Celebridad y muerte Desde hace décadas y décadas al cine argentino le cuesta horrores la ficción de calidad y cada pequeño éxito debe ser ponderado por más que no sea -precisamente- un paso gigante adelante. Tomemos como ejemplo el caso del director y guionista Nicanor Loreti, un autor vernáculo especializado por un lado en trabajos por encargo en la línea de las patéticas e hiper televisivas Socios por Accidente (2014) y su secuela del 2015, y por otro lado en propuestas más personales y profundamente disparatadas como Diablo (2011), Kryptonita (2015) y el opus que nos ocupa, 27: El Club de los Malditos (2018). Por supuesto que es esta última vertiente de su carrera la interesante, un linaje que si bien no ha generado obras maravillosas ni nada parecido, por lo menos nos regaló un soplo de aire fresco mediante anomalías que quiebran en parte la previsibilidad y/ o monotonía del cine de nuestro país. Como era de esperar, aquí Loreti reincide en cada una de sus marcas registradas de antaño: así tenemos un pulso narrativo cercano al western, una arquitectura dramática símil film noir, algún que otro detalle del terror de corazoncito gore, apuntes sardónicos por todas partes y una lógica formal vinculada a ciertos automatismos de los videoclips y el cine noventoso (nos referimos a esa sobreabundancia de cámara lenta, música altisonante y un preciosismo muy marcado desde la fotografía y la puesta en escena en general). En esta oportunidad el delirio adquiere ribetes rockeros debido a que abarca la leyenda de la supuesta maldición que padecieron algunas luminarias del género que fallecieron a la edad de 27 años, ya sea por sobredosis o accidente o suicidio, una condena que habrían sufrido eminencias como Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Brian Jones y Amy Winehouse. La historia comienza con la muerte de Leandro de la Torre (Ezequiel Iván Cwirkaluk), un frontman de una banda punk que una noche sale disparado desde una ventana de un edificio, suceso que es registrado en video por una de sus fans, Paula (Sofía Gala), que está segura de que todo se trató de un asesinato. El policía a cargo del caso es el Teniente Martín Lombardo (Diego Capusotto), un oficial violento, alcohólico e hincha de Racing, excusa que utiliza para entrar en peleas con grupos de fanáticos de otros equipos de fútbol. El asunto rápidamente deriva en una conjunción entre la comedia negra y los relatos de “testigo en peligro” cuando descubrimos que el responsable del crimen es un misterioso personaje interpretado por Daniel Aráoz, quien manda a sus sicarios a cazar a Paula y en esencia encabeza/ encabezó una conspiración para dar de baja a determinados rockeros. Sin duda Loreti exprime con astucia el ridículo amable de cada situación y aprovecha la disposición física de los actores para su estupendo trabajo de cámaras, no obstante tiende a alargar demasiado algunas secuencias y no sabe cómo contener la andanada de artilugios visuales anteriormente descriptos (la mayoría un tanto anacrónicos a esta altura). Desde ya que el desempeño de Capusotto y Aráoz constituye lo mejor de la película en su conjunto porque ambos demuestran que a pesar de estar bastante encorsetados por un guión correcto aunque con pocas ideas, firmado por el propio realizador bajo la asistencia del veterano Alex Cox, lo cierto es que los dos intérpretes descuellan en un opus que en ocasiones se toma en serio en una proporción mayor a la conveniente, a fin de cuentas quedándose en un retrato light de la amalgama entre celebridad y muerte vía aquella dialéctica de la industria del espectáculo centrada en los celos, el desaire, la crueldad y un rencor que se arrastra a través del tiempo. La chance de pegarle al mainstream o extremar el sustrato satírico o profundizar en la idiosincrasia de cada personaje desaparece a medida que se acumulan flashbacks ilustrativos e innecesarios sobre los decesos de los músicos… y mejor ni hablar de lo lamentable de la inclusión en el “lote maldito” -al que hace referencia el título y la trama- de Joe Strummer, que murió a los 50 años, y Sid Vicious, que falleció a los 21 años.
El delirio conspirativo. Nicador Loreti vuelve a retratar personajes icónicos en 27: El club de los malditos, una película que recuerda a Kriptonita en su estilo visual y su planteo temático. ¿De qué se trata 27: El club de los malditos? El famoso cantante punk argentino Leandro De La Torre (El Polaco) cae por una ventana y muere. Paula (Sofía Gala) filma el momento con su celular. Junto al teniente Lombardo (Diego Capusotto), Paula intentará descubrir qué esconde la muerte del joven músico y el vínculo con otras muertes de famosos artistas a los 27 años. ¿Acaso hay un complot? Reviviendo mitos En 27: El club de los malditos, Nicador Loreti vuelve a armar una historia como lo hizo en la extraordinaria Kriptonita. Toma un elemento de la cultura pop occidental -los superhéroes entonces, los rockeros que murieron a los 27 ahora- y lo baja al universo argentino. Y le inyecta una buena dosis de delirio. A eso, le suma una estética bien peculiar, colorida, estridente, atrevida, llena de personalidad. Más allá del resultado final de 27: El club de los malditos, y las odiosas comparaciones que habrá con Kriptonita, suma puntos. Encontrar una película con personalidad es un logro. Ser atrevido, también. Loreti no teme poner a Jim Morrison hablando español… de España. Tampoco le asusta mostrar su propia versión de la muerte de Janis Joplin o Sid Vicious. Gente, ORIGINALIDAD. Al fin, gracias Loreti. Ver o no ver 27: El club de los malditos 27: El club de los malditos se destaca por su planteo original y su atrevimiento argumental. A eso se suma un elenco impecable. Diego Capusotto está magnífico y gracioso, por supuesto. Sofía Gala desborda naturalidad. Daniel Aráoz sigue luciéndose y mostrando el gran actor dramático que es. Rompiendo prejuicios, El Polaco no desentona y cumple muy bien con lo que le toca. Willy Toledo, Yayo Guridi, Paula Manzone y el resto del elenco se suben al tren de actuaciones delirantes para ofrecer buenos trabajos. Vale una mención para la destacada dirección de fotografía y la dirección de arte. Fuera de lo estrictamente visual, el film ofrece unos cuantos momentos de humor a cargo de Capusotto. Entretiene y atrapa, como debe ser. 27: El club de los malditos desborda osadía y, por momentos, también se enreda un poco en su propio delirio. Te dije que comparar no es bueno. Por eso debo decirte que, aunque mantiene el tono, el film no logra llegar a estar a la altura de Kriptonita. Aún así, el resultado final de la película es positivo. Vale la pena. La vas a pasar bien 😉 Puntaje: 7.5/10 Duración: 90 minutos aprox. País: Argentina Año: 2018
Los rebeldes del rock El nuevo film del realizador argentino Nicanor Loreti (Kryptonita, 2015) es una comedia disparatada sobre la investigación de la muerte de un joven cantante de una banda Punk por parte de un policía decadente con tendencias autodestructivas. 27: El Club de los Malditos (2017) indaga a través de un guion coescrito entre Nicanor Loreti y el realizador inglés Alex Cox (Sid and Nancy, 1986) sobre las muertes de algunas jóvenes estrellas de rock como Janis Joplin, Sid Vicious, Amy Winehouse y Jimi Hendrix, entre otros, para proponer una teoría tan descabellada como divertida sobre los fallecimientos de los músicos en su etapa más prolífica. Paula (Sofía Gala), una joven fanática de la banda de Leandro de la Torre (Ezequiel Iván Cwirkaluk), un joven cantante punk, graba con su celular el momento en que éste es arrojado al vacío por un sujeto desconocido desde una ventana. Esto detona el descubrimiento de un grupo de outsiders del rock, dejados de lado de las bandas en las que podrían haber brillado y dedicados a la venganza. El detective Martín Lombardo (Diego Capusotto) es asignado a la investigación y descubre que el asesinato está ligado a las muertes accidentales de varios músicos alrededor del mundo desde la década del setenta en el día que cumplen veintisiete años. El film se divide entre la historia de la investigación dirigida por el personaje interpretado por el versátil e histriónico Diego Capusotto y las historias paralelas de los músicos, que finalmente entroncan con la historia principal. Loreti y Cox construyen así una historia paralela e impensable, paranoica y conspirativa sobre las muertes en el rock, tan poco plausible como patafísica en su planteo y su desarrollo. Cambiando a Pedro Saborido por Nicanor Loreti, la historia parece un episodio extendido del programa de Diego Capusotto y Saborido, Peter Capusotto y sus videos, en el que Capusotto protagoniza distintas historias que oscilan entre el grotesco, el ridículo y la excentricidad alrededor del rock y música popular. 27: El Club de los Malditos busca la risa del espectador en cada una de sus escenas, acudiendo a la sorpresa, los latiguillos, los exabruptos innecesarios y toda una batería de ideas insólitas en la que los actores se divierten interpretando a antihéroes, villanos en busca de venganza, fanáticos que persiguen su destino y mitos del rock que regresan de la muerte. Pero el film también es un homenaje al espíritu rebelde e irracional del rock a través de sus estrellas, aquel lugar perdido por la música popular por culpa del marketing, la falta de espontaneidad, la incorporación de las planillas de cálculo por parte de las discográficas, los reality shows y la búsqueda de la creación de éxitos artificiales. Loreti y Cox regresan así junto a Capusotto al punk y a las raíces fundadoras del rock para aullar a viva voz que ni el punk ni el rock están muertos mientras su espíritu antisistema mantenga viva la llama de la juventud rebelde.
Película que intentará demostrar la capacidad de Loreti para crear universos únicos una vez más, acá tomando una leyenda urbana, la de los rockeros muertos a los 27 años, y un policial disparatado y disruptivo. Una joven se verá envuelta en una conspiración, mientras se anima a seguir los pasos de un policía un tanto particular, que gusta del alcohol etílico y de explorar pulsiones de muerte en lugares equivocados. Diego Capusotto destaca en una propuesta arriesgada pero que termina por complicarse en sí misma por su trama laberíntica.
Los héroes improbables Hay un denominador común en el cine de Nicanor Loreti y es el surgimiento de héroes marginales, propios de entornos tercermundistas, anti sistema y de la cultura del reviente. De esa lógica surgen los personajes de Diablo (2011), Kryptonita (2015) y 27 El club de los malditos (2017). Esta última es su película más despareja en cuanto a tono y estructura, pero también la de mayor complejidad: cuenta con personajes que existieron realmente, de distintas épocas y hablando otro idioma. Se trata de las estrellas de rock que murieron a los 27 años de edad y se convirtieron en iconos de la cultura pop. Ellos son Sid Vicious, Janis Joplin, Jim Morrison, Amy Winehouse, Jimmy Hendrix. La historia narra la improbable hipótesis de que en realidad fueron asesinados y, quién investiga el caso, es el reventado Teniente de policía que interpreta Diego Capusotto, ayudado por la única testigo de la última muerte (el cantante de Punk local Leandro de la Torre) que compone Sofía Gala Castiglione. 27 El club de los malditos parece una película dividida en 2. Por un lado trata de desandar el mito detrás de cada muerte famosa, reconstruyendo épocas dialogadas en inglés y en un estético blanco y negro. Por el otro, cuenta la investigación policial a cargo del Teniente Martín Lombardo (Capusotto), una especie de Torrente criollo que le pone jugo Tang a una botella de alcohol etílico en su oficina. Ambos relatos se unen por un código al que se debe entrar para disfrutar de la descabellada anécdota que el film propone. El casting tiene un rol fundamental en el funcionamiento de la “imagen” que la película construye. Desde el parecido de los actores que personifican a los iconos del rock, pasando por el teniente hincha de Racing de Capusotto, la fan anti diva de Sofía Gala Castiglione, y hasta el científico loco de Yayo Guridi o el villano ultra poderoso de Daniel Aráoz. Cada una de las elecciones son un hallazgo que potencia esta propuesta que no alcanza ni el humor de Diablo ni la mística de Kryptonita. Pero hay algo que unifica a todos los personajes de esta película co-escrita por Alex Cox (Repo Man, Sid & Nancy), y son los héroes marginales, seres que no encajan en el sistema y por eso llevan -o llevaron- una vida de excesos. En la unión de fuerzas de cada uno de ellos se trasmite la rabia del rock de los setenta más subversivo en un “Dream Team” exquisito. En esa imagen, extraña, ultra violenta y divertida radica lo mejor de 27 El club de los malditos.
Todos conocemos el mito urbano de la maldición de los 27. Muchos famosos, especialmente músicos, forman parte de este exclusivo club, cuyo único requerimiento para entrar es haber fallecido a los veintisiete y ser un músico o artista consagrado. Es así como nace esta historia. Leandro de La Torre (Ezequiel – El Polaco), un joven cantante punk, cae de una ventana justo el día que está celebrando su cumpleaños número 27, una joven Paula (Sofia Gala Castilione), su seguidora, filma todo el incidente con su celular, cuando nota que en realidad no fue un suicidio como todos creen, si no, un asesinato. Para investigar el caso envían al comisario Martin Lombardo (Diego Capusotto), que junto a Paula descubrirán la oscura verdad que se oculta detrás del famoso club de los 27. Loreti nos entrega una historia distinta a lo que acostumbra el cine argentino, con su antecesora “Kryptonita”, dejó claro que este tipo de género llegó para quedarse. Si bien cuenta con algunas fallas de guion, como por ejemplo que Sid Vicus en realidad falleció a los 21 y no a los 27 como muestra la película, es un relato que entretiene. Lo que sí se puede criticar es que algunas escenas se sienten de más, muchas historias quedan a medio contar, por momentos todo se vuelve confuso, especialmente durante las escenas de explicación de las muertes de los personajes famosos. Las actuaciones no son brillantes, pero están bien llevadas para el tipo de película que es. En cuanto a todo lo técnico, por momentos queda muy bien logrado con unas escenas de acción bien hechas, por otro lado hay partes del relato que se pierde por exceso de efectos o porque se meten en el medio de situaciones que no siguen continuidad alguna. En conclusión, “27: El Club de Los Malditos” no es una mala película, pero tampoco es de las más espectaculares del género. Sin embargo, cumple con su función de entretener a la audiencia.
Estrellas fugaces Entre la amalgama de géneros por los que ha pasado el realizador Nicanor Loretti, sin lugar a dudas el que más domina es el del humor negro y la sátira. Sus logradas películas como Diablo, que no fueron hechas por encargo, cuentan con una serie de características que definen su modo de hacer cine y además muestran un toque distintivo desde la propuesta visual y a veces en la originalidad de los guiones. 27 El club de los malditos, su nuevo opus, no refleja precisamente la calidad de otras de sus películas pero sin embargo no resulta insuficiente en términos generales y maneja un ritmo de western mezclado con personajes de cómics sostenible para los 90 minutos del metraje. La historia mezcla por un lado la mitología rockera anclada en las coincidencias de muertes de estrellas de rock a los 27 años como Janis Joplin, Jim Morrison, Amy Weinhouse, Jimi Hendrix, Kurt Cobain, y Brian Jones de los Rolling Stones, entre otros, con el plus que detrás de esos sospechosos decesos (muchos desaparecieron físicamente en el pináculo de su carrera artística) hay un complot. Sobredosis o accidente, el juego propuesto por Loretti recrea los últimos minutos de cada víctima con un personaje misterioso que llama a la puerta. Coincidencias del destino y del capricho del guión la trama conecta directamente con otra muerte de un ídolo punk, la testigo que presencia cómo lo arrojan por una ventana es una grupie con altos saberes astrológicos y su grabación una pieza clave para resolver el misterio encargado al teniente Lombardo, desaliñado, alcohólico y con altas tendencias al masoquismo cuando enfrenta en su condición de hincha de Racing a barras de otros clubes, llevándose siempre la peor parte. Si bien en términos narrativos el relato fluye, no son tan eficaces los giros hacia el humor o la sátira como se esperaba. Diego Capusoto no aporta nada distinto de lo que viene haciendo en los últimos años, Sofía Gala Castiglione cumple con su rol de grupie en peligro y el resto de los secundarios no se luce. A este elemento se le debe sumar una serie de situaciones forzadas para que de algún modo cierre una historia, donde la parte de los flashbacks resultan innecesarias así como los abusos de la cámara ralentada al estilo videoclip. Un flojo comienzo de año para el cine de género local.
Luego de ser rebotada en una fiesta, Paula mira la fachada del lugar donde no pudo ingresar, y ve atónita como Leandro De La Torre, el rockero del momento, es arrojado por una ventana, terminando así su vida. Todos piensan que fue un suicido, pero un policía un poco pasado de rosca, Martin Lombardo, le cree. Más aún cuando empiezan a atentar contra la vida de Paula; ahora ambos deberán investigar y hacerle frente a una de las mayores conspiraciones de la historia. Nicanor Loreti presenta su nuevo film, luego del furor que fue Kryptonita y su salto a la tv bajo el formato de serie llamado Nafta Súper. Nadie dudaba de que ese éxito no le fuera a impedir seguir haciendo bizarreadas de las buenas, y por suerte, estábamos en lo cierto. 27, el club de los malditos es de esos lindos delirios a los que nos tiene acostumbrado Loreti; presentando en esta ocasión un film que se centra en ese mito que ronda sobre la muerte de los músicos a los 27 años. Así, de a poco esta pareja dispareja conformada por una fan y un policía bastante del montón, van revelando una conspiración, y hasta acá les podemos contar para no destriparles demasiado la trama. Lo que si podemos decir, en especial a todos aquellos que se enojaron por los cinco minutos en pantalla de Diego Capusotto en Kryptonita cuando en el poster él era el protagonista, es que acá tienen Capusotto para empacharse; ya que es el gran protagonista del film, y nos regala momentos dignos de lo que su presencia representa. Pero como toda película de este estilo, tenemos que hacer una aclaración, y decir que no es para todo el público. Ya pasó con Kryptonita y seguramente suceda lo mismo con 27, el club de los malditos. Y es que por más nombre reconocido que veamos en el afiche, no es un film para el espectador casual. Aquellos que gusten de tramas extrañas y demenciales, o de presencias de ciertos actores en roles poco convencionales para ellos, la van a pasar muy bien. Pero las personas acostumbradas a productos más masticados, quizás no entiendan qué están viendo, así que quienes no vieron las anteriores cintas de Loreti, les recomendamos que lo hagan, porque valen la pena. Lo dicho, 27, el club de los malditos tiene una trama que es una locura, y es muy divertida y recomendable, pero para un espectador que sabe de ante mano lo que va a ver. Para aquellos que son de ver otro tipo de cine, es una garantía de pasarla bien.
Nicanor Loretti esta destinado a traer un aire fresco y trasgresor al cine argentino. Lo probó con el acierto de Kryptonita y ahora lo intenta de nuevo con una leyenda cimentada en la muerte de grandes ídolos trasladada a nuestro país en el territorio del delirio. Se trata del tristemente célebre club que integran famosos cantantes y músicos que fallecieron a sus 27 años, con una vuelta de tuerca que explica el porque. No se trata de una horrible coincidencia basada en adicciones, presiones de la fama, dolores y abismos sino que sencillamente fueron asesinados. La punta del ovillo de la “trama siniestra” la da una fan que mira desde afuera una fiesta de su ídolo, y ve que este no se tiró por una ventana sino que lo tiraron y lo tiene filmado en su celular. El hombre que la va a ayudar es un policía muy especial, encarnado por Diego Capusotto, uno de los pilares del film, que desparrama momentos irónicos hacia la fuerza a la que pertenece y derrocha costados increíbles de su personalidad. Sofía Gala es la encantadora Fan. Y Daniel Araoz como el más oscuro del argumento. El problema de la película, que por supuesto transgrede edades de muertes de famosos, o los presenta ya grandes y hablando en español, no es la falta de ideas, en realidad las derrocha, sino la fluidez de la acción., el desarrollo de las mismas. Y que algunos personajes se toma demasiado en serio sus roles. Hay momentos memorables y otros no tanto que no se unen a la perfección. Sin embargo., el tono festivo esta logrado, lo original persiste, la comedia con su lenguaje de escenas de acción y estridencias de videoclip termina siendo un agradable entretenimiento.
Maldición lúdica e intrigante 27, El club de los malditos consolida su estilo con un film ágil, intrigante y cargado de melancolía que cruza con sagacidad el policial, la ciencia ficción y la comedia. La historia retoma la mitología construida en torno del nutrido grupo de músicos populares fallecidos a esa edad por problemas con las adicciones (Robert Johnson, Amy Winehouse, Jimi Hendrix, Brian Jones, Janis Joplin, Sid Vicious y Kurt Cobain) para transformarla en el punto de partida de un relato conspirativo que involucra a un feroz comando paramilitar, un grotesco policía justiciero, masoquista, fanático de Racing y bebedor de jugo de naranja en polvo mezclado con alcohol fino (lo mismo que, se dice, tomó Ricky Espinosa, el líder de la banda punk Flema, antes de su trágica muerte en 2002), y una joven que es testigo involuntaria de un violento crimen. Diego Capusotto, Daniel Aráoz y Sofía Gala, los nombres fuertes del elenco, lucen a gusto en esa trama lúdica y atrapante que también incluye alusiones a la astrología.
De la mano de Nicanor Loreti, director de Kriptonita y Diablo, llega 27, el club de los malditos; otra propuesta con una idiosincrasia difícil de comparar con cualquier otra obra. Si el cine de género se c aracteriza por seguir un cierto molde establecido, el cine de Nicanor Loreti, parcialmente, viene a quebrar ese esquema. Obviemos las dos (muy dignas) comedias de Socios por Accidentes, co-dirigidas con Fabian Forte, que hasta pueden ser consideradas trabajos por encargo. Tanto en Diablo, como en Kriptonita (y la serie televisiva que la siguió, Nafta Super), el hilo de narración es más bien difuso, rige una anarquía de estructuras, que termina favoreciendo el producto desde una veta de originalidad. 27, el club de los malditos es un policial. Así como Kriptonita también lo era, pero ninguno de los dos son típicos; y tampoco hay muchas ligazones entre ambas. Tanto Diablo como Kriptonita eran films claustrofóbicos, que hacían acordar al primer Carpenter. Prácticamente un solo escenario, personajes encerrados, y aguantando el peligro del afuera que quería penetrar. 27, el club de los malditos es un film abierto, con dos líneas narrativas distintas pero unidas permanentemente, con un espíritu similar al policial western, o el de los años ’70 estilo Harry, el sucio; pero en donde prima un desenfado en el que queda establecido desde el principio que cualquier cosa puede suceder. Por supuesto, 27, el club de los malditos, es también una comedia. El ídolo del rock Leandro de la Torre (El Polaco) es arrojado desde un ventanal y muere a la vista de Paula (Sofía Castiglione), una sus fans que no pudo colarse en el show. La difícil investigación corre por cuenta del detective Martín Lombardo (Diego Capusotto), un personaje de esos que la cámara debe retratar sí o sí. Alcohólico hasta el paroxismo, vulgar, mal hablado, hincha fanático y pendenciero de Racing, pero también bastante hábil en lo suyo, aunque no lo parezca. Es un antihéroe que no necesita denostar al “ser argentino” para establecerse como tal. Paula, de casualidad filmó la muerte de su ídolo punk con el celular, y este hecho la unirá a Lombardo en la búsqueda de la verdad. En realidad, la joven tiene una teoría. Esotérica ella, cree que el clásico mito de los cantantes de rock muertos misteriosamente a los 27 años cada uno, llegó a Argentina de la mano de De la Torre, y que tiene que ver con una alineación planetaria particular. De este modo, se despliegan las dos líneas argumentales. Por un lado Lombardo y Paula metiéndose en asuntos muy turbios para descubrir al culpable del crimen. Por otro, a través de flashback, “rememorar” la verdad detrás de las muerte de íconos como Jimmy Hendrix, Sid Vicious, y Janis Joplin, entre otros. Hay un mafioso extravagante y un científico loco (Dabiel Araoz, y Yayo Guridi, respectivamente) que unen las dos puntas. Hay un dato algo oculto pero muy trascendental a la hora de analizar 27, el club de los malditos, la colaboración en el guion de Alex Cox. El hombre detrás de Sid y Nancy y Pánico y Locura en Las Vegas es un mito en sí mismo; y de eso se trata 27, el club de los malditos, de la construcción de personajes para la leyenda, de los límites borrados entre lo real y lo fantástico, porque es mejor creer en una leyenda adornada que en una penosa realidad. Este será, quizás, el punto que une 27, el club de los malditos con Kriptonita. La historia no cierra y no necesita hacerlo. Hay cosas que no se entienden, y otras que no se explican. Pero claro, no estamos frente a un policial tradicional en el que todos los cabos deben ser recogidos, la sucesión de incongruencias forma parte intrínseca de esa anarquía que se abraza, o mejor no entrar en esta propuesta. Capusotto logra su protagónico definitivo y el Detective Lombardo es un gran personaje, justo para esta película con mucho del ser del actor, pero con características también de guion; lo cual nos habla de un actor que puede amoldarse a las diferentes situaciones. De Sofía Castiglione ya no podemos decir que es una actriz en crecimiento porque ha alcanzado un techo altísimo. Es una gran intérprete, que se adueña de los personajes, los arropa, les da su impronta, y les entrega todo de sí. No es ninguna novedad decir que, otra vez, ella se encuentra entre lo mejor de la propuesta. La química entre Capusotto y Castiglione realza cada escena en la que aparecen, ambos se entiende con pocos gestos, hay algo que surge natural. Araoz y Guridi son otro acierto de una elección actoral muy acertada, en la que hasta se logró que los actores que interpretan a los clásicos músicos, se parezcan, aunque realmente no sea así. Todos están en composiciones correctas, divirtiéndose y entregando una labor noble. Hay algo que habla de una dirección actoral muy atenta y sobresaliente. Estéticamente se oscila entre un trash buscado, y un blanco y negro muy cuidado, potenciado por el fílmico. Permanentemente atractiva, también desde la música y el ritmo a pulsión sin apabullar, es casi imposible despegar los ojos de la pantalla. También es diversión asegurada, hay guiños, cameos impensados (atento a las chicas de la banda), sorpresas, y un humor muy ingenioso. No hay nada mejor que decir de 27, el club de los malditos que es una propuesta única. Que juega su propio juego, entretiene, y se permite todo tipo de libertades porque sabemos que estamos en su terreno. Arriesgada, potente, lograda; un Nicanor Loreti puro.
Rock, crimen y teorías conspiranoides. Tras el éxito y la revolución nacional superheroica causada por Kriptonita (2015), Nicanor Loreti vuelve al cine de género con sabor local de la mano de 27: El Club de los Malditos (2017). Policías malhumorados, malos muy malos y estrellas de la música perdidas son el eje de una producción que atrae desde el absurdo de su propuesta. Cuando Paula (Sofía Gala) se vuelve testigo accidental del asesinato de una de las figuras del mundo de la música, se corre el velo y queda expuesta una enorme conspiración que gira en torno a la misteriosa muerte de algunos de los nombres más grandes del universo musical de los últimos 40 años. Y todo parece indicar que, para bien o para mal, el detective Lombardo (Diego Capusotto) es el único capaz de ir hasta las últimas consecuencias en pos de develar qué se esconde detrás del hecho. A diferencia de lo realizado en Kriptonita -donde todo parecía tener un peso dramático inflanqueable- Loreti desarrolla un relato mucho más relajado, que filtra la mayoría de las situaciones a través del humor, elemento que queda mayoritariamente bajo la jurisdicción de Capusotto, lleno de guiños melómanos intercalados en distintos momentos de la subtrama policial. La acción transcurre casi en su totalidad en exteriores y durante el día, cuestión que quita un poco de espectacularidad al relato, ya sea que se trate de una limitación presupuestaria o de una elección artística. Esa oscuridad transmitida desde el guión y su halo de misterio pierden fuerza por estas simples cuestiones de locación. El histrionismo magnético de Diego Capusotto hace que se adueñe de cada una de las escenas en las que participa. A esta altura del partido, se torna poco eficiente hilar fino sobre su estilo performático, considerando que es esa clase de actor cuyo sello interpretativo se adueña por completo de cualquier personaje al que le toque ponerle el cuerpo. Como contrapartida, el desempeño de Sofía Gala es como poco, discreto. Después de los merecidísimos elogios recibidos por sus papeles en Alanis (2017) y Madraza (2017), en esta ocasión la hija de Moria Casán entrega un actuación desangelada, prácticamente recitando el parlamento de su personaje en forma robótica, retrocediendo varios casilleros desde lo actoral. Daniel Aráoz se luce interpretando al villano de turno y hace lo que puede con el poco tiempo en pantalla que le toca a su personaje. Como dijimos al principio, 27: El Club de los Malditos es un film con un planteo muy interesante, pero termina perdiendo la lucha por mantener el interés dentro de un relato con ritmo desparejo, derivando finalmente en un tercer acto bastante anticlimático que nos deja un sinsabor, la sensación de estar ante una oportunidad desperdiciada, algo que ni siquiera Jimmy Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison con acento ibérico pueden salvar.
Delirio y conspiración Los íconos de la música mundial muertos a los 27 años ya sea por sobredosis, suicidios o accidentes, como Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Sid Vicious y Amy Winehouse, encienden el foco de interés de la nueva aventura cinematográfica de Nicanor Loreti. En 27: El club de los malditos, Leandro de la Torre (El Polaco), la estrella de una banda punk que abre la película con su música estridente, sale disparado desde la ventana de un edificio y cae sobre el techo de un auto justo en el dia de su cumpleaños 27. La muerte es registrada de manera casual por Paula (Sofía Gala), una de sus fans, hecho que desata toda la historia. El teniente Martín Lombardo (Diego Capusotto) entra en acción, se vincula con Paula y no parece el indicado (es violento, hincha de Racing, autodestructivo y hasta maneja una bazooka) para llevar adelante este caso que puede encubrir una serie de crímenes misteriosos. Y del otro lado, están los villanos de turno como el que encarna Daniel Aráoz (lo llamaron a su juego), su inseparable serial killer (Paula Manzone) y un científico loco (“Yayo” Guridi) . El relato es jugado de manera disparatada y combina el policial, la ciencia-ficción y la comedia negra, y va alternando el presente con un pasado que arremete a modo de flashbacks en blanco y negro y con subtítulos para mostrar a los célebres artistas antes de sus muertes, con una estética bien recreada y capturada por los actores locales. El filme hereda el aire fantástico de Kryptonita y la acción de Diablo, dos trabajos de Loreti además de la serie Nafta Súper, e impone, una vez más, el surgimiento de antihéroes marginales que no cuadran con el sistema y tampoco pueden escapar a una muerte segura. El guión -coescrito por el realizador y el inglés Alex Cox- captura el espíritu salvaje de la música de los setenta, los excesos, el divismo, y los combina con estereotipos del cine de género vernáculo. También se le da peso al contrastante universo cotidiano y reconocible del policía (el bar donde bebe y enfrenta a la hinchada de Independiente) y del mundo extravagante que habitan las figuras del rock o los antagonistas. La película tiene momentos más efectivos que otros (con secuencias que se extienden más de lo debido) pero resulta un buen entretenimiento plasmado entre tiroteos. Las facetas ocultas que mantienen los personajes (el pasado de Lombardo en Malvinas sólo encaja en esta ficción) avanzan en medio de una trama tan delirante como imposible. Se trata de una propuesta pensada para el lucimiento de Capusotto y del público que lo sigue en cada una de sus actuaciones, potenciando algunos roles secundarios, entre toques nostálgicos, grupos paramilitares que persiguen sin descanso a los protagonistas y una atmósfera que recuerda a Los superagentes y Alguien te está mirando, en el segundo tramo del filme. Y, definitivamente, alguien los acecha mientras que a la película no le preocupa demasiado que Jim Morrison hable como un español.
El cine de Nicanor Loreti tiene un toque en particular, el director de películas como “Diablo” o “Kryptonita” y de la serie “Nafta- Super”, tiene un estilo en particular, en cada uno de sus proyectos mantiene intacto su sello, ahora nos trae “27: El Club de los Malditos”, una propuesta que sigue siendo fiel a lo que el director ya nos venía ofreciendo con anterioridad. Paula trata por su propios medios ingresar a un hotel en busca de su ídolo musical, al no poder ingresar se sienta en la vereda y momentos después ve como su ídolo musical cae por la ventana provocándole una muerte instantánea, Paula cree que esto no se trato de un suicidio, ya que con su celular llego a filmar y ver a una extraña persona en el mismo departamento que se encontraba el difunto músico, es ahí en donde entra en escena Martin Lombardo, un policía algo desalineado y llevado por el vicio del alcohol, Lombardo junto con Paula formaran una dupla en busca de pruebas para encontrar al verdadero culpable, en su búsqueda descubrirán que ya hubo caso similares en donde una estrella de rock murió de manera trágica, y que todas las muertes tienen algo en común, que todos murieron a la edad de 27 años. Si sos de los que conocen el cine de Nicanor Loreti y disfrutas de su particular forma de contar historias te aseguro que vas a disfrutar mucho de esta película, “27: El Club de los Malditos” ofrece una gran variedad de personajes hilarantes como solo Noreti nos puede dar, obviamente el que más resalta es Martin Lombardo, interpretado por el genial Diego Capusotto, Sofía Gala como Paula pensé que iba a ser un problema en cuanto a su personaje, pero no, está bastante bien desarrollado y es uno de los mejores en la cinta, los secundarios hacen bien el lo suyo, pero algunos momentos bizarros están de más. “27: El Club de los Malditos” es una propuesta entretenida fiel a lo que nos tiene acostumbrado el director, con actuaciones dentro de todo bastante aceptables, un film que ofrece un humor algo irrelevante.
Los expedientes secretos Nicanor Loreti nos trae su nueva película, 27: El club de los malditos. En esta oportunidad el guion es propio y nos cuenta la historia de una especie de secta que a lo largo del tiempo ha matado a todo estrella del rock naciente siempre a los 27 años. El último fue Leandro de la Torre (intrepretado por El Polaco) quien cayó desde una ventana hacia su auto y fue casualmente filmado por Paula (Sofía Gala), una fan que no había podido entrar a la fiesta de cumpleaños y quien recibe la ayuda de Martin Lombardo (Diego Capussotto), un policía borracho e hincha de Racing. La trama es original y bien armada, pone como base su humor y una estética que termina siendo lo más importante e interesante del largometraje. Con partes en blanco y negro donde se cuenta el pasado y las muertes de distintos cantantes (atentos al gran casting y la ambientación de estas escenas), y la historia del presente donde se desarrolla la investigación con un gran trabajo de vestuario en los personajes de Yayo Guridi y Daniel Araoz. A pesar de que por momentos se puede a llegar a ir de mambo con alguna historia paralela, la historia funciona, es graciosa y logra lo que se propone, con mucho rock, humor y una estética sumamente digna.
Pop algo falto de frescura. ¿Qué debe tener una película pop para ser buena? Tiene que repetir clichés, dirá alguno, pensando en Andy Warhol y su serie de sopas Campbell, todas iguales. Tiene que ser sencillita y sin pretensiones, pero fresca, llena de energía, argumentará otro, recordando I Saw Her Standing There o algún otro tema de los primeros Beatles. Parecería que Nicanor Loreti, realizador de Diablo (2011) y Kryptonita (2011) y sus guionistas (¡entre ellos Alex Cox, el director de Repo Man!) eligen la primera opción, armando un policial con detective, heroína y villano de manual, haciendo de uno de los más longevos mitos del rock una conspiración medio descerebrada. Lo que aquí parece haberse pasado por alto es que Warhol no reproducía clichés propios de su propia forma expresiva (la pintura), sino que los importaba del terreno de lo real, y en ese gesto los enrarecía, los trasplantaba, los desnaturalizaba. Mientras que lo que sucede aquí es lo contrario, repitiéndose clichés propios del cine, la novela, el comic, las formas narrativas en general, sin lograr jamás la frescura y energía del pop musical. El 27 del título corresponde a la edad maldita en que murieron Janis Joplin, Hendrix, Brian Jones, Jim Morrison y Amy Winehouse. A partir de la muy sospechosa muerte del imaginario integrante de una banda punk argentina (lejanos sobrevivientes, por lo visto, de aquellos escupitajos de fines de los 70), la película dirigida por Loreti especula una confabulación que atraviesa las épocas y tiene a los músicos señalados como víctimas. Bueno, no exactamente a los señalados, ya que la película se toma sus licencias, rigiéndose tal vez por la ley del perche mi piace. Elimina a Jones (lo de elimina es un decir) e incluye en su lugar a Sid Vicious, que murió a los 22, y Joe Strummer, que llegó a la avanzada edad de 50 años. ¿Pero cómo, y lo de los 27? Ma’sí, dale que va. Si además aparece un Jim Morrison vivo y español… La historia la lleva una fan del grupo punk (Sofía Gala), que llega a filmar la muerte de su ídolo y un poco sin quererlo del todo va investigando qué ocurre. Aunque debería serlo, su implicación apenas a medias no permite considerarla del todo una heroína, sino más bien una testigo semiinvolucrada. A ella se le une, aunque tampoco del todo, el típico policía malquerido dentro de su fuerza (Diego Capusotto, en plan “duro”) y frente a ambos una banda capitaneada por el no menos típico malo muy malo (Daniel Aráoz). Aunque más por el aspecto que por lo que hace. Aquí todo es cuestión de aspecto, antes que de hechos, historia o personajes. Es curioso que en una de esas películas en las que se supone debería pasar de todo (persecuciones, tiros, explosiones), pasa menos que en esas de las que se dice que “no pasa nada”. Nada está desarrollado, todo son como post-its pegados sobre un tablero vacío.
Una de las teorías conspirativas más famosas (y más entretenidas) es la del llamado “club de los 27”, que son aquellos rockstars (y algunos actores también) que murieron a la edad de 27 años como consecuencia de suicidio o accidente. La teoría se basa en que estas muertes están conectadas, que no son casuales y que algunos en realidad no murieron. Esa es la premisa de este estreno. Comienza con una muerte más en esa senda y de ahí se desata un policial con elementos fantásticos. Nicanor Loreti, referente nacional del cine de género en Argentina por ser el responsable de Diablo (2011), Kryptonita (2015) y su spinoff televisivo Nafta Súper (2016), se consagra como autoridad máxima en la materia por este último trabajo. Es un delirio, es trash y tiene unos giros que sorprenden. Capusotto un genio tal y como nos tiene acostumbrados, pero siempre y cuando no busquen a alguno de sus personajes. Es una interpretación en clave comedia distinta. El resto del elenco está bien y en sintonía pero ninguno llega a lucirse de la misma manera en la cual él lo hace. De todos modos, y más allá de cualquier otra apreciación, para disfrutar 27: El club de los malditos hay que entrar en su lógica y sus reglas. Y analizarla y entenderla por lo que es: una película de género argentina que juega con mitos y los realza en un idioma cinematográfico atípico.
27: El club de los malditos. Cuando hablamos de teorías conspiratorias en el cine, jamás imaginamos que podría surgir una como esta, una que en manos del genial director Nicanor Loreti es realmente intrigante y, por lo menos, desopilante. La idea parte de las celebres muertes de músicos a la temprana edad de 27 años, no cualquier estrella, hablamos de leyendas del medio como Jim Morrison, Sid Vicious o Amy Winehouse por nombrar algunos, aunque él no ahorra y propone otros. Por eso lo de “El club de los malditos”, porque según un loco todo es una conspiración y ellos realmente habría sido asesinados. Leandro De La Torre, conocido cantante punk sale disparado por una ventana e impacta sobre el techo de un auto. En la calle Paula, fan del vocalista, filma la secuencia, convirtiéndose en la única testigo capaz de develar el misterio de la muerte, no solo del joven, sino que de todos los que han pasado por la misma tragedia. Será entonces el desastre andante que es el detective Martín Lombardo quien no solo proteja a la joven, también descubra el secreto entramado. Nicanor Loreti y el genial Alex Cox (Repo Man – 1984) son quienes pergeñaron esta aventura que cruza varios géneros, veamos; thriller conspirativo, ciencia ficción y una suerte de comedia policial al estilo Buddy movie, aunque y por sobre todo, con el toque Loreti. Ya, quienes seguimos su filmografía, conocemos cuales son los puntos en los que hará gala de su ingenio, como lo hiciera en una de sus mejores propuestas como fue Diablo (2011) y la celebrada Kryptonita (2015); anti-héroes, descastados y marginales que al enfrentar un complejo drama sacan lo mejor de sí y que para sorpresa de todos, suele ser superior a lo imaginado. Es su mejor basa, seamos honestos, sus personajes son una delicia de abandono, sinsentido e irrupción de lo establecido. Como lo es el oficial Lombardo, un brillante Diego Capusotto que carga con toda una suerte de contradicciones, borracho, pendenciero y poco lucido que logra llevar adelante el caso gracias a la perseverancia y su idea, algo retorcida, de justicia. Aunque si somos rigurosos puede que tenga algunos altibajos, sobre todo en el desarrollo de la historia y en la preponderancia del actor Caposutto por sobre otros de los que podríamos haber obtenido más, como es el caso de Yayo Guridi, Daniel Aráoz, un enigmatico personaje del mundo musical, o la misma Sofía Gala Castiglione, actriz capaz de largar un eterno soliloquio sobre constelaciones y lunas con una naturalidad acojonante. Más allá de eso la película propone un desquiciado juego sobre una historia que a mas de uno debe haber intrigado y que lo hace de manera ágil, cuidada y por sobre todo en un tono de comedia que no pierde frente a la acción desatada cuando todo se desmadra. Prepararlos para lo que visionaran con una reseña es imposible, porque el director propone todo el tiempo una simbiosis de géneros capaz de sorprender; leyendas de la música asesinados capaces de regresar por la intervención de un científico loco, un Frankenstein high–tech con acento cordobés con un thriller protagonizado por perdedores. Nada está exento de surgir en el momento menos esperado, eso hace del film una interesante propuesta y que, aplaudimos, lo hace con un coraje a prueba de todo.
Comedia divertida con una premisa argumental exótica El club de los 27 es ese extraño conjuro que, en la práctica, hizo que muchas estrellas de rock -desde Jim Morrison a Jimi Hendrix- mueran en el momento más alto de su carrera, a los 27 años, generalmente de sobredosis o accidentes que podrían haberse evitado. Nicanor Loreti, el director de la excelente "Diablo" y la más difundida "Kryptonita", arremete con este tema pero partiendo de la idea delirante de una conspiración para que éstos y otros músicos terminen muriendo a dicha edad. Para contar esta historia, el director arma una pesquisa policial: Sofía Gala es una groupie que graba con su celular la supuesta muerte accidental de una estrella de rock, un tal Leandro de la Torre, y Diego Capusotto es el detective que se ocupa del caso. Su personaje es lo mejor de este film desparejo pero con varias escenas buenas, incluyendo varios tiroteos violentos que marcan el alto nivel de humor negro del film. Pero lo que desequilibra la corta duración de esta película, que nunca deja de ser divertida, son los flashbacks en blanco y negro e inglés sobre las historias de músicos de rock del club al que se refiere el título, como Janis Joplin o Sid Vicious, en secuencias que no aportan mucho salvo cortar la acción principal. Igual, "27, el club de los malditos" tiene un buen nivel actoral, además de otra lograda caracterización de Capusotto.
27: El club de los malditos, de Nicanor Loreti Por Ricardo Ottone Una banda punk tocando como poseída por el poder de la música, una suerte de empresario tomándose un whisky rodeado de discos de oro, una fan de pelo azul vestida de cuero y medias red que quiere entrar sin éxito a una fiesta privada custodiada por dos patovas. Todas estas imágenes que identificamos inmediatamente como parte de la representación rockera tradicional sirven de prologo para el hecho que dispara el relato: Leandro De la Torre, el líder de la banda, sale disparado por la ventana y se estrella varios pisos más abajo. La causa aparente de la muerte es suicidio pero Paula (Sofía Gala Castiglione), la fan que no pudo entrar a la fiesta (que era justamente el cumpleaños 27 del músico) y estaba junto en la vereda de enfrente, graba la escena con su celular para comprobar que se trata en realidad de un asesinato. Esto la pone en la mira de una conspiración que incluye no solo la muerte de De la Torre sino de todos los rockeros legendarios que (no tan) casualmente se fueron a morir a la misma edad. Para investigar el caso está el detective Martín Lombardo (Diego Capusotto), un policía camorrero y bocasucia pero recto, que además va a tomar a Paula bajo su protección y desenredar con ella la trama conspiranoica que se remonta hasta fines de los 60. El club de los 27 forma parte de la mitología más ilustre del Rock. La muerte a los 27 años por sobredosis o suicidio de leyendas como Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix o Amy Winehouse, entre otros finados celebres. Una coincidencia que siempre despertó cierta suspicacia y acá sirve como material de base. Loretti ya había hecho una reformulación de figuras de la mitología popular en Kryptonita y en la serie Nafta Super, basadas en la novela de Leonardo Oyola, donde presentaba una versión en modo conurbano de los Superhéroes clásicos de la Liga de la Justicia. Aquí toma otro panteón que es el de las Estrellas de Rock, su estética y el aura de su clásico estilo de vida de sexo droga y Rock and Roll con su consiguiente vivir rápido y morir joven. Del mismo modo que Loreti abraza el género (el policial, la comedia, el cine de acción) y sus convenciones de manera autoconsciente pero desde adentro, sin cinismo sino con actitud lúdica (de ahí tenemos el uso y abuso de cámaras lentas en las escenas de violencia), aquí no pretende desmitificar la historia, por el contrario abraza la leyenda. Se maneja en una realidad paralela que es parecida a esta pero donde nuestras fantasías de adolecentes son verdaderas y las historias heroicas del rock and roll realmente ocurrieron. Se trata más bien de una “fabula de rock” como se proponía Calles de fuego (Walter Hill, 1984) donde los clichés son más bien parte del repertorio. En ese rechazo del realismo es que el film se toma las licencias argumentales e históricas que necesita. Faltan a la cita ilustres miembros del club como Brian Jones o Kurt Cobain y son invitados otros como Sid Vicious (que murió a los 22) o Joe Strummer (que murió a los 50 y de un infarto). La pista de esa dimensión paralela se observa en el sutil cambio de nombres (Janiz o The Klash) que dan cuenta que estamos no ante estos músicos sino a la imagen fantástica que nos construimos de ellos. Loreti cuenta con un cómplice ilustre como Alex Cox en el guión, quien ya se había ocupado en clave biopic de la figura de Sid Vicious en Sid y Nancy (1986) y había demostrado cierto desparpajo a la hora de buscar salidas fantásticas en Repo Man (1984). La comedia funciona no tanto por gags como por el absurdo de las situaciones. Es así como, del mismo modo que en Bubba ho-tep (2002, Don Coscarelli) un Elvis sobreviviente terminaba sus días en una residencia de ancianos y enfrentando una momia egipcia, aquí un Jim Morrison viejo, que no murió en Paris, se une a nuestros protagonistas y sigue usando el mismo cinturón y los mismos pantalones de cuero que en los 60 pero hablando un curioso español ibérico. En la misma vena vemos a Sofia Gala lanzar largas parrafadas astrológicas con total naturalidad y a Capusotto como el outsider de este mundo rocker que no sabe ni quién es Morrison y solo le importa como sale Racing. El film propone un verosímil que es necesario aceptar de movida para que funcione y será probablemente más disfrutable para quienes conozcan el paño y reconozcan los guiños, identificándose en ese “uno de nosotros”. Por eso, la mejor manera de hacerlo es creyéndosela, riéndose de los lugares comunes y sabiendo que existe la Gran Estafa del Rock and Roll pero también creyendo en el Rock de Combate y sabiendo que su poder es real. 27: EL CLUB DE LOS MALDITOS 27: El club de los malditos. Argentina. 2018 Dirección: Nicanor Loreti. Intérpretes: Diego Capusotto, Sofia Gala, Yayo Guridi, El Polaco, Daniel Aráoz, Naiara Awada, William Prociuk. Guión: Nicanor Loreti, Alex Cox. Fotografía: Mariano Suárez. Música: Pablo Sala. Edición: Emanuel Flax. Duración: 80 minutos.
ARBITRARIEDADES Y REDUNDANCIAS Los primeros minutos de 27: el club de los malditos ya marcan la pauta de lo que va a ser la película. En el arranque, hay una pequeña pero significativa secuencia de títulos donde se explica la teoría conspirativa sobre la que se va a sustentar la película: que varios rockeros como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Amy Winehouse y Sid Vicious fallecieron cuando tenían veintisiete años de formas aparentemente accidentales, pero que en realidad fueron asesinados por una sombría organización. Luego vemos cómo esta teoría se ratifica cuando un cantante punk, Leandro de la Torre, sale disparado de una ventana y se estrella contra el techo de un auto. Todo parece indicar que es un suicidio, pero hay una fanática del cantante, Paula (Sofía Gala, de quien lo primero que vemos es su cola, en un plano de mínimo diez segundos), que graba todo el suceso con su celular y tiene pruebas de que fue un asesinato. Y ahí es cuando aparece el detective encargado de investigar el caso, Martín Lombardo (Diego Capusotto), pero para presentarlo, el film se toma el trabajo de montar un flashback donde se lo ve en un bar, gritando un gol de Racing mientras está rodeado de hinchas de Independiente, que proceden a molerlo a trompadas antes de que entre la policía con palos y gases. ¿Cuál era la necesidad de exponer en los primeros segundos toda la teoría conspirativa que luego va a volver a ser explicada varias veces en el resto del metraje? ¿La cola de Gala es más importante que su rostro? ¿No había otra forma de presentar a Lombardo, además de un flashback donde encima se apela a un guiño sobre el conocido fanatismo de Capusotto por Racing que ya está totalmente gastado? 27: el club de los malditos no parece tener respuestas frente a esto y por eso su trama va avanzando a los ponchazos, redundando en explicaciones (de ahí que se muestran las muertes de varios artistas, como para que nos quede bien claro que ninguno de los fallecimientos fue accidental) y cayendo en arbitrariedades de todo tipo, que incluyen varios tiroteos mal filmados, muchos chistes para la tribuna y una cantidad absurda de ralentis (si se recortaran a la mitad, el film seguramente duraría apenas algo más de una hora). Es evidente que la apuesta de la película de Nicanor Loreti pasa por el absurdo, el disparate y la exageración. Esa apuesta es inicialmente válida, pero para que se sostenga se necesita de un mínimo de rigor y coherencia. En cambio, en 27: el club de los malditos lo único que hay son algunas ideas sueltas (y tampoco muy originales, convengamos), algo de autoconsciencia, pero principalmente mucho descuido, como si lo único que le importara fuera acumular guiños, referencias culturales estereotipadas y homenajes banales, siempre explicados. Son cuando menos llamativos los problemas narrativos y de montaje que aquejan al film (más aún si tenemos en cuenta que Loreti es un realizador ya experimentado), que tiene una premisa que podía dar para un corto o un mediometraje, a la que estira en demasía hasta los ochenta minutos. Eso lleva a que, por ejemplo, la película no termine de asumir que su verdadera protagonista es Paula y no Lombardo (lo que conduce a una serie de decisiones insostenibles hacia el final); que el guión esté repleto de incoherencias y cabos sueltos; y que la historia sea un permanente mecanismo de repetición, acarreando un irremediable aburrimiento. Pero quizás la culpa no sea sólo de Loreti (que hace una película que es como una golosina sin gusto), Capusotto (que sigue repitiendo su personaje televisivo) o Gala (que hace todo a reglamento). Tampoco del resto del elenco, que es rehén de un relato extremadamente superficial. También hay una parte de la culpa que le corresponde a la crítica, que respeta demasiado a las vacas sagradas del cine argentino y entrega reseñas repletas de lugares comunes; y del público, que aplaude primero y mira después. Esos esquemas de producción y recepción tan previsibles en sus interrelaciones conducen a films perezosos, facilistas, sin alma. 27: el club de los malditos es una película que se pretende provocadora y delirante, pero es en verdad esquemática y anodina.
¿FIN DE LA LEYENDA URBANA? El teniente Martín Lombardo exuda todos los clichés de un mal policía: interviene la escena del crimen, pierde de vista a la testigo, trabaja con resaca e incluso se hace suspender. Sin embargo, el surgimiento de un nuevo caso –el supuesto suicidio del cantante punk Leandro de la Torre– elimina el castigo y trae de regreso a este hombre de la ley fanático de Racing con cierta inclinación hacia la violencia y con un marcado sello personal, que incluye los ojos saltones como antesala de su frase de presentación “Buenaasss”, con un prolongado énfasis en la última parte. La nueva película de Nicanor Loreti combina la leyenda urbana del “club de los 27”, es decir, la muerte de numerosos músicos a dicha edad como Jim Morrison, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain y Amy Winehouse, entre otros, con teorías conspiratorias basadas en la hipótesis de que todos fueron asesinados. Por tal motivo, el relato se construye sobre esta premisa y con el video de la supuesta caída por la ventana del cantante registrado por Paula, una fanática y testigo del hecho. “27, el club de los malditos” contiene guiños a variados géneros como el policial, la ciencia ficción, toques de acción o el comic, manifestados en algunos gestos como arrojar el cigarrillo y aplastarlo con la punta del zapato, los tiroteos, las explosiones, la aparición de un laboratorio, cierta estética pop/punk o los ángulos de la cámara. De hecho, el director se permite jugar con la incorporación de escenas en blanco y negro en inglés y se toma ciertas licencias para incluir a Sid Vicious, cantante y bajista de Sex Pistols que murió a los 21 años por sobredosis de heroína y a Joe Strummer, líder de The Clash, cuyo deceso ocurrió en 2002 a los 50 años. El filme está organizado desde el absurdo, la falta de explicación de algunas escenas, el desarrollo excesivo de muchas otras y la poca profundización de las historias de la mayoría de los personajes secundarios; decisiones que deslucen el trabajo y le quitan fuerza a la hipótesis inicial, por más disparatada que pueda parecer. La pandilla impensada se deja ver con variedades de armas a la espera de la orden final; esa misma que nace a partir de los ojos saltones para acabar con el grito de guerra “Buenaasss”. Por Brenda Caletti @117Brenn
Loreti cree en el poder de invención de la clase B y lo demuestra en esta película sobre los rockers que mueren a los 27 años (ya saben, el mito de Hendrix, Joplin, etcétera) con una trama de absurdo ostensible sobre la que se montan homenajes al cine menos tradicional. En ese juego están muy bien Capusotto y -siempre- Sofía Gala, aunque algunas escenas duran mucho más de lo que necesitan para ser realmente efectivas. Esa falla de ritmo no atenúa la diversión.
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Conspiración rockera El universo cinematográfico del director Nicanor Loreti es rico en personaje excéntricos. Así lo demostró en trabajos anteriores, "Diablo" y "Kryptonita" y en la serie "Nafta Súper". Ahora, como en los dos últimos casos, vuelve a contar con Diego Capusotto en un rol protagónico. Con la excepción de las más convencionales películas de "Socios por accidente" y con un relato menos extravagante que "Kryptonita", Loreti construye sin embargo un filme con su sello personal. Sin temor a los desbordes, en "27: El club de los malditos", Loreti apuesta a una mezcla de acción, policial duro y barrial y ciencia ficción para contar una historia que va y viene en el tiempo. Capusotto compone con convicción a un policía al borde de la suspensión en su trabajo, alcohólico, fumador y provocador, que recibe la misión de investigar la muerte del líder una banda punk sólo porque quien debía hacerlo no estaba disponible. Una única testigo, personaje a cargo de Sofía Gala, tiene la clave de lo que pasó esa noche en la que el músico cayó desde el último piso de su edificio. Todo indica que fue un crimen, uno más en la larga lista de músicos que murieron a los 27 años, como Sid Vicious, Janis Joplin o Amy Winehouse, y que, según el guión de Loreti, sería parte de una conspiración que comenzó con Jim Morrison.
CULTURA, ARTE Y EVENTOS Por Patricia Chaina Motor Cine: 27, EL Club de los Malditos Con Diego Capusotto muy bien acompañado por Sofía Gala y secundado por un elenco donde se luce Daniel Araoz, el cine de acción y fantasía está de fiesta: la nueva película de Nicanor Loreti es una opción ideal para el verano. (Por Patricia Chaina (Especial para Motor Económico)) Una noche, en el verano más caliente en los últimos veinte años, Leandro de la Torre (El Polaco), famoso cantante punk, cae desde la ventana del hotel donde le festejaban su cumpleaños número 27, una fatalidad rodeada por el glamour, es la maldición de las celebridades del rock. Justo una fan (Sofía Gala) registra esa caída en un video de su celular. Así comienza esta loca y adrenalínica historia de intriga policial, conspiraciones internacionales, fanatismo por el fútbol y mística astrológica. Elementos tan disímiles que solo pueden ser catalizados por la osadía de un director como Nicanor Loretti, y bien jugados en escena amparados por la magia y la comicidad de un excéntrico héroe: el teniente de la Policía Federal Martín Lombardo interpretado por Diego Capusotto. Esta nueva propuesta de Loreti (Diablo, Kryptonita, y su serie secuela: Nafta Súper), por supuesto, no deja nada, ni a nadie por fuera de la trama del absurdo. Consolida un género, esquivo para el cine en la Argentina. Y ofrece una película de impecable factura técnica, aun cuando el sonido (una debilidad histórica del cine nacional) opere por debajo de los decibeles de prolijidad previstos para tal performance. No le hace al resultado final donde las actuaciones y el ritmo de la historia, sostienen una trama desopilante, sobreadaptada al formato que la contiene. La nueva aventura cinematográfica de Loreti se encuadra en las viñetas del comic para atravesar la realidad. Ingresa a un mundo de fantasía donde un excombatiente puede ser teniente de la Federal, y sin pedir permiso suma a los genios de la música muertos a los 27 años (Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones, Amy Winehouse ó Sid Vicious) para confabular contra el aburrimiento y dotar al verano austral de una película para reír y para recordar. La participación de Alex Cox (el realizador inglés, director de Sid y Nancy) en el guion de 27, le aporta una insólita dosis de realismo a la desopilante narrativa, y su reflejo, en los segmentos en los que “se reconstruyen” las muerte de las celebridades del rock a manos de un comando parapolicial liderado por el más malo de todos los malos (una versión ácida y genial de Daniel Araoz), le dan a la historia un giro intrépido y atrevido, pero a la vez convincente. El público, agradecido. El club de los malditos flyer.jpg FICHA: 27, el club de los malditos (Argentina, 2017) / Dirección: Nicanor Loreti / Guión: Nicanor Loreti, Alex Cox y Paula Manzone / Elenco: Diego Capusotto, Sofía Gala Castiglione, Daniel Aráoz, Willy Toledo / Duración: 80 minutos / Calificación: Mayores de 13 años. Periodista. Colaboradora de Motor Económico