Latinoamérica fue durante los años ´60 y ´70 un caldo de cultivo en la formación de agrupaciones armadas autodenominadas “revolucionarias”, para combatir por la fuerza los gobiernos y el modelo de vida que ellos decidían. Se han escrito muchos libros y también columnas en diarios y revistas sobre los orígenes, la región y la época que surgieron. Aún hoy, no está del todo esclarecido porque las opiniones varían y la información valiosa continúa escondida. Mientras el tiempo pasa y los protagonistas mueren. Por ese motivo, para mantener viva la memoria de aquellos hechos, quien está tomando cartas en el asunto y deja de mirar hacia otro lado es el vecino Chile. Últimamente estrenaron producciones alusivas al tema, tanto documentales como ficciones. Andrés Wood aborda la formación y disolución del Frente Nacionalista Patria y Libertad, cuyas ideas de derecha no toleraron que un gobierno de izquierda, presidido por el recientemente elegido Salvador Allende, conduzca los destinos del país. Todos sus esfuerzos y balas apuntaron para la destitución del primer mandatario. El relato, con un comienzo atrapante y contundente, se maneja en dos períodos. El actual, protagonizado por Inés (Mercedes Morán), quién habla con tonada chilena, y Gerardo (Marcelo Alonso). Ellos fueron amantes en el pasado, ahora, ella es una señora de la clase acomodada, casada con su marido de toda la vida, tienen un hijo y nietos. Pero él siempre vivió en la clandestinidad, creyó y continúa creyendo. en la revolución, de tal modo que nunca se adaptó a los mandatos sociales. Cuando es detenido e investigado, Inés mueve sus contactos e influencias para que lo liberen y no divulgue el pasado que los compromete. Con un ritmo intenso y pocas melodías incidentales, ya que lo primordial es lo que sucede en pantalla, transcurre la película. Tiene una buena ambientación, lo mejor son los antiguos vehículos que enmarcan la década del ´70. Para explicar los episodios y el porqué de la motivación de la protagonista el director recurre constantemente a los flashbacks para saber qué es lo que hacían y como actuaban ellos de jóvenes. Así, María Valverde encarna a la Inés joven, con mucha vitalidad y sex-appeal. Gerardo joven es Pedro Fontaine. y el marido Justo (Gabriel Urzúa) componen no sólo un triángulo subversivo sino también, amoroso. En ambas épocas los personajes saben lo que quieren, sólo Justo, Felipe Armas en la actualidad, quisiera desaparecer de la tierra Hasta el día de hoy ellos creen que lo que hicieron fue lo correcto. Esa es su ideología y el modo de defender el patriotismo. No se arrepienten. tan sólo no quieren que se sepa públicamente, el turbio pasado que los cubre.
“El pasado nunca muere” La oscuridad puede intentar esconderse detrás de la luz, pero tarde o temprano se escapa. El último film de Andrés Wood demuestra que el pasado persigue al presente y que la Historia no sólo es importante sino, esencial. Araña (2019) tiene dos puntos de partida: La actualidad y los comienzos de ella. Inés (Mercedes Morán) y Justo (Felipe Armas) están casados y acomodados; viven en una gran casa, tienen una amplia carrera profesional y pudieron formar una familia modelo. Lo que el matrimonio chileno no tenía previsto, era que su pasado los perseguiría aun cuando lo consideraban enterrado y que llegaría a través de un antiguo compañero de guerra. Un crimen lleva la luz mediática hacia Gerardo (Marcelo Alonso), un viejo conocido de la pareja y ésta comienza a incomodarse por la amenaza latente de la divulgación de sus orígenes: A comienzos de la década del ’70, el trío protagonista formó parte de un grupo de extrema derecha que ayudó a derrotar a Salvador Allende. Comienza allí una historia cargada de secretos ocultos, violencia, silencios y odios que permanecen escondidos pero siempre presentes. Con un gran guión de Guillermo Calderón, una excelente dirección de Andrés Wood y las interpretaciones perfectamente a la altura de todos sus personajes, el film nos adentra en la historia a través de un muy bien logrado paralelismo temporal. Araña es importante en muchos niveles. No sólo refleja un conflicto que afecta a la sociedad chilena, si no que destierra aquel pensamiento de que esas cosas ya no suceden. "Las dos caras de la historia siempre se encuentran, lo ignorado resurge. Y por sobre todas las cosas, el pasado nunca muere. Dirigida por Andrés Wood Escrita por Guillermo Calderón y Andrés Wood Dirección de Sonido: Ricardo Reis ABC Supervisión de edición de sonido: Miriam Biderman ABC Música: Antonio Pinto Vestuario: Carolina Espina Maquillaje y peinado: Margarita Marchi y Emanuel Miño Dirección de Arte: Rodrigo Bazaes Nieto Asistencia de Dirección: Julio Jorquera Edición: Andrea Chignoli Dirección de Fotografía: Miguel I. Littin-Menz Producción ejecutiva: Patricio Pereira, Judith Cárdenas O., Josefina Labán Producción: Alejandra García, Nathalia Videla Peña, Juan Pablo Gugliotta, Paula Cosenza, Denise Gomes. Duración: 105 minutos Países: Chile /Argentina / Brasil Año: 2019 Género: Thriller político
El inicio de Araña transcurre en el Chile contemporáneo, aquel Chile que en 2019 desnudó sus contrastes y desigualdades a los ojos del mundo. En pleno Santiago, un hombre que arrebata una cartera es perseguido por un conductor que lo atropella y mata. Luego se sabrá que Gerardo, el justiciero anónimo, perteneció a un grupo nacionalista durante el gobierno de Salvador Allende y su reaparición reabre algunas grietas en sus ex compañeros Inés y Justo.
Es notable el esfuerzo del cine chileno, o al menos de aquél que llega a nuestras salas, por contrariar la consigna conservadora de dejar atrás el ayer. Andrés Wood es uno de los primeros referentes de esta tendencia saludable: en 2004 su largometraje Machuca recreó la antesala del golpe de Estado contra Salvador Allende desde la mirada de tres pre-adolescentes. Una década y media después, el también autor de Violeta se fue a los cielos retoma esa misma época trágica con Araña, protagonizada por –otra vez tres– militantes ultra nacionalistas. A diferencia de aquel largometraje totalmente ambientado en 1973, el de 2019 va y viene en el tiempo. Como otras ficciones con pretensiones históricas, Araña también parte de un hecho actual para exponer la relación entre pasado y presente. Aquí se trata de un acontecimiento violento, que Wood filma con crudeza, acaso para adelantar la naturaleza criminal de la alianza que los ahora sesentones Inés, Justo y Gerardo integraron a sus veinte años. Mientras describe a estos tres patoteros anticomunistas, Wood rescata del olvido colectivo a un artífice ¿secundario? del derrocamiento de Allende: el Frente Nacionalista Patria y Libertad, cuyo accionar terrorista contribuyó a desestabilizar el gobierno de la Unidad Popular, y que se diluyó dos días después de la instauración de la dictadura pinochetista. La decisión de recordar la existencia de esta fuerza de choque paramilitar ayuda a visibilizar la pata civil de los gobiernos de facto. La ocurrencia de retratar a tres integrantes 45 años después invita a reflexionar sobre la capacidad camaleónica de la derecha en general y en las democracias formales en particular. Wood explora algunos lugares comunes del discurso reaccionario: la guerra contra un enemigo interno fogoneado por otro externo; la amenaza latente de invasión; el sacrificio (en realidad impostado) en defensa de la Nación; la libertad asociada al poder del dinero. El realizador también expone estrategias defensivas concretas como la manipulación de la justicia y la prensa. Además de integrar una agrupación política, Inés, Gerardo y Justo conforman un triángulo amoroso. En este marco, Araña se revela menos original de lo que promete al principio, y menos equilibrada que Machuca. La adaptación de la novela de Eledín Parraguez articula mejor las dos historias relatadas: el despertar de un adolescente y los prolegómenos del golpe del ’73. En cambio, el amor prohibido que altera los vínculos del triplete contrarrevolucionario distrae la atención del fenómeno Patria y Libertad. En Araña, cada integrante del trío es interpretado por dos actores: uno a cargo de la versión joven; otro de la versión contemporánea. El afiche y el trailer de la película adelantan la importancia acordada a la Inés actual, obra de nuestra Mercedes Morán. Dato curioso: tampoco es chilena María Valverde, actriz (española) que compone a la Inés veinteañera. Es encomiable el trabajo de una y otra para imitar el acento trasandino y para transmitir la energía de esta mujer tan apasionada como reaccionaria. Las escoltan con solvencia los colegas chilenos que interpretan a Gerardo (Pedro Fontaine y Marcelo Alonso) y a Justo (Gabriel Urzúa y Felipe Armas). Dicho esto, algunos espectadores encontramos que Araña es una propuesta irregular, que parece perder contundencia y singularidad cuando privilegia el thriller pasional en detrimento del thriller político. Desde esta perspectiva, preferimos Machuca e incluso la controvertida Violeta se fue a los cielos.
Pasado y presente de una Chile convulsionada. El director chileno, quien ya ha indagado en el tejido social y político de su país en anteriores películas, como “Machuca”, “Violeta se fue a los cielos”, “La Fiebre del Loco” o “La Buena Vida”, viaja a principio de los 70, en una Chile convulsionada, para traernos un vibrante thriller de tinte político con un triángulo amoroso en el medio. Por Bruno Calabrese. “Araña” no comienza en los 70, su primer visionado nos traslada a 2018. En un Santiago de Chile donde la desigualdad social, con gente durmiendo en la calle bajo una extrema pobreza. Ese arranque nos trae a un hombre recorriendo lentamente las calles en su auto. Esa lentitud se ve interrumpida cuando presencia el robo de una cartera por parte de un joven, al cual empieza a perseguir en una escena impactante y vertiginosa que parece salida de un film de John Frankerheimer, con un final brutal e impactante. Quien conduce el auto es Gerardo (Marcelo Alonso), quien estaba desaparecido hace 45 años. Su aparición despierta el interés de Inés (Mercedés Morán) una influyente empresaria que ve en esa aparición un peligro latente que la llevará a inmiscuirse en la situación y a tratar de mover influencias para que el detenido no ponga en peligro su vida y la de Justo (Felipe Armas), su marido. A partir de ahí el director nos trasladará al pasado de ese trio, en la juventud de Inés (María Valverde) , Justo (Gabriel Unzúa) y Gerardo (edro Fontaine) desde el momento en que se conocen. Los dos primeros son una pareja de jóvenes adinerados y fervientes guerreros antimarxistas, el tercero en discordia un rebelde lumpen que no soporta las órdenes de nadie. Los tres pertenecientes al Frente Nacionalista Patria y Libertad, fundado en Chile en 1971 con el objetivo de regenerar la patria y acabar con el gobierno de Unidad Nacional. El Frente Nacionalista Patria y Libertad fue el catalizador de la resistencia anticomunista. De carácter antisistémico y condición de extrema derecha se basaba en en la retórica de vieja y nueva política, y una fuerte identidad nacionalista. Fue clave para llevar a cabo el vergonzoso golpe de estado llevado a cabo por Augusto Pinochet sobre el gobierno del Salvador Allende en 1973. El grupo se desarmó una vez perpetuado el golpe, pero sus referentes aún siguen teniendo poder en la política actual de Chile. Pero el film no solo funciona como un thriller político, el director diseña un juego de seducción entre los tres protagonistas que hará que la tensión erótica este presente desde el preciso momento en que se conocen. Sobresaliendo en ese juego la actriz María Valverde en el rol de Inés, una joven que no teme a nada, cuyo discurso político firme y provocador genera en Gerardo una atracción que será el eje sobre el cual gire su relación. El triángulo amoroso tendrá consecuencias en las decisiones que ambos deban tomar a la hora de ograr el cometido de hacer caer lo que ellos llamaban el peligro comunista. Esa tensión irá increscendo hasta el esperado encuentro final entre Inés y Gerardo, cuarenta años después, con ella cargando con los problemas psicológicos de Justo. “Araña” se desplaza de manera rápida, suave y eficiente de un lado a otro en el tiempo sin sentirse desarticulada o incoherente. Se respira un aire añejo al recordado cine político de principios de los años 70 de Costa-Gavras. Comprometido con la realidad del país trasandino, Andrés Wood retrata de manera notable el contexto político y social chileno en los 70, a la vez que transmite con preocupación que ese germen fascista y violento aún sigue presente en la sociedad chilena, pero que se puede traspolar a cualquier otro país. Puntaje: 80/100.
El director chileno Andrés Wood vuelve a plasmar una historia en pantalla luego de ocho años, ya que en 2011 fue su último proyecto audiovisual, la película «Violeta se fue a los cielos». Dentro de su filmografía también encontramos, «La buena vida» (2008), «Machuca» (2004), «La fiebre del loco» (2001), «El desquite» (1999) e «Historias de fútbol» (1997). Finalmente, en 2019, retorna al cine (luego de haber trabajado en mini-series como «Ecos del desierto» y «Ramona») con la película titulada «Araña». Este film, escrito por Guillermo Calderón, se centra en el pasado y presente de tres personajes: Inés, Justo y Gerardo, quienes durante su juventud han formado parte del grupo paramilitar «Patria y Libertad». Este pasado vuelve a hacerse presente cuando Inés y Justo, quienes son actualmente marido y mujer, ven en los medios imágenes de Gerardo, a quien no veían hace muchos años, debido a que el mismo ha asesinado a un ladrón que había arrebatado la cartera de una chica. Revivir este pasado traerá complicaciones tanto en el plano familiar de ambos como el profesional. «Araña» es una coproducción entre Chile, Argentina y Brasil. Filmada en los dos primeros países, la película es contada en dos espacios temporales diferentes, por este motivo, cada personaje es interpretado por dos actores distintos, en el caso de Inés, la actriz María Valverde se encarga de los momentos de juventud de la mujer, en el caso de su presente, es Mercedes Morán quien se ocupa de darle vida a la protagonista. En el caso de Justo, es interpretado por Gabriel Urzúa y Felipe Armas. Por último, Gerardo, es encarnado por Pedro Fontaine y Marcelo Alonso. Todos los actores que participan del film cuentan con experiencia tanto en cine y televisión y podemos percatarlo en pantalla ya que todos los participantes realizan un buen trabajo. El film se alterna en dos tiempos diferentes y esta particularidad hace que el espectador se mantenga atento y sea la historia que cuenta la película lo que lo atrape. En primer lugar, «Araña» comienza en presente, pero en el momento que empiezan a investigar a Gerardo por el asesinato que ha cometido, los policías ingresan a su casa y es allí donde en una de sus puertas hay un poster de una mujer joven, con el año 1971 en la parte superior, es Inés, y a partir de esa imagen es que comienzan a aparecer, en forma de flashbacks, instantes del pasado de los tres protagonistas. En este pasado, observamos que los tres han formado parte del Frente Nacionalista Patria y Libertad, una organización anticomunista y en contra del presidente en ese momento, es decir, Salvador Allende. Como dijimos anteriormente, la historia es uno de los elementos más importantes de la película, es aquello que es muy posible que atrape al espectador, ya que en la misma se retoma un momento histórico, en este caso del país chileno, principalmente, que se centra en un grupo que realmente existió. Asimismo, aparecen en pantalla imágenes de archivo, además, otro de los elementos interesantes es la visualización de la realización de un documental que luego percatamos que efectivamente fue filmado. Esto no es todo, sino que también es interesante la relación entre los tres protagonistas, que se mezclan con estos hechos, además de lo contado en el presente, donde vemos las repercusiones que tiene cuando diferentes acciones salen a la luz. En resumen, «Araña» es una interesante historia que retoma sucesos históricos verdaderos que tuvieron lugar en Chile en los años ’70, los cuales son transmitidos hacia nosotros mediante flashbacks. La película cuenta con grandes actores y una buena ambientación de los años representados del pasado, tanto en la caracterización de los personajes, como en otros elementos, tales como los vehículos.
Inés (Mercedes Morán) es una empresaria exitosa, bien instalada en la sociedad chilena y con evidentes vínculos con el poder, a los que debe recurrir cuando se conoce la noticia de la detención de un hombre que mató con su auto a un ratero que le había robado su cartera a una mujer en la calle. Este “justiciero” es Gerardo (Marcelo Alonso), un viejo compañero de Inés y de su esposo Justo (Felipe Armas), cuando en los los setenta formaban parte de la organización de extrema derecha Patria y Libertad. Inés entonces moverá sus influencias para que Gerardo sea internado en una institución psiquiátrica, primero para ayudar a su antiguo amigo y amante, pero sobre todo para que no salga a la luz el pasado violento de los tres. La película de Andrés Wood (Machuca, Violeta se fue a los cielos) vuelve a indagar en el pasado chileno, en su autoritaritarismo y en la feroz división de clases, con un relato dividido, primero en el presente con Inés (Mercedes Morán, como siempre precisa y convincente) como la protagonista excluyente, un personaje poderoso y seguro de que sus acciones la ubicaron justo donde imaginaba estar en su juventud, formando parte del statu quo dominante que ayudó a perpetrar y convencida de su patriotismo. Esa certeza se traslada a todos los ámbitos de su vida, desde el trabajo donde conduce con mano mano de hierro hasta la intimidad familiar, con un marido quebrado y alcohólico y un hijo que le reprocha a la pareja el pasado violento, aunque él mismo forma parte y se beneficia de esa elite dominante producto de aquellos años. La otra parte de Araña está construida a través de numerosos flashback, donde se muestra a una joven Inés (la española María Valverde), que transita con soberbia y audacia esa suerte de militancia chic junto a su esposo Justo (Gabriel Urzúa), a los que se suma Gerardo (Pedro Fontaine), de otra clase social, atractivo, violento y resuelto. Este trio militante y también amoroso forma parte de las bandas que asolan a los militantes de izquierda en Santiago de Chile y sus acciones son cada vez más ambiciosas, hasta que terminan cometiendo un asesinato. Con una puesta lustrosa y ordenada para la actualidad y llena de colores que se van oscureciendo a medida que se acerca el golpe cívico-militar a Salvador Allende, es decir, sin sutilezas pero con una evidente efectividad, Wood explica el presente de un país profundamente injusto, manejado y al servicio de una clase dominante en el poder desde 1973. Pero Araña también indaga de manera premonitoria el hartazgo del pueblo, que desde el estallido del pasado 18 de octubre continúa protestando en las calles exigiendo un cambio. ARAÑA Araña. Chile/Argentina, 2019. Dirección: Andrés Wood. Intérpretes: Mercedes Morán, María Valverde, Marcelo Alonso, Felipe Armas, Pedro Fontaine, Caio Blat, Gabriel Urzúa. Guión: Guillermo Calderón. Fotografía: Miguel Littin. Edición: Andrea Chignoli. Sonido: Ricardo Reis. Distribuidora: Cinetren. Duración: 105 minutos.
Araña: Revolucionarios de elite. El chileno Andrés Wood regresa a la pantalla grande con una historia valiente sobre el resurgimiento del nacionalismo de extrema derecha. Para aficionados al cine político y a los hechos históricos de Latinoamérica, la séptima película del director protagonizada por Mercedes Morán y María Valverde, retrata un hecho que ya ha sido llevado a la ficción, pero esta vez lo hace desde una mirada distinta, donde no se juzga a los personajes ni a sus acciones. “El pasado se hace presente” como reza su tagline, en una dualidad entre 1973 y 2019. El director vuelve sobre un tema que ya trató en Machuca (2004), los años 70 y el golpe de estado militar de Pinochet, ahora desde otro enfoque. La detención de una persona en la actualidad lleva a rememorar esos años de revolución del grupo de extrema derecha Patria y Libertad, que conspiró para derrocar al gobierno de Salvador Allende. Sus primeras proyecciones en festivales durante el 2019 coincidieron con los enfrentamientos civiles en Chile, sin ser una estrategia sino que sabemos que en América Latina la historia se repite. Una historia cargada de secretos y violencia, que siguen presentes. Un brutal comienzo: una mujer de clase alta gritando al profesor de fútbol de unos pequeños porque no hace participar a todo el grupo, reclamando justicia; un señor haciendo justicia por mano propia, reventando con su auto a un ladrón que huía con una cartera ajena. A estas 2 personas los une un pasado turbio de pasión, política y odio. Araña (2019) tiene 2 líneas temporales: la actualidad y los 70. La historia de 3 militantes del grupo paramilitar Patria y Libertad, formados por jóvenes de la alta sociedad chilena, que días después que Augusto Pinochet mandara a ejecutar a Salvador Allende y tomase el poder, se disolvió por decisión de sus propios miembros, con lo que se entiende que ese grupo sólo existía para derrocar a Allende. En la actualidad, Inés (encarnada de joven por la española María Valverde y en la madurez por la argentina Mercedes Morán) y Justo (Gabriel Urzúa y Felipe Armas) están casados, son profesionales con poder y tienen una vida elegante. Pero el pasado puede salir a la luz cuando aparece en las noticias Gerardo (Marcelo Alonso y Pedro Fontaine), un viejo compañero de lucha. De jóvenes, arengaban violentamente en las calles de Chile mientras tenían una rara relación íntima. De fondo Chile, a principios de los 70, entre Salvador Allende y Augusto Pinochet. Las actuaciones de María Valverde y Mercedes Morán hacen que su personaje resalte como ningún otro, dando poder absoluto a su condición de mujer, frente a los hombres que las acompañan en las distintas etapas de su vida. La argentina se destaca hablando en “chileno” de manera perfecta, algo que llama mucho la atención apenas comienza la película, además de su actitud cruenta de quien ha vivido como quiso, al costado de lo correcto. La española brilla con su interpretación sexy y combativa a la vez. Los chilenos Pedro Fontaine y Gabriel Urzúa, como los jóvenes, Gerardo y Justo, respectivamente; y luego, en su madurez, Marcelo Alonso y Felipe Armas, acompañan de forma prolija a las protagonistas. No hay personajes que generen empatía, que sean agradables; todos son violentos y generan rechazo en el espectador, lo cual es una maravillosa estrategia de guion. Quizás falte cierta profundidad en el análisis de los hechos históricos, pero siendo latinoamericano no hay minuto en el que no se comprenda lo que sucede ya que todos los países de la zona pasaron por lo mismo en esa época. La diferencia de clases y de posiciones políticas está muy bien retratada. El guion tiene semejante fuerza que, de a ratos, no hacen falta diálogos, ya que basta con lo narrado visualmente. No es una película que genere simpatía en el espectador, aunque tiene un ritmo que nunca decae; taladra el pasado político de Chile a partir de una historia de amor y revolución. Araña (2019) demuestra que el pasado es esencial para entender el presente y prepararse para el futuro. Una historia que recorre dos líneas temporales, con 40 años en el medio, de manera casi documental, donde el pasado siempre persigue al presente. Con un brillante guion de Guillermo Calderón, una excelente dirección de Andrés Wood y las interpretaciones perfectamente ejecutadas, refleja un conflicto social del pasado que aún sigue vigente. Apasionante y dolorosa.
La sombra del pasado Andrés Wood bucea en Araña (2019) el germen y la configuración de la clase alta chilena a partir del ocultamiento del pasado y la complicidad con los intereses dominantes, con la historia de un trío de personajes, parte vital del grupo paramilitar de derecha Patria y Libertad, que socavó al gobierno de Salvador Allende a fuerza de violencia y sangre, se celan, se odian, se destruyen y se aman a lo largo de toda su vida. En el presente Inés (Mercedes Morán), es una mujer que posee una vida estable y placentera, plagada de lujos y confort, que le permite ejercer poder. De joven Inés (María Valverde) arengaba violentamente en las calles de Chile exigiendo orden junto con su marido, pero también jugaba a la niña bien y a los concursos de moda, hasta que llega un joven del que se enamora. De un día para el otro un secreto oculto asociado a ese amor adolescente le estalla en la cara desestabilizando la imágen de familia ideal que construyó. Pero Inés no quiere que la revelación del pasado la confine a otra vida, quiere seguir jugando a la señora bien. Wood cuenta esta apasionante historia, que permite, como hicieron recientemente las argentinas Rojo (2018) y Ni héroe ni traidor (2020) repensar el pasado a partir de la complicidad activa de ciudadanos en los procesos dictatoriales, y en cómo persisten, aún hoy día, agazapados, para aprovechar las oportunidades que los devuelvan al centro de la escena. El director decide contar desde el presente con constantes flashbacks al pasado y entre ambos tiempos narrativos hacer que el espectador imagine qué paso durante el paréntesis del relato, configurando con la información que ofrece, detallada y precisa, el hoy de Inés y sus compañeros. Araña duele, evidencia esa dictadura celebrada y muestra el porvenir de la clase más acomodada, la que miraba para otro lado. Las actuaciones de María Valverde y Mercedes Morán hacen que su personaje se pare ante los hombres de una manera única, reivindicando su condición “femenina” cuando saben que el sexo ayuda, y transformándose en hombres si la acción lo requiere. Morán una vez más, se destaca hablando en “chileno” de manera precisa, algo que para el público argentino no es frecuente, pero sí para otras culturas. Wood sostiene un ritmo que nunca decae y que en la empatía/rechazo constante hacia los personajes reafirma el sentido de la propuesta: una película para indagar y horadar de manera eficiente el pasado, presentando hechos que nunca dejarán de doler en la región.
En tiempos del resurgimiento de los grupos de extrema derecha en múltiples partes del mundo y en momentos en que Chile empieza a cuestionar de forma masiva, directa y contundente la herencia de la dictadura pinochetista, Araña se convierte en una película valiosa no solo desde algunos aspectos artísticos sino sobre todo desde lo político, ya que en su pendular entre el presente de la clase alta que ostenta el poder económico (y no solo económico) y el pasado con la historia de los grupos nacionalistas que ayudaron a derrocar al gobierno de Salvador Allende termina poniendo el dedo en la llaga, en esas heridas aún abiertas que la sociedad trasandina no ha querido, sabido o podido sanar por completo. En los constantes flashbacks setentistas de esta mixtura entre el drama romántico y el thriller político hay un triángulo amoroso (no demasiado sutil y con algo del espíritu y los climas de Tango feroz al que dan vida la española María Valverde, Pedro Fontaine y Gabriel Urzúa) entre integrantes de Patria y Libertad, grupo que cometió múltiples actos de violencia con el objetivo de desestabilizar y finalmente arrasar con la experiencia socialista de la Unidad Popular. Bastante más interesante es la trama que transcurre en la actualidad con las historias de Inés (Mercedes Morán sacando el máximo provecho del personaje más rico y con más facetas de todo el relato) y de Gerardo (Marcelo Alonso), quienes han llegado a la madurez con muy distintas realidades, pero en ambos casos con los fantasmas de ese pasado ominoso aún acechándolos y torturándolos. Menos lograda (porque es más subrayada) que Machuca, Araña (cuyo nombre está ligado al símbolo del grupo nacionalista Patria y Libertad) resulta de todas formas una película audaz, inquietante, incómoda y con personajes con los que es casi imposible empatizar. Wood propone escarbar en las zonas más oscuras y aterradoras de la historia chilena y lo hace sin concesiones, sin resquicios ni complacencias emocionales para obligarnos a sumergirnos en ese submundo de violencia, maldad, perversión y manipulación que -lamentablemente- sigue teniendo su correlato en la actualidad.
Inés, Justo y Gerardo conforman un grupo nacionalista para derrocar al gobierno de Chile en los años 70 y desde ahí se desprende otro impulso ¿en qué están hoy los que lucharon violentamente contra Salvador Allende? La respuesta empieza a vislumbrarse cuando Gerardo reaparece en las vidas de los otros dos personajes para obligarlos a revisar un pasado que se empeñaron décadas en olvidar. Una historia atravesada por el crimen y deslealtades desde donde construyeron su presente. Y también el amor, ese que nunca más se vivió con enorme intensidad o que quizá mutó hacia otra cosa. Las cicatrices de los dolores y de las alegrías de estos personajes se rebelan en distintos niveles a lo largo del film y aunque por momentos la historia llama a la confusión no por ello pierde su fuerza y su emotividad. El director Andrés Wood ( Machuca, La buena vida, Violeta se fue a los cielos) siguió puntillosamente el camino de esos hombres y mujeres pertenecientes al grupo político que dirige la sedición contra el gobierno y así la violencia se entrelaza con encuentros y desencuentros que hablan de la pasión que permite a sus tres agónicos personajes poseer una mirada idealizada del pasado, aunque no estén dispuestos a reconocerlo. Con un impecable reparto encabezado por Mercedes Morán, este thriller político va así mostrando lo más secreto de esos años oscuros en los que la violencia era una presencia cotidiana en un país convulsionado.
Andrés Wood profundiza en la agrupación de los primeros años '70 Patria y Libertad, grupo paramilitar de extrema derecha que ya se vislumbraba en su ópera prima Machuca, cuando un joven integrante del frente nacionalista amenazaba, nunchaku en mano, al niño que le daba nombre a la película. Araña, título con origen en el logo simétrico de la agrupación, arranca en Santiago, algún tiempo antes de las revueltas populares que comenzaron en octubre (la película se estrenó en Chile a mediados de agosto), trazando un paralelismo entre dos escenas centradas en el concepto de justicia por mano propia, que parecen señalarse como el “meme del Hombre Araña”. Primero una abuela canchera, interpretada por Mercedes Morán, interviene para que sus nietos, suplentes en un partido de fútbol, se sumen a jugar de inmediato sin darle lugar al DT infantil para que haga los cambios, esgrimiendo como razón que el papá de los chicos no paga para que los nenes miren el partido desde afuera. Enseguida, esa lógica intervencionista se vuelve extrema cuando un jubilado persigue con el auto a un arrebatador y decide atropellarlo por haber robado una cartera. Los dos personajes tienen un pasado que los une y el cineasta aprovecha esta conexión para tejer dos líneas narrativas temporales que muestran encuentro y distanciamiento de los protagonistas, cuyo romance trunco sirve como excusa para contar la historia de Patria y Libertad durante la breve presidencia de Salvador Allende. El cineasta hace gala de su talento visual a la hora de viajar en el tiempo y parece mucho más cómodo en la estética de esos años de socialismo en La Moneda que en el retrato del tiempo presente, que sólo sirve para trazar puentes, con todas conexiones lineales, entre el accionar de Patria y Libertad y una extrema derecha actual caricaturizada en sus vertientes educada neoliberal o xenófoba mucho más bruta. La clave, una vez más en el cine de Andrés Wood, está en el clasismo de la sociedad chilena, obsesión que se volvió más compleja y atractiva a lo largo de su filmografía.
En esta nueva propuesta el cineasta chileno Andrés Wood (Machuca) vuelve su interés por un relato de corte fuertemente político situado a la vez en dos tiempos narrativos: el período de gobierno de Salvador Allende y la actualidad con su controversial situación política. Mas allá de que el filme focaliza parte de su relato en un registro histórico, es notorio el interés narrativo por hacer de este filme un retrato acerca del Chile actual, por ejemplo en su tratamiento sobre el resurgir de la extrema derecha. La preocupación del realizador por la fuerte presencia, tanto en su trama desplegada en el pasado como en el presente, es sobre la fuerza creciente de un nacionalismo férreo, basado en perturbadoras distorsiones ideológicas que han sido validadas en aquellos tiempos de Allende para combatir a la izquierda y que hoy parecen tomar otra vez un carácter de “verdad” que aterroriza. El filme comienza en la actual Santiago, donde un joven que asalta violentamente a una mujer es atropellado intencionalmente de manera “justiciera” por Gerardo, un hombre que luego descubriremos a lo largo del filme ha pertenecido al Frente Nacionalista Patria y Libertad durante los años 70. Esta historia se une en el pasado a su vínculo con los personajes de Inés y su marido Justo, otros fanáticos del nacionalismo. Cuando jóvenes, estos tres jóvenes se ven unidos en la misma causa de lucha encarnizada contra la izquierda, a la vez que envueltos en un triángulo amoroso. En el presente, mientras Gerardo comete estos “ajusticiamientos” que lo llevan a la detención, Inés es una exitosa empresaria de ultra derecha aún casada con Justo, hoy transformado en adicto a los psicofármacos y el alcohol. Así como se focaliza en la violencia física y psicológica fuertemente presente tanto en las escenas grupales y colectivas como en la intimidad de maneras diferentes en el pasado y en el presente, también se hace foco de distintas formas en el vínculo triangular, aun cuando esta capa vincular es de poco espesor dramático en muchos pasajes, quedando reducida en la trama del pasado a cierto modelo estereotípico de los amores controversiales y triangulados. Lo atractivo de la narración juvenil de la década del 70 es ver como Wood ha reflejado la manera en que estos jóvenes tenían la convicción de querer cambiar el mundo, y que actuaban bajo esa pasión sin doble fondo con el ímpetu ciego de su juventud enloquecida. Ese aspecto habita un territorio filoso más cuando la narrativa latinoamericana se ha dedicado a dotar de pasión y lucha casi exclusivamente a la izquierda. Tiene el filme la intención de evadir cierto romanticismo político, lo cual logra en varias escenas. Pero, en su defecto, cae en un falso romanticismo vincular absolutamente poco solvente en el co-relato del pasado. Hay en el personaje de Inés (Maria Valverde/ Mercedes Morán) una apuesta fuerte, tanto en el despliegue actoral como en la construcción del personaje, el arquetipo femenino está bastante puesto en el centro de la escena. El propio Wood enuncia que el modelo de mujer que encarna es un poco el modelo “Tacher”. Por ejemplo en una de las escenas del filme, alguien le pregunta a Inés: “Oye, ¿qué cambiarías de tu cuerpo?” y ella responde: “Todo, porque me habría gustado nacer hombre”. Un modelo de mujer controversial, contradictoria y dictatorial, muy en sintonía con algunos arquetipos de mujeres poderosas asimilables en el contexto de la década del setenta. El filme trata de jugar en espejo el presente y el pasado, sus repeticiones perturbadoras y los universos de poder que se aliteran con todos sus funcionamientos maquiavélicos en plena vigencia. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Una mirada reveladora del pasado, absolutamente ligada al presente, que se centra en datos reales, y en la historia de una traición, contada en dos tiempos que abarcan desde el fin del gobierno de Allende hasta hoy. El director Andres Wood (“Violeta se fue a los cielos”), junto a Pablo Larrain y Sebastián Lelio son los directores chilenos más sobresalientes, que indagan historias que nos hacen entender el hoy de un país tan cercano. Aquí toma la formación de un grupo de extrema derecha, que se identificaba con el logo de una araña geométrica, creado y financiado por poderosos opositores al gobierno de Allende, para desestabilizarlo y que fue disuelto con el golpe de Pinochet. Algunos integrantes se adaptaron a la nueva sociedad en situaciones de privilegio y poder empresario y otros quedaron resentidos porque tampoco están de acuerdo con el capitalismo extremo, que se opone a su nacionalismo extremo. En ese contexto, el guión de Guillermo Calderón y el director, se adentra en la conexión pasional de una mujer, seducida por la adrenalina de la acción en los año setenta, que sigue a su marido, y seduce a un nuevo integrante de la fuerza de origen plebeyo, pero igual de rebelde, en un triángulo de muerte, sangre y conveniencia. Esa fuerza integrada por hijos del poder, gente común y otra remunerada extiende sus tentáculos hasta un presente que permite muchas comprensiones actuales. Mercedes Moran brilla en una actuación excelente como la adulta mujer de un mundo corporativo que nada olvidó de ese pasado que regresa. María Valverde la encarna con igual fuerza en su juventud. Como un trhiller de los setenta para el pasado, la pasión transformada en conveniencia en el hoy, el film es conmovedor, apasionante y terrorífico.
Por Mano Propia Tras presenciar un robo en la calle, un hombre de aspecto bastante desmejorado decide perseguir al delincuente mientras huye. Durante la persecución queda claro que no tiene ninguna voluntad de detenerlo, y cuando finalmente lo alcanza lo asesina a sangre fría. Por el hecho es arrestado en el lugar y su cara aparece en los medios, donde es reconocido por gente de su pasado que estaba conforme con su exilio o hasta esperaban que no estuviera vivo. El resurgir de Gerardo (Pedro Fontaine / Marcelo Alonso) después de tantos años despierta recuerdos reprimidos en Inés (Mercedes Morán / María Valverde). Comienza a revivir aquellos años donde junto a su marido, Justo (Gabriel Urzúa / Felipe Armas), los reclutaron para unirse a un grupo paramilitar de ideología fascista conocido como Frente Nacionalista Patria y Libertad, dedicado a combatir al gobierno socialista de Salvador Allende con actos de terrorismo y sabotaje. Las acciones de las versiones mayores de ambos dejan claro que las cosas no terminaron bien entre los tres, pero será a fuerza de flashbacks que se irá revelando el por qué. De modelo a Oligarca La narración de Araña está partida en dos, en más de un sentido. El más obvio es temporal, porque cuenta una historia separada por cincuenta años interpretada por elencos diferentes para cada versión de los personajes y con el foco puesto más sobre en el pasado que en el presente. Pero también hay una fragmentación temática que hace convivir el discurso político con los conflictos internos de los personajes, un cruce que no resulta tan exitoso porque hace que ambos pierden fuerza; tanto el desarrollo de los personajes como el de su contexto político se quedan a medio camino, como si pretendiera mostrar una situación sin tomar una postura fuerte. Sin embargo, la propuesta de Arañaes un poco más sutil y compleja de lo que puede parecer a primera vista, con historias y personajes que no se desarrollan de forma explícita pero que igualmente están insinuados. Más allá de los datos históricos que le dan contexto a la trama, pero que la película no se detiene a profundizar porque acertadamente los asume de público conocimiento, hay acciones y comportamientos que solo toman un poco más de sentido una vez que se conoce la historia completa. Pero es probable que para ese momento el interés ya esté disipado por una trama sin muchas vueltas y de ritmo endeble que no termina de responder todas las preguntas que plantea, especialmente en la parte actual de la historia donde abre algunos hilos que ni siquiera intenta seguir desarrollando. Todo lo que ofrece Araña para darle cuerpo a su historia, como las actuaciones o la recreación de época, alcanza un nivel de justa corrección que no destaca por brillante ni por fallido, un resultado acorde a la tibieza que alcanza como producto final.
"Araña": cuando el presente lleva al pasado El largometraje de Andrés Wood admite diversas etiquetas --"thriller político”, “drama romántico”, “film de época”-- a la hora de plantear una historia vinculada con el grupo de extrema derecha Patria y Libertad. En los últimos treinta años el cine hispanoamericano abordó con frecuencia, desde el documental o la ficción, la cuestión de la lucha armada en los años 70. Pero siempre y con la única excepción del documental La feliz, continuidades de la violencia, de Valentín Jorge Diment (sobre el grupo parapolicial CNU de Mar del Plata) se focalizó en la experiencias de los grupos de izquierda. Desde Chile, y desde el ámbito de la novela, Roberto Bolaño se interesó en cambio por los representantes armados de la ultraderecha de su país, en novelas como Estrella distante. También desde Chile --como si allí se hubiera abierto un grifo, que trae agua sucia-- llega ahora Araña, la nueva película de Andrés Wood, donde el director de Machuca y Violeta se fue a los cielosapunta también para el mismo lado. El lado del grupo parafascista Patria y Libertad, que en tiempos de Salvador Allende se ocupó de apalear comunistas, cometer atentados y fogonear la famosa huelga de camioneros, que llevaría a la caída del gobierno de la Unidad Popular. Como suele suceder en esta clase de relatos, un hecho del presente dispara el regreso del pasado. En el presente, un hombre llamado Gerardo (Marcelo Alonso, visto en El club y Neruda) actúa como vigilante callejero, persiguiendo, dando caza y ajusticiando de la manera más brutal a un ladronzuelo de poca monta. La reaparición de Gerardo trae zozobra a Inés (Mercedes Morán en la edad madura del personaje, con acento chileno), una exitosa y enriquecida mujer de empresa, que le debe alguna traición. Inés y Gerardo no sólo militaban juntos sino que siempre hubo entre ellos algo fuerte del orden del deseo, conformando un triángulo con Justo, pareja estable y algo prescindente de ella (Felipe Armas). Inés teme que su ex compañero de militancia, que ha sido arrestado y derivado a un centro psiquiátrico, abra demasiado la boca y la derribe de su trono, esmeradamente esculpido tras los años infames. E intentará acallarlo. A la etiqueta de “thriller político” habría que sumarle en este caso las de “drama romántico” y “film de época”, si se puede admitir como románticos a seres que piensan que está bien asesinar figuras del otro bando político, conspirar contra un gobierno legítimo o ejecutar a pibes chorros a la chilena. La película de Wood, escrita por el propio realizador junto a Guillermo Calderón, hace equilibrio entre esas fuerzas tradicionales (podrían adherírsele a Lo que el viento se llevó y Casablanca las mismas estampillas), con una fuerte tensión sexual entre los tres protagonistas, referencias directas al terrorismo de derecha del otro lado de los Andes, afinada reconstrucción de época y el suspenso que representa no saber si Gerardo va a hablar o si Inés, por lo contrario, va a salirse con la suya (Justo no cuenta, ya que vive en base a litros de whisky). Todo eso funcionaría con eficacia si no fuera por dos elementos centrales que hacen agua. Hacerle “hacer de chilena” a una actriz argentina es como querer hacer pasar por andaluza a Nicole Kidman: un dislate imposible de creer, que genera que cada vez que la pobre Mercedes Morán abre la boca, lo que surge se parezca más a un ruido que a una elocución. Peor aún, dada la atracción que siente por Gerardo, y que nada se le pone demasiado en el camino (Justo no tomaba whisky todavía, pero se comportaba como un dandy partidario del laissez fairesexual), no resulta creíble que después de un atentado lo traicione, dejándolo en la estacada, como en un tango trasandino. Ambos elementos, sumados, funcionan como las armas que maneja Gerardo, disparando en contra de la credibilidad del relato. Las películas previas de Wood lo mostraban como un narrador tradicional pero firme, con el aditamento en Violeta se fue a los cielos de una empatía, una cercanía, que en las otras no abundan. Lógicamente que en este caso y con estos personajes nadie puede pretender que la película se juegue a una empatía ni remotamente parecida. Pero sí podría pedirse --descontando incluso los referidos atentados a la verosimilitud-- que Arañase asemejara menos a un mecanismo de relojería, que --más allá de que alguna de sus manecillas se presente algo chueca-- más o menos funciona. Pero sólo en sus propios términos.
Texto publicado en edición impresa.
Metamorfosis de un pasado que permanece: El realizador chileno Andrés Wood retoma el tema de vínculos que se interrumpen a partir de la dictadura de Pinochet (como ya lo había realizado en Machuca, 2004). En esta ocasión agrega a este tema la vigencia del pasado en el Chile del presente. El comienzo caracteriza a Inés (Mercedes Moran) como una mujer fálica, con gran poder de influencia y mando sobre los hombres. Ella es quien mueve los hilos de la trama. Es un personaje que en su pasado reinaba a través de la seducción; mientras que hoy lo hace desde el poder económico, con tal de evitar las manchas oscuras de su juventud. Lo que pone en zozobra el privilegiado y tranquilo mundo de Inés es la detención de Gerardo (Marcelo Alonso). Este hombre conduce por un barrio vulnerable de Santiago y persigue a un ladrón hasta darle muerte, haciendo justicia por mano propia. En el allanamiento policial a su vivienda encuentran elementos que conectan a Gerardo con Inés en su juventud. Desde aquí, la película avanza entre el pasado y el presente. En aquellos años, Inés (María Valverde) es una bella universitaria de familia adinerada en pareja con Justo (Gabriel Urzúa), el marido ideal, con quien tiene un pequeño hijo. En un certamen de belleza se establece la atracción entre Inés y Gerardo (Pedro Fontaine), el asistente del fotógrafo. Esta escena es clave porque describe la situación de cada uno de los personajes en el trío pasional. Subyugado por los encantos femeninos de Inés, Gerardo (que es de otro extracto social) termina formando parte de la agrupación nacionalista paramilitar Patria y Libertad. En su inserción fascista (cuya ideología se explicita mediante secuencias de una ficción documental en blanco y negro), los tres amigos participan en ataques a militantes socialistas y perpetran diversos sabotajes y atentados, buscando desestabilizar al gobierno popular de Salvador Allende. Wood trabaja las tensiones de deseo y odio que se van tejiendo en el interior del triángulo amoroso con acertado clima de suspenso. Así, revela que estas pulsiones subyacen a las lealtades y traiciones propias de la dinámica de la organización, que se concretan cuando cometen un crimen político. Inés es el objeto deseado de ambos hombres. Ella estimula la rivalidad entre ellos, los instiga a traspasar los límites morales y a eliminarse mutuamente, proponiéndose como prenda de goce al más macho. Se trata de una figura superyoica que, como lady Macbeth en la clásica tragedia de Shakespeare; lleva a uno y a otro a su perdición. Así, en el presente, mientras que Inés supo adaptarse a los nuevos tiempos, sus hombres son la sombra de lo que fueron. Mientras que Justo (ahora protagonizado por Felipe Armas) se pierde en el alcohol para ahogar el tormento de la venganza; Gerardo pasa sus días en una prisión psiquiátrica. El presente se dirime entre la posición de Inés y Justo, que quieren enterrar su pasado, y la de Gerardo, sumido en la nostalgia de una gloria que no pudo ser. Mientras tanto, las tensiones de deseo y odio que sostenían al trío permanecen indestructibles. Si en los años 70 el claro enemigo político del fascismo era el marxismo, hoy el capitalismo globalizado y su movimientos migratorios (que alteran la identidad nacional), son las claves para pensar su reaparición. Entonces, el trío melodramático y el retorno del pasado del cual no pueden escapar son los recursos narrativos que el director utiliza para pensar el presente político de su país. Chile se muestra como modelo económico para Latinoamérica pero camufla las profundas desigualdades sociales de siempre. Los machos de ayer pueden ser los fanáticos fascistas del presente y los CEOS de hoy, pueden ser la renovada continuidad de la oligarquía de derecha. Esa derecha que, amén del presente turbulento de Chile, sigue posando con una sonrisa tranquila en la foto de familia modelo.
Andrés Wood dirige esta película chilena que retrata un trío amoroso en medio de un grupo paramilitar durante los 70 y el lugar en el que el presente los halla a cada uno. Araña, séptimo largometraje de Andrés Wood (Machuca, Violeta se fue a los cielos), empieza de manera intrigante. Luego de una escena en una cancha de fútbol con chicos jugando y una mujer de fuerte carácter entrando, sin pedir permiso, para que pongan a su nieto de titular, le sigue una secuencia de impacto. Un hombre observa a un delincuente robarle la cartera a una mujer luego de dejarla en el suelo y empieza a perseguirlo con el auto. La única manera que consigue de acorralarlo es atropellándolo y matándolo. Este acto se ve como heroísmo hasta que se descubre que esa persona formó parte de un grupo de derecha que ayudó a derrocar a Allende. A su vez, esto lleva a Inés, una exitosa empresaria, a mover hilos para que ese hombre permanezca encerrado. Sin embargo, el pasado tendrá sus formas de volver a acecharla. El guion que escribe Guillermo Calderón (el mismo de las películas de Pablo Larraín: El club y Neruda) se mueve entre dos tiempos, intercalando esta línea con la del pasado, en la década del 70, cuando Inés y su marido, en la actualidad devenido en un alcohólico al que su hijo apenas puede ver, reclutan al joven Gerardo. Patria y Libertad es un grupo paramilitar que, basado en ideas fascistas y antimarxistas, se oponía al gobierno de Salvador Allende. Ese triángulo, que pronto se tornará amoroso, será la base de lo que venga después. El pasado y el presente dialogan en esta película de personajes tan complejos como la época política que transitan. Aunque presentan diferentes matices, de todos modos, es difícil lograr algún tipo de empatía en este thriller por momentos frío. Araña (que fue la opción de Chile para enviar a los pasados premios Oscars y además estuvo nominada como Mejor Película Iberoamericana en los premios Goya) está rodada con oficio, con impecable puesta en escena logrando diferenciar ambos tiempos en sus tonos. Es curioso que al personaje femenino principal lo encaren dos actrices de diferentes nacionalidades: María Valverde de España y Mercedes Morán de Argentina. Sin embargo, más allá de forzar un acento chileno, ambas resultan convincentes como ese mismo personaje fuerte. A la larga, es esta mujer la única que parece haberse fortalecido con el paso del tiempo.
La nueva película del realizador de «Violeta se fue a los cielos», protagonizada por Mercedes Morán, se centra en los ecos en el presente de los movimientos ultraderechistas chilenos de los años ’70. La nueva película del consagrado realizador chileno se mete con un tema espinoso: el regreso de los movimientos de extrema derecha, por no llamarlos neonazis. Contada en dos tiempos, la película se centra en Inés (Mercedes Morán, con un muy elegante acento chileno de clase alta), una exitosa empresaria –casada con Justo, un alcohólico– quien se sorprende ante la reaparición, en el presente, de Gerardo (Marcelo Alonso), un hombre de aspecto extraño que es detenido tras hacer justicia por mano propia con un ladrón. La muy «conectada» Inés mueve todos los hilos a su alcance para que no se sepa mucho de la reaparición de este hosco hombre. ¿El motivo? Los flashbacks a la década del ’70 lo irán revelando, ya que los tres estuvieron involucrados en el grupo de ultraderecha Patria y Libertad, que cometían actos terroristas contra el gobierno socialista de Salvador Allende. E Inés lo último que quiere es que la vuelta de este sujeto ensucie su pulcra imagen «empresarial» de la que hace gala actualmente. Como en MACHUCA, Wood vuelve a trabajar sobre el pasado chileno y, en este caso, más aún en sus repercusiones sobre el presente. Ya no solo en lo que respecta a la inamovible clase política de ese país sino en los ecos entre los movimientos anti-marxistas de entonces y el nacionalismo anti-inmigratorio actual, ya que Gerardo, en lugar de tratar de reinventarse como lo hizo Inés, por asuntos que se irán desenredando en los flashbacks, ha pasado a vivir en la clandestinidad. Los motivos de esa diferencias tienen que ver con una situación específica del pasado, sí, pero lo que sigue siendo evidente es que, aún dentro esos movimientos, las diferencias de clase son importantes. Es discutible la aparición de un golpe narrativo un tanto subrayado y violento sobre el final, pero más allá de eso ARAÑA deja en claro –de una manera quizás no muy sutil pero sí potente– que los fantasmas del pasado más extremo cambian de piel y se transforman pero no desaparecen.
El comienzo de la película es atrapante. Como en una de las primeras escenas de Marathon Man, el presente se vuelve inesperadamente violento cuando un personaje del pasado muestra sus garras. Un hombre persigue con su auto a un ladrón que acaba de robar violentamente una cartera. La escena tiene suspenso y hasta un cierto humor, hasta que el hombre lanza su auto a toda velocidad y aplasta al ladrón contra una pared. El hombre terminará arrestado cuando se descubra además lo que lleva en su baúl. La historia que cuenta Araña está narrada en dos tiempos. El presente mencionado y el pasado de un grupo nacionalista chileno de extrema derecha que a comienzos de los años 70 busca derrocar al gobierno de Allende. Los tres jóvenes protagonistas de la historia formaron parte de ese grupo en aquellos años y ahora mayores sus vidas han tomado diferentes rumbos. La más preocupada es Inés, que ahora se ha convertido en una mujer de negocios con poder y una vida respetable y el crimen de su ex compañero de grupo la expone frente a todos, revelando su pasado. La película, salvo la escena inicial, no sabe muy bien qué hacer con las escenas del presente. Con respecto al pasado es interesante que todo el punto de vista esté centrado en un grupo de derecha, mostrando sus ideas y su accionar. Las ideas de aquellos años están plasmadas con mayor objetividad que las del presente. Mientras que el director confía en que no debe comentar el pasado, con respecto al presente hace bajadas de línea que debilitan la totalidad de la historia.
El interesante director chileno Andrés Wood (Machuca, Violeta se fue a los Cielos) vuelve a ocuparse del pasado de su país, esta vez con Araña, título que alude al símbolo gráfico del movimiento de derecha de los 70 Patria y Libertad cuyo principal objetivo consistió en derrocar al gobierno popular de Salvador Allende. No resulta habitual adentrarse en la psicología de grupos neonazis en los 70 en América Latina. Generalmente el cine latinoamericano que intenta revisitar histórico-políticamente nuestro pasado nacional siempre estuvo vinculado a recrear la historia de grupos revolucionarios de izquierda. Es ese, precisamente, el logro de Wood al desnudar el sentir y el pensar de una clase chilena que contribuyó activamente al golpe cívico militar de su país y que hoy detenta el poder. Para ello, se ha rodeado de un grupo de talentosos actores, entre los que descolla Mercedes Morán perfecta en su acento chileno, componiendo a una ejecutiva que intenta suavizar la complicada situación procesal de un ex compañero suyo de armas de aquella época. La incomodidad que provoca Wood en el espectador, sumiéndolo en un estado de complicidad en el que claramente no desearía estar, tornándolo testigo pasivo del horror, se constituye en el mayor acierto de su propuesta. El retrato de su obra contrasta fuertemente con la realidad chilena de hoy en día que aún sigue buscando su camino, 47 años después, sin procesos ni condenas para los responsables de la desaparición de más de 40000 personas. Dichos responsables en el presente, irónicamente y tal como el film denuncia, siguen apareciendo en las portadas de las revistas más emblemáticas de la sociedad chilena.
EL CINE DE CONSIGNAS En el comienzo de Araña se ve a dos personajes que, de diversos modos, interfieren sobre situaciones. Primero, una mujer (Mercedes Morán. ¡Ay, ese tono impostado!) le solicita a un entrenador de fútbol infantil que ponga a su nieto. Más que un pedido es una interpelación. Luego, decide agarrar al niño y llevárselo. Su voluntad individual parece sobrepasar cualquier espíritu colectivo de convivencia. En otro contexto, vemos la mirada amenazante de un hombre (Marcelo Alonso) recorriendo las calles donde la violencia es moneda corriente. Cuando advierte el robo de una cartera, persigue al ladrón y lo atropella (revienta) con su auto. La escena coquetea con Taxi Driver de Martin Scorsese, sin embargo, la diferencia es abismal. La película de 1976 mostraba el síntoma de una sociedad enferma eludiendo las causas (Vietnam). Andrés Wood abandona las sutilezas y las zonas de confluencia ideológica de Machuca (2004), el mejor film del director, e inmediatamente subraya una idea para la que trabajará durante toda la historia, a saber, que el presente es un depósito de rebrotes de extrema derecha en Chile que conviven con aquellos que se han reciclado. Entre ellos, el grupo parafascista Patria y Libertad, del cual formaron parte los dos protagonistas del comienzo, al que se le suma un tercero en cuestión. El presente activa el pasado. Sobre la alternancia se juega el desarrollo de la trama. El hombre del auto es Gerardo; la mujer es Inés. Ambos tuvieron un pasado en común de militancia y una relación pasional a espaldas del marido de ella, confinado al patetismo en la actualidad. La situación se ha modificado. Inés es una empresaria de personalidad fuerte, gran bebedora de whisky, y Gerardo acentuó el fanatismo extremo a tal punto que guarda un arsenal de armas para limpiar a Chile de todos los que atentan contra el nacionalismo. Una cierta tensión flota sobre cómo reaccionarán cuando se encuentren. A ella le importa que el pasado no la perjudique, pero la calienta el recuerdo de su compañero ahora preso. Pero si el erotismo y la pasión aparecen como puntos a favor, no es un melodrama lo que vemos. La preocupación de Wood es que cada plano resigne su condición de materialidad cinematográfica a cambio de una idea, de un significado, de una obviedad, donde las consignas sustituyen a la construcción de los personajes y de los acontecimientos en cuestión (notar la última y patética aparición de Gerardo en la Iglesia Evangélica). La novedad radica en un enfoque centrado en una facción política a la cual la ficción no nos tiene acostumbrados, y más si se respeta la pasión y el goce con el que desatan su bilis hacia el comunismo, un punto de vista que pone a prueba la moral del espectador en tanto y en cuanto se cuestiona si empatiza o no con los personajes centrales. El principal problema que se advierte, más allá de que las razones están expresadas con la rabia lógica de contrarrestar supuestamente esa locura ideológica y notar de qué modo se recicla en el presente, es que la ilustración de la tesis invade absolutamente todo el relato. Y para peor, las escenas que dan cuenta del pasado atrasan estéticamente (mucho color con olor a amores perros y tangos feroces). Contrariamente a Machuca, con la cual dialoga inevitablemente, donde los vínculos privados entraban en conflicto con los ideológicos, acá todo está muy claro y los estereotipos, sobre todo a la hora de señalar a los marxistas con pintadas, pelos largos y carentes de voz ni voto, están a la orden del día. Tal vez no sea una cuestión del propio Wood (quien dirigió ese complaciente y cálido homenaje a Violeta Parra a 2011, Violeta se fue a los cielos) sino de la presencia de la 20th Century Fox como parte de la producción y la exigencia segura de una estética asimilable e inofensiva. En otras palabras, Araña es en relación a Machuca, lo que Los soñadores (2003) a Ultimo tango en París (1972) de Bertolucci (salvando las distancias, claro). El didactismo de la historia es otro de los males de gran parte del cine contemporáneo y las reglas del mercado promueven este tipo de miradas “importantes”, seguras de captar las buenas conciencias de una clase media que necesita este cine infográfico signado por la más absoluta obviedad, que tiene sus momentos, por supuesto, pero que no hace más que congelar matices. Eso sí, técnicamente irreprochable.
La juventud te persigue Desde el presente turbulento de Chile llega Araña, un film que va hacia el contexto pasado y se desarrolla en los momentos previos a la asunción de Salvador Allende en una historia de militantes de la agrupación de extrema derecha “Patria Libre”, cuya intención era combatir este ascenso de la izquierda a través de la violencia. Sin embargo, Araña también se desarrolla en el presente en el cual Inés (Mercedes Morán) es una alta ejecutiva de una empresa y su marido Justo (Felipe Armas) es un hombre ya retirado que sufre entre la mezcla de antidepresivos y el alcohol. Ambos, en el pasado (interpretados por María Valverde y Gabriel Urzúa, respectivamente), eran brazo ejecutor pero también altos cargos de la agrupación, y tuvieron una relación muy cercana con Gerardo (interpretado por Marcelo Alonso y Pedro Fontaine), cuyo destino derivado de la época de la dictadura pinochetista fue completamente opuesto. La historia se retoma cuando, al principio del film, Gerardo pisa con su camioneta a un joven que le roba la cartera a una mujer. A partir de ahí, los primeros minutos de Araña llaman la atención y son interesantes para cualquier amante de la historia, con el condimento de la tensión sexual que se va generando entre los jóvenes Inés y Gerardo. Ahí es donde se destacan las actuaciones tanto de María Valverde como de Mercedes Morán, que se hacen cargo del film con personajes tan oscuros como seductores. Y también gana en la expectativa, porque el guión trabaja muy bien la duda de lo que pasó entre los compañeros y en saber porqué el destino de Gerardo fue tan desventajoso para él, a diferencia de Inés y Justo. Sin embargo, la ejecución de un desenlace tan esperado desconcertó un poco, a pesar que el problema no fueron los hechos en sí. En determinadas escenas la tensión no escaló como ameritaba y eso le quitó dramatismo a momentos claves del film. A pesar de eso, se puede considerar que Araña es un film bien trabajado en lo técnico y en la dirección de arte; un film que te lleva directo al clima histórico y toma una posición clara, pero en ningún momento es despectivo o juzga a sus protagonistas con su posicionamiento. Se trata de un film que sabe interpretar que la historia tiene sus motivaciones del momento y todos actúan a partir de ellas. Por eso como testimonio es enriquecedor.
(…) se trataba de tres eslabones de cadena, dos de los cuales, los laterales, estaban rotos. El único que conservaba su integridad era el del centro. Y en tanto éste representaba la unidad nacional, el de la izquierda se debía interpretar como el rompimiento de las cadenas tiránicas del marxismo y el de la derecha el rompimiento con un sistema político como el nuestro, que por estar agotado había permitido el triunfo del marxismo (…) Parecía una araña vista desde arriba. Y fue así como se le conoció: la “araña” de Patria y Libertad. Wendling, Manuel. Memorias secretas de Patria y Libertad (1999). ¿Dónde están hoy los sujetos que cooperaron en tirar abajo el gobierno de Salvador Allende? ¿qué hacen? ¿de qué trabajan? ¿cómo viven? Todo ello se pregunta Andrés Wood quien construye un thriller político con una narrativa que deambula entre dos temporalidades y tres personajes. Un film para reflexionar no sólo en términos de hombres y mujeres sino también de discursos e ideologías que circulan, y explican, en cierta medida, cómo es que sobreviven en el sentido común frases como “hay que matarlos a todos”, en un contexto donde los grupos de ultraderecha avanzan a escala mundial.
Como en "Machuca", "Araña" habla de política, de amores y traiciones. Nuevamente es tarea del realizador Andrés Wood subrayar el pasado y leer en el presente su memoria. Esta vez no se trata de chicos de distintos ámbitos que pueden convivir hasta que la violencia los separa. Esta vez los protagonistas son adultos que fueron adolescentes y algunos tuvieron ideales diferentes, mientras otros cambiaron de patrón y de ideología. Wood de alguna manera cuenta sobre gente joven que integró el grupo de derecha Patria y Libertad durante el gobierno de Salvador Allende y que se convirtió en un factor de disidencia y violencia, hasta desaparecer luego de la caída del mandatario. OLVIDAR EL PASADO Aquí se habla de una mujer que integró aquel grupo (interesante actuación de Mercedes Morán) y ahora como empresaria se niega a reconocer su pasado y necesita borrarlo haciendo desaparecer a quien de alguna manera se lo recuerda (el Gerardo de Pedro Fontaine). Historia que sucede en constante paralelo, lo que fueron antes estos jóvenes que triunfan en la sociedad chilena de los negocios y la presencia actual e imprevista de un compañero de ellos, amante entonces de la ahora empresaria, que representó un status ideológico del que ahora ella reniega. Thriller que mezcla lo político y lo pasional con un triángulo que en los "70 estuvo unido en el sexo y la acción y que ahora cambió la marcha entre fundaciones educativas y reuniones de ejecutivos glamorosos. El filme no tiene una estructura limpia y se contamina de lugares comunes y clichés varios, logrando sus mejores méritos en la descripción de la juventud setentista ardiente y contestataria. (María Valverde es la versión joven de Inés, representada en la madurez por Morán) Por el contrario, la intrusión actual de aquellos que integraron Patria y Libertad en grupos religiosos para fomentar el caos no alcanza representatividad ni verosimilitud en la descripción. "Araña" es una obra a medio camino, de buen ritmo y algunas actuaciones interesantes, que no alcanza la altura de "Machuca" aunque enfatiza la necesidad de replantear la memoria como mecanismo de conocimiento.
Inés, su marido Justo y Gerardo, el mejor amigo de la pareja, conforman un violento grupo ultranacionalista de extrema derecha llamado Patria y Libertad, que quiere derrocar al gobierno chileno de Salvador Allende a principios de los años setenta. Al mismo tiempo, el trío se encuentra enredado en un peligroso y apasionado triángulo amoroso que será objeto de traiciones y venganzas. Un crimen político dejará profundas huellas en sus vínculos. El regreso de Gerardo a Santiago tras cuarenta años de ausencia resucitará un pasado al cual el matrimonio no está dispuesto a regresar. Tal es el planteo del chileno Andrés Wood que nuevamente se introduce en un tiempo histórico que indagó en Machuca (2004). El film, que pivotea de manera constante entre el pasado y el presente, desdobló con acierto las actuaciones, recambio que no sucedió con El irlandés (Martin Scorsese-2019) y que le quitó cierto verismo a las acciones. Inés está representada por la argentina Mercedes Morán en la adultez y la española María Valverde en la juventud, Gerardo por los chilenos Marcelo Alonso y Pedro Fontaine, en tanto que Justo estuvo a cargo de Felipe Armas y Gabriel Urzúa. El ayer visita a los protagonistas, los incomoda, reabre cicatrices y recuerdos que quieren ser borrados. Inés es en la actualidad directora de una gran empresa y filántropa, junto con su marido, un exitoso jurista ahora recluido en su domicilio refugiado en el alcohol, pertenecen a la clase alta y de ninguna manera están interesados en remover su pasado. Sin embargo, el otrora intenso amor entre ella y Gerardo le despertará sensaciones y placeres que tenía olvidados. En un film en el que se entremezcla lo público con lo privado, Wood adopta una mirada imparcial sobre los hechos, sin adoctrinamientos, aunque sí refleja la influencia del movimiento en algunos jóvenes radicales de la actualidad en el país trasandino. Para Inés y Justo el espíritu joven y revolucionario de los años setenta quedó atrás, es algo lejano y distante. https://www.youtube.com/watch?v=B1D8JtlVL7g En cambio, Gerardo, no se resigna a abandonar la lucha, su ánimo sigue marcado por el racismo y los métodos fascistas que caracterizaban al movimiento. Pese al rechazo que producen sus acciones, es más honesto consigo mismo, en tanto que el matrimonio se adecuó a vivir en un mundo de hipocresía y falsedad. Los tiempos son otros, sin embargo la violencia es inherente a la personalidad de los miembros que la ejercen de distintos modos. La araña, símbolo del movimiento, representa el poder, aquello que no tiene límite, las manos que manejan al pueblo según su antojo en determinadas circunstancias. El director de Violeta se fue a los cielos exhuma un pasado oscuro de la historia chilena, con una narrativa que se sigue con interés y atención, apoyado en una gran puesta en escena que reconstruye con fidelidad la época en que gobernaba la Unidad Popular. Valoración:70
l cine del director chileno Andrés Wood ha estado siempre atravesado por un pensamiento político activamente militante y eso es justamente lo que hace que su filmografía sea una de las más interesantes del panorama latinoamericano actual, siendo además uno de los directores que ya ha trazado una cierta trayectoria. En su caso, “ARAÑA” es su séptima realización contando ya con títulos que son un referente dentro del género como “Machuca” o “Violeta se fue a los cielos” y en su retrato social, las historias corales que componen “La Buena Vida”. Preocupado por poner siempre su mirada en la historia reciente de su país (que oficia, por supuesto, de espejo para muchos otros de los países de América Latina que han sufrido procesos políticos similares) nuevamente en “ARAÑA” vuelve a tomar un tema de actualidad como es el resurgimiento de movimientos de extrema derecha que se pueden ver tanto en los rebrotes neonazis, en el nacionalismo xenófobo, el racismo permanente y los puestos de poder ocupados por gobernantes que apoyan, directa o indirectamente, estas tendencias. Todo comienza con el robo de una cartera a una mujer por la calle. Alguien que ve el robo desde un auto está decidido a perseguir al ladrón hasta las últimas consecuencias en un acto que, en un primer momento, pareciera estar enmarcado en la clásica “justicia por mano propia”: y lo hace en el sentido más literal de la palabra. Con esta impactante escena inicial, Wood nos presenta a un personaje extremo, con un particular sentido de los límites, de la moral y de la justicia. Cuando el hecho aparece contado en los noticieros televisivos, la figura de Gerardo, a quien incluso en su momento se había dado por muerto, comienza a teñir como una mancha, la vida actual de sus amigos de aquella época de militancia, quienes comenzarán a sentirse indefensos e incómodos ante esa presencia fantasmática del pasado que se hace indiscutiblemente presente. Wood trabaja sobre esa idea de un pasado completamente idealizado, sobre esa idea romántica que envuelve a los recuerdos, haciéndoles perder el verdadero valor y el real significado de lo sucedido. Una nostalgia que envuelve a los personajes, consciente o inconscientemente, altera de algún modo las implicancias que tiene en el aquí y ahora, las decisiones que se tomaron a través de estos movimientos políticos en un pasado, que repercute y está tangencialmente vigente en nuestros días El guion de Guillermo Calderón elige una narración que plantea un permanente ejercicio de ida y vuelta en el tiempo para mostrar a este Gerardo en la actualidad y a partir de este disparador, comenzar a develar su historia de militancia en plena década del ´70 junto con otros dos compañeros, Inés y Justo –hoy marido y mujer, formando parte de la sociedad chilena más acomodada-, con quienes además se traza un típico triángulo amoroso. A través de estos tres protagonistas, “ARAÑA” aborda la historia de un grupo paramilitar chileno, con tendencia nacionalista –fascista-, inspirado en el que fue “Patria y Libertad” donde los hijos de la alta burguesía, durante el gobierno de la Unión Popular, operaron hasta la toma de La Moneda por Augusto Pinochet, derrocando al gobierno de Salvador Allende. Una dictadura que quedó instaurada y a partir de la cual se escribió, como en tantos otros países latinoamericanos, una historia de desaparecidos, torturas, genocidio, abusos y hasta las violaciones más aberrantes a los derechos humanos. Mientras que en algunas ocasiones, el juego temporal permite reforzar la idea central del filme, aquí por el contrario diluye totalmente la fuerza de la historia. Dividida entre pasado y presente, la narración no logra hacer pie en ninguno de los dos momentos. En el pasado, la historia de militancia se presenta como una explicación de la fractura y ese pequeño desequilibrio que sufre el mundo interno de Inés pero no logra trabajar adecuadamente el triángulo amoroso que plantea como una especie de borrador que no logra desarrollar. Por otra parte, sobre todo en el personaje de Justo, y por ende en su vínculo con el de Inés, se percibe una cierta distancia, una frialdad en el tratamiento de los personajes que no permite terminar de tomar contacto con sus historias, como si Wood de una forma u otra, preservara al espectador de una trama más compleja y más oscura de la que decide mostrar. El aire de thriller con el que finalmente se vinculan las dos “mitades” de la película no encuentra el tono de tensión más adecuado, recurriendo a permanentes flashbacks que interrumpen el crecimiento dramático. Así como Dennis Gansel en “La ola” planteaba una sociedad alemana no muy distinta de aquella que cobijó el surgimiento del nazismo, Andrés Wood en “ARAÑA” deja expresamente planteado que aquel 1972 no está tan lejos y ni tan ajeno a este presente, en donde se encuentran aquellos militantes se encuentran ocultos y entre nosotros, sin haber cambiado sus ideas radicales. Este mensaje, potente y necesario, es lo que valida este último trabajo de Wood que aun quedándose a mitad de camino en alguna de sus propuesta, tanto en su estilo como en la puesta en escena y sobre todo en las actuaciones, tiene sus puntos más fuertes. Marcelo Alonso construye un Gerardo intenso y lo rodea de todo ese enigma que se irá develando a través de la historia. Como Inés, Maria Valverde en su juventud y Mercedes Morán en la actualidad (siempre es un placer verla a Morán en pantalla aunque particularmente en este caso la tonada chilena la hace sonar, en ciertas escenas, un poco artificial) aportan el personaje más interesante del trío y Felipe Armas es Justo, un personaje al que el guion no le brinda demasiadas posibilidades de desarrollo. “ARAÑA”, aun con sus irregularidades, es un interesante trabajo sobre la memoria, el olvido, la justicia y la realidad social que nos envuelve y sobre la que siempre es necesario estar alerta.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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