El cine museo y la sangre aguada En Abrakadabra (2018) se unifican dos problemas muy repetidos: primero, la tendencia del cine actual -y de determinadas obras televisivas- a tratar de mimetizar en vano el look de períodos, artistas, estilos y corrientes del pasado, y segundo, el amateurismo del cine argentino en materia de terror, un inconveniente que sigue estando presente a pesar de los sutiles progresos en el enclave local en lo que a la comarca de los thrillers policiales se refiere, un género hermano al de los sustos llevados al extremo. Así como la flojísima Los Olvidados (2017), la película anterior de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, trataba de reflotar el espíritu de los films de familias asesinas en sintonía con Masacre en Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) y Las Colinas Tienen Ojos (The Hills Have Eyes, 1977), o la reciente Camino Hacia el Terror (Wrong Turn, 2003), aquí los directores y guionistas argentinos pretenden invocar a los giallos en general y a la Trilogía Animal de Dario Argento en particular, léase El Pájaro de las Plumas de Cristal (L'Uccello dalle Piume di Cristallo, 1970), El Gato de las Nueve Colas (Il Gatto a Nove Code, 1971) y 4 Moscas sobre Terciopelo Gris (4 Mosche di Velluto Grigio, 1971), una vez más cayendo en un producto hueco y olvidable que se asemeja a un maniquí sin vida ni nada que se le parezca. En sí la película sigue la misma senda trazada por las también fallidas Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015), otras dos propuestas en las que los realizadores parecen haberse armado una listita con todos los estereotipos de aquella etapa del legendario creador de Rojo Profundo (Profondo Rosso, 1975), clichés que funcionaron de maravillas en su tiempo y que después quedaron en el pasado a medida que Argento fue modificando su impronta autoral: hoy tenemos a un falso culpable, un asesino en serie ultra sádico, secretos que se ocultan entre sombras, una fotografía de colores saturados, una escenificación pomposa para los homicidios, una banda sonora símil Goblin, una trama que parece compleja pero es muy sencilla, una vuelta de tuerca final y hasta una edición plagada de cortes abruptos que se condicen con la violencia en pantalla. El obstáculo que no logra atravesar Abrakadabra se resume en el hecho de que jamás pasa de la mera caricatura porque no se preocupa para nada del protagonista principal, Lorenzo (Germán Baudino), un mago que deviene en eje de una multitud de horribles asesinatos que lo transforman en sospechoso, algo que por cierto no ocurría en el cine del italiano porque a pesar de su bello barroquismo siempre reforzaba el carácter humano contradictorio de sus criaturas y generaba o empatía u odio hacia ellos. Aquí se obvian tanto el suspenso preciosista de Mario Bava y el primer Narciso Ibáñez Serrador como la brutalidad de Lucio Fulci y Joe D'Amato, por nombrar sólo a dos de los grandes y gloriosos carniceros, optando en cambio por reproducir de manera fanática -con la banalidad de “cineastas fraudes” como Quentin Tarantino, por ejemplo, expertos en plagiar a pura autoindulgencia sin preocuparse por homenajear vía una obra digna de género- cada uno de los rasgos estéticos de antaño como si reconstruir la superficie del frasco significase de manera automática resucitar su interior, al punto de que la secuencia de créditos y la película en su conjunto vuelven a estar en italiano: lo que se mueve por detrás de todo esto es la falta de cultura cinéfila -y la presencia de cierta ortodoxia bien peligrosa porque no produce renovación formal o conceptual- por parte de los directores, quienes nunca fueron en sus consumos más allá de un artista como Argento que lo conoce hasta gente que no vio ninguna de sus películas, ardid típico del cine reducido a museo en el que copiadores circunstanciales traen sus bastidores para intentar duplicar el trabajo de maestros de otra época sin lograr captar nunca el aura de fondo, por el simple detalle del tiempo transcurrido y una “idiosincrasia” tendiente a la fosilización de aquello admirado. Abrakadabra cuenta con buenas escenas de asesinatos, hiper derivativas pero buenas a fin de cuentas, no obstante este talante mortuorio fascinado con períodos que quedaron en el pasado ni siquiera entusiasma como ocurrió con los casos de Amer (2009) o Berberian Sound Studio (2012), dos ejemplos excelentes de lo que se puede hacer en términos más abstractos si lo que se pretende es ponderar la efervescencia de los giallos o hasta incluir alguna que otra referencia -pensemos en la secuencia final del presente opus de los Onetti- a la recordada Trilogía de las Madres, saga que abarcó a Suspiria (1977), Infierno (Inferno, 1980) y La Madre de las Lágrimas (La Terza Madre, 2007). Asimismo a contrapelo de la atractiva relectura de Luca Guadagnino de Suspiria, los directores aprovechan el mayor presupuesto -y/ o la mayor imaginación para utilizarlo- con respecto a Sonno Profondo y Francesca aunque vuelven a fallar en lo fundamental, nada menos que en construir una historia con personajes con carnadura, con algún elemento propio por fuera del océano de citas y con un poco más de cojones formales con vistas a llevar todo el asunto hacia la tan necesaria hipérbole, lamentablemente dejándonos ante una obra en la que hasta la sangre resulta anodina porque está aguada y carece del rojo furioso demente del amigo Argento…
El subgénero de terror, el "giallo" italiano, tiene a Mario Bava y Darío Argento como sus principales exponentes en las décadas del setenta. Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, de quienes el año pasado se conoció Los olvidados, recrearon esos universos sangrientos en Sonno Profondo-2013- y Francesca -2015-. Ahora cierran esa trilogía con Abrakadabra, un relato impulsado por la magia como el "arte de hacer posible lo imposible". En ese sentido, la película funciona como una apasionada mirada a un estilo de hacer películas de terror que sólo valorarán seguidores y fanáticos de este género. "El Gran Dante”, un prestigioso mago, muere accidentalmente durante un truco de magia en Turín, en 1951. Treinta y cinco años después su hijo Lorenzo Mancini -Germán Baudino-, también mago, presenta un show de magia que no sale bien y al que le sigue una serie de asesinatos que lo colocan como sospechoso. La trama tiene un inspector que investiga, un extraño personaje que sigue sus pasos y un pasado que vuelve para atormentarlo. En Abrakadabra, la potencia visual fagocita por momentos parte del suspenso que propone la historia y da la impresión de que los realizadores están más ocupados en el aspecto formal. A través de la pantalla dividida, los colores saturados, la oscuridad profunda y la música generada por un sintetizador, se crean las escenas en las que no faltan decapitaciones y corridas por el cementerio. El asesino con guantes blancos que aparece en los lugares donde está el protagonista, el énfasis en las escenas eróticas y el uso de la violencia son los denominadores comunes para instalar el estilo de cine al que se evoca. La trama se reserva, como por arte de magia, ases debajo de la manga y la vuelta de tuerca sobre el desenlace impregna la atmósfera surrealista y sangrienta que recuerda a títulos como El pájaro de las plumas de cristal -1970- y El gato de las nueve colas -1971-.
“Abrakadabra” es un viaje en el tiempo tan nacional como italiano, en manos de Luciano y Nicolás Onetti. Nuestros Coens nacionales alimentados a base de mate y terror italiano. Promete y asegura una producción a la altura de la memoria sobre aquellos clásicos cinéfilos con asesinos inciertos, colores chillones y cinematográfia más que osada para la época. Aunque el año pasado su película “Los Olvidados” haya tenido comercialización masiva, los hermanos Onetti son reconocidos en el circuito de festivales de género internacionalmente por su estrecha relación con el terror italiano multicolor; Giallo para los amigos. Con su debut, “Sonno Profondo” en 2013, y “Francesca”dos años después, los Onetti se ganaron un buen recibido impacto no solo en nuestro país sino en Europa a fuerza de sus honestos y fieles homenajes al género. Sin ir más lejos, este último proyecto suyo ha tenido lugar en Sitges, uno de los festivales de género más importantes del planeta. Desde el principio, “Abrakadabra” es un topetazo de estética. La cámara, las puestas de luces, los colores y todo el descomunal trabajo de sonido resultan en una abrumadora experiencia que promete transportar a cualquiera exactamente a la dimensión de sensaciones que los Onetti tanto disfrutan. La fotografía y la banda sonora fueron premiadas por el BARS con justicia, definitivamente dos de los pilares de la película. Lamentablemente lo que las rodea terminan de condenarla a seguir siendo un gustito para amantes del giallo, y ni siquiera para todos ellos. Durante gran parte del film seguimos, como no podía ser de otra manera, una serie de asesinatos perpetrados por una figura misteriosa. Usualmente en grandes exponentes del género, cómo la trama y el protagonista van pasando de cuchillazo a cuchillazo termina siendo de mucha importancia para mantener el interés del espectador más allá del obvio espectáculo audiovisual. Pero en este caso, los Onetti terminan entregando un guion que se queda apenas en lo menos interesante del género. Ese es el caso con demasiados aspectos del film: las actuaciones, el clásico doblaje en post-producción de todos los diálogos, el montaje y especialmente el guion. Todos y cada uno de estos elementos individuales apenas llegan a la altura de ser ejemplos olvidables de un género con puntos altos tan excepcionales. Algunos incluso lo hacen bajo un evidente pretexto de imitación, no solo conformándose con imitar sino eligiendo aspectos de giallos “inferiores” para hacerlo. Afortunadamente lo visual y sonoro están ahí para sostener todo el proyecto. Lo hacen de tal manera que incluso termina siendo por demás disfrutable, independientemente de la cantidad de asteriscos que uno le ponga. Admirable que proyectos de tan bajo presupuesto puedan reflejar de forma casi perfecta la ambiciosa visión de cineastas argentinos con alcance internacional. Pero entre todos los halagos que los Onetti se han ganado en su carrera, también se ganaron el que tengamos que pedirles algo más.
El cine argentino tiene una diversidad mucho mayor de la que los prejuicios le han hecho creer a muchos espectadores. Por supuesto, y como pasa con todas las cinematografías, las películas que más se diferencian del resto suelen estar en minoría, por eso se diferencian. Y aunque los más de doscientos títulos nacionales que se estrenan en Argentina son variados, hay un grupo que se destaca y diferencia mucho del resto. La filmografía de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti es un clarísimo ejemplo de ello. Amantes del cine de terror en general, y del Giallo en particular, los Onetti están construyendo una sólida filmografía que no da un paso en falso. El Giallo refiere al cine italiano cuyo género fluctúa entre el suspenso y terror, utilizando material de la novela policial, el cine de explotación y el gore en estado puro. El maestro y mejor ejemplo del género es Dario Argentino, autor de una espectacular filmografía que incluye películas como Suspiria (1977) o el título fundacional del género El pájaro de las plumas de cristal (1970). Si acaso el Giallo combinaba elementos del film noir con el terror y el cine de Alfred Hitchcock, los hermanos Onetti repiten el truco y se inspiran a su vez en los films del Giallo. Abrakadabra, con su estilo retro desde el afiche, es un film argentino que se ve como un film italiano de la década del setenta. La objeción más obvia es que se trata de un mero ejercicio estético. Pero aunque fuera tan solo ese chiste, la película es más bella e interesante estéticamente que casi todo el cine argentino. Tan afectos al contenidismo y la bajada de línea, hemos condenado al cine nacional a ser grave, literal y solemne. Abrakadabra es una declaración de amor al cine y de sus muchas posibles herramientas para deslumbrar. La historia que cuenta arranca en el pasado, con El Gran Dante, un prestigioso mago que muere accidentalmente durante un arriesgado truco de magia. Treinta y cinco años después su hijo Lorenzo, también mago, presenta un show de magia en uno de los teatros más importantes de la ciudad. Pero una serie de asesinatos vinculados con su trabajo lo convierten en el sospechoso principal. Los motivos por los cuales alguien intenta involucrarlo en esto se desconoce, y todo el film trata de la tarea de él de resolver el caso sin caer él como culpable. Los colores, la música, las actuaciones, los encuadres, todo nos hace vivir como en un Giallo de los setenta, incluso la película está hablada/doblada al italiano. Hay docenas de sutilezas para recrear ese mundo y cualquier espectador, incluso sin saber de qué se trata el género, puede valorar y disfrutar la rareza. El truco de magia, central en la trama, es la mejor explicación para Abrakadabra. Los cineastas, como los magos, se dedican a realizar un arte que sorprenda y deslumbre. Que nos haga volver a creer. El cine de género necesita un espectador inocente pero también con sensibilidad para disfrutar de tanta belleza y dedicación. El mundo enredado, lisérgico y bello del Giallo está vivo con los hermanos Onetti y goza de buena salud como parte del cine argentino.
Un viaje en el tiempo La historia narra los tormentos de un popular mago llamado Lorenzo Mancini (Germán Baudino) que sufrió un trauma hace treinta y cinco años cuando presenció la muerte de su padre también mago y que era conocido como “El Gran Dante”, una serie de asesinatos se sucederán justo antes de dar uno de sus shows poniendo a Lorenzo como principal sospechoso. Voy a arrancar diciendo que la película funciona como un homenaje al subgénero Giallo de terror y quizás sea por esto mucho más valorada por los fans de ese estilo que por el común de los espectadores que no es habitué del cine de terror. Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti han sabido atrapar por sus puestas en sus otros Giallis: Sonno Profundo (2013) Y Francesca (2015) que conforman la trilogía junto a Abrakadabra y que han explotado con mejor resultado para mi gusto en Los olvidados (2017). Hay un reflotar del Giallo en este Neo-Terror que cuenta con unas cuentas nuevas películas y otros tantos remakes esa forma de expresionismo típico con colores saturados donde predomina el color rojo y esa música sintética creando la atmósfera necesaria para dotar al film de una forma de expresionismo que resulta por momentos y empalaga por otros. La idea de hacer un montaje doblado y en diacronía a modo guiño a mí personalmente me parece innecesario aunque el resultado no molesta del todo. Destaco algunas tomas realmente buenas que elevan sin lugar a dudas el resultado, las actuaciones están bastante bien en un argumento que sigue los cánones del subgénero: un asesino que acecha desde las sombras y que aborda a sus víctimas (casi siempre mujeres) dejando escenarios de muertes surrealistas. La película fue rodada en su mayoría en la ciudad de Azul, de donde los directores son oriundos, y es un punto también a tener en cuenta ya que la puesta en escena y la iluminación son cruciales para contar este tipo de historias y les ha quedado realmente muy bien la ambientación. No hay duda que los fratelli Onetti son de los mejores exponentes del género nacional, eso se puede ver en su filmografía independientemente del resultado hay una clara búsqueda y buen ojo para esta clase de films. El tercer acto tiene una vuelta de tuerca interesante y cierra con una secuencia de títulos acorde al montaje general. Abrakadabra es una buena película y no hay duda que los fanáticos del Giallo la van a pasar bien en su visionado. Es interesante saber que existen propuestas de género para un público menos masivo de un tiempo a esta parte La Argentina es un exponente para realizadores con buen ojo narrativo, directores que cuidan el cine porque es el cine que mamaron de chicos.
Sin revelar el truco En el ADN de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti se encuentra el mejor cine de terror de los años setenta, un cine que no solo no asusta sino que además se vale de elementos hiperbolizados y que en sus pésimos decorados, actuaciones exageradas -que lindan el ridículo- y una puesta ambiciosa pero fallida, fueron estableciendo virtudes recuperadas de manera metafílmica. Abrakadabra (2018), nueva propuesta de los directores, potencia aquellos índices que Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015) enunciaban desde del giallo, configurando una trilogía que se completa con esta tensa narración. En las anteriores películas sus historias tortuosas, la plasticidad cinematográfica, la distorsión de imágenes, y la creación de un falso doblaje, que expulsa la sincronicidad de labios y audio para producir extrañamiento, en este caso se agrega la magia como tema narrativo. De por sí los adivinadores se inscriben dentro del arte del engaño para producir resultados sorpresivos sin medir la repercusión que para algunos puede significar. Los realizadores son hábiles en el mismo sentido, ya que, con pocos elementos y un presupuesto austero, falsifican la esencia de un género que es disfrutado por una gran cantidad de fanáticos. En Abrakadabra, el protagonista es presentado como un burlador burlado, y a medida que pasan los días, los sangrientos asesinatos construyen una realidad de la cual -inevitablemente- este hombre no puede escapar ni aun ordenando los momentos previos al descubrimiento de los cuerpos mutilados. Si bien por momentos la trama se fractura, el seguimiento del personaje central, perdido entre noticias y sangre, hacen recuperar el norte al relato. Los Onetti apuntan a un público específico, conocedor del género, al cual le acercan una estilizada, plástica y dinámica película. La banda sonora comparte, además, la gracia del sintetizador como impulsor melódico, que en los tonos más graves acentúa la llegada de situaciones que lindan con el ridículo pero que en el placer de género -culposo, fetichista- se consolida una manera de entender al cine con gran virtuosismo, pasión y amor por lo que se cuenta.
El giallo no es solo propiedad del cine italiano. Desde hace varios años, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti vienen replicando el estilo visual, las temáticas y la cadencia narrativa de aquel subgénero con un evidente conocimiento de su materia prima. Así lo hicieron en Sonno profondo (2013) y Francesca (2015). Y así lo hacen ahora con la culminación de esa trilogía, Abrakadabra. El protagonista es Lorenzo Mancini (Germán Baudino), un mago famoso y carismático que atraviesa su momento de mayor éxito, aunque siempre estuvo a la sombra de su padre, un ilusionista fallecido durante uno de sus números. Es en ese contexto que empiezan a sucederse varios asesinatos con elementos de sus trucos, volviéndose así el principal sospechoso. Abrakadabra luce como una película italiana de los ’70, algo que, al igual que en los films anteriores de los Onetti, queda claro desde el afiche y el diseño de los títulos de inicio. Si hasta los diálogos están doblados a la lengua de Da Vinci. Más allá de la evidente apuesta por el homenaje y la aplicación de fórmulas conocidas, la película funciona en la medida que adquiere vida propia por fuera de esa replicación. Hay nervio, hay suspenso, hay terror, hay buenas dosis de gore, hay vueltas de tuercas inesperadas. Todos elementos que la mayoría de las películas actuales –que se venden como “originales”- adolecen.
Abrakadabra: Nada es lo que parece. Los hermanos Onetti se despachan con el último capítulo en su trilogía homenaje al giallo y, qué decir, es una maravilla visual y estética. Para los neófitos, el giallo es un sub-género cinematográfico que nació en Italia y que tiene como máximo exponente a Dario Argento. El giallo fue una mixtura de varios géneros como el noir, el terror, el gótico y el erótico, entre otros. La estética que manejaba estaba colmada de colores saturados, sobreactuaciones, atmósferas lisérgicas y asesinos de guantes negros con serios problemas mentales. El giallo fue el padre de otro sub-género quizás más reconocido: el slasher. Los hermanos Nicolás y Luciano Onetti mamaron este cine y se puede ver desde el primer fotograma. Además, este film completa una trilogía empezada con Francesca (2015) y Sonno Profondo (2013), también dos giallos. A los hermanos Onetti los conocemos por la cinta comercial Los Olvidados, (2018) que homenajeaba al slasher duro y puro como The Texas Chain Saw Massacre (1974) de Tobe Hooper. Sin haber visto los anteriores dos filmes que completan la trilogía, debo decir como admirador de esta clase de cine que los Onetti ya dejaron de ser una promesa del cine de género nacional para ser una realidad a la que hay que darle más importancia de la que tienen. Abrakadabra (2019) comienza con un viaje al pasado: el mago «El Gran Dante» realiza su último acto en el que es asesinado por su ayudante y amigo. 35 años después, su hijo Lorenzo (Germán Baudino), también ilusionista, regresa a su ciudad para presentar su show. De ahí en más la historia se complica cuando aparece un asesino en serie que comienza su raíd criminal y todo parece señalar a Lorenzo como el máximo responsable. Desde los créditos iniciales podemos ver los homenajes que los realizadores hacen al género y al cine en general: la imagen del ilusionista con esa espiral hipnótica nos remite inmediatamente a Vértigo (1958). Pero el guiño al maestro Alfred Hitchcock no se queda ahí nomás, ya que además de tener lo usual en esta clase de productos alla italiana (asesinos con guantes, el extranjero que visita un lugar y se ve inmerso en un misterio, la investigación, la paleta de colores saturada, la música beat y tantas cosas más), el trauma del asesino nos lleva directamente al recuerdo de Norman Bates en Psycho (1960). Además de la atmósfera que recrea la década del 70 de forma impecable por la corrección de color e, incluso, la distorsión del sonido para que estemos ante una obra de esa época, el plus es el doblaje al italiano de los actores. Igualmente, tanto el cine de Hitchcock y el exploitation al que remite directamente The Wizard of Gore (1970) son sub-géneros que nutren al giallo, como así también el giallo los nutre a ellos. Es como si el círculo se cerrara y el cine nos enseñara que, viviendo de manera holística, el enriquecimiento cultural es mayor y más fructífero. Si hay algo que reprocharle a Abrakadabra (2019) y a los Onetti es que el personaje de Lorenzo no tiene un peso dramático como los personajes de, por ejemplo, Darío Argento. Pero siempre hay tiempo para perfeccionar. Además, así como la magia, el cine es un ejercicio de ilusión. Y en el ilusionismo (como en cualquier aspecto de la vida) la práctica hace al Maestro. Y los hermanos Onetti lo saben más que nadie y, más importante, van por el camino correcto.
Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti ( Los olvidados) decidieron hacer un homenaje al giallo con Abrakadabra. La película gira en torno a un mago que está presentando un show en un importante teatro cuando queda involucrado en una serie de asesinatos. Los directores demuestran en el film un conocimiento profundo de este género italiano, que cuenta entre sus exponentes más famosos a Darío Argento y Lucio Fulci. Desde los planos elegidos, la iluminación, el vestuario y el maquillaje hasta los diálogos en italiano, todos los elementos apuntan a una prolija recreación de sus formas y tópicos. La película resulta entretenida y con una estética atractiva, pero queda la curiosidad de lo que los realizadores podrían haber logrado si hubieran experimentado con los límites del género.
Es la última película de una trilogía titulada “Giallo” como el célebre género policial italiano de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti que ya realizaron “Sonno Profondo” y “Francesca”. Y el recordado “Los Olvidados” filmado en las ruinas de Epecuén. Los directores, que con un bajo presupuesto, y desde Azul logran una estética del género muy bien realizada, con un lenguaje bien logrado, muy buenas tomas y una serie de asesinatos en poses y situaciones siempre surrealistas, ya se transformaron en unos verdaderos expertos en un género y lenguaje que tiene a muchos adeptos. Pero en este caso lo más flojo tiene que ver con el guión, como si fuera un tema que solo es un soporte de todas sus ideas visuales llamativas y vistosas. No hay una coherencia y un verdadero desarrollo de lo ocurre con respecto a este mago que heredo una tragedia que ahora se multiplica. Y al fallar este soporte no se logra un crescendo del miedo o del terror que si tenía el género en sus mejores exponentes.
Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti son una sensación nacional dentro del cine de terror. Se dieron a conocer con el giallo Sonno Profondo y Francesca (mi reseña) para luego dar el salto hacia el slasher estilo americano con Los Olvidados (reseña), con el cual probaron las mieles un tanto más mainstream que sus habituales proyectos. Abrakadabra, su film más reciente, propone un regreso a sus raíces, que nunca abandonaron del todo, en el que resulta su homenaje al giallo más auténtico y celebratorio de todos los presentes en su filmografía, con una historia convincente y rebosante en estilo y sangre.
Invisible a los ojos. Algunos pensarán en plagio y otros en homenaje, lo cierto es que los hermanos Onetti vuelven a demostrar una avidez con el cine de terror de antes y la predilección en las coordenadas del “giallo”, reinado de grandes y notables directores como Dario Argento entre otros. La estética es la que domina frente al argumento y tal como sucediera con sus anteriores películas como Francesca es el idioma y la no correspondencia con lo que la imagen muestra el plus que sumerge tanto la trama como al espectador en esta suerte de viaje nostálgico por un género ya pasado de moda. Lo de pasado de moda va en contraste con la última operación rescate a partir de la relectura y aggiornamiento de un clásico como Suspiria. Mucho más pretenciosa y con un presupuesto seguramente superior al de este caso, donde los códigos del policial y elementos característicos del “giallo” se respetan de cabo a rabo. Y también de cabo a rabo, una galería de personajes variopintos desfilan en esta historia que involucra el acto de magia como una falsa puesta en escena, algo visible a los ojos que sin embargo no se puede ver y que forma parte del truco, así como la idea de un falso culpable para hacer de lo derivativo un juego y de lo deductivo una ironía. Eso ocurre en Abrakadabra, un opus plagado de muertes truculentas, algunas ideas sueltas y mucho color que se dispersa entre personajes que hablan en italiano y fantasmas del cine viejo que si bien nunca aparecen en escena o corporizados son invisibles a los ojos de una cinefilia rabiosa.
El subgénero conocido como giallo nunca se quedó en Italia, donde nació y se desarrolló gracias a directores como Mario Bava y Dario Argento. Fue tomado por cinematografías de distintas partes del mundo, y hoy goza de una importancia y un respeto impensandos hace décadas. En Argentina también pegó fuerte entre una generación de cineastas. Principalmente, a los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, quienes filmaron sus propios gialli: Sonno profondo y Francesca. Una trilogía que cierra con el estreno de Abrakadabra. Lorenzo Mancini (Germán Baudino) es el mago del momento. Su carisma y sus trucos cautivan al público, sobre todo a las mujeres. Pero cuando está por brindar uno de sus shows más esperados, comienzan a suceder una serie de asesinatos brutales, realizados mediante elementos de trucos de magia, como guillotinas. Lorenzo no tiene manera de conocer al responsable, pero se vuelve blanco de las sospechas por parte de la policía. ¿Quién será el asesino? ¿Tendrá que ver con la muerte de su padre, El Gran Dante, ocurrida treinta y cinco años atrás y en medio de un espectáculo? Como en sus anteriores opus del subgénero, los Onetti toman la esencia del giallo, pero sin caer en el homenaje fácil o el guiño para los entendidos. Desde los créditos iniciales hasta los del final recrean la estética visual y sonora, los tópicos -asesinatos tremebundos, criminal enigmático, un protagonista vinculado a las muertes, hermosas mujeres-, y también está doblada al italiano y fuera de sincro (a propósito, para acercarse lo más posible a aquellas producciones). Otro mérito de los directores es haber convertido a la ciudad de Azul, de donde son nativos, en una verdadera villa italiana, atractiva de día y siniestra por las noches. Otro elemento crucial del giallo es su final, con vuelta de tuerca desconcertante. Abrakadabra ofrece una resolución tramposa, pero vista como una continuación de capturar la esencia de aquellos films, puede funcionar a su manera. Germán Baudino (que venía de actuar para los Onetti en Los olvidados y en otras películas de terror nacionales) aquí puede lucirse como un antihéroe atormentado por traumas de la niñez, acosado por un verdugo implacable. María Eugenia Rigón aporta belleza, sensualidad y una buena dosis de misterio. Abrakadabra no precisa de grandes trucos para ser otro buen giallo digno de los ’70, como los directores saben hacer, y una buena muestra de cómo hacer un film estilizado aún con bajo presupuesto.
Un “giallo” al modo argento Si hay algo que se puede decir con certeza es que el trabajo de Nicolás y Luciano Onetti es único dentro del panorama actual del cine argentino. Con una carrera que en apenas siete años ya acumula cuatro títulos -a los que pronto se sumará la remake cinematográfica de El pulpo negro, famosa serie de la televisión argentina de los años ´80 protagonizada por el gran Narciso Ibáñez Menta-, estos hermanos son los representantes vernáculos del giallo. El último de sus trabajos es Abrakadabra, cierre de una trilogía que incluye a las películas Sonno profondo (2013) y Francesca (2015), todas construidas sobre el molde estético del famoso género italiano, combinación de horror sobrenatural y policial sangriento que tuvo su auge entre los 70 y los 80. De todos esos elementos se constituye Abrakadabra, convenientemente ambientado en la ciudad de Turín a comienzos de los ´80 y con eje en la figura de Lorenzo Mancini, último heredero de una estirpe de grandes magos. Un linaje signado por la tragedia. Es que treinta años antes y siendo todavía un niño, Lorenzo vio morir en escena a su propio padre, El gran Dante, mientras intentaba el truco de detener con los dientes una bala disparada directo a su cara desde unos pocos metros de distancia. El mundo de la magia le sirve a los Onetti como marco para desarrollar a gusto la truculencia del giallo. Ardides que no solo tienen que ver con los mecanismos propios de la magia que un asesino, invisible para el espectador, utiliza para crear un círculo de muerte en torno a Lorenzo, si no con el arsenal de recursos clásicos usados en este tipo de películas. Puestas de cámara radicales para extrañar el punto de vista; violentos zoom-in hacia las caras y los ojos de los personajes; una paleta cromática saturada y virada al rojo para enardecer el clima del relato; el plástico trabajo sonoro de doblar al italiano las voces de los protagonistas y el foley intencionadamente artificial; una gran tarea de arte y reconstrucción de época. Juegos que abrevan directo de los originales de Darío Argento, Lamberto Bava o Lucio Fulci, entre otros. Aunque Abrakadabra es una muestra evidente del potencial de estos directores y productores, es muy difícil apartarse de esa deliberada intención de calco que habita en ella. Que por un lado tiene mucho de homenaje, pero que también funciona como límite.
Presentada en el último festival de Cannes como parte de la sección “Upcoming Fantastic Films”, la reciente creación de los hermanos Onetti ofrece un ritual de magia y sangre que incluye misteriosos asesinatos y posee una inconfundible estética setentosa. La cuarta película de Luciano y Nicolás Onetti -que vienen de presentar ‘Los olvidados’ en la plataforma Netflix- se titula “Abrakadabra” y clausura la singular trilogía Gialloque comenzara con “Sonno Profondo” (2013) y continuara “Francesca” (2015). El giallo, es un famoso subgénero italiano, heredero directo del thriller y del terror hollywoodense de los años ‘60, caracterizado por plasmar mundos violentos y profanos. Maestros italianos como Darío Argento, Mario Bava y Lucio Fulci dieron vida a estos dantescos universos de sangre y crímenes por doquier, que constituyeron todo un emblema de la industria cinematográfica con bajo presupuesto de los años ’70. Los realizadores argentinos demuestran su cinefilia hacia un subgénero hoy semi perdido, pionero de un estilo inigualable. Las marcas de culto de una concepción bizarra y fetichista están omnipresentes en esta película, que tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, celebrado el pasado mes de octubre. El amante del giallo recordará con nostalgia el camino trazado por ciertas obras de culto, precursoras del slasher y en donde se evidencia un uso visceral y lujurioso de la violencia. Como es usual en este tipo de relatos, el enigma que se develará al final, al tiempo que el delirio y el descontrol se apoderan de la trama para –literalmente- acribillar cualquier tipo de decoro posible, gracias a altas dosis de violencias y un sentido lúdico del morbo. Gracias a una elaborada puesta en escena y apoyado en una cuidadísima fotografía, en cuyos tonos, sombras y texturas se evidencia un estilismo notable, “Abrakadabra” juega con los nervios del espectador sólo como los grandes exponentes del género saben. El uso de la banda sonora como efecto dramático que potencia el suspenso consolida la propuesta, en donde sus autores hacen gala de un virtuosismo y una inventiva visual notables. La dupla de realizadores demuestra un contundente manejo del lenguaje audiovisual para poner de manifiesto toda una serie de guiños a las obras predecesoras, portadoras de un cine en cuyo ADN se recrean universos altamente perturbadores. El artilugio cinematográfico en estado puro.
En cuarto film de los hermanos Onetti, "Abrakadraba", es otro buceo de los realizadores por las aguas del giallo, con el agregado de un estilo personal que fueron desarrollando a través de sus películas. Luego de tomarse un receso con la excelente y subvalorada Los olvidados (que pronto tendrá su secuela), Luciano y Nicolás Onetti, vuelven con fuerza al estilo que los parió como cineastas. Hablamos del giallo. Pocos subgéneros tienen un estilo tan propio y reconocible como el giallo. Aquel típico film de suspenso/terror/misterio proveniente de Italia, con auge a finales de los ’60, los ’70, e inicio de los ’80, marcado por la literatura Pulp, y el cine explotation. Mucho se teorizó sobre él; disertaciones, documentales, y hasta textos recopilatorios (como el inminente e imperdible "Giallo: crimen, sexualidad y estilo en el cine de género italiano" editado por Carlos y Natalio Pages junto a Álvaro Bretal); hablando de sus alcances y lenguajes en contextos. Nicolás y Luciano Onetti también hicieron lo suyo. En 2013 filmaron "Sonno Profondo", una propuesta que imitaba hasta al mínimo detalle los giallos clásicos, sobre todo las obras más populares de la máxima referencia Darío Argento. Dos años después, con "Francesca", ya no sólo se hacían habitúes del festival más prestigioso de cine de género de la región, el Buenos Aires Rojo Sangre, sino que afianzaban aquel homenaje a títulos como "Rojo profundo", y "Tenebre", repitiendo la detallista fórmula con los ojos puestos en el giallo. Ahora,"Abrakadabra", filmada en 2018, presentada en el último BARS y otros festivales alrededor del mundo en el que se alzó con premios y menciones, y que logra finalmente un limitado (ojalá se extienda) estreno en el BAMA, completan una trilogía centrada en el homenaje explícito a aquel subgénero al que decididamente aman. Aunque como todo cierre de trilogía ¿Quién nos dice que no puede continuar? La historia de "Abrakadabra" es bien básica y a tono con la propuesta de un giallo; muerte del pasado, herencia, sucesión de crímenes en el presente, incriminación al protagonista. Misterio detectivesco a resolver. Treinta y cinco años atrás, El gran Dante, un exitoso y prestigioso mago muere en medio de un show mientras llevaba a cabo un truco desafiante. Su hijo Lorenzo (Germán Baudino), siguió sus pasos con la ayuda de Antonella (María Eugenia Rigón) la clásica asistente que todo mago necesita. Para el aniversario de la muerte de Dante, comienzan a sucederse una serie de cruentos crímenes relacionados con aquel hecho, y en el circulo de Lorenzo, lo que lleva a los investigadores a pensarlo como el principal sospechoso. Lorenzo, un personaje turbio, alcohólico adicto, ególatra como todo artista, extravagante y transeúnte como todo feriante; deberá descubrir quién se esconde detrás de esos asesinatos antes de que sea tarde; y antes de su gran presentación en un importante teatro. Con la sospecha de que su propia mente y su propia personalidad, le pueden estar jugando una mala pasada ¿Realmente es inocente? Como es costumbre en los Onetti, "Abrakadabra" tiene todo lo que un giallo debe tener, al punto del regodeo o paroxismo. El detalle del idioma italiano con subtítulos ad hoc; la voz doblada en post producción y con el típico desfasaje de esas producciones que se filmaban en italiano y se doblaban al inglés, o viceversa; los filtros de colores expresionistas, y el juego con las sombras y el negro remarcado como cuero; la sangre espesa como tempera; el maquillaje extremo, y el vestuario y peinado reconocibles; las luces; el montaje cortante; y por supuesto la música a cargo del propio Luciano Onetti que envuelve y remarca los momentos de exaltación a modo de golpe de efecto. El guion también es devoto del género. Un relato policial negro, con muchos personajes que pueden ser sospechosos, incluso el propio protagonista. La creación de estos personajes en un clima turbio pero de ambiente de fotonovela (acá, otra vez, la música es fundamental); casi una porno setentosa sin el sexo explícito. En la marcación actoral y el casting también encontramos las referencias. Todos los actores parecen salidos de ese ambiente. Desde el look germano/escandinavo de Baudino (el protagonista extranjero de los giallos, como John Saxon), hasta el rojo furioso y cuasi pin up de Rigón. Todo el elenco se amalgama a esta propuesta y cumplen su labor más que correctamente. Como en un buen giallo, el ritmo jamás se detiene, las muertes son impresionantes, y nosotros como espectadores estamos ahí aferrados a la butaca como otros detectives de este lado de la pantalla. Pero hay algo que hace a "Abrakadabra" aún mejor que "Sonno profundo" y "Francesca". En aquellos, los Onetti parecían demasiado atados a las referencias puntuales, al guiño explícito a las películas más populares y reconocibles, como el alumno que quiere contentar al maestro. En "Abrakadabra", luego de un paso fuera del giallo como "Los olvidados", y luego de dos experiencias propias, perfilan un estilo propio, una marca personal, que amalgaman perfectamente con el subgénero al que adoran. La ambientación ambigua, que marca un limbo entre Italia y Buenos Aires, entre el pasado y el presente; el desarrollo y las facetas que despliegan los personajes; y un humor muy sutil y bienvenido; no pertenecen a ninguna película anterior, son propios del sello Onetti. Lo mismo sucede con una búsqueda referencial anterior a los clásicos de Argento que colocaron al giallo en el mundo. Las referencias estilísticas de "Abrakadabra" habrá que buscarlas en giallos primitivos, de esos que los verdaderos fans aprecian como gemas. "Abrakadabra" es una experiencia redonda, hecha a consciencia, con un amplio conocimiento del entretenimiento y del género; y un equipo en todas las áreas dispuesto a entregar lo mejor de cada uno. Que encima esto sea una producción independiente, y lejos está de subestimar al público bajo este concepto, le aporta el último ingrediente necesario para convencernos de ser una cita obligada en aquella sala de Diagonal Norte.
El giallo existe y los hermanos Luciano y Nicolás Onetti lo dignifican, o al menos han intentado pintar esta aldea de amarillo una vez más con Abrakadabra. Un epígrafe de Houdini servirá como disparador para una trama de asesinatos separados por treinta años, en dos épocas que involucran a un mago famoso y a su hijo. Pero el argumento es lo de menos. Lo que inunda la mirada es el profundo trabajo de apropiación que llevan a cabo los hermanos, una asimilación completa de las reglas del género que abarca todas las aristas posibles: la música, la coloración, la lengua, los variados ángulos de cámara (esa exquisita esquizofrenia del giallo en cuanto al punto de vista), las mujeres y el sexo, los cuchillos, los muñecos y los asesinos misteriosos con guantes y sombrero. Todo forma parte de un combo donde la sangre aparece sin pedir permiso en medio de acordes que caen como golpes. La experiencia de Abrakadabra como objeto fílmico nunca abandona el sentido del homenaje en un marco de lúdico anacronismo, saludable, donde lo importante es explotar la materialidad del cine en lo que tiene de sensorial. No es un cine que jode con mensajes grandilocuentes sino que apuesta por la diversión y recupera toda la dimensión de una modalidad que parece haber quedado anclada en el tiempo. Sin embargo, pese al buscado italianismo nunca se pierde de vista el color local a través de sutiles signos (una inscripción en una puerta de un baño, por ejemplo), lo que le confiere al resultado una curiosidad adicional. La invitación al goce sensorial de los asesinatos más allá de toda cuestión moral (principio genérico por excelencia) está garantizada en esta historia cuyo protagonista vive una pesadilla cotidiana con los fantasmas del asesinato de su padre. Hay resoluciones de puesta en escena que emulan a la perfección los clásicos exponentes, pero tal vez una de las fallas más visibles de la película es la moderada preparación de la atmósfera que anticipa los crímenes. Se nota una falta de fuerza previa, ese trauma infaltable que rodea a la situación del asesinato. De todos modos, esta débil perturbación es compensada con otras resoluciones visuales donde la vinculación sexo/muerte/penetración actualiza los momentos más felices de Bava, Argento, Martino, entre tantos. Y la magia a base de cajas con espadas suma un punto más en ese juego freudiano donde la muerte es homologada al pico del acto sexual. Más allá de algunos inconvenientes en el guion, la principal virtud de los hermanos Onetti es la apuesta por mantener la vigencia del giallo, con creatividad y concibiendo el espacio cinematográfico desde un lugar festivo, combinando las raíces del teatro del Grand Guignol, con su representación naturalista del horror, con crímenes que evocan el esplendor de un género que supo ser hijo del más bello artificio en los sesenta y los setenta fundamentalmente. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
POR LA TEXTURA (Y LA MAGIA) DEL GIALLO Un mago (Germán Baudino) regresa luego de 30 años a un teatro de Turín en donde su padre fue asesinado supuestamente por su asistente en un acto de magia. Ni bien llegado al lugar, una serie de crímenes se volverán a producir en su entorno. Abrakadabra, tercer giallo de Luciano y Nicolás Onetti (los anteriores fueron Sonno Profondo y Francesca) exhibe las mismas virtudes que sus trabajos previos. De ahí que puedan apreciarse el acertado trabajo con la textura del color que remite directamente a los años 60 y 70, un cuidado diseño del arte y una buena banda de sonido (Luciano es el encargado de llevarla adelante). Asimismo, esta vez podemos sumarle actores principales (Baudino y María Eugenia Rigon) con un óptimo desempeño, más sus ya tradicionales actores de Azul, ciudad en donde se filmó la película. Los problemas radican en algunos pasajes del guión, principalmente cuando nos acercamos al final, que resulta un tanto confuso y llega de manera apresurada, aunque hay que tener en cuenta que la mayoría de los giallos italianos del 60 y 70 tenían también este inconveniente. Del mismo modo, si bien las muertes son atractivas desde la puesta en escena, algunas son muy plásticas desde lo estético (la escena en que la actriz Clara Kovacic es decapitada) y no están tan elaboradas en los momentos previos para ir escalando la tensión, factores que en el subgénero eran claves. Más allá de esto último, las películas de los Onetti siguen conservando su encanto y ojalá vuelvan al giallo en algún momento, ya que por lo que comentó uno de ellos, su idea es ir hacia otros subgéneros dentro del terror. Lo positivo es que seguirán filmando y con Abrakadabra demuestran tener un piso de capacidad y habilidad para releer y actualizar materialidades genéricas.
Vuelven a la pantalla grande los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, sus últimos trabajos fueron: en marzo de 2018 “Los olvidados” y en septiembre de 2017 "Francesca". Una vez más estamos frente al giallo italiano y subgénero de terror. Visualmente propone un buen suspenso, con colores saturados y momentos oscuros, que se va entremezclando con cuerpos decapitados, sangre, escenas eróticas y una música que acompaña cada situación que lo requiera, una atmósfera surrealista y una vuelta de tuerca al final. Ideal para los seguidores y fanáticos de este género.
Homenaje al Cine Giallo. Crítica de “Abrakadabra” de Luciano y Nicolás Onetti. Lorenzo Mancini, un mago famoso y carismático que atraviesa su momento de mayor éxito, aunque siempre estuvo a la sombra de su padre, un ilusionista fallecido durante uno de sus números. Es en ese contexto que empiezan a sucederse varios asesinatos con elementos de sus trucos, volviéndose así el principal sospechoso. Por Bruno Calabrese. El cine giallo es un sub-género cinematográfico que nació en Italia cuyo máximo exponente es Dario Argento. Reúne un mix de varios géneros como el noir, el terror, el gótico y el erótico, entre otros. Se destacaba por su estética; colmada de colores saturados, sobreactuaciones, atmósferas lisérgicas y asesinos con serios problemas mentales. Se lo reconoce como el padre de otro sub-género: el slasher. Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti vienen replicando el estilo visual, las temáticas y la narrativa de aquel subgénero, demostrando un gran conocimiento del mismo. Sonno profondo(2013) y Francesca (2015), sus filmes anteriores, son fieles exponentes del cine giallo. Abrakadabra, la culminación de la trilogía, continúa en la misma línea.. La película comienza con el mago «El Gran Dante» realizando su último acto en el que es asesinado por su ayudante y amigo. 30 años después, su hijo Lorenzo (Germán Baudino), también ilusionista, regresa a su ciudad para presentar su show. La vida del mago se complica cuando aparece un asesino en serie que comienza su raíd criminal y todo parece señalarlo como el máximo responsable. La escenografía y el vestuario recrean la atmósfera de la década del 70 de manera impecable. La corrección de color y la distorsión del sonido hacen que tengamos la sensación de estar ante una película de esa época, con el agregado del doblaje al italiano de los actores. La banda sonora acompaña acorde a la época, con ritmos beats y sintetizadores funciona como complemento ideal a la hora de rendir tributo a la estética propia de esos tiempos. Pero más allá de eso, tiene una historia atrapante, con vueltas de tuercas interesantes, sangre y un suspenso atrapante. Abrakadabra es un muy buen homenaje a un sub-género que en la Argentina tiene una importante legión de fanáticos, en la cual se nota la pasión y el arte de los directores por el cine giallo. Puntaje: 80/100.
Que se puede decir de esta producción audiovisual, que es de todo menos una película, todo es tan descartable que si lo hubiesen hecho premeditadamente no podría ser peor. Empecemos por las actuaciones, el naturalismo no le fue pedido a Tales de Mileto, eso seguro, pues destila antinaturalismo a ultranza. Pero esto para muchos sería un detalle. Nada es creíble desde este rubro. Continuemos con qué filmar, en tanto planos que se eligen, planos y contraplanos que se utilizan envejecen sin exagerar 125 años, con los personajes mirando a cámara, sin terminar de establecer si es una subjetiva o qué. Todo para narrar una historia ya vista mil veces. Existe, pero en este caso es muy de todo menos atractiva, mínimamente confusa y simultáneamente previsible. Muy difícil de lograr, sin lugar a dudas. Pero es un filme argentino, único lugar en el mundo que se conjugo una gran recesión con hiperinflación, (no estoy hablando de la actual, esto es un DEJA VU). Pero esto es otro detalle. Ni hablar de la utilización de la música, manipuladora sobre lo vacuo, incita a que prestemos atención sobre la nada absoluta, remarcando lo inexistente, además de utilizar los exabruptos sonoros para, en este caso, despertar al espectador. No es una mala banda de sonido, pero, sinó existiera, daría lo mismo, detalles al margen. Empieza en 1951, el Gran Dante, un prestigioso mago, muere “accidentalmente” durante un arriesgado truco de magia. Va haber un acusado, un culpable. Treinta y cinco años después su hijo Lorenzo, también mago, presenta un show en uno de los teatros más importantes de la ciudad. El mismo en el que murió su padre. A partir de aquí comenzarán a sucederse una serie de asesinatos que intentarán incriminarlo. Lorenzo deberá descubrir quién y por qué busca involucrarlo. Debería ser un thriller, pero tiene menos suspenso que Heidi, de hecho las imágenes también quieren ser escatológicas, truculentas, el punto es que el departamento de maquillaje logra que mueva a risa. Detallito. Por último, la frutilla del postre, el filme supuestamente argentino, transcurre en los albores de la década de los ‘80, gobierno de facto. Los autos llevan patentes que recién vieron la luz durante el “gobierno” de Carlos I de Añillaco, después del salariazo. (¿Cómo no hubo?). Hablada en italiano, pero los diarios están escritos en inglés, pero son simples pormenores, quien se fija. Decididamente se puede decir que no es mala, es peor. ¿Existe esta calificación? Pues no prevalece la sensación de haberse aburrido, sino de haber perdido el tiempo. Y ya se sabe que se dice de lo que vale
Un "giallo" argentino Los hermanos Onetti estrenan una novela policíaca de estética y climas exquisitos que remiten al cine de Dario Argento y Mario Bava El Gran Dante, un prestigioso mago, muere accidentalmente durante una performance en la que intenta llevar a cabo un arriesgado truco. Treinta y cinco años después su hijo Lorenzo, también ilusionista, presenta un show en uno de los teatros más importantes de la ciudad, mientras una serie de violentos crímenes lo colocan en una situación comprometida. Luciano y Nicolás Onetti ya habían incursionado en el giallo (género netamente italiano que fusiona el policial con el horror, utilizando grandes dosis de sangre) en anteriores trabajos fílmicos como Sonno Profondo o Francesca. En esta oportunidad, agregan a la experiencia de tensión y sordidez, una estética setentosa, bien visible desde la dirección de arte, la fotografía y los encuadres, logrando una atmósfera cautivante y efectiva. Play (Tráiler de Abrakadabra) Esta carta de amor al cine de Dario Argento es además una producción que recrea a la perfección todos los clichés del subgénero: colores saturados, sonidos chirriantes, un asesino que no se deja ver, crímenes súper elaborados, zooms imposibles, pantallas divididas, efectos ópticos, banda de sonido heredera de Goblin y una resolución rebuscada y retorcida. Seguramente los cultores de este tipo de historias, aquellos que crecieron disfrutando de Fulci, Bava y Martino apreciarán mucho mejor los homenajes. Pero para quienes sean neófitos, el lisérgico largometraje de los hermanos Onetti puede servir como puntapié inicial para adentrarse en un universo fílmico color rojo profundo. Está claro desde los psicodélicos títulos que inician el largometraje que no estamos ante una superproducción. Sin embargo eso no es un inconveniente. La película hace del bajo presupuesto una virtud, aprovechando el juego de luces y sombras para mostrar solo lo necesario y dotar a las secuencias de un clima de clase B que le sienta muy bien. Es sin dudas una producción que crece en intensidad a medida que avanza el metraje y que destaca de la media del cine nacional. La transformación de una ciudad argentina en un decorado europeo, sumado al doblaje en italiano, hacen del visionado del filme una experiencia surrealista e hipnótica. Un viaje en el tiempo a la época del cine de barrio en continuado y las trasnoches macabras. Germán Baudino tiene una presencia, un rostro y un tono ideal para este tipo de trama, logrando con su papel, hacer dudar al espectador sobre su real inocencia y verdaderas intenciones. Abrakadabra es una perlita a descubrir en la cartelera vernácula, la muestra de que con pasión y talento es posible hacer un cine distinto y atractivo.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Critica emitida en radio. Escuchar en link
Lo nuevo de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, Abrakadabra, es otra carta de amor al giallo italiano, esta vez con una historia enfrascada en el mundo de la magia. Después del slasher Los olvidados, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti regresan para completar su trilogía giallo. Abrakadabra es el nuevo exponente que homenajea al subgénero tras Sonno Profondo y Francesca, ambas dirigidas por Luciano. La trama que gira en torno a un mago (hijo de otro mago que supo ser prestigioso pero murió en medio de un acto propio) resulta bastante simple, demasiado, más allá de que al principio parezca enrevesada y algo recargada, y sin embargo funciona porque dentro de su universo todo cobra sentido y cierra. No obstante, más allá de su efectivo guion (escrito por los hermanos junto a Carlos Goitia), lo que se destaca no es otra cosa más que el estilo. Si bien ya lo habían hecho antes, acá está llevado a un nivel de recreación llamativo a la hora de presentar una película como si fuese de la misma cuna donde floreció el subgénero que tanto aman los Onetti. En un ejercicio de estilo que sigue perfeccionándose, Abrakadabra está en cada detalle, desde el doblaje y los créditos en italiano, hasta los planos y movimientos de cámara, los looks de las actrices y la paleta saturada de colores. La música, compuesta por Luciano, termina de acentuar los climas buscados. En medio de esta serie de asesinatos sangrientos realizados por una figura misteriosa que no se revelará hasta el final, la resolución (sin adelantar nada), finalmente, se corre un poquito de ese eje y termina revelando una trama bastante simple de resumir. Aunque ese tipo de resolución narrativa más allá de efectiva pueda resultar algo decepcionante, el viaje que los Onetti nos tienen preparado hasta llegar a destino es más que suficiente para saber que valdrá la pena. También por ahí le falta un poco de construcción y dimensión a su personaje principal, de todos modos Germán Baudino se desenvuelve muy bien en su papel protagónico. No hace falta aclarar que convencerá principalmente a los seguidores de un subgénero que desde el nacimiento fue mutando hasta llegar a convertirse en uno que sigue reglas muy precisas y alejadas de todo registro realista, especialmente el que afloró durante la década del ’70 que más influye en los Onetti.
El giallo es un sub-género que comenzó su vida en el cine italiano a comienzos de los sesenta con La chica que sabía demasiado (1962) del director Mario Bava. A comienzos de los setenta llegaría su popularidad gracias a Dario Argento y su opera prima, El pájaro de las plumas de cristal. De ahí el giallo tendría su época de oro y después iría desapareciendo, no del todo, hasta convertirse en una sombra, como esas que pululan en estas historias llenas de locos y asesinos. ¿Qué distingue al giallo del resto de los sub-géneros? Su aspecto visual, son películas que son hermosas de ver. Su sexualidad libre, los personajes lo viven sin problemas. Sus escenas de suspenso, que son pruebas de tener artesanos inteligentes detrás de cámara. Y sobre todo sus extrañas tramas que muchas veces dejan, a propósito, miles de cabos sueltos. Al punto de que se les critica que muchas veces no tienen sentidos o que tiene agujeros de guion grandes como un queso. Son también hijas de su época y por eso en cierto sentido son irreproducibles. Toda esta introducción es necesaria para entender un poco a Abrakadabra, el nuevo trabajo de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, que, no se confundan, son argentinos. A pesar de estar hablada en italiano y que su estética remita a una estética más bien asociada al v.h.s, lo cierto es que la película es cien por ciento nacional, parte de la trilogía giallo comenzada con la experimental Sonno profondo y Francesca. La historia no es tan simple como parece. Dante el mago muere en medio de uno de sus espectáculos. Treinta y cinco años después su hijo (German Baudino), también mago se convertirá en protagonista de una trama llena de extraños asesinatos. No hay mucho que criticarle a esta nueva propuesta de los Onetti porque lo que buscan lo consiguen. Si, parece un giallo de principios de los setenta, si los actores hasta parecen de aquella época y los directores siguen a raja tabla los mandamientos de este sub-genero. Tantos cinéfilos como fans van a disfrutar de cada plano de Abrakadabra porque esta cuidado cada detalle de la puesta en escena y porque se nota que los que están detrás de cámara se criaron con este tipo de películas. E incluso sirve como introducción para los que nunca vieron un exponente de este sub-género y hasta es un caso más de como en el cine fantástico nacional no paran de salir ejemplos de películas arriesgadas.