Sofocados por la tecnología Aquel terror clase B de antaño, ese que encontró su nicho primero en los autocines y las funciones vespertinas/ nocturnas marginales y luego en el entorno hogareño del VHS y el DVD, de a poco fue mutando hacia los servicios de streaming y el circuito de festivales internacionales del género… eso en lo que respecta a los países centrales y el así llamado “mercado formal”, porque en nuestro sur y en gran parte del planeta la única manera de ver estos trabajos es a través de la piratería lisa y llana, debido a que los canales de distribución tradicionales suelen estar cooptados por los grandes conglomerados de la industria cultural y los “estados amigos” que los benefician y los sostienen. Aún así, de vez en cuando se quiebra el patrón y algún que otro representante aterriza en las salas comerciales aunque en línea general no hablamos de los mejores exponentes del rubro, más bien todo lo contrario. Lamentablemente Aplicación Siniestra (Bedeviled, 2016) forma parte de este último grupo, el caracterizado por una clase B que no logra superar sus limitaciones presupuestarias y funcionales mediante una trama o colección de muertes en las que se identifique una mínima dosis de talento detrás de cámara. A decir verdad resulta curioso el proyecto en su conjunto ya que el oportunismo está presente desde el mismo título pero la ejecución del concepto deja muchísimo que desear: este tipo de opus tendría que jugarse por escenas de sexo y una carnicería a la vieja usanza, todo exacerbado al extremo, no obstante hoy hasta la serie Z más porfiada suele tomar el lenguaje anacrónico del mainstream de años pasados, lejos del repunte cualitativo contemporáneo, para ofrecernos un relato aséptico sin una gota de sangre y basado en fantasmas que espantan a los personajes a puro jump scare marchito. Como indica la catarata de estereotipos de turno, la historia comienza con el fallecimiento de un ataque al corazón de Nikki (Alexis G. Zall), una adolescente que cae bajo la garra de un espectro símil payaso, quien literalmente la asusta hasta morir. Desde el minuto cero queda clarísimo que el monstruo en cuestión, un tal Señor Bedevil, utiliza la aplicación del título para entrar a nuestro plano de existencia y hacer de las suyas, lo que por supuesto lleva a que luego del deceso de la chica, su novio Cody (Mitchell Edwards), su mejor amiga Alice (Saxon Sharbino) y todo su grupo de allegados reciban una invitación para descargar la app con el objetivo de que la cadena de muertes continúe su marcha. Este film escrito y dirigido por los hermanos Abel y Burlee Vang retoma aquel subgénero naif de la década anterior que mezclaba los slashers con el J-Horror y la autoconciencia a la Scream (1996). Que el producto esté mal actuado, que los diálogos sean anodinos y que el desarrollo no aporte ni un gramo de originalidad son detalles excusables dentro del contexto limitado de la película, lo que no se puede pasar por alto es el hecho de que la experiencia resulta muy aburrida porque carece de gore y verdadera efervescencia trash, como si estuviese destinada a las últimas generaciones de adolescentes y adultos bobos, impersonales y mojigatos que pululan por muchísimas esferas de la sociedad con su bandera de “no queremos ideología, sólo consumir”. Por momentos pareciera que Aplicación Siniestra pretende reflexionar sobre la obsesión actual con la tecnología y el miedo a que nos sofoque, pero todo queda en una combinación berreta de Llamada Perdida (Chakushin Ari, 2003), Destino Final (Final Destination, 2000) y Pesadilla en lo Profundo de la Noche (A Nightmare on Elm Street, 1984)… y para colmo con un villano a mitad de camino entre el Guasón y Slenderman.
El muñeco diabólico Aplicación siniestra (Bedeviled) forma parte de ese grupo de películas clase B que cuentan con un presupuesto acotado, donde el fuerte está puesto en el guion y la técnica para que el film adquiera valor. Pero lamentablemente estos dos puntos no están presentes en esta ocasión. La historia da inicio con el fallecimiento de Nikki (Alexis G. Zall), una adolescente atormentada por una aparición parecida a un payaso, quien la asusta hasta morir. Luego su novio Cody (Mitchell Edwards) y su entorno recibe una invitación para descargar la app con el objetivo de que la cadena de muertes continúe su marcha. La película está escrita y dirigida por los hermanos Abel y Burlee Vang y es como la versión Siri diabólica, donde quienes descargan la app terminan por ser acosados. Pero todo resulta falto de originalidad, simple, predecible. Los diálogos carecen de estructura y las actuaciones no sobresalen. La película se presentó en el 2016 en el Screamfest de Los Angeles (es la versión estadounidense del festival de Sitges) y en USA estrenó directamente en DVD. Nadie se hubiera molestado si en Argentina hubiera corrido la misma suerte.
Aplicación siniestra, de Abel Vang y Burlee Vang Por Ricardo Ottone Entre las tantas tendencias que existen en el cine de terror en lo que va del milenio hay una que pretende aggiornar el género a los tiempos que corren incorporando elementos contemporáneos. Opuesta a otra tendencia que es la de un terror retro que incorpora elementos del terror de los 70 y 80 -y que sin embargo ha dado mejores resultados como Te sigue (2014) o No respires (2016)- este otro cine dirigido a los millennials, con protagonistas que responden al mismo target, suele acudir para su propósito a la tecnología, que es la manera más superficial de hacerlo. A esta altura todo esta rotulado y ya hay una etiqueta para el caso: Cyber Horror. Así, celulares, computadoras o redes sociales se convierten en los vehículos por los que el terror se manifieste. Si esto que formulamos no suena muy aterrador, su plasmación en la pantalla tampoco suele serlo. Por supuesto todo es cuestión de abordaje y así y todo hay que decir que hay buenos exponentes por lo general en los realizadores japoneses que parecen entender mejor la propuesta. Como Hideo Nakata que en Ringu (1998) vio el terror posible en el intercambio de VHS o Kiyoshi Kurosawa que en Kairo (2001) mostró una tenebrosa invasión de espíritus a través de internet. Aplicación siniestra pertenece a la vertiente más obvia, que se conforma con el uso de los smartphones y las aplicaciones, aquí mezcladas con un planteo sobrenatural. Aquí cinco adolescentes descargan una aplicación en su celular que es usada por un demonio como portal para entrar en este plano. Suena bastante pavote y de hecho lo es, también por su adscripción a ese teen horror que nos azota cada tanto, con sus protagonistas modelos de madera que de todos modos, hay que reconocerlo, en este caso nos son tan descerebrados como la norma en este tipo de films. Hay sin embargo, y a pesar de esa vocación declarada de modernidad, un innegable espíritu ochentero. No solo por el ambiente adolescente sino también por la presencia por uno de esos monstruos/villanos cancheros como Chucky, Pennywise o Freddy Krueger. El demonio antagonista luce y se comporta como un Freddy de segunda selección que acosa a sus víctimas con comentarios presuntamente sardónicos, se ríe todo el tiempo de sus chistes sin gracia y pergeña maneras presuntamente creativas de matarlos. Las escenas de horror onírico y las muertes, más rebuscadas que efectivas, demuestran una pretensión a tono con la idea de “morirse de miedo” que resulta un poco excesiva para un film que no puede producir esa sensación aunque sea en una dosis discreta. Ni con esos monstruos-fantasmas que aparecen cada tanto y que parecen salidos de un carnaval o de alguna Noche de Brujas precaria, ni con el uso perezoso de la música “ominosa”, ni el abuso de sobresaltos o Jump Scares que de tan repetidos no mueven un pelo. En una escena del film, cerca del final, en medio de un escenario típicamente cliché (un almacén o bodega abandonada), un personaje dice “parece la locación de una mala película de terror”. Al menos se les puede reconocer cierta autoconciencia… APLICACIÓN SINIESTRA Bedeviled. Estados Unidos. 2016. Dirección: Abel Vang y Burlee Vang. Intérpretes: Saxon Sharbino, Brandon Soo Hoo, Robyn Cohen, Bonnie Morgan, Alexis G. Zall, Victory Van Tuyl, Kate Orsini. Guión: Abel Vang y Burlee Vang. Música: David C. Williams. Edición: Cole Duran. Duración: 98 minutos.
Tecnología que no asusta Aplicación siniestra (Bedeviled, 2016) intenta combinar los tópicos exitosos del cine de terror de los años ochenta con cierto mensaje conservador asociado a las nuevas tecnologías contemporáneas. Una idea interesante y atractiva desde el vamos pero que se desarrolla de la peor manera posible al caer en cuanto cliché efectista se conoce de ambas épocas. Un grupo de amigos se reúne tras la muerte de Nikki, una adolescente ingenua que formaba parte del habitual grupo que se va desintegrando en toda película de terror: Ellos son, del lado varonil, el rubio fachero, el negro y el asiático. Por el lado de las chicas tenemos a la rubia conservadora y a su contraste, la morocha atrevida. Viendo los integrantes podemos inferir quién muere primero y quién después producto de una aplicación que los mata por…hacer un mal uso de la tecnología. La APP funciona como un amigo que te conoce de cerca, mezcla entre Siri de Iphone y la inteligencia artificial amiga de Joaquin Phoenix en la película de Spike Jonze. El problema es que no funciona como un servicio a demanda, sino que se pone violenta cuando no le prestan atención. La idea sobre las nuevas tecnologías parece divertida pero la película se torna pretenciosa con un discurso conservador al respecto y pierde su gracia. El cine de terror es conservador y propone como miedos a cualquier situación transgresora: El asesino con argumento -propio del cine de terror de los años ochenta- es quién condena y mata uno a uno a los amigos. Dicho personaje a la antigua, debe llevar un ropaje especial, una máscara y una extraordinaria imaginación a la hora de matar. Aplicación siniestra toma estos tópicos del cine de terror de antaño aunque se muestra incapaz de mostrarse superadora de alguno, o al menos, diferente. Se limita entonces a repetirlos: La falsa seducción desde la aplicación telefónica recuerda a Scream (1996), las distintas máscaras de payaso a It (1990), y una ausencia absoluta de muertes creativas -de hecho no se muestran- para lapidar los mejores recursos con que contaba este film. A su favor, los directores Abel Vang y su hermano Burlee Vang (The Vang Brothers), ubican la cámara en posiciones no habituales para darle un clima de enrarecimiento a la trillada trama. Buscan limitar la presencia de “los payasos” a unos breves segundos y no desperdiciar su efecto terrorífico. Pero pese a los intentos, el discurso conservador se impone llegando al máximo cuando la APP condena a muerte a una pareja porque se filma teniendo sexo. No hay vuelta atrás para un guión con huecos narrativos insalvables que termina aburriendo -el peor de los males para estos films- en una propuesta que espanta y no precisamente por el género que transita.
No es una llamada telefónica (como en la famosa película de terror) sino una aplicación que aparece en tu teléfono, que te soluciona un montón de cosas y de a poco te domina la cabeza y te manda los demonios en persona, un señor con unas manitos grandes con garras que solo busca…matarte. Se dispone de un grupo de lindos estudiantes de secundaria en EEUU, se procede con la aplicación y de a poco se los elimina. Comienza la búsqueda de una solución que llega con fórceps y con vuelta de tuerca típica en el final. El durante son corridas, sustitos, reproches, gritos, fantasmas, casas grandes, sótanos, vestuarios solitarios, fantasmas que pasan ante la cámara y el protagonista no ve, etc. Etc. Una producción rutinaria a la que no se le exige demasiado destinadas a un público ávido de emociones fuertes aunque sean rutinarias y gastas por se utilizadas demasiadas veces.
Aplicación siniestra: una buena idea que derrapa Jóvenes amenazados y liquidados por una app "como Siri", pero que hace cualquier cosa. Esa versatilidad muta en arbitrariedad y cualunquismo, desde temprano. La app dice: "¿Querés que apague la luz?", y se apagan las luces y al mismo tiempo directores y guionistas meten ruido musical, en una decisión de puesta en escena que es una muestra de lo básico que es todo el asunto, lo chapucero de este pertinaz pero muy fallido intento de recuperar algo de la lógica de las Pesadilla y Freddy Krueger. Había un buen punto de partida: la posible analogía entre los sueños de los 80 y los sueños adictivos de los smartphones. Pero al no haber suficiente talento, deseo, capacidad, pericia o decoro se hace difícil conectar con tradición alguna.
“Aplicación Siniestra” es la película de terror de la semana, y una de las varias que hacen uso de la tecnología para asustar a los espectadores. O al menos eso intenta. El film de hermanos Vang no aporta nada nuevo al género e incluso falla en los aspectos narrativos, interpretativos y en la capacidad de generar miedo en el espectador. La historia es sencilla, un grupo de amigos descargan una aplicación para el teléfono celular que es una especie de asistente virtual vengativo (como un Hal 9000 pero sin lograr transmitir esa sensación de superioridad o frialdad frente a sus potenciales víctimas). Para obtener direcciones y recomendaciones de restaurantes esta sistema esconde una siniestra naturaleza. La aplicación no solo es capaz de conocer los miedos más secretos y ocultos de una persona, sino que además es capaz de hacerlos realidad (¿Alguien dijo Freddy Krueger?) hasta lograr matar de miedo a los usuarios. Como verán, la premisa que toma la cinta no es para nada original y toma elementos prestados de películas exitosas, las mencionadas anteriormente y posiblemente “Ringu”, “One Miss Call”, entre otras. No funciona ni como largometraje, ni como metáfora del lugar que ocupa la tecnología en nuestra vida cotidiana y las consecuencias que puede traernos. Las actuaciones son bastante pobres, el guion parece una serie de escenas inconexas que buscan asustar por simples jump scares y el diseño del villano es grotesco y hasta inverosímil de lo caricaturesco que parece ser. Un film olvidable que no nos transmite absolutamente nada. Cabe destacar que estos problemas no tienen nada que ver con sus limitaciones presupuestarias o de producción sino por la cantidad exacerbada de estereotipos, por la floja narrativa que propone, las interacciones y diálogos de los personajes que resultan forzados e incoherentes y por la familiaridad de los hechos que fueron plasmados de mejor manera en otros proyectos. En síntesis, “Aplicación Siniestra” es un film tan poco recomendable como bajar la aplicación en el mundo diegético para los personajes del largometraje. Una pobre adhesión al género. Puntaje: 1/5
Parece ser que la fórmula ganadora para muchos autores del horror hoy en día es mezclar grandes hitos del pasado con lo aterrador que puede resultar la tecnología. Pero idos al caso, ya ni la terrorífica Skynet causa pavor en la saga Terminator, y nadie ha igualado al calculador Hal 9000 de 2001, Odisea en el espacio. Mezclando un poco de Freddy Kruger con Pennywise de It, pasándolo por el filtro de morir de puro miedo de Samara en The Ring, la perezosa Bedeviled no hace más que poner a caras bonitas a merced de un villano nada inspirado y una pobrísima historia apuntada a la generación milenial. Sin aportar nada nuevo al género, los directores y guionistas Abel y Burlee Vang reúnen a un quinteto de alumnos de secundaria tras la muerte de una de los suyos. Paralizada de miedo debido a una criatura de largas extremidades, Nikki deja pasmados a sus amigos, no sin antes enviar una misteriosa aplicación onmipotente a cada uno de sus teléfonos. Pronto, los carilindos se verán acechados por sus peores miedos – atentos al miedo mayor del personaje negro de turno – hasta que la heroína y el novio de la muerta decidan tomar cartas en el asunto y llegar hasta las últimas consecuencias antes de perecer… de aburrimiento. En menos de hora y media de cinta, los hermanos Vang abusan de todos y cada uno de los mandamientos del horror. Criatura escalofriante, sustos momentáneos, etc. Con los dedos de una mano se pueden contar las escenas que suscitan alguna sensación en el espectador, y sobran dedos. La investigación va del punto A al punto B, se teclean un par de teléfonos y computadoras y ya sabemos el modus operandi de este Freddy para el siglo XXI. No hay sorpresas, se puede ver venir todo a kilómetros de distancia. En muchos casos, el saber lo que va a pasar puede resultar menos tedioso si al menos se invierten los elementos lo suficiente para hacer sentir al espectador que está viendo otra cosa. No es el caso. Saxon Sharbino es hermosa, la cámara la ama, pero como la hermana mayor en el reboot de Poltergeist tenía mejores frutos gracias a un director que sabía lo que se requería de su elenco. Del resto de los colegas de Sharbino, ni hablar… Bedeviled es la película de horror perezosa de la semana. La mezcla del horror viejo clase B con las nuevas tecnologías es un concepto que muy pocas veces resulta, y este es un híbrido fallido que debería ser calcinado de la faz de la Tierra. Si se animan a una recomendación, pasen de ésta y vean mejor Unfriended, que es una entrega del subgénero horror virtual mucho más sencilla, provocadora y entretenida. Lo van a agradecer.
Era inevitable que el cine profundizara, aunque sea en una propuesta de género como esta, en la excesiva exposición que diariamente tenemos a los celulares y aplicaciones. En este caso tras la muerte de una joven, el grupo de sus amigos intentarán comprender los últimos días de ella. En el “averiguar” una misteriosa aplicación se instala en sus celulares acosándolos, persiguiéndolos hasta las últimas instancias. Mezcla de muchas otras propuestas, el film se termina por construir un relato clásico de suspenso en donde el terror sólo sucede cuando el sonido y el fuera de campo sugieren mas que mostrar. Fallida.
El afiche lo insinuaba, la trama lo daba a entender y finalmente el tráiler lo confirmó. Aplicación siniestra (Bedeviled, 2016) es una mala película, pero ¿qué pasa cuando aun así termina gustando? Se le dice placer culpable, sin embargo… ¿por qué debería sentirse uno culpable de algo que se sabe que a la audiencia en general no le va a gustar? La respuesta más sencilla sería decir que es entretenida. Y de hecho no está mal, pues en en el fondo es ese el factor más importante al entrar al cine, pero no puede ser lo único. Hay otras cosas que le juegan a favor a esas malas películas que gustan igual. Dirigida por los hermanos Abel y Burlee Vang, no busca en ningún momento dar miedo al público, sólo entretener durante hora y media. Claramente un film de clase B (poco presupuesto, pocas locaciones bien explotadas, actores desconocidos) y una historia que es ridícula pero que está bien llevada es posible que choque con las expectativas del público que busca ver algo de terror serio. Esto no quiere decir que haya humor en este largometraje, sino todo lo contrario. La historia pareciera remitir a esas series clásicas de la década de los ‘90 como Escalofríos o ¿Le temes a la oscuridad?. Los planos en más de una secuencia lo dan a entender, al igual que los efectos y el uso de la iluminación que lo terminan por confirmar. De hecho el gran acierto es su fotografía, a cargo de Jimmy Jung Lu, quien entendió a la perfección la idea, otorgándole profesionalismo y calidad al aspecto visual. Los actores tampoco lo hacen mal; a pesar de que sus personajes sean unidimensionales, todos le dan credibilidad a sus líneas siendo sus dos protagonistas los que más se destacan. Saxon Sharbino y Mitchell Edwards generan simpatía porque realmente parecieran creer en lo que dicen. También hay sustos baratos que usan el sonido al máximo volumen para hacernos saltar que no funcionan y su villano se parece a una mezcla entre the Joker y the Crooked Man de la segunda parte de El conjuro, lo cual termina causando mucha gracia. Pero es parte del juego que proponen estos dos directores… Toda en su totalidad nos da la sensación de estar viendo una de esas películas que se encuentran por Internet y que sólo veríamos un domingo lluvioso. Hasta no sería raro encontrar algún comentario quejándose de que no debería haber sido estrenada en cines por lo bajo de su calidad, o que hace quedar mal al género terror. Amigos, no hay que olvidar que nunca está de más disfrutar de una buena mala película, porque son esas las que nos hacen plantearnos ideas sobre qué es el cine o lo que gusta en una película; no todo tiene que ser un tanque hollywoodense filmado con presupuesto enorme. La aparición de Aplicación Siniestra es bienvenida, y además aparece un osito diabólico. Si con eso no se entiende a lo que apunta, están perdidos.
CINE DEL MALO Para que quede claro: Aplicación siniestra forma parte de ese corpus de películas de terror desesperanzadoras, que engrosan los catálogos del género, pero que poco a poco nos van quitando las ganas de vivir. Hablamos de films que nacen en el lugar mágico que antes ocupaban el cine Clase B y más tarde las películas de explotación, es decir, productos nacidos de la idea de ocupar espacio y saturar un mercado, o seguir extrayendo beneficios del filo del momento. Por supuesto la existencia de estos espacios de producción marginal es en general necesario y positivo, allí se han desarrollado grandes autores y productores especializados o no, pero también es el lugar donde aparecen películas que son insultos, gigantescas bolas de aburrimiento que pueden llegar a noquearnos si no estamos atentos, algo así como este film de Abel y Burlee Vang. El mecanismo de Aplicación siniestra es simple y genérico: acumula una cantidad de lugares comunes del género y los mezcla un poco. Empieza con una premisa similar a la de Pesadilla (1984, Wes Craven), acerca de un monstruo que mata adolescentes en alucinaciones o sueños y que habita en el ciberespacio, o al menos domina los fundamentos básicos de programación para Android e IOS, ya que distribuye su maldad a través de una aplicación para celulares. Hasta aquí todo bien (o increíblemente mal depende el punto de vista), el problema es que desde el minuto cero los Vang demuestran no tener pericia para hacer una película: el prólogo por ejemplo, es de una falta de tensión notable, tan flojo que acota las posibilidades de la película inmediatamente, y sabremos desde el principio que Aplicación siniestra es un bodrio irremontable; pero luego aparece la maravillosa puesta en escena para empeorarlo todo, el decorado es una casa bastante grande y difícil de identificar, si los personajes no lo explicitan en alguna línea de diálogo nunca entendemos dónde están, siempre parece ser la misma casa con persianas cerradas y luz blanca con neblina que entra en un ángulo extraño, como si la luna estuviera estacionada en el patio delantero. Además es una película sin gracia o sentido del humor, que a pesar de que se le ven todas las costuras sigue adelante como si nada. No vale la pena detenerse en las pésimas actuaciones, en los personajes unidimensionales con los cuales es imposible sentir empatía, o en el guión con ese subtexto burdo acerca de los peligros de la tecnología en la era moderna, que hace que un capítulo de la sobrevaloradísima serie Black Mirror parezca un texto de Walter Benjamin. Estos son lugares comunes del mal cine que si no son resignificados de alguna manera, son sólo eso, mal cine sin alma, es decir, basura.
Aplicación y film siniestros Una chica muere en circunstancias misteriosas y su celular envía una nueva aplicación a los teléfonos de su grupo de amigos de la escuela. Esta app tiene características bastante extrañas, ya que se supone es una especie de inteligencia artificial que puede darles una sensación de compañía, además de manejar las luces o electrodomésticos de sus casas. Pero pronto se ve que, tal como dice el titulo, es una aplicación siniestra que se alimenta del miedo que genera en sus usuarios, ya que tiene la capacidad de salir del celular e interactuar con el mundo real. Los Bang Brothers, directores de este film, parten de una premisa interesante que aggiorna a nuestra era de telecomunicaciones desbordadas antiguos argumentos del terror de la década del 80, al estilo del David Cronenberg de "Videodrome" o de algunas de las "Pesadillas" de Freddy. Pero luego de plantear el asunto el film no sabe bien adónde dirigir la acción y se empantana en una serie de lugares comunes del género. Falta garra en las escenas de terror, el elenco no es muy carismático y los decorados no son especialmente imaginativos, por lo que además de siniestra esta aplicación es bastante olvidable.
Este film se encuentra escrito y dirigido por los hermanos Abel y Burlee Vang. La historia comienza con el fallecimiento de un adolescente Nikki (Alexis G. Zall), quien muere de un infarto, el susto fue muy fuerte, cuando la persigue un espectro similar a un payaso. Todos sufren por esta gran pérdida, su mejor amiga Alice (Saxon Sharbino), su novio Cody (Mitchell Edwards), el resto de sus amigos y sus familiares. Como si fuera el juego de la Ouija este grupo de jóvenes bajaron una aplicación llamada “Bedeviled” o “Acosado” (se utiliza la tecnología de los celulares, algo que consumen constantemente de manera adictiva) así se despertaron fuerzas ocultas. Lamentablemente está mal actuada, no asusta a nadie, el guión muy flojo, su desarrollo no es original, sin sorpresa y resulta muy aburrida. Intenta tener algún hilo conductor más moderno con “Scream” (1996), “Llamada Perdida” (2008), entre otras, que no llega.
El filme gira en torno a cinco amigos que, tras la muerte de una adolescente, descargan una aplicación que los conecta con sus peores miedos. Precedida por comentarios nada elogiosos, Aplicación siniestra llega a las pantallas locales como esas monedas que se tiran al aire con la esperanza de que caigan del mejor lado y se multipliquen por el simple milagro de pertenecer al género del terror. El fusilamiento crítico previo sólo tiene una virtud: bajar las expectativas a un nivel inferior al cero y hacer que cualquier cualidad, por mínima que sea, tenga un efecto de resaltado flúo. En el caso de esta película, la cualidad fundamental y exclusiva es el argumento: tras la muerte de una adolescente, cinco amigos de ella (su novio, su mejor amiga y otros compañeros del grupo) descargan en sus teléfonos celulares una extraña aplicación que tiene el poder de activar sus miedos infantiles más acendrados. La idea de que hay una conexión directa entre la tecnología y los fenómenos paranormales viene siendo explotada por el cine de terror casi desde sus orígenes (con el maravilloso precedente de la literatura victoriana), aunque hubo que esperar hasta la inquietante Personal Shopper para que esa conexión fuera enunciada de modo explícito. Al igual que esa obra de Olivier Assayas, Aplicación siniestra también se vale de teléfono celular no como mero dispositivo de video (como sucede en Actividad paranormal 4, por ejemplo) sino como un aparato mucho más complejo, con el que es posible establecer múltiples interacciones. El problema es que la frazada de ese argumento interesante y de esa metafísica involuntaria no alcanza para tapar los defectos más obvios de la película de los hermanos Vang: tienen graves problemas de puesta en escena, de movimientos de cámara, de dirección de actores y de efectos especiales. Así, por momentos, lo siniestro se degrada en patético, y el desarrollo de la trama se transforma en una mera sucesión de sustos que nunca alcanza la dimensión de auténtico miedo.
“Aplicación siniestra”, un asistente de terror Asistentes virtuales estilo Siri, un mundo conectado donde la privacidad es relativa, teléfonos inteligentes. La tecnología y su presencia en la vida cotidiana es la base de la cual parte “Aplicación siniestra”, y las víctimas son un grupo de amigos de la secundaria. Después de la muerte de una de ellas, uno de los chicos recibe desde el celular de la amiga muerta una invitación para instalar una aplicación similar a Siri. Solo que a los pocos minutos, después de que le hacen las preguntas tontas de siempre, todo deja de ser gracioso y la app termina tomando el control de sus vidas. El juego consiste en que esta app se nutre no solo de toda la información disponible en las redes sociales de los usuarios, sino que también tiene la capacidad de descubrir sus miedos más profundos y explotarlos hasta matar al usuario. Usar la tecnología en el cine de terror no es nuevo y en ese sentido no hay demasiados elementos que sorprendan en esta película que también hace referencias a la figura del payaso siniestro, a Hitchcock y al terror japonés, con una narración de suspenso sostenido y un elenco políticamente correcto compuesto de actores afroamericanos, asiáticos y angloamericanos y un guión en el que también hay lugar para recordar las tensiones raciales.
Desde los orígenes de la cinematografía universal se abordó el tema del terror, en todas sus clases, hasta convertirse en un género definido y habitual dentro de la cartelera semanal. Para generar miedo se emplearon distintos personajes monstruosos que se le aparecían físicamente o en los sueños a las víctimas. Pero, en esta realización de los hermanos directores Abel Vang y Burlee Vang, se utilizan los adelantos tecnológicos para asustar al público, como es el caso de una aplicación para el celular que se les aparece para instalarla a cinco amigos y compañeros del colegio secundario de EE.UU., luego de que muriera en forma trágica Nikki (Alexis G. Zall), otra integrante de ese grupo. Cuando esa aplicación se activa, una voz, al comienzo amistosa, los va torturando, atormentando, resaltando y hurgando sus puntos débiles, explotando sus miedos infantiles, sus fobias, hasta provocarles alucinaciones, que se vuelven tan reales que los terminan matando. En esa cofradía se erigen Alice (Saxon Sharbino), como la mejor amiga de Nikki, y Cody (Mitchell Edwards), como un experto en todo lo que tiene que ver con la tecnología, quienes intentarán averiguar quién creó esa aplicación y cómo llegó a ellos para tratar de desactivarla. La historia está bien contada con todos los ingredientes necesarios cómo para que resulte entretenida y asustar de vez en cuando, pese a que uno ya sabe cuándo va a aparecer el ente Bedevil (Jordan Essoe). Los efectos están ubicados en el momento justo, y con una idea sencilla, pero eficaz, se logra un buen producto, que tiene ritmo en los momentos que los tiene que tener, con otros de ligera tranquilidad. La utilización de las luces es un condimento extra, porque la escena está iluminada por el sol, o en forma artificial en los momento de calma, y cuando se apagan las luces, hay que huir. Como decía antes, la idea es sencilla, chiquita, donde la utilización del teléfono celular y de las computadoras están al servicio y son una parte fundamental del relato. Esta película viene bien para oxigenar el género tan vapuleado últimamente, con la reiteración de presencias malignas, que viven en los sótanos o detrás de las paredes de las casas abandonadas.