Me enamora tu locura Si bien Alma, opus de Diego Rougier que tras su inusitado éxito de taquilla en Chile arriba por estos días a las salas porteñas, transita por los andariveles de la comedia romántica, su arriesgado planteo rupturista y un aceitado elenco capaz de hacer verosímil la historia, la ubican dentro del panorama del cine chileno como una película novedosa y consciente de sus propios alcances y limitaciones.
Un intento de guión bipolar. Alma (2015), el largometraje dirigido por Diego Rougier (conocido principalmente por dirigir en televisión proyectos como Costumbres Argentinas), narra la historia de amor entre Fernando (Fernando Larraín) y Alma (Javiera Contador), una joven diagnosticada maníaca depresiva y bipolar. A pesar de estar juntos desde hace varios años, Fernando en ocasiones se avergüenza de Alma y sus excéntricas actitudes y desenfrenos. El conflicto de pareja comenzará cuando ella escuche lo que no debía, un detalle que pone de manifiesto esa típica escasez de originalidad de las películas románticas. Durante la crisis de la pareja Alma conocerá a Gaspar (Nicolás Cabré), quien festejará sus actitudes extraordinarias. Si bien a Nicolás Cabré se le presentan pocas oportunidades que lo saquen del estereotipo cómico que desarrolla con facilidad, en este anodino film se lo nota incómodo. Un guión esquemático y con poca profundidad hace que nunca conectemos con el relato propuesto y de a poco todo resulta inverosímil, ridículamente infortunado. Aun así, la actuación de Cabré es mejor que las de los dos protagonistas, cuyas interpretaciones son demasiado estereotipadas. Esta coproducción chileno-argentina está llena de lugares comunes, incluso cuando recurre al metalenguaje cinematográfico, con clichés en torno al narrador y artificios a la hora de presentar a los personajes secundarios mediante breves videoclips. Alma es un largometraje cuyo guión no se enmarca ni en la verdadera comedia ni tampoco en el drama, pretendiendo ser una tragicomedia y quedándose a mitad de camino en ambos sentidos. Lamentablemente el film ni siquiera resulta entretenido, todo lo contrario: es tedioso. Los intentos de producir risa a través de lo absurdo son solo fracasos, más que parodias resultan clichés paupérrimos. Para quienes deseen ver un inteligente tratamiento de patologías psicológicas como las que aquí se plantean, se recomienda Mozart y la Ballena (2005), que sí logra fusionar el drama y la comedia con gran originalidad, resultando entretenida y existencial a la vez.
Me casé con una bipolar Comedia romántica sobre sobre la ruptura y el después de una pareja compuesta por una maniaca depresiva bipolar y un loser es la nueva propuesta de Diego Rougier (Sal, 2011) en Alma (2015), una absurda historia de amor sobre las desventuras de un matrimonio de treintañeros en una Chile "almodovariana". Alma es profesora de piano, es maníaca depresiva bipolar y está casada con Leonardo, un perdedor empleado de un hipermercado. Se conocieron de niños y desde ese primer encuentro el destino pareció unirlos para siempre (o al menos es lo que ellos creían). Un día, a raíz de una situación particular, en donde Alma escucha un comentario incompleto de Leonardo, el amor se acaba. A partir de ese momento las situaciones más insólitas atravesarán la vida de ambos protagonistas. Claro, hasta que vuelvan a darse cuenta que están hechos el uno para el otro. Si Diego Rougier había sorprendido hace unos años con el western Sal ahora regresa con un registro diferente, aunque con la misma delicadeza visual de su antecesora. En el medio hizo en televisión la versión chilena de Casados con hijos, y tal vez sea por eso que Alma está más cerca del formato de la sitcom y la denominada Nueva Comedia Americana que del cine más autoral que viene ofreciendo el país trasandino. Alma no tiene nada que ver con lo que recientemente llegó de Chile a nuestro país, aunque bastante poco por cierto. Alma, está protagoniza por la misma pareja de Casados con hijos, Fernando Larraín y Javiera Contador, esposa de Rougier, y en el reparto figuran algunos nombre de la serie además del argentino Nicolás Cabré, un "galán" que funcionará como el cable a tierra para Alma durante la separación. Rougier logra darle una estética visual “almodovariana” muy pop, utilizando una paleta de colores estridentes, intertítulos que se superponen en pantalla y una banda sonora que transita lo meloso con ritmos contemporáneos. Si la historia de Alma se hubiera filmado en Argentina entraría dentro del rango de películas como Un novio para mi mujer (2008) o Me casé con un boludo (2016), comedias livianas y pasatistas con un formato más que probado, buena calidad técnica, actuaciones que no desentonan y mucho dinamismo narrativo. Un buen resultado final que entretiene y que tampoco pretende mucho más que eso.
Nada nuevo tras la cordillera Una comedia de enredos de manual hecha en coproducción con Chile El BAFICI, el Festival de Mar del Plata y algunos lanzamientos comerciales permitieron trazar un mapa bastante exacto del fenómeno del cine chileno de la última década, ese que mundializó nombres como Pablo Larraín o Sebastián Lelio. En ese contexto, el estreno de Alma, coproducción entre aquel país y la Argentina, alumbra una zona hasta ahora prácticamente desconocida desde este lado de la Cordillera como es el cine popular trasandino. El film de Diego Rougier –la segunda producción más vista del año pasado en Chile con 198.000 espectadores– arranca con la separación de Alma (Javiera Contador) y Fernando (Fernando Larraín) después de varias décadas juntos. Este último terminará viviendo en la casa de un amigo, ubicada justo enfrente de la de Alma. La cercanía le permitirá a Rougier construir una comedia de enredos de manual, con malos entendidos recíprocos y una serie de sucesos generados por los protagonistas menos por deseo propio que por la certeza de que está siendo visto por su ex media naranja. Nada malo hasta aquí, salvo porque Alma, aun cuando su nombre invite a pensar lo contrario, tiene un punto de vista masculino que se traduce en una dosis de machismo por momentos peligroso. El film irá deshilachándose a medida que avance su metraje. El crecimiento narrativo de Gaspar (Nicolás Cabré) y una elevación del absurdo nunca del todo explotada vuelven a marcar que las buenas intenciones no necesariamente se traducen en una película lograda.
Triángulo amoroso y viajero Fernando, cajero de un supermercado chileno, y Alma, una mujer que sufre de trastorno bipolar, están casados y nada parece poner piedras en ese matrimonio. Sin embargo, cuando ella se entera de que su marido apenas la soporta y que incluso se avergüenza de ella, deja de tomar su medicación y, en una de sus habituales crisis, lo echa. Fernando vaga solitario por las calles, se refugia en lo de algún amigo que escucha sus cuitas y comienza a frecuentar boliches y mujeres de la noche. Es entonces cuando aparece Gaspar, un argentino romántico que se enamora de Alma. Juntos emprenderán un viaje inesperado a Buenos Aires y vivirán aventuras disparatadas. Mientras tanto Fernando se da cuenta de que a pesar de todo la sigue amando y decide recuperarla. Para ello deberá dirigirse a la ciudad en la que ella está con Gaspar y convencerla de que regrese a sus brazos. Así, entre alocadas situaciones e infidelidades que nunca se concretan, la historia va cobrando fuerza a través de un guión en el que abunda la picardía, algún romance frustrado y una buena dosis de simpatía y de calidez. El director Diego Rougier -un argentino radicado en Chile, donde rodó Sal, su primer largometraje, que recibió varios premios internacionales-, logró con Alma elaborar una simpática comedia romántica en la que Javiera Contador y Fernando Larrain aportan desenfado a los personajes que transitan y Nicolás Cabré sale adelante en la piel de ese muchacho enamorado de la mujer equivocada.
Esa loca debilidad El personaje protagónico es más irritante que gracioso, y la mayoría de las peripecias son forzadas. Alma se estrena en la Argentina apoyada por un dato cuantitativo: con 200 mil espectadores, fue la segunda película chilena más vista en 2015 en el país trasandino. Dirigida por el argentino -radicado en Chile- Diego Rougier (aquí dirigió la tira Costumbres argentinas) y protagonizada por el elenco chileno de ese éxito televisivo que fue Casados con hijos, se inscribe dentro de un cine industrial con gusto hollywoodense que apela a mecanismos probados. En este caso, a los de lo que el filósofo Stanley Cavell definió como “comedias de rematrimonio”, en los que una pareja consolidada naufraga y hace intentos por refundarse. Aquí, los treintañeros Alma y Fernando son pareja desde la secundaria, pero su amor tambalea por las excentricidades de ella; una metida de pata de él detonará la separación, y el resto de la película consistirá en sus intentos por reconquistarla. El mayor peso de la historia se apoya en las locuras de ella, que están justificadas por su supuesta condición de bipolar. He aquí un ejemplo más del abuso que se ha hecho de este término psiquiátrico en los últimos años: Alma puede ser una suerte de Amélie chiflada, una psicótica aniñada, una ingenua patológica, cualquier cosa salvo bipolar. Esta mujer come flores, arroja objetos por la ventana y, víctima del síndrome Memento, pega por todos lados post-its para acordarse de todo lo que tiene que hacer. Irritante, sí; graciosa, no. Y mucho menos maníaco-depresiva. Está bien: se trata de una licencia poética. Pero es la coartada para la creación de un personaje insoportable. Para que los desencuentros se prolonguen, Alma y Fernando protagonizan toda clase de equívocos, que incluyen la aparición de personajes almodovarianos y terceros en discordia (uno de ellos, a cargo de Nicolás Cabré, que hace de un porteño creído), y que son tan forzados que difícilmente consigan las risas que pretenden.
Con todos los lugares comunes del género. El cine chileno viene pisando fuerte en los principales festivales del mundo desde hace casi una década, y en los de la Argentina no ha sido la excepción. Su amplia presencia en el Bafici, coronada con el nombramiento de “País invitado” en 2013, y en el Festival de Mar del Plata, sumado a algún esporádico estreno comercial, permiten seguir el rastro de un abanico de directores que va desde los reputados Sebastián Lelio (El año del tigre, Gloria) y Pablo Larraín (Tony Manero, No, El club) hasta los ultraindies Ernesto Díaz Espinoza (Tráiganme la cabeza de la Mujer Metralleta) y Che Sandoval (Te creís la más linda…(pero erís la más puta), Soy mucho mejor que vos). Sin embargo, se sabe poco y nada sobre la vertiente más popular de aquel cine, esa que se nutre de la tracción de actores reconocidos por los espectadores locales gracias a la TV y géneros fácilmente identificables. La deuda parece saldada, al menos por este año: al lanzamiento hace un par de meses de El bosque de Karadima, de Matías Lira, se le suma Alma, de Diego Rougier, tándem que encabezó la lista de las producciones chilenas más vistas de 2015 con 306 mil y 198 mil espectadores, respectivamente. Si Lira moldeaba un drama destinado a concientizar sobre una problemática –en este caso, la pedofilia– a través del caso de un conocidísimo cura, la separación de Alma (Javiera Contador) y Fernando (Fernando Larraín) le permite a Rougier, de amplia experiencia en el ámbito televisivo argentino, vampirizar todos y cada uno de los lugares comunes de la comedia romántica en general, y de las de rematrimonio en particular. Lo que no tendría nada de malo, salvo porque lo hace con un nivel de automatismo que con el avance del metraje devendrá en deshilache. El film comienza con el alejamiento transitorio de la pareja después de varias décadas. Ella, pianista, docente y bipolar, lo echa del departamento literalmente con lo puesto. Él, cajero de supermercado y con una inocencia a prueba de todo, terminará instalándose en la casa de un amigo. Amigo que vive, oh casualidad, justo enfrente del ex nidito de amor. La cercanía servirá en bandeja una serie de enredos de manual: la aparente felación de una compañera de secundario y de la vecina exhibicionista de él –salvo Alma, todas las mujeres son exponentes tardíos de la picaresca de Sofovich: pura teta, seducción crasa y encarnación de deseo–, algunos cruces en fiestas ajenas y la aparición de un tercero en discordia (Nicolás Cabré) dispuesto a quedarse con la protagonista. Por allí también andará el amigo de Fernando enamorado de una mujer policía que, como no podía ser de otra forma en un film subrepticiamente machista, está fortísima y no tiene más de tres o cuatro líneas de diálogo. Coproducción con la Argentina, Alma se trasladará a Buenos Aires. Las situaciones imposibles que atraviesa Fernando durante el viaje –el robo de sus documentos…antes de entrar al país, sus encuentros con dos camioneras lesbianas y unos policías drogones igualitos a los Seth Rogen y Bill Hader en Supercool– y la idea de vestirlo siempre con su uniforme de trabajo marcan el sobrevuelo de un espíritu caricaturesco que sin embargo el film nunca termina de explotar. Por el contrario, la coronación del relato con el desenlace de una subtrama policial marca que Alma es, como su heroína, una película desenfocada.
DELIRIO Y ROMANCE Una propuesta chilena, dirigida por un argentino Diego Rougier, con una pareja de actores chilenos muy efectivos, la versátil Javiera Contador y Fernando Larrain, ídolos en el país trasandino. Nicolás Cabré tiene una participación especial. La historia de una mujer muy especial, capaz de comer flores, irritar a alumnos y profesores cuando da su versión de Jerry Lee Lewis con incendio de piano incluido, que necesita mensajes escritos para recuperar qué hacer y adonde va. Pero tiene mucho encanto y cuando cree que su marido ya no la quiere, un argentino se presenta por razones ocultas a robarle el corazón. Simpático entretenimiento.
El mayor mérito de “Alma” es su inocente simpatía Valga la aclaración: ésta no es una comedia romántica, al menos lo que acá entendemos como tal. Más bien es una película cómica sobre un conflicto amoroso bastante común: el hombre quiere a su mujer pero no la soporta. Cuando ella se da cuenta, sobreviene el típico "chico pierde chica" y el desafortunado "chico reencuentra chica". Sólo que acá los chicos son bastante grandecitos, y que la película no es cómica para todo el mundo. Se trata de una coproducción chileno-argentina, de predominio trasandino y humor anodino, pero en eso, precisamente, en su armazón de chistes viejos, en la falta de pretensiones y la moraleja de la resignación marital, radica su inocente simpatía. La responsabilidad y la gracia corresponden a Javiera Contador, Fernando Larrain, y el director Diego Rougier, cabezas de la versión chilena de "Casados con hijos". Con ellos va el resto del elenco, amén de una promisoria chiquita de 9 años y varias figuras invitadas de la televisión santiaguina. Junto a esta alegre troupe de formación y deformación televisiva, aparece el galán argentino capaz de levantarse a la pobre desahuciada y soportar a su madre, papel a cargo de Nicolás Cabré, que, puestos a comparar, ahí es poco menos que un actor shakesperiano. Valga el descargo, a cargo del director, coguionista, coproductor, y esposo y socio de la protagonista: "La película está plagada de personajes medio pifiaditos, como somos nosotros. Todos tienen sus fallas y sus cosas no resueltas. Me gusta que sea gente absolutamente normal en busca de la felicidad". Aparte, se agradece la inclusión de Carmen Bresky, Angélica Castro y Dayana Amigo, actrices y/o animadoras de buen ver, haciendo unos personajes bastante atractivos: una mujer policía motorizada, una ex compañerita de escuela que juega con el marido ajeno, y una vecina rubia todo el tiempo con los pechos al aire.
Amores difíciles de tolerar. Alma y Fernando (Javiera Contador y Fernando Larraín) están casados hace más de quince años, se conocieron de pequeños y el flechazo fue instantáneo. Pero el ya no se siente como antes, Alma es maníaco depresiva y a su marido se le hace cada vez más pesada la carga de llevar adelante esa situación. Alma decide echarlo de la casa cuando accidentalmente escucha a Fernando quejándose de lo difícil que es la convivencia, y en ese momento él se da cuenta de que ella es el amor de su vida y decide recuperarla. Mientras tanto Alma no pierde el tiempo y conoce a un argentino canchero llamado Gaspar (Nicolás Cabré) con quien comienza una nueva relación. Planteada como una comedia romántica liviana, con algunos gags del estilo de "Súper Secreto" o situaciones de la protagonista que recuerdan a "Amélie", la película está armada de forma simple, siguiendo la estructura de una sitcom -el director y los protagonistas interpretan la versión chilena de "Casados con Hijos"- sin profundizar ninguna situación y apostando a lo seguro. Muchas comedias románticas que están plantedas sobre fórmulas o estructuras prediseñadas han dado buenos resultados, pero este no es el caso. Principalmente porque el eje del filme está puesto en una protagonista que difícilmente logre empatía con el público. Con la excusa de la bipolaridad, Alma se comporta como una persona sin sentido común y resulta insoportable, haciendo sus gracias, una tras otra, del principio al final de la película, mientras Fernando se limita a seguirla como el pobre muchacho que hará cualquier cosa por recuperarla. Finalmente es Nicolas Cabré quien construye el mejor personaje de los tres, con un guión que no le permite lucirse demasiado. Alma es una película técnicamente muy prolija, pero armada sobre un guión que no hace más que amontonar gags y situaciones forzadas, con actores graciosos pero que poco pueden hacer con un filme mal construido.
Esta coproducción chileno-argentina, dirigida por el argentino radicado en Chile, Diego Rougier (“Costumbres argentinas”), interpretada por el elenco chileno que dio éxito televisivo a “Casados con hijos”. Uno de los ganchos para el público de nuestro país es la participación especial de Cabré. Una historia un tanto alocada, con algunas similitudes a las películas de Almodóvar y al film “Amelie ”, su guión resulta esquemático, cae en lugares comunes y lamentablemente se queda a mitad de camino.
Comedia romántica chileno-argentina, liviana y simpática, que apela a todos los clichés del género de manera consciente y humorística. Es la historia del desencuentro de una pareja compuesta por Alma, una chica con trastorno bipolar y Fernando. Con una puesta que por momentos remite a Almodóvar, cae en algunas resoluciones pueriles pero mantiene una comicidad sorprendente. También es graciosa la mirada chilena a la ciudad de Buenos Aires, vista como un lugar peligroso lleno de neuróticos malhablados.
Crítica emitida por radio.
Fernando es cajero de supermercado, y esta casado con Alma, que es una profesora de piano con un severo trastorno bipolar, lo que hace que en algunas circunstancias se sienta avergonzado por ciertos comportamientos tan inesperados como insólitos. El tema es que esto se lo confiesa a una compañera de trabajo, y -sin querer- sale al aire -(como en el ofrecimiento de las ofertas) y ella lo escucha. Por lo que le exige que se vaya de la casa. A partir de este suceso cómico e indeseado es que comienza una comedia romántica, con situaciones desopilantes, y no siempre con el mismo efecto. Tanto su director (Diego Rougier) como el personaje de Alma (Javiera Contador) -pareja en la realidad- provienen de una larga y exitosa carrera en la televisión chilena y eso se nota, ya que aporta lo bueno, y también sus limitaciones, que en este caso aparecen centradas en su intensión de apostar a lo ligero que supone la comedia. Y esto remite a que no se hace cargo de una cuestión esencial, que es la bipolaridad de Alma. Es decir, que la existencia de esa enfermedad, no genera ningún tipo de reflexión, siendo uno de los ingredientes fundamentales del film. No alcanzando por lo tanto, la profundidad necesaria para emocionarnos, cosa que es parte también del género. Paralelamente hay una serie de personajes secundarios, (el compañero del supermercado, los compañeros de colegio, las vecinas, la portera y su pequeña hija que hace de informante, Gaspar y su madre, los falsos ladrones, los policías, y el dueño de un video devenido en maleante ) que están medianamente logrados. Por lo que tiene momentos cómicos. No es casual que en Chile, Alma, haya generado tantos espectadores en su estreno en el 2015. El uso de los colores en la vestimenta vintage de Alma, acentúan su carácter irreverente, su particular modo de estar en el mundo…ese costado de terrorismo cotidiano, exagerado por momentos. Y que nos recuerda al personaje de Amelie sobre todo andando en bicicleta. Y eso se da también en la gestualidad. Conviniendo que en el imaginario cinematográfico en bastante imborrable su presencia, y que como maravilloso film a generado el modelo “Amelie”. No obstante Alma, si bien no es Gloria, -por poner un ejemplo de la comedia chilena reciente- es una propuesta que hace reír al espectador, aunque luego no haya demasiados motivos para recordarla.
Llevar adelante una buena comedia romántica no es tarea tan fácil como cualquiera pensaría. Hacer reír, emocionarse y a la vez identificarse con los personajes resulta muchas veces un desafío mayor a cualquier otro género cinematográfico. Fernando (Fernando Larraín) está casado con Alma (Javiera Contador), una mujer sumamente divertida pero que sufre de trastorno bipolar. Ella lo echa de la casa donde viven ya hace años porque se entera que él ya no la soporta y le da vergüenza. Alma conoce a un pretendiente argentino y hace que Fernando descubra que ama a su mujer. Pero ella ya no está tan cerca como él espera. El elenco de Alma es el mismo que llevó adelante la versión chilena de Casado con hijos, también dirigida por Diego Rugier. Y en Alma se nota que mucho de lo que funciona es gracias a la química entre los actores. Además de que Javiera Contador es encantadora y dota a su personaje de mucha gracia. Por su parte Fernado Larraín, logra convencer como un hombre arrepentido y enamorado, pero en muchas oportunidades resulta hasta molesto. Nicolás Cabré actúa más como una participación especial dentro de todo el embrollo, y lleva bien adelante el personaje del típico argentino langa. La historia es un conflicto básico que podemos encontrar en la comedia romántica y que si bien no nos entrega muchas escenas de buena comedia (a veces se asemeja más a una sucesión de sketchs para televisión), sí mantiene el ritmo. Su director Diego Rugier fue director de varios video clips, lo cual lo hace notar en el film al momento de acercarlo visualmente al video musical con una estética muy pop, con colores chillones y una banda sonora que transita lo romántico con ritmos contemporáneos, a cargo de dos reconocidos músicos del país vecino: Pablo Ilabaca y Camilo Salinas. Probablemente lo más débil de Alma sea que no se acerca al tema de lo maníaco depresiva que resulta ser la protagonista y queda en una anécdota a lo largo del film. Pero tampoco fue la intención de esta película al momento de escribirse. Alma es una comedia liviana (muy al estilo Me casé con un boludo) donde la efectividad radica en la buena calidad técnica, el ritmo que no logra aburrir y las actuaciones que no contrastan unas de otras. El film de Diego Rougier se convirtió en el segundo más visto del 2015 en Chile con 198000 espectadores, y si bien se aleja mucho de la Nueva Comedia Americana, en épocas de tantas malas noticias, no está de más darse una vuelta por el cine para verlo y muy seguro nos sacará varias risas.
POINTS: 4 Woody Allen once said that there’s nothing worse for a comedy actor than acting funny — and he doesn’t mean funny as in odd, but as in comical. The same truism can be applied to the genre: there’s nothing worse for a comedy than striving hard to be funny. Comedy only occurs as a result of a well-constructed set of factors, let’s say, causes and effects, which were not necessarily meant to be funny in the first place. So the fun is an effect, if you will. And that’s exactly what the romantic comedy Alma gets all wrong. But let’s get to the story first. An Argentine/Chilean co-production directed by Diego Rougier, Alma follows Fernando (Fernando Larraín), a dumb-looking, dull supermarket cashier married to Alma (Javiera Contador), a young, perky bipolar woman who can be quite charming yet also a pain in the neck. They’ve been together ever since their teen years, and while Alma still is madly in love, Fernando is sort of bored with her and fed up with her personality disorder. When she realizes he’s disenchanted, she immediately dumps him, kicks him off their home, gets off her meds, and embarks into a new single life. Eventually, Alma will meet a good-looking Argentine man (Nicolás Cabré), apparently her new soul mate, and an affair will begin to blossom. Of course that’s when Fernando understands that Alma is the love of his life, so he’ll do whatever it takes to win her back. But in the meantime he’ll enjoy some single life experiences of his own. Guess what happens in the end. Despite its highly formulaic nature, the huge problem in Alma is not that it’s predictable. That’s seldom a problem per se, least of all in romantic comedies. The trouble is, filmmaker Diego Rougier struggles too hard to infuse the film with supposedly hilarious moments left and right, all the actors act as funny as they can to the point of ludicrously overacting, each visual or verbal gag is spelled out, all the characters are roughly sketched out, comic timing is off-cue, and every single notion is absolutely derivative of Hollywood romantic comedies, but in the worst possible way. To top it all off, the lack of chemistry between the two leading actors is frankly off-putting. As for Cabré, let’s say he’s a special guest star. Of course, his character does serve a purpose in the script, but that’s as far as it goes. He has little screen time and never reaches the status of a fleshed-out individual. So you can’t blame him for his acting. And don’t get me started on the moronic jokes based on Alma’s bipolarity. I mean, bipolars don’t start dancing like crazy in manic states just because they drink alcohol at a party. That’s just too dumb. And they don’t fill walls with post-it notes reminding themselves of every single thing they have to do for the rest of their lives. They don’t suffer from amnesia. And the idea of having Alma get off her meds so that she can be funny is just not funny. One more thing: there are a couple of, let’s say, sub-plots, which have no weight whatsoever in the picture. For that matter, the whole thing is weightless. production notes Alma (Argentina, Chile, 2015) Directed by Diego Rougier. Written by Diego Rougier, Rodrigo Vergara Tample. With Javiera Contador, Fernando Larraín, Nicolás Cabré. Cinematography: Antonio Quercia. Sound: Fernando Soldevila. Music: Camilo Salinas, Pablo Ilabaca. Running time: 97 min. @pablsuarez
Dirigida por Diego Rougier, “Alma” tiene como principal atractivo para el público chileno, que tanto su realizador como sus protagonistas y algunos secundarios son conocidos por su versión local de “Casados con hijos”. Para el espectador argentino, probablemente sea Nicolás Cabré quien lleve a algunas personas al cine. Alma (interpretada por Javiera Contador) es una mujer bipolar, excéntrica en sus costumbres, infantil, inestable, impredecible. Está casada con Fernando (Fernando Larraín), su amor de toda la vida. Un día, al ser despedida de su trabajo por otra de sus locuras, lo va a buscar a su marido y lo escucha de manera casual decir que a veces se siente avergonzado de su mujer. A partir de ese momento, ella lo echa de su casa y abandona su medicación y hábitos saludables (por ejemplo, el de no tomar alcohol). Hasta que en la fiesta de una vecina conoce a Gaspar, un joven argentino (Nicolás Cabré) que parece inmediatamente fascinado por cada una de sus excentricidades y lo que empieza como un juego, como un modo de darle celos a su marido, deriva en un intento de relación que incluso los trae a Buenos Aires. Mientras tanto, Fernando se encuentra desesperado por recuperar a su amor de toda la vida. Si bien la historia de “Alma” no es muy original, la idea de Rougier es contarla de un modo disparatado. Así no sorprende por ejemplo que decida presentar a personajes secundarios a través de videoclips, pero lo cierto es que no funciona del todo (sobre todo teniendo en cuenta que en algún momento hay demasiados personajes secundarios y no todos aportan demasiado). Lo que quiere ser una historia tierna y encantadora, porque es así como se la intenta pintar de manera demasiado forzada a su protagonista, se termina sintiendo más bien ridículo e inverosímil. La idea de poner en tema a una enfermedad como la bipolaridad para reducirla a actitudes más bien infantiles y caprichosas le juega en contra. Alma no logra ser una manic pixie girl, esa chica encantadora como bien lo eran Amelie o Summer (y menciono a esta última especialmente porque hay un robo descarado a 500 Days of Summer de Marc Webb protagonizada por Zooey Deschanel); en cambio, tiende a ser insoportable y exagerada, aún en el tono en el que juega la película, su interpretación. Ella incluso tiene un segundo personaje, donde en pocos minutos provoca algunas risas más que el personaje principal durante todo el metraje. A nivel formal, probablemente los argentinos lo notemos más que los chilenos, hay problemas de continuidad a la hora de filmar la llegada a Buenos Aires, donde los trayectos filmados no tienen sentido en ese orden, pero es un detalle si se quiere. A la larga, Alma es una comedia que intenta ser original y fresca, pero en lugar de aportar algo nuevo con los ingredientes más comunes de las comedias románticas, se aprovecha de ellos hasta la exageración. Las actuaciones que interpretan sus protagonistas a la larga no distan tanto de aquellas que brindaban en la famosa sitcom, pero tampoco el guión ayuda a despegarlos de esa imagen cuando el humor al que se apuesta se termina pareciendo más al que sale de los sketchs televisivos. Es curioso que Nicolás Cabré, quizás por estar más contenido que de costumbre, termina siendo de lo mejor que tiene el film para ofrecer.
Con un logrado timming y una estructura narrativa cercana a la screwball/slaptick comedy, “Alma” (Chile, 2015) del realizador Diego Rougier, potencia su propuesta a partir de las interpretaciones de la pareja protagónica (Javiera Contador/Fernando Larraín), quienes impregnan de verosímil y naturalidad a sus personajes a pesar del patetismo y looserismo que los conforman. Alma (Contador) y Fernando (Larraín) atraviesan un momento crítico en su pareja. Si bien ella es ajena a esta “crisis”, detecta de manera sorpresiva el malestar que él siente y que continúa profundizando las diferencias entre ambos. Ante la expresión verbal en su trabajo de querer dejarla, Alma, confunde el mensaje que su marido expresara públicamente en el supermercado que trabaja. Allí la primera confusión, una que tiene que ver con el vínculo que ambos poseen, y que en el fondo profundizará los conflictos que se puedan derivar de ésta. Alma echa a Fernando de la casa en la que conviven, por lo que se va a vivir a lo de un amigo. La segunda confusión es mucho más inherente a la derivación de la primera, y tiene que ver con los nuevos vínculos que ellos establezcan con el sexo opuesto, queriendo y sin queriéndolo, configurando el contexto en el que ambos se relacionarán entre sí. Pero como esto es comedia, las dos confusiones generan una multiplicidad de microconfusiones, potenciando el gag y el punchline, y también la incorporación, acercándola a un cartoon, de un sinfín de bromas y situaciones inesperadas que no hacen otra cosa más que reforzar el vínculo que poseen entre sí. Alma es bipolar, y Rougier traza las líneas del personaje con una sencillez y una explicitación, al mismo tiempo, que otorgan a “Alma” de un ritmo vertiginoso, por momentos, y de un dinamismo que la acerca a la sitcom, rubro que el dúo protagónico y el director manejan a la perfección. La impulsividad e ingenuidad de Alma contrastan con la estructuración de Fernando, y entre ambos, en el límite de sus diferencias, se erige un muro que debe ser demolido para poder analizar el presente de la pareja y volver a reunirse. En el medio de la discusión, de las idas y venidas, aparece un galán argentino (Nicolás Cabré) que quedará prendido de la espontaneidad con la que Alma se maneja en la vida, y con la que querrá entablar una relación. Rougier cuenta el relato con una limpia dirección de cámaras, planos simples y bellos y una narración clásica, que le queda como anillo al dedo al relato en general. “Los bipolares disfrutan doblemente de la vida” dicenn en un momento del filme, afirmación válida para el entrañable personaje central, uno de esos que no se puede olvidar rápidamente y del que queremos todo el tiempo saber más. El resto de las interpretaciones es correcta, al igual que la puesta en escena y la ambición del director por emular ciertas comedias americanas (la incorporación de trazos gráficos, por ejemplo) en su afán de consolidar su propuesta, que merece ser vista por la frescura con la que se relata y la lograda composición de los personajes.
Un intento de comedia con mal timing. Se dice que el humor es indicio de inteligencia, pero aun así se requiere un gran tacto —por no decir una enorme valentía— a la hora de tratar un tema serio como es el trastorno bipolar. La producción chilena Alma se mete en estas procelosas aguas y lamentablemente no consigue sobrevivir al naufragio; ni como comedia sobre la bipolaridad ni como comedia a secas. Alma por nombre, no tanto por naturaleza Alma y Fernando llevan casados 20 años. Ella, profesora de piano y él, cajero de supermercado. Últimamente a Fernando le está molestando bastante los tics y comportamientos extraños que está teniendo Alma a causa de que padece trastorno bipolar. Un buen día, va a buscar a su marido a su lugar de trabajo y sobre escucha una conversación donde él revela que siente vergüenza de Alma. En respuesta a esto, ella lo echa de la casa, obligando a Fernando a hacer lo que sea necesario para recuperarla. Pero un argentino llamado Gaspar se interpondrá en sus planes. El guion de la película, aunque tiene una estructura marcada, con puntos de giro claramente reconocibles y algunos elementos bien ubicados, posee sendas inverosimilitudes e inconsistencias narrativas que terminan jugándole en contra. Es un retrato que trata de hablar de la bipolaridad con humor, pero sus exageraciones contribuyen a que se dé más lástima que gracia, terminando por construir una imagen superficial de la condición, tanto desde el punto de vista del afectado como de quienes lo rodean. Como si esto fuera poco, tanto las escenas “cómicas” sobre la bipolaridad como aquellas que no la aluden en lo absoluto padecen de serios problemas de timing. Los elementos están pero el Alma (cuec!) del chiste no está. También hay una subtrama con el mejor amigo del protagonista, que no conforme con carecer de gracia no guarda ninguna conexión, argumental o temática, con la trama principal más allá de que la protagoniza dicho amigo. Por el costado actoral, la película está bien actuada. Javiera Contador y Fernando Larraín entregan un nivel interpretativo más comprometido que sentido. Nicolás Cabré no está mal; no hay mucho para elogiar, pero tampoco para criticar. Si ellos no consiguen destacar o conectar con el espectador les aseguro que no es falta de talento, sino el haberlo puesto al servicio de una historia fallida y unos personajes compuestos con pereza. Por el costado técnico, la película esta decentemente fotografiada y editada, con algún que otro acierto en la dirección de arte y el vestuario, donde se destaca una gran preferencia hacia los colores chillones. Conclusión Alma, a pesar de tener sostenibles aciertos en lo técnico y lo interpretativo, termina siendo un título fallido por no generar las risas que se propone o conmover con la historia que cuenta. Era una historia que necesitaba de un guion más atento al detalle (sobre todo por la seriedad de su tema y querer expresarlo mediante el humor); tenían la materia prima para hacerlo, pero eligieron decantarse por una concatenación de tics que no causan ni la más mínima risa.