Cuenta una historia sin muchas sorpresas, que ya desde el comienzo permite adivinar sin error como y con quien van a terminar los personajes de Vanessa Redgrave y Amanda Seyfried, pero a pesar de eso...
Comedia romántica, protagonizada por Amanda Seyfried (Mean Girls y Mamma Mia!), el australiano Christopher Egan (Resident Evil y Home and Away en TV) y Gael Garcia Bernal (Amores Perros, El Crimen del Padre Amaro y Babel , entre otras). Sophie (Seyfied) colaboradora en un importante periódico de Nueva York, viaja de pre-luna de miel a Verona con Víctor (Garcia Bernal), un chef enamorado de su trabajo. Alli descubre el balcón de Julieta, donde mujeres de todo el mundo viajan a dejar cartas pidiendo consejos de amor y un grupo de mujeres se dedican a contestarlas en forma voluntaria. Sophie se une a estas y contesta una antigua carta fechada de hace 50 años: Claire recibe la carta y viaja a Verona en busca de su viejo amor, pero no está sola: la acompaña su nieto Charlie (Egan) … el resto es previsible. Una película del mismo director de 13 Going on 30 (Si tuviera 30, 2004) y la más reciente Bride Wars (Guerra de Novias, 2009), Gary Winick, quién hace de esta su película más simple y artificial: al igual que ese balcón en Verona, totalmente falso e ideado para turistas. Un film obsesionado con el rostro de la protagonista, bellísima ella, pero carente de gracia alguna, recorriendo Italia al son de “Quando, quando, quando” o de o alguna canción pop romántica, topándose con cuanta visión anglosajona de lo que es ser un Italiano: siempre dispuesto a la conquista, que, oriundo de cualquier parte de Italia, habla inglés y es super sensible. El elenco no funciona: un actor como Garcia Bernal aparece totalmente desaprovechado y eso que contaban con José Rivera el guionista de Diarios de Motocicleta (2004), totalmente ausente en esta película que denomina comedia ultraromántica. Y tal vez ese sea el problema, que hoy en día se hace cada vez más difícil realizar una buena comedia romántica, como lo fueron Pretty in Pink (1986) o Admiradora Secreta (1985) , ya que no logran que ambos géneros que pretenden integrar, convivan.
Renace el romance por escrito La idea de contar una historia romántica con referencias al clásico de Shakespeare y ambientarla en la actualidad, se hizo en varias oportunidades. En Cartas a Julieta, el argumento puede pecar de ingenuo, pero funciona por los recursos propios del género puestos en marcha por el director Gary Winick. Y por el elenco que los sostiene. Cartas a Julieta propone un romance actual y rememora otro iniciado cincuenta años atrás, con toques lacrimógenos y de comicidad (los italianos que desfilan por la historia hasta dar con el hombre buscado). Si bien el final escoge un sendero trillado, el interés se sostiene hasta el desenlace. La protagonista, Sophie (la siempre convincente Amanda Seyfried), llega a Verona con su pareja (Gael García Bernal, hablando en inglés) y queda impactada por los pedidos de consejos amorosos que los turistas dejan escritos en los muros del patio donde se desarrolló la historia de amor entre Romeo y Julieta. Ella se une al grupo de mujeres que pacientemente contestan esos reclamos y descubre una vieja carta fechada años atrás, escrita por Claire Smith (Vanessa Redgrave), en busca de un italiano (Franco Nero) del que se enamoró en su adolescencia. A partir de ese momento, Sophie, junto a la anciana y su nieto (Christopher Egan), se embarca en una travesía de muchos kilómetros por Toscana para ayudar a Claire a encontrar a su "príncipe azul". Lo mejor recae en la recuperación del viejo romance, en el surgimiento del nuevo que se avecina sobre la protagonista y en el marco escenográfico ideal para desarrollar este relato. Y aunque no hay que ser un genio para adivinar lo que ocurrirá, el resultado se despega de las comedias románticas estrenadas en el año. El amor renace por escrito y se concreta como en un viejo cuento de hadas.
Siguiente oda sobre el amor verdadero Gary Winick es el almibarado realizador de comedias románticas que dirigió las historias de romance anacrónico Tadpole (2002) y Como si tuviera 30 (13 Going on 30, 2004), y la mal recibida Guerra de novias (Bride Wars, 2009). La vieja cadena de montaje nos trae ahora Cartas a Julieta (Letters to Juliet, 2010) otra historia de amor -más romántica que cómica- madura y no por ello menos melosa. Sophie (Amanda Seyfried) y su prometido Victor (Gael García Bernal) se hayan de turismo en Verona. Sophie, aburrida y con ínfulas de escritora, responde una de esas “cartas a Julieta”, ruegos de amor imposible que mujeres de todo el mundo dejan al pie del balcón de la Julieta de Shakespeare. No es cualquier carta; esta lleva esperando 50 años. La remitente es la inglesa Claire (Vanessa Redgrave), enviudada; la acompaña su nieto Charlie (Chris Egan). Dispuesta a seguir los consejos de Sophie, abuela, nieto y celestina emprenden viaje en busca del tal Lorenzo Bartolini (Franco Nero, pareja real de Redgrave). La película deviene en road movie. Ocurre que hay muchos Lorenzo Bartolinis, así que hay que ir descartando. Con todas las viejas recetas del amor seguimos a Sophie y Victor, a Sophie y Charlie, a Claire y Lorenzo. Las aristas de una trama harto conocida y difícil de digerir (sazonado con el más empalagoso diálogo) se ven suavizadas por la eterna presencia de una Italia rural capturada en momentos de dorado esplendor y la calidad de marca en la actuación de Redgrave y sus ojazos. Todos deberíamos visitar un viñedo en alguna época crítica de nuestras vidas. Parece que a los personajes que lo hacen les trae paz interior y oportunidad de reflexiones. Pienso en los fracasados de Entre copas (Sideways, 2004) y el frívolo millonario de Un buen año (A Good Year, 2006). Cartas a Julieta logra captar la armonía de un pueblo sencillo y complacido de la vida, desde la laberíntica Verona hasta los campos impresionistas de Toscana. Amanda Seyfried vende el modelo de chica enamorada sin mucho esfuerzo. Con actuación y fotografía en su espina dorsal y un guión mediocre engrillando a sus pies, la película se transforma en una experiencia agradable, predecible y sí, hecha para mujeres. Y si no se tiene ni la paciencia ni los ovarios, siempre nos podemos dejar hipnotizar por Toscana o Amanda Seyfried.
La decisión de Sophie Romántica a más no poder, tiene a Amanda Seyfried, Gael García Bernal y Vanessa Redgrave como cartas de triunfo. Pasa en muchas relaciones: ella es una chica madura, y hasta madura en su romanticismo, y él, un romántico que tiene una pasión que compite con la que siente por su chica: la cocina. ¿Podrán convivir, no ya después de casarse, sino estando lejos de Nueva York, juntos pero con distintas ambiciones? Así planteada, una de las subtramas de Cartas a Julieta no sólo pinta como prometedora, pero llegados en preluna de miel a Verona, donde Víctor (Gael García Bernal), que es un chef a semanas de abrir su primer restaurante en Nueva York aprovechará para conocer viñedos y visitar proveedores, las cosas cambian... Y Sophie (Amanda Seyfried), “investigadora” del The New Yorker , tratará de despuntar el vicio que más le gustaría tener: ser escritora, más aún cuando una historia increíble –esto es Hollywood- le pega en la nariz. En la mismísima casa de la Julieta creada por Shakespeare, Sophie conoce a las secretarias de Julieta, mujeres que se encargan de recoger las cartas que mujeres jóvenes por lo general desesperadas de amor le escriben a la Capuleto, para responderles vía postal. Y Sophie, con algo de tiempo libre mientras su novio degusta vinos, quesos y aceites de oliva, decide ayudarles. Para qué. Encuentra metida en la pared una carta que hace 50 años nadie vio –esto es Verona, pero también, dijimos, Hollywood- de una quinceañera británica que penaba de amor por Lorenzo, un italiano a quien sabe que no volverá a ver. Adivinó: Sophie le escribe y, ahora convertida en abuelita, Claire (Vanessa Redgrave) llega hasta Verona con su nieto (el australiano Christopher Egan) en busca del amor perdido. A partir de allí, el triángulo Sophie, nieto británico, abuelita alegre reemplaza a la pareja Sophie/ Víctor, dando vueltas en auto siempre limpito por pueblitos, granjas y viñedos en busca del tal Lorenzo, cuyo apellido, para que se den una idea, es como si fuera López en Madrid. Hay quichicientos. Y aquéllo que marcábamos en el comienzo, de cómo compatibilizar pasiones, madurez y romanticismo tendrá varias vueltas de tuerca. Lo mejor que le pudo pasar a Cartas a Julieta , como proyecto, fue que Amanda Seyfried, Gael y Vanessa Redgrave aceptaran sus papeles. Redgrave luce espléndida a sus 73 años, y el hecho de que Lorenzo sea Franco Nero (pareja en la vida real de Redgrave) es, para el que lo sabe, un plus. García Bernal está como con un cambio de más, medio acelerado y menos romántico de lo que el papel de Víctor le pedía. En cuanto a Amanda Seyfried, la actriz de Mama mia! y Diabólica tentación tiene ya en su rostro una madurez que muchas estrellitas le deberían envidiar. El que desentona es Christopher Egan, el nieto de Claire, en el típico rol de no quiero saber nada con esto pero después me involucro . Cartas a Julieta es para románticos incurables. Escépticos, abstenerse.
Dulce romance a la italiana Con ternura y coherencia dramática, este film consigue sus objetivos No hay escena (en realidad, no hay siquiera un cuadro) en Cartas a Julieta que no tenga algún elemento romántico. De principio a fin, este film, dirigido por Gary Winick ( Guerra de novias ), se esmera por pintar su historia de color rosa. Si bien puede que el objetivo sea poco ambicioso para algunos, uno de los méritos de la película es que lo sostiene a rajatabla, demostrando una coherencia y honestidad con el material con el que cuenta que no muchos films consiguen. Todo comienza en Manhattan, cuando Sophie, una aspirante a periodista que se dedica a chequear los datos de las notas escritas por otros, tiene que encontrar a una de las personas que aparecen en la famosa -y romántica- foto tomada en Times Square de un marinero y una mujer besándose en el final de la Segunda Guerra Mundial. En pocos minutos, el guión establece los deseos profesionales de la chica y la manera en que su carácter dulce le impide tanto explicitarlos frente a su jefe -el siempre efectivo Oliver Platt- como cuestionar las verdaderas razones de su novio Víctor para emprender el viaje a Italia que están a punto de comenzar. Tan tierna e ingenua parece Sophie -interpretada por Amanda Seyfried con solvencia y unos enormes ojos siempre al borde de las lágrimas- que podría ser demasiado empalagosa, un derrotero del que la película se salva gracias al humor. Aunque no hay demasiadas sorpresas en el guión -no las necesita-, sí sorprende que el despistado novio que interpreta Gael García Bernal resulte lo más gracioso del film. Sin ridiculizarlo pero llevando al límite el carácter latino e hiperkinético del personaje, Bernal consigue hacerlo gracioso sin perder cierto aire de galán que el papel necesita. Claro que desde un principio es evidente que la historia de amor, el corazón que hace latir a Cartas a Julieta , no es el de Sophie sino el de Claire, una estudiante inglesa de intercambio en Italia que cincuenta años atrás le escribió una carta a la Julieta de Shakespeare para pedirle consejos amorosos. Cuando Sophie llega a Verona descubre no sólo la supuesta casa del personaje sino la costumbre de las misivas románticas y se sumará a las mujeres que se ocupan de contestarlas. Así conocerá a Claire, que medio siglo después está decidida a recuperar a su amor perdido. Para interpretar a la romántica en la madurez aparece Vanessa Redgrave, que transmite, sin aparente esfuerzo, cada sensación y sentimiento que atraviesa a su personaje. Y las emociones serán muchas cuando emprenda, junto a Sophie y a su nieto Charlie (Christopher Egan), la búsqueda del amor de su vida. La extremadamente fotogénica Toscana italiana servirá como telón de fondo de este relato encantador que, inspirado en la trágica historia de los amantes de Verona, propone una visión del mundo igual de romántica, pero de desenlace más sencillo y mucho más feliz.
Cartas a Julieta es una clásica película que uno a los 15 minutos de empezar ya sabe como va a terminar, y no porque la dirija Shyamalan. Pero queda claro que no es una película de suspenso, y uno cuando entra a ver algo así, quiere que termine así. Y en esta película los productores fueron tan obvios, que si mirás el trailer, ya viste toda la película también. No te digo que lo veas ahora si es que la vas a ver... pero cuando lo hayas hecho, miralo y no lo vas a poder creer. Pero reitero, si sabés como termina, la vas a disfrutar igual por como está contada, y porque los personajes son los clásicos de esta historia. Amanda para mi es una debilidad, por su calidad actoral, por los personajes que compone y obviamente por su belleza. Acá está muy bien acompañada por la maravillosa Vanessa Redgrave, y parcialmente por dos muchachos. Coincido con el amigo Zapata, de que Gael García Bernal hace un papel insoportable, bien digno de que lo agarre Don Ramón y le de su clásico golpe levantando la gorra. Es como que sigue con Rudo y Cursi pero dedicándose a la cocina. Es un actor brillante, pero estos papeles que toma, le piden que componga a imbéciles. El otro actor, es de la escuela de Pattinson, y lo puede acompañar en la composición de un juego de living completo. Tiene locaciones hermosas, como Bajo el sol de Toscana, y está bien filmada. No es una película para recordar, pero si es la clásica buena película para una salida de parejita que recién se está conociendo y no requiere mucho compromiso en la charla posterior.
Cartas a Julieta es de lo mejor que llegó a los cines en lo que va del 2010 dentro del género de la comedia romántica. No es una película inolvidable pero comparada con los filmes que protagonizaron recientemente Jennifer Aniston y Jennifer Lopez es una propuesta superior. Si bien la historia es bastante predecible y no sorprende para nada con su resolución el director Gary Winick (Guerra de novias) que ya cuenta con experiencia en este estilo hizo llevadera la trama al apoyarse en los espectaculares paisajes de Verona y zonas rurales de Italia que son un importante personaje más de la película. Con semejantes escenarios enseguida quedás enganchado al cuento cuando el conflicto se traslada a Europa. Amanda Seyfried está muy bien en el rol protagónico pero su química con Christopher Egan es inexistente, algo que en este género es vital. Es muy difícil comprar las situaciones que vive en el film con Egan porque no hay chispa en las escenas que comparten juntos. De todos modos, en Cartas a Julieta la historia principal de amor no es la que vive el personaje de Amanda sino el de Vanesa Redgrave con el Gran Franco Nero, quienes en la vida real están en pareja desde 1967, algo muy extraño en el mundo del cine. Si querés saber de que se trata la química en este arte mirá las escenas que tienen ellos juntos en este film y en las otras 10 diez películas que hicieron en las últimas décadas. Ningún productor de casting puede crear eso. Nero en los últimos años se retiró un poco de la actuación y sólo trabaja en roles secundarios, óperas primas y cortometrajes de cineastas nuevos que recién arrancan con su carrera. En los cines argentinos no se lo veía desde Duro de Matar 2 que fue su último trabajo en Hollywood y es genial encontrarlo de vuelta en la pantalla grande. Me pareció un guiño divertido que el director Winick lo presente en esta historia montando a caballo en el campo, teniendo en cuenta que es uno de los máximo íconos del spaghetti western, donde sobresalió en clásicos como Django, Vamos a matar compañeros, Keoma y Viva la muerte tuya entre otros filmes memorables. No puedo dejar de destacar a Gael García Bernal, quien una vez más demuestra su capacidad increíble para crear personajes insoportables. En esta película no para de hablar de manera acelerada en cada maldita escena en la que aparece y te dan ganas de tener la entrada mágica de El último gran héroe (Schwarzenegger) para entrar en la historia y quitarle las cuerdas vocales. Insoportable el personaje. En fin, la verdad que la comedia romántica está en crisis en el cine norteamericano con cada porquería que se estrena últimamente, pero esta es una buena película y vale la pena si te gustan estas historias.
Otra película de amor a la italiana A los WASP los vuelven locos los paisajes mediterráneos. Los seducen los viñedos, las campiñas de la Europa profunda, el exotismo del entorno rural y sus habitantes. Si no, no se explica la proliferación desde que el cine es cine (sobre todo sonoro, con premios a la fotografía y un largo etcétera) de películas como "Bajo el sol de Toscana", "Un buen año", "French Kiss" y demás. La fórmula nunca falla; basta hacerse con un par de estrellitas jóvenes, algún peso pesado de la industria y voilá: una nueva comedia romántica lista para lucirse en los complejos multisalas, entre la última de acción y la última de animación 3D. Ninguno de los actores desentona en esta historia, aunque bien poco pueden hacer con el guión de Rivera y Sullivan. Seyfried se foguea como joven heroína en este tipo de propuestas, dejando atrás el lamentable papel de adolescente ciclotímica en "Mamma Mía!" y escapándole al melodrama de "Querido John"; en este sentido, ofrece un joven contrapunto a la siempre impecable Vanessa Redgrave, que ilumina la pantalla con su cualidad expresiva. Los hombres quedan un poco desteñidos, pero es bastante lógico si se piensa a qué público apunta esta propuesta, pletórica de hermosos paisajes y previsibles intrigas románticas. Si se la compara con la otra oferta de estreno que involucra amor y desencuentros (la notable "El refugio", de Francois Ozon) sale perdiendo por goleada. Pero si salió desencantada de "Sex and the city 2" y quiere una revancha menos insultante, "Cartas a Julieta" es una decisión lógica, de vuelo bajo, aunque atrayente.
Una hermosa comedia romántica que habla básicamente de la búsqueda del amor verdadero, que puede encontrarse a cualquier edad y en el momento menos pensado. Pero también muestra la importancia de creer en la gente, de la honestidad, y la necesidad de sincerarse con uno mismo, reconocer errores y saber tomar decisiones acertadas a tiempo. Cartas a Julieta cuenta con un elenco bastante particular, ya que cada uno de los actores principales vienen de un país distinto; sin embargo, los sentimientos son un tópico universal y aquellos supieron hacer de sus diferencias un trabajo rico, luciéndose cada uno en su justa medida. Con interpretaciones bastante parejas, la historia narra el viaje a Italia que hacen Sophie (Seyfried, a quien pudo verse en Mamma Mia) y Víctor (García Bernal). Ya en su destino, la protagonista conoce a Claire (Redgrave, quien protagonizara entre otras La casa de los espíritus, Asesinato en el Expreso de Oriente, La Mansión Howard) quien se lanza en la aventura de encontrar a Lorenzo, quien fuera su primer y gran amor cincuenta años atrás (interpretado por Nero). Sophie acompaña a su nueva amiga, quien además viaja con su nieto (Egan). A partir de allí la búsqueda de la anciana se convierte en un viaje interior para Sophie, quien deberá replantarse su propia vida. El relato, que más bien recuerda a la narración típica del cine clásico, se sucede en medio de bellos paisajes italianos y está lleno de momentos románticos y acertados guiños humorísticos. Cartas a Julieta es una historia original, con un planteo profundo, abordado desde un punto de vista femenino.
Esas cosas lindas de la feminidad… Si nos manejamos con el rótulo de “comedia romántica”, una película como Cartas a Julieta (Letters to Juliet, 2010) tiene más de “romántica” que de “comedia”, detalle que en este caso deriva en una propuesta bastante pasable considerando las últimas y raquíticas aproximaciones al género por parte de Hollywood. Desde ya que los productos de este tipo siempre están destinados al olvido instantáneo pero una vez más debemos subrayar lo que se puede lograr con un par de apellidos ilustres y algo de profesionalidad detrás de cámara. Sophie (Amanda Seyfried), una investigadora que trabaja en la revista The New Yorker, está comprometida con Victor (Gael García Bernal), un chef a punto de abrir su propio restaurant. Como cada uno vive en su burbuja individual, ambos deciden viajar a Verona de vacaciones como una especie de “ensayo” para su luna de miel. Allí Sophie descubre a las “Secretarias de Julieta”, un grupo de señoras que se dedican a contestar cartas dejadas por lugareñas en la supuesta casa donde vivió la joven inmortalizada por William Shakespeare. Por supuesto que la protagonista se suma de inmediato, responde una misiva de hace 50 años y sin quererlo desencadena la aparición de Claire (Vanessa Redgrave) y su antipático nieto Charlie (Christopher Egan). Los tres comienzan un viaje en busca del amante de Claire de aquella época, un tal Lorenzo Bartolini, a quien abandonó por miedo a una reprimenda paterna. Como se puede apreciar la premisa es sumamente clasicista, lo que por suerte se condice con un desarrollo narrativo sin grandes sorpresas aunque bien articulado. A pesar de que casi no existe química entre Seyfried y Egan, la historia corre por ese lado y mantiene en paralelo la esperanza del personaje de Redgrave. El realizador Gary Winick, un verdadero especialista en el género, desaprovecha a García Bernal, incluye demasiadas tomas turísticas y acierta de sobremanera con la participación de Franco Nero. Un guión predecible y una concepción inocente del amor conspiran contra este paneo sincero por las “cosas lindas” de la feminidad, esas que parecen llegar mucho después de la menopausia…
A medio camino entre la cursilería y el romanticismo, Cartas a Julieta parte de una premisa interesante pero opta por el camino equivocado cuando se vuelve predecible y el interés por saber cómo termina la historia se apaga paulatinamente. Sin embargo, la buenas actuaciones de un elenco ajustado la elevan un peldaño por encima del resto...
Estúpida y edulcorada Un joven aspirante a periodista viaja a Italia junto a su futuro marido, para que este pueda abastecer a su restauran neoyorquino de las más finas exquisiteces que se elaboran en el país europeo, viaje que también tiene mucho de pre-luna de miel, lo que finalmente no será tanto, debido a las frenéticas actividades del novio protagonizado por un hiperquinético y agobiante Gael García Bernal. La muchacha aburrida en Verona dará con un grupo de filantrópicas damas que tienen como misión responder dando consejos y esperanzas a las cientos de mujeres que le escriben a la famosa Julieta Capuleto. La joven periodista cree que allí hay una buena historia, pero quedará prendada de la benéfica tarea de las damas y mientras García Bernal sigue a los gritos por los caminos de Italia, ella buscará dar paz y sosiego a tanta mujer desafortunada, hasta que entre tantas cartas encuentra la de una anciana inglesa que busca encontrar a quien fuera amante cincuenta años atrás. Si hasta aquí todo era intrascendente, estúpido y edulcorado lo que sigue es exactamente igual, pero encima obvio y previsible. En nombre del amor se han hecho muchas tonterías, pero no era necesario tanto.
Se trata de “hacer lo que dicta el corazón”. No sé cuántas veces debimos tropezar con eso ya, cuántas cosas horribles se hicieron en su nombre. Y no hablemos solo de películas. Bueno, la fórmula tiene ganado un lugar en la historia de la cursilería, pero es cierto también que a partir de consignas todavía menos decorosas se han conseguido películas bastante pasables. Sophie, la protagonista de Cartas a Julieta, quiere escribir. Pero también quiere a su novio. En realidad no sabe bien qué cosa quiere más, y en ese trance acepta laburitos que mucho no la convencen pero se deja estar, total le va bien sentimentalmente. La cosa es que ella y su novio viajan a Italia, se supone que de vacaciones, aprovechando que él tiene que ver a los proveedores del restaurante que está por abrir en Nueva York. Enseguida la chica se da cuenta de que algo no anda en su relación de pareja. Mientras que ella quiere pasear y que le hagan arrumacos, el tipo está loco por los aceites, el formaggio y las especias. A Sophie le pasa un poco como al personaje de Scarlett en la película de Sofia, que estaba de acá para allá, en Tokio y sus alrededores, como perdida, mientras el salame de su marido se la pasaba sacándoles fotos a estrellitas de rock, y entonces ella se ponía a mirar el lugar, sus cosas, las actividades que la gente hacía para que sus vidas y las de los demás fuesen más llevaderas. Y claro, se emocionaba, porque era sensible, no como el otro, que vivía de turista. Sophie también se emociona cuando descubre algo extraordinario que ocurre en Verona: no solo que las chicas le dejan cartas en un muro a la Julieta de Shakeapeare (como las preadolescentes que le escriben a Hanna Montana, algo así) sino que, encima, hay un grupo de mujeres que se encarga de retirar esas cartas y contestarlas puntillosamente. En un largo plano, Sophie sigue a una de esas mujeres sin que ella se dé cuenta y, como estamos en Italia, la cámara no se priva de mostrarnos como quien no quiere la cosa un proverbial culo mediterráneo: es una pincelada de color, como cuando Hitchcock quería establecer de una vez un ambiente y mostraba un detalle típico. Sigamos. De inmediato Sophie hace buenas migas con las falsas Julietas y, ya que está, y como quiere ser escritora, aprovecha. Porque escribir puede ser esto, también: ponerse en la piel del otro (escribir para perder nuestro rostro, dijo una vez Foucault). Contesta una carta, entonces, la de una inglesa que cincuenta años atrás le pidió consejo amoroso a la niña más nombrada de los Capuleto. Y a los pocos días se encuentra con una mujer mayor, inglesa y viuda, acompañada por su nieto Charlie, que viene a agradecerle. Pero como Sophie se toma el asunto en serio, la convence a su vez de que vale la pena buscar a aquel que hace medio siglo fue el motivo de sus desvelos. Y ahí van los tres, entonces, en busca de un amor que no fue pero que tal vez pueda ser. Porque si el corazón lo dijo por algo será. Sophie y Charlie, de paso, empiezan llevándose mal, por lo que, si la comedia romántica no falla, quizá (con perdón de la expresión), acaben bien. Total, el paparulo del novio de Sophie anda probando vinos en algún lado y tiene para rato. Amanda Seyfried, la actriz que hace de Sophie, nos decía poco. La veíamos de reojo en el afiche y no prometía nada bueno. De ningún modo parecía un buen augurio esa cara de wasp aguachenta, quizá criada en Birmingham, Alabama (podría ser), que nos espiaba desde el cartel. Pero eran prejuicios: la verdad es que nos ganó con esos ojos levemente enrojecidos, siempre a un tris del llanto. O con el modesto arte de sus sonrisitas tristonas; o de esas sombras que le cruzan de a ratos la cara, cuando el director la deja sola en el plano, y algo que se ve que no acierta a nombrar pero que se conoce como decepción la acecha como el fantasma de alguien que se quedó con cuentas pendientes grosas antes de morir. La película es en gran parte ella, entonces, más la cara apergaminada de Vanessa Redgrave, que ya no es una radical de izquierda como en los sesentas sino una señora respetable. Y no hay que olvidar al pibe inglés, que los ingleses en las comedias románticas siempre ganan con el acento y porque van mejor empilchados que los americanos. Y esas canciones de algo que a falta de un nombre mejor tenemos que llamar pop italiano. La verdad es que están buenísimas esas canciones (nunca pensé que diría esto de que el pop italiano también puede ser bueno, pero tampoco esperaba que me gustara Cartas a Julieta) que van puntuando el relato y acompañan a los protagonistas, y a nosotros con ellos: ese trío heroico medio descangayado, esos tres de un par perfecto que van hacia la aventura armados con un sentimiento que es todo ambigüedad: ¿hacia dónde vamos? ¿De dónde venimos? Preguntas pesadas para una comedia liviana. Y las canciones, que se oyen cuando ese autito va rápido por la campiña italiana, ésa en donde casi todo el mundo habla un inglés más que respetable (están como para que les den el First Certificate, digamos) y refuerzan la vibración que está flotando en el aire. El truco es viejo pero hay que saber usarlo. Y en la película saben. Es que hay una emoción genuina en esos momentos, como en todos los que importan: sensación de algo inesperado que linda con la aventura, con la gracia, con el amor, con la secreta convicción de lo irrepetible (porque el amor tal vez no vuelva). Y además hay cine acá, de vez en cuando: como en la escena del cementerio, en la que Charlie le achaca a Sophie haberla embarcado a su abuela en una insensatez semejante, y la chica, que también tuvo una vida difícil, sale angustiada de cuadro y enseguida el plano se abre y muestra a la abuela y al nieto junto a una tumba y a Sophie mucho más lejos, de espaldas a ellos, recostada en un muro: todos unidos en un dolor que es intransferible pero a la vez común. Pero hay que seguir porque, por ahora, se tienen solo a sí mismos. Sorprendentemente, Cartas a Julieta trabaja con un material conocido de sobra pero se las arregla para no producir ni una sola nota falsa, ni un mínimo desliz. Su amabilidad constante y su sobriedad tallan a cada rato imágenes convencionales y nos hacen creer que son únicas. Cartas a Julieta es una rareza, un tipo de cine que, teniendo todo para salir mal, sale bien. La vida nos da sorpresas.
Con un espírtu romántico a toda prueba, Cartas a Julieta narra dos historias de amor lejanas generacionalmente pero muy cercanas afectivamente. Una corresponde a una casi utópica búsqueda amorosa de cinco décadas atrás, y la otra a una suerte de triángulo que se irá despejando a medida que avanzan estas tramas que se desarrollan en forma paralela y funcional. La película, que mayormente se desarrolla en un deslumbrante marco que abarca Verona, Toscana y otras locaciones itálicas, arranca en Nueva York con Sophie, una joven aspirante a escritora que viaja a la península junto a su novio (un Gael García Bernal muy secundario y algo esquemático), y descubre que todos los años miles de cartas llegan a una casa que presuntamente inspiró a Shakespeare a escribir su legendario Romeo y Julieta. Ella se suma a un cuerpo de voluntarios que se encarga de responderlas y responde con tal convicción una escrita hace cincuenta años, que motiva a una mujer muy mayor a viajar a Italia a buscar un antiguo y perdido amor. Dotada de toques quijotescos y aún despojada de conflictos sustanciales, Cartas a Julieta escapa a otras historias remanidas del género, entretiene y llega a emocionar. El talento de Vanessa Redgrave y la belleza –consustanciada con el entorno- y carisma de Amanda Seyfried redondean la propuesta.
Shakespeare hubo uno solo Sophie (Amanda Seyfried) es periodista pero en verdad sueña con ser escritora. Está a punto de casarse con Víctor (Gael García Bernal) un chef que va a abrir su restó en Nueva York. Se van de pre-luna de miel (¿) a Italia -y sí, para los sajones la latinidad suele ser la tierra de la pasión-. Allí el joven se pierde en recetas, visitas a viñedos, encuentros con futuros proveedores y ella se cruza en el jardín de la casa de Julieta, en Verona, con una historia que le cambiará la vida. El lugar es un santuario al que miles de mujeres recurren para dejar cartas con sus cuitas de amor. Cartas que son recogidas del muro en que son depositadas por una chica y que son llevadas a la oficina de “las secretarias de Julieta”, las encargadas de responderlas y llevar consejos a las almas atormentadas por un mal de amor. Sophie, con mucho tiempo libre, responderá un mensaje que lleva escondido en el muro 50 años y su respuesta desatará el deseo de Claire (Vanesa Redgrave), ahora ya una abuela, de intentar reencontrarse con Lorenzo (Franco Nero) ese amor que abandonó por miedo en la adolescencia, para lo que viaja de Inglaterra a Italia con su nieto Charlie (Christopher Egan). Los tres entonces recorrerán los parajes toscanos para encontrar el amor. Nadie pide originalidades o profundas apreciaciones filosóficas sobre el amor. Es más, supongo que no le haríamos asco a los clisés, pero ¿qué sucede que tantos creen que por tratarse de una comedia romántica y ya que en el amor muchas veces el azar es el elemento principal, por ende también éste debe ser la condición causal sine qua non del guión? Y esta idea explicativa sobre la construcción de los guiones es apenas una concesión mía porque en verdad lo más seguro es que éstos se armen a los ponchazos y así salen las películas después. En Cartas a Julieta todo es azaroso de la peor forma, de esa que confía en que obnubilados por alguna flecha de Cupido los protagonistas y los espectadores quedaremos cegados y dispuestos a aceptar cualquier cosa. Que Amanda Seyfried puede ser “la” actriz de las comedias románticas, de aquí en más, sólo por su cabellera blonda y sus ojos enormes; que Gael es yanqui y cocinero; que Egan da galán; que Winick es director de cine. Quizá me excedo un poco en los conceptos y las opiniones porque tan mal no la pasé mientras miraba el filme. Pero la verdad es que sólo le creo a la Redgrave sus ansias, sus temores, su risa, su necesidad de recuperar el tiempo perdido. Y ojo no es lo previsible de la trama lo que molesta sino la manipulación simplista y efectiva de los elementos con los que trabaja. Así como uno sabe que el recurso de la música consigue provocar determinados estímulos en el espectador, el valerse de un matrimonio real de actores para dar vida a la historia de amor maduro y el uso de las locaciones italianas son la manera más obvia de vestir a una comedia romántica y acá, lamentablemente, no nos privamos de nada.
Acto de fe Cartas a Julieta es una película rosa por donde se la mire. Es abúlico el afiche, irritante el tráiler y ñoña la idea del amor que plantea (o al menos eso dicen las malas lenguas). Sin embargo todo esto, que podría ahuyentar al romántico más empedernido, termina enamorando al escéptico más apático. Porque hay algo en Cartas a Julieta que hace creer en lo que cuenta, y es el arte de saber contar. Desde los créditos la película ya se diferencia de las típicas comedias románticas. No hay acá ningún plano cenital mostrando una vista aérea de Nueva york, no hay banalidades sobre la vida moderna de chicas que en el apogeo de su vida profesional no pueden encontrar el amor. Esta es una película sobre el amor, así que los créditos nos lo muestran a través del tiempo, en pinturas renacentistas de jóvenes enamorados, fotos en blanco y negro de parejas, besos y demás. Sophie (Amanda Seyfried) deambula sola por Verona en lo que supuestamente sería su pre luna de miel, mientras su novio (Gael García Bernal –ay Gael si no fueras tan lindo…) a punto de abrir un restaurante en Nueva York anda corriendo de un lado a otro en pos de vinos y hongos y la deja a la deriva. Así es como por esas casualidades del cine ella termina conociendo a unas mujeres que se hacen llamar Las secretarias de Julieta, y que se ocupan de contestar las cartas que las mujeres de todo el mundo dejan en la casa de la eterna adolescente enamorada. Sophie quiere ser periodista y su olfato le indica que acá hay una historia para contar, así que las acompaña en su labor, con tanta buena fortuna que encuentra una carta escrita hace cincuenta años por una chica inglesa enamorada de un italiano que se encontraba desesperada y sin saber qué hacer ante la inminencia de su regreso a Inglaterra. Nuestra heroína contesta la carta, y al poco tiempo la mujer llega a Verona acompañada por su nieto en vistas de recuperar su viejo amor. El nieto, inglés y ácido, rechaza la candidez de Sophie, y ya nos podemos imaginar el resto. Pero reducir Cartas a Julieta a contar su argumento es casi casi una estafa, porque como dicen esas frases cursis de las calcomanías de los autos, acá lo importante es el camino. Acompañarlos a los tres en la búsqueda del antiguo amor de Claire (la bella Vanesa Redgrave) por toda Toscana, es sencillamente hermoso. Lo bello del recorrido no consiste sólo en disfrutar del paisaje, sino también en la sutileza del director para mostrar el amor que va creciendo entre ellos: de Claire hacia Sophie como una abuela a una nieta, y el amor romántico entre los chicos. No importa tanto lo que los personajes digan, ya sea que se juren odio o amor eterno, sino lo que sus cuerpos hacen, aunque no sea más que enchastrarse con helado o mirar de reojo el cuerpo medio desnudo del otro y sonrojarse. Y es que el amor en el cine es fácil y eso lo sabemos desde el cine clásico. Basta con ver dos escenas de La adorable revoltosa para saber que, por más que Katherine Hepburn le arruine la vida al paleontólogo interpretado por Cary Grant, él va a correr atrás de un perro y a usar una bata ridícula sin ningún reparo para seguirle la corriente a su amada hasta el final. De la misma forma acá sabemos que Sophie ve más allá de la presunta hostilidad de Charlie (el nieto de Claire) solo con contemplar sus grandes ojos vidriosos cuando buscan la complicidad del arisco inglés a través de un espejo retrovisor. Cartas a Julieta es una película sobre el amor, sobre lo que sabemos de él a través de lo que nos contaron y también de sus representaciones, ya sea a través de la pintura, de una obra de teatro, de una comedia romántica o de un melodrama. Por eso vemos a las mujeres llevarle cartas a la heroína de Shakespeare, porque para ellas no es sólo un personaje literario. Recurrir a la heroína trágica es un acto de fe. También lo es entregarse a esta película, y les aseguro que conozco a varios ateos del romance que se convirtieron.
Brindis por los bienamados El oficio de investigadora periodística en la selva neoyorquina ocupa la vida de Sophie. Al comienzo de Cartas para Julieta, el lugar y el oficio no parecen adecuados para rendir honores a la heroína de Verona, inmortalizada por Shakespeare. La ascendente y talentosa Amanda Seyfried interpreta el rol de la joven que viaja a Verona en pre luna de miel con Víctor (Gael Garcia Bernal). Ella sueña con escribir una historia que valga la pena; él abrirá un restaurante en NY y se pierde por los vinos, los quesos y el aceite de oliva. Cartas para Julieta de Gary Winick es una comedia romántica que elabora los clichés con delicadeza y buen gusto. Sophie visita la casa de Giulietta, en Verona, y observa cómo las turistas dejan cartas con deseos y penas de amor para la novia de Romeo. Unas secretarias encantadoras las contestan. Sophie saca una carta fechada 50 años atrás, y empieza la búsqueda de un amor perdido y el descubrimiento de sí misma. “La gente quiere creer en el amor verdadero”, dice el jefe de Sophie. La chica cambia profundamente cuando conoce a Claire (Vanessa Redgrave), la inglesa que perdió el amor de Lorenzo. La película se convierte en un viaje de placer con Charlie, el nieto de Claire, al volante. De Verona a Siena, los tres recorren viñedos y pueblos hermosamente fotografiados por Marco Pontecorvo, en busca de aquel hombre. El pasado se funde con el presente y el amor de Julieta por Romeo es inmortal. La química entre Redgrave y Seyfried es mágica. Nero, García Bernal y Christopher Egan acompañan como galanes bien plantados. El filme tiene pasajes deliciosos gracias al encanto de Redgrave, que ofrece gotitas de melodrama y brinda por los bienamados en la campiña toscana.
Los sueños incumplidos. El director Gary Winick demostró su dominio de la comedia. Y ahora vuelve al ruedo con “Cartas a Julieta”. Sophie, la protagonista, visita en Verona (Italia) la casa de la heroína de Shakespeare en cuyas paredes los enamorados dejan esquelas para canalizar sus dudas amorosas. Así descubre una carta escrita hace 50 años por Claire, hoy una mujer sexagenaria interpretada por Vanessa Redgrave, en la que se lamenta por haber hace mucho dejado plantado a su gran amor. Claire hoy tiene un nieto que parece que simpatiza con Sophie, personaje a cargo de Amanda Seyfried. El filme de Winick se ubica entre su tan tierna como divertida “La telaraña de Charlotte” y la más descarada “Guerra de bodas”, como un producto con emociones serenas y un final un poco previsible que no invalida su naturaleza romántica.
El eterno encanto del amor en Verona La comedia romántica dirigida por Gary Winik tiene un guión que no profundiza, pero aún así permite revivir el viaje a Italia, volver sobre la clásica historia escrita por Shakespeare y reencontrarse con Vanesa Redgrave y Franco Nero. Es probable que al espectador de más de cincuenta años, un film como Cartas a Julieta lo lleve a recordar algunas películas de los años 50 y principalmente de los 60 que trazaban una línea y marcaban un puente de unión entre alguna ciudad de Estados Unidos o Inglaterra y ese espacio soñado, largamente acariciado, de una mítica Italia. Por citar sólo algunos, asoman a la memoria Locura de verano de David Lean, La fuente del deseo de Jean Negulesco, Los amantes deben aprender de Delmer Daves. En estas historias que abrían paso a un deslumbramiento, tanto secretarias como algunas maestras y bibliotecarias despertaban al amor y descubrían su sensualidad a lo largo de un itinerario poblado de citas artísticas. Ya a mediados de los años 80, James Ivory, conforme a la recreación de tiempos idos, con una mirada crítica hacia los comportamientos victorianos, apoyándose en la novela Una habitación con vista de E. M. Forster, estrenó Un amor en Florencia y en los últimos tiempos, en clave de comedia, pudimos conocer la tan exitosa realización de Audrey Wells, Bajo el sol de Toscana. En todos estos films, y tantos más, el viaje por Italia recuperaba el camino de los románticos y ponía en juego la propia competencia del espectador, en lo que hace a gustos y costumbres, obras artísticas, trattorias y visita a museos. Pero por sobre todo, Italia (como también lo fue Grecia en la literatura y en el cine) era la posibilidad de plantear un descubrimiento, de marcar un viraje en la conducta de los protagonistas, de experimentar lo que durante tantos años esperaba ser despertado. Sin llevar a las notas y tonos que había logrado este film, y en un formato de una comedia standard de hoy, con un muy esperado final feliz, se ha presentado en estos días Cartas a Julieta, film de Gary Winick que, pese a sus fatigados logros parciales, no obstante, nos permite reencontrarnos con nombres y figuras ya muy reconocidas. En el orden de la tradición cultural, literaria y amatoria, el nombre de Julieta nos remite al sufriente personaje femenino de la pieza de Shakespeare, a su balcón en Verona y a su amado Romeo. Pieza inmortal de la historia de la cultura occidental, los personajes de Romeo y Julieta encontraron numerosas variaciones en la historia del cine, desde los tiempos del cine silente, hasta la ya clásica versión de George Cukor del 36 con Norma Shearer y Leslie Howard (cuyo afiche reconocemos en el film de hoy), la aggiornada y juvenil visión de Franco Zeffirelli, pasando por el musical de Robert Wise, ambientado en el Bronx, en ese enfrentamiento de estos nuevos Montescos y Capuletos que se libra en Amor sin barreras (West side story). Ya en los albores del nuevo siglo, el que hoy vivimos, Baz Luhrmann presentó su posmoderna lectura del clásico de siempre, interpretada por Leonardo DiCaprio y Claire Danes en Romeo + Julieta. A la eterna Verona, que ofrece su balcón al sueño de los enamorados, llega una joven aspirante a reportera y narradora para celebrar, junto a su prometido, su pre luna de miel. Su pareja no es otro que el personaje que compone tibiamente Gael García Bernal, chef hiperactivo que encontrará en Italia no ya el profundo significado del amor sino la oportunidad de proveerse de productos regionales para su futuro restaurant. Ella se llama Sophie y en el film mantiene ese mismo rostro de ingenuidad y picardía que caracterizaba a su personaje de la comedia musical, Mamma mía y este viaje a Verona, la ciudad de los infortunados amantes, le marcará el camino a ese balcón que el film descubre en un doble giro y a la actitud paciente de tantas mujeres de distintos lugares del mundo que escriben sus propias notas, misivas, dirigidas a Julieta. Las mismas, pobladas de expresiones sufrientes, expectantes, felices, serán respondidas por un grupo de servidoras del amor, a las que golpeará a la puerta un día esta joven cronista. Y mientras su pareja visita viñedos y apunta recetas gastronómicas, Sophie se lanzará con su actitud detectivesca a seguir de cerca las cartas que se fijan sobre un muro, que se dejan allí. Y entonces, desde un recoveco el pasado emergerá con su propio tiempo descubriendo una decisión de una aquilatada espera. Será entonces, cuando otra dama, llegada de la neblinosa Londres en compañía de su nieto se hará presente allí. Y aquí se abre la otra sorpresa de este film que nos presenta sus creditos con reproducciones pictóricas y fotografías de diferentes épocas que retratan la captura amorosa a través del beso, como en las escenas fílmicas del final de Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore. La otra dama, elegante, refinada, de una distinción que subraya su serenidad, llamada Claire, está interpretada por Vanessa Redgrave, actriz nacida en la misma Londres, un 30 de enero de 1937 y que protagonizara inolvidables momentos de cine. Y ahora Claire, junto a su nieto y la joven Sophie se dirigirán de Verona hacia Siena en busca de aquel hombre al que ella sigue recordando y amando. Los distintos caminos nos llevan hacia el suelo de la Toscana, donde se producirá el encuentro con aquel Lorenzo Bertolini, rol que interpreta Franco Nero. Su aparición la hace a caballo, montando, como lo hacía en los films de los 60. Cartas a Julieta permite revivir el viaje a Italia, volver a escuchar los lamentos de los amantes de Verona, reencontrarse en el propio set y fuera del set a esta pareja de ya casi ancianos actores. Claro está, esto no basta, aunque conforma visual y musicalmente, ya que su guión no permite que se profundice más allá de una ligera comedia.
Este nuevo trabajo del director Gary Winick ("Bride Wars") presenta dos historias románticas, una protagonizada por jóvenes y otra por adultos. La primera repite todos los clichés románticos (al principio se odian, ella está comprometida, luego se conocen y todo cambia), resulta muy previsible y cuenta con dos actuaciones masculinas desastrosas. La segunda propone una historia de reencuentro entre dos personas adultas y tiene como protagonista a una pareja excelente. Lamentablemente, "Letters to Juliet" le dedica más tiempo a los jóvenes y por ende, se desperdicia la mejor parte del relato. Siempre me han atraído las películas románticas sobre relaciones maduras, protagonizadas por gente adulta, pero son pocas las que se encuentran. En estos días, se estrena en los Estados Unidos el film "Lovely, Still" y sólo por el trailer ya parece mucho más interesante que cualquiera de las otras románticas juveniles que llegan. Pero en Hollywood prefieren no salirse de la fórmula y continúan produciendo estas historias repetidas una y otra vez. Como si "Letters to Juliet" no fuese lo suficientemente previsible, el trailer, que sólo debería ser un avance, resume en 2 minutos y medio la historia completa. Obviamente, quienes tengan intenciones de verla deberían limitarse a la sinopsis. Sophie y su novio viajan a Verona, donde ella conoce a las "Secretarias de Julieta", un grupo de mujeres que responden las cartas que las turistas dejan pidiendo consejos debajo del famoso balcón de "Romeo y Julieta". Sophie responde una vieja carta escrita hace 50 años y esto atrae a la autora, quien decide regresar a Italia en busca de aquel gran amor perdido que describió en la carta. Acompañada de su ñieto y Sophie, emprende un viaje para encontrar a ese viejo amor. La divina Amanda Seyfried ("Mamma Mia!", "Chloe") cumple bien su rol de chica romántica, pero está acompañada por dos actores que la deslucen. Gael García Bernal interpreta a su prometido con un trabajo sobreactuado y el desconocido Christopher Egan está durísimo en el papel del nuevo amor. Vanessa Redgrave aporta todo su talento y comparte nuevamente la pantalla con su marido, Franco Nero, con quien tiene una química perfecta. Al igual que otros recientes films románticos filmados en Europa como "Leap Year", "When in Rome, " y "My Life in Ruins", se utilizan los hermosos paisajes (en este caso, Verona y Toscana) para intentar complementar las fallas de un flojo guión.