Pueblo chico, ambición grande. La fria crónica policial describe un hecho de sangre en un pueblito de 700 habitantes. La víctima es un hombre de 77 años, casado con una mujer de 33, quien junto con la complicidad de su hermano lo asesinaron brutalmente sin un móvil aparente y con una enorme convulsión entre los lugareños antes, durante y después de un juicio por jurado que los condenó a cadena perpetua al haberlos encontrado culpables de homicidio. En ese sentido, lo primero que debe señalarse de este documental presentado en el BAFICI es la idea central de circunscribir el relato a dos personajes principales: la víctima y el victimario, secundado por el partícipe necesario que es el único que da la cara en la entrevista, dado que la mujer condenada no aceptó participar de la película. Por eso el desfile de testigos, allegados y conocidos, siempre bajo la lógica de los dichos de un conjunto de personas que comparten un lugar y una mirada dispar sobre los protagonistas es en definitiva el caldo de cultivo sobre el que trabaja el director y su equipo, tanto en la búsqueda manifiesta de personajes que siembran información y dudas acerca del móvil del asesinato como de la reprochable conducta de la mujer que se casa por conveniencia con un anciano para vivirlo y matarlo. Sin caer simplemente en el recuento descriptivo, con escueta información del hecho y sus agujeros o cabos sueltos, Crimen de las salinas resulta interesante al despojarse de lo fáctico para sumergirse en la necesidad de entender los porqué de las pulsiones humanas, las causas que pueden llevar a tomar decisiones en las que la maquiavélica frase “el fin justifica los medios” encierra no sólo un método de supervivencia sino una forma de entender el valor de la vida.
A sangre fría Ramón Cáceres (77) desposó a Norma Aveldaño (33) en Deán Funes, Córdoba. Tres años más tarde la mujer y su hermano asesinaron a Cáceres con alevosía en San José de las Salinas. A la fecha, éste es el único crimen registrado en la historia del pueblo, que posee unos 700 habitantes. La película Crimen de las Salinas (2016), de Lucas Distéfano, reconstruye el caso. La fuente principal del documental son las divagaciones de los pueblerinos, que especulan sobre la relación entre Cáceres y Aveldaño – ¿por qué se casaron? ¿Por qué lo mató? Cáceres no era un hombre de buen vivir ni tenía mucho en su haber, salvo por una exigua jubilación. Opinan policías, abogados, vecinos, familiares – el pueblo entero aporta su punto de vista. Mientras tanto la cámara de Distéfano hace unos sugestivos travellings a lo largo del desierto salino y la chatarra que lo decora. Algunas tomas parecen sacadas del mundo post-apocalíptico de Mad Max (1979). La implicación naturalista a lo largo de la película es que un entorno inclemente – que no rinde trabajo y empobrece a la gente – es lo que lleva a la fatídica pulsión criminal. Básicamente Distéfano reflota un viejo caso policial que tuvo muy poca cobertura en su momento – toda búsqueda de los nombres de los protagonistas en Internet resulta infructífera, salvo por las menciones de la propia película – y lo utiliza para enhebrar una pequeña trama de rumores y cuchicheos. El caso es relativamente mundano y la película acepta los hechos de cómo ocurrió el homicidio, quién lo perpetró y la cadena perpetua que cumplen los homicidas en la cárcel de Bouwer. Lo que se pone en cuestión es la motivación. Ninguna hipótesis cierra del todo, lo cual es lo que lo hace tan atractivo.
Muerte y rumores en el desierto blanco. En el 2005, el pueblo de San José de las Salinas, en Córdoba, se vio sacudido por el único crimen violento en toda su historia. Distéfano se mete en esa historia llena de secretos y, como un etnógrafo, desenrolla el ovillo social de la comunidad. Según el censo oficial realizado por el Indec, San José de las Salinas, en el norte de la provincia de Córdoba, contaba en el año 2010 con apenas poco más de 600 habitantes. A comienzos del siglo XX, la extracción en las salinas cercanas del mineral que le da nombre a la localidad dejó de ser una actividad semi-artesanal para transformarse en una industria de mediana escala, sosteniendo económicamente a casi la totalidad de la población del lugar. El documental de Lucas Distéfano –que tiene finalmente su estreno comercial a más de un año de su presentación en el Bafici– quiebra en varias oportunidades el ritmo de las conversaciones y entrevistas a los lugareños para presentar imágenes de los salares, abandonados luego de que la falta de lluvia alterara el equilibrio mineral del terreno. Los lentos travellings hacia ninguna parte, en un aparente blanco y negro convocado no por una decisión estética sino por la escasa presencia de colores en el paisaje, dejan ver rieles oxidados, aparatos derruidos y vehículos detenidos en la solitaria inmensidad del lugar. Por momentos, las imágenes parecen tomadas de alguna película fantástica o post apocalíptica. De todas formas, el reflejo más cercano e inmediato de ese desierto blanco parece ser la falta de trabajo formal en San José de las Salinas, que en el año 2005 se vio sacudido por el único crimen violento en toda su historia como comunidad, cuando Ramón Cáceres fue asesinado por su esposa y su cuñado y el cuerpo arrojado a un pozo de agua. Que el hombre tuviera 80 años y la mujer apenas 36 ya no llamaba la atención de ningún vecino, aunque el casamiento tres años antes se había realizado en secreto, a espaldas de las familias de unos y de otros. Distéfano se mete en esa historia llena de secretos a voces, rumores y chismes de toda intensidad y tenor no tanto como el investigador o detective dispuesto a dilucidar los detalles de un caso como un etnógrafo que deseara desenrollar el ovillo social del comportamiento de un pueblo. Para ello, la cámara se acerca a los familiares de la víctima, amigos de los victimarios, policías responsables de la investigación, simples vecinos e, incluso, al autor del golpe mortal, condenado a prisión perpetua por un crimen que, afirma, no cometió. “Acá eso pasa seguido”, afirma un anciano del lugar. No se refiere a las muertes violentas, sino al emparejamiento de hombres muy mayores con mujeres jóvenes. “Lo que quería era no perder la pensión”, dice entre lágrimas a punto de brotar de sus ojos un familiar directo de Cáceres, convencido de que esa unión matrimonial no fue otra cosa que un plan artero y criminal. La peluquera más popular de Las Salinas atiende en su propio jardín y en las charlas con algunos de sus clientes se deslizan otros detalles –apócrifos o ciertos, imposible saberlo– de esa relación y su fatal desenlace. Otro ciudadano de San José de las Salinas, hombre de familia y padre de varios hijos, confiesa a cámara su absoluto convencimiento de que varios de ellos son en realidad frutos de otro padre, gestados durante su ausencia; más tarde, luego de una cena familiar al aire libre, contará en detalle su fallido intento de suicidio algunos años atrás. En la suma de todos esos elementos, el breve, compacto y conciso documental de Distéfano abandona la intención de encarnar en una simple investigación de un caso policial –que estuvo presente en los noticieros y diarios durante algunos días, para ser luego abandonado– y se transforma en la descarnada descripción de una sociedad que parece acercarse, lenta pero inexorablemente, a un estado de auto abandono. Como si los lazos comunitarios basados en la solidaridad vecinal hubieran desaparecido y el único apaciguamiento para el espíritu estuviera presente dentro de las paredes de lona de la iglesia evangélica, conducida por un sacerdote que repite los pasajes de la Biblia con dogmática literalidad. Afortunadamente, nada de eso es subrayado por la película –con la excepción de un breve pasaje en la banda de sonido de tono marcadamente ominoso– sino que va desprendiéndose lentamente de la narración. El de Crimen de las Salinas no deja de ser un recorte de la realidad –como ocurre en cualquier film documental– y quizá la vida en el lugar no sea tan temible. Pero lo cierto es que ese primer y único homicidio parece haber introducido un virus que llevará mucho tiempo eliminar del organismo.
En el año 2005, se llevó a cabo un crimen que afectó al pueblo cordobés de menos de 700 habitantes, San José de las Salinas, en el cual un hombre de 77 años fue asesinado por su joven mujer de 33 años, con la ayuda de su hermano. “Crimen de las Salinas” es un documental que busca abordar lo ocurrido en aquel pueblo, por qué pasó lo que pasó, cómo, y conocer un poco más a los personajes involucrados. Sin embargo, con el correr del tiempo, la pieza cinematográfica se va abriendo un poco de su objetivo principal, para contar la historia de los habitantes de San José de las Salinas y cómo viven en dicho lugar. A través de los testimonios de familiares, vecinos, abogados y conocidos de la víctima y los victimarios, se va construyendo el relato de “Crimen de las Salinas”. Nos cuentan los posibles motivos de la mujer para matar a su marido, mientras que nos podemos ir haciendo una idea sobre las personalidades de cada uno. Por momentos tenemos planos muy largos, que puede generar un arma de doble filo en el espectador. Por un lado, el relato se vuelve lento y, a pesar de que el film dura un poco más de una hora, se hace un algo pesado. Pero a la vez, esos planos nos permiten observar no solamente lo que dicen los entrevistados, sino ver sus gestos, expresiones y sentimientos a través del lente. Muchas veces nos dicen mucho más con una mirada, un llanto, una sonrisa, que con las palabras. Pero no solamente tenemos imágenes de los entrevistados, sino que también el director se preocupa por los alrededores: la crudeza y desolación de un pueblo pequeño afectado por un hecho ocurrido hace un tiempo y por la misma naturaleza que los hace vivir en situaciones particulares. Probablemente el tratamiento del hecho en sí se podría haber abordado en un tiempo menor, ya que mucho más sobre lo ocurrido no logramos enterarnos, pero es posible que este crimen se haya tomado como punto de partida para mostrar la realidad del pueblo en general. Puntaje: 3/5
Secretos y rumores en pueblo chico Seiscientos son los habitantes de San José de las Salinas, pequeño poblado en medio de las minas de sal del norte de Córdoba. Lo rescata del olvido el documentalista Lucas Distéfano en este film en el que indaga entre los que vivieron de cerca el asesinato de un jubilado a manos de su propia esposa. El hecho dio origen al primer juicio por jurados en aquella localidad, en el que los dos responsables de la muerte -la esposa y uno de sus hermanos- fueron condenados a cadena perpetua. El film dura apenas una hora, suficiente para que Distéfano pinte el ambiente del lugar, las condiciones en que vive el pueblito y el impacto que causó aquel crimen en un lugar poco habituado a los escándalos.
El caso policial fue contundente y marcó al pequeño pueblo cordobés de menos de 700 habitantes en el que tuvo lugar: un hombre de 77 años fue asesinado por su joven mujer de treinta y pico con la ayuda de su hermano, en 2005. En este reciente documental el realizador Lucas Distéfano vuelve al lugar del hecho para entrevistar a gente que los conoció y tratar de encontrar respuestas un poco más complejas que la mera solución judicial. Y lo que encuentra revela, entre otras cosas, una situación económica y una potencial desesperación que puede haber llevado a estos personajes a cometer semejantes actos. En medio de una serie de descripciones de los personajes y conjeturas sobre lo que pudo haber pasado, los lugareños van abriendo las puertas a una realidad cuya dureza lleva a que sea pensable que una mujer mate a su marido solo para quedarse con “los 1.500 pesos de su jubilación” y otras cosas de ese tenor. Los entrevistados aportan, por un lado, mientras que la cámara de Distéfano observa a este pueblo pequeño en el que la falta de trabajo, el desierto implacable y hasta el tedio son factores a tener en cuenta. El film hasta parece poner en duda algunas de las realidades instaladas en el caso, más que nada al reforzar la idea de que las cosas en ese lugar tal vez no sean tan claras como parecen…
Lucas Distéfano dirige Crimen de Las Salinas: un documental que gira en torno a un homicidio ocurrido en un pequeño pueblo de Córdoba. San José de las Salinas es un pueblo tan pequeño que no contaba con ningún crimen en su haber… hasta que Norma y José, dos hermanos, son acusados del asesinato del esposo de ella. Casados en secreto y con el hombre llevándole más del doble de edad a la mujer, una jubilación de menos de dos mil pesos motiva a que planeen el crimen. Son descubiertos y finalmente condenados a cadena perpetua. La historia parece de película y Distéfano entonces hace la suya: un documental que intenta introducirse en ese pueblo, en la gente que vive allí, para entender cómo fue que se llegó a eso. Pero su idea no es la de una investigación exhaustiva ni metódica sino que lo que le interesa es entender cómo es y se percibe la vida en un pueblo que continúa achicándose. El director retrata la tranquilidad y la desolación de este lugar a través de escenas largas: a veces de los paisajes que éste ofrece, otras de la gente de allí, que habla directamente a la cámara o continúa su trabajo frente a ella. La falta de empleo, unas salinas convertidas en desierto, la peluquera trabajando al mismo tiempo que conversa sobre otras personas. Por un lado, el film genera un interés mayor cuando se ahonda en la historia que funciona como eje e incluso se hace alusión a lo común que resultan en ese lugar los matrimonios de este tipo, con grandes diferencias de edad y por mujeres que ante los ojos del pueblo no son más que “comehombres” interesadas en el dinero -una cantidad ínfima que para ellos es algo parecido a una fortuna-. Por el otro, la observación que realiza del lugar y su gente le generan otra dimensión a la historia ya conocida. Ese crimen, más allá de ser el primero, pone en foco algo que en realidad muchos ya veían, ya sabían que estaba. El director toma un lugar casi invisible, mudo. Intenta no tomar posición e incluso le da voz a uno de los acusados (porque la mujer no aceptó aparecer), y por momentos hasta parece entenderlo. A la larga, es un film que expone que no tiene por qué haber una única mirada para las cosas. Si bien la película dura poco más de una hora, por momentos se la siente lenta. Al mismo tiempo la inexistencia de una banda sonora le permite al sonido ambiente tomar protagonismo en muchas de esas escenas largas de paisaje y ésto genera una mayor sensación de la desolación que se pretende retratar. Así está hecha Crimen de Las Salinas, a partir de dualidades.
San José de las Salinas. Asesinato de un hombre a manos de su esposa y su hermano. El crimen es descubierto: juicio, los culpables son encarcelados. La película repasa sumariamente la historia, ofrece uno o dos testimonios de autoridad (un policía, un abogado) y recorre lugares significativos (la escena del crimen, la sala del juicio). Caso policial llevado a la pantalla, el cine como reenactment, piensa uno. Pero el director rápidamente desvía el rumbo: la muerte de Rubén Cáceres se vuelve simple anécdota y el documental se interesa por los habitantes del pueblito cordobés. La eventual truculencia deviene observación de costumbres. Los vecinos toman la palabra y hablan de la vida en pareja, la muerte, cuentan su pasado, recuerdan a los implicados, sugieren hipótesis. Los varones comentan el peligro que suponen las mujeres jóvenes que buscan una pensión a cualquier precio; las mujeres, a su vez, señalan que el occiso era un maltratador. Las apariciones van trazando una suerte de voz colectiva, un rumor cautivante que se adueña de la película y relega la crónica policial a un segundo lugar.
Un muy interesante documental sobre un asesinato en un pequeño pueblo. De entrada se advierte que una mujer joven junto a su hermano planearon y ejecutaron la muerte del esposo de ella, un anciano con el que no convivía. Los hechos crudos primero. Y luego la maraña de suposiciones, chismes, dichos, verdades a medias de lo que ocurrió y del imaginario popular de vecinos amigos y familiares. Hasta un abogado defensor que asegura que por falta de recursos, el hubiera podido demostrar que los hechos no fueron como se cuentan. Pero la riqueza de los testimonios se basa en un mundo de creencias, complicidades, murmullos y prejuicios arraigados que se recogen aquí y allá como si la verdad no importara. Solo la asesina se negó a dar su versión. Una muerte por una mísera pensión y un acuerdo entre un anciano y una treintañera que nadie sabía que estaban casados. Un pueblo chico transformado en una caldera del diablo.
Crítica publicada en la edición impresa.
LA SAL NO SALA Por haber sido uno de los primeros juicios por jurado de Deán Funes, Córdoba, el asesinato de Ramón Cáceres no pasó desapercibido para los pobladores de la zona. Intentando reconstruir lo sucedido mediante la visión de tres habitantes del pueblo, el documental Crimen de Las Salinas busca contextualizar lo ocurrido en San José de las Salinas, Córdoba, cuando una mujer de 33 años se casa por conveniencia con un hombre de 77 años y tres años después, con la ayuda de su hermano asesina a su esposo. Centrándose más en las consecuencias que en los antecedentes, la película pretende ubicar dónde se desarrollaron los hechos y las circunstancias sociales que envuelven al acontecimiento. Mediante el relato de los vecinos, el film a su vez reflexiona sobre el amor, el matrimonio y la muerte, de manera correcta y franca. Además, acompañan al relato una bella fotografía, con planos que se detienen en la vegetación del lugar o en “silencios” que expresan los protagonistas, que ya han sido utilizados en otros documentales pero que siempre son acertados para darle un aire artístico al producto. Sin embargo, el film nunca abandona su corrección estructurada, volviéndolo monótono y sin matices, llevando más al aburrimiento que al interés de lo que se observa. En definitiva, Crimen de Las Salinas es una adecuada producción que aporta una visión (en principio) atractiva sobre un hecho destacado ocurrido en un lugar olvidado de nuestro país, pero cuya falta de vuelo no le permite crecer más allá de su correcta factura.
Las imágenes de los matorrales de un pueblo, acompañadas por el relato de una voz en off en lenguaje policíaco, son los elementos que el director Lucas Distéfano utiliza para comenzar a reconstruir, a través de diferentes testimonios, los sucesos que llevaron al trágico desenlace de una inusual relación entre una mujer y un jubilado 44 años mayor que ella. El hecho transcurre en el pequeño pueblo de San José de las Salinas (una comunidad de 700 habitantes en la provincia de Córdoba). Los relatos de los vecinos, personal policial, abogados y jurados, nos introducen en los pormenores del matrimonio, exhibiendo la vida del mismo y por supuesto, a lo ocurrido aquel fatídico día en que Norma y su hermano decidieron, de acuerdo a la condena que pesa sobre ellos, terminar con la vida de Ramón. Las entrevistas nos permiten conocer desde diferentes puntos de vista, tanto conjeturas sobre el asesinato como la relación de la pareja. Es interesante destacar el rol de la peluquera del pueblo como “entrevistadora”, ya que la confianza que los vecinos tienen con ella, hace que aporten sus propias conclusiones y especulaciones sobre los motivos que pudieron haber llevado a Norma a cometer el crimen. El cuerpo de Ramón es encontrado en un aljibe gracias a los rebuznos de un burro, propiedad de uno de los vecinos, y lo llamativo es que es el primer asesinato cometido en el pueblo. Al espectador también se le permite conjeturar sobre el trágico acontecimiento, ya que el director no ofrece una recreación del mismo, sino que genera un clima de intriga y especulación. Aspectos bien desarrollados por Distéfano, quién logra como resultado un documental objetivo y sincero, planteando de manera correcta el conflicto, lo qué quiere contar y cómo lo quiere narrar. Utilizando desde tomas panorámicas, travellings hasta planos detalles y primeros planos, el realizador nos ofrece conocer una historia real sobre un asesinato que conmovió a una comunidad pacífica, visibilizando la voz de estos vecinos, así como su idiosincrasia. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
Lucas Distéfano nos invita a un documental enmarcado en la Salina cordobesa, zona Norte y en el poblado de San José, espacio que fuera de gran actividad décadas atrás pero que ahora, por razones naturales y de las otras, no ofrece mucho empleo para los lugareños. Allí, en 2005 tuvo lugar un crimen pasional atípico para esa comunidad. Un hombre, Ramón Cáceres, 80 años de edad, fue asesinado y arrojado su cuerpo a un pozo de agua por su mujer y su cuñado. La nota de color y la que convirtió a la noticia en un hecho curioso a nivel mediático era que la asesina tenía 36 años cuando decidió ponerle fin a la vida de su esposo. Motivos? La cinta no se ocupa de encontrar esas razones. Toma ese crimen como un punto de partida para girar y mirar en 360 grados al pueblo y su idiosincrasia. Retrata sus anehlos y frustraciones y deja fluir relatos que explican las características de como se vive cerca de la Salina. Pocos habitantes (infierno grande), un hecho recreado a través de los testimonios de familiares y vecinos y un trabajo de sutil análisis etnográfico es lo que trae este trabajo de Distéfano. El mayor acierto es el registro relajado y desprovisto de carga moral. La mayor debilidad es el tiempo y el devenir de algunas entrevistas, que aportan demasiado silencio y subrayan aquello que percibimos, la cadencia y letanía de vidas lejos de nuestro ritmo citadino. Se despliega una invisible red de emociones contenidas que apuntan a sostener un relato austero hasta desde el punto de vista fotográfico. "Crimen de la Salinas" ofrece una mirada al interior de nuestra gente, en un recorte particular donde el paisaje y las condiciones, promueven interacciones que se juegan en una perspectiva propia, incluso en momento donde las pasiones se vuelven oscuras y atentan contra la vida humana.