Más que sobre el amor, lo que abunda en esta opera prima de la actriz y guionista Gladys Lizarazu son los etcéteras, esas situaciones que se acumulan en la convivencia cuando la palabra amor parece un anhelo o recuerdo pasado, porque la gradual y desgastante relación de pareja acusa el paso del tiempo, la desatención mutua y las frustraciones de no encarar proyectos conjuntos. Lisa locuta en un programa radial cuya conductora habla de los destinos a través de la astrología; Dib intenta recuperar su libertad con la batería y lucha contra la asfixia interna y externa. Es el personaje por el cual se represeta la crisis y quien, de alguna manera, expresa desde su salud la poca vitalidad de la pareja. La incomunicación se resuelve en gritos o ataques de llanto de Lisa y todo se resquebraja, como los cimientos de esa vivienda elegida por ellos de cara al futuro. María Canale y Alberto Rojas Apel protagonizan esta historia en el rol de una pareja que procura adentrarse en el difícil territorio de la convivencia en un departamento viejo, que va exhibiendo sus grietas, fisuras y desperfectos a la par que la pareja ideal comienza a resquebrajarse. En medio de la descomposición, la presencia ausencia de un personaje misterioso obsesiona a Lisa (Canale) y exaspera a Dib (Rojas Apel). La película de Gladys Lizarazu consigue crear su propia dinámica y amenizar la velada gracias a las interesantes interpretaciones de la pareja protagónica, dos rostros del cine independiente argentino más reciente, que van acumulando experiencia en cada uno de sus papeles amor etccinematográficos. Por momentos el humor se desliza en pequeños apuntes -a veces hacia el absurdo- para matizar la tensión dramática y en otros aflora el sentido de la observación de su directora, para encontrar los silencios o esos momentos en que todo parece estallar. Además, el constante corrimiento de las convencionales estructuras genéricas encuentra en Amor, Etc. -2013- el camino ideal para explorar las posibilidades del lenguaje cinematográfico sin caer en el formalismo de cierto cine independiente argentino.
El amor y otros demonios La historia de un amor que va perdiendo fuerza a través del tiempo es lo que plantea Gladys Lizarazu en Amor, etc. (2014), la historia de una pareja devorada por la rutina, el agobio y la convivencia. Cómo su título lo indica el film es una historia de amor pero también de desamor. A lo largo de su metraje el espectador será testigo de cómo la vida rutinaria de una joven pareja irá desgastando una relación en picada libre. Pero Amor, etc. no es la típica película romántica que trabaja sobre el género de la comedia rosa sino todo lo contrario. Sus personajes viran entre el realismo y el absurdo, al igual que algunas situaciones de un guión que presenta tanto giros y personajes secundarios que hace que la historia central a veces pase a un segundo plano. La María Eugenia del teléfono, la madre y la hermana de la protagonista, la vecina, la amiga, y un montón de esos etc., a los que se supone que el título hace referencia, deambulan en ese mundo paralelo teñido de cierto patetismo y anacronismo. Con sólidas actuaciones de Maria Canale y Alberto Rojas Apel, Amor, etc. es un espécimen raro dentro del cine argentino. Un hibrido que se aleja de la típica película que uno identifica como de BAFICI pero tampoco es todo lo contrario. Está en el medio de algo indefinible y esa indefinición es la que hace que por momentos parezca anárquica.
Lo que rodea al amor En su primer largometraje "Amor, etc." (2014), Gladys Lizarazu busca profundizar sobre cómo el afuera puede marcar a fuego a una pareja que, puertas adentro de su nuevo departamento, aparentemente se encuentra bien y con un futuro brillante por delante. Cuando Dib (Alberto Rojas Apel) y Lisa (María Canale) deciden que ya es momento de vivir juntos, poco a poco van viendo cómo la rutina, los ruidos, los vecinos, el teléfono, la familia, comienza a amenazar su idilio. Cada uno con sus cosas, batería él, radio ella, administran el tiempo juntos dialogando sobre sueños, anhelos, contradicciones y, principalmente, muchos ideales. Pero cuando el entorno empieza a invadirlos, de la manera y forma que sea (un vecino, música, una mancha de humedad) la relación idílica comienza a resquebrajarse. El trabajo de Lizarazu juega mucho con la opresión del departamento (porque además son muy pocas las escenas fuera de él) que contiene a la pareja. La claustrofobia que genera el visionado del filme es comparable a la que Lisa y Dib van sintiendo con el correr de los minutos cuando todos comienzan a atacarlos y ellos también se atacan entre sí. Hay un interés de la directora en también resaltar que el afuera a veces ni siquiera es conocido, como cuando Lisa, cansada de atender llamados y llamados para otras personas, comienza a compenetrarse tanto con esa historia hasta el punto de asistir a un funeral de alguien que no conoce para saber más del otro. Y cuando llega el guión a ese punto, a que Lisa se ensamble con el afuera, ya no hay vuelta atrás para que la crisis estalle y explote en ese departamento, en el que, finalmente, nadie quiere ni puede ser feliz. PUNTAJE: 7/10
DIB (Alberto Rojas Apel, visto en Excursiones) acaba de comprar un departamento y su novia Lisa (María Canale, la revelación de Abrir puertas y ventanas y protagonista de otro estreno de esta semana como Los del suelo) se muda con él. En un principio todo se parece basante a un idilio: la convivencia es lúdica, armónica, intensa. Pero, poco a poco, la relación comienza a resquebrajarse, el tono de voz comienza a subir, cada uno empieza a enredarse en sus propias miserias y a obsesionarse / exasperarse con otros. La película mantiene durante buena parte de su hora y media cierta dignidad narrativa y actoral, pero cae por momentos en simbolismos, analogías, metáforas y referencias demasiado torpes y obvias: DIB es baterista y en los momentos de locura el relato apela a sus descargas; en la casa empiezan a aparecer problemas de humedad a medida que la relación se “contamina” desde adentro y por el afuera (los ruidos, los ladridos, los personajes secundarios); Lisa necesita de una pastilla de éxtasis en una disco para descontrolarse y llamar la atención (trabaja como locutora de un programa radial new age). Amor, etc. navega entre el realismo y el absurdo y no todas las situaciones (sobre todo las más extremas) resultan eficaces y creíbles. De todas formas, hay en esta ópera prima de Lizarazu situaciones, observaciones y diálogos en los que irrumpen una sensibilidad y una inteligencia que convierten al film en una experiencia disfrutable. El problema es que se trata de momentos aislados...
La ópera prima y la primera de una trilogía de Gladys Lizarazu, en la que además de estar a cargo del guion, actúa. Dos personas que comienzan una vida juntos y el afuera les resulta extraño y cercano, con intrigas, humor, variaciones, a veces muy logradas y otras, más obvias. Cine joven con empuje.
¿Qué nos sucede, vida? Es un estudio sobre la convivencia de una pareja, pero la historia se diluye con la intromisión de otros personajes. Las primeras épocas de un noviazgo suelen estar marcadas por el entusiasmo, el optimismo, el sexo; en fin, por todas las cualidades positivas que se asocian al enamoramiento correspondido. Son semanas o meses -¿años?- que con el paso del tiempo terminan casi inevitablemente idealizados, con los ex tortolitos preguntándose qué fabricó el témpano que enfrió la relación. Una de las respuestas más comunes a esa pregunta es: la convivencia. Y a ese presunto foco infeccioso apunta la opera prima de Gladys Lizarazu, que se anuncia como la primera entrega de una trilogía dedicada al amor Es una búsqueda de temática y ambición parecidas a las de El amor (primera parte), aquel filme de 2004 de Alejandro Fadel, Martín Mauregui, Santiago Mitre y Juan Schnitman (que todavía no tuvo su segunda parte). Pero si en aquélla se contaba la relación desde antes que los protagonistas se conocieran, aquí todo empieza cuando Dib (Alberto Rojas Apel) y Lisa (María Canale) se mudan juntos al departamento que compró él. Rápidamente, las minucias de la vida cotidiana empiezan a socavar los cimientos de la pareja: una metafórica mancha de humedad que va agrandándose día a día, los ruidos que hacen los vecinos, gente que llama una y otra vez al teléfono fijo de la casa pidiendo por una tal María Eugenia. Todo ese gran “etc.” conspira contra el idilio. El vínculo entre los dos protagonistas no termina de estar del todo bien construido: no se sabe bien sobre qué cimientos se apoya la relación. Quizás esto sea parte de la cuestión: en definitiva, el amor no tiene explicaciones. Pero la película se cae definitivamente cuando traiciona sus propia premisa, abre el círculo de la pareja y permite la intromisión de personajes secundarios vinculados a Lisa que quitan más de lo que aportan: la madre, una amiga, la hermana. El rumbo de la historia se pierde, las situaciones se tornan cada vez más artificiales, televisivas en el peor sentido de la palabra, y el conflicto termina diluyéndose hasta irse por la misma alcantarilla anodina que el romance entre Dib y Lisa.
Lisa y Dib (María Canale y Alberto Rojas Apel) son una joven pareja que acaban de mudarse juntos a un pequeño y humilde apartamento. Ella, locutora, aparentemente exitosa (acaba de ganarse un premio pero luego la vemos en su trabajo y parece ser un programa de mala muerte que ni siquiera sale en vivo). Él, toca la batería pero hace tiempo que no ensaya y se la pasa en la casa. Si bien son una pareja más que consolidada, ciertos factores externos van a interrumpir con su tranquilidad. Por un lado, ella adquiere una línea telefónica pero le frustra que nadie la llame, es más, se la pasan preguntando por una tal María Eugenia, lo que hace que de a poco vaya obsesionándose con este personaje. Por el otro, un perro que ladra o una nena que juega al karaoke sacan de quicio a Dib, quien no puede evitar ponerse violento verbalmente, especialmente con sus vecinos con los que tiene cada vez menos tolerancia. La película dirigida por Gladys Lizarazu bucea por diferentes aspectos de la vida cotidiana, el amor y otros temas, como su título indica, ya sea las relaciones entre madre e hija especialmente después de que una se fuera de casa, el hogar como metáfora de la pareja, que de a poco comienza a quebrarse, o las diferentes formas que cada uno tiene de afrontar un duelo. Por momentos divertida y entrañable, por otros, caótica y un poco exasperante. Si bien el film comienza a tomar rumbos que después termina abandonando (como esa obsesión que la protagonista genera con el enigmático personaje de María Eugenia), lo que nunca deja de lado es su idea de la importancia que el entorno toma en la vida de cualquier persona. Un poco despareja, con decisiones que se perciben un poco forzadas, no deja de ser un retrato interesante sobre las relaciones. No está a la altura de otras películas argentinas a las que por ahí recuerda un poco, como “Aire libre” y “El incendio”, pero es correcta y menos pesimista más allá de la naturalidad cruda con la que retrata diferentes momentos de la vida cotidiana.
Cosas que pasan en todas las parejas El amor tiene varias caras que se balancean entre la felicidad, la angustia y un futuro con muchas sorpresas. Esto es, precisamente, lo que les ocurre a Dib y a Lisa, una joven pareja que habita un departamento bastante destartalado en el que él da rienda suelta a su inquietud de baterista, ante el mal humor de sus vecinos. Para ellos, toda su cotidianidad se ubica en ser dichosos y en planificar un tiempo por venir sin ninguna dificultad. Pero el destino les tiene preparada una sorpresa: un día, una llamada telefónica atendida por Lisa pide hablar con una tal María Eugenia, ex propietaria de la línea. Las llamadas se repiten y la muchacha termina obsesionándose con esa mujer que, en definitiva, desea conocer. Para Dib, reciente comprador del departamento, las cosas también se complican, ya que una niña de la planta baja y un ruidoso cachorro labrador alteran sus nervios. La pareja que creía tener comprada la felicidad comienza a distanciarse, y mucho más cuando la madre de Lisa muere de un ataque cardíaco tras enterarse de que su hija convive con su novio y no con una amiga, como ella le había hecho creer. Con escenas que van del realismo al absurdo, la película genera una estética propia que impacta por su planteo dramático y su particular sentido del humor. La directora, Gladys Lizarazu, logra en su primer largometraje insertarse con emoción en ese pequeño mundo donde la pareja central deberá enfrentarse con enorme esfuerzo a sortear los sinsabores que se les presentan. Así, la menuda historia logra recrear esas dos vidas que pasan de la dicha al desamparo, aunque siempre están listas para volver a comenzar. La realizadora supo, también, elegir a sus protagonistas, ya que tanto María Canale como Alberto Rojas Apel aportan sinceridad y calidez a esas dos personalidades que hablan, con voces cotidianas, de las contrariedades que se insertan de golpe en sus existencias. Los rubros técnicos, por su parte, apoyaron esta trama que muestra un micromundo del amor y de todas las situaciones que depara.
Lejos de la zona de confort está el riesgo El amor, la convivencia y sus vericuetos, tema recurrente del denominado Nuevo Cine Argentino en su etapa más contemplativa, a la que la directora y guionista Gladys Lizarazu parece querer competirle con un miedo al quietismo que moviliza una trama en varias subtramas y personajes. Amor, etc. es una película que si en su primera parte juega con los silencios y con el único espacio, ese departamento que comparten Lisa y DIB, progresivamente se va abriendo y perdiendo el centro narrativo, pero sin dejar que las emociones de aquella pareja dejen de conducir los giros del relato, algunos mejores algunos peores. Si hay algo que se puede observar en este film, es la habitual ambición de la ópera prima: porque si bien la propuesta es más bien humilde desde su nivel de producción, hay un exceso de metáforas, de imágenes poéticas, simbolismos y de indicios sobre los personajes, como si Lizarazu quisiera expresar el todo en apenas 77 minutos, que es lo que dura su película. Obviamente, de esa forma sólo logra fracasar en el intento, porque es más que complejo tener las ideas totalmente definidas en un primer trabajo. Sin embargo, en el contexto de un cine independiente argentino que tiende más a la contención que al exceso, no deja de ser interesante que la directora arriesgue sumando capas y capas a esta historia que debería ser más bien intimista y pequeña. Los conflictos de los personajes son clásicos: él parece ser ese eterno adolescente al que le cuesta crecer, ella la chica que hace lo correcto hasta que descubre que se miente y decide salir a explorar. Hay un costado obsesivo en ella a partir de unas llamadas telefónicas equivocadas que recibe, pero es una línea argumental que lamentablemente la película abandona demasiado pronto. Más allá de algunos diálogos un poco sobreescritos, María Canale y Alberto Rojas Apel encuentran el tono perfecto, especialmente en esos momentos de intimidad que comparten, evidenciando que la convivencia es un juego de códigos no escritos que cuando se rompen, se rompen. La clave está, claro, en impedir eso. El dilema: ¿cómo reconstruirlos cuando se quiebran? Afortunadamente Lizarazu no intenta dar todas las respuestas. Y resulta extraño, pero si bien la directora maneja formidablemente el intimismo y los silencios, decide apostar e ir más allá, con la aparición de personajes que en ocasiones no suman mucho o son un mero estereotipo, como la amiga de Lisa. Sin embargo, lo que se agradece de Amor, etc. es precisamente esa zona fallida donde la realizadora arriesga y se sumerge en un mar de dudas, mucho menos seguro que la comodidad de retratar los tiempos muertos de los protagonistas. Al igual que la vida en pareja, el secreto del cine está en salir de la zona de confort y poner en crisis el propio discurso. Que Lizarazu se haya planteado -tal vez inconscientemente- este desafío en su primera película no hace más que albergar esperanzas hacia el futuro de su cine.
Los problemas de la convivencia Pareja joven, convivencia, miedos, temores, vecinos molestos, paredes húmedas, paranoia y soledad. Otro film argentino ajeno a los grandes presupuestos con una puesta austera y despojada (como El incendio, también estrenada de este año) y dos personajes excluyentes como Dib (Rojas Apel) y Lisa (María Canale) viviendo juntos esos irrepetibles primeros días en sus cuatro paredes, con ambos en trabajos estables pero que, poco a poco y por diferentes motivos, dejará aflorar una permanente e insoportable tensión propuesta por un entorno acosador y molesto. Más que Amor, etc., la primera parte del film podría llamarse "Dib y Lisa en plan de reconocimiento de sus nuevas vidas", ya que los llamados telefónicos intentando comunicarse con la anterior habitante del departamento comienzan a inquietar a la joven pareja. Él, por su lado, toca la batería y soporta los reclamos del vecindario; ella, en tanto, construye un mundo paralelo en el trabajo y en los encuentros ocasionales con su madre y su hermana menor. Pero Dib y Lisa, pese a que se quieren y desean, comienzan a vivir su etapa oscura, a descubrir entre ambos sus zonas erróneas, a plantearse si valía la pena convivir en ese nuevo espacio. La directora debutante Lizarazu confía en su pareja actoral y vaya si acierta al compenetrarse en las dudas y certezas de Dib (un buen trabajo de Apel) y Lisa, interpretada por María Canale, hoy probablemente la mejor actriz (Abrir puertas y ventanas) sub 30 de un cine intimista. Confía en la química de ambos y en la elección de un naturalismo en la puesta en escena que jamás llega a la cornisa del lugar común y al realismo desbordado que podían insinuar las rencillas y peleas de la pareja. Como si desafiara las convenciones de cierto atmósfera minimalista y mirara con respeto y tomando riesgos un paisaje más físico y eufórico sin necesidad de caer en el exceso, Amor, etc. es una lograda síntesis de que el cine argentino necesita de esta clase de historias en donde la honestidad y sinceridad de la propuesta le gana por amplio margen al esqueleto argumental que se presenta desde un guión determinado. En ese sentido, quienes sí conviven pacíficamente son la palabra escrita y las decisiones de puesta escena de la realizadora.
tienen ruido “Para mí, los besos son besos porque tienen ruido”, le dice Lisa (María Canale) a su novio Dib (Alberto Rojas Apel) en una de las primeras escenas de Amor, etc. Acaban de mudarse juntos a un departamento y, como toda pareja joven iniciando otra etapa en sus vidas, están acomodándose a los inevitables cambios. La ópera prima de Gladys Lizarazu los muestra algunos minutos después en plan confesional, acurrucados en su nuevo living, los sueños metafóricos y reales desnudando deseos y miedos. En ese diálogo íntimo y en una instancia previa, en la cual una gotera en el techo se presenta como símbolo del futuro inminente de esa relación, el film revela algunas de las limitaciones que lo acompañarán hasta el desenlace: un registro aparentemente naturalista que se resbala constantemente en el melodrama involuntario y la construcción de personajes que dejan de lado sutilezas y ambigüedades para terminar girando alrededor de dos o tres ideas motrices, inmovilizados en un único carril emocional.Dib está sin trabajo pero le queda algo de dinero de una indemnización y Lisa es locutora en un programa de radio zonal, únicos rastros del mundo laboral en una película que construye algunos de esos etcéteras del título como toques de color. En plan Bergman para dummies, los cada vez más frecuentes ataques de asma del primero y la obsesión de la chica con la ex dueña de su línea telefónica parecen ser síntomas del descascaramiento de la relación, reforzadas por la cólera creciente de Dib ante sus ruidosos vecinos. La difícil relación entre Lisa y su madre, asimismo, es confirmada en un par de encuentros que culminan en un quiebre narrativo telenovelesco, sin una pizca de ironía. A partir de ese momento, Amor, etc. abandona por completo su ligera capa de humor y se sumerge a fondo en las aguas del patetismo, del cual nunca regresará, apilando elecciones personales presentadas como excesos (al menos, varias de ellas) y dejando de lado cualquier tono apastelado para optar por los colores más chillones de la paleta.Poco puede hacer el reparto para sortear esas dificultades. María Canale, que ha demostrado en más de una ocasión presencia y talento, queda eclipsada por un guión que la obliga a portar una máscara sin delicadezas en el esbozo de los rasgos. Peor incluso la pasa Rojas Apel, rápidamente transformado en macchietta de joven iracundo que, incluso, debe superar una escena que parece remedar a la de aquel Tanguito creado por Piñeyro. Así las cosas, cualquier atisbo de frescura o reflexión sincera sobre el amor y aledaños en los tiempos de la juventud queda opacado por el feroz embate de la cursilería.
No todas son rosas en las relaciones de pareja. Y ni hablar cuando se llega a la etapa de convivencia. Es allí cuando el reloj marca la hora de la verdad, y así lo comprobarán los personajes principales de Amor, etc. Dib (Alberto Rojas Apel), un músico desocupado, y Lisa (María Canale), una locutora haciendo sus primeras armas en un programa de radio, se mudan a un departamento. Por fin un espacio para ellos solos, donde podrán tener intimidad sin la intromisión de terceros. Pero no será tan fácil. Para empezar, justo en el sector donde Dib tiene la batería, una mancha de humedad se va ensanchando en el cielorraso. En paralelo, surgen quejas de los vecinos por los ruidos (además de llamar “fumón” o “falopero” a Dib sólo con verlo desaliñado), al tiempo que algunos de ellos también enloquecen con sus propios karaokes y ladridos de perros. ¿Algo más? A través del teléfono de línea reciben llamados de personas que buscan a María Eugenia, aparentemente la antigua propietaria, a quien los enamorados nunca vieron. Y si le sumamos que Lisa aún no le contó a su posesiva madre que está viviendo con su novio… Una serie de cuestiones que, durante un año, marcará la resistencia de cada uno. Con humor y drama, la actriz Gladys Lizarazu debuta en la dirección cinematográfica con una historia sobre novios que, al dar un salto decisivo en sus vidas, también deberán hacerse cargo de asuntos que los llevarán a madurar de golpe. Los momentos idílicos de los primeros días chocarán con las responsabilidades que implican sostener un hogar, incluyendo el vínculo con los no siempre tolerantes vecinos. Más allá de algunas dulces escenas románticas, donde Dib y Lisa parecen adolescentes, Lizarazu esquiva los lugares comunes más azucarados y transita por terrenos ásperos, realistas. En esos lugares pantanosos abundan la rutina, el aburrimiento, la desconfianza, la bronca y las peleas. Para que la película caminara debía apoyarse en la capacidad del dúo protagónico, y ahí es donde reside el acierto máximo. Alberto Rojas Apel (habitual colaborador de Ezequiel Acuña, ya sea como actor o guionista) y la siempre estupenda María Canale le dan carne y alma a sus criaturas de ficción, con sus luces y sus sombras, de manera que se vuelven palpables para los espectadores y producen una identificación inmediata. Valiéndose de un lenguaje sencillo, directo y honesto, Amor, etc. habla acerca de las complicaciones que toda pareja atraviesa al convivir y, sobre todo, de lo tortuoso que puede ser el camino hacia la adultez.
María Canale, una buena actriz para un film imperfecto Corresponde aquí, en primer término, un elogio para la actriz María Canale, a quien esta semana vemos en dos papeles bastante disímiles: la mujer de campo viviendo situaciones límites junto a su compañero en la intemperie del monte en "Los del suelo", y la chica todavía inmadura viviendo los sabores y sinsabores de una primera relación amorosa con casa propia en "Amor, etc..." En esta obra es decidida protagonista. Con dejos teatrales en algunas partes, pero con capacidad para hacerse querer por la cámara. "Amor, etc." le permite expresar unos cuantos estados de ánimo: felicidades, incertidumbres, desencantos, fastidios. Hay por ahí una escena, la muerte de un familiar, que pudo fastidiarlo todo, incluso la actuación, pero por suerte, la directora y sus montajistas supieron resolverla con la debida discreción. La directora es Gladys Lizarazu, que debuta en el largo moviéndose en terreno firme, tras haberse probado con algunos cortos. Del resto, se trata de una película pequeña, imperfecta, que en algunos casos trabaja apenas sobre viñetas, o anécdotas al paso. Propone ciertos hilos argumentales que después descuida: por ejemplo, una mancha de humedad, y aún más el misterio sobre la anterior ocupante del departamento. En resumen, a este guión todavía le falta un hervor. Lo mismo, a la exposición de ciertos conflictos. Pero es muy probable que más de una pareja de enamorados encuentre en ella un buen material para identificarse y analizar situaciones (y considerar, cuando todavía están a tiempo).
La opera prima de Lizarazu arranca, como tantos otros filmes nacionales recientes, presentando una situación en un tono naturalista, casi neutro, dedicado a los detalles más que a los grandes pronunciamientos. Una pareja acaba de mudarse a un departamento en el que deben lidiar con algunos problemas con los vecinos. Dib (Alberto Rojas Apel) toca la batería y no tardan en golpearle la puerta para hacerle bajar el volumen, una vecina canta y pone cumbia a alto volumen, mientras que a Lisa (María Canale) la afecta emocionalmente recibir llamados telefónicos buscando a una tal María Eugenia –anteriora moradora del lugar– a quien su familia no encuentra. Y está la cuestión de la humedad… Esa acumulación de problemas –uno, previo, es que la madre de Lisa no soporta a Dib– va afectándolos y, un poco misteriosamente, Lisa empieza a tomar distancia de Dib, que se va poniendo cada vez más ansioso y violento. Una confusa situación los lleva a un hospital –la película sale muy poco del departamento de ambos durante la primera mitad– y ahí la película empieza a perderse y a enredarse en sí misma, saliendo de ese minimalismo previsible y casi costumbrista pero reconocible a transformarse en una especie de versión telenovela de sí misma. La pareja toma distancia, ella empieza a salir con otros, el “caso María Eugenia” desaparece del mapa y él comienza a entrar en una agonía propia de rock-star del suburbano con ataques de pánico. Lo poco que había construido la película se desbarranca a partir de una situación con la madre de Lisa y ni hablar de las posteriores que le siguen a eso. Pero más allá de la endeblez de su guión, hay claras limitaciones de dirección y puesta en escena que redundan en una película chata, gris, poco agraciada visualmente. No es un problema de actuación –al menos no de los protagonistas, que hacen lo mejor que pueden– sino uno de tono, de organización narrativa, de credibilidad del relato. Tras un comienzo aceptable, la película –como los protagonistas– pierde el rumbo y no lo recupera jamás.
CADENCIAS CORPORALES “Un corazón que crece mucho duele Lisa”, le confiesa Dib mientras ambos están sentados en el piso del living. Sus rostros casi no se perciben puesto que la luz de la tarde ya no se filtra por la ventana e, inmersos en esa especie de tiempo suspendido, él le cuenta su sueño. Lisa se apoya un poco sobre Dib y, al rato, se levanta apenada por la historia. Entonces, él la hace recostar en el suelo y coloca la cabeza sobre sus piernas. Si bien cada uno mira hacia un lugar diferente, aún mantienen cierta semejanza en la posición de los brazos o piernas. Resulta interesante el trabajo sobre los cuerpos, opuestos y complementarios, en la ópera prima de Gladys Lizarazu: por momentos focalizados en la singularidad de cada uno y como fiel reflejo de sus preocupaciones, dudas o anhelos; en otros casos, como refuerzo del vínculo de pareja en una fusión entre la ternura y el deseo. Por ejemplo, una escena en la cual Dib está acostado en la cama y Lisa se sienta a su lado. Ella le comenta sobre sus incertidumbres respecto a unas llamadas telefónicas buscando a la antigua dueña de la línea y también sobre sí misma. Él murmura y se levanta. Ella se acuesta y ahora es él quien manifiesta su descontento desde la mudanza y algunos cambios negativos en la pareja como la disminución del sexo o el propio interés hacia el otro. Pero en Amor, etc. se despliega una fuerte impronta de ese algo más, en un paralelismo de historias y personajes que influyen en la relación de los protagonistas y que se puede diferenciar en dos vertientes: por un lado, la obsesión de Lisa por María Eugenia, una figura creada por los llamados telefónicos de diversas personas como su ex marido, su madre o amigos; por otro, la familia de la joven o los vecinos, quienes, en lugar de favorecer a la construcción de la cotidianidad, desgastan un poco el relato debido a sus marcados estereotipos. Una primera aparición de la vecina que se queja por los ruidos de la batería de Dib funciona como rasgo rutinario, la reiteración de las protestas se convierte en algo agobiante. Lo mismo ocurre con los cambios de humor de la dominante madre de Lisa, de su hermana o de la adolescente que canta con el karaoke a toda hora. Fiel a la frase de su protagonista masculino, Lizarazu pone en evidencia ese dolor a través de una asfixia tanto metafórica como concreta de la convivencia ya sea desde los diversos actores sociales como del propio departamento pero despegada de un marcado sentimentalismo. El amor expresado en cuerpos que juegan con el contraste de sus posturas y un etc. comprendido por una pluralidad de voces y personajes secundarios que si bien le atribuyen ciertos matices a la pareja, por momentos, desdibujan al amor. El murmullo se transforma en una súplica y la nube difusa se vuelve más clara que nunca: el corazón salió del pecho. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar