El cine español reafirma su maestría en materia de cine de género con esta revisión de clásicos de posesión que se mete de lleno en la historia de una joven controlada por su familia que termina luchando por escapar del mal.
Van a pasar un largo tiempo hasta que el cine español vuelva a ofrecer una película sobre posesiones demoníacas que alcance el nivel artístico de Verónica, la obra de Paco Plaza que se estrenó hace unos años en la cartelera local. Por lejos el mejor material que surgió en esta temática dentro de las producciones de ese país. 13 exorcismos contaba con el gancho de inspirarse en un caso real ocurrido en el 2014 en la ciudad Burgos, donde una joven fue sometida a toda clase de torturas a través de rituales arcaicos con el fin de extraerle una entidad maligna de su alma. A partir de ese hecho la ópera prima de Jacobo Martínez intenta construir una película que nunca llega a encontrar una identidad definida. El relato no deja claro si busca desarrollar un drama social relacionado con el fundamentalismo religioso o un thriller sobrenatural. Una combinación que en el pasado el director Scott Derrickson trabajó con mucha más efectividad en El exorcismo de Emily Rose que jugaba además con los litigios judiciales. La película de Martínez es una obra penosamente genérica y aburrida que recopila todos los clichés de manual que el público puede asociar con esta temática. No faltan las voces distorsionadas y las contorsiones corporales para retratar los burdos momentos de las posesiones y el infaltable clon del padre Karras de El exorcista, personificado en el rol que encarna José Sacristán. Los momentos de terror brillan por su ausencia, al igual que las ambientaciones de suspenso debido a que la narración se estanca en un collage de situaciones predecibles que vimos infinidades de veces en otras películas. La labor de Martínez no hace el menor esfuerzo por evadir los lugares comunes del subgénero y por eso su visionado resulta una experiencia tediosa. Una pérdida de tiempo que se puede ignorar con la tranquilidad que no te perdés nada relevante.
Después de la maravillosa "El Exorcista" de William Friedkin de 1973, considerada la mejor película en su género, se han hecho innumerables películas del estilo. En este sub-género, hubo y hay resultados dispares. El film de Jacobo Martínez es uno más, que no cambia nada ni agrega nada, más de lo mismo. Al principio los créditos exponen que en España los sacerdotes están autorizados a realizar exorcismos, no sin antes confirmar que realmente la persona está poseída. La adolescente Laura Villegas (María Romanillos) de 17 años, es una joven sumisa que vive dentro del seno de una familia ultracatólica. Su madre Carmen (Ruth Díaz) es muy severa y aún pena por un hijo que murió. Es quien la controla muy de cerca mientras también cuida a su hermano Jesús. Su padre Tomás (Urko Olazábal) parece un poco más permisivo aunque no se rebela ante las órdenes de su mujer. Una noche, Laura quiere ir a una fiesta de Halloween con su amiga Mireia (Alicia Falcó), pero como no la dejan, se rebela, se escapa y va de todas maneras. Con su amiga conocen a unos chicos con los que deciden hacer una sesión de espiritismo en una casa abandonada que trae consigo una historia macabra. A partir de esa noche, Laura comienza a sentirse acosada por una presencia, a escuchar voces y a experimentar visiones que comienzan a preocupar a su entorno. Cuando ataca a un compañero, la escuela la deriva con Lola (Silma López), la psicóloga que intentará ayudarla. Como su situación se agrava, convocan al Padre Olmedo (José Sacristán) especialista en exorcismos, para que tome cartas en el asunto y realice los exorcismos, que no pueden ser más de 13. Con un grupo de guionistas (cinco en total) la película hace agua porque los personajes no se desarrollan de la manera en la que deberían y todo es un pastiche remanido de imágenes ya vistas en muchas películas del estilo. Los huesos que se retuercen y se quiebran, los ojos en blanco y la voz de Satanás a través de su cuerpo. La cinta no es completamente mala, sólo es repetitiva, y no asusta ni emociona. Es injusta la comparación con "El Exorcista", lo sé, pero es inevitable, y acá "13 Exorcismos pierde la partida.
Basada en hechos reales, después sabremos que no es uno solo, pero si que en su mayor parte responde a las practicas realizadas con una adolescente en Burgos en 2014. La historia se centra en Laura Villegas (Maria Romanillos), tras jugar a una sesión de espiritismo en víspera de “Todos Los Santos”, con sus amigos, comienza a tener actitudes que su entorno no reconoce en ella. Dentro de una familia en la que el padre parece tener cierto equilbrio entre la religión y la vida cotidiana, mientras la madre es una fanática religiosa. Antes que la madre acuda al padre Olmedo (José Sacristán), párroco de su iglesia, púes la supone poseída por el demonio, Laura tiene una entrevista con la psicóloga del colegio. Parecería ser que se instalaría una dualidad entre ciencia y religión. En este punto es que se acercaría a “El Exorcismo de Emily Rose” (2005), pero no lo suficiente. El Padre Olmedo es uno de los 15 exorcistas de España que fueron autorizados
13 Exorcismos es una película de terror española dirigida por Jacobo Martinez y protagonizada por María Romanillos, una joven actriz ibérica con una carrera ascendente. Acompañada de Ruth Díaz, Uko Olazabal, Cristina Camaño y José Sacristán, entre otros. La historia, inspirada en hechos reales, se centra en Laura Villegas (Romanillos), una joven que muestra un comportamiento extraño con consecuencias violentas luego de una sesión de espiritismo. Motivo por el que sus padres recurren a la ayuda de un exorcista (Sacristán) autorizado por la Iglesia católica convencidos de que se encuentra poseída por un demonio. En primer lugar es necesario destacar la larga experiencia deJacobo Martinez, su director como director de fotografía, a cargo en esta ocasión de Daniel Sosa Segura, lo que puede apreciarse en los complejos movimientos de cámara que generan un clima de extrañamiento que favorecen los remates con escenas de violencia efectivas. Favorecidos además del uso de luces puntuales que generan contrastes con la oscuridad y el uso de tonos fríos para volver tenebrosos lugares de uso cotidiano. Un párrafo aparte merece el trabajo de José Sacristán, que si bien aparece poco en pantalla, demuestra que es uno de los mejores actores de su país, componiendo un personaje al que le basta su tono de voz grave para otorgar verosimilitud a un relato cuya estructura narrativa es similar a la de El exorcista. Resultando el complemento perfecto para oponerse a este demonio que conocemos mediante efectos especiales, nominados al Premio Goya aplicados principalmente en la actriz protagónica, marcando un fuerte contraste con su inocencia juvenil. En conclusión, 13 exorcismos es una película de terror española en la que su director debutante hace un buen uso estético y narrativo del género. Dando un resultado efectivo, que lejos de ser una obra maestra, cumple con su objetivo de entretener, y permitir el lucimiento, siempre bienvenido, de este gran actor que es José Sacristán.
A esta altura del partido, los amantes del género ya saben que cuando de posesiones se trata aparecerá aclarado que se trata de un caso real, aunque aquí, como la cantidad de exorcismos, se dice que se basa en varios. La historia pretende una contemporaneidad al incorporar la presencia de una psicóloga que trata de imponer un criterio científico sobre los males que experimenta una adolescente que pertenece a una familia ultra católica. No solo se trata de supuesta lucha entre el bien y el mal sino también entre la ciencia y las creencias religiosas. La película cumple con los climas oscuros, algunos sustos y lo que pudieron imaginar nada menos que cinco guionistas para redondear un film que solo cumple. El plus es la presencia de José Sacristán un lujo que vale como el convencido exorcista que pretende doblegar al demonio con el poder de su fe. Es un buen actor y lo demuestra. Lo demás…
El diablo nunca se da por vencido. 13 exorcismos (2022) es una cinta de terror sobrenatural española, dirigida por el realizador Jacobo Martínez, quien debuta aquí detrás de las cámaras y está protagonizada por el reconocido actor José Sacristán, María Romanillos, Pablo Revuelta, Silma López y Daniel Arias. Su relato está basado en un caso real que ocurrió en la capital provincial española de Burgos en el 2014, en la que una familia lugareña vivió una verdadera pesadilla a causa del extraño comportamiento de su hija adolescente, quien pudo ser víctima de una severa posesión diabólica. Desesperados, los progenitores de la joven acudieron a pedir ayuda a la iglesia católica, quienes a su vez la sometieron nada menos que a 13 exorcismos. La película comienza su historia de ficción con la sesión de espiritismo de la que participa Laura Villegas (María Romanillos), una adolescente de 16 años. Luego de esa rara experiencia paranormal algo cambia en ella, mostrándose distinta en su comportamiento normal y hasta muy agresiva con su alrededor. Su familia intuye, quizás, que en aquella sesión algo siniestro ocurrió y que Laura fue poseída por una entidad diabólica y maligna. El Padre Olmedo (José Sacristán), uno de los 15 sacerdotes autorizados por el Vaticano para intervenir en casos de posesiones demoníacas, será el hombre de fe que tratará de ayudar a Laura y sus padres en esta muy difícil situación que les toca atravesar en sus vidas. El cine de posesiones demoníacas es un subgénero dentro del cine de terror que tiene en su haber ya un largo recorrido. Este año se cumplen 50 años del lanzamiento de El exorcista (William Friedkin, 1973), película de vital importancia para el subgénero y que al mismo tiempo logró hacerlo tan reconocible como comercial para todos los espectadores. Una obra maestra (hasta el día de la fecha aterra y mucho, gracias a sus espeluznantes y realistas escenas) que nos contaba una historia contundente: Regan (Linda Blair), la hija de 12 años de una reconocida actriz de cine hollywoodense, Chris MacNeil (Ellen Burstyn), tras ser poseída por el demonio Pazuzu, es sometida a un impresionante exorcismo por parte del Padre Karras (Jason Miller). Luego del enorme éxito de público que tuvo esta película, comenzarían a aparecer otras producciones que trataban la misma temática: una niña o adolescente indefensa, tras tener un leve acercamiento a las fuerzas del mal, ya sea por medio de elementos como una ouija o una sesión espiritista, sufría de una posesión diabólica. En estás complejas tramas entraban en juego y debate temas como la pérdida de la fe, el despertar sexual y la opresión religión; también junto a la duda acerca de la salud mental de la joven en cuestión. Refiriéndonos al cine de posesiones realizado y producido en España en los últimos tiempos podemos encontrar a la lograda cinta Verónica, dirigida en 2017 por el realizador Paco Plaza, basada en hechos reales y en la cual una joven es poseída en los alrededores de Madrid, con consecuencias mortales para ella y su familia. Volviendo a 13 exorcismos, es una película correcta y que no se corre de los lógicos e icónicos cánones del subgénero. En su primera parte la trama logra crear una real tensión e interés por lo que va a suceder. Muy importante es aquí la interpretación de la joven actriz española María Romanillos como Laura Villegas, intensa y llena de ambigüedad. Su comportamiento es violento y la aleja de su familia y amigos de siempre. Pero en su segundo tramo todo comienza a volverse reiterativo y hasta tedioso. La sobreactuación del actor José Sacristán, una leyenda del cine ibérico, en el papel del Padre Olmedo, por momentos se vuelve inverosímil y muy poco creíble. Tras tantos exorcismos en los que Laura, la protagonista, es torturada física y mentalmente, los espectadores no podemos sentir más que pena y angustia por la joven. La situación en el conflicto (la posesión diabólica en cuestión) parece no encontrar un cauce, y el desenlace o la coherencia narrativa en la película tampoco. Historias que provienen de un contexto real como la que la película cuenta, quizás merecen un tratamiento más concreto y sincero, más allá de su obvio componente fantástico y de índole sobrenatural. En 13 exorcismos lamentablemente esto no sucede dejando un saldo más bien negativo dentro del gran subgénero de posesiones demoníacas.
APENAS CORRECTA Inspirada en diversos casos ocurridos en España en los últimos años, 13 exorcismos es una muestra más del cine de terror industrial de dicho país, con un piso de calidad bastante aceptable, al menos en cuanto a valores de producción, pero al que le cuesta salir de la media. La película, dirigida por Jacobo Martínez, cuenta la historia de Laura Villegas (María Romanillos), la hija adolescente de una familia ultra católica, que durante una noche de fiesta con amigos (el tipo de evento que incluye alcohol, drogas y una sesión de espiritismo) es contactada por un -aparente- espíritu maligno: el fantasma de un doctor que mató a puñaladas a su mujer y ahorcó a sus hijas. Atravesada por la culpa, a merced de una madre (Ruth Díaz) convencida de que Dios castiga a la familia por los pecados de su hija, y con un padre (Urko Olazabal) que duda y hace lo que puede, Laura comienza un descenso al abismo. Perseguida por el espíritu, sólo encuentra consuelo en Lola (Silma López), la psicóloga del colegio, una mujer atea que considera que los problemas vienen más por el lado de la presión familiar que por el del castigo divino. Cuando la medicina no parece capaz de ayudar, los padres recurren a un viejo sacerdote, el padre Olmedo (José Sacristán), quien les revela lo que ya todos sabíamos: aquella fatídica noche, Laura fue poseída por el diablo, y la única opción es exorcizarla. Si bien sabemos cuál va a ser el tema de 13 exorcismos, la primera mitad mantiene el interés en base a los encuentros de Laura con el espíritu que la acecha; secuencias de horror de manual, pero ejecutadas con eficacia, con una cámara nerviosa que cierra los planos sobre el cuerpo y el rostro de la actriz, generando asfixia. Esa sensación de que no hay salida, que se relaciona con lo sobrenatural pero también con una dinámica familiar vencida por la carga religiosa, es quizás lo mejor que tiene la película para ofrecer. Un escalón más abajo está la exposición de los distintos puntos de vista, que encuentran su forma en la madre y el cura (la fe), la psicóloga (la razón) y el padre, cuyo único deseo es que su hija se salve, más allá de las creencias. A través de ese cruce de miradas el relato encuentra la manera de abrirse y de generar una sana ambigüedad sobre lo que vemos, aunque lo bueno dura poco. Cuando 13 exorcismos comienza con, justamente, los exorcismos, la película se vuelve mucho menos interesante. Un compendio de lugares comunes vistos mil veces en el subgénero sobre posesiones demoníacas, filmados a reglamento y sin voluntad por diferenciarse. Incluso, con algunos momentos involuntariamente cómicos, auspiciados por la vergüenza y el desconcierto. El final, algo inesperado, llega a tiempo para evitar que la cuestión se derrumbe por completo, pero la sensación que nos queda está en lo que dijimos al principio: un cine de terror moderado y profesional, que no genera odios ni tampoco amores. Al igual que tantas otras en el último tiempo, 13 exorcismos es, como nos gusta decir a los críticos, una película apenas correcta.
José Sacristán en un exorcismo innecesario Esta película española dirigida por Jacobo Martínez, se adentra en el subgénero de exorcismos y plantea una reflexión sobre el papel de la religión católica en las represiones sociales. Aunque la mayoría de las películas de este género tienen escasa calidad, 13 exorcismos (2022) aporta algunos elementos interesantes a pesar de utilizar clichés reiterados. La trama comienza con Laura Villegas (María Romanillos), una adolescente que desea asistir a una fiesta de Halloween con sus amigos, pero sus padres, que son católicos ortodoxos, no le permiten hacerlo. Laura huye de casa para acudir a la fiesta, donde termina participando en una sesión de espiritismo que provoca que un demonio la persiga y finalmente posea su cuerpo. La película explora tanto el castigo que recibe Laura de sus padres por su desobediencia, como el terror demoníaco que vive la protagonista. El demonio se presenta como un ente conservador/represor dispuesto a exterminar cualquier insinuación de pecado desde la violencia más reaccionaria. Así, la culpa y el castigo por pecar acosan a Laura tanto como el espíritu invocado. A partir de ahí, la película se centra en la presencia del demonio en la vida de Laura, que se manifiesta tanto en su hogar como en la escuela. La trama sigue los patrones clásicos de una historia de fantasmas, con la entidad maléfica que acosa a la protagonista. Sus padres, que no creen en teorías psicológicas, no dudan en llamar a uno de los 15 curas aprobados por el Vaticano para dicha tarea. Uno de los puntos fuertes de 13 exorcismos es la actuación de José Sacristán como el cura encargado de realizar los exorcismos. El veterano actor se pone la túnica para el rol que alguna vez interpretó Max Von Sydow, dando credibilidad a la fantástica historia. A pesar de esto, la película utiliza numerosos clichés del género, desde la larga cabellera negra de la poseída hasta la aparición de fantasmas con estruendos sonoros y voces de monstruo saliendo de la boca de la protagonista. Una batería de efectismos innecesarios, que diluyen la idea de que los castigos en nombre del bien pueden ser más aberrantes que el mismísimo infierno.
De los creadores de “Malasaña 32” llega a las salas locales una nueva producción de cine del emergente terror español. En busca de explorar las posibilidades comerciales de una industria pujante, el presente film sigue la estela de la perturbadora “Verónica” (2017), solo para acaba contra sus propias limitaciones conceptuales y estética. No alcanza con nutrirse de la profusa producción del subgénero de posesiones demoníacas que naciera con William Friedkin, con “El Exorcista” (1973). ¿Para qué intentar imitarlo si no se es capaz de realizarlo de un modo digno? El debut en largometraje para el ibérico Jacobo Martínez nos trae una historia ciento por ciento ficticia, aunque inspirada en testimonios reales de exorcistas que han operado bajo el visto bueno de la Iglesia Católica. La flojísima “13 Exorcismos” trata la temática de forma explícita, pero risible: una sesión de espiritismo concluye del peor modo y se convierte en un acontecimiento que afecta a la joven Laura (el personaje principal, objeto de la usurpación diabólica) y a su entorno familiar. Sin mayor inventiva, y asegurándose de reproducir al dedillo cualquier ardid que podamos imaginar para estas circunstancias del modo más mediocre, el film choca contra sus enormes limitaciones. Por momentos, parece obra de un autor absolutamente amateur, incapaz de implementar con cierto atractivo el instrumento audiovisual sobre los padecimientos de la afectada. Con una previsibilidad que se puede telegrafiar por su obviedad, los artilugios empleados para simular la distorsión física y mental parecen, francamente, de principiante. Nominada a mejores efectos especiales para la última entrega de los Premios Goya (y no es broma, pero se le parece), se apoya en un abordaje lumínico evidente en un gusto por lo tenue y lo lúgubre, hacia la culminación de un ejercicio del terror que pretende impostar realismo para lucir más y más fuera de tono a medida que avanza el metraje. Coprotagonizada por el legendario José Sacristán (en el deslucido papel del crucial sacerdote que pondrá fin a los trágicos eventos), el film prefiere cierta reflexión respecto a la auténtica naturaleza de los acontecimientos, debatiéndose entre la explicación científica o la sobrenatural. Lo dual de sendas posturas contrapone las férreas creencias católicas del sacerdote y el cuestionamiento de la propia fe por parte de los padres de la muchacha. ¿Qué ocurre con aquel que desobedece a su credo? Aquí refleja algo de la búsqueda de “El Exorcismo de Emily Rose” (correcto ejemplar norteamericano dirigido por Scott Derrickson en 2005), pero resulta insuficiente a la hora de validar su endeble identidad.
Ay, estos adolescentes de hoy... en lugar de hacer algo normal como ir a una fiesta electrónica y tomar pastillas, un par de niñatos decide hacerse los espiritistas y, ¡zácate!, una de las chicas resulta poseída. Lo sabemos porque pone los ojos en blanco, aunque a lo mejor es una alergia o un glaucoma pasajero, vaya uno a saber. En fin, luego vienen crímenes y maldades de la chica. Ante la impotencia de la psicología, qué mejor que Pepe Sacristán como cura exorcista (lo que, para un sacristán, no implica otra cosa más que un ascenso). Y han de ser los trece exorcismos del título el tratamiento indicado. En fin, que había un tema (la lucha entre la fe y la razón) o dos (la relación padre-hija) pero en el afán de copiar cada lugar común del subgénero “¡Demonio, andá pallá, bobo!” se lo han olvidado a vuelta de guión. Qué va'cé, todo no se pude. La protagonista María Romanillos y el cura Sacristán son bastante creíbles y eso hace que no sea del todo