Cazadores de alumnos La ópera prima del realizador venezolano Tom Espinoza se adentra en el mundo educativo y en las relaciones entre los docentes, las autoridades escolares y los alumnos para tensar los hilos institucionales con el fin de crear una obra sobre las contradicciones dialécticas entre el sistema educativo y la sociedad sobre la que pretende influir. Para construir este relato el director y guionista construye a un veterano director con rasgos autoritarios, Germán (Germán de Silva) que revisa paranoicamente las mochilas de los alumnos debido a algún acontecimiento traumático en el colegio que dirige. En un contexto social de violencia, abuso de drogas, prostitución y trata de personas, Germán es atrapado por sus propios demonios personales cuando intenta ayudar a una alumna con una familia ausente que es hospitalizada debido al uso de un colágeno inyectable en los labios. El realizador venezolano radicado en Argentina busca en los límites de la narración la identidad de sus personajes, que transgreden sin cuestionar las reglas, como si ellos mismos las impusieran al hacer camino al andar naturalizando situaciones anómalas. Los personajes de Arpón (2017) no saben así cómo relacionarse entre ellos pero la historia los lleva a tener que enfrentar sus miedos, sus motivaciones y toda la carga que los puso en el lugar donde se encuentran. La fotografía de cámara en mano de Manuel Rebella busca retratar una realidad confusa en la que las reglas han sido trastocadas por personajes que ya no son capaces de reflexionar sobre sus acciones o de volver atrás. Las actuaciones de todo el elenco son excelentes en su conspicua interpretación de una cacería que busca imponer pautas de lo que es posible y hasta tolerable para tenderle una trampa al espectador con el fin de cuestionar sus presuposiciones y sus códigos de lectura. El film también se da tiempo para introducir en el aula controversias sobre la historia del continente americano para retratar la relación docente alumno y lo que ambos esperan del otro. Arpón construye de esta forma una historia exacerbada sobre el autoritarismo, los abusos de poder, el miedo a perder el control, los comportamientos estereotípicos, las relaciones entre docentes y alumnos y los cánones de la belleza, en medio de la fragilidad de un entorno hostil que impulsa a los personajes a tomar decisiones según imaginarios sociales que atentan contra la convivencia y contra su propia vida.
Un director para nada ejemplar Arpón es un thriller dirigido por el venezolano Tom Espinoza, siendo su ópera prima como director y escritor (antes hizo cortos). Co-producida entre Argentina, España y Venezuela, el reparto incluye a Germán de Silva (José en la aclamada Relatos Salvajes), Ana Celentano, Laura López Moyano (Premio Revelación por La Patota) y el debut cinematográfico de Nina Suárez, hija de la actriz y cantante Rosario Bléfari. Aunque la cinta fue filmada durante cuatro semanas en la ciudad de Berazategui, el director viene pensando las ideas del film hace cinco años. Tuvo su recorrido por variados festivales, entre ellos el de Chicago, Torino, Varsovia y Valladolid. La historia se centra en Argüello (Germán de Silva), un director de escuela que día a día se rige por sus propias reglas: revisa las mochilas de cada alumno, trata mal a los demás, se deja llevar por sus impulsos, entra donde no le corresponde, etc. La única de las alumnas que le hace frente es Cata (Nina Suárez), una chica de 14 años que guarda un objeto peligroso. Debido a un accidente y sin lograr contactar a su familia, Argüello deberá hacerse cargo de ella por una noche. Lo que no sabe es que eso tampoco será para nada fácil en su vida, ocasionándole un gran problema a futuro. La película abarca varias temáticas interesantes que pueden apreciarse si desde un principio tenemos en cuenta que es un producto de ficción. Por un lado tenemos a un hombre que aprovecha su posición de poder. Su autoritarismo es un aspecto normal en esa escuela y él se justifica a sí mismo gracias al objeto que encontró en las pertenencias de la problemática Cata. Germán de Silva compone a una persona que influye temor porque uno no sabe hasta dónde es capaz de llegar. No lo conocemos en profundidad pero por sus acciones captamos que cuando se propone algo, no para hasta cumplirlo. El carácter fuerte de Cata lo descoloca por completo, haciendo que las escenas juntos sean súper disfrutables de ver. Nina Suárez es toda una revelación: solamente con su mirada penetrante, ya que los diálogos son escasos, logra transmitir la soledad que siente. Cata hace cosas que en su interior sabemos que no desea y su único objetivo es el de pertenecer. Hay una gran crítica hacia lo que implica el ser popular en la adolescencia, con el boom de las redes sociales y sus estereotipos de belleza. La joven también demuestra sus dotes para el canto en un rap con mucho significado. Aunque su rol es primordial en la película, me hubiese gustado que desarrollaran en mayor medida su situación familiar. Debido al bajo presupuesto se produce un abuso del uso de cámara en mano, por lo que hay demasiados planos cerrados donde solo vemos la nuca del protagonista caminando. Sin embargo cuando llega la tensión, lo hace con toda la fuerza, manteniéndonos intrigados por lo que pasó. Ser testigos de cómo se manejan los profesores dentro de un colegio resulta interesante, y más si escuchamos lo que hablan entre ellos, sin sus alumnos presentes. Ana Celentano en el papel de la maestra Sonia hace un gran trabajo a la hora de expresar lo que quiere conseguir de los chicos, qué enseñanzas desea dejarles. Su relación con el director es ardua, con peleas que van aumentando a medida que transcurren los 82 minutos. La película hace foco en la trata de personas sin que sea su tema central sino una vía para llegar a lo que se quiere contar. Al principio creemos saber para qué camino nos quiere llevar Tom Espinoza, sin embargo luego eso cambia completamente y las teorías armadas desaparecen, lo que puede dejarnos decepcionados. Únicamente pasado un tiempo de su visionado uno descubre lo que se quiso transmitir: en ese ámbito la naturalización es plena. Puede que Arpón sea un largometraje pequeño, sin embargo los tópicos que toca, sus buenas actuaciones y originalidad lo hacen grande. Casi imposible que no te atrape su historia.
“Arpón” es una película argentina, siempre es bueno destacar las filmaciones hechas en nuestra casa, ya que forman parte de nuestro patrimonio e historia. Tom Espinoza pasó muchos años haciendo cortometrajes, en el 2015 con “Las Arácnidas” (2015) ganó los siguientes premios a mejor corto, mejor director, mejor montaje, festival Terror (Córdoba 2016), Premio INCAA TV, Premio Semana de Soria en Buenos Aires. Pero esta vez se animó a más: “Arpón” es su primer largometraje y da que hablar… Cuenta cuatro hechos que tristemente forman parte de la realidad en la que vivimos y que podemos decir que cada uno representa metafóricamente un arpón, un arma que se dispara manualmente y uno mismo decide si usarlo o no. Los acontecimientos narrados son la prostitución y la trata, el uso excesivo de poder, la inseguridad física y la utilización de productos ilegales para llegar a la belleza deseada, y un hecho que ocurrió en Venezuela, donde un hombre apareció muerto a la orilla del río y muchas personas intentaron resucitarlo. Cuestiono la veracidad de cómo se dieron algunas cosas en esta película, pero el realizador crea la historia a su gusto y está totalmente permitido. Me parece rarísimo que un director de una escuela se haga cargo de una alumna, que la lleve a su casa. Me pareció encantador que la película estuvo filmada con la cámara en mano, ese toque rústico le da fuerza a la historia. Destaco las actuaciones de Germán da Silva, Nina Suarez y Ana Celentano, cuyos personajes estaban muy logrados, espero que sigan así en el futuro. Sinceramente la película tocó muchos temas fuertes en muy poco tiempo y no creo que esté bien ejecutado. Aun así me pareció interesante.
Un alumno más Luego del premiado corto Las arácnidas (2015) el venezolano radicado en Argentina Tom Espinoza debuta en el largometraje con Arpón (2017), un drama social con impronta de thriller que bucea sobre las vidas de dos seres de diferentes generaciones, que buscan pertenecer (con toda la ambigüedad que ese verbo implica) sin importar las consecuencias. Arguello (otra impecable actuación de Germán de Silva) es el director de un colegio secundario en Berazategui cuya principal cualidad es el autoritarismo. No tiene ningún prurito a la hora de revisar mochilas casi a diario, tomar bruscamente a los alumnos de un brazo o agredir verbalmente a un colega. Cata es una alumna de 14 años a la que un día le encuentran una jeringa con una especie de líquido que se inyecta en los labios para lograr un mayor grosor. Un accidente en el río, una madre ausente y la obligación de hacerse cargo de la muchacha pondrá a ambos personajes en una situación límite que cambiará sus vidas para siempre. En los primeros minutos la cámara sigue a Arguello, lo acosa desde atrás, interpelando sus acciones autoritarias, sus agresiones, generando en el espectador una apatía que más tarde se repetirá con Cata. Es en esa forma de presentar a los personajes y de alejarlos de toda condescendencia con el espectador, molestándolo ante la ausencia de carisma, que la historia se vuelve creíble ante situaciones que pueden dar la sensación de inverosímiles. Hay una incomodidad manifiesta. Espinoza ancla el relato en aparentes opuestos para hablar de dualidades. Dos generaciones que enfrentan los mismos problemas es el eje de un relato del que se desprende un abanico de temas que abarcan desde la trata de personas, las adicciones, el culto a la belleza, la pedofilia, la falla del sistema educativo, el despertar sexual, el abuso de poder y el abandono, y es en ese afán de querer hablar de todo donde Arpón pierde. La historia, en vez de potenciarse, va haciéndose cada vez más endeble y esa fuerza arrolladora del principio se vuelve volátil. Sin ser una obra compacta, y pese a sus vaivenes, Arpón, al contrario de sus personajes, no tiene la necesidad forzada de encajar dentro de un sistema cinematográfico que muchas veces se repite. Y esa diferencia hace de Espinoza un director a tener en cuenta.
Una película inquietante y perturbadora, donde los personajes ponen sus reglas sin cuestionarse demasiado. Nadie dice nada, el abuso está presente, las drogas, el sexo, el autoritarismo y la trata. Arpón es la ópera prima del venezolano Tom Espinoza, quien va contando la historia con cámara en mano, planos que generan cansancio, confusión y malestar, como los personajes. Ese director de escuela, que inimputablemente revisa a los alumnos, los atropella, hace abuso de autoridad… se mete en lugares incómodos, donde no debería estar. Corre los límites hacia donde se le canta. Y como espectador, nos sentimos impotentes. Un film que genera sensaciones diversas con actuaciones correctas.
¿Quién soy yo sin los demás?. Germán Agüello (el excelente Germán Da Silva) es un director de colegio de esos que disfrutan a pleno de su posición de poder. El autoritarismo que ejerce se ve reflejado en muchísimos detalles, su comportamiento, su forma de pararse, la relación que tiene con los profesores, con los padres, y por supuesto, con los alumnos. Germán tiene la obsesión, supuestamente por un hecho ocurrido, de revisar la mochila de todos los alumnos, y todos aceptan sin demasiada oposición. La única que parece enfrentarlo es Cata (Nina Suárez hija de Rosario Bléfari y actriz novel pero con un gran futuro) una alumna de 14 años que guarda algo muy extraño en su mochila. A Cata le descubren una jeringa con colágeno, que inyecta en sus labios para que se vean más voluminosos. Tras un episodio confuso en un accidente de lago, Argüello deberá hacerse cargo de Cata por una noche frente a la ausencia de los padres. Desarrollándose un juego de tensión muy particular. En realidad, Arpón nos habla de dos personajes que están tratando de captar la atención, de realizarse a través de la mirada de los demás: Argüello la única forma que conoce para relacionarse es mediante el poder, ejerciendo autoritarismo y supuesto respeto; Nina es un personaje que boya, que pide a gritos esa atención. Este, entre otros temas, serán los que aborde la ópera prima de Spinoza. Mucho en envase simple: Muchas veces, los productos de calidad más alta o premium, suelen venir en presentaciones abstractas simples, minimalistas. No necesitan de grandes adornos, presentaciones o envoltorios para venderse. Arpón tiene una puesta en escena a primera vista sencilla. Mucha utilización de cámara en mano, primeros planos, locaciones acotadas, y una cantidad de recursos que no es la de las grandes producciones. Sin embargo, esta escasez de recursos la toma a su favor para construir un lenguaje propio, como el uso de cámara en mano con planos de cerca. La cámara se ubica a la par, como si estuviese al lado o detrás del personaje, espiando sus movimientos y observando su conducta. Esto que en un primer momento parece simple y hasta detenta una falta de posibilidad para algo más amplio, se convierte en puro nerviosismo personalísimo. Es Arpón una película de relaciones, y en esas relaciones que teje, no solo la de Argüello con Nina sino la de otros personajes (como la profesora que compone Ana Celentano con Argüello y con los alumnos), es donde mayor riqueza adquiere. Da Silva y Celentano brillan como en cada película y obra en la que participan. Quien sorprende es Nina Suárez, con una madurez interpretativa llamativa para alguien tan joven y además novel. Quizás en ese empeño por querer abarcar variadas temáticas, Arpón se dispersa un poco, comienza hablando de algo para decantar en otra cosa, y se la siente como argumentalmente demasiado ambiciosa. Pero en centro, cuando focaliza, y pone el ojo en los personajes, gana cuerpo y sustancia. Conclusión: Tom Espinoza da un muy logrado primer paso en el mundo del largometraje con Arpón, una película pequeña, de mucho clima y atmósfera, potenciada por grandes interpretaciones y un centro argumental muy atractivo. Quienes pretendan parafernalia y pirotecnia, deberán buscarla donde no haya tanto contenido.
Una de acción en el conurbano bonaerense. No hay duda de que Arpón, la ópera prima del venezolano radicado en la Argentina Tom Espinoza, es un trabajo ambicioso. Sobre todo por su intención de hacer un cine independiente que no se limite a los largos silencios y la pasividad de sus personajes o a los planos extensos en los que intenta que el mundo hable por sobre exposición, sino que se permite ir en busca de la acción en el sentido más amplio. Por un lado de la acción concreta, haciendo que sus personajes deban “cumplir” claramente con los desplazamientos que establece un guión que trata de no estancarse en tiempos muertos; por el otro la acción en términos más próximos a la idea comercial de la palabra, la acción como género cinematográfico. Ambiciones bienvenidas pero que finalmente la película parece alcanzar a medias. Como si se tratara de una especie de Entre los muros, la aclamada película del francés Laurent Cantet, cruzada con un western clásico, Arpón propone como escenario una escuela secundaria del conurbano más o menos profundo. Pero no una escuela a la que asisten los chicos de los barrios más pobres, sino una escuela de clase media suburbana. El protagonista es Germán Argüello, el director de la escuela, que en la primera escena parece obsesionado por revisarle la mochila a todos los alumnos de la institución. Siguiendo la indicación de una de las chicas se dirige a revisar a otras dos alumnas, que mientras él todavía está lejos y no puede oírlas comentan que al director se lo ha visto ir de putas y pasearse con ellas en el auto. Una de las alumnas, Cata, se negará a ser revisada y armará un escándalo que algunos de sus compañeros filman con las cámaras de sus celulares. Como ocurre con muchos protagonistas del western, Argüello es una especie de descastado con un sentido claro del bien y del mal. Temido por los alumnos y recelado por algunos colegas, él intenta a toda costa mantener el orden en una escuela donde el peligro no anda a la vista de todos, sino que hace su trabajo en voz baja, apenas perceptible. Germán De Silva vuelve a mostrar las virtudes que lo convierten en uno de los mejores actores del cine argentino, capaz de asumir cualquier género con idéntica solvencia. Argüello le permite mostrar su lado más hosco como maestro duro pero también el más dulce, cuando comprueba el estado de vulnerabilidad de Cata. Espinoza logra que el relato fluya con fuerza, construyendo una estructura narrativa y una atmósfera por lo general verosímiles, pero que algunas inconsistencias debilitan. Ciertas decisiones que el protagonista toma no se corresponden con lo que es esperable en la realidad. Eso provoca que, tratándose de una película de corte realista, algunos giros vayan forzando el desarrollo hasta desembocar en un desenlace sutilmente truculento que arrinconan a Argüello de forma arbitraria. Es ahí cuando el guión, que parecía ser un aliado de Espinoza, termina conspirando contra la solvencia de Arpón.
Arpón, de Tom Espinoza Por Gustavo Castagna Una escuela como síntesis de una sociedad. Un micromundo determinado que refleja un todo, una acumulación de amenazas, peligros, paranoias, comportamientos extremos, discutibles algunos, problemáticos y en tensión casi todo el resto. La apuesta del director venezolano Espinoza apunta a diseccionar una multitud de conflictos, historias que se abren para cerrarse en apariencia, dispuestas a someterse al bisturí estético de su director y de un guión que trabaja desde la apertura de un mundo pequeño pero en crisis permanente. Un director de escuela, el tal Argüello (ese buen actor que es Germán de Silva), su hermana (Ana Celentano) que vive como él para la institución escolar y una alumna (la debutante Nina Suárez Bléfari) con una tipología determinada y con los padres fuera de campo. Pero más adelante se sumará una prostituta (Laura López Moyano, una buena actriz vista en La patota), una serie de secundarios de alto riesgo para la particular pareja de director y alumna, una zona peligrosa que se tendrá que escarbar a partir del descubrimiento de un submundo que pocos quieren ver pero que existe. La película arranca con una cámara en mano que sigue a Argüello controlando mochilas de alumnos. El despliegue es silencioso y eficaz desde lo narrativo: pocas palabras, nada de sentencias, un permanente no sé sabe qué está pasando en ese colegio pero algo ocurre y hay que saberlo cuanto antes. La relación Argüello y alumna, en su segunda mitad, se abre a otras instancias, fuera de la institución, en donde la película descansa en ciertas frases que suenan como “mensajes” para mostrar que se está en un mundo podrido, descompuesto, alterado pero cómodo en su roña cotidiana. Allí, por momentos, Arpón levanta un alegórico dedito acusador, proclama y fustiga en lugar de espiar y acariciar con inteligencia los conflictos, convirtiéndose en un film de fuerte contenido para el universo de los festivales de cine. Son elecciones estéticas, formales, temáticas, propósitos germinados desde una reunión de preproducción. Pero no está mal. Que quede claro. ARPÓN Arpón. Argentina/España/Venezuela, 2017. Dirección y guión: Tom Espinoza. Intérpretes: Ana Celentano, Germán de Silva, Laura López Moyano, Nina Suárez Bléfari, Marcelo Melingo. Producción: Martín Aliaga, Roxana Ramos, Juan Fermín y Daniel Ruiz Hueck. Fotografía: Manuel Rebella. Dirección de arte: Mirella Hoijman. Sonido: Francisco Toro. Edición: Leandro Aste. Música: Nascuy Linares. Duración: 82 minutos.
Tras el multipremiado cortometraje “Las arácnidas”, Tom Espinoza regresa ahora con un largo en el que el estado de crispación argentino, evidente en películas como “Relatos Salvajes”, por citar sólo una, vuelve a la pantalla. En el derrotero de Arguello (Germán De Silva) por ayudar a una niña (Nina Suárez) a resolver situaciones complicadas en las que se mete, el “qué más puede salir mal” se potencia hasta desencadenar una historia tensa, urgente, profunda, sobre vínculos y marginalidad. Potente.
Tom Espinosa, nacido en Venezuela y formado en nuestro país se atreve como autor y director a mostrar una relación inusual en un ámbito educativo. Construye como director a un personaje autoritario y agresivo, que revisa compulsivamente las mochilas de sus alumnos, aparentemente motivado por un hecho traumático anterior. Tiene una visión de sus alumnos esquemática, conservadora, desagradable. Es capaz de perseguir a una alumna rebelde y aunque es filmado por sus alumnos, lleva su violencia hasta el límite. Sobre esa adolescente rebelde concentra sus iras hasta la humillación. Es un hombre impulsivo incapaz de autocrítica, que pasa los límites sin contención. Por eso cuando un hecho fortuito lo hace responsable de esa adolescente hasta es capaz de enfrentarse con una red de trata por dar con ella. Sin medir las consecuencia. También hay un interesante razonamiento sobre la aceptación en el mundo adolescente, las crueldades y el bullying. Imperfecta, lejos de la realidad por momentos, bien filmada, lleva el pulso del relato con tensión, con agilidad en momentos violentos.
El autoritario director de un colegio en Berazategui tiene que hacerse cargo de una alumna a la que encuentra una jeringa en la mochila. Los padres y los tíos no aparecen, y la situación, entre el drama social y el thriller, se abre a una serie de derivaciones inesperadas. Arpón quiere hablar de demasiados temas, pero construye una historia verosímil que se ve con interés.
Arpón: mágico y tierno micromundo El director de una escuela de provincia es muy estricto con el comportamiento de sus alumnos. Día a día revisa la mochila de cada uno de ellos en busca de una amenaza latente y cuando Clara, una muchacha de 14 años, sufre un accidente en un lago y él tendrá que cuidarla hasta la llegada de sus padres. La relación entre ambos comienza de manera hostil, pero él se va adaptando a la ternura de esa alumna. Así la historia se convierte en un viaje en el que esos dos personajes de generaciones y mundos opuestos intentan comprenderse mutuamente. El realizador Tom Espinoza concibió su film con toques de emoción que lo convierten en un mágico micromundo en el que es posible el amor pese a todas las dificultades cotidianas.
Señor director Un protagonista peculiar y, de a ratos, logrado suspenso en la opera prima del venezolano Tom Espinoza. La vulnerabilidad de los adolescentes; la incomunicación entre el mundo adulto y el juvenil; los obstáculos que enfrentan el sistema educativo y los docentes en las zonas relegadas; la confusión entre cumplimiento de las reglas y autoritarismo. El venezolano Tom Espinoza parece haber llegado a su opera prima cargado de ideas y, de a ratos, cae en aquello de “el que mucho abarca, poco aprieta”: Arpón es atrapante cuando su pulso de thriller consigue imponerse sobre la ramificación temática. El director de una escuela (Germán de Silva, un actor de perfil bajo pero alta solvencia) pretende mantener el orden tomando medidas reñidas con la ley, como revisarles las mochilas a sus estudiantes. Y, por la imposición de las circunstancias, termina estableciendo una relación más allá de las paredes de la institución con una de ellas, Cata (la debutante de Nina Suárez Bléfari, hija de la cantante Rosario Bléfari). La película juega con la constante situación de riesgo a la que están expuestos los adolescentes, por su situación familiar, su entorno socieconómico, las presiones sociales o la rebeldía propia de la edad. Y oscila entre el cine social y policial, una combinación que la termina perjudicando. Nadie pide pureza de géneros, pero a veces el mestizaje no funciona porque conspira contra la profundización de las líneas argumentales. Aquí, tanto la problemática escolar como la relación entre el hombre y la chica se quedan en la superficie, y resultan obstáculos para el policial, la faceta más lograda de la historia. Quizás habría sido beneficioso para la historia darle más desarrollo al personaje más peculiar, ese director de escuela que, pese a su cargo, no deja de ser un marginal.
FIGURAS AL MARGEN Arpón, la opera prima de Tom Espinoza, es un conjunto de ideas no del todo bien ejecutadas que terminan dando un resultado curioso -por decirlo de alguna forma-, un híbrido con algunas ideas lúcidas pero un guión que resulta ser demasiado endeble porque pierde fuerza al combinar géneros que no terminan de cuajar. No es de extrañar que no nos deje indiferentes, pero se trata de una propuesta irregular con actuaciones que son todo un hallazgo, en particular lo de Germán de Silva y la joven Nina Suárez. Si bien por momentos parece una propuesta coral, lo cierto es que el magnetismo y el tiempo entregado al personaje del director escolar Germán Argüello (Germán de Silva) atenta contra esta idea. Construido inicialmente como un drama social que hace hincapié en planos intimistas que jamás pierden a los personajes del cuadro y planos largos que realzan la tensión de los momentos más inquietantes, luego nos damos con un giro algo vertiginoso que nos planta en el medio de una película de acción pura y dura. Por ello quizá vale la pena repasar un poco lo que cuenta: Germán está algo obsesivo porque en uno de los baños femeninos aparece lo que él presume son rastros de consumo de drogas. A raíz de ello hace requisas de las mochilas del alumnado, una metodología algo humillante que lo hace ver como una autoridad agresiva. Cata es una alumna rebelde y solitaria que tiene poco contacto con su familia, que es la sospechosa principal por resistirse a que el director vea su mochila; esta tensión crece y los lleva a convivir forzadamente por una pelea, arrastrando a la adolescente a una situación que se torna peligrosa cuando la trata de personas aparece en la ecuación. El asunto es que más allá de que narrativamente ya habíamos mencionado que no termina de cuajar el drama social e íntimo que ilustra la vida de Germán y Cata con el crudo desenlace de acción, también hay algunos problemas en secuencias que resultan confusas por dos factores: el primero es una edición que pierde la continuidad en momentos fundamentales y el segundo aparece en planos largos -una opción, sin embargo, valiosa en algunas secuencias de acción- que hacen inentendible lo que está sucediendo. Hay un momento en el que el personaje de Germán sale de su auto para atacar al personaje interpretado por Marcelo Melingo y la secuencia resulta confusa, ya que las consecuencias de ese ataque lo entendemos dos secuencias después, cuando Germán entiende que la búsqueda de Cata (Suárez) en esa especie de galpón resulta infructuosa. A esto sumemos algunos diálogos que, en particular en el caso de Cata, parecen contar con una autoconsciencia que no fluye con su personaje y su edad. Irregular y extraña, Arpón no ofrece salidas fáciles y ofrece un conjunto de preguntas que en el planteo del guión aparecen interesantes: sin embargo su ejecución y el coqueteo entre subgéneros que no terminan de cuajar afectan el resultado más allá del sólido trabajo actoral.
Este film se presentó en competencia en el Festival de Cine de Torino 2017, es el primer trabajo del director y guionista venezolano Tom Espinoza. Se mete en el mundo adolescente en una escuela, con el choque de generaciones, por lo tanto esta la incomunicación de esos personajes, con momentos asfixiantes y que aportan cierta incomodidad. La historia además va tocando diferentes temas: el compañerismo, la prostitución, el autoritarismo, el poder, las relaciones, entre otras situaciones, tiene un buen uso de la cámara en mano que le da por momentos un toque más inquietante. Otro de los personajes en esta historia es el de Ana Celentano y Laura Lopez Moyano, que están bien logrados, en general es un largometraje bien construido.
Proteger a los alumnos de ellos mismos y de sus compañeros es la idea que tiene y concreta diariamente, dentro del colegio en el que trabaja como rector, Germán (Germán de Silva). Su actitud para con ellos es severa, exigente e implacable. Los controla preventivamente y los chicos aceptan dócilmente la requisa de sus mochilas. Hasta que se cruza con una alumna de 14 años, Cata (Nina Suárez Bléfari), quien lo enfrenta. Ese contrapunto no es uno más sino que va a traer consecuencias inesperadas para los dos. Ambos personajes tienen sus características particulares que los hacen atractivos. El de la chica, que pese a ser linda ella frente a los otros no se ve así, y es por eso que hace lo que hace y actúa en rebeldía, porque el entorno familiar brilla por su ausencia. Y el del rector, que es un solitario, tiene un viejo auto, que lo usa para todo tipo de menesteres, y una humilde casa. Su vida es la escuela y las prostitutas, especialmente una Mica (Laura López Moyano), con la que tiene una ligazón especial. El film transita por distintos momentos, los románticos, escolares, tranquilos, álgidos, violentos, bucólicos, etc. donde las dudas, la intriga, el suspenso y la violencia predominan en el relato, generando una permanente sensación de incomodidad en el espectador, que es lo más logrado de la película. Para este tipo de realizaciones cinematográficas se necesita un héroe, y ese traje lo calza perfectamente Germán, quien actúa con decisión y coraje para encontrar a Cata que desapareció bajo su responsabilidad. En su ópera prima Tom Espinoza filmó en Berazategui una historia que abarca varios géneros, porque es un drama y un thriller, mezclado también con un policial. Y querer tratarlos a todos juntos, sumados a ciertas actitudes de los protagonistas, que no justifican previamente sus acciones, simplemente las hacen, para que fluya la narración, no resultó del todo beneficioso en el desenlace final.
IMPUNIDAD ELÍPTICA “Dejame ver la mochila” parece ser la frase que define a Germán Argüello porque no sólo lo expone como un director de escuela que posee cierta impunidad a la hora de revisar las pertenencias de los estudiantes, sino que también establece los vínculos entre él y el resto de los empleados de la institución. Un trato repleto de omisiones y miradas que no terminan de reponerse en ningún momento pero que subraya permanentemente las tensiones cotidianas de la convivencia y del roce con los límites. El primer largometraje de Tom Espinoza propone dos niveles bien diferenciados: por un lado, relaciona directamente la intimidad de los espacios –colegio, casa y auto– con ciertos aspectos de la personalidad del protagonista pero siempre en un marco elíptico o poco definido. Argüello es la autoridad que busca hacerse respetar frente a alumnos y docentes; una suerte de hombre de familia que comparte acciones simples con una mujer y una adolescente y, en el último caso, se desdobla en amante y una especie de padre. Por otro, un vínculo con el exterior fundado en la incorporación del celular, de las redes sociales y hasta de la cámara en mano. Los tres elementos aparecen en distintos momentos de la película para enfatizar exaltaciones, desenfrenos, el contexto contemporáneo o la propia cualidad del registro así como también para visibilizar estas micro-realidades en otros circuitos como el virtual, el educativo o familiar y expandir su alcance. Incluso, se manifiestan tanto en la denuncia de los padres como en la visita del inspector. A pesar de ello, Arpón presenta grandes inconvenientes en la construcción de su universo inicial: presenta un director bastante autoritario que es desafiado por una joven que no quiere mostrarle su mochila pero que, por un accidente ocurrido por fuera del establecimiento, debe hacerse cargo de ella ante la ausencia de padres y tíos que no responden los llamados ¿Por qué asiste Argüello y no Sonia, la profesora que parece tener gran peso en las decisiones institucionales? ¿Por qué no se queda en la casa de la amiga? ¿Con qué criterio la voz de esos padres ausentes exige algo? La intención de remarcar un contexto anómalo y viciado de excesos sobrepasa su tratamiento volviéndolo poco verosímil por momentos y desdibujando el buen manejo de la tensión durante el conflicto. De hecho, el director replica la lógica en la resolución de la incertidumbre que, si bien engaña las elucubraciones del espectador, diluye el trabajo realizado anteriormente y también a través de la analogía entre el autoritarismo directivo escolar y la conquista de América con el exterminio de los pueblos originarios. Una metáfora que no logra corporizarse en la repetición de las acciones y gestos de Argüello –Sonia es semejante pero no se profundiza su abuso a estudiantes, colegas y superiores– y queda forzada en el contraste de la última escena dentro del aula. Insultos, ausencias, forcejeos, drogas y miserias envuelven la atmósfera de los personajes de Arpón, en una suerte de dicotomía entre la elipsis de cada uno de ellos y la necesidad de reconocerse en esos espacios, en las réplicas virtuales y, por sobre todo, en la anomalía. Por Brenda Caletti @117Brenn
Germán Argüello (Germán de Silva) revisa de manera metódica la mochila de todos los alumnos de su escuela. Bueno, todos no ya que Cata (Nina Suárez Bléfari) se rehusa y se escapa para que no invadan su privacidad. Esta adolescente pronto se convierte en la lucha del director quien, intentando ir a la caza de los culpables de introducir estupefacientes en la institución, no encuentra una mejor idea que obligarlos a mostrar todas sus pertenencias. Entre medio de estos dos persoanjes está Sonia, quien intenta apaciguar una situación que va cobrando diferentes grados de violencia.
La ira de Aguirre, el director En”Arpón”aparecen varias historias por contar, pero sólo se cuenta una de ellas y no se la cuenta bien o la historia presume una expectativa superior a lo relatado. De Silva interpreta al director de un colegio del agreste conurbano bonaerense donde los alumnos y los profesores hacen lo que pueden, en un micromundo no tenido demasiado en cuenta por nadie. Las opciones son tan escasas como el asfalto y la buena iluminación en el barrio que rodea al colegio. Vale aclarar que la escuela en cuestión está atravesada por la marginalidad y la violencia, y su director, Aguirre, un hombre de doble vida -rígido durante el día y yendo de putas por las noches- es sobre todo un violento, y dicha violencia la ejerce todo el tiempo contra el que sea. Aguirre, también, parece vivir obsesionado por encontrar droga en las mochilas de los alumnos y tiene entre ojos a una chica que se niega a abrirle su mochila. El eje del filme pasa por esta relación. Aguirre no parece un director de escuela, tiene un perfil más cercano a un militar retirado. Es difícil saber si hay directores de escuela parecidos a él. “Arpón” amaga en un momento con transformarse en un thriller pero el relato se diluye rápidamente por culpa del guión.