Tres amigos se van de campamento y la aparición de una chica sexy desata una oleada de pasiones que los arrastra hacia un camino de dolorosas búsquedas personales. El film de Lucas Santa Ana bucea con buenos recursos por los cambios que atraviesa la amistad con el paso del tiempo. Un campamento cerca del mar es el lugar ideal para que tres jóvenes pasen sus vacaciones y reafirmen su relación en una experiencia única. Sin embargo, la "paz" del grupo se altera cuando entra en acción una chica que amenaza con romper los lazos que los unen. Con este comienzo, el director Lucas Santa Ana explora la vulnerabilidad de los vínculos en esta comedia que encamina a los personajes hacia situaciones que no pueden controlar. Como una novia sin sexo cuenta con buenos recursos para construír su historia y se apoya en el trío protagónico -Javier De Pietro, el actor de Entre Ríos, todo lo que no dijimos; Agustín Pardilla y Marcos Ribas- que arrastra sus propios conflictos y los sumerge en el ojo de la tormenta. A ellos los acompaña el desparpajo de la muchacha de turno encarnada por Luana Pascua, la única que puede ver con claridad lo que allí ocurre. Alejados de la ciudad pero cada vez más cerca de lo que cada uno siente, la película los enfrenta con sus prejuicios y lidiando con el deseo, atravesando los cambios que propone una juventud en crisis constante. La película pone en juego el estigma de la culpa y las decisiones que tienen que tomar cada uno de ellos en los momentos menos pensados, todo potenciado por la música de Coiffeur que acompaña sus caminatas por la arena. Bajo la protección de un bosque que también puede ser amenazante y una cámara casera que registra cada uno de sus movimientos, el film presenta una estructura cíclica y desarrolla la tensión sexual en un balneario frente al mar. Una mirada pintoresca, emocionante y alimentada por relaciones cruzadas y dolorosas. Y todo sucede en una carpa frente al mar.
Entre el deseo y el pudor La masculinidad y sus aristas invisibles son parte de un itinerario poco explotado por el cine argentino, salvo algunas excepciones como las películas del director Marco Berger y su singular mirada sobre el deseo, el erotismo y los prejuicios. Por eso Como una novia sin sexo (2016) encaja en ese pelotón minúsculo pero contundente de películas en que la masculinidad se expresa no sólo a través de las imágenes sino como un discurso estético per sé.
Hace exactamente 20 años, en noviembre de 1996, Daniel, Santiago y Adrián van a pasar unos días de vacaciones a un camping en la costa argentina llamado Mar Dorado. El lugar elegido proviene de haber pasado muchos años allí durante su infancia. En el camino encuentran a Julieta, que rápidamente se unirá a la partida, y comienzan a generarse una serie de conflictos en el grupo de amigos. Un relato altamente verosímil que sabe reconstruir muy bien a cada uno de los personajes, y todo lo que sucede en la dinámica grupal, cuando tres varones deciden veranear juntos en medio de la nada. No faltan las típicas bromas homofóbicas entre ellos, la cámara que intenta filmar todo lo que sucede, las distintas subjetividades entre cada uno de los integrantes y los diferentes vínculos que se arman entre ellos. Interesante ambientación de los ‘90 sin excesos pero con los detalles que nos conducen directamente a esos años, como el teléfono público, los cassettes, o el precio de las mercaderías en el almacén. En un momento, alguno de los chicos reflexiona que el sexo arruina las relaciones, por eso la amistad sería un vínculo más puro e irrompible, pero el deseo sexual comienza a circular entre algunos de los protagonistas, con el riesgo de romper los lazos conjuntamente con la confusión y miedo al rechazo que en esos años era mucho más tabú que ahora. La fuerza del film se basa en la agilidad narrativa, que entretiene de principio a fin, un sólido guión mantiene expectante todo el relato, alternando entre momentos dramáticos y cómicos muy empáticos. También es destacable el trabajo actoral de los 4 intérpretes: Javier de Pietro, Agustín Pardella, Marcos Ribas y Luana Pascual, quienes logran personajes ricos en matices y subjetividades. Daniel tiene bien claro su deseo, Santiago aparece confundido y atormentado, Adrián colgado tratando de lidiar con una crisis familiar del cual parece haber escapado y Julieta se suma para romper con el homo vinculo de los muchachos y denunciar lo que nadie se atreve a hablar. Comedia dramática con un formato clásico pero sin dejar de ser fresca y original con un abordaje sobre la amistad, el deseo, los lazos y la diversidad que celebra nuevas historias y relatos en el cine nacional.
Ya nada volverá a ser igual En Como una novia sin sexo (2016) Lucas Santa Ana explora en la ambigua relación de tres amigos cuya amistad se pondrá a prueba durante unas vacaciones de verano. Tres veinteañeros se van de vacaciones a un bosque frente al mar a mediados de los 90. Los tres son amigos desde siempre pero el paso del tiempo y las obligaciones los fueron distanciando. Ese verano, Adrián, Santiago y Daniel, deciden irse solos a un lugar desértico y recuperar lo no vivido. Toqueteos, confesiones (y confusiones), celos y la aparición de una mujer pondrá en crisis la relación, llevando a cada uno de los muchachos hacia lugares insospechados. Bromance es la forma de referirse al vínculo afectivo intenso, no-sexual, entre dos o más hombres. Relación que implica un mayor vínculo afectivo y emocional que el de la simple amistad. En Como una novia sin sexo Javier De Pietro, Agustin Pardella y Marcos Ribas protagonizan este bromance donde tres amigos con limites poco claros, algo confusos y bastante ambiguos, se enfrentan a situaciones adversas como la pérdida de un ser querido, la traición y el deseo reprimido, durante lo que pretendía ser una semana para el reencuentro y el esparcimiento. Lucas Santa Ana trabaja los vínculos de amistad y hasta donde estos pueden resistir cuando entra en juego lo sexual, ya sea del mismo o distinto sexo, en una comedia romántica, de apenas cuatro personajes y filmada en una misma locación. Sin ninguna búsqueda intelectual, apostando a diálogos simples y actuaciones realistas, Como una novia sin sexo no pretende ser una película compleja como sus personajes sino a partir de sus complejidades contar una bonita historia sobre una amistad en la que ya nada volverá a ser igual.
EL DESPERTAR DEL DESEO Es la ópera prima de Lucas Santa Ana (que realizó el guión con Diego Mina) Un verano de reencuentro de tres amigos, vivir en carpa, en contacto con la naturaleza, ávido de aventura. Pero entre dos de ellos hay una atracción que estalla, se niega y luego deberá ser asumida con valentía u oculta para una vida miserable. Con Javier de Pietro, Agustín Pardella, Marcos Ribas y Luana Pascual aportan su frescura para un guión donde abundan los términos despectivos a la homosexualidad. El despertar del deseo en el momento del ingreso al mundo adulto.
Como una novia sin sexo, tercer largometraje de Lucas Santa Ana. Como una novia sin sexo es un film iniciático que transcurre en un viejo camping donde tres amigos pasaron entrañables momentos de la adolescencia, pero que empieza de a poco a convertirse en un lugar más bien incomodo, a medida que los cambios de intereses propios del crecimiento y la maduración parecen alejarlos irremediablemente. Daniel, Santi y Adrián son tres amigos desde hace ya muchos años, que han compartido varias vacaciones en ese camping donde hoy se vuelven a encontrar para revivir los viejos ritos de la temprana juventud que se les está escapando de las manos. Repitiendo aquello a lo cual se habían acostumbrado años atrás, se internan en el laberintico campamento hasta encontrar su lugar habitual “El salón de la justicia” en donde arman la carpa en la cual pasaran las próximas tres semanas, tal como hicieron muchas veces en el pasado. Solo que ellos ya no son los mismos que eran, y las tensiones del crecimiento que los va alejando se vuelven cada vez más obvias. “el sexo arruina todo” le dice Adrián a Daniel apenas comenzada la película, y eso casi funciona como una sentencia. En el camping conocen a Juli, una chica muy liberada sexualmente que se interesa en Santiago casi de inmediato, desatando el conflicto en el cual Adri se siente dejado de lado, y Daniel, quien siente una clara atracción por Santi comienza a conflictuarse con sus nuevas emociones. En el frondoso e intrincado camping los espacios empiezan a parecer cada vez más cerrados para los personajes cuando Santi trae a Juli con carpa y todo a compartir ese espacio, otrora un lugar libre de “chicas”. La dinámica entre los actores, más allá de sus cualidades actorales es más que interesante. Daniel y Santiago sin siquiera decir una palabra muestran una cercanía que es tan obvia para el espectador como para Adrián, quien todo el tiempo se esfuerza para ser parte de la manada, pero que queda siempre de lado porque no puede haber lugar para “otro” mejor amigo. La química lograda en pantalla entre Javier De Pietro y Marcos Ribas es realmente palpable para el espectador. La música acompaña muy bien el relato, como un personaje más que no solo sirve para situarnos en la época, sino también para generar las mismas emociones contradictorias de los personajes. Sin ser un film extraordinario, Como una novia sin sexo logra contar con mucha honestidad el punto de quiebre que los chicos viven en este verano, y transmite al espectador esa emoción contradictoria de crecer y dejar atrás la sencilla vida sin responsabilidades que es la adolescencia.
Sorpresas en el campamento Tres jóvenes amigos pasan unas vacaciones intensas en un campamento ubicado en un bosque cercano al mar. Una serie de enredos amorosos en los que también participa una chica que encuentran casualmente en ese lugar inhóspito van revelando de a poco deseos y represiones, hasta desembocar en un final abrupto, a tono con los trazos gruesos que caracterizan al argumento. Débil en término de actuaciones, la película de Lucas Santa Ana (director del cortometraje Vida nueva del capítulo 8 de Historias breves) cuenta de todos modos con un trabajo cuidado de puesta en escena y una imaginativa banda sonora compuesta por Coiffeur, experimentado músico de la escena alternativa.
Los reyes del verano Tres amigos varones deciden veranear juntos en la playa y en medio de la nada. Desde la llegada al lugar se siente el “aire de vacaciones”, tanto por la camarita filmando como por las bromas que hacen entre ellos. Algunas, por qué no, homofóbicas. Pensemos que se está contando una historia de hace 20 años atrás, cuando muchos temas eran tabúes y se callaba mucho más de lo que se contaba. Los personajes, sus identidades y sus vínculos se van contando desde el primer momento, poniéndonos a tono con la amistad que los recorre a cada uno. Y la ambientación de la época se encuentra marcada por algunos detalles, como los cassettes, los precios, el teléfono público y la música. El sexo no es un tema que tengan pensado estos tres amigos desarrollar durante la estadía. Y justamente uno de ellos menciona que “el sexo arruina las relaciones”. Pero el deseo sexual comienza a aparecer, y no solo de la mano de la joven que se suma al grupo, sino incluso entre dos de los protagonistas, entre confusión y miedo. Lucas Santa Ana, su director, explora los vínculos que pueden darse entre estos tres amigos cuando surgen situaciones que no pueden controlar. Es una comedia pero que períodos pasa por el dramatismo, sin perder en ningún momento el ritmo narrativo. Siempre queremos saber más y de qué forma llegará el final de esta historia. Y el uso de la cámara casera para registrar muchas de las situaciones, es un recurso muy bien utilizado y funcional al relato. El trío protagónico (Javier De Pietro, Agustín Pardella y Marcos Ribas) al igual que Luana Pascual, llevan adelante sus papeles de forma natural. Les creemos lo que les pasa y lo que les sucede. Y la música de Coiffeur se encarga de matizar por instantes, para ayudar a generar la tensión. Como una novia sin sexo es culpa, amistad, vínculos, amor y decisiones que se toman o no. Todo en su medida justa y sin exagerar, haciendo que ese lugar inhóspito de veraneo se transforme en cómodo para revelar los deseos más internos.
Debut en el largometraje de Lucas Santa Ana, un realizador que viene pisando fuerte en el corto y en la participación de series y documentales, y que con “Como una novia sin sexo” (Argentina, 2016) termina por consolidar su camino particular hacia una obra que trabaja con algunos tópicos tradicionales y el mundo LGBT para construir sus filmes. Tres amigos de toda la vida se proponen pasar unos días alejados de su familia en medio de una ciudad lindera al mar. En ese paréntesis que abren en su vida particular se permiten aislarse del mundo entre juegos, arena, agua e incipientes histeriqueos en algunos. Insospechadamente a uno de ellos (Javier De Pietro) le empiezan a pasar cosas muy fuertes con uno de sus amigos de toda la vida (Marcos Ribas), por lo que decidirá avanzar lentamente para saber si es que a él también le pasan cosas. Y mientras el tercero (Agustín Pardella) se mantiene alejado de estos acercamientos y planteos entre los dos, la llegada de una mujer desprejuiciada y desinhibida (Luana Pascual), terminará por plantear el conflicto esencial de la narración, al convertirse en el objeto de deseo de aquel al que originalmente querían conquistar. “Como una novia sin sexo” trabaja sobre la amistad y los límites que en la misma se pueden llegar a presentar cuando una de las partes quiere trastocar el pacto tácito entre ambos. Justamente el título refiere a que uno de los protagonistas plantea que un amigo es como una novia sin sexo, aquel a quien se le pueden confiar todos los secretos y con el que nunca pasará nada más. Pero Santa Ana justamente plantea lo contrario, trabajando sobre los deseos latentes con una mirada particular sobre las actividades veraniegas de los amigos y cómo los secretos pueden llegar a transformar todo. La mirada que reposa en los jóvenes muchas veces es complaciente, si el director tal vez planteara la llegada de la joven sin estereotipar su papel, ese conflicto que estalla entre los amigos, podría haber superado el mero planteo. Porque cuando Santa Ana juega con la cámara y las texturas, como esa escena en la que uno de ellos se masturba y se fusiona con la naturaleza perdiéndose en sí mismo, la película trasciende sus planteos básicos. “Como una novia sin sexo” juega con sus personajes, los ubica en un marco inmejorable, la playa, un lugar que desde siempre se ha posicionado como el escenario para mostrarse, ser encontrado y además donde la pasión irrefrenable puede terminar por configurar mucho más que un descanso. Algunos problemas de interpretación por parte de algunos actores, además, hacen que ciertos diálogos resulten completamente inverosímiles a la hora de aquello que están diciéndose. Tampoco ayuda la declamación con la que uno de ellos (Pardella) interpreta las líneas (siempre gritando). Igual así y todo “Como una novia sin sexo” es un interesante acercamiento a la búsqueda de un grupo de jóvenes, que si bien se dicen cosas a la cara, en aquello que callan es en donde está la clave para entender todo.
Cuando los amigos no lo son tanto. La ópera prima del argentino Lucas Santa Ana podría tratarse de un relato de iniciación, aunque Adrián, Daniel y Santiago –los jóvenes protagonistas de veintipocos– tal vez estén algo grandes para eso. Podría ser una comedia, pero no tanto: hay mucho drama en la historia de este trío de “mejores amigos” que se van a la playa, en carpa y en temporada baja, para pasar tiempo juntos y encimados (y mientras más se amontonan, mayor la posibilidad de que los roces acaben en choque). Hay algo de búsqueda de identidad, viajes interiores y dudas existenciales; historias cruzadas, deseos al rojo, celos y la imperiosa necesidad de querer y ser queridos como elementos comunes a todos. Colectivo del que no debe excluirse a Juli, la chica que conocen en el camping, el catalizador que precipitará las acciones. La chispa que faltaba para hacer arder el combustible acumulado entre ellos. No porque se trate sólo de una historia en la que los machos se disputan los favores de la hembra, sino porque su aparición potenciará inseguridades y deseos. Eso hace que se multipliquen los juegos de seducción (y sexuales) entre los chicos y la chica pero también entre ellos, porque si algo queda claro es que este es un relato de despertar gay. Como una novia sin sexo (reveladora frase que ellos usan para definir lo que creen que significa “ser amigos”) presenta de modo verosímil esa etapa de la vida en la que el miedo disfraza de duda hasta las certezas más evidentes. El relato se estructura a partir de dos registros en los que el uso de la tercera y la primera persona son puestos en tensión. La primera de ellas habita en la cámara del director, quien observa a distancia, sugiriendo una falsa imparcialidad. La segunda corresponde a lo que uno de los propios chicos filma con su cámara portátil. Los registros se diferencian además por el formato de pantalla (uno apaisado; el otro en el cuadrado tradicional del video) y porque en las imágenes tomadas por el personaje aparece la fecha sobreimpresa, con la tipografía de las viejas videocámaras. Según esas fechas, los hechos narrados datan del 10 de noviembre de 1996; es decir, literalmente 20 años antes del estreno de la película, ocurrido justo ayer. Como una novia sin sexo logra generar empatía (por las situaciones más que por los personajes), pero también incomodidad. Sobre todo por el destino que le reserva a Juli. Es decir, el lugar que le toca a lo femenino en este universo, porque el film sólo parece realmente preocupado por los conflictos de sus personajes masculinos, reduciendo el rol de la mujer al de mero elemento disruptivo que se descarta tras ser usado. Sea por acción u omisión, los tres chicos acaban maltratándola de todas las formas posibles: física, sexual, verbal, emocional. Todos obtienen de ella lo que quieren, pero se desentienden de su destino final, sin dudas el más amargo de los cuatro. En ninguno de los varones involucrados, incluidos el director y el guionista, hay atisbos de piedad por lo que pudiera pasarle a ella y esa decisión forma parte fundamental de la obra y de la mirada del mundo que representa.
Tan ligera como profunda Tres amigos se van juntos de campamento y conocen a una chica que expone sus deseos latentes. El título sugiere comedia liviana, pero esa frase es la definición que uno de los personajes da sobre la amistad, más precisamente sobre los amigos varones: “Son como una novia, pero sin sexo”. El es uno de los tres veinteañeros que se van de vacaciones, fuera de temporada, a un camping playero, donde encuentran a una chica que actúa como catalizadora de las tensiones y los deseos latentes en el trío. Hay elementos cómicos, sí, pero para nada superficiales. Como hace poco Marco Berger en Taekwondo, Lucas Santa Ana retrata en su opera prima la dinámica de los hombres cuando están en manada, con el fantasma subyacente de la homosexualidad siempre acechando a la masculinidad. En estos grupos nunca está de más hacer algún chiste o comentario que disipe cualquier sospecha, y sobre todo en 1996, año en el que está fechada la película. Sin caer en estereotipos, en este trío los roles están bien claros: tenemos, a grandes rasgos, al gracioso, al ganador y al sensible. Los personajes están bien construidos, son identificables, verosímiles. Y sorprendentemente bien encarnados por tres actores poco conocidos (Javier De Pietro, Agustín Pardella y Marcos Ribas). Vamos descubriendo sus características a medida que transcurre esta historia, ligera y profunda a la vez. Hay menos palabras explícitas que miradas sugerentes y actitudes que hablan por sí solas. En este sentido, funciona muy bien el recurso de mostrar parte de las situaciones a través de la cámara hogareña de uno de los personajes; es una lupa puesta tanto sobre los sentimientos del filmado como del que filma. Es casi un experimento sociológico ver cómo la dinámica de los amigos estalla con la aparición de una figura femenina tan seductora como sagaz: genera atracción –genuina o forzada-, pero su rol es exponer lo que está ocurriendo entre esos tres amigos. Y cambiar para siempre esa relación.
Contiene algunos rubros técnicos bastantes cuidados, una historia de encuentros y desencuentros, mentiras, enredos, amores y toques de humor, pero las actuaciones resultan algo flojas y su desarrollo un tanto reiterativo.
Vacaciones que no satisfacen a los protagonistas ni al público La historia de tres amigos que no la están pasando bien en sus vacaciones hasta que la llegada de una chica agrega aún más estrés está narrada en forma obvia y, por momentos, grotesca. Tres jóvenes van de campamento cerca de una playa. Como se ve por la cámara con la que uno de ellos graba a sus amigos y el paisaje, corre el año 1996. Pronto entre los tres amigos empiezan a haber desacuerdos por cualquier cosa, incluyendo a quién le tocaba llevar la yerba para el mate. Y pronto queda claro que hay algunos problemas que surgen de cierta tensión homoerótica. Luego aparece una chica que por un lado trae cierta distensión, hasta que su presencia también genera más estrés en estas vacaciones con más histeria de lo necesario. La narración es un tanto obvia y grotesca, y desde el vamos se percibe a dónde quiere llevar las cosas el director Lucas Santa Ana, que filmó alguna de las "Historias Breves" y aquí debuta en el largometraje. De hecho, éste es el típico film que parece un cortometraje estirado y que queda un poco chico para largometraje. Los protagonistas actúan en un nivel parejo, no especialmente descollante, y en cambio se luce un poco más Luana Pascual, aunque tiene menos escenas. La película no ofrece mucho atractivo visual, ya que el pasaje y el recurso de la cámara casera son bastante monocordes, pero la música de Coiffeur resulta simpática.
Como una novia sin sexo: Gran Hermano playero Tres amigos se van a pasar una semana a una playa y entre ellos surgen situaciones que los llevarán a replantear su relación Una playa bonaerense. Noviembre de 1996. Tres amigos llegan a pasar unos días como mochileros y a disfrutar el mar. Allí encuentran a una joven, Julieta, que toma sol desnuda y comienza una relación con uno de ellos. Así es "Como una novia sin Sexo", el primer largo estrenado en cines de Lucas Santa Ana, comienza y desde ese instante en adelante, busca llamar la atención del espectador como si de una versión playera de Gran Hermano se tratase: con la interacciones entre los personajes, que debido al aislamiento al que se ven sometidos, no tienen mucho margen. Y si a eso le agregamos que el director opta por agregar el recurso de "cámara testigo" (uno de los personajes graba las vacaciones), la intención se reafirma de este modo. De esta manera, el film ubica al espectador como uno más entre el grupo, haciéndolo partícipe (y en algunos casos testigo o "voyeur") de la expresión de sus sentimientos que van desde el simple deseo físico a la manifestación amorosa, y desde el compañerismo que ronda entre los grupos varoniles, a los roces con la homosexualidad latente y la negación de la misma a pesar de lo evidente en algunos casos. La inclusión de actores poco conocidos como son Javier De Pietro, Agustín Pardella, Marcos Ribas y Luana Pascua, hace más fácil esta transposición y eso convierte a esta película en una buena muestra de cine, y en el reflejo de una época en la que se manejaban otros códigos. Hay en "Como una novia sin sexo" (un título que no le hace justicia al film) buenas interpretaciones, aunque en ocasiones falta algo de timing, ya que los actores en ocasiones pasan varios segundos protagonizando incómodos silencios o algunos insultos no parecen salir naturalmente, pero eso no juega en contra ni mucho menos y es cuestión de tiempo antes de que el director termine de pulir su estilo.
LOS JÓVENES VIEJOS La película de Lucas Santa Ana cuenta el despertar sexual y la llegada de la adultez de tres jóvenes varones y una chica, aunque sus protagonistas están un poco mayores para ese menester. El consabido viaje a la playa en carpa, el alcohol, la comida que escasea, las bromas y la presencia de una camarita de video que registra el viaje (o los viajes) son los materiales con los que Santa Ana trabaja. Esos registros en video donde figura la fecha (1996) contados en tercera persona se funden con el presente de la enunciación de la película. O se confunden, nada hace pensar que la historia necesite de ese registro para contarse, la fusión de los tiempos suena irrelevante o innecesaria. Que eran otros tiempos y enfrentábamos otros tabúes, es cierto, pero mostrar constantemente el registro en video desconcierta y saca al espectador del clima que la película propone. El sexo, gran protagonista de la historia está excluido en el título de la película y a la vez está presente en la película y viene de la mano, fundamentalmente de la chica. Si la película genera algunas situaciones de empatía es por lo cotidiano del tema pero se vuelve peligrosa cuando vemos que la chica, la mujercita, ejerce el papel de quien de algún modo es “usada” y a la vez excluida del universo de los varones, que cada vez se torna más y más cerrado. Esta mirada un tanto misógina se acrecienta cuando sobre el final el maltrato hacia la mujer se hace más evidente. “El salón de la justicia” se llama el lugar elegido en ese campamento por los jóvenes, solo ese detalle es la muestra de ciertos trazos gruesos con los que se narra esta historia. La falta de calidez en las actuaciones, un guión demasiado ajustado, una puesta en escena un tanto pobre hacen que la película no pueda levantar la cabeza y mostrarse como un elemento vivo, permeable, un relato que finalmente encuentre la respiración que sus propios protagonistas buscan. COMO UNA NOVIA SIN SEXO Como una novia sin sexo. Argentina, 2016. Dirección: Lucas Santa Ana. Guión: Lucas Santa Ana, Diego Mina. Elenco: Javier De Pietro, Agustín Pardella, Marcos Ribas, Luana Pascual. Producción: Alberto Maslíah, Cintia Micheletti. Duración: 93 minutos.
Tres amigos en un camping, no lejos de Buenos Aires, y el despertar de una relación homosexual. Ese es el centro de esta película argentina en la que el trío de varones -alegres, algo infantiles, íntimos- irá descubriendo nuevos aspectos de su relación y de sí mismos mientras toman el sol, se salpican en el mar, juegan a la pelota o discuten qué hacen para comer. Una chica, y la precipitación de encuentros sexuales, modificarán ánimos y situaciones. El director Lucas Santa Ana arma con estos elementos y en su locación natural, un laberinto verde que da a la playa pródigo en pájaros cantores, un film acotado, una producción pequeña, que logra sembrar el interés. Suerte de versión recatada y argentina de El extraño del lago, tiene algunos problemas de interpretación, subrayados innecesarios y algún exceso -la música de Coiffeur, muy atractiva al principio, termina siendo demasiado presente-. Pero con sus defectos, hay allí un cineasta capaz de transmitir una mirada aguda (“los amigos son mejores que las novias. Un amigo es como una novia sin sexo”, dirá uno de ellos) sobre la amistad masculina.
Crítica emitida por radio.
10 de noviembre de 1996 –o sea, exactamente veinte años atrás–: tres amigos salen de campamento a una playa prácticamente desolada, de esas que solo existen pasando Reta. Uno de ellos, Daniel, registra todo en una cámara handheld, esas que usaban minicasetes VHS y murieron ante el primer paso de bebé de la tecnología digital. Daniel y Santiago se filman sellando su larga amistad, y al amanecer siguiente Daniel palpa al amigo como quien no quiere la cosa. El tercero en discordia, Adrián, vive más bien una amistad de dulce de leche; está en babia; tiene el tipo de formación del que jamás creería que sus amigos pueden (o, peor aún, deben) ser gays. Pero la incipiente relación se coarta con la aparición de Julieta, que seduce al indeciso Santiago. Adrián, por su parte, cree que la situación ideal es el tipo de amistad que da título a la película –aunque sin saberlo, también tendrá su momento–. Pero el centro del drama es Santiago. La resistencia que impone para asumir su sexualidad llegará a exasperar al resto, y constituye la mejor creación de la película. El momento en que Daniel debe decidir entre aceptar la realidad o la quimera de una amistad constituye un interrogante que condensa buena parte de las relaciones humanas.
Algo más que amigos Hablar en 2016 de elecciones sexuales parece un tema que atrasa. Por eso Lucas Santa Ana, para su primer largometraje de ficción, decidió ambientar "Como una novia sin sexo" en 1996. No es antojadiza la determinación de anclar esta historia veinte años atrás, era otro el mundo, no hay duda. Y también lo era para estos tres amigos, que se van a un camping de Villa Gesell para pasar unos días de vacaciones, sin supuestamente otra motivación que pasarla bien, tomar sol, ir al mar, jugar a la pelota y nada más. Los tres tienen un secreto que prefieren no revelar. Uno escapó de ver morir a su abuelo y los otros dos sienten un deseo mutuo, que va más allá de la amistad. En una situación que podría ser fácilmente adaptada a una puesta teatral, esta es una película de vínculos, que se quiebran aún más cuando aparece la cuarta en discordia, una joven sexy y liberal que le gusta decir las cosas por su nombre y encarar a quien tenga ganas, aunque ni recuerde su nombre. En esa telaraña quedarán expuestas la falta de códigos de la amistad, la homosexualidad reprimida, la libertad sexual, los miedos a salir del closet, el amor y, casi como un tema aleatorio pero no menos importante, el ocio de vacaciones como disparador de sensibilidades que no por estar escondidas son menos reales. "Como una novia sin sexo" remite a una frase en la que uno de los personajes realza el valor de un buen amigo, al que uno lo quiere tanto como a una novia, pero sin sexo. El guiño del título es que hay veces en que las metáforas, ante la evidencia del deseo, se caen a pedazos.
MALTRATAME QUE ME GUSTA Tres amigos (Adrián, Daniel y Santiago) se van de campamento a una pequeña ciudad costera: uno es el típico molesto que se la pasa haciendo chistes, el otro el mujeriego y el tercero el más sensible y callado, que además porta una cámara de video con la que graba todos los detalles del viaje. De hecho, el film aprovecha ese punto de vista que representa la cámara y donde queda impreso claramente que la historia se ambienta en 1996. En Como una novia sin sexo, la película de Lucas Santa Ana, los personajes representan un trío de estereotipos, pero ese no es el mayor inconveniente: en una historia que tiene a la sexualidad y los deseos reprimidos como uno de sus combustibles sustanciales, el problema mayor tiene que ver con la falta de sensibilidad por parte del guión para exponer sus conflictos con más complejidad y humanidad. Los personajes, a los que hay que sumar a una chica que se relaciona con uno de los amigos, se aporrean, se maltratan, se violentan, pero nunca se comprenden. Y, lo que es peor, la película tampoco parece demasiado preocupada en comprender a sus criaturas. Lo que importa, finalmente, es exponer una sordidez lavada. El camarógrafo es gay, pero nunca se lo confesó a sus amigos. Y aparentemente está enamorado del mujeriego que, obviamente, hace gala de una virilidad inusitada. El otro, el jodón, es alguien a quien todo lo que pasa a su alrededor parece no hacerle mella, ni siquiera un problema familiar que lo ata mentalmente a la Capital. Por un rato, Como una novia sin sexo expone sus conflictos de manera solapada, hasta acertadamente. El juego de la sexualidad masculina y los códigos machistas entre amigos está relatado sin gran vuelo, pero con una dosis de rigurosidad en el habla, incluso en lo corporal de los personajes que se manifiestan entre torpes y contenidos. Hasta ahí el film es bastante honesto. Santa Ana incluso aprovecha el espacio geográfico sugerente, ese límite entre una vida interior (el bosque) y otra exterior y más desinhibida (la playa) como bien lo hizo en El desconocido del lago el francés Alain Guiraudie. Pero así como el trío protagónico sufre un cisma cuando Juli ingresa en la ecuación, también la película empieza a confundirse y a volverse bastante problemática. En primera instancia, la joven se relaciona con uno de los amigos y eso ya provoca en el resto el desagrado por el extraño que viene a romper la paz del grupo. Pero, aún peor, moviliza los celos que muchas veces trascienden la frontera de la amistad y se vuelven otra cosa. Esa obsesión que surge en los personajes y que ensombrece la hasta ahí clara narración, es lo que ni los personajes ni el director parecen saber resolver. Lo que se revela claramente es el carácter funcional del personaje femenino, de quien desconocemos su destino luego del evento que genera la crisis: es como si el guión dijera sutilmente “listo, ya hiciste tu gracia”. Hay en esto una postura un tanto misógina de poner al rol femenino en el lugar de la que viene a modificar el status quo masculino. Pero esto no es todo: ella es la depositaria de una serie de agresiones que los muchachos le propinan y que la rebajan al lugar de la que “anda buscando pija”. Lo positivo, si se quiere, es que los amigos tampoco resuelven los conflictos entre ellos con demasiada inteligencia. Todo esto, que sucede en los fatídicos últimos diez minutos de Como una novia sin sexo, minimiza los aciertos de la película pero además hace repensar aquella primera parte donde los diálogos se exponían con honestidad. Tal vez no era eso, si no falta de vuelo por parte del guión para contar lo suyo, que es mucho más complejo de lo que estos machos adolescentes y reaccionarios con el pito en la mano pueden ser.
Un descubrimiento, unas dudas, y una afirmación es la historia que nos presenta el director Lucas Santa Ana, sobre la vida de tres amigos veinteañeros que se van de vacaciones fuera de temporada a un camping de una playa de la costa bonaerense. Este film, ubicado temporalmente 20 años atrás, cuenta como estos amigos de la infancia se toman unos días de descanso, de que manera se desarrollan las relaciones entre ellos al llegar, y como esos vínculos se van modificando con el transcurso de los días, sobre todo cuando conocen a una turista, Julieta (Luana Pascual), que está sola, y uno del trío la invita a sumarse al grupo. Aunque ellos pensaban que iban a pasar unas tranquilas y apacibles vacaciones, no se imaginaban los acontecimientos y situaciones que estaban por transitar en esa desolada playa. Julieta va a ser un pivote entre los amigos, primero establece una relación con Santiago (Marcos Ribas), que al pasar los días se va afianzando. Daniel (Javier De Pietro) llevó su cámara y filma todo lo que ve, paisajes, a ellos y sus confesiones también, pero habrá una atracción no del todo correspondida y convencida por uno de los personajes. Ese primer encuentro entre ambos rondará en la cabeza de ellos durante toda la historia. El tercer amigo, Adrián (Agustín Pardela). es quien intenta ser el líder del grupo, siendo tal vez más carismático. Esa característica, además de su sensibilidad, llamará la atención de Julieta haciéndole cambiar sus afectos. La realización tiene un ritmo cansino, adaptándose perfectamente al bosque que tiene el camping que le brinda una tranquilidad absoluta, sólo alterada por los cambios de ánimo y de sentimientos de los protagonistas. Los actores cumplen con sus personajes, marcados desde la dirección. Tal vez el que más se destaca sea Adrián, con sus alteraciones de carácter y de emociones. El relato tiene un clima intimista, comienzan a aparecer los conflictos, las rispideces, y sentimientos van in crescendo, donde lo que le importa reflejar al director son las relaciones entre ellos y cómo se transforman en el corto plazo. La vida de ninguno de los cuatro va a ser igual a la que tenían antes, cuando entraron a acampar.