Un hombre no “tan nuevo” A través de una ardua investigación que llevó adelante a largo de años, el director intenta reconstruir la figura de Ernersto “Che” Guevara: El revolucionario, a través de sus diarios de viaje en donde se relatan aquellos primeros años de la guerrilla en Cuba, junto a Fidel Castro, sus viajes por Latinoamérica y su lucha contra el imperalismo. Pero también revela al ser humano detrás del héroe, através de las cartas íntimas escritas hacia su madre o la cinta -gran hallazgo de Bauer- en donde el Che recita “Los Heraldos Negros” del poeta César Vallejo. Sin duda lo más atractivo del film son los textos, las fotografías inéditas, archivos personales de la familia Guevara, nunca antes vistos. La figura de Ernesto Che Guevera, ha sido abordada por otros realizadores, por la grandeza de su obra, la magnitud de su pensamiento y la huella que ha dejado. El problema en el documental de Bauer radica, quizás, en que toda la grandeza de la obra del Che, está “sobre explicada”, quitando por momentos la capacidad de disfrutarla. La necesidad imperiosa de mostrar al ser humano intenso detrás del guerrillero opaca por momentos la posibilidad del espectador de construír su propia subjetividad y perspectiva.
El backstage familiar de un revolucionario Continuando con su obsesión documental, como lo hiciera en Cortázar, el director Tristán Bauer construye ahora una mirada íntima y subjetiva de Ernesto Che Guevara a través de materiales de archivo militares y familiares inéditos. Contar los días de Ernesto Guevara ya se hizo en varias oportunidades, pero Bauer elige un costado dramático cargado de emoción al mostrar la lucha de un hombre contra las injusticias e imperialismos de turno. En ese sentido, el documental aporta una mirada más amplia: su visita al Congo y fragmentos desconocidos de films obtenidos en otros países como Estados Unidos, Rusia e Inglaterra. Quizás lo más interesante del documental no es su desembarco en Cuba o sus primeros años de guerrilla junto a Fidel Castro, sino su aspecto menos conocido, su backstage familiar: imágenes junto a sus padres y hermanos en Punta del Este, cartas, fotografías o una serie de poemas enhebrados a manera de despedida. Aún con sus reiteraciones (el cuerpo del Che asesinado a los 39 años aparece en varios tramos) y un extenso metraje, la película acierta al mostrar al hombre que dejó una huella imborrable. Tristán Bauer espía (a través de travellings) y fotografía archivos secretos (con el permiso del presidente boliviano Evo Morales) que están en poder del Ejército de ese país, y que incluyen cuadernos escritos de puño y letra, poco antes de ser capturado y asesinado. Un ícono de nuestros tiempos y todo su legado quedan inmortalizado en este documental para fanáticos.
Entender al mito a través del hombre Tanto desde el género documental como desde la ficción nos han bombardeado innumerables veces con biografías sobre Ernesto Guevara, el Ché. No voy a dar la lista de trabajos. Desde lamentables telefilms hasta la bastante interesante interpretación de Benicio del Toro en la película de Soderbergh hemos visto al personaje, al mito, a la leyenda, cuestionada desde diversos puntos de vista. Pero, Tristan Bauer, decidió mostrarnos al Che desde la óptica del personaje. O mejor dicho desde las conclusiones que él saca a partir del material de archivo que el propio Guevara fue dejando por el largo camino que transitó desde Rosario a Buenos Aires, desde Buenos Aires a La Habana. De allá al África y por último a Bolivia, donde fue asesinado. Bauer, se aleja de la posición política que ocupa en el actual gobierno, del Canal Encuentro, del arduo trabajo que significó realizar una epopeya como Iluminados por el Fuego y regresa a la génesis de su filmografía: el documental, donde ganó los mejores elogios de su carrera. De hecho, Cortazar es uno de los trabajos más premiados de los últimos años. Por lo tanto, habiendo leído que la investigación de Bauer y Scaglione llevó más de 12 años (lo estrenan en un nuevo aniversario del asesinato), se podía esperar un trabajo interesante, inspirado, diferente sobre una de las figuras políticas más controversiales y cinematográficas. Si hasta John Carpenter lo incluye en la secuela de Escape de Nueva York. La película empieza con imágenes subyugantes de la guerra de Vietnam que remiten un poco al comienzo de Apocalipsis Now, con la diferencia que estas imágenes son reales. De fondo se puede escuchar una voz masculina (uno de los hijos de Ernesto Guevara) leyendo reflexiones del protagonista del documental. Ya ante este hecho, comprendemos que la película va a tomar un camino más lírico que convencionalmente narrativo. Las imágenes tienen una calidad técnica asombrosa. Realmente este documental fue hecho para cine. El viaje de Bauer empieza en La Paz, en la búsqueda del material. A partir de ahí y a través de su voz, de la de Camilo Guevara y grabaciones del propio Che, empezaremos a entender al personaje, y conocer al hombre. No tanto porque la película haga hincapié en su vida privada (a pesar de estar narrada en forma cronológica) sino más bien en su pensamiento, en sus reflexiones, en el evolutivo proceso que llevó la creación de una ideología política. Además de conocer la faceta más artística del personaje: su pasión por la fotografía y la literatura: los autores que leía mientras realizaba sus viajes, fragmentos de sus diarios, poesías que le escribió a su segunda esposa e hijos. Bauer aprovecha material audiovisual inédito, fotografías y fragmentos de películas sobre Cuba como Memorias del Subdesarrollo de Tomás Gutierrez Alea y La Hora de los Hornos de Fernando “Pino” Solanas (al menos como documentalistas, se siguen apoyando) para construir el relato, y lo cierto es que la película tiene el espíritu de los documentales más militantes de los años ‘60s sin tratar de proponérselo. No hay entrevistas grabadas, opiniones aleatorias o contradictorias. Las contradicciones del personaje de dejan entrever por lo que el propio protagonista escribió: sus reflexiones sobre el comunismo, Stanlin, Fidel… Bauer retrata un momento histórico fundamental para la historia detrás de su protagonista. Prácticamente es muy poca la participación que tiene dentro personajes emblemáticos de la Revolución Cubana como Fidel Castro o Camilo Cienfuegos. Tampoco tienen mucho lugar, la esposa e hijos del Che. Pero no es necesario ni fundamental, porque acá no se trata de conocer la historia del personaje sino su pensamiento. De plasmarlo, pero no con una intención panfletaria sino reflexiva. Bauer deja bastante abierta su posición con respecto a lo que hizo Guevara. Consigue demostrar que era un hombre con sus pro y contras. Le da bastante lugar al enfrentamiento del revolucionario con sus dos principales enemigos: el asma y el imperialismo. La película converge con el cine de espionaje en el momento que el protagonista deja Cuba para adentrarse en el Congo y la fallida misión de crear un Vietnam del Sur en el Continente Africano. Pero además de perfil político e ideológico, Bauer también resalta el costado aventurero y viajante de Guevara. Acompaña las reflexiones con panorámicas aéreas que se adentran en los territorios por donde andaba el protagonista de gran belleza visual. En este sentido los méritos recaen en Bauer y su habitual director de fotografía, Javier Julia. Acompañado por la banda sonora de Federico Jusid y la música incidental del francés Jean- Jacques Lemetre, junto a canciones de Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa y Carlos Puebla, Che, Un Hombre Nuevo es un trabajo admirable en lo formal. Un ejemplo de documental cinematográfico y de investigación ardua. De saber como utilizar el montaje como herramienta fundamental para crear un relato en base a material de archivo, de cómo imágenes que independientemente cuentan una historia sirven en conjunto para recrear la historia de Cuba a través de los ojos de un personaje que a la vez se nutría de herramientas similares (su voz, una cámara fotográfica, un lápiz y un papel) para reconstruir lo que iba sucediendo a medida que sucedía. A pesar de que no se puede negar que estamos frente a un documental político, más de la ideología de cada espectador se debe admitir que no estamos ante un producto con intenciones manipuladoras e influyentes. Más allá de su extensa duración, que por momentos se hace notar (especialmente durante la segunda hora donde hay información un poco repetitiva) Che, un hombre nuevo, merecidamente premiado en el Festival de Cine de Montreal como el mejor documental, nos presenta a fin de cuentas, solo a un hombre, retratado por el mismo hombre… lejos de la iconografía, de la estampita, de los pin, del objeto de culto o moda… Y justamente, ahí, radica la novedad.
Lejos del bronce Sólido relato, con gran archivo, de aspectos íntimos e ideológicos de Guevara. Lo primero que impacta de Che, un hombre nuevo es su material de archivo. No es raro que sea formidable: Tristán Bauer se dedicó 12 años a conseguirlo y, en el abrumador rescate de imágenes y palabras históricos, consiguió perlas inéditas, íntimas. Pero la virtud no termina ahí. Se extiende al modo en que el realizador y su coguionista, Carolina Scaglione, estructuraron el relato -dinámico y profundo a la vez- y en los focos que buscaron, apuntado a un Guevara extremadamente reflexivo: en su percepción de sí mismo y del mundo. El que habla de su miedo a la muerte y de su extrema rigidez aun para tratar a sus seres queridos. El que duda, ya a mediados de los ‘60, de las bondades del sistema soviético. El Che más alejado de la iconografía vacía que es moda en el mundo entero. Un hombre nuevo: en el antiguo y nuevo sentido de esta frase. Aunque en el primer tramo de la película el realizador aparece en cámara y cuenta en off sus esfuerzos por llegar hasta archivos secretos del ejército boliviano (el presidente Evo Morales hizo posible que tuviera acceso a ellos), la mayor parte de la película -de más de dos horas- arrastra al espectador en una suerte de diálogo directo con el Che: mérito del guión, de la lectura de sus textos a cargo de Rafael Guevara, su sobrino, y de grabaciones de la voz de Guevara. “Esto es lo único íntimamente mío, e íntimamente conocido de los dos, que puedo dejarte ahora”, se le escucha decir al líder revolucionario a su mujer, Aleida March, antes de leerle un poema de César Vallejo, a modo de despedida. Despedida que iba a ser la definitiva. Precisamente el material de March y viejas filmaciones familiares son un aporte importante en el plano personal. El ideológico está vastamente cubierto. Bauer contó con discursos, entrevistas e imágenes del Che en la Argentina, Uruguay, desde luego Cuba, la ex Checoslovaquia, China, Japón, la ex Unión Soviética, Francia, los Estados Unidos y algunos países de Africa. Es evidente que el relato del filme, que sigue una línea cronológica, se apoya en investigaciones y entrevistas a especialistas. Y sin embargo, la narración -que nos remite siempre a la primera persona- jamás nos interpone una cabeza parlante. Hay, también, algunas reconstrucciones sutiles, que no desvían al espectador de las transformaciones -ideológicas y personales- del Che. Y hasta leves toques de humor. La tarea de abordar a uno de los personajes más transitados del siglo XX era una dificultad cierta. La posición ideológica, otra. Bauer decidió apelar a la subjetividad: la única posibilidad fáctica y el único modo de lograr una narración tan fluida. Habrá espectadores que no concordarán con la figura del Che que transmite este documental: no será un problema cinematográfico. Esta película, hecha con importantes apoyos argentinos y extranjeros, dialoga con el pasado y resignifica de un modo tácito el presente. Su valor es mayor que el de la nostalgia o el bronce.
Deconstruyendo al mito El nuevo documental de Tristán Bauer (Iluminados por el fuego, 2005) nos muestra, como su título lo indica de manera locuaz, un costado diferente de todo lo que se había visto hasta el momento del hombre que se convirtió en mito. A través de material inédito, al que se tuvo acceso exclusivamente para la realización, se deconstruye al mito para construir al hombre. Che. Un hombre nuevo (2010) es un compilado de textos, fotos, filmaciones caseras y audios que nos servirán para armar la vida de Ernesto Guevara a través de sus escasos 39 años de vida. Lo interesante es que el documental no se focaliza solamente en la etapa en que su vida alcanzó mayor protagonismo sino que lo hace a través de toda su historia tanto familiar como política, para así poder entender su modo de actuar y el porqué de sus decisiones extremas. A través de un montaje dinámico, sin llegar a ser vertiginoso, Bauer utiliza todos los recursos visuales y sonoros a los que pudo tener acceso de manera exclusiva y luego de una ardua investigación que demandó más de 12 años. De esta manera se va armando un retrato fílmico que transita tanto momentos personales y privados, como políticos, sociales y hasta privados del hombre que tras su muerte pasó a ser amado y adiado al unísono. Tristán Bauer construye el film tomando como hilo conductor los diferentes textos que el Che escribió a lo largo de su vida, como diarios personales, libros inconclusos, correspondencia familiar, con diferentes políticos y con militantes, para a través de estos elementos deconstruir al mito y acercarnos al hombre que con sus errores y aciertos se comprometió hasta sus entrañas con la causa por la que luchaba. Más allá de las ideas, se puede estar a favor o en contra, Che. Un hombre nuevo es un film valioso que nos permite acercarnos a un costado inédito de Ernesto Guevara, sin idealizarlo ni subestimarlo, simplemente mostrarlo como lo que fue…un hombre que la historia transformó en mito. Nota: El film se estrena conjuntamente en Argentina (16 salas) y Cuba (330 salas) cuando se cumplen 43 años de su muerte. En España el estreno se realizará una semana más tarde.
Rico material de archivo para un retrato desparejo Tristán Bauer vuelve sobre la figura de Ernesto Guevara Pocas figuras han tenido una vida tan apasionante como la de Ernesto Guevara, pero también es cierto que no muchos hombres han sido objeto de tantos retratos (desde el documental y desde la ficción) como el héroe, mártir y revolucionario rosarino. Por lo tanto, Tristán Bauer tenía aquí un doble desafío: por un lado, estar en el terreno artístico a la altura del personaje (y del mito) y, por otro, trascender los lugares comunes de tanto retrato obvio y glorificador que se ha hecho en su nombre. En este sentido, puede afirmarse que el director y coguionista tuvo más logros en el primero de los terrenos que en el segundo. Con Che: Un hombre nuevo , Bauer consigue una producción muy cuidada y una narración muy prolija, sustentado en una larga y minuciosa investigación previa (y en contactos políticos, claro) que le permitió acceder a varios materiales hasta ahora inéditos provistos por la propia familia, por el gobierno cubano y por la administración de Evo Morales en Bolivia. Esos hallazgos (videos, fotos y escritos de su intimidad y de su pensamiento político) son lo más novedoso que entregan las poco más de dos horas de relato. Los problemas empiezan por la indecisión en el punto de vista (por momentos se ve y se escucha al propio Bauer y el film amaga con una búsqueda más "autoral"; en otros apela a una narración en off que lee los textos del Che en primera persona y la cosa parece volcarse hacia la autobiografía; para luego derivar hacia el documental más clásico y cronológico con los grandes hitos de su vida) y por la apelación a un tono épico, solemne y elegíaco que le quita la "humanidad" que el propio Guevara -un gran poeta y un gran romántico- transmitía en cada una de sus cartas o de las anotaciones en sus cuadernos. Su infancia marcada por el asma, sus viajes juveniles por la Argentina primero y luego por América latina, su decisiva participación en la revolución cubana, sus viajes diplomáticos, sus contradictorios lazos familiares, su fallida experiencia en el Congo (uno de los aspectos menos conocidos) y su trágico desenlace en Bolivia son reconstruidos con bastante eficacia y -quedó dicho- con el aporte de un muy rico material de archivo. Sin embargo, el resultado no es todo lo logrado que podía esperarse con semejantes recursos a su disposición. Así, la tan visitada figura del Che continúa siendo tan enigmática y escurridiza como antes para el cine y sus hacedores.
La biografía definitiva en imágenes En un trabajo de investigación sin precedentes, el documental del director de Iluminados por el fuego rescata innumerables materiales hasta ahora inéditos, no sólo de la faceta del Che como hombre público, sino también de su esfera más íntima. Realizada a lo largo de doce años en Argentina, Bolivia, Perú y Cuba, con centenares de documentos y archivos consultados en todo el mundo, Che - Un hombre nuevo bien puede considerarse la biografía cinematográfica definitiva de Ernesto Guevara, un trabajo de investigación sin precedentes, que rescata innumerables materiales hasta ahora inéditos, no sólo de su faceta de hombre público, sino también del orden de lo privado: películas caseras, cintas magnetofónicas, textos, cartas y fotos familiares que no habían trascendido o sólo habían tenido circulación en ámbitos muy cerrados de Cuba. Hay una voluntad totalizadora en el film de Tristán Bauer que va más allá de la clásica celebración del Che como un hombre de acción y a la vez de reflexión, capaz de hacer de la teoría revolucionaria una praxis y de la praxis una nueva reformulación teórica. El documental de Bauer y de su coguionista Carolina Scaglione sostiene y desarrolla esta dialéctica, que el propio Guevara sintetizaba como la de un hombre de “espíritu apasionado y mente fría”. Pero aspira a dar cuenta de más, a poner en igualdad de condiciones al combatiente guerrillero y al hijo pródigo, que nunca deja de extrañar el regazo de su madre; al hombre de Estado y al padre preocupado por el futuro de sus hijos; al líder revolucionario y al poeta aficionado, que sigue escribiendo aun en lo más profundo de la selva, después de una jornada completa de marcha forzada; al brillante orador de tribuna y al compañero enamorado, que le deja a su mujer, antes de emprender el viaje que lo conducirá a la muerte, una cinta con la lectura susurrada de versos de Vallejo y de Neruda: “Ahora para ti, Aleida, lo más íntimamente mío y lo más íntimo de los dos...”. Es más, se diría que el costado no sólo más valioso sino también único de Che – Un hombre nuevo está precisamente allí, en su descubrimiento de la faceta más íntima de Ernestito o el Te-Te, en la revelación del mundo privado del Che, que paradójicamente nunca dejó de ser un hombre siempre público, fotografiado y filmado desde niño, por sus padres primero, durante sus largas temporadas en Alta Gracia para mitigar el asma, hasta por centenares de camarógrafos, amateurs o profesionales, anónimos o famosos gracias a él (como Alberto Korda o Freddy Alborta), que lo inmortalizaron vivo y también muerto. Es verdaderamente impresionante la cantidad de documentación que quedó sobre el Che, en todos sus aspectos, desde los más notorios hasta los más secretos, como ese autorretrato que él dispara con su propia cámara frente al espejo en la soledad de su habitación del Hotel Copacabana, en La Paz, poco después de haber ingresado de manera clandestina a Bolivia, disfrazado de un pacífico comerciante uruguayo. Esa faceta íntima, recóndita incluso –a la que contribuyó de manera decisiva toda la documentación puesta a disposición por su viuda, Aleida March–, también incluye textos políticos hasta ahora desconocidos, como los que aparecen en esas libretas desclasificadas al fin por el ejército boliviano (que lee en off el sobrino del Che, Rafael Guevara) o muy poco difundidos, como ese texto profético, escrito luego de la derrota en el Congo, en el que anticipa su propia muerte tal como la publicará el semanario Life. O esa sacrílega revisión crítica de la economía política soviética, un ensayo que el Che dejó inconcluso y que ya en 1965 parecía anunciar la caída del Muro de Berlín, ocurrida casi un cuarto de siglo después. Así de inestimables como son todos estos materiales, que abren nuevas perspectivas sobre el Che, sobre su ética personal y su pensamiento político, puede llegar a ser discutible la manera de utilizarlos. A esa intención de dar cuenta de un Guevara íntimo se superpone una inocultable tendencia a una narrativa de dimensiones épicas. La vida del Che, puede pensarse, es lo suficientemente épica en sí misma como para sumarle un énfasis desde la edición, por momentos trepidante, hasta la música de Federico Jusid, excesiva y redundante. Esa contradicción, presente a lo largo de todo el film, se hace sobre todo evidente en las secuencias inicial y final, cuando la voz de Guevara le deja a Aleida lo más íntimamente suyo (sus versiones de Los heraldos negros, de César Vallejo, y de Farewell, de Pablo Neruda) y el montaje y la banda de sonido se recargan simultáneamente de imágenes (de Vietnam a Irak) y de música sinfónica. Es una elección de los realizadores –qué duda cabe– pero que permite preguntarse si no hubiera sido mejor dejar librada a la sensibilidad del espectador la emoción y el sentido de esos poemas en vez de querer imponerle una casi por la fuerza.
Sobre las guerras de liberación Si bien podemos afirmar con plena justicia que el tópico “Ernesto Guevara” está agotado de sobremanera, quizás todavía faltaba un documental sincero que recorriera sin exabruptos y con vocación televisiva aquella senda insurgente que con el tiempo ha alcanzado proporciones míticas. En lo que respecta a la ficción el cierre definitivo al tema llegó de la mano de Steven Soderbergh y su mega biopic independiente Che (2008), dividida para su estreno internacional en El Argentino y Guerrilla. Allí un extraordinario Benicio Del Toro sacaba a relucir todo su histrionismo en función de un trabajo verdaderamente antológico. Ahora es el turno de Tristán Bauer y su también ambiciosa Che, Un Hombre Nuevo (2009): adoptando la estructura de los documentales expositivos y siguiendo el clásico derrotero de las biografías de personajes públicos con final trágico (típico inicio mortuorio y de ahí hacia atrás), el marplatense vuelve a contar la misma historia de siempre con la excusa de aportar algunos minutos de material inédito principalmente cortesía de Aleida March, viuda de Guevara. Hablamos de grabaciones caseras, escritos varios, archivos, fotos desconocidas y un rollo de 8 milímetros con la última visita a sus padres y hermanos en Punta del Este. La investigación central estuvo a cargo de Carolina Scaglione, quien junto al director dedicó más de doce años a recopilar información y distintos registros con el fin de ampliar el espectro visual y sonoro del convite. Aunque en términos del contenido no hay novedades significativas que merezcan ser señaladas, semejante tarea de exploración dio sus frutos por lo menos en lo referido al apartado formal: queda claro que tanto viajar por Argentina, Perú, Bolivia y Cuba sirvió para acumular suficiente “materia prima” como para que la propia voz del protagonista narre su férreo porfiar revolucionario y antiimperialista. Lejos del fervor de la estampita popular de izquierda o del demonio contradictorio que censura la derecha palurda, el “Che” de Bauer es un idealista que hizo de la disciplina y el afán de justicia un estilo de vida, un hombre riguroso en su lucha política pero también apasionado y temeroso como cualquier otro. El tono grandilocuente y sesudo no cae en la celebración hueca ni descuida sus inquietudes teóricas, la relación familiar, su vertiente artística y las crónicas de los combates. Con un excelente desempeño en restauración y montaje, el film se sumerge de a poco en esas guerras eternas de liberación nacional…
Tristán Bauer logra penetrar en la intimidad del revolucionario argentino a partir de la exposición de su voz mediante textos y cartas inéditas que forman convincentemente un retrato cabal de Ernesto Che Guevara, sin ensayar reflexiones sobre su gesta revolucionaria y sus contradicciones en lo estratégico pero haciendo foco en su pensamiento político como plataforma discursiva imperiosamente atada a un contexto histórico que hoy resulta lejano y poco reproducible en Latinoamérica. Más allá del enfoque didactista, resulta atractivo como documento y como documental...
Lejos de la remera y el póster Ficciones y documentales sobre el Che se seguirán haciendo, aquí, allá y en todas partes. Buenas y malas películas. También, algunos films impresentables. Tristán Bauer hizo en Che, un hombre nuevo una minuciosa investigación sobre la privacidad del Che, sus diarios, cartas, textos, su postura poética sobre el mundo y la vida. Contó con un original y poco visto material de archivo sobre el personaje y la Revolución Cubana, contrastando sutilmente el pensamiento del Che sobre el futuro y las características burocráticas que acosaban al régimen. Empleó la voz en off como contrapunto, con destreza e inteligencia, nunca como subrayado en relación a aquello que se observa en las imágenes. Bien lejos del bronce y el mármol, recorta la humanidad del personaje, desde su faceta pública o privada. Eligió recorrer con mayor detenimiento otros viajes y utopías del Che en lugar de volver a su canónico martirologio en Bolivia, aquella derrota y proeza inalcanzable. La investigación periodística no termina allí: las imágenes transmiten contundencia sin transformarse en bajadas de línea ni textos de barricada. Es decir, el material periodístico está utilizado al servicio de la narración, que fluye sin inconvenientes durante sus más de dos horas de duración. Sin cabezas parlantes o gente hablando a cámara, Che, un hombre nuevo es una película reflexiva contada desde el punto de vista y la voz de su personaje, bien lejos del póster y de las remeras desteñidas de los adolescentes o ya no tanto. A años luz de la vulgaridad del mercado posmoderno, Che... es una buena película sobre un personaje inagotable.
Imágenes nuevas (y no tan nuevas) del Che “No hagan cine político, hagan políticamente cine”, pedía razonablemente Jean-Luc Godard. La cita viene bien para recordar que (como ya lo decíamos al analizar El Che, de Soderbergh) una figura como la de Ernesto el Che Guevara no debería abordarse sino de manera singular, si lo que se quiere es hacer justicia a su ideario y a su agitada vida, evitando el riesgo de hablar de revolución con lenguaje conservador. Con Che, un hombre nuevo, Tristán Bauer (1959, Mar del Plata), por lo que puede apreciarse, se propuso un retrato didáctico que implica, al mismo tiempo, un moderado homenaje. Su nueva película no es muy distinta de sus anteriores documentales (Los libros y la noche, Cortázar) y obras de ficción (Después de la tormenta, Iluminados por el fuego): honesta, sensible, sobria, no demasiado arriesgada en su planteo ideológico ni en su concepción. El problema es que no es lo mismo llevar al cine la vida de un escritor que la del Che Guevara. Co-producción entre Argentina, Cuba y España, Che, un hombre nuevo tiene –además de una irreprochable calidad técnica y de una visión bastante abarcadora y sensata de la vida de Guevara– un valioso plus: rescata y revela material inédito, proveniente de filmaciones familiares, libretas desclasificadas por el ejército boliviano y otros documentos. Puede decirse que sus méritos pertenecen más al terreno de la investigación que al de la realización audiovisual. Recorriendo la vida del revolucionario rosarino desde su infancia hasta su muerte, afloran ricas vertientes, que Bauer no explota demasiado en términos expresivos: la pasión del Che por la lectura y la poesía, por ejemplo, al punto de transitar la selva boliviana recitando poemas aprendidos en su infancia. Ciertas ideas proféticas, que lo llevan a imaginar cómo será publicada su muerte en la portada de Life o las derivaciones que tendrá la economía política soviética, lo muestran muy conciente de la trascendencia de cada uno de sus pasos como figura pública, así como de las articulaciones de la política internacional. Si a través de elementos como éstos se logra dar cierto misterio y humanidad a la imagen de Guevara, otros sólo acentúan el aura mitificadora que arrastra desde hace décadas, como la solemne voz de Rafael Guevara leyendo textos en off, tan distinta a la del propio Che, juvenil y espontánea según puede apreciarse en el propio film. La aparición del propio Bauer, en algunos momentos, recuerda a los programas televisivos que usan y abusan de la cámara oculta. Las recreaciones parecen un recurso cómodo, sólo para agregar dinamismo y colorido a los documentos auténticos. Lo mismo puede decirse de la idea –tan gastada por la televisión– de explicar lo que se ve con canciones, o ilustrar lo que se dice con imágenes correspondientes. Cuando tomas aéreas de paisajes americanos se combinan con materiales de distinta naturaleza, Che, un hombre nuevo trae a la memoria el estilo saturado de Oliver Stone. La banda sonora también aparece sobrecargada y poco original (por ejemplo al elegir una canción de Alfredo Zitarrosa para el final). En tanto, la importancia de algunos hallazgos (como la dilucidación de la expresión Hasta la victoria, siempre), son del orden de lo histórico o periodístico. Finalmente, hay que reconocer que el film incluye registros documentales que se sobreponen a los amables modales de Tristán Bauer, recuperando su fuerza para indignar o incomodar: vergonzosas declaraciones de Richard Nixon, dolorosas escenas en Vietnam, el recuerdo de la lucha de líderes olvidados como Patrice Lumumba, o la voz del Che sosteniendo “La reforma agraria consiste en que los que tienen muchas tierras le den a los que no tienen nada” o diciéndole a sus hijos ”Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo.”
Una vida ilustrada Con su vuelta al documental tras lo que fue su frustrante paso por la ficción con Los libros y la noche o Iluminados por el fuego, Tristán Bauer demuestra con Che, un hombre nuevo que lo suyo es el documental. Pocos tienen el talento para comprimir doce años de investigación en un film de dos horas y ser ordenados y coherentes con lo que se quiere contar, además de construir un relato entretenido, rítmico, donde la imagen está en constante rotación y la voz en off -salvo excepciones- amplía lo que se ve y no sólo se dedica a ilustrar las imágenes. Más allá de algunos reparos, Che, un hombre nuevo se confirma como un homenaje justo y preciso a una de las figuras emblemáticas de la lucha armada a nivel mundial. Bauer, junto a su coguionista Carolina Scaglione, comprime documentación, fotos de archivo y viejas filmaciones de Ernesto Guevara con un criterio envidiable: desde lo audiovisual no hay nada que sobre. El film se vale de material cedido por el Gobierno cubano, el boliviano y también la propia familia del guerrillero. Y al hacer hincapié en alguna correspondencia que se enviaba con su mujer, más allá del líder revolucionario que fue, lo que sobresale es la esencia de hombre romántico, de intelectual totalmente autodidacta. Bauer, más allá de algunos excesos de la música, nunca precisa subrayar nada para que la figura del Che tome una dimensión épica. Él es lo épico, lo enorme, lo inasible. Desde lo formal, el director utiliza varios recursos y tal vez esa sea una de las fallas principales: al comienzo recurre a su punto de vista como narrador, se expone en primer plano, para prontamente abandonar esto y centrarse en la recopilación. Bauer duda sobre si ponerse o no en protagonista, y esas dudas se posan sobre los primeros minutos. Pero luego, cuando definitivamente la película puntúe entre los audios de época, la lectura de fragmentos de cartas de Guevara en off y la propia voz del director explicando algunas situaciones -más allá de que su voz no sea demasiado motivadora- el film adquirirá una rítmica imposible de detener. Los viajes por Latinoamérica, la llegada a Cuba, los viajes a Africa, el discurso en la ONU, su muerte, todo está contado con notable timing, respetando los tiempos como para que el espectador digiera toda la información que se le expone. Hay algo que puede ser discutible: ocupando el espacio que ocupa hoy Bauer en los medios estatales ¿está bien que se utilicen recursos para producirle un material? En todo caso, observar lo que ha hecho con Che, un hombre nuevo sirve para comprender que al menos el dinero no ha sido desperdiciado. Otra cosa es que, sin dudas, el director se ufana del material conseguido y su documental hace gala de esas imágenes nunca vistas. Lo que uno piensa es si no lo consigue él ¿quién lo hará? Y a estas dudas, otro reparo: digamos que por lo menos la información que recopiló fue expuesta criteriosamente, ordenada y clasificada con ojo de gran editor. Incluso los fragmentos de cartas seleccionados tienen la prestancia suficiente como para ser un estupendo soporte a las imágenes que se proyectan. Sin embargo el mayor cuestionamiento que se debe hacer a este documental es narrativo y de profundización en los temas que aborda: siendo como es la vida de Guevara, una muy conocida para la población más o menos preocupada en estas cuestiones, es como que Un hombre nuevo no aporta demasiado. Sí algunas de las imágenes asombran y emocionan, pero ya es historia conocida: sólo hacía falta que alguien viniera y las expusiera. Y hay elementos allí como para trabajar y, al menos, sacar alguna conclusión novedosa sobre el personaje: ¿cómo era el vínculo con su familia? ¿Y con su esposa? ¿Cómo caían en el centro de la Revolución las críticas que hacía a la burocracia del Estado Soviético? ¿Cómo se sintió Guevara en aquellos días finales en Bolivia? Daría la impresión de que todo esto se roza, pero no hay interés en reflexionar sobre esto. Bauer no dice nada al respecto y prefiere quedarse con la muy buena ilustración de una vida increíble. Eso alcanza para hacer un buen documental, pero no tanto para una gran obra.
Trazos de vida y de poesía del Che Ernesto Guevara como figura que nos narra desde un prisma social, epocal. El Che es personaje de aura mítica, hablado por tantos y tantos relatos, de carácter interminable. Siempre algo para decir. Y la película de Tristán Bauer como parte de ello. Es entonces que la historia de vida de Guevara se reconstruye -también deconstruye desde la consulta fílmica. Archivos revisados, cronológicamente ordenados, para dar cuenta de rastros, de huellas. Por allí -por aquí pasó y estuvo aquél a quien la imagen nos traduce. Icono de una ausencia, suma de palabras que, por habladas, rememoran y, así, reviven una vez y otra al que ya no está. La memoria como sustento en el film de Bauer. Y si bien las palabras son habladas por otros -por Rafael Guevara, sobrino del Che, por el propio Bauer es ese mismo ejercicio el que instala en ellos, en nosotros, la permanencia del que ya se ha ido. Más la magia siempre bella del cine: imágenes que simulan movimientos, voces que las acompañan, la ilusión de la muerte vencida. Hay cantidad de material de archivo nunca visto, nunca oído. Por un lado, por parte del afecto de Aleida March; por el otro, desde la consulta a material hasta ahora secreto del ejército boliviano. Pero, por sobre toda otra cosa, lo que sobresale es la voz poética contenida en los diarios personales. Observar la caligrafía y sus correcciones, la buena redacción. La composición armónica de sonidos pensados entre selvas y sequedad. El afecto que moviliza las líneas, las letras, el pulso. La habilidad humana de pensar y dejar palabras escritas para luego ser descubiertas. Leerlas, otra vez, para revivir. Es esto lo que se respira desde Che, un hombre nuevo. Un hombre poeta, filósofo, político, revolucionario. Capaz de leer en voz alta, de leer entre los disparos, de regalar poemas, de revertir dolores ajenos en propios. Libros inconclusos. Uno, en especial, en el que Guevara se dedica a revisar críticamente la doctrina comunista rusa, tan proféticamente cercana al capitalismo. Rasgos de un imperialismo que, según la propia dicción del Che, no tiene nación, de una confianza imposible. En este sentido, hay imágenes cuya bestialidad permanece intacta, de una crueldad sin mella. Vietnam, dictaduras, golpizas, fanatismos, humillaciones. Nunca será suficiente el verlas, el golpe que provocan a la memoria es también vínculo presente, comprensión de un proceso histórico en actividad. Che Guevara pasa a formar parte, de esta manera, de la galería de retratos de vida de elecciones personales que Tristán Bauer viene desarrollando junto con Cortázar (1994), Evita: una tumba sin paz (1997), Los libros y la noche (1999), Iluminados por el fuego (2005). Un relevo de memoria, de política, de arte. Che Guevara asoma, desde el film, como sinónimo de un umbral posible, de letanías poéticas, de presente político. Síntesis de mucho más que lo que el film puede exponer, mientras esboza trazos de una personalidad gigante y, humildemente, también pequeña, también cercana.
Héroe contemporáneo. Después de tantas biografías y reseñas sobre la vida del rosarino Ernesto Guevara no es fácil encarar otro documental sobre el mito más importante de la política latinoamericana. Y aunque la distinción se construya aquí a partir de una mirada al hombre más que al revolucionario, su importancia radica en los materiales inéditos que en el trabajo se muestran. De todas maneras, el filme de Bauer tiene en su contra un relato bastante lineal y repetitivo; y a su favor la misma sensación que experimenta quien conoce Cuba y sobre todo La Habana, y que podría denominarse algo así como “la ventaja de tener un héroe contemporáneo”. De “Che” impactan fotos y videos de un hombre considerado un mito, iconografías que hacen de Guevara nada menos que un hombre.
El hombre que impulso al guerrillero heroico En 1960, el comandante cubano (nacido en la Argentina) Ernesto “Che” Guevara, de entonces 31 años, fue fotografiado casi por casualidad por Alberto Díaz Gutiérrez (Korda) reportero gráfico del periódico “Revolución”. Esa foto, que se hiciera popular después de la muerte de Guevara, es considerada el ícono gráfico más famoso del mundo, y para muchos de los habitantes del planeta es la única referencia sobre el “Guerrillero heroico”, como fue titulada esa obra fotográfica por su autor. La figura del médico argentino que se convirtió en héroe cubano ha sido tomada, de diferentes formas, en muchísimas obras cinematográficas, tanto largos, medios y cortos metrajes como también en infinidad de documentales (ver información complementaria). Tristán Bauer (“Iluminados por el fuego”, 2005), luego de doce años de investigación y de confrontar y seleccionar documentación audiovisual presenta la obra que se comenta en un nuevo aniversario de la muerte del famoso guerrillero. El cineasta ha querido (y lo ha logrado) dejar la impronta del espíritu que contenía ese cuerpo batallador. Así vemos en éste extenso documental de casi dos horas imágenes de Guevara con su familia, de las anotaciones de sus pensamientos y de las cartas a sus seres queridos con una rebuscada caligrafía y se lo escucha recitar, sin interpretar pero con gran sentir, estrofas de “Los heraldos negros” del peruano César Vallejos, y también poemas de Pablo Neruda. Además se revelan, la existencia de un libro, de corte político, que dejó inconcluso, y lo que escribió en su diario de campaña poco antes de morir. De todas maneras Bauer no ha podido escapar a la magnitud de la dogmática vida política de “El Che”, y se ven en pantalla imágenes de la campaña guerrillera que realizara en Africa y sus discursos ante los organismos políticos internacionales. La banda sonora de Federico Jusid y Jean-Jacques Lemetre de esta obra, remite al espectador directamente a la época de los sucesos y a la ideología del personaje con canciones de Viglietti, Puebla y Zitarrosa. El realizador aparece en numerosas escenas del documental, pero su presencia en pantalla no impresiona como “divismo periodístico”, sino que convence como investigador en la búsqueda del perfil humano que impulsó la trascendencia política a nivel mundial de Ernesto “Che” Guevara.
Che un hombre nuevo le permite al espectador acercarse, tanto a la vida como a la obra, de una de las más importantes personalidades contemporáneas: Ernesto “Che” Guevara, un mito perteneciente a la historia de nuestra querida y vapuleada Latinoamérica. “Seamos realistas... Soñemos lo imposible... Che Guevara... La lucha de un hombre, por hacer realidad el sueño de un hombre nuevo. En una entrevista que le realizó Carmen Guarini en 1995 (Revista film Nº 14), Fernando Birri recordó que en ocasión de una visita de Francis Ford Coppola a San Antonio de los Baños (Cuba), el director dejó un graffiti que decía: “Art Never Sleeps” (el arte nunca duerme) y él agregó: “Pero sueña con los ojos abiertos”. Soñar, sí, es una condición propia del cine, pero con la mirada puesta en el entorno. Porque el cine es también, testimonio y documento, aunque a veces nos duela. Las imágenes, que nos ofrece Bauer en este film, no sólo ofician de pruebas, en beneficio de una argumentación, que yace en el imaginario político- social de la humanidad, y, que reconoce en el Che, algo más que un ícono, sino a un modelo de hombre, al que millones de seres humanos aspiraron, aspiran y aspirarán convertirse. Sino que además nos ofrece el testimonio político y la ética de su creador, quiero decir, su medida política e ideológica. Bauer construye un film ante todo poético, que nos muestra al Che por el Che, que da cuenta de un Che culto, apasionado, un teórico de la revolución y al indiscutido “revolucionario” del siglo XX. Indiscutido desde su entrega total a un ideal. Y lo hace con una inocultable tendencia épica. El documental aborda un espacio historiográfico, que los llevó a filmar en Argentina, Perú, Bolivia y Cuba, tras doce años de investigación. Donde se muestran por primera vez materiales pertenecientes al orden de lo privado, (de Aleida March, esposa del Che), tales como películas caseras, cintas magnetofónicas, textos, cartas y fotos familiares, los cuales habían trascendido, solamente en ámbitos muy cerrados. Materiales militares facilitados por el presidente de Bolivia, Evo Morales, sumados, a una recopilación sin precedentes de lo existente. La imagen que se construye no es la de un soñador utópico, ni la del héroe legendario, menos obviamente, la de un aventurero listo para la lucha, por la lucha. Por esto Bauer elige para narrar su historia, la forma de una biografía personal, donde el relato es abordado a través de la propia palabra del Che inscripta en los innumerables textos, que escribió durante toda su vida, aún en las circunstancias más adversas. En ellos esta presente su necesidad de escribir, de leer, de reflexionar, su pasión por la poesía y su coherencia entre el pensamiento y la acción. El objetivo de presentar al Che por el Che a través de su propio discurso escrito u oral, remite a mostrar no sólo al hombre de acción, ni al joven de la aventura iniciática, sino que da cuenta de un hombre con un pensamiento profundo, de una persistente búsqueda intelectual, y de una aguda percepción de la realidad pasada, presente y futura. Martí aspiraba a que con la cultura, la educación, la inteligencia y la bondad el hombre fuera más feliz y pudiera alcanzar los planos más altos de la condición humana. ¿Se trataba de una utopía? Utopía fue y es también, la larga evolución de la historia natural que nos condujo a ser hombres y mujeres, y todos llevamos con nosotros, la aspiración utópica, que nos hace a veces ceñirnos a aquella estrella, que nos ilumina y nos mata, y eso es absolutamente humano y puede aplicarse no sólo al ámbito de lo político La idea de alcanzar a ser un hombre superior – que el Che lo formula como el hombre nuevo– tiene fundamentos científicos. Hay que basarse en lo que existe y en lo que se aspira a que exista para confirmar la certeza de lo que podemos alcanzar. Hay que situarla como germen esencial de las ansias de mejoramiento universal del hombre; ha de fundamentarse tanto en su carácter ideal como en el análisis de sus posibilidades. Ciencia y utopía, he ahí la dialéctica que no suele entenderse por los metafísicos, ni tampoco por los pragmatistas anclados en los aspectos más superficiales de la práctica humana. En América Latina y el Caribe existe una tradición intelectual que exalta la utopía. Esto está presente en nuestros próceres y pensadores desde Simón Bolívar en adelante. Y sin lugar a dudas el Che pertenece a ese linaje. Lo que hacen Bauer y Carolina Scaglione, (como co-guionista e investigadora del mismo) es deconstruir la figura mítica, para construir al hombre: niño, adolescente, hijo, padre, marido, compañero, aquel que susurra versos de Los Heraldos Negros de Vallejo y Neruda o aquel que cuenta, que sólo lleva consigo, el pañuelo de gasa de su mujer y el llavero de su madre. A diferencia de una ficción, que siempre nos ofrece el espacio conjetural de la metáfora, en el documental tenemos constancia de cómo ven o miran los realizadores a sus congéneres, ya que éste es: el registro de esa mirada. El estilo de Bauer, que vuelve al mejor Bauer posee también la cualidad ética de dicha perspectiva.
De lo mítico a lo humano Más de doce años demandó la realización de esta película documental que se enfrenta al desafío de entregar una mirada que no sea reiterativa sobre las otras películas y libros dedicados a un personaje definitivamente instalado en la mitología contemporánea como Ernesto Guevara. Bauer y Scaglione se tomaron un respetuoso tiempo no sólo para recopilar material inédito, sino también para estudiarlo, seleccionarlo y adaptarlo en un guion minucioso. En los 125 minutos que dura el documental, se develan múltiples facetas del Che, desde filmaciones familiares de su niñez en Alta Gracia junto a sus padres, su infancia marcada por el asma, sus viajes juveniles por la Argentina primero y luego por América Latina, su decisiva participación en la revolución cubana, sus viajes diplomáticos, sus contradictorios lazos familiares, su fallida experiencia en el Congo (uno de los aspectos menos conocidos) y su trágico desenlace en Bolivia. Se deduce la dificultad en la construcción del guion para hilar todo este material disperso, donde subsisten varios planos narrativos: se puede encontrar al Che íntimo en las fotografías de su boda o con sus hijos pequeños... pero a la vez aparecen documentales de la época, con imágenes tomadas por camarógrafos profesionales; también están las filmaciones familiares, realizadas con una cámara ocho milímetros, textos escritos de su puño y letra, filmaciones de noticieros en color de lugares donde estuvo. Es decir, toda una combinación de texturas y de fuentes sobre las cuales se construye una cuidada y prolija edición. La voz de Bauer aparece como narrador, guiando de alguna manera el camino del documental, pero todo está construido desde una primera persona que alude al Che, pues son sus textos (sus palabras y su voz) la armazón de la película misma. Su sobrino, Rafael Taco Guevara, también medico, asmático y con acento argentino-cubano es quien le infunde aliento a los textos que no tienen respaldo sonoro y que la cámara recorre a veces sobre la misma caligrafía de los cuadernos. También está la voz directa del Che en fragmentos elegidos entre unas doscientas horas de registro sonoro. Ahí el gran hallazgo del documental es recuperar el tono personalísimo alejado de la impostación del discurso político, cuando el Che recita “Los Heraldos Negros” del poeta hispanoamericano César Vallejo. El documental recupera el sonido íntimo, profundo del sonido de su voz, grabado en la cinta magnetofónica que le dejara de recuerdo a su esposa. A la altura del personaje El Che además de ser un profundo lector, escribía continuamente y de una manera muy particular. Siempre llevaba consigo una libreta en la que tomaba notas. Si bien era un combatiente, estaba permanentemente pensando la realidad, y su acción estaba precedida por una reflexión muy profunda hecha palabra. En medio de situaciones de persecución y riesgo constante en la selva, se hacía tiempo para llevar un diario personal. Esa perspectiva que eligiera el escritor Julio Cortázar para imaginarlo en su cuento “Reunión” incluido en “Todos los fuegos el fuego”, es similar a la que busca transmitir la película de Bauer, también admirador de Cortázar de quien ha realizado un excelente documental. Así, el film refleja esa capacidad de reflexionar y escribir sobre la realidad, con sorpresas y hallazgos como el de un cuaderno manuscrito comenzado en 1965 en Praga y luego retomado en Bolivia, que es una crítica del Manual de Economía Política marxista con el que estudiaban los jóvenes cubanos (llama ladrillos a esos manuales soviéticos que no admiten pensamiento propio). Pero también el film busca comentarios más personales donde encontramos que el Che comenta sus miedos, sus fantasías sobre la muerte, el dolor por la pérdida de su madre, cuando estaba combatiendo en el Congo. Allí el montaje nos da una de las imágenes más emotivas y una de las pocas en que utiliza el color. Sin duda, lo más atractivo del film son los textos, las fotografías inéditas, archivos personales de la familia Guevara, nunca antes vistos. Lo más discutible del documental de Bauer radica quizás, en cierta glorificación (surgida de una genuina admiración) pero que quita por momentos la posibilidad al espectador de construir su propia subjetividad y perspectiva. Aun así y a pesar del relato sesgado sobre las aristas más polémicas en las que no le interesa indagar, la película es valiosa e interesante.
El hombre y la leyenda “Hay figuras inabarcables para los hombres en su quehacer cultural. Símbolos que, por el devenir de la historia, han llegado a reunir tantos significados diversos en sí mismos que se han vuelto infinitos, inagotables, inaprensibles para cualquier revisión que se intente, por más completa que pueda ser”. Así iniciábamos hace ya casi dos años el comentario sobre Che, el argentino, la sorpresiva película de Steven Soderbergh que abordó como pocas un símbolo eterno para los latinoamericanos: Ernesto Guevara Lynch. Un nombre que inmediatamente dispara una multiplicidad de sentidos casi inabarcable, a veces contradictorios y siempre apasionados, algo que no debería invalidar los intentos por abordar su figura, más bien al contrario, debería ser un aliciente para ir en busca del hombre detrás de la leyenda y repensar sus apropiaciones, sobre todo desde el arte, que junto a la política es la actividad más liberadora concebida por la especie humana. Pero la cita viene a cuento porque esta vez, el que se propuso semejante empresa fue un argentino, Tristán Bauer, otrora director de Canal Encuentro (acaso una de las apariciones más felices en los últimos años) y preciado documentalista, que según los anticipos venía trabajando hace casi 12 años en su nueva película. Un filme que, pese a los grandes hallazgos que contiene, se encuentra lejos de resolver el entuerto (¿cómo abordar una figura con semejante peso simbólico?) e incluso se diría que en el fondo persigue lo contrario, a saber: intensificar el mito, volverlo aún más etéreo y alejado de la humanidad contemporánea, clausurando paradójicamente así aquella multiplicidad de sentidos que provoca. Una de las primeras escenas de la película anticipa el espíritu épico que propondrá Bauer. La propia voz del Che sonará en una cinta con poemas de Vallejo y Neruda leídos para su mujer (“Para ti, Aleida, lo más íntimamente mío y lo más íntimo de los dos…”, comienza Guevara), pero el montaje irá ilustrando los sonetos con imágenes de archivo de la guerra de Vietnam y otras grandes calamidades del mundo, imponiendo gratuitamente una lectura al espectador, ya instalada además en el inconciente colectivo. ¿Cuál es el valor, entonces, de Che, un hombre nuevo? Pues bien, en primer lugar, se encuentran los hallazgos periodísticos, como aquella cinta grabada con poemas para su mujer, así como numerosos documentos escritos y audiovisuales inéditos, que Bauer parece haber recolectado a lo largo de años e incluyen materiales provistos por la propia familia de Guevara, por el gobierno cubano y hasta por las Fuerzas Armadas de Bolivia, que los mantuvo en secreto hasta ahora (y que fueron desclasificados por Evo Morales). Semejante nexo con la realidad le da al filme un carácter extraño, ya que efectivamente consigue explorar costados poco conocidos de Guevara, mientras al mismo tiempo el montaje y el sonido (con una música tan empalagosa como innecesaria) se empeñan en fortalecer el mito, conspirando inconcientemente contra la humanidad que transmiten las imágenes que presenta. Y es que Che, un hombre nuevo, es casi en su totalidad un exponente del “foundfootage”, aquella técnica que consiste en construir un filme con materiales ajenos (no sólo documentos inéditos, sino también imágenes de decenas de otros documentales sobre el Che, de noticieros y archivos fílmicos, y hasta de filmaciones caseras), y por eso Bauer insiste con la voz en off para hilar un sentido: primero la suya propia, luego la de un sobrino y la de un hijo del Che leyendo los diarios de su tío y/o su padre. La narración irá repasando toda la vida del Che, y por supuesto irá transmitiendo una lectura (que se diría es la más convencional), aunque en el medio se puede ver a Guevara en su dura infancia en Alta Gracia o al Che en sus viajes juveniles por Argentina y Latinoamérica, volver a pensar su gesta en la revolución cubana, redescubrir su pasión poética, romántica y teórica, conocer detalles de su gestión en el gobierno triunfante al frente del Ministerio de Industria, del nuevo Banco Nacional y como jefe de la diplomacia (con sus viajes a Asia y Europa), o también costados poco visitados de su fallida experiencia en el Congo y su incursión final en Bolivia. El balance periodístico es bastante bueno, sobre todo si sumamos algunos hallazgos al listado, como cierto texto político desconocido (una ardua revisión crítica del Manual de Economía Política soviético, iniciada por el Che en plena selva congoleña) o una carta increíblemente profética, donde Guevara reflexiona sobre el fracaso en el Congo y juega con la idea de que su cadáver aparezca fotografiado en la revista Life (como luego ocurrirá). El material permite constatar, así, el gran humanismo del Che, su forma apasionada de entregarse a la política y algunas de sus facetas más íntimas y personales. Pero a fin de cuentas, lo cierto es que el filme no terminará de hacer honor a su título (aunque vale preguntarse si realmente podría haberlo hecho), quizás porque ése no era su objetivo, más bien al contrario: Che, un hombre nuevo, es otro documental sobre una figura ya conocida por todos, aquella que se repite en miles de remeras y banderas. Por Martín Iparraguirre