Pablo Fayó, hace ya tres décadas, comenzó a publicar sus páginas en la revista Fierro, uno de los íconos pop del cómic de su generación. El amaba las historietas y desde pequeño estaba inmerso en ese mundo. Su genio y firmeza se destacaba en ese universo de grandes autores, hasta que en un momento, ese vínculo se apagó. Ese motor, dejó de funcionar y Fayó decidió dejar las historietas. Y se inclinó por dejar la pluma y la tinta y ponerse una guitarra al hombro. Y más que eso, decidió cantar tangos y pasar la gorra. Gran cambio, si los hay. "Algo Fayó" es un registro documental sobre este artista, quien a lo largo del film, se ocupará de describir como es su vida y alternará algún secreto o tema reservado, con el hermetismo de algunas otras ideas que le son propios y que nos generan cierta curiosidad. Vive en La Paternal, y es un hombre culto que modificó su vida, en momentos en que muchos de nosotros se hubiesen aferrado al éxito y a la comodidad económica. Detrás de las cámaras, un director (Santiago García Isler) predispuesto a la indagación con entusiasmo. Hay algunos tangos, charlas de amigos, recuerdos, fotografías, publicaciones, reflexiones sobre el mismo rodaje y un registro prolijo que a veces choca contra la voluntad del personaje principal (dice muchas veces "no voy a dar detalles de mi vida privada" y protagoniza un documental sobre él...) de proveer información. Sin embargo, "Algo Fayó" se las ingenia para ofrecer un registro atractivo, sostenido por la magnética personalidad del escritor. Su visionado es agradable y la temática, interesante. Nos queda para el final esa extraña sensación de haber conocido a una gran personalidad del mundo de la historieta, en un momento distinto de su vida, donde cuesta imaginarlo a la luz del potencial de su trabajo. Pero somos libres para elegir lo que deseemos. Y en ese sentido, "Algo Fayó" abona esa idea y transita por los caminos correctos.
¿Quién Fayó? El documental de Santiago García Isler esboza la figura de Pablo Fayó puesto en perspectiva con respecto a sus amigos y familia. A medida que le hace un seguimiento médico, musical, en fin, cotidiano al caricaturista, los entrevistados nos narran su historia con el protagonista. Así, de a poco, nos vamos enterando de sus participaciones en revistas como Fierro, País Caníbal, Cóctel, entre otras. La película esquiva temas de política e intimidades, lo que podría ser una falla porque “todo es político”, como dice uno de los entrevistados. Sin embargo, esquiva estas profundidades no sin antes brindarnos uno que otro instante de espontaneidad, como cuando su ex pareja narra el momento en que decidieron separarse por ser todavía jóvenes mientras la hija pequeña que tenían ambos jugaba en la mesa. ¿Qué Fayó? El mismo dibujante, desde el comienzo del documental, narra el malentendido genealógico de que alguno de sus antepasados Fayó se juntó con otro Fayó. Pero lo narra con una confusión que no deja entrever más que un fallo juguetón e histórico de su existencia. Como si película y dibujante se apoyaran en este detalle borroneado como punto de partida para registrar la vida cotidiana del protagonista. Hay cierta informalidad en la película, en su manera de mostrar las cámaras que graban las entrevistas, los micrófonos, que no entorpece la búsqueda particular, sino que se acompasa con el estilo del dibujante al menos registrado en el documental. Porque así como los trazos apurados de Fayó van esbozando los personajes que quedan en el día a día, Algo Fayó (2017) capta los apuros y adversidades de una filmación sin perder de vista su objetivo. La informalidad es una manera de llegar al estilo de Fayó. De esta manera, el documental esboza al caricaturista con una ligereza enriquecedora para el resultado final. No pretende ser un estudio minucioso de la vida de Fayó, sino un observador atento, que a ratos interactúa con el protagonista mas no cuestiona su silencio actual en cuanto a las caricaturas. Para los más curiosos, tal vez hagan falta más respuestas de quienes lo conocen o del mismo Fayó, pero la película cumple lo que se plantea: un paseo amistoso por la cotidianidad de este quien todavía a veces dibuja sin las pretensiones de publicar, de quien todavía reflexiona sobre sus dibujos sin la necesidad de ser expuesto. Probablemente aquí resida la fuerza de Algo Fayó que no desnuda a su protagonista, porque además éste no le interesaría ser desnudado, sino que lo acompaña en la levedad de su vida como cantante de tangos en algunos bares de la ciudad.
La historieta argentina tuvo muchos exponentes a lo largo de los años. Algunos de ellos no necesitan presentación por la relevancia enorme que tiene el autor y/o el personaje que ha creado. No obstante, y sobre todo cuando la idea es la de hacer un documental, hay ciertos autores que sí necesitan presentación, porque si se lo da por sentado se corre el riesgo de alejar al público general y limitar su historia a un nicho específico. Esa es la cuestión en la que se encuentra metida Algo Fayó Las vicisitudes de un historietista: Algo Fayó cuenta la historia de Pablo Fayó, un historietista que se hizo conocido por la publicación de su obra en la revista Fierro, y posteriormente con la publicación de libros con personajes de su autoría. El documental pone el acento no solo en su obra, sino en su vida cotidiana. Particularmente, más lo segundo que lo primero. En materia guión, cuando el documental se concentra en el oficio del historietista es cuando tiene sus momentos más logrados, donde podemos apreciar a un autor con un punto de vista muy específico a la hora de crear un personaje. Vemos cómo todo un garabato hecho en lápiz, con el aporte de la tinta, se convierte en una ilustración. Luego vemos a ese autor comulgar o estar en desacuerdo con otros colegas sobre los pormenores del oficio, al igual que lo vemos lidiar con las cuestiones engorrosas de la publicación de su trabajo. Por otro lado, cuando intenta concentrarse en el que es a las claras su objetivo concreto, el de mostrar las facetas más íntimas del artista, es donde la película exhibe sus puntos flojos. Un punto a destacar porque estas cotidianeidades son las que gobiernan gran parte del metraje. Este es precisamente el punto donde se van a dividir las aguas y quien esté más versado en la obra del artista lo va a saber aprovechar más. Aquellos que no lo estén se pueden quedar afuera, y los primeros minutos de la historia van a darles la impresión de que la narración está dando vueltas sin establecer nada concreto. No van a estar viendo a un artista: van a ver a un tipo que toma mate, va al supermercado, etc. Lo que es una lástima porque el documental se toma verdaderas molestias en ilustrar todo el cuerpo de trabajo que este hombre tiene detrás. El costado técnico no tiene muchos miramientos; es una puesta sencilla que se vale casi siempre de la luz ambiente. Se limita a ubicar la cámara delante del sujeto y que su testimonio sea el que haga todo el trabajo. Lo mismo va para el montaje; se limita a pegar un segmento con otro, un momento con otro, sin mira alguna hacia un orden narrativo o intensidad emocional. Conclusión: Algo Fayó puede resultar de interés para aquellos ávidos consumidores y conocedores de la historieta argentina. Sin embargo, representa un desafío un poco más complejo para el publico general.
Hay algo mágico cuando el cine documental encuentra “personajes” que con el solo hecho de enfrentarlos a una cámara, la mayor parte del trabajo ya está hecha. Como en esta oportunidad, que no sólo recupera una de las figuras más importantes de la ilustración local, sino que, principalmente, permite desandar los pasos de un creador. Fayó se desnuda ante el lente y ofrece su mirada sobre sus compañeros, la música, la paternidad, las enfermedades, y Santiago García Isler lo acompaña en un viaje que además incluye ilustraciones originales del artista.
"Fayó" dividido Pablo Fayó fue calificado a mediados de los años 80 como una de las jóvenes promesas del comic nacional pero, de la noche a la mañana, casi en silencio y con el mayor sigilo posible, colgó los botines y tomó otro rumbo: el de la música. Santiago García Isler (A vuelo de pajarito, 2014) reconstruye en su segundo largo documental la vida y obra del "personaje" de quien aún hoy se sigue esperando un regreso, ya no como joven promesa sino como artista consagrado. Los inicios de Fayó se remiten, como la de muchos artistas, a no ganar un concurso que le abrió las puertas para publicar sus historietas en los primeros números de Fierro. Casi de inmediato consiguió el reconocimiento, no solo de los lectores sino también de colegas y personalidades vinculadas al mundillo del comic. Pero Fayó poco a poco dejó dibujar y un día cerró para siempre el cuaderno para ponerse una guitarra al hombro y dar comienzo a una nueva aventura. En Algo Fayó (2017) García Isler formula una pregunta que atraviesa toda la trama: ¿Qué pasa en el entorno de una persona que tiene todo para triunfar pero que oponiéndose a lo que se espera de ella decide tomar otro camino? García Isler reúne desde colegas, amigos, una ex mujer y hasta la hija de Pablo Fayó para interpelarlos frente a la decisión que tomó un artista del que se esperaba todo, y de esta manera no solo encontrar una respuesta a la pregunta inicial, sino a la vez construir un retrato íntimo de Fayó, casi como si se tratara del personaje de un comic. Pese a ser un documental de los llamados de cabezas parlantes (y a priori para fanáticos, aunque esto no sea así) García Isler logra imprimirle una estructura dinámica, en la que se mezclan elementos visuales y narrativos característicos del comic con otros del género documental, pero cuyo principal capital resulta ser el propio Fayó, un personaje con un carisma y un bagaje digno de una película.
Fascinante acercamiento a la enigmática figura de Pablo Fayó, el genio de la historieta que desapareció del mapa. Pablo Fayó fue una de las apariciones más rutilantes del comic argentino post-dictadura. Sus primeras viñetas, publicadas en la revista Fierro hace más de tres décdas, rompieron con el molde de lo hasta entonces establecido, y muchos calificaron al autor de promesa. Pero unos años después, cuando todo marchaba hacia una consagración segura, el historietista dejó los lápices para dedicarse a la música. ¿Qué pasó? ¿Por qué? El documental de Santiago García Isler intenta dilucidar respuestas acompañando a Pablo en una cotidianeidad que lo encuentra cantando tango en bares, administrando el alquiler de las habitaciones de su PH, y en diversas charlas con los colegas más reputados de la Argentina que rememoran anécdotas y ensayan sus teorías sobre qué hay detrás del misterioso alejamiento de Fayó. Pablo luce cansado, cubierto por un manto de silencio que tapa sus zonas más oscuras y que ni siquiera la insistencia de su amigo García Isler logra correr. No obstante, a medida que avanza el metraje, este film por momentos caótico y desprolijo –igual que su protagonista– devela parte de la esencia bohemia y frágil del hombre detrás de las viñetas. Mucho más que una película “sólo para fanáticos”, Algo Fayó se interesa menos por el cómic en sí que en los procesos internos -y, por lo tanto, impredecibles y casi siempre inexplicables- detrás de ese misterio llamado creación.
Algo Fayó: trazos de una interesante historia de vida Hace más de 30 años, Pablo Fayó comenzó a publicar sus historietas en la legendaria revista Fierro y pronto fue calificado como una joven promesa. Su humorismo era por entonces una rareza, pero, pese a la originalidad que sus trabajos despertaron entre sus lectores, Fayó optó por decepcionarlos. Colgó el plumín y con su guitarra recorrió bares interpretando tangos marginales y sobreviviendo de las propinas de los parroquianos. El director Santiago García Isler se aventuró en este documental a desandar la historia del dibujante que devino personaje de la noche porteña puntuando los conflictos que provoca en cada entrevistado la decisión de Fayó, alguien que pocos recuerdan y que en el film va de lo cómico a lo trágico.
Peferiría no hacerlo, contestaba Bartebly, el escribiente, el personaje de Melville. La referencia que viene a la cabeza, como al director de este documental, que señala a su personaje, el dibujante Pablo Fayó, como "un Bartebly de la historieta". Fayó es un personaje fascinante. Por su personalidad, su inteligencia y su cultura. Pero sobre todo porque encarna el misterio de los que, un día, dejaron de hacer lo que hacían. Extraordinario dibujante, ilustrador, historietista de vanguardia, despertó gran entusiasmo en colegas, fans y editores hace tres décadas pero, jugando con el chiste malo de su apellido, falló. No cumplió con las expectativas. Dejó de dibujar y se puso a cantar tangos, una pasión heredada de su padre que ejecuta con talento y convicción, pero que le permite apenas cantar en bares, a la gorra, y vivir en una pensión de La Paternal compartiendo con otros una terraza descascarada. ¿Quién es este tipo?, ¿qué quiere decir que alguien como él elija vivir la vida que vive, pudiendo otra?, ¿estamos obligados a obedecer nuestros talentos? Sin demasiadas explicaciones, Fayó parece ofrecer la más radical de las respuestas: simplemente, no quiere hacer. Ni ser responsable de nada. Y vive en consecuencia. La película, en cambio, sí da algunas pistas, gentileza del protagonista y quienes lo conocen bien, entre ellos varios dibujantes reconocidos. Un film, como dice uno de ellos, sobre lo que alguien no hace. Y sus posibles porqués.
Un documental de Santiago García Isler que siguió durante meses a un famoso dibujante de historietas que abandonó la profesión y ahora se dedica a cantar tangos a la gorra tres veces por semana. Se trata de Pablo Fayó el creador de “Pamela y el extraterrestre” que se publicara en breve, trabajo recopilado por editores y amigos, “Shatero va a la guerra” y especialmente “Agapito”.Para los entendidos el mejor dibujante de la tradición de historietas americanas de su generación. Comenzó en la mítica revista “Fierro” y siguió trabajando hasta que el tango se interpuso en su camino, se dio cuenta que de eso quería vivir y dejo de dibujar. Su filosofía, su pensamiento vivo, su particular presente, vive en la terraza de una pensión, su humor, y el cariño inmenso de sus amigos y admiradores pasan por este entrañable trabajo.
Viaje desde Agapito hasta el tango. A simple vista, podrá pensarse en un error ortográfico imperdonable, pero todo aquel que conozca un poco la historia reciente del comic argentino –en particular el producido en el período dorado que va desde mediados de los 80 a comienzos de los 90– reconocerá en el título de Algo Fayó el apellido de uno de sus hacedores más originales. Ligado a la primera etapa de la revista Fierro y generacionalmente vinculado a otras figuras como Podeti y Max Cachimba, Pablo Fayó comenzó publicando en el suplemento Óxido una tira de nombre inolvidable, El perro chupamedias, concentrando sus esfuerzos como dibujante durante los años siguientes en sagas como las de Shotaro, Pamela y el extraterrestre (de próxima publicación en libro) y su creación más famosa, ese imbécil de sonrisa eterna llamado Agapito. De todo eso y de su salida intempestiva del mundo del dibujo, del refugio actual en el tango –berretín, pero también modo de subsistencia a la gorra–, y de los intentos de amigos y familiares de recuperar los originales de su obra habla el documental dirigido por García Isler. “Dibujando es Gardel. Pero cantando tangos definitivamente no lo es”, afirma el dibujante Diego Parés, obsesionado con recuperar las fuentes primigenias de Pamela y el extraterrestre. Rodado en confianza a lo largo de casi un año (García Isler es amigo de Fayó, dato nada menor al considerar el acceso a la intimidad) y con la imprescindible participación de amistades, colegas, editores, su ex mujer y su hija, Algo Fayó no intenta desenmarañar el enigma detrás del retiro voluntario de aquello para lo que parecía estar predestinado. “Hay una concepción del arte que escucho muy seguido y es que uno tiene mucha responsabilidad. La idea de que si uno tiene un determinado don o capacidad debe ejercerla porque es una especie de responsabilidad que se tiene con el universo. Algo con lo que discrepo. Bah, ni llego a discrepar. No entiendo, no sé de qué hablan”. En esa frase, registrada en la terraza de la pensión de La Paternal donde vive, se resume parcialmente el pensamiento de Fayó respecto del talento y qué se puede hacer con él. Bohemio en el sentido más tradicional y tanguero del término, su ética circula en sentido contrario al desarrollo personal en tanto potencial artístico, humano y económico a ser explotado hasta el límite de sus posibilidades. Esa lógica parece ser su anti–norte y es una buena elección de la película no concentrar excesivamente la atención en la obra (que, sin embargo, está presente en la descripción de sus colegas y en pantalla, con varias viñetas haciendo las veces de separadores) sino en la vida, respetando posiblemente los deseos del propio Fayó a la hora de ser retratado. De esa manera, el documental va más allá del posible interés del conocedor o el neófito para transformarse en el registro cotidiano de un artista que ha elegido el camino del artesano, del amateur incluso. Un paseo por Vicente López, tierra de la infancia, y la visita al hogar paterno permiten, en los últimos tramos, una caza del tesoro con final feliz: una caja enorme llena de dibujos originales, punto de partida para una futura publicación . Las caras de felicidad de Podeti y Parés desentonan con la expresión de Fayó: “No me pone muy feliz que aparezcan cosas viejas”. Sobre el final, una rendición de “Yira Yira” en el bar de Almagro donde suele cantar, acompañado con su guitarra, vuelve a contrastar al Fayó de hoy con el de ayer. Que tal vez sea el mismo, aunque se quiera pensar otra cosa.
Viñeta y fuga Ya de antemano este sugerente documental muestra el límite del propio retratado. Dice a cámara “No quiero hablar de mi vida privada”, y detrás de esa frase incómoda para comenzar cualquier documental centrado en un personaje/persona se oculta Pablo Fayó, quien en su juventud se convirtiera a fuerza de trazo y desparpajo en uno de los dibujantes de historietas argentino más interesantes y que encontrara en la mítica revista Fierro su medio para dejar una marca y de a poco transformarse directamente de joven promesa a artista, auténtico y que para los amantes de las viñetas representaba un modelo a seguir. Esa es una viñeta en la vida caótica del Pablo Fayó del presente. Un hombre sencillo que practica la libertad haciendo lo que quiere. Con su guitarra a cuestas y sus milongas en bares porteños, los tangos que interpreta aparecen como corolario de una aventura sin épica. El mito persiste detrás de la pluma y Fayó no puede explicar el porqué de una decisión que lo alejó de la historieta en un momento de gloria. No alcanza con contextualizar su derrotero errático con las vicisitudes del país, tampoco con las pendulares crisis económicas que arrastraron varias editoriales que publicaban historietas por falta de bocas de expendio como la editorial La urraca. Con esa premisa de la fuga constante, el documental de Santiago García Isler acompaña en su rutina a Pablo Fayó y sin que este se lo proponga lo confronta con su pasado de artista para extraer de su honestidad brutal alguna pista para entenderlo, algo parecido ocurre con sus colegas, editores y allegados que resaltan su capacidad e inventiva pero no pueden perdonarle ese abandono tan caprichoso. Pero a Fayó parece no importarle y como marca su filosofía de vida avanza por la ruta de la existencia sin prisa y con pausa. No lo despabila el sayo de sobreviviente y no desea porque no consume. Al igual que en sus dibujos, trazos que determinan siluetas, una desmesura saludable que no respeta formas y la confesión a cámara de las dificultades que tenía para rematar finales en sus historietas, Algo Fayó -humorada que funciona en un doble sentido por la idea de incompletud- se impregna de ese estilo: detecta los trazos de un personaje muy particular detrás de su obra; desmitifica la iconografía del artista a partir del despojo de su propio material y rompe el molde de la leyenda porque todo eso significaría darle un sentido y por ende el sentido es la ante sala del final. Hay veces que las cosas se comprenden pero no se entienden y ese es el caso de este anómalo talento que seguramente podremos encontrar al lado nuestro en un tren con destino hacia vaya a saber uno donde.
El film tiene buen ritmo, resulta didáctico, posee logradas ilustraciones, momentos atractivos, charlas y anécdotas; no falta el humor y canciones.
RECORRIDOS DE TINTA Dentro del panorama de la historieta nacional, la figura de Pablo Fayó es tan enigmática como esporádica, pero lo innegable es el valor de su obra a finales de los ochentas y noventas, con un estilo que pateó el tablero desde su aparición en la revista Fierro. Sin embargo, lo interesante del documental de Santiago García Isler que nos ocupa, Algo Fayó, es que si uno se encuentra al margen del mundo de la historieta, el origen de sus trazos y los tecnicismos que la definen como arte u oficio (un eterno debate), sin embargo logra cautivar por la fuerza de su protagonista y cómo problematiza en torno al proceso creativo y la industria de esta forma de expresión en Argentina. Lo interesante es que en su estructura, Isler utiliza distintos registros con solvencia, logrando un híbrido aunque las viñetas que van construyendo el relato no sean en todos los casos de la relevancia que se pretende a partir de las anécdotas que describe. Algo Fayó arranca con un registro que naturaliza la cotidianeidad de Fayó, a menudo interpelando al mismo documentalista sin que esto resulte extraño. Comparten un almuerzo, toman unas birras, unos mates, en definitiva, se asiste a una figura que aparece descrita a través de familiares y amigos haciendo vagas referencias a su trayectoria como historietista. De bar en bar, con un repertorio tanguero, afincado en la bohemia porteña, apenas se hace referencia a su oficio pasado. Este aparece como un elemento periférico que, astutamente, se explora con más detalle en la faceta más televisiva y estructurada del documental. Aquí a través de los testimonios de colegas y personalidades estudiosas del mundo de la historieta entendemos la enormidad de la obra de Fayó y la influencia que ha ejercido su estilo en esta expresión actualmente. También nos aproximamos a una (posible) respuesta de su alejamiento del oficio y las aristas de su vida personal, un elemento que ayuda a ilustrar las numerosas facetas del historietista más allá de su obra. La última parte del documental cierra el círculo y retoma el segmento más lúdico de la introducción, aunque toma una nueva significación tras el proceso de conocer al “personaje”. El mayor logró del documental está en cómo logra cerrar este ciclo definiendo a Fayó en su integridad sin que esto implique responder de forma directa la pregunta más resonante que es, en definitiva, por qué “colgó los botines” en torno a su trayectoria como historietista. El film da una aproximación pero cristaliza una figura enigmática que parece decir también de forma solapada que podría tener un regreso a las historietas. Es esto en parte el magnetismo que genera el documental y querer explorar la obra de Fayó, más allá de las irregularidades de las viñetas como un estructurante del relato que no siempre resulta solvente.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
El mayor logro de los documentales suele ser cuando, más allá de hablar sobre algo o alguien conocido o no, presenten una novedad, ya sea la manera de filmar, la de contar o la figura o personalidad de la que se habla. Esta combinación es la que podemos encontrar en Algo Fayó, un documental nacional sobre un mundo poco explorado como lo es la historieta argentina y, especialmente, un dibujante en particular.
¿Por dónde anda Pablo Fayó? Más vale acercarse a la película que le contiene, para saber de él antes que otra vez se piante. En verdad, anda siempre cerca, está entre todos y no hay quien no lo aprecie. Lo que llama la atención es por qué, con el talento que es, la historieta no lo haya retenido como merece. Mientras sus compañeros de ruta trazan anécdotas y admiración -entre ellos, Diego Parés, Lucas Nine y Esteban Podetti‑, lo cierto es que Fayó no comparte mismo cartel en el medio y esto es algo, vale subrayar, por derecho propio. Porque, ¿quién dijo que dibujar es cosa grata? Es un laburo de mil demonios, de espaldas torcidas y vista que se arruina. Lo dice el propio Fayó, mientras presenta la recopilación de una sus obras, rescatada del olvido por otros, nunca por él. Fayó, vale destacar, es parte de esa generación extraordinaria que transitó las páginas de historietas a partir de mediados de los '80. Dueño de un estilo propio, que actualiza los trazos de Elzie Segar (Popeye) y Herriman (Krazy Kat), Fayó dio luz a obras tal vez clásicas, como Shotaro va a la guerra, Pamela y el extraterrestre, Agapito. Las revistas Fierro, Cóctel, País Caníbal, entre otras, lo contuvieron mientras pudieron. Pero Fayó fue esquivo y se disparó hacia otros lugares, no demasiado claros pero sí personales. Ahora canta tangos, y el film de Santiago García Isler da cuenta de todo esto mientras procura no quedar atrapado por el influjo magnético de su personaje. Es decir, todo el tiempo Fayó parece querer sabotear la entrevista o el plano en cuestión: se equivoca, pierde el hilo de lo que dice, se entrevera con otros detalles. Busca excusas, en suma, que le permitan salirse de lo previsible. Al hacerlo, Algo Fayó encuentra los matices mejores de la figura que retrata. Entre los episodios que el film privilegia, está el de la visita al Dr. Chung, un acupunturista con el que el film pareciera involuntariamente construir uno de los segmentos de Peter Capusotto. Ese momento es de una tensión rara, casi cómica, pero sin embargo bien seria. Así de increíble es Fayó, en bicicleta, entre tangos, pizza y cerveza. Vos vas a comer, ¿no?, le dice al cámara. De este modo, Santiago García Isler construye un fresco que es de cariño hacia Pablo Fayó, pero también de referencia en cuanto a una época que los entrevistados reconstruyen en breves flashbacks, en procura del motivo por el cual Fayó no quiso seguir dibujando. Es decir, Fayó logra -según dice Nine‑ que se hable de él aun cuando no esté haciendo nada. Otro momento magistral es el de la emoción de Parés al descubrir originales de Fayó, algo que al susodicho apenas si le mueve un pelo, es más, parece tal vez arrepentido de haber encontrado esas páginas. ¿Por qué? Quizás porque tenga ganas de irse a cantar tangos. O porque no quiere hacer lo que de él se espera. Puede que sea así, no está claro, tampoco tiene por qué encontrarse una respuesta. Tal vez el mejor misterio esté en la visita a la casa de la infancia, allí cuando Podetti toca el timbre con la intención de ingresar, mientras Fayó huye decidido. Toda una imagen.
Algo Fayó. Nuevo documental de Santiago García Isler, dedicado al insólito y desaprensivo mundo de Pablo Fayó, que hoy canta tango en los bares porteños despreocupado del sello legendario que impuso a la historieta en los ’80. (Por Patricia Chaina (Especial para Motor Económico)) ‘Para mí el verdadero éxito es el éxito fácil, y si es inmerecido, mejor–sostiene Pablo Fayó en el documental que lo retrata: “Algo Fayó”-. Lo otro es laburo. Si no es fácil, no me gusta. Odio el éxito difícil. Si tengo éxito en algo gracias a mi esfuerzo, el cansancio me impide disfrutarlo’. Con esta consigna, el joven Fayó transitó las veredas de Vicente López y llegó a San Telmo para iluminar la mítica redacción de Fierro con personajes emblemáticos y distorsivos para la época: Agapito, Shotaro, ó Pamela y el extraterrestre. Es que la historieta de Fayó abrevó en la tradición norteamericana del ‘60, cuando eso en el país era un exotismo. Lo dicen sus amigos dibujantes Esteban Podeti, Diego Pares, o su primer editor Juan Saturain, cuando el documental ya deja claro que no se trata de un film tradicional. Y que su personaje no es un héroe de las bellas artes. O quizá si, porque “Algo Fayó” muestra un mundo donde los mandatos y las motivaciones artísticas pasan a segundo plano. En primer plano esta la vida, la que eligió Pablo Fayó desestimando habilidades para mantenerse fiel a sí mismo. A la sutileza de sus decisiones. A lo que vendrá cuando en la noche porteña, ya no viene nada más que esa claridad entre los edificios que anuncia otro amanecer. "Algo Fayó", es el segundo documental de Santiago García Isler. En 2014 estrenó “A vuelo de Pajarito”, sobre su padre, el periodista Rogelio García Lupo. Y aunque se desempeña con destreza en rubros que van desde el guion a la fotografía, “Algo Fayó” lo confirma como documentalista, ya que se trata de un ecléctico pero a la vez sólido film sobre una vida sin aspavientos, la del dibujante que “se escapó de su propio cómic y devino en personaje de la noche porteña”, como el mismo director explica. “Algo Fayó” se instala así en lo cotidiano para darle forma a una vida real, con humor real, con risas adolescentes con ecos de barrio sin luces de neón. Esa es la gracia de García Isler, mostrar a Fayó de noche en el Boliche de Roberto o en las mañanas de sol de una pensión de La Paternal. Al natural. Su padre, su hija, los amigos, los viejos dibujos, la noche bohemia. Y cuenta cómo en el umbral de éxito, Fayó colgó el plumín, y guitarra al hombro dejó el barrio. Desde entonces recorre los bares interpretando tangos “a la gorra”. Sobrevive, se ríe, canta, mira afectuosamente su pasado, y avanza hacia un nuevo día, con sencillez, con delicadeza, y juega a la vida, siempre. algo-fayo-c_8205_poster2.jpg FICHA: Dirección: Santiago García Isler / Guión: Santiago García Isler – Esteban Podeti – Horacio López / Cámara y fotografía: Alberto ‘Carpo’ Cortes / Animaciones: Pablo García Verdeja / Realización de títulos y viñetas: Lucas Nine / Una producción de Matilde Michanie / Duración: 86 min. / Calificación: ATP