Las tragedias unen a los pueblos Abattoir prometía ser una reinterpretación original de los motivos de las casas embrujadas pero lamentablemente deja pasar la oportunidad que ofrecía su premisa de base y termina cayendo en un revoltijo de estereotipos y agujeros importantes en la trama… La carrera de Darren Lynn Bousman, un norteamericano que se hizo conocido en el ámbito internacional por haber dirigido tres capítulos de la saga de El Juego del Miedo (Saw), ha sido francamente de lo más errática: luego de sus interesantes colaboraciones para la franquicia centrada en Jigsaw, lo más “parejo” que hizo -en términos cualitativos- fue la trilogía de musicales freaks con Terrance Zdunich, compuesta por Repo! The Genetic Opera (2008), The Devil’s Carnival (2012) y Alleluia! (2016). Como buen realizador de corazón clase B, el resto de su producción se mueve en un espectro que va desde lo potable símil Sangriento Día de las Madres (Mother’s Day, 2010), remake del clásico trash de Charles Kaufman de 1980, hasta propuestas relativamente fallidas como La Profecía del 11-11-11 (11-11-11, 2011), The Barrens (2012) y la que hoy nos ocupa, Abattoir (2016). El film mete en una coctelera a las dos obras maestras del tándem William Castle/ Robb White, léase Mansión Siniestra (House on Haunted Hill, 1959) y 13 Fantasmas (13 Ghosts, 1960), para construir un relato que comienza con una premisa atractiva pero a posteriori termina en un atolladero de mediocridad y redundancias. La protagonista es Julia Talben (Jessica Lowndes), una periodista que descubre que un hombre mató a su hermana y a la familia de ésta. El asunto se torna muy bizarro cuando, días después y ya con el culpable tras las rejas, la mujer regresa a la casa en cuestión y encuentra que la escena del crimen ha sido removida desde los cimientos. La investigación correspondiente la conduce hacia Jebediah Crone (Dayton Callie), un personaje misterioso que lleva años y años comprando propiedades en donde se cometieron asesinatos y “coleccionando” habitaciones completas. Durante toda esta primera parte la película cumple en lo que respecta a apuntalar un enigma coherente y ameno, circunstancia que cambia para mal en un segundo capítulo en el que los agujeros de la historia se multiplican exponencialmente y el guión de Christopher Monfette licúa la tensión acumulada hasta el momento: ayudada por su ex pareja, el Detective Declan Grady (Joe Anderson), Julia se dirige a Nueva Inglaterra, el pueblito donde ella y las víctimas anteriores nacieron, para dar con Crone e intentar comprender algo de lo ocurrido. A partir del instante en que llega al lugar y se topa con Allie (una Lin Shaye demasiado exagerada como la típica pregonera del horror por venir), la incógnita principal desaparece a medida que una serie de escenas soporíferas y de manual se suceden una tras otra, todas centradas en una Julia a merced de los pueblerinos y de un Crone muy anacrónico y kitsch. De hecho, hasta la aparición de la mansión embrujada de turno -en los últimos 20 minutos del metraje- resulta una decepción porque cada movimiento de la trama se ve llegar desde kilómetros a la distancia, como si reproducir los motivos de los opus de Castle y White constituyese un sinónimo de éxito asegurado o como si tratar a Crone como una cruza entre los talentos oníricos de Freddy Krueger y la verborragia del Frederick Loren de Vincent Price aportase algo novedoso a esta altura del partido. Tampoco se le puede echar del todo la culpa a la falta de convicción de Bousman en ese segundo acto o al desempeño pobretón de Lowndes en el rol de Julia, ya que el que realmente falla en elevar la intensidad es el guionista Monfette, desaprovechando la idea de base alrededor de los “sacrificios” de los vecinos de Nueva Inglaterra y aquello de que las tragedias tienden a unir a los pueblos…
Una periodista de bienes raíces, que arrastra el asesinato de su hermana y de su sobrino, llega a Nueva Inglaterra para empezar a unir los cabos de un pasado endemoniado Mezcla de thriller y terror sobrenatural que se va debilitando. El prolífico director Darren Lynn Bousman, el mismo de El juego del miedo II, III y IV y Repo! The Genetic Opera, arremete con su nuevo trabajo que mezcla thriller y terror sobrenatural a partir de un planteo absurdo y delirante, que no estaría nada mal si realmente funciona. En Abattoir, Julia -Jessica Lowndes- es una periodista de bienes raíces que arrastra el asesinato de su hermana y de su sobrino y descubre que la casa donde vivían es vendida. Pero lo más extraño es que la habitación donde se cometió el crimen fue completamente vaciada. Junto a un detective, comenzará a atar los cabos de una investigación que los llevará a Nueva Inglaterra, un lugar que se consume por su pasado y esconde muchos secretos. Una película que comienza con mucha información que el espectador deberá ir asimilando y concentra pocas dosis de suspenso, y que en su desarrollo, encaminado hacia el terreno fantástico, pierde fuerza y efectividad más allá del vuelo visual de su último tramo. Abattoir es una suerte de viaje en tren fantasma sin sustos ni sobresaltos -sobre todo en las últimas escenas- en donde el clima pesadillesco del inicio se diluye y todo parece narrado en piloto automático- entre flashbacks tenebrosos y macabros, uno de los sellos del realizador. La aparición de una mujer -Lin Shaye -rostro conocido dentro del género por sus actuaciones en la saga La noche del demonio- que ayuda a la protagonista y corre el velo sobre el pasado del pueblo, es lo mejor de la propuesta, en la que el villano de turno -Dayton Callie- se personifica en un anciano con bastón de aspecto amenazante, un comprador de casas que asegura haber visitado el mismísimo infierno. Sectas, crímenes sangrientos, colecciones "non sanctas" y presencias fantasmagóricas atrapadas en un loop temporal se debilitan ante las explicaciones que dan los personajes y con una Julia perseguida por un misterio que se extiende hasta un presente oscuro. Quizás son demasiados elementos que entran en juego para despertar el terror y que no logran la atmósfera que la historia propone, entre sacrificios y una fallida excursión a las entrañas del infierno.
¡QUÉ PESADILLA! Responsable de una prolífica trayectoria en películas de terror, el director norteamericano Darren Lynn Bousman (Saw 2,3 y 4), regresa a las pantallas con Abbatoir, un film repleto de clichés y un repertorio de actuaciones que recuerdan a las tan bien logradas parodias de la saga Scary Movie. Sin innovaciones y con poco que contar, la película sólo deja un sabor amargo. Julia Talben (Jessica Lowndes) es una periodista aburrida de su trabajo en la sección de bienes raíces, portadora de una fuerte personalidad que la relegó a la soledad y deseosa de un cambio radical en su empleo en Daily News. Sin muchas explicaciones y luego de una introducción propia del cómic, pero con aspecto de policial negro (mal realizado) la hermana y sobrino de Talben son brutalmente asesinados. A partir de allí la periodista inicia una investigación que pronto la sumirá en un pueblo abandonado por Dios: New English, una especie de infierno en la Tierra manejado por un anti líder carismático, el Sr. Jebediah Crone (Dayton Callie) o mejor dicho el mismísimo diablo. Talben descubrirá quién es realmente y por qué el pueblo le suena familiar. Pero ninguna de estas dos premisas se funda en la estructura del film. Todo parece estar montado de forma improvisada y genera la sensación de que el director se acordó de narrar casi llegando al clímax. El único punto de giro interesante aparece 15 minutos antes del final cuando emerge el elemento sobrenatural de la mano de unos bellos espectros de dudosa procedencia. Nadie se lo esperaba, aunque de alguna manera había que espabilar al pobre espectador dormido en su butaca. Una historia que tarda en explotar y un desenlace cargado de todo lo que no se cimentó durante el desarrollo del film, Abbatoir es una colección de piezas débilmente ensambladas a fuerza de narrar una película que no construye nunca el suspenso. Además, su estructura es endeble y las actuaciones de Lowndes no logran nunca crear algún tipo de verosímil. Acartonada desde el comienzo ni su bello rostro podrá salvarla de este rol para el olvido. ABATTOIR Abattoir. Estados Unidos, 2016. Dirección: Darren Lynn Bousman. Intérpretes: Joe Anderson, Jessica Lowndes, Dayton Callie, Lin Shaye, Michael Paré, Julianne Alexander, J. LaRose, Bryan Batt, Aiden Flowers, Jay Huguley, Hannah Chenevert. Duración: 98 minutos
EL COLECCIONISTA DE HORRORES ROBADOS Cuando se dice que en Hollywood faltan ideas es porque se está hablando de remakes, de secuelas o de “homenajes” a ciertos géneros por el uso de escenas homenajeadas al milímetro o simplemente recreadas sin mención de la fuente de origen. Pero es más lamentable aún cuando las ideas están pero son sólo la punta de la historia y a la hora de desarrollarlas se falla estrepitosamente. Tal es el caso de Abattoir: recolector de pecados, cuyo director, Darren Lynn Bousman, tiene una carrera tan prolífica como desigual en el género que incluye varias entregas de la saga Saw: el juego del miedo, La profecía del 11-11-11 o Sangriento día de las madres, entre otras. Aquí logra atrapar la atención del espectador con el planteo de la historia, pero no sostiene la premisa y comete el pecado mortal de aburrir con un segundo acto lleno de diálogos absurdos y sobreactuados, y que desembocan en una última parte rimbombante (aunque trillada) que hubiese sido un final no tan terrible si se hubiese sostenido el guión. Todo comienza en el momento en que Julia Talben (Jessica Lowndes) periodista que cubre la sección de bienes raíces de un periódico local, sufre el sangriento asesinato de su hermana y sobrino. Cuando la habitación en la que ocurrió el crimen desaparece de manera literal a horas de lo sucedido, Julia inicia una investigación tras la cual decide, acompañada por un policía que la pretende, Declan Grady (Joe Anderson), viajar a un pueblo de Nueva Inglaterra para investigar una serie de pistas basadas en otros escenarios que fueron quitados de la misma manera. Allí se encuentra con Allie (Lin Shaye) que la pone al corriente sobre la verdad detrás de las desapariciones misteriosas de cuartos que han servido de escenas criminales y la incidencia de un personaje siniestro a quien debe responsabilizarse de eso. Luego y con la curiosidad bien alimentada, Julia y Declan se adentran en esa atmósfera enrarecida en ese pueblo en que todos parecen ser parte y cómplices, y convergirán en un lugar en el que puede residir la explicación al enigma, que conlleva un precio altísimo a pagar. Resumida así la historia podría ser algo prometedor, al menos mueve al interés de los amantes del género, pero los problemas no tardan en llegar: en sus primeras escenas hay un intento de ambientar la trama en un entorno de cine policial negro, pero a los pocos minutos la dinámica cambia y parece que estamos viendo otra cosa, como si el director se hubiese olvidado de cómo estaba contando su historia, o si hubiese cambiado de director de arte. El gore medido y los crímenes sangrientos explícitos parecen ser parte del contenido pero también se dejan de lado luego de una sucesión vertiginosa de puñaladas y martillazos, hasta el final. El personaje de Allie, encarnado por una actriz icónica de las películas de terror de la última década, es sobreactuado y de narración pasmosa. Y el gran villano, una caricatura de varios próceres de clásicos del terror que pueden ir de Vincent Price a Bela Lugosi sin la imponente presencia de estos ni su intimidante accionar. Luego las fuentes de “inspiración” son tantas, tan mal utilizadas y tan confusas que mueven a la gracia. Los espíritus de 13 fantasmas o la ambientación de La mansión embrujada son sólo dos que se pueden citar. La irrupción al universo en el que se ven inmersos los personajes a partir del tercer acto es una sacudida al aburrimiento que impera en el segundo, pero en lugar de retomar la lógica de la historia e intentar cerrar de manera dramática el enigma, se convierte en la parodia epiléptica y volátil de la explicitud de la muerte continua. Por último, Abattoir: recolector de pecados tiene un final teatral, cuyo dramatismo se parece más al de una obrita de escuela secundaria que al cierre de una producción de mediano presupuesto. No queda más que sugerir al espectador que coleccione mejor los minutos de su tiempo y elija cualquier otra película del género para ver, como podría serlo alguna de las mencionadas aquí mismo aunque sean del mismo director.
La búsqueda del terror Una de las máximas constantes en el cine de terror es la búsqueda del origen del mal. Al igual que el policial de intriga, el interés en un film se puede sostener ante el misterio a resolver. Uno está esperando el porqué del fantasma, el porqué del cuchillero enmascarado, el porqué de la maldición en la casa. No es que toda película de terror sea así, pero existen muchas que se sirven de ese recurso para mantenernos atentos mientras algún gato del armario salta para asustarnos. Y muchas veces, una buena película de terror puede arruinarse por una explicación insostenible o estúpida, y otras (las menos) pueden sorprender gratamente por su resolución. Es claro que las mejores son aquellas que logran integrar el miedo con una buena explicación. Abattoir: Recolector de Pecados (Abattoir) intenta atraparnos con esa premisa. Pero desde el comienzo notamos un uso extraño de la luz, actores de precaria capacidad de interpretativa y elipsis confusas. Miedo. Aunque no del que vinimos a buscar. La historia es la de una periodista de bienes raíces que tiene una hermana con un hijo enfermo. Mediante una rústica introducción, nos presentan a un detective/interés amoroso. Minutos después, sucede el crimen de la familia de la hermana. Todo abrupto y torpemente contado. Desde ese punto, se va a desandar un camino hasta Nueva Inglaterra, lugar donde parece estar el origen del horror. Miedo. Aunque no del que vinimos a buscar. Con la película hay varios problemas. Primero: el terror nunca nos arremete, apenas hay algunos momentos de leve incomodidad. El segundo (y más terrible): el misterio desde el que trata de sostenerse necesita la aparición forzada de elementos para que pueda seguir adelante. Su principal recurso es la aparición de personajes que lo explican todo. Lo peor de esto, es que aún así, no se entiende demasiado. Porque si hay que hablar de los motivos de sus personajes, resultan inexplicables. La hermana se sumerge en el peligro solo para saber la verdad, el policía la sigue ciego porque la quiere. Aún en un pueblo de desquiciados, ellos siguen porque “quieren saber”. Así de naive, así de inconsistente. La elección del título de Abattoir sirve para entender la idea de la película. Abattoir significa matadero. Pero como su título, lo que originalmente podría ser temible, se pierde detrás de una ejecución enrevesada. Una película de insignificante horror, con actuaciones endebles, y un misterio que se arrastra junto al espectador, pidiendo clemencia.
Julia (Jessica Lowndes) es una periodista de bienes raíces que rápidamente se ve envuelta en una tragedia familiar cuando su hermana es asesinada con toda su familia. Una vez que el cuarto donde ocurrió el crimen es literalmente arrancado, ella sabe que este hecho es parte de una trama mucho mas profunda y que lo en principio parecía un simple asesinato se convertira en un caso mas de una conspiración. La investigación que empieza junto a su ex-amante el detective Declan Grady (Joe Anderson) la llevará al pueblo de Nueva Inglaterra y a la confrontación con el asesino. Sin embargo, el proceso desentrañará un secreto mucho mas perverso. Con una estética y una factura mucho mas cercana al genero televisivo que al cinematográfico, Abattoir sienta una puesta en escena un tanto confusa. Si bien la trama es contemporanea, los personajes principales parecen vivir en un policial negro de los ’50. Y a partir de ese comienzo, Bousman nunca encuentra el tono justo, el equilibrio que le permite darle a su obra un dejo de comprensión minima. Entonces cae en los extremos: sobreexplica lo que su impericia narrativa le impidió contar o deja cabos sueltos en conversaciones que rozan lo absurdo. Y a partir de aquí es que cualquier otro aspecto es totalmente fallido. Si Bousman nos quiere hacer entender que el policia es un tipo apasionado, lo hace agarrarse la cabeza la mitad de la pelicula e insultar al aire ante cada contratiempo. Si quiere transmitir una sensación de terror religioso o apocalíptico, introduce discursos articulados pero totalmente fuera de tiempo en el Jebediah Crone de Dayton Callie (Sons of Anarchy). Y así como Crone acumula cadaveres, Bousman lo hace con sub-generos a los que visita de una u otra manera, pero siempre de forma inexacta e inefectiva. Eso termina siendo Abattoir, un collage incomprensible de distintos estilos que no alcanzan una sinergia que permitan una coherencia narrativa o un lenguaje visual inteligible. Y como en el famoso juego de mesa, esta torre que es Abattoir se desplomó al primer paso en falso.
El terror es un género elegido cada vez más por los directores y podríamos decir que al menos una película de este estilo llega a nuestro país cada semana. Sin embargo, no cualquiera puede manejar los tiempos, los sobresaltos y el miedo del espectador y, la mayoría de las veces, no se logra realizar algo fuera de lo normal (y en general lo normal tiende a no cumplir con las expectativas). “Abattoir” pretende crear una historia original a partir de su premisa, pero se queda a mitad de camino. La misma se centra en Julia Talben, una periodista de bienes raíces, cuya vida cambia drásticamente cuando su familia es brutalmente asesinada. A pesar de la simpleza del caso, todo se volverá más complejo cuando la habitación del crimen es removida de la casa. A simple vista, “Abattoir” nos propone un argumento diferente, dejando de lado al público tan adolescente, para adentrarse en un drama familiar y sobrenatural. Pero en el camino se olvida de los ingredientes básicos que conllevan las películas de terror. Si bien puede no presentar sobresaltos, tampoco genera el terror psicológico suficiente para “torturar” al espectador. Por momentos existen escenas de tensión, pero tampoco se mantienen a lo largo de todo el film, e incluso la mayoría de ellas son predecibles, como el desenlace en sí mismo. Durante el primer acto la trama resulta interesante y plantea un interrogante atractivo para el espectador, aunque presenta mucha información de golpe que habrá que masticar de a poco. Sin embargo, con el correr del film se vuelve cada vez más compleja (y no en un buen sentido, sino también más confusa) predecible y con ciertos agujeros en el guion. Tampoco nos encontramos con un clima propicio para una película de terror. En ciertos momentos la música acompaña las situaciones, pero tampoco se mantiene durante toda la cinta, y lo mismo ocurre con los efectos visuales. Podríamos decir que el final es lo más logrado en cuanto a la parte técnica. En síntesis, “Abattoir” propone una premisa interesante, pero que termina siendo lo único atractivo y bien logrado del film. Es una película de terror que no asusta ni llega emocionalmente al espectador, no crea climas a través de la música ni de los efectos visuales, y resulta ser predecible y confusa. Puntaje: 1/5
Para los que gustan del terror que suelen conformarse con ver tramas repetidas (demonios que caminan por el interior de las paredes, puertas y ventanas que se cierran solas y mil lugares comunes mas), apreciaran este “matadero” (tal la traducción) que inventa un personaje siniestro. Claro que para llegar a conocerlo el problema es que hay que bancarse bastante metraje. Lo que llama la atención de una periodista especializada en temas inmobiliarios, que ama los policiales y tiene un compañero policía que es su sombra. A ella le matan su familia, cuando vuelve a la escena del crimen advierte que alguien compro la casa y desmanteló la habitación donde ocurrió la matanza. Investiga y comienza a descubrir que eso ocurrió en varios casos. Sigue la investigación y termina en el pueblo donde nació, que parece embrujado. Y allí descubre no pocos secretos escalofriantes, como la construcción de un edificio con esas habitaciones del horror y un pacto de los habitantes del lugar. La trama se complica bastante y algunas explicaciones son extrañas. Pero al menos cierran los cabos y lo siniestro se manifiesta bien. Por eso es un buen programa para los que gustan de este tipo de género. Esta sobre la media de lo que vemos cada semana.
A partir de su paso por la saga SAW, donde dirigió los episodios 2, 3 y 4, Darren Lynn Bousman logró llamar la atención entre los realizadores independientes del género terror. Sus historias no siempre son interesantes pero están impecablemente realizadas y presentan muy buenas ambientaciones. Abbatoir no es la excepción y tiene la particularidad de ofrecer una extraña combinación entre el cine de terror y el policial negro clásico de los años ´50. La trama tranquilamente podría haber formado parte de los viejos cómics de la editorial E.C., como Tales from the Creep o Vault of Horror. De hecho, este proyecto nació de una historieta que el director Bousman publicó hace unos años, donde presentaba un relato que capturaba la esencia de esas revistas. La idea es original y a través de esta adaptación para la pantalla grande el cineasta le rinde un homenaje al cine de William Castle, con escenas que traen al recuerdo clásicos como 13 fantasmas y La casa de la colina embrujada. El concepto de esta propuesta es interesante por la fusión de géneros pero su ejecución resultó algo fallida. Bousman tarda demasiado tiempo para llegar al núcleo del conflicto y su película por momentos se vuelve aburrida. Tampoco ayuda que la resolución del misterio que se construye en el conflicto luego resulte decepcionante. El guión no es bueno pero tiene una gran puesta en escena donde sobresale especialmente el diseño de producción de la casa embrujada y la fotografía. Los grandes fuertes del cine de Bousman. La labor del reparto también es decente pero las debilidades del argumento generaron que este experimento del director no resulte demasiado entretenido.
El coleccionista de habitaciones. En un contexto en donde el cine de terror es degradado cada jueves con estrenos uno más burdo que el otro, sólo defendibles haciendo un uso reduccionista de la teoría de géneros –según la cual estos se basan en una serie de presupuestos que tanto sirven de patrón narrativo como de santo y seña con el espectador, pero confundiendo este concepto con el mero rejunte de lugares comunes–, Abattoir, recolector de pecados tiene al menos un punto que consigue salirse de esa lógica que le permite a cineastas mediocres repetirse hasta la farsa. Sin pedirle peras al olmo (o maestría a un director como Bousman, que con dificultad apenas puede con los rudimentos del oficio) y si bien la propuesta básica sigue girando en torno del “más de lo mismo” habitual, los creadores de la historia han conseguido al menos desarrollar una idea imaginativa. Por desgracia nunca consiguen insertarla en un universo que esté a la altura de su modesto logro. Julia es una reportera encasillada en el rubro inmobiliario (extraño subgénero periodístico que linda con lo fantástico) quien escribe en un diario de cuarta y aspira a trabajar en la sección policial, deseo al cual su editor le poda constantemente las alas. Sin embargo el destino hará que ambas especialidades le resulten útiles para investigar un caso que la toca de forma personal, cuando un hombre masacra a la familia de su hermana sin motivo aparente. El asunto se enrarece más cuando la casa en donde ocurre el crimen se vende a un desconocido en menos de una semana y el cuarto en donde ocurrieron los asesinatos es removido de la construcción, incluyendo paredes, techo, piso, muebles, todo. A pesar de un elenco muy pobre y de un manejo técnico apenas regular, la introducción del elemento fantástico consigue el objetivo mínimo de la intriga. Julia descubre que lo que ocurrió en casa de su hermana no es un hecho aislado y la investigación la pone tras la pista de un coleccionista de habitaciones en las que han ocurrido crímenes trágicos y truculentos. Aunque Bousman es un director poco dado a salirse del libreto y maneja el relato sin lugar para sorpresas –porque hasta los sustos y sobresaltos son planeados de forma tan rutinaria que se los ve venir incluso a varias escenas de distancia– la sola invitación a conocer ese laberinto espectral construido de habitaciones macabras soporta lo que de otro modo sería insostenible. Es esa promesa de potenciar ad absurdum el concepto de casa embrujada lo que hace menos arduo el trámite de seguir un relato realizado de forma torpe y apurada, cuya lógica por momentos parece sostenida con alfileres y con un cambalache de influencias obvias dejándose ver por acá y por allá. La promesa se cumplirá en una experiencia similar al concepto del viejo tren fantasma, lo cual será malo o bueno dependiendo del espectador. Aún así, el balance volverá a cerrar con números rojos, confirmando la crisis del género.
Abattoir: recolector de pecados, un terror que produce tedio Una periodista de investigación, un ex novio detective. Estética como de cine negro, pero no les sale: ni los gestos ni la gracia a los actores ni la mirada al director. Para peor, la enredadera de la trama pasa porque a ella le matan a la hermana y su familia, y de la casa se llevan -vaya a saber cómo- la habitación del crimen. Resulta que las habitaciones de distintos crímenes son juntadas en una megacasa en la que se genera una cosa de terror con las almas en pena, en un pueblo macabro. Todo esto para unos asuntos que se van explicando mientras los recursos de puesta en escena nos dicen que estamos ante otra película de terror de las irrelevantes. Una más. Y ante una hora y media menos para dedicar a otros asuntos.
Una periodista investiga las razones por las que alguien compró la casa donde su hermana fue asesinada y luego se llevó la habitación donde sucedió a un pueblo perdido. Junto a su ex detective, se meterá en un asunto de mitología largo y complicado, cruzándose con un predicador que ha construido una casa encantada: formada por habitaciones donde pasaron cosas terribles. Hay buenas ideas en Abattoir, pero la paciencia empieza a escasear a medida que pasan los minutos y el asunto, a pesar de sus locaciones y villano interesantes, se vuelve, más que terrorífico, bizarro.
Quitando de la ecuación al prolífico James Wan (Insidious, The Conjuring), Darren Lynn Bousman es el único director de la saga de suspenso gore Saw que supo destacarse por fuera del terreno de Jigsaw. Tampoco es que han habido tantos directores en el ruedo pero, con tres secuelas bajo el brazo, es el más reconocido por fuera del malayo. Su último intento de embeberse en el horror lo constituye Abattoir, donde un concepto más que interesante queda perdido en el pantano que resulta su pobre ejecución.
Cuerpos fragmentados en película de horror no menos fragmentada En "El secreto tras la puerta" ("The Secret Beyond The Door", 1948), la obra maestra olvidada de Fritz Lang, el arquitecto Michael Redgrave necesitaba compulsivamente reconstruir habitaciones en las que habían tenido lugar crímenes famosos. El villano de esta moderna película de terror de bajo presupuesto, "Abattoir", tiene una compulsión parecida pero va aun mas lejos, ya que directamente compra las edificios donde se han cometido crímenes para llevarse la habitación o el lugar propiamente dicho donde se haya cometido el homicidio. Lastima que el director Daren Lynn Bousman, director de varios titulos de la serie de "El juego del miedo", da muchas vueltas para llegar a contar una historia que, por otro lado, sin dudas es bastante tirada de los pelos, y que para funcionar necesitaba una narración de pulso más firme. Por eso la película termina resultando muy fragmentada en partes desiguales, que incluyen un homicidio inicial, una investigación posterior sobre la habitación arrancada de una casa, la visita a un pueblo fantasma donde llevan todas las pistas, y la aparición del verdadero coleccionista de crímenes. A favor de "Abattoir" se puede mencionar la generosidad e imaginación de los detalles gore, algunos climas logrados, y no mucho más.
Mezcla el terror, el thriller y el dramatismo. Una película que nos intenta hablar de las relaciones familiares, las pérdidas, las culpas y del dolor. Una historia cuyos primeros minutos son fuertes e intensos pero todo se va diluyendo, carente de actuaciones, cae en una meseta, con escenas soporíferas, redundante, aburrida, ni el flashbacks ayuda, muy trillada con hechos satánicos, fantasmas, sectas, monstruosamente sangrienta y violenta.
Bousman se ubica en esa resistida tradición de cine de terror de segunda línea, que se caracteriza por la proliferación de productos para ser consumidos como si fuera una deliciosa pero poco saludable comida chatarra. Los amantes del terror conocen al director Darren Lynn Bousman por haber dirigido tres entregas de la saga El juego del miedo (II, III, IV) y por haber hecho al menos dos películas musicales clase B de culto (Repo! The Genetic Opera y The Devil’s Carnival). Bousman se ubica en esa resistida tradición de cine de terror de segunda línea, que se caracteriza por la proliferación de productos para ser consumidos como si fuera una deliciosa pero poco saludable comida chatarra y la incorporación de algún actor sólo conocido por los fans del género. Es en esa abundancia de productos vemos tandas de películas que se parecen entre sí y cuyos argumentos no agregan nada nuevo al viejo género de terror. Pero otras veces aparecen llamativas deformidades con ideas imposibles y desquiciadas y complejísimas, como es el caso de Abattoir: recolector de pecados, y es sólo en ese contexto donde hay que evaluarlas (el de la tradición norteamericana de terror clase B). La trama de Abattoir: recolector de pecados es tan ambiciosa que se torna intricada e inentendible, y es justamente esto lo que la hace única en su demencia. La reportera de bienes raíces Julia Talben (Jessica Lowndes) empieza a investigar el brutal asesinato de su familia. Lo raro y lo complejo empieza cuando Julia va a la escena del crimen en la casa de su hermana y se encuentra con que la habitación donde ocurrieron los hechos fue erradicada como por arte de magia (negra). A esto se le agrega el nombre de un misterioso señor: Jebediah Crone. Las pistas que tiene Julia la llevan a Nueva Inglaterra, su pueblo natal, ayudada por su exnovio y detective Declan Grady. Allí se encontrará con gente muy extraña y con la casa formada por infinitos ambientes donde habitan las almas condenados por el diabólico Crone. Pero no es cualquier casa, sino una especie de puerta sobrenatural hacia el mismísimo infierno. No pregunten por qué suceden las cosas, ya que estas películas no se permiten explicaciones lógicas. Tampoco intenten ahondar en la trama, que de por sí pertenece al orden de lo descabellado. Sin embargo, la gracia de estas historias es que no estén desarrollados a la perfección, sino que cuenten con todas las inconsistencias de la clase B. Que sea regular no quiere decir que sea mala. Los fanáticos del género tienen que verla.
Abbatoir es un claro ejemplo de lo espantoso que es como director Darren Lynn Bausman, de cuya filmografía sólo se salvan algunas secuencias inspiradas de Mother’s day (2010) y Repo: The genetic opera (2008). Para que se den una idea de su estilo visual, recuerden la primera Saw de James Wan y mézclenlo con la potencia visual del director inglés Edgar Wright. El resultado es muy inferior. Bausman no tiene el talento de ninguno de estos directores, sus preocupaciones son puramente técnicas. Lamentablemente, en Abbatoir está todo mal. Los protagonistas son introducidos como si hubieran salido del cine negro de la década del ’50; ¿por qué esta decisión? NADIE LO SABE. Y lo que genera no es extrañeza, sino molestia, porque no concuerda con lo que ocurre alrededor, aunque tampoco parece importar si luego se lo termina abandonando. Algo similar ocurre con la historia, que es original pero inverosímil. Su director no hace nada para volverla creíble, simplemente es: o entras o no entras. Los actores principales hacen lo que pueden dentro de este mamarracho. Jessica Lowndes y Joe Anderson han demostrado más de una vez ser muy convincentes, pero acá se nota lo forzado de sus actuaciones, pues ni ellos mismos creen los diálogos imposibles que tienen que decir. Aún más vergonzoso es la inclusión de la mítica Lin Shaye, visiblemente incómoda en su papel. Pero lo peor, lo más molesto: el desprecio que tiene Darren Lynn Bausman por el cine. La historia tiene un ritmo frenético que no da espacio para el suspenso o para el desarrollo de la relación entre sus dos personajes; ni siquiera hay una búsqueda por crear una atmósfera. Pero por sobre todo atenta contra la imaginación. Cada flashback, en vez de ser contado es mostrado. Cada momento que podría funcionar en la cabeza del espectador aparece en pantalla para decepcionar. En el clímax de la historia, el director trata de imitar a La noche del demonio de James Wan, quien le abrió las puertas a la industria del cine. La diferencia es que mientras Wan mostraba dos imágenes para que el espectador arme el resto, Bausman recurre a unos paupérrimos efectos en digital que restan aún más puntaje. Acá la historia es lo más importante y lo de alrededor no importa, pero ¿cómo nos puede interesar una historia si no conocemos a sus personajes? A Darren Lynn Bausman no le importa la gente, sólo le importa la parte técnica deel cin, sólo le importan los efectos… y eso es un pecado grave.
La película nuestra de terror de cada semana (o casi). Abattoir: Recolector de pecados está dirigida por Darren Lynn Bousman, director de varias entregas de SAW (aunque ninguna de las más notables, si acaso hay alguna otra que lo sea además de la primera) y algunas otras películas más de terror. En este caso, más allá de una premisa atractiva que podría haber derivado en una interesante película de género, estamos ante otro producto poco inspirado y, a la larga, fallido. Julia es periodista de bienes raíces pero no logra destacarse, ni se lo permiten, en su trabajo en el Daily News. Además lleva una relación/no-relación con un detective que la quiere y acompaña todo el tiempo. Pero entonces su hermana es asesinada y además de devastada se encuentra con algo más: un misterio, pues la casa es vendida inmediatamente después del deceso y, también de manera inmediata, el cuarto donde sucedió el asesinato es eliminado. A Julia entonces la mueve el tratar de entender qué pasó y por qué asesinaron a su hermana, y al mismo tiempo la posibilidad de una nueva historia, ya que empieza a descubrir que hay muchos casos parecidos. Un hecho trágico que deriva en muerte, un señor misterioso que compra la propiedad, y el cuarto donde sucedió erradicado por completo. Un tal Jebediah Crone, un villano que pretende ser carismático pero se torna algo caricaturesco. La actriz protagonista es Jessica Lowndes, una especie de Lana del Rey no sólo desde la apariencia física sino también por el estilo que lleva. Su personaje tiene una fascinación por todo lo vintage, pero no sólo adrede (ella maneja un auto viejo, viste como en la década de los 50s), sino que cuando le envían un “mensaje” lo hacen a través de un VHS, o al llegar al pueblo cuya investigación la lleva, busca a través de una de esas guías enormes y amarillas que hoy ya nadie usa. Se nota que hay una intención y un esfuerzo por emular cierto tipo de cine, de época, pero no funciona ni como homenaje ni como recreación. Por momentos parece que la película está situada décadas atrás, hasta que aparece un smartphone. Todo se siente artificial, forzado. Abattoir cae en varios clichés y lugares comunes del género. Un pueblo extraño y aislado con gente que se muestra cerrada hacia desconocidos. Un villano de turno. Una casa fantasma. La señora de tantas películas de terror de los últimos años (Lin Shaye). Y un personaje dispuesto a conseguir respuestas a sus preguntas, aunque a veces no nos quede claro por qué insiste e insiste ante cada puerta cerrada. Tras un intrigante primer acto, el segundo se lo siente largo y, para ser una película del género, sin nada de terror. En el tercero suceden muchas cosas, se explican (y varias veces) otras tantas, y aun así queda cierta sensación confusa rondando en el aire. Abattoir termina siendo un rejunte de ideas, algunas buenas y otras malas. Pero sobre todo mal ejecutadas. Más allá de lo extraño que se percibe desde lo visual (extraño a nivel verosimilitud), el problema principal del film es su esqueleto, ese guión que no funciona a nivel narrativo, acciones, diálogos, ritmo. Predecible y confusa al mismo tiempo.