Un sinuoso camino a la fama Bea es una aspirante a actriz colombiana, quien viene a Buenos Aires en busca de convertirse en una estrella. El costo de ese largo camino implica, entre otras cosas, aceptar las reglas del juego para ascender de manera vertiginosa y así tener la oportunidad de brillar en la fugacidad del showbusiness, al obtener un papel en una telenovela, alejada de la prédica del teatro independiente y su discurso a favor de la integridad artística. Esa marca que no pretende tomar posición por ninguno de los planteos recientes es la que determina el rumbo de Aventurera -2014-, debut del director de fotografía Leandro D’Antoni, que cuenta con la actuación protagónica de la directora colombiana Mélanie Delloye, también guionista en este caso. El tratamiento sobre los personajes y en particular sobre la imagen, no sólo desde el encuadre sino en el juego permanente de contrastes entre la luz o luminosidad y la opacidad de los ambientes, se integra a las diferentes etapas y estados anímicos de la protagonista. Como indica el título de referencia, la aventura aquí es la de la ambición y el costo de ese obsesivo intento de alcanzar rápidamente el estrellato. Sin bajadas de línea, planteos morales o discursos políticamente correctos, el relato avanza contra los estereotipos y maniqueísmos, tal como expone al comienzo en el pretexto de una charla de un grupo de teatro que discute la idea tajante entre los personajes buenos y malos, o aquellos actores que eligen prostituirse en términos artísticos y aceptan papeles muy poco desafiantes para la profesión. En ese espacio de reflexión, que rápidamente choca con la praxis de la acción -Bea necesita trabajar para pagar la pensión donde se aloja- para evadir el romanticismo y adoptar una postura realista, la sugestiva trama de Aventurera -2014- se adapta al verosímil de la historia a partir de las peripecias de Bea y su interacción con un entorno desconocido, pero atractivo en términos cinematográficos. Otro tópico que rodea a la película, y a veces la atraviesa de manera tangencial, es el desarraigo y la soledad de aquellos inmigrantes que dejan muchas cosas en sus lugares de origen, incluidos afectos, familia y cultura, para adaptarse a una idiosincrasia completamente diferente y sobrevivir a fuerza de voluntad y descaro, como la de Beatriz y su sueño inconcluso.
El duro camino a la fama La cruda competencia que existe en el ambiente artístico no es una gran novedad y tanto el cine como la televisión se ocuparon en varias ocasiones de contarlo. La motivadora historia de la actriz inexperta que llega a Hollywood con su valija semi vacía pero con muchas ganas de triunfar, es una de las más trilladas que puede dar la ficción. Pero esto no significa que sea imposible poder contar algo nuevo dentro del género de los largos caminos al éxito. En este caso “Aventurera” vendría a ser una interpretación local y actual de este tipo relatos, que a pesar de caer predeciblemente en los lugares comunes ya conocidos, nunca pierde esa sensación de verdad tan característica del llamado neorrealismo argentino, a base de buenas actuaciones y escenas largas. La ópera prima de Leonardo D’Antoni, ganadora del premio DAC en el 29° festival Internacional de cine de Mar del Plata, cuenta la historia de Bea (Mélanie Delloye, hija de la política Ingrid Betancourt), una actriz colombiana del teatro under de Buenos Aires que sueña con la fama popular que sólo el cine y la TV le pueden dar. Mientras tanto se gana la vida cuidando a dos ancianas, lo que le alcanza para vivir en un departamento compartido y le da la libertad suficiente de asistir a los distintos castings y audiciones del medio. Es en una de estas pruebas actorales, en donde Bea conoce a un productor televisivo (Cesar Bordón) que le asegura un papel en una novela a cambio de mantener una relación con él. Desde ese momento la ambición y el desarraigo juegan un papel fundamental en los métodos y acciones de la protagonista, llegando incluso a debatirse hasta donde está dispuesta a llegar en nombre de la fama. Aunque sea perdiendo el respeto de sus amigos y el suyo propio en el camino. Sin embargo la simpatía que irradia Bea se mantiene intacta a lo largo de la película y eso se debe en gran medida a su actriz principal Mélanie Delloye. Su interpretación hace querible a un personaje que a pesar de su marcada personalidad de trepadora, genera una empatía capaz de hacernos justificar algunas veces sus discutibles decisiones. Esto sumado al prolijo nivel técnico en general, hace de Aventurera una buena representación de la artificialidad que reina en el medio artístico. Algo que D’Antoni supo plasmar muy bien sin caer en el juicio de valor y la moraleja fácil.
Todo por un sueño Una de las revelaciones del últimos Festival de Mar del Plata llega al circuito alternativo porteño. El debut del marplatense Leonardo D’Antoni en el largometraje lleva por título Aventurera, pero bien podría llamarse "Todo por un sueño". Llegada desde Colombia un tiempo atrás (nunca se especifica cuándo), Bea está dispuesta a cualquier cosa con tal de convertirse en actriz. Incluso a acostarse con un productor televisivo que ocasionalmente presencia los ensayos de su grupo teatral. Claro que la búsqueda del éxito conllevará una serie de daños colaterales (la pérdida de su trabajo como cuidadora de ancianas, el incipiente romance con un compañero, la camaradería con su compañera de cuarto) que en principio Bea está dispuesta a asumir, hasta que finalmente empezará a darse cuenta de que las cosas no son como esperaba. Con un protagonismo absoluto de la también coguionista Mélanie Delloye, a quien D’Antoni toma mayormente en planos cerrados, Aventurera es un retrato de iniciación que, a la manera de La vida de Adèle (hay una cierta similitud física entre Delloye y Adèle Exarchopoulos), registrará progresivamente las aristas constitutivas del personaje central, acompañándola a largo de todo el camino. Sobre el final, cierto tono moralista y el sometimiento de Bea a varias situaciones destinadas a adoctrinarla le quitan méritos a un film que, sin embargo, marca un loable primer paso para D’Antoni. Como en el fútbol, nada mejor que debutar llevándose tres puntos de local en el último Festival de Mar del Plata, donde ganó el premio DAC a Mejor Dirección.
Estrellato o estrellarse ¿Por cuánto dinero estarías dispuesta a prostituirte? Pregunta un compañero de teatro a Beatriz (Mélanie Delloye, hija de Ingrid Betancourt, que también co-escribe el guion), una joven colombiana que se ve sorprendida ante el interrogante en medio de una coloquial charla entre amigos. Con esa premisa la película desarrolla los pormenores del ascenso al estrellato de una actriz del Off porteño. Aventurera (2014) retrata la historia de Bea, una joven colombiana que trabaja cuidando a una anciana mientras estudia actuación con el sueño de triunfar en escena. Su vida como inmigrante en Buenos Aires tiene cierta solidez desde lo afectivo (su grupo de teatro, sus compañeras de pensión, la anciana que cuida), mientras que su mayor problema es económico: no puede pagar el alquiler. Ante la inminente oportunidad de estrellato, ella elige un camino que le trae consecuencias en todos los sentidos. Por un lado la película de Leonardo D´Antoni tiene el registro del universo teatral del Off: gente desestructurada, que disfruta de la vida mientras comparte sueños en común, pero carece de una estructura laboral que los sostenga económicamente. Sin juzgar jamás las actitudes de su protagonista, el film trasmite las sensaciones que experimenta. La cámara está siempre cerca de Bea para captar su interior y exponer sus emociones. Lo mejor del film. Un párrafo aparte merece la anciana que cuida: una mujer siempre jovial que aporta el humor al relato, que descontractura la tensión de la trama. Cuando ella aparece la película crece por sobre el resto de las escenas. La historia se centra en Bea y sus vivencias ante la oportunidad de aprovechar su belleza para obtener papeles en televisión y cine. El relato transita los caminos de la tragedia cotidiana, con elecciones y consecuencias difíciles de afrontar. Pero D’Antoni se corre del lugar previsible de lo dicho y, sin generar un discurso moral al respecto, representa mediante recursos audiovisuales el conflicto interno de su protagonista. Esta decisión cinematográfica, sumada a las buenas actuaciones de todo el elenco, convierte a Aventurera en un interesante film sensorial sobre la ambición.
Derrotero de ascensos y caídas Melanie Delloye, protagonista, coguionista del film, esposa del director y, además, hija de Ingrid Betancourt, se luce al encarnar a una joven colombiana que lucha por encontrar su espacio entre miles de actores y actrices de Buenos Aires. Para muchos, Aventurera se transformó en una de las sorpresas de la cosecha del cine nacional presentado el año pasado en el Festival de Mar del Plata. A tal punto que, aterrizada casi sin antecedentes previos, la ópera prima de Leonardo D’Antoni terminaría llevándose el premio DAC al Mejor director argentino. La historia de Beatriz (Bea, para los amigos), una joven colombiana que lucha por encontrar su espacio en el frondoso bosque habitado por miles de actores y actrices de Buenos Aires, es dueña de unas cuantas virtudes. En principio, la actuación central de Melanie Delloye, quien lleva la carga de una criatura bastante más compleja de lo que podría pensarse en un primer momento. Su cuerpo y, en particular, su rostro ocupan el centro del cuadro durante una parte sustancial del metraje, logrando transmitir en todo momento las certezas, dudas, alegrías y miedos del personaje. Algo más de información: Delloye es coguionista del film y esposa del director; además –para aquellos a quienes sus facciones les resulten conocidas– la joven de treinta años es hija de Ingrid Betancourt. Si los últimos dos datos son apenas referencias biográficas de interés, el primero podría consignarse como esencial al éxito de la película, en particular su precisa descripción de ambientes y tipos, construidos ajustadamente por el reparto de actores y actrices secundarios.El de Bea es un derrotero de ascensos y caídas personales y profesionales, una carrera de obstáculos donde cada casting se transforma en una esperanzada oportunidad o una nueva frustración. Claro que la posibilidad cierta de mantener en el tiempo un pequeño bolo en una telenovela le agrega a su carrera como actriz de teatro off cierta estabilidad económica. Que ese trabajo se consiga gracias a una relación amorosa con tufillo a transacción comercial no es un dato menor de la trama. Una de las virtudes de Aventurera es lograr la empatía del espectador ante un personaje que, en otras manos y mediante otro tratamiento, podría haberse convertido en un cliché clásico, el de la trepadora sin corazón. El film sigue al personaje sin abandonarlo en casi ningún momento y, en líneas generales, adopta su punto de vista, aunque con una prudencial distancia. Es cierto que no todas las subtramas funcionan por igual. Por caso, ese joven actor con el cual comparte apenas una noche va convirtiéndose lentamente en un lastre, en particular cuando, a partir del despecho amoroso, adopta el rol de voz de la conciencia. Las escenas que detallan la relación de Bea con una anciana a la cual cuida, en cambio, están registradas con un gran oído y visión para la naturalidad y no resulta difícil encontrar allí pequeñas verdades cotidianas (la anciana, además, es un dechado de simpatía burlona).Aventurera avanza sin demoras pero tampoco prisas y encuentra en un estilo de narración directo y transparente otro de sus atractivos más evidentes. En algún momento del camino, sin embargo, la trama adquiere un tono más vehemente, menos sugerente, y llega a echar mano de algunas vueltas de timón un tanto convencionales (¿innecesarias?) como punto de partida para llegar al desenlace, en particular cuando la visita sorpresa de Bea a su antigua empleadora deviene en truco de guión para permitir la catarsis. Afortunadamente la última escena vuelve a construir cierta ambigüedad, que había quedado obturada por la crisis de la protagonista algunos minutos antes, reencontrando un tono menos moralizador y más irónico, más humano.
La aventura machista Lo que cuenta Aventurera, esa historia de una joven actriz colombiana que busca ascender rápidamente en su carrera y para eso va rompiendo todos sus límites éticos y morales, también implicaba tener en claro dónde están determinadas barreras vinculadas a la ética y moral, pero cinematográfica. Pero al igual que su protagonista, el film no tiene claras demarcaciones fundamentales y eso la hace desbarrancar por completo. Hay que reconocer que Aventurera posee una primera mitad interesante, donde mantiene cierto equilibrio narrativo, contemplando sin juzgar las acciones de la protagonista y hasta tratando de entenderla en sus ambiciones y motivaciones a partir del recorrido que ha venido teniendo en su vida. Pero cuando la película de Leonardo D´Antoni tiene que ir resolviendo su posición y encarando ciertas decisiones fundamentales para el relato y quien lo protagoniza, el asunto se va espesando y el film se convierte en una fábula no moral, sino moralista, juzgando al personaje y sometiéndola a toda clase de castigos psicológicos e incluso físicos, impartidos por el destino pautado por el guión. Ese mismo guión no se preocupa por cubrir unos cuantos baches narrativos -hay un importante personaje que desaparece de manera inexplicable y nunca se explica qué pasa con él-, pero sí por manipular todas las acciones y hechos a su antojo, construyendo un discurso que pone a su mujer protagonista (y remarcamos la palabra mujer, porque en estos tiempos, elecciones vinculadas al cuerpo y la mentalidad femenina no pueden ser gratis) en las peores posiciones posibles, avalando directamente e indirectamente -dependiendo de las diferentes secuencias- una visión machista y misógina. Todo lo que podía salir mal en Aventurera, sale mal. Y es realmente tan triste como molesto.
Bea (Melanie Delloye) is a young Colombian wannabe actress who lives in Buenos Aires with another young girl, and dreams about success and fame. To be more precise, she’s played a couple of bit parts — not a very rewarding experience. Like so many other actors, she wants her big break and to become a much sought-after actress. But, as is usually the case, she must earn her living before her dreams materialize. To this aim, Bea kindly takes care of an old lady and during the rest of the time she goes to theatre rehearsals and auditions of all kinds — commercials, stage plays, movies. When she meets a somewhat well-known producer, Lalo (César Bordón), she believes her chance to make it big has come. But as we all know, looks can be deceiving. Too bad Bea doesn’t find out until faced with harsh reality. So talking about actresses, the first thing that can be said about filmmaker Leonardo D’Antoni’s Aventurera is that Delloye does a moderately good job conveying some of the most significant traits of Bea. I wouldn’t go as far as saying she pulls off an intense character study, but her character is fleshed out and makes you care for her. Some conversations between Bea and her fellow actors ring true, especially those at the beginning, which sound as lines drawn from a documentary on Thespians and directors. The camera captures these conversations in a spontaneous manner. So far, so good. But this is what the story amounts to. And this is when Aventurera runs into big problems as it pictures trite, two-dimensional characters inhabit usual territory: the theatre, television and movie sets. Almost everything you see here — auditions, sexual favours, bad producers, temperamental actors — is the kind of stuff you’ve often seen before. There are no new examinations of the potentially rich material the film deals with, and there’s no persuasive if conventional drama. Soon, what Aventurera achieves when the lead character is introduced is then lost into commonplace situations. While the camerawork is appropriate, the lighting design is far from expressive — it doesn’t narrate the story in aesthetic terms, it’s just functional to the story in an elementary way, and it’s also flat, very flat. So it’s hard to keep your interest in a story with a good, realistic beginning that then resorts to uninspired, formulaic work as regards content and the way it unfolds. Where and when Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543). Thursdays at 9pm. Production notes Aventurera (Argentina, 2014). Directed by Leonardo D’Antoni. Written by: Leonardo D’Antoni and Melanie Delloye. With: Melanie Delloye, César Bordón, Sebastián Arzeno, Natalia Morales. Cinematography: Leonardo D’Antoni. Editing: Leonardo D’Antoni. Running time: 85 minutes.
ste drama acerca de una actriz colombiana que está en la Argentina trabajando en una obra de teatro off a punto de estrenarse mientras comparte departamento y se gana la vida cuidando a dos ancianas tiene un feeling muy auténtico y realista durante gran parte de su metraje, especialmente en lo que respecta al mundo del teatro independiente y la camaradería de los que participan de él. Pero Bea (Mélanie Delloye, nada menos que la hija de Ingrid Betancourt) sueña con un estrellato un poco más masivo, lo que la lleva a enredarse con productores, directores y otros actores con los que no se siente del todo cómoda. Allí, las manipulaciones del guión se meten de una manera un tanto “dañina” en la que hasta entonces era una construcción muy precisa de personajes: aparece el sexo como pieza de intercambio de favores laborales, un mundo (de la tele y el cine) pintado casi en oposición al otro como poblado por un montón de personajes en traje y corbata y entre detestables y horrendos, lo cual le quita credibilidad a la película, volviéndola una entre la oposición entre la verdad, la amistad y el amateurismo del teatro off frente a la perversión del cine y, especialmente, la TV. AVENTURERA_02Si bien la oposición existe, en la película está tratada de una manera un tanto obvia. En ese sentido me hizo acordar a episodios de la serie GIRLS, que maneja esa dualidad en varios momentos y con la que tiene varios puntos de contacto en su puesta en escena fresca y descontracturada (el director vivió y estudió muchos años en EEUU, donde tal vez sí las oposiciones sean un poco más bruscas que aquí). De todos modos, eso no quita ni las buenas actuaciones, ni el clima que la película consigue buena parte del tiempo, ni la interesante forma de mirar al personaje principal, que pese a entrar en el mundo de la tele mediante los recursos más trillados mantiene nuestra simpatía y hasta llegamos a comprender sus decisiones. La película, en ese sentido, también permite dejar la puerta abierta en una resolución interesante por lo ambigua. Un plus especial: las dos viejitas que Bea cuida, dos personajes entrañables y maravillosamente actuados. (Crítica publicada durante el Festival de Mar del Plata 2014)
La ópera prima de Leonardo D'Antoni tiene como protagonista a una joven colombiana, aspirante a actriz, que trabaja de lo que puede para pagar su alquiler mientras asiste a clases de teatro y castings. Sola, con una madre que ni siquiera la llama por teléfono, cuidando a una señora mayor que pasa a ser casi como de la familia, entabla una relación con un compañero de teatro. Pero inmediatamente se olvida de eso cuando conoce a Lalo, un hombre más grande que ella y productor, exactamente la persona puede ayudarla a convertirse en la actriz que quiere. Y en efecto así sucede, por un tiempo. Bea comienza así una serie de altibajos. En su afán por convertirse en la actriz que anhela, las cosas parecen salirle bien en un momento y en otro se le ponen en contra. El joven enamorado la deja de lado al descubrir su relación con el productor. El productor la olvida al poco tiempo al punto de eliminarla de su novela (donde interpretaba apenas a la mucama). La señora que era como una abuela para ella también termina yéndose de su vida. La película, de manera intimista, sigue a su protagonista en ese recorrido por la vida que busca, siempre acompañándola, sin necesidad de someterla a juicios morales. Si bien apela a algunos estereotipos, las reflexiones a las que llegan los estudiantes de teatro al principio de la película terminan delimitando el camino sinuoso que va a realizar luego su protagonista. Una joven que quiere ser conocida y reconocida, a cualquier costa. Mélanie Delloye (La hija de Ingrid Betancourt, casada con el director de la película, lo que podría hacer todo esto más interesante) en la piel de Bea aporta mucha frescura y simpatía a una película que transita diferentes estadíos, momentos de diversión y placer, y otros de soledad y tristeza. Y es ella la que impregna entonces el relato de todas estas emociones de una manera muy natural. Aventurera es entonces una pequeña película que más allá de alguna situación trillada y personaje estereotipado, logra representar la superficialidad de un mundo como el del espectáculo, y las eternas discusiones y competencias entre el artista under y el de televisión, masivo. Esto, sin apelar a juicios morales, cosa que podría haber resultado muy fácil, y en su lugar apostar a una reflexión sobre la ambición y hacia los terrenos a donde esto puede llevarnos.
La transformación del yo. Antes de preocuparse por la gran cantidad de cosas que una persona debería hacer para lograr un objetivo, es preciso tener en cuenta aquello que debería dejar de hacer, como por ejemplo simplemente ser ella misma. Aventurera nos regala la interesante historia de Bea, una joven actriz colombiana que vive en Argentina y llegó al país para formarse como persona y fundamentalmente como profesional. Todo lo que ocurre para lograrlo constituye la trama de la película. Interpretada por Mélanie Delloye, el filme nos invita con sobria belleza y absoluta solemnidad a caminar por los barrios de Buenos Aires, recorriendo junto a Bea -como sus mejores testigos- el duro camino a la ansiada fama. La forma en que se lo transita y muestra es lo que le da la riqueza al relato. “La vida es una sola.” La película, que llega con galardones a su director Leonardo D’Antoni, nos plantea esa cuestión tan antigua como el cine mismo, o más aún: ¿se debe hacer cualquier cosa para llegar a lo que uno ansía? Los mismos protagonistas lo responden en las reuniones grupales, de las que Bea participa en los post ensayos junto a su conjunto teatral: nadie puede juzgar a otra persona. “¿Te prostituirías por 50 mil dólares?”, le preguntan a la joven actriz colombiana, pero ella queda en silencio. Eso es Aventurera, encontrarse con obstáculos y apelar muchas veces a la improvisación para superarlos. El espectador comprenderá fácilmente todo e incluso podrá anticipar lo que va a pasar en la historia, pero esto no va en desmedro de la obra ya que aquí es donde se destaca la intervención del director. La manera en que esas escenas esperadas se desarrollan, la incomodidad que generan, la intensa carga dramática y la construcción de los personajes a través del tiempo, son aspectos que hacen a Aventurera una obra realmente atractiva. “Sigo siendo yo.” Y así llegamos al conflicto principal que tiene que superar Bea. Más allá de su miedo a la soledad, la falta del amor de su familia, la vida al día y el déficit de oportunidades, su mayor problema es moral. “¿Quién soy?”, “¿qué quiero ser?”, “¿qué estoy dispuesta a hacer y dejar de hacer?”. Todas preguntas que pasan constantemente por su cabeza, alma y corazón, y le generan una gran angustia. “¡Sigo siendo yo!”, le grita con un rostro bañado en lágrimas de dolor y arrepentimiento a su compañera de cuarto, acostada en su colchón sin cama en la habitación de ese conventillo que odia habitar. El espectador terminará teniendo la misma idea que una actriz curtida y amiga de Bea comparte siempre en las reuniones entre actores. No será capaz -ni querrá- levantar juicio alguno por ninguna acción. De alguna u otra forma parece inevitable que la identidad no se termine prostituyendo.
Una visión creíble y otra pretenciosa del mundillo teatral Se estrenaron simultáneamente dos películas ambientadas en el mundillo del teatro nacional. Una, sencilla y sentida, de una pareja de debutantes. Otra, enredada y presumida, de un autor ya experto en la materia. Ambas en respectivas salas alternativas de calle Corrientes, una justo frente a la otra: Cooperación y Lugones. "Aventurera" describe el camino de una jovencita del teatro off, incómoda cuando un compañero bromea con aquello de "Lo que falta son financistas", pero muy suelta y natural para contactarse con un productor que puede darle un bolo en una telenovela, y algo más. El paso siguiente ya es casi desleal con su protector, y arriesga dejarla a la intemperie, perdiendo afectos, frescura y respeto. Encabezando un buen elenco, Melanie Delloye muestra esa evolución de un modo totalmente creíble, rico y variado, encarnando muy bien una criatura entre inocente y egoísta. Leo D'Antoni, su marido en la vida real, dirige con la misma soltura. En Mar del Plata se ganó el premio al mejor director nacional. Figuras de referencia de la obra, Hedda Gabler y la mujercita del bolero de Agustín Lara que presta su título al film ("y aquel que de tu boca la miel quiera/ que pague con brillantes tu pecado"), en versiones de Lupe Silva y Natalia Lafourcade (ninguna como Lara).
Joven y bella La ópera prima del marplatense Leonardo D’Antoni narra la historia de Beatriz, una chica colombiana que lucha por sobresalir en la escena del teatro independiente de Buenos Aires. Bea –interpretada por la actriz franco colombiana Mélanie Delloye– pasa sus días entre ensayos de teatro, castings y el cuidado de una anciana, lo que le permite pagar la habitación que comparte con otra joven de Colombia, mientras intenta vivir de la actuación. A diferencia de La princesa de Francia, película estrenada la misma semana que también explora el entorno del teatro indie nacional, Aventurera no pretende ir por el lado del juego, o mas bien del ejercicio académico que propone Piñeiro con la última de su serie de Shakespereadas. A pesar de contar con actuaciones notables, aciertos musicales –el pop de los Beach Boys y el rap de Jvlian– y algunas escenas muy virtuosas, como el gran plano secuencia del comienzo, la última extravagancia de Piñeiro es incapaz de transmitir la honestidad que Aventurera despliega de forma espontánea y natural. D’Antoni encuentra en Mélanie Delloye –su esposa en la vida real y con escritora del guion junto con él– un campo magnético que ejerce una fuerza de atracción descomunal sobre la cámara. Una cámara casi con el único objetivo de registrar a modo de radiografía del cuerpo de su actriz, cada uno de sus encantadores gestos a la manera de lo que hicieron Godard con Anna Karina o Cassavetes con Gena Rowlands. Pero su devoción por registrar la fotogenia de su esposa en cámara no es lo único que tiene en común el director debutante con el pionero del cine independiente estadounidense, al que toma como una clara referencia estética. D’Antoni se vale además de su estilo hiperrealista y lo lleva hasta lo pseudodocumental para filmar este coming of age con una cercanía física y emocional por momentos desgarradora, convirtiendo a Mélanie Delloye, eje sobre el cual gravita la película, en una suerte de Adele Exarchopoulos dirigida por Kechiche. Al igual que los cineastas mencionados, el marplatense también se atreve a filmar el amor excesivo pero, en este caso, hacia una vocación. Para ello se vale de una cámara en mano que sigue bien de cerca a su protagonista, casi con la misma obsesión con la que ella se empeña en seguir su sueño a pesar de todas las contras que puedan interponerse en su camino. La versatilidad del movimiento le permite a la puesta adoptar formas estilizadas a través de planos de una composición de cuadro exquisita como también, si así lo requiere la escena, puede dejarse llevar por lo que el personaje o la situación requieran en cada momento; aunque eso implique obtener un encuadre desprolijo en la urgencia por capturar algo de una efímera verdad dentro del plano. Como si lo más importante fuera la espontaneidad de la actuación y la fluidez de la narración, D’Antoni sostiene todo el tiempo su mirada particularmente sensible y cruda como unificadora de todo el relato –por más saltos abruptos que pueda haber de una escena a la otra– potenciándola al máximo en uno de los momentos más intensos y realistas de la película: las lágrimas de Bea, tan verosímiles como las de Adele cuando su relación con Emma se termina. El gran atractivo de Delloye se impone a cada plano con una fuerza arrolladora. Su frescura y su sensualidad natural hacen que sea imposible no mirarla aunque esté realizando la más mínima de las acciones o simplemente permaneciendo delante de la cámara con la mirada perdida en algún punto de fuga. Una obra que esconde detrás de su aparente sencillez, una sutileza pocas veces tan lograda, aventurándose ante nosotros como un cine intimista y seductor al igual que las entrañables criaturas que lo habitan.
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