa muy particular: su novio es un multimillonario con una familia ultraconservadora. Rachel no sólo deberá intentar ganarse el corazón de la familia de su novio (algo que parece completamente imposible: no es china nativa, su familia no es adinerada, su madre es una inmigrante y su padre la abandonó), sino que también deberá hacerle frente a todas las mujeres que durante años intentaron conseguir la atención de Nick, el hombre más codiciado de todo Singapur. Locamente millonarios logra destacar en gran parte por realizar una película basada en la cultura china e incluir, por ende, a un elenco asiático. Esto rompe con el esquema general de Hollywood que, cuando realiza películas basadas en otras culturas, coloca como protagonistas a actores que poco representan aquello que quieren mostrar. Posiblemente uno de los puntos más destacables del film en cuanto al repaso por la cultura asiática sea el soundtrack. Este está armado principalmente por canciones de origen asiático o versiones en chino mandarín de algunos clásicos, como Material Girl de Madonna. Aun así, también se incluyen algunas canciones en inglés, lo que ocasiona que se “rompa” el clima de una cultura alejada de lo hollywoodense. Si bien la película resulta medianamente entretenida, tiene un guion predecible y lleno de tópicos. Desde un comienzo el espectador puede deducir cómo va a terminar todo. Pese a ser una comedia, las situaciones que deberían ser graciosas son en su mayoría forzadas (y no dan gracia). Además, la trama no presenta nada novedoso para este tipo de películas por demás explotadas a lo largo de la historia.
En su tercer largometraje, la chilena Dominga Sotomayor (De jueves a domingo) presenta Tarde para morir joven, una película con apuntes autobiográficos en donde captura la transición entre la adolescencia y la adultez. La película se sitúa en el verano de 1990, justo después de la caída de del dictador Augusto Pinochet. Con la vuelta de la democracia se respira un cambio de aire en Chile. En este sentido, un grupo de familias se muda a una especie de comunidad ecológica. Allí las casas todavía están en construcción -las paredes están hechas de plástico-, las tuberías de agua generan dolor de cabeza entre sus habitantes y, para colmo, estos no logran ponerse de acuerdo con respecto al uso de la electricidad. Tarde para morir joven se centra principalmente en Sofía (Demián Hernández), una joven de 16 años que se fue a vivir con su padre a esta especie de aldea, aunque analiza la posibilidad de mudarse junto a su madre luego de fin de año. La adolescente pasa sus días fumando y coqueteando con Ignacio (Matías Oviedo), un hombre mayor que visita la comunidad de vez en cuando. Lucas (Antar Machado), un amigo de la protagonista, sufre al ver como su amada comienza a alejarse de él para entablar una relación con aquel hombre. La película en sí no cuenta con una estructura narrativa clásica marcada -inicio, nudo, desenlace-. No hay un “problema” que deba resolverse, sino que el conflicto está puesto en las sensaciones/emociones de los personajes. Sofía no sólo debe lidiar con la separación de sus padres, sino con la ausencia de estos (uno de manera emocional y otro de manera física). Esto nunca representa el nudo que debe resolverse en la trama, sino que más bien pone en foco la dificultad que enfrentan los jóvenes al atravesar el periodo de la niñez a la adultez. Tarde para morir joven se disfruta más desde un aspecto sensorial que narrativo. La fotografía es uno de los puntos que más ayuda a destacar el clima nostálgico y de cambio que predomina en la película. La paleta de colores, un toque atenuada, nos transporta al pasado -o al menos nos da una sensación de este-. Esto pese a que el arte y el diseño de vestuario parecen indicar lo contrario. La banda sonora, compuesta por música de los años 80, también realza este sentimiento de nostalgia de un pasado que ya no es y un futuro incierto.
Combinando el cine con la filosofía, el joven cineasta Martín Farina (Fulboy, Taekwondo) presenta Mujer nómade, una docuficción que recorre la vida de la filósofa Esther Díaz. La protagonista en cuestión relatará en primera persona su historia. Esther Díaz es una filósofa y ensayista argentina, a quien se le atribuye haber realizado una importante contribución en lo que respecta a la introducción de la filosofía de Michel Foucault. En Mujer nómade el cineasta Martín Farina recorre de punta a punta la vida de este personaje. Esther Díaz no sólo relata en primera persona su historia, sino que también la actúa. La protagonista se pone en su propia piel para reencarnar escenas de su pasado y de su presente. Martín Farina y Esther Díaz se unen para hablar, principalmente, de amor, sexo y filosofía. Mujer nómade comienza con la voz en off de Esther Díaz. La protagonista hace foco en una noche particular de su vida, la cual involucra sexo, drogas y hasta un intento de suicidio. La filósofa no escatima en detalles, repasa el minuto a minuto de ese día. La intensidad de este relato se complementa de manera perfecta con un montaje frenético. Imágenes estáticas combinan con el relato. El sonido de fondo realza la historia y todo el montaje en sí. Cada elemento parece ir incrementándose hasta llegar al punto cúlmine: el primer plano de la protagonista. Si bien el documental está construido en base a los ensayos escritos por Díaz, y también, en gran parte, por sus vivencias/tragedias, Martín Farina muestra otros aspectos de la protagonista. Mujer nómade recorre además el “cuidado” estético de la filósofa. Se la ve realizándose un tratamiento de embellecimiento y rejuvenecimiento plástico, su paso por la peluquería, etc. Es que la potencia del cuerpo es clave en este relato. Esther Díaz se entrega por completo a la (su) historia. Se desnuda, tanto física como emocionalmente, sin pudor alguno. Díaz habla desde los trágicos episodios de su infancia -como una anécdota que conlleva su pérdida de confianza en las personas- hasta las complicaciones que debió enfrentar como madre. También se desnuda frente a la cámara sin miedo alguno, muestra cómo goza del sexo con alguien 26 años menor y también se deja ver disfrutando una película pornográfica.
Con tintes que lo asemejan al cine de Pedro Almodóvar, Tamae Garateguy (Mujer lobo) presenta Hasta que me desates, un thriller erótico con una historia de amor perversa por detrás. La historia gira en torno a Gonzalo Quintana (Rodrigo Guirao Díaz), un cirujano plástico que parece tenerlo todo: una carrera exitosa y una familia perfecta constituida por su mujer y sus dos pequeñas hijas. Un día llega a su consultorio Clara (Martina Garello), una bailarina con el rostro desfigurado a causa de un accidente automovilístico. La paciente pronto revela sus verdaderas intenciones: no quiere una cirugía para reconstruirse el rostro, quiere que el “doctor muerte” acabe con su vida durante la intervención. Gonzalo, ignorando los deseos de Clara, le reconstruye la cara a la joven. A partir de ahí comenzará una relación intensa y perversa entre ambos, que incluirá visitas a clubes sadomasoquistas y encuentros sexuales privados. Lejos de ser una historia de amor al mejor estilo hollywoodense, los protagonistas mantendrán una relación enfermiza en donde predominan las obsesiones. Tal como lo hizo David Lynch en Blue Velvet, Tamae Garateguy pone en foco las perversiones detrás de la clase burguesa. El doctor Quintana parece tener una vida perfecta. Vive con su amorosa familia en una casa lujosa dentro de un barrio privado. Este mundo de fantasía pronto choca con la realidad, ni siquiera es capaz de mantener relaciones sexuales con su mujer. La cineasta muestra que la vida que lleva adelante Gonzalo está muy alejada de sus verdaderos deseos. El aspecto visual es uno de los puntos clave en Hasta que me desates. La fotografía, prolija en todo momento, y el arte, cuidado en cada detalle, realzan cada escena, sobre todo aquellas vinculadas al sexo. La combinación de colores genera un clima erótico y remarca la tensión sexual entre Quintana y Clara. Nada en este aspecto parece estar librado al azar. La actuación de Martina Garello en el papel de Clara también es uno de los puntos a destacar. La actriz logra encarnar un personaje tanto vulnerable y quebrantado como sensual y erótico. Su interpretación es sólida durante toda la trama. Rodrigo Guirao Díaz, por el contrario, parece no sentirse cómodo ante algunas escenas, sobre todo en las más emocionales. El guion (también escrito por Tamae Garateguy) presenta ciertas subtramas que finalmente no llegan a nada. Algunas cuestiones -como la presencia de un hombre misterioso que finalmente desaparece así sin más- hacen que Hasta que me desates pierda un poco de solidez. Esto se hace más notorio en las escenas románticas, sobre todo en aquellas entre Quintana y su mujer donde quedan varias cuestiones sin resolver.